IN MEMORIAM- DANIEL PEREYRA (1927-2023): Un consecuente militante internacionalista/ Ver- El partido-movimiento que necesitamos/ IN MEMORIAM: Daniel Pereyra, una vida bien vivida/ Adiós a Daniel Pereyra, arquetipo de aquellos que «luchan toda la vida»

Nació como Daniel Pereyra Pérez pero, como la mayoría de los militantes revolucionarios, fue conocido también con otros nombres.

En el Perú de los años 60 los medios de comunicación lo llamaron “el Che Pereyra”. Era argentino y al igual que el Che había acudido a otro país solidariamente con otros compañeros para prestar apoyo armado a la guerrilla campesina que lideraba Hugo Blanco. Allí fue capturado, torturado y encarcelado en la prisión de alta seguridad El Frontón, situada en una isla. En la militancia en Argentina usaba el alias de Alonso, tanto en las primeras formaciones políticas en las que participó como cuando lo hizo en la fundación del PRT-EC (Partido Revolucionario de los Trabajadores-El Combatiente) y posteriormente cuando rompió con él para crear el GOR (Grupo Obrero Revolucionario). Después de muchos años, al exiliarse en Madrid en 1978, en plena dictadura militar de Videla, recuperó su nombre, Daniel, El Gallego para los amigos.

Daniel nació sólo diez años después de que tuviera lugar la Revolución de Octubre y esta le marcó desde adolescente. Cuando tenía solo tres años, Argentina vivió uno de los muchos cruentos golpes militares que ha sufrido ese país, el liderado por los generales Uriburu y Justo que acabó con el gobierno democrático del presidente Irigoyen.

Hijo de una lavandera que limpiaba casas de otros y de un padre desempleado tras la crisis de 1929, a los que perdió siendo muy joven, Daniel abandonó a los 17 años los estudios secundarios para trabajar, para sobrevivir. Primero lo hizo como aprendiz en una imprenta; luego en fábricas metalúrgicas donde fue elegido delegado sindical por sus compañeros, al tiempo que se iniciaba en política, militaba en el GOM (Grupo Obrero Marxista) y empezaba a devorar libros de marxismo, a leer a Marx, a Lenin, a Trotsky.

Desde aquellos años hasta el pasado 6 de febrero de 2023 no dejó de militar nunca, era parte esencial de su vida. Murió a los 95 años en una residencia para ancianos en las afueras de Madrid reivindicando con orgullo haber sido parte de la IV Internacional, y seguir siendo militante de Anticapitalistas y miembro del Consejo Asesor de Viento Sur.

Fueron muchas las siglas que adoptó el marxismo revolucionario en aquellas primeras décadas de su militancia, en los años 40, GOM, Partido Obrero Revolucionario, Socialismo Revolucionario Trotskista, Política Obrera. Lo marcó fuertemente la presencia de republicanos españoles que llegaban a Argentina huyendo de la Guerra Civil española. Daniel vivió bajo los gobiernos de Juan Domingo Perón desde las filas del GOM con ‘Nahuel Moreno’ (Hugo Bresano), y reconocería años después el sectarismo con el que este se posicionó frente al peronismo, atacándolo con la misma fiereza que atacaba a quienes terminaron derrocando a éste en 1955 con un sangriento golpe cívico-militar apoyado por la Iglesia católica y Estados Unidos.

Poco después, el POR (Partido Obrero Revolucionario) sucesor del GOM, reconoció autocríticamente su grave error e hizo entrismo en el peronismo a través de un frente que creó para incluir a distintas asociaciones sindicales opuestas a la dictadura pero también a la burocracia peronista, el MAO (Movimiento de Agrupaciones Obreras).

Daniel conoció en aquellos años a quien sería su compañera de vida, Juana Perelstein, Juanita,  proveniente del Partido Socialista e hija de comunista, con quien comenzó a convivir ese mismo año y con la que un año después tendrían su único hijo, Carlos.

En sus Memorias Daniel reconoció también la visión sectaria, el nuevo grave error cometido en 1959 por la formación morenista de la que formaba parte, Palabra Obrera, ante la triunfante revolución cubana. Un año después de aquel triunfo que provocaría una conmoción en toda América Latina y el Caribe y que cambiaría el escenario geopolítico mundial, ese grupo seguía caracterizando a Fidel Castro como “títere de Estados Unidos”. Sin embargo, nos recuerda Daniel en sus Memorias, poco después se volvía a hacer un brusco cambio de caracterización y se pasó a apoyar al nuevo régimen cubano y también la lucha armada.

Mientras la organización decidía crear un primer equipo militar a cargo del Vasco Bengoechea, que se entrenó para ello con otros compañeros en Cuba, a Daniel Pereyra se le asignaba la tarea de encabezar un pequeño grupo para trasladarse a Perú y apoyar al partido hermano peruano, el POR/FIR, a través de expropiaciones en bancos para recaudar fondos y otras operaciones militares.

Tras un operativo en un banco de Lima que terminó en tiroteo, Daniel y otros participantes fueron  detenidos. Pasarían cinco años en la cárcel antes de poder volver a Argentina en 1967. Hugo Blanco también resultó detenido en 1963.

Para cuando Pereyra volvió a Argentina con sus compañeros, las diferencias políticas con Nahuel Moreno se habían acrecentado más y más. Moreno llegó a utilizar a la prensa peruana como canal para atacar a Pereyra. “Pereyra es un loco y un aventurero (…) Fue Pereyra quien coordinó el asalto y los planes revolucionarios”, llegó a escribir en el diario limeño La Prensa el 29 de mayo de 1962, distanciándose de un plan que había sido aprobado en el Buró Político de Palabra Obrera.

En 1964 el Vasco Bengoechea ya se había separado de la organización tras un duro debate en un plenario partidario, para formar las FARN (Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional) y pocos meses después moriría al estallar un explosivo que manipulaba en un piso en Buenos Aires.

La situación política había cambiado en Argentina al momento de llegar Pereyra y sus compañeros de vuelta de Perú. Palabra Obrera había comenzado en 1965 un proceso de discusión y cooperación con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular) fundado en 1959 por Mario Santucho, centrado fundamentalmente en las provincias norteñas de Santiago del Estero y Tucumán. En mayo de ese año se había celebrado el primer congreso unificado de las dos organizaciones, dando así nacimiento al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).

Un año más tarde tuvo lugar un segundo congreso de la nueva organización, aprobándose la adhesión a la IV Internacional, aunque ya en ese momento se vislumbraban importantes diferencias entre los dos grupos fusionados. Mientras Santucho calificaba la etapa que se vivía en los ingenios azucareros de Tucumán como de  situación prerrevolucionaria, Moreno sostenía que ni era insurreccional ni prerrevolucionaria. Ese mismo año se produjo un nuevo golpe de Estado, encabezado por el general Onganía, que derrocó al Gobierno de Humberto Illia, de la UCR (Unión Cívica Radical), el principal partido de oposición al peronismo.

Los morenistas lograron imponer su impronta en el tercer congreso del PRT, rechazando la intención de los santuchistas de poner en marcha una columna móvil guerrillera en Tucumán y aprobando exclusivamente ciertas acciones defensivas. Ya en ese momento la coexistencia de las dos corrientes internas se hizo cada vez más difícil y en 1968, cuando tuvo lugar el IV congreso partidario, fue cuando se agudizaron las diferencias sobre la caracterización de la etapa y las tareas prioritarias y se produjo la ruptura entre el PRT-La Verdad encabezado por Nahuel Moreno, y el PRT-El Combatiente, liderado por Mario Santucho, con quien se alineó Daniel Pereyra y la mayoría del partido.

En ese congreso se eligió para la presidencia de honor a León Trotsky, al Che, al vietnamita Nguyen Van Troi y a Ángel Vasco, Bengoechea y se dio un giro sustancial a la estrategia del partido, centrada fundamentalmente en “preparar e iniciar la lucha armada parcial ligada al movimiento obrero en todo el país”. Se planteaba entonces la “creación de un ejército en el campo y de impulsar la guerrilla urbana”, y se comenzaba a perfilar la idea de crear el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).

En 1969 comandos del PRT participaron en levantamientos populares masivos que se produjeron  en las provincias de Córdoba y Rosario, ocupando una radio para difundir comunicados y tomando por asalto un puesto de la Gendarmería de donde se llevaron armamento. Ese mismo año, Pereyra viajó a la ciudad italiana de Rimini para asistir al IX Congreso de la IV Internacional en calidad de delegado del PRT-El Combatiente, donde esta organización recibió el reconocimiento formal de sección oficial, gracias al apoyo del sector mayoritario representado por Ernest Mandel, Pierre Frank, Livio Maitan y otros. En contra de esa decisión y de la resolución aprobada en ese congreso de apoyo a la lucha armada en América Latina estuvieron los representantes del PRT-La Verdad y los del SWP (Socialist Workers Party) de Estados Unidos.

Las divisiones no quedaron allí y ese mismo año se profundizaron las diferencias internas en el PRT-El Combatiente al presentar Mario Santucho, responsable del Comité Militar, un amplio plan de actividades militares en todo el país que un sector del partido, en el que estaba Pereyra, consideraba desproporcionado para el nivel de conciencia y de lucha que mostraban los trabajadores en ese momento. En sus memorias Daniel critica las maniobras realizadas por Santucho para impedir que los opositores obstaculizaran sus planes, para lo cual convocó el V congreso del partido en una isla del Río Paraná en julio de 1970 sin notificar del mismo al sector opositor, que había presentado previamente un documento alternativo. En ese congreso se decidió ya formalmente la creación del ERP y se aprobó un amplísimo plan de operaciones militares en distintas regiones de Argentina para darlo a conocer.

En 1971 los sectores críticos con esa nueva etapa del partido decidieron abandonar el partido:  Pereyra, encabezando un grupo que terminaría formando el GOR; otro grupo, liderado por un miembro del Comité Central, Eduardo Urretavizcaya, formaría Orientación Socialista-FOC (Fuerza Obrera Comunista) y un tercero, Sindicalistas-Milicia Obrera, dirigido por Horacio Lagar, Sergio Domecq, Oscar Prada y otros. “La diferencia”, diría Pereyra, “estaba en que ellos estaban constituyendo un ejército. Lo nuestro era una acumulación de fuerzas acorde con la marcha de la lucha de clases y las fuerzas partidarias (…) Nosotros entendíamos la lucha armada como un fenómeno de apoyo al movimiento obrero y de resistencia”.

En 1972 el PRT-ERP sufriría otra escisión, el PRT-22 de agosto, que se acercó al peronismo de izquierda, y en 1973 el de la Fracción Roja del PRT-ERP, de cuya dirección formé parte, que obtuvo el apoyo de la IV Internacional, con la que había roto la dirección de Santucho.

En 1975, en plena represión del Gobierno de Isabel Martínez de Perón y su parapolicial Triple A, el GOR decía: “Asumimos e impulsamos la lucha armada para defender la organización y contribuir a la defensa y el desarrollo de las luchas obreras y populares. No se trata de suplantar la acción de las masas ni de ejercer ningún tipo de paternalismo”.

El GOR, como todas las organizaciones de izquierda, sufriría a partir del nuevo golpe de Estado de 1976 del general Videla los azotes de una represión desconocida hasta ese momento en el país, que acabaría con la vida de 30.000 ‘desaparecidos’ y la destrucción de las corrientes sindicales clasistas y de todo tipo de resistencia. Tras las detenciones y asesinatos de dirigentes y militantes del GOR en 1978, lo que quedaba de la dirección decidió emprender el camino del exilio.

Daniel llegó con Juanita a Madrid en julio de 1978, dejándolo todo atrás, como venían haciendo tantos miles en los últimos años, y comenzando una nueva vida en aquellos turbulentos años de la Transición a la democracia en España, solo tres años después de la muerte de Franco.

Ambos comenzaron a organizar su nueva vida y a militar inmediatamente en las filas de la organización hermana del Estado español, la LCR (Liga Comunista Revolucionaria).

A pesar del desgarro sufrido y la impotencia ante las noticias diarias del alcance de la represión en Argentina, ambos encontraron -como encontramos otros- a su familia política, a una inmensa solidaridad, camaradería y amistad con compañeros y compañeras, que permitía una rápida integración.

Juanita murió en 2016 y Daniel, a pesar de estar enfermo desde 2008 y cada vez con más problemas de movilidad, no dejó de militar, primero lo hizo en la LCR y después en sus organizaciones herederas, Espacio Alternativo a partir de 1994, Izquierda Anticapitalista a partir de 2008 y Anticapitalistas desde 2015. Formó parte del Consejo Asesor de Viento Sur, donde publicó numerosos artículos.

Daniel colaboró con distintos periódicos y revistas en el Estado español y también publicó varios libros, entre ellos, Del Moncada a Chiapas (1994), uno escrito junto conmigo, El caso Pinochet y la impunidad en América Latina (2000); Argentina rebelde (2003) o Mercenarios, guerreros del imperio (2007).

Su autobiografía, Memorias de un militante internacionalista (2014), resumen en su propio título lo que fue Daniel Pereyra, militante revolucionario internacionalista con conciencia de clase desde muy joven, consecuente, coherente hasta el final de sus días.

Descansa en paz querido compañero y amigo, hasta siempre Gallego.

Roberto Montoya: Escritor y periodista. Y colabora en muchos medios de comunicación de ámbito español e internacional. Es autor de diferentes obras sobre la izquierda latinoamericana y sobre EE UU, entre otras materias. Es miembro del Consejo Asesor de viento sur @1RobertoMontoya

Fuente: Viento Sur

 

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El partido-movimiento que necesitamos

El partido-movimiento que necesitamos

[Con motivo de la muerte del autor, publicamos de nuevo este artículo del número 150 de la revista viento sur, de febrero de 2017. Otros artículos de Daniel Pereyra en viento sur: https://vientosur.info/author/3438/.]

 

Tras veinticinco años de existencia, viento sur (vs) continúa su lucha revolucionaria. Veinticinco años de acompañamiento a las luchas sociales, de práctica del internacionalismo, de respeto a la memoria histórica y de lucha por un marxismo socialista, ecologista y feminista.

Surgido como consecuencia de la unificación de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y el Movimiento Comunista (MC) en 1991, bajo la dirección de Miguel Romero (“Moro”), como órgano político de ambas organizaciones, tras un breve periodo de unificación y ruptura consiguiente. Entre otras consecuencias, vs subsistió como un órgano independiente, gestionado por un grupo de camaradas de la ex LCR dirigidos por Moro.

Pese a esos comienzos poco auspiciosos, ese grupo logró que vs sobreviviera a una larga travesía del desierto, acompañando por cercanía ideológica y vieja práctica militante conjunta los avatares políticos que recorrieron los antiguos miembros de la LCR, enriquecidos a lo largo de los años por una práctica conjunta con compañeros de diversas procedencias.

Distintas vías para la construcción de la organización revolucionaria
A lo largo de su historia, la LCR siempre luchó por la construcción del partido revolucionario y vs recogió ese testigo. Dos eran las vías que se presentaban para lograrlo: ya fuera desde la autoconstrucción partidaria, creciendo paso a paso, o por medio de unificaciones o encuentros con otras organizaciones.

Así se produjo la unificación de la LCR con ETA-VI en diciembre de 1973. La política de unidad fue correcta y alcanzó resultados positivos. Otra experiencia positiva fue la unificación de LCR con la Liga Comunista

que culminó con éxito en octubre de 1978. Pero el problema de la construcción partidaria era mucho más complejo, debido a la variedad de fuerzas existentes en la izquierda revolucionaria, de sus programas y de sus prácticas militantes. Es en ese terreno donde las dificultades eran mayores debido a la amplitud de las fuerzas en presencia. De ahí la importancia dada a la cuestión en la LCR.

Otro intento de unidad que se impulsó en 1981 y 1982 fue el llamado a crear el “partido de los revolucionarios”, que consistía básicamente en la propuesta de unificación de LCR, MC y sectores de una nueva izquierda, proceso que alcanzó a cuajar años después únicamente con el MC, que como es sabido culminó en fracaso.

Unificación de LCR y MC
La política de construcción partidaria en la que se alentaron grandes expectativas fue el proyecto de unificación con el MC, concretado en noviembre de 1991. A pesar de la coincidencia programática y en una serie de actividades comunes, el proyecto fracasó al cabo de un año, debido a las diferencias metodológicas y organizativas; las características del MC eran de un verticalismo burocrático, ajeno a debates plurales y democráticos. En esas condiciones era imposible que el proyecto fructificase.

El error fundamental fue centrar el debate en el “programa”, o sea en ideas generales, y dejar para un incierto futuro el funcionamiento cotidiano. No se pensó en el cómo impulsar la marcha de la organización unificada. Eso se dejó para otro día. Y el otro día llegó de inmediato: el MC acudió con un esquema de funcionamiento cerrado, burocrático, con todo decidido en solitario, con la aplicación con mano de hierro de la mayoría existente, imponiéndola en cada célula, en cada comunidad.

Y eso hizo imposible el funcionamiento leal, la confrontación de ideas. Mientras que los militantes de LCR concurrían a las reuniones sin disciplina política, con plena libertad de posicionamiento, los del MC se comportaban como una fracción disciplinada, imponiendo su mayoría, lo que dio lugar a una rápida ruptura de hecho y a la consiguiente desmoralización de las bases.

Este fracaso tuvo consecuencias letales para la LCR, que no recuperó en ningún momento su fortaleza organizativa, subsistiendo sectores en algunas comunidades autónomas. La más importante fue la de Madrid, que a poco de andar comenzó a funcionar políticamente. En conjunto, de la LCR subsistió más o menos organizado un 30 o 40 %. Caso aparte fue el de Euskadi, donde permanecería Zutik durante largo tiempo hasta su práctica disolución bastantes años después.

En síntesis, no solo el proceso fracasó, sino que condujo a la desmoralización de la mayoría de la militancia de la LCR; la organización quedó en manos del MC y los restos de la LCR se fueron dispersando, produciéndose un proceso de autoliquidación a nivel estatal. El fracaso llevó a la virtual desaparición de LCR (también del MC) y al inicio de un largo proceso de reconstrucción de una nueva realidad organizativa.

En algunas comunidades y sectores se conservó cierta organización, como fue el caso de vs, o núcleos partidarios, siendo el más sólido el de Madrid, que al cabo de un tiempo se consolidó como Izquierda Alternativa dando base a la construcción futura de Espacio Alternativo.

Ingreso en Izquierda Unida
Se intentaron distintas vías de reconstrucción-reorganización, pero sin contar con niveles de consenso en todo el Estado, pesando la desmoralización y la falta de una perspectiva concreta. La opción que contó con más seguidores fue la de incorporarse a IU, desde donde Anguita ofrecía un camino más democrático y que en cierta medida se orientaba hacia un reagrupamiento de la izquierda. Entre otras actividades, IU había surgido después del movimiento por la salida de España de la OTAN que se había desarrollado desde comienzos de los años 80 y en el que tanto el MC como la LCR habían tenido un papel protagonista, pero sin lograr trasladar su influencia al terreno político-electoral después de la derrota sufrida en el referéndum de 1986.

A finales del año 1993 un sector de la ex LCR, junto con gente independiente pero afín, ingresó en IU, ocupando algunos puestos de dirección federal. En ese periodo Julio Anguita ejerció la coordinación e impulsó una política más abierta, y con cierta perspectiva de unificación de los sectores a la izquierda del PSOE facilitando nuestra actividad.

A partir de septiembre de 1996 se desarrolló el trabajo como Espacio Alternativo con independencia política, aunque dentro de los marcos de IU, y un desarrollo propio, con un crecimiento lento y afianzando la independencia. La mayor dificultad para esa apertura estaba en la

tendencia mayoritaria del PCE, que fue ejemplo de manejo burocrático. La presencia de Espacio Alternativo en IU nos proporcionó una cobertura estatal, la difusión de nuestro programa y la conformación de una tendencia de izquierda en IU, aunque era muy minoritaria y no logró superar las trabas que la dirección federal imponía al conjunto. Logramos confluir con un sector ecosocialista, pero a partir del año 2000 ese proceso se frustró parcialmente.

Nuestra actividad, más allá de un modesto crecimiento, permitió cohesionar las débiles fuerzas y desarrollar nuestra política pero, a partir sobre todo de la tendencia a la subalternidad de la dirección de IU a los gobiernos de Rodríguez Zapatero, se fue agotando nuestro trabajo en su seno. Por esa razón en 2008 se celebró una Conferencia Estatal en la que se decidió la salida de IU, adoptando el nombre de Izquierda Anticapitalista (IA), como organización completamente independiente. Entonces se había conseguido la reunificación de una parte de la ex LCR y la incorporación y el protagonismo de una nueva generación, lo que constituyó el capital político para la nueva marcha. Pero la tarea estratégica de construir el partido revolucionario seguía pendiente, pese a los esfuerzos y experiencias que hemos explicado más arriba.

La irrupción de los movimientos sociales y el surgimiento de Podemos
Tras un lento ascenso de los movimientos sociales, y como respuesta a la política neoliberal impulsada por el PP y a las consecuencias de la crisis iniciada en 2008, surge en 2011 y de manera explosiva el movimiento del 15M, como respuesta masiva a esa política. El 15M se expresa por su organización y funcionamiento en las plazas y calles de las ciudades, destacándose simbólicamente la Puerta del Sol de Madrid. Surgió un movimiento asambleario, la formación de asambleas de base, con el nombramiento de comisiones y responsables, impulsando el rápido crecimiento del movimiento. Ese surgimiento se dio de una manera dispersa, sin una organización central. IA actuó en el 15M desde sus comienzos, volcando a la mayoría de sus militantes.

La decisión de IA, primera organización de la izquierda que optó por participar del 15M, fue un acierto político, ya que le permitió integrarse en una amplia movilización de masas. Esta posición no fue compartida por la mayoría de la izquierda, incluyendo a un sector importante de Izquierda Unida y movimientos menores que no vieron las posibilidades del 15M. Este notable acierto de IA nos permitió actuar políticamente en el seno del movimiento de masas y formar parte del mismo.

Un salto cualitativo se produjo en 2014 con el surgimiento de Podemos dando lugar al avance en la creación de la herramienta política, con la participación de un sector de la Universidad sin previa organización política y de IA. En pocos meses se estructuró Podemos, siendo mayoritario en los puestos de dirección el sector universitario, integrado entre otros por Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. La participación de un sector de la Universidad sin previa organización política y de IA. En pocos meses se estructuró Podemos, siendo mayoritario en los puestos de dirección el sector universitario, integrado entre otros por Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. La participación ese mismo año en las elecciones al Parlamento Europeo permitió que Podemos lograra 5 eurodiputados, de los cuales 2 son militantes de IA.

En paralelo a esta presencia de Podemos en la esfera institucional, se produjo una fuerte creación de círculos como expresión organizada en el territorio, en barrios de las ciudades y en pueblos, en todos los cuales los compañeros de IA actuaron en primera línea. Los círculos funcionaron autogestionados, con escasa presencia de la dirección de Podemos y con poca orientación central.

La entrada de las posiciones anticapitalistas en Podemos produjo roces con un sector de la mayoría que se ubicó en posiciones más o menos socialdemócratas, retrocediendo de las iniciales posturas, como en el tema del pago de la deuda, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía y otras; en el aspecto organizativo la mayoría llegó a cuestionar la presencia de IA en Podemos e impuso un control rígido de la organización.

Después de la Asamblea Ciudadana de Vistalegre en otoño de 2014, IA, ya convertida en Anticapitalistas, deja de ser una organización de propaganda para dirigirse a sectores amplios de las masas. No es sólo cuestión del numero de militantes, sino del grado de implantación en los movimientos sociales, del conocimiento público de sus dirigentes y sus posiciones políticas, del número de sus representantes institucionales, de la extensión de las webs cercanas, entre las cuales no podemos ignorar la penetración de la web de vs, que alcanzó 200 000 visitas únicas mensuales a finales de 2016.

Estos pasos que se dieron a partir del surgimiento de Podemos y de la participación de Anticapitalistas, son acciones concretas en dirección a la creación del partido revolucionario, condicionados por la existencia de sectores mas afines a la socialdemocracia.

Se trata sin duda del mayor éxito alcanzado en la ardua tarea de construcción de la organización revolucionaria, en la que Anticapitalistas está involucrada desde hace muchos años. No es que Anticapitalistas sea el partido revolucionario, pero es sin duda la organización que más pasos ha dado en su construcción, mostrando su preocupación por la necesidad del mismo.

Anticapitalistas en Podemos
Probablemente el debate en curso en Anticapitalistas como en Vistalegre II de Podemos plantee esa cuestión fundamental: ¿está al orden del día la creación del partido revolucionario? ¿Y de una política revolucionaria a nivel del Estado?

En Podemos de manera implícita esa perspectiva fue rechazada, cuando en Vistalegre I se lanzó la tarea de transformarlo en una “máquina de guerra electoral”, propuesta desde la dirección, con el apoyo unido de los sectores de Iglesias y Errejón, apuntando a una organización básicamente electoral, cuya tarea debiera discurrir esencialmente en las instituciones, procurando desde su seno alcanzar la mayoría de gobierno.

Dicha propuesta fue rechazada por la izquierda de Podemos, entre ellos por los anticapitalistas, conformando una minoría que planteaba la necesidad de la lucha en las calles y las instituciones, la construcción de una organización para el conflicto social. Ahora, en la segunda edición de Vistalegre, se reedita el debate, habiendo renunciado en apariencia el sector de Pablo Iglesias a la máquina de guerra electoral y rescatando la lucha en las calles. En Vistalegre I se había impuesto la idea de una organización centralizada en las instituciones y alejada de los círculos.

En Anticapitalistas el debate se centró en el carácter que debe asumir la organización revolucionaria: ¿sería preciso un nuevo tipo de partido, el partido-movimiento? En el número 143 de vs se abrió la discusión: nuevamente la revista asume el rol de tribuna de discusión, incursionando en los temas cruciales que se plantean a los revolucionarios. Tal como ha sido en los veinticinco años de su historia.

¿Cómo sería el partido-movimiento que necesitamos?
En vs se han planteado algunas preguntas: ¿ cuáles serían los integran- tes de ese partido-movimiento? ¿Serían Podemos y las “confluencias” incluyendo a IU? ¿O el protagonismo lo tendrían nuevos sectores procedentes de las mareas y otros movimientos sociales? ¿Qué relación tendría con formaciones también de izquierda de ámbito no estatal? Hemos podido ver posibles respuestas en vs y en otros documentos de la izquierda radical.

Ese partido-movimiento tendría que ser promovido por los sectores más radicales de Podemos e integrantes de la izquierda revolucionaria y de los movimientos sociales, los más significados del internacionalismo, del feminismo, la ecología, el sindicalismo de clase. Su programa tendría que recoger las principales propuestas de Podemos en las elecciones europeas, tales como las referentes al impago y la auditoría ciudadana de la deuda, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía como la banca o el energético.

En el plano organizativo, se trataría de un modelo que priorizara el protagonismo de las bases frente al aparato partidario, que desarrollara el control de éstas sobre la dirección del partido, que erradicara los privilegios de los dirigentes respecto de las bases de la organización, que instaurara un sistema electoral interno proporcional y democrático, con presencia y libertad de tendencias. En fin, un partido-movimiento en el cual pudieran convivir distintas posiciones políticas sobre la base de un programa común anticapitalista y de un juego democrático de tendencias y posiciones. Donde se eliminara el culto a los secretarios generales y a los funcionarios partidarios y los privilegios en el manejo de la información y las finanzas. Donde desaparecieran las prácticas sectarias, donde no se utilizara el aparato partidario en las luchas políticas tendenciales, donde los estatutos no fueran empleados como herramientas disciplinarias para acallar criticas y diferencias, y en el cual las prácticas burocráticas de tipo estaliniano dejaran de utilizarse como armas organizativas para perpetuar direcciones y anquilosar programas y consignas.

Una organización capaz de extender su presencia en amplias capas de la sociedad, de la juventud y las mujeres, de los trabajadores, de la cultura y los estudiantes, incorporando a los que simpatizan con su política, superando prácticas sectarias y elitistas. Una organización en constante crecimiento, con más militantes y simpatizantes.

Una organización, en fin, donde se combatieran los múltiples riesgos que esta corre, como la tendencia a la burocratización de su funciona- miento y el mantenimiento de privilegios de todo tipo, la adaptación a la lógica de las instituciones, el seguimiento hacia el reformismo. Que luche en lo organizativo contra la tendencia a la moderación, a la renuncia a partes del programa que puedan parecer “irritantes” para los sectores más tibios de la sociedad, con el pretexto de hacernos más aceptables por los resortes del poder institucional.

Una organización que no deje en ningún momento de mirar hacia la sociedad, hacia otros sectores del movimiento popular, ni deje de tender puentes hacia ellos para ampliar el campo de la influencia revolucionaria.

Un partido-movimiento en el que los simpatizantes sean integrantes de la organización y que compartan tareas con los militantes, diferenciándose únicamente por el grado de su participación. Que los miembros del partido, los militantes y simpatizantes, no sean distintos del conjunto de los activistas populares; que sean tribunos y organizadores del pueblo, capaces de llevar a las grandes mayorías la palabra revolucionaria.

Un partido-movimiento no concebido como un fin en sí mismo, sino como una herramienta en construcción permanente, un instrumento de la lucha de clases, con la finalidad de servir al pueblo, a los sectores oprimidos y explotados de la sociedad. Un partido-movimiento capaz de incorporar a sus filas a camaradas de otras organizaciones revolucionarias, tal como modestamente ha hecho Anticapitalistas en los últimos tiempos, tanto de organizaciones políticas como de movimientos sociales, facilitando su incorporación y superando los prejuicios sectarios y los obstáculos creados para impedir la integración solidaria y la superación de diferencias muchas veces edificadas para impedir el fortalecimiento de la izquierda revolucionaria y la construcción de un potente partido-movimiento.

Anticapitalistas puede ser una sólida base para presionar hacia la construcción de ese partido-movimiento, en la medida que no se aleje de los principios políticos y metodológicos de la organización, y que no se conciba como algo inmutable sino en constante crecimiento y evolución, mejorando su accionar y la capacidad política de sus militantes, a través de una adecuada formación, del ejercicio constante de la crítica y autocrítica y de una práctica revolucionaria consecuente.

En relación con esos debates vs debería ser un laboratorio de ideas y programas, capaz de favorecer el intercambio colectivo a favor de una izquierda alternativa, continuando con el rol que asumió desde los inicios de su creación y con la tarea de formar teórica y políticamente a los militantes y simpatizantes del partido-movimiento que aspiramos a construir.

*Daniel Pereyra es miembro del Consejo Asesor de viento sur y militante de Anticapitalistas.

Fuente: Viento Sur

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IN MEMORIAM

Daniel Pereyra, una vida bien vivida

Daniel Pereyra, una vida bien vivida

 

Nuestro querido compañero y amigo Daniel Pereyra falleció el pasado 6 de febrero en Madrid a los 95 años de edad, tras una larga y ejemplar trayectoria de luchador incansable, de la que en parte, dio testimonio en sus Memorias de un militante internacionalista, publicadas en 2014. Desde viento sur, esperamos rendirle el homenaje que se merece pronto, pero ya en otro artículo recientemente publicado en nuestra web uno de sus más estrechos amigos y compañeros de lucha, Roberto Montoya, nos ha recordado sus primeros pasos y su activa participación en el proceso de construcción de sucesivas organizaciones revolucionarias en su Argentina natal y en Perú y su posterior exilio en Madrid tras el triunfo de la dictadura militar en su país.

Daniel Bensaïd en sus memorias, Una lenta impaciencia (2018)dio testimonio de cómo conoció al Ché Pereyra cuando viajó a Argentina en 1973: allí, decía, comprobó que “este antiguo joven obrero metalúrgico era toda una leyenda (…). Su inalterable alegría, su cortesía, su humor, su elegancia caballeresca, contribuyeron no poco a ganar nuestro apoyo a la orientación de lucha armada”. Y en efecto, parte de esa leyenda, sobre todo de su dura experiencia peruana, ha quedado reflejada luego en películas, libros, como Avisa los compañeros, pronto, y otros trabajos.

Algunos miembros de la redacción y del Consejo de esta revista le conocimos más tarde, junto con su compañera Juanita, cuando llegó a Madrid en 1978 y enseguida se incorporó a las actividades de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), dispuesto a asumir cualquier tipo de tareas, como la que le correspondió en la logística de nuestro V Congreso, celebrado en Madrid pocos meses después. Desde entonces, participó en las actividades de esta organización, siempre con opinión política propia y expresando libremente sus discrepancias en más de una ocasión con las decisiones que se tomaban, como ocurrió respecto al proceso de unificación con el Movimiento Comunista (MC), por ejemplo, tal como cuenta en sus Memorias. Así continuó haciéndolo en Espacio Alternativo, Izquierda Anticapitalista y Anticapitalistas en los últimos años, siempre en el marco del grupo de Hortaleza del que fue un animador permanente y con la Cuarta Internacional como referencia fundamental. Una actividad inseparable de ese rasgo profundamente internacionalista que le caracterizaba y que le llevaba a seguir de cerca cualquier acontecimiento en una u otra parte del mundo donde los pueblos se rebelan contra las injusticias. Por eso se sintió también identificado en las últimas semanas con el levantamiento popular frente a la oligarquía golpista en Perú.

Además de sus Memorias, Daniel fue autor de otras obras; entre ellas: Del Moncada a Chiapas. Historia de la lucha armada en América Latina (1994 y 1996), Argentina rebelde (2003), Mercenarios (2007), Che, Revolucionario sin fronteras (2017) y, junto con Roberto Montoya, El caso Pinochet y la impunidad en América Latina (2000). También escribió una larga lista de artículos en diferentes revistas y medios. Entre ellos, por cierto, una dura crítica con su seudónimo de Luis Alonso en 1984 de Historia de Mayta, de Mario Vargas Llosa, un panfleto antitrotskista que, según él, poco tenía que envidiar a la propaganda del Kremlin.

Probablemente, uno de los últimos artículos suyos publicados haya sido el que apareció en el número especial 150 de viento surEn él se puede comprobar su preocupación por hacer balance de las distintas experiencias por las que había pasado en el Estado español y por tratar de aportar algunas ideas a un proyecto de “partido-movimiento” en el que lo político y lo organizativo estuvieran siempre estrechamente unidos.

También sabemos que estaba escribiendo unas notas en las que trataba de extraer lecciones de la experiencia de lucha armada en América Latina durante los años 60 y 70 del pasado siglo y posteriormente.

La descripción que hizo Daniel Bensaïd del Ché Pereyra cuando se reencontró con él en Madrid hace ya mucho tiempo resume muy bien cuál era su talante: “Tan dinámico y alegre como siempre, ha atravesado los deprimentes años del postfranquismo sin rendirse, atento al menor rebrote de esperanza, fiel a sus compromisos, a sus compañeros y a sus muertos”.

Daniel “el Gallego” fue, en fin, un gran amigo de sus amigas y amigos de muy diferentes generaciones, siempre amable y respetuoso con otras opiniones, alejado del sectarismo y abierto a lo que podía parecerle a primera vista heterodoxo, pero que él veía que podía estar impregnado de un potencial subversivo, revolucionario y prefigurador de un comunismo digno de ese nombre.

Como escribió el poeta Miquel Martí i Pol en su Lletra a Dolors, nos costará imaginarlo ausente para siempre, pero son tantos los recuerdos que se acumulan de él y con él que nos exigirán siempre ser fieles a su legado.

 

 

Fuente: Viento Sur

 

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Adiós a Daniel Pereyra, arquetipo de aquellos que «luchan toda la vida»

Este lunes 6 de febrero falleció el histórico militante revolucionario Daniel Pereyra, quien en un extenso recorrido de lucha de casi ocho décadas resumió buena parte de los vaivenes de la izquierda latinoamericana de origen trotskista. (Abrir siguiente link)

 

Adiós a Daniel Pereyra, arquetipo de aquellos que «luchan toda la vida»

 

 

 

 

 

 

 

 

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