Pensamiento crítico – A propósito de El cuerpo deseado. Feminismo y anticapacitismo

Por Begoña Zabala.

El cuerpo deseado es el título de un libro que lleva como subtítulo La conversación pendiente entre el feminismo y el anticapacitismo, de Andrea García-Santesmanes.1/ No trata únicamente sobre anticapacitismo, aunque sí que ocupa el lugar central, sino que insiste en cruzarse con el feminismo, y mantener diálogos intensos, en torno a los importantes y esenciales conceptos que este utiliza en su discurso: Las ruedas del patriarcado (El género), Afectos, deuda y alianzas (Los cuidados), Heridas y silencios (La violencia), Las prótesis del placer (La sexualidad) y Una identidad en disputa (La diferencia). Responden estos epígrafes a los cinco capítulos de que consta el libro. Tiene además un breve epílogo, titulado Conversaciones pendientes.

Se inicia el libro con una pequeña introducción de la propia autora que nos pone frente a “el deseo de Chloe”, un caso que ella misma califica un poco más adelante como ininteligible hoy en día y señala que produce incredulidad y desagrado, o simplemente espanto. Es el caso de una científica británica, Chloe Jennings-White que en el año 2013 decide “salir del armario” y explicar que vive en “un cuerpo equivocado”, ya que su cuerpo bípedo, sano y funcional le era ajeno. Su verdadero cuerpo, para ella, era parapléjico, en el que sus piernas no tuvieran sensibilidad ni movilidad. Llegó incluso a provocarse accidentes a fin de quedarse paralítica y, finalmente, encontró un cirujano dispuesto a realizarle una operación que la dejase en una silla de ruedas que, por falta de medios económicos no se le realizó. Estas personas así operadas son denominadas transabled, o sea transcapacitadas.

Hay que reconocer que el impacto de esta introducción, para quien no está muy puesta en estos temas, es chocante y provocador. Sin embargo, de este ejemplo que se nos hace tan lejano enseguida se pasa a conectar casi de forma automática con las intervenciones quirúrgicas (o no quirúrgicas) en millones de cuerpos, principalmente de mujeres, para adecuarse a un modelo de cuerpo que se impone a través de los paradigmas estéticos, socio-sanitarios y de competición. Estos, según cada cultura, no son paradigmas universales. Universalmente conocida es, por ejemplo, la costumbre ancestral china de vendar los pies a las mujeres, desde niñas, para impedir su crecimiento, considerando los pies pequeños un elemento esencial de feminidad que les llevaba a la posibilidad de contraer matrimonio incluso con hombres de las clases pudientes.

El paralelismo con los postulados trans se hace desde el primer momento, incluso se toman préstamos lingüísticos, como salir del armario o vivir en un cuerpo equivocado. Y así el eje capacitista se torna estructural en los análisis y se habla de patriarcado y de capacitismo, con un planteamiento interseccional.

Literalmente, la autora nos señala el contenido del libro y nos dice que “analiza la intersección entre patriarcado y capacitismo y plantea la conversación tan postergada como urgente entre sus lecturas críticas: el feminismo y el anticapacitismo. Dicha conversación pone en jaque algunas de las tesis históricas de ambos movimientos y obliga a repensar postulados teóricos y consensos activistas” (p.19).

No se piense que por lo señalado de los préstamos en el lenguaje aquí lo que se hace es trasplantar análisis de forma mecánica o imaginativa de otros campos interseccionales. El asunto de la lengua es francamente complejo, como tantas veces. Así que se recurre a un glosario que requiere de una lectura atenta y consciente. Y no por corrección política de no llamar discapacitada a una persona que tiene muchas capacidades, sino porque se está construyendo algo que requiere de nuevos lenguajes, y a veces estos lenguajes también son prestados de otras lenguas y de otras realidades o contextos. Por supuesto, muchas veces se recurre a la resignificación de los conceptos conocidos y a construir con orgullo desde el insulto o el desprecio. También esto nos resulta conocido desde las teorías y prácticas queer. 2/

En todo caso, cierta dificultad conceptual o lingüística se ve muy amortizada por el desarrollo del libro y la utilización de instrumentos muy ilustrativos. En cada capítulo se utilizan recursos diversos: los datos etnográficos, los productos culturales, como novelas, películas y canciones, y las representaciones mediáticas en prensa, televisión y redes sociales. Estas fuentes de información vertebran el constructo sociocultural que es la discapacidad, y su correlato, la capacidad, totalmente naturalizada. (p.21)

En todos los capítulos se nos dirige a realizar un análisis profundo de lo que es en realidad la capacidad y la discapacidad, dentro de los lenguajes hegemónicos, cambiando desde el primer momento el vocablo para utilizar los términos capacitismo/anticapacitismo, y así situarnos en dos campos de batalla en donde se juega el cuerpo de las personas. En definitiva el sistema va definiendo y redefiniendo los modelos estereotipados de las personas, según hombre y mujer, nacional y extranjera, raza blanca y negra (u otras), heterosexual y homosexual…, y una de las dicotomías que señala como fundamental y estructural al sistema capitalista y patriarcal, y también capacitista, sería capaz o incapaz, eficiente o deficiente, válido o minusválido,3/y todos los adjetivos que van saliendo. Y el tema que está en el centro no es definir la capacidad mayor o menor de las personas para según qué habilidades, potencialidades o talentos, sino analizar qué hace el sistema de dominación para redistribuir a las personas según las capacidades estimadas y repartir derechos, privilegios u opresiones.

A estas personas de la segunda parte del binomio se las denomina personas con diversidad funcional. En realidad serían todas las personas, ya que no existe la persona con una capacidad funcional modelo que marca la norma. Sin embargo, dada la falta de derechos y el maltrato que se produce sobre estas personas es a ellas a quien se las nombra de otra forma. Se trata de analizar el papel que deben realmente ocupar y el que se les hace ocupar para que estén desprotegidas por su falta de derechos y no ser consideradas sujetos autónomos. Y así se habla de vidas con un potencial político que las hace acreedoras de ser sujeto y llevar a cabo en su propio nombre la lucha por los derechos (“Nada sin nosotras sobre nosotras”, reza su eslogan); pero también son vidas deseables y apetecibles de ser vividas y movidas por la potencia del deseo y del placer. Y este último punto enlaza con lo que se señalaba en la introducción hablando de los deseos de Chloe.

Hasta el momento, seguramente que no ha habido mucho diálogo entre feminismo y anticapacitismo, o quizás se interpreta que no lo suficiente para que llegue a la acción y al cuestionamiento de las prácticas y reivindicaciones desde ambos campos. Sin embargo, sí que se visibiliza una introducción del término capacitista o anticapacitista muy amplia y recurrente en el movimiento feminista organizado. Ya no solo se enuncia el heteropatriarcado capitalista, racista y colonial, sino también capacitista. Se ve que la palabra en sí, así como el uso de la expresión diversidad funcional, se está extendiendo en las lecturas feministas. Se plantea en este libro que falta politización, profundización y análisis de las medidas y reivindicaciones clásicas feministas que rayan el capacitismo.4/

Analiza con agudeza y con ejemplos cómo el eje capacitista/anticapacitista, influye notablemente en la lectura crítica de la generización de los cuerpos y los modelos de feminidad y masculinidad. El diálogo feminismo y anticapacitismo es inprescindible, según esta visión, para entender cómo se desgeneriza la (dis)capacidad y cómo se discapacita el género (p. 60)

Realizar una lectura feminista y generizada del capacitismo es imprescindible, pues la diversidad funcional tratada desde la hegemonía tiene que borrar el género para ver la (dis)capacidad y anular la (dis)capacidad para vivir el género. Maternidad y cuidado, dos postulados máximos de la feminidad hegemónica, no son roles aceptados para muchísimas mujeres con diversidad funcional. Tampoco para los hombres son aceptadas sus señas de identidad capacitistas por excelencia: la hipersexualidad activa del macho alfa y la competición/competitividad entre iguales, que serían sus pares varones.

El título de El cuerpo deseado está elegido con una intención muy clara que se desarrolla desde el principio y “juega con la provocación de qué pasa cuando el cuerpo discapacitado es deseado, no solo a nivel erótico – lo que se denomina devotee – sino a nivel de identificación y encarnación – personas wannabes o transabled”. (p.90). Este elemento de cómo se considera un cuerpo con diversidad funcional entra frontalmente en debate con los planteamientos capacitistas.

Todas las vidas y todos los cuerpos, se dice, son dignos de ser vividos, deseables, queridos, e incluso, como en el caso visto, y aunque se les llame discapacitados o tullidos, de ser replicados por personas calificadas como sanas o normales.

Se recoge en relación al aborto, y su consideración de legal en el supuesto de malformación o no viabilidad del feto, un alegato sobre este tema, citando al activista del Foro de Vida Independiente, Centeno:

“… cuando se habla de la viabilidad del feto, en demasiadas ocasiones, lo que se está haciendo es proyectar la (in)deseabilidad de una vida, de una condición corporal y/o intelectual que, de facto, es la forma de estar en el mundo de muchas personas. No se trata de cuestionar la decisión individual de las mujeres que deciden abortar por esta causa (ni por ninguna otra), sino determinados discursos que de una manera cortoplacista y estratégica, postergan la defensa del aborto libre y se agarran a supuestos capacitistas.

En el otro extremo, plantear la discusión del aborto por malformación fetal como una cuestión bioética independiente de la discusión más amplia, sobre la interrupción voluntaria del embarazo, resulta una estrategia tramposa y contraproducente, que permite a los grupos conservadores hacer lo que acertadamente Melania Mocoso denomina Cripwashing: la capitalización de los discursos del movimiento pro-discapacidad para limitar los derechos reproductivos de las mujeres. (…)

La discusión sobre la interrupción del embarazo está sumergida en las proyecciones ya no solo de qué vidas merecen la pena sino de qué maternidades son esperables y desables.” (pp. 90-91)

Con este ejemplo de análisis acaba esta crónica del libro. Hay muchos temas en el mismo que están en el centro de los debates del anticapacitismo y del feminismo, como los cuidados, las personas cuidadoras y cuidadas y el lado en el que son situadas por el sistema capitalista, patriarcal y capacitista; los temas de las violencias sexuales, (¿puede una persona con diversidad funcional agredir a otras que aparentemente es capacitada?), la sexualidad como necesidad y como asistencia y el actualizado tema del consentimiento en las relaciones sexuales que en estos temas, y haciendo referencia a la diversidad funcional psíquica, en seguida nos lleva al dificultoso tema de la capacidad para consentir libremente. Y cómo no, las conversaciones y las alianzas entre feminismo y anticapacitismo. De todo esto, y más se escribe en este libro, y muchas cosas son polémicas, incómodas, políticamente incorrectas, e incluso pueden ser desacertadas para algunas personas.

Begoña Zabala forma parte de la redacción de viento sur

Notas

1/ Andrea García-Santesmases (2023). Editorial Kaótica Libros

2/ Por ello, armadas de unas cuantas palabras y conceptos se realiza más fácilmente la incursión en la lectura. Aquí algunas de ellas: Diversidad Funcional (DF), Movimiento de Vida Independiente (MVI), Divertidad, Wannabe, Transabled, Crip, Tullido, Disca, Crip

3/ Se debe tener presente que el término discapacidad encierra una diversidad importante en cuanto a los cuerpos así calificados, aunque resulte recurrente el ejemplo de una persona en silla de ruedas, o las paraplejías, la diversidad funcional afecta de muy diferente manera a la forma de vivir cotidianamente, así que a veces se ve necesario especificar en qué consiste esa diversidad.

4/ Con ocasión del reciente fallecimiento de Itziar Castro, conocida actriz y activista antigordofóbica en dos periódicos de ámbito de Euskal Herria se leía sobre ella “su primer papel importante fue en la película Pieles, de Eduardo Casanova. Un film sobre personas con dificultad para encajar en la sociedad por sus deformaciones físicas”. No todo es políticamente correcto.

Tomado de vientosur.info

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