(Dossier): Friedrich Engels* sobre por qué los capitalistas son culpables de asesinato social/ Ver- El “Afganistán” de Engels/ Un Engels desconocido (enlace)

En 1845, Friedrich Engels escribió una mordaz condenación del capitalismo inglés, The Condition of the Working Class in England . En él acusó a los patrones de llevar a cabo un “asesinato social” contra los trabajadores y los pobres.

 

Una ciudad, como Londres, donde un hombre puede vagar durante horas sin llegar al principio del final, sin encontrar el más mínimo indicio que pueda inducir a la inferencia de que hay un campo abierto a su alcance, es algo extraño. Esta centralización colosal, este amontonamiento de dos millones y medio de seres humanos en un punto, ha multiplicado por cien el poder de estos dos millones y medio; ha elevado a Londres a la capital comercial del mundo, ha creado los gigantescos muelles y ha ensamblado los mil barcos que continuamente recorren el Támesis.
No conozco nada más imponente que la vista que ofrece el Támesis durante el ascenso desde el mar hasta el Puente de Londres. Las masas de edificios, los muelles a ambos lados, especialmente desde Woolwich hacia arriba, los innumerables barcos a lo largo de ambas orillas, acercándose cada vez más, hasta que, por fin, sólo queda un estrecho pasaje en medio del río, un pasaje a través de que cientos de vapores se disparan entre sí; todo esto es tan vasto, tan impresionante, que un hombre no puede recobrarse, sino que se pierde en la maravilla de la grandeza de Inglaterra antes de poner un pie en suelo inglés.
Pero los sacrificios que todo esto ha costado se hacen evidentes más tarde. Después de vagar un día o dos por las calles de la capital, abriéndose paso a duras penas entre el tumulto humano y las interminables filas de vehículos, después de visitar los barrios marginales de la metrópoli, uno se da cuenta por primera vez de que estos londinenses se han visto obligados a sacrificar la mejores cualidades de su naturaleza humana, para llevar a cabo todas las maravillas de la civilización que pueblan su ciudad; que cien poderes que dormían en ellos han permanecido inactivos, han sido suprimidos para que unos pocos se desarrollen más plenamente y se multipliquen por unión con los de otros. El mismo tumulto de las calles tiene algo de repulsivo, algo contra lo cual se rebela la naturaleza humana. Los cientos de miles de todas las clases y rangos amontonándose unos junto a otros, ¿No son todos seres humanos con las mismas cualidades y poderes, y con el mismo interés por ser felices? ¿Y no han de buscar finalmente la felicidad de la misma manera, por los mismos medios?
Y todavía se amontonan como si no tuvieran nada en común, nada que ver el uno con el otro, y su único acuerdo es el tácito, que cada uno se mantenga en su propio lado de la acera, para no retrasar las corrientes opuestas. de la multitud, mientras que a nadie se le ocurre honrar a otro con una mirada. La indiferencia brutal, el aislamiento insensible de cada uno en su interés privado, se vuelve más repulsivo y ofensivo cuanto más se amontonan estos individuos, dentro de un espacio limitado.Y, por mucho que uno sea consciente de que este aislamiento del individuo, este estrecho egoísmo, es el principio fundamental de nuestra sociedad en todas partes, en ninguna parte es tan desvergonzadamente descarado, tan consciente de sí mismo como aquí, en la multitud de la gran ciudad. La disolución de la humanidad en mónadas, cada una de las cuales tiene un principio separado, el mundo de los átomos, se lleva aquí hasta su extremo más extremo.De ahí resulta, también, que aquí se declare abiertamente la guerra social, la guerra de todos contra todos. Al igual que en el libro reciente de Stirner [ The Ego and Its Own ], las personas se consideran entre sí solo como objetos útiles; cada uno explota al otro, y el fin de todo es que el más fuerte pisotea al más débil; y que los pocos poderosos, los capitalistas, se apoderan de todo, mientras que a los muchos débiles, a los pobres, apenas les queda una existencia desnuda.
Lo que es cierto de Londres, es cierto de Manchester, Birmingham, Leeds, es cierto de todas las grandes ciudades. Por doquier la indiferencia bárbara, el egoísmo duro por un lado, y la miseria sin nombre por otro, por doquier la guerra social, la casa de cada uno en estado de sitio, por doquier el saqueo recíproco al amparo de la ley, y todo tan desvergonzado, tan abiertamente confesado que uno se encoge ante las consecuencias de nuestro estado social tal como se manifiestan aquí sin disfraz, y solo puede maravillarse de que todo el tejido loco aún se mantenga unido.Siendo el capital, el control directo o indirecto de los medios de subsistencia y de producción, el arma con la que se lleva a cabo esta guerra social, es claro que todas las desventajas de tal estado deben recaer sobre los pobres. Por él ningún hombre tiene la más mínima preocupación. Arrojado al remolino, debe luchar lo mejor que pueda. Si es tan feliz como para encontrar trabajo, es decir, si la burguesía le hace el favor de enriquecerse con él, le esperan salarios que apenas alcanzan para mantener juntos el cuerpo y el alma; si no puede conseguir trabajo, puede robar, si no le teme a la policía, o morir de hambre, en cuyo caso la policía cuidará de que lo haga de manera tranquila e inofensiva.Durante mi residencia en Inglaterra, al menos veinte o treinta personas han muerto de simple inanición en las circunstancias más repugnantes, y rara vez se ha encontrado un jurado que posea el coraje de decir la pura verdad sobre el asunto. Sea nunca tan claro e inequívoco el testimonio de los testigos, la burguesía, de entre la que se elige el jurado, siempre encuentra alguna puerta trasera por donde escapar del espantoso veredicto, la muerte por inanición. La burguesía no se atreve a decir la verdad en estos casos, porque hablaría su propia condena. Pero indirectamente, mucho más que directamente, muchos han muerto de inanición, cuando la falta prolongada de nutrición adecuada ha provocado enfermedades fatales, cuando ha producido tal debilidad que causas que de otro modo podrían haber permanecido inoperantes provocaron enfermedades graves y la muerte. Los trabajadores ingleses llaman a esto “asesinato social” y acusan a toda nuestra sociedad de perpetrar este crimen perpetuamente. ¿Están equivocados?
Cierto, son sólo los individuos los que mueren de hambre, pero ¿ qué seguridad tiene el trabajador de que mañana no le toca a él? ¿Quién le asegura el empleo, quién le da fe de que, si por cualquier motivo o sin motivo su señor y amo lo despide mañana, puede luchar con los que de él dependen, hasta encontrar a otro “que le dé el pan”? ¿Quién garantiza que la voluntad de trabajar sea suficiente para obtener trabajo, que la honestidad, la laboriosidad, la economía y las demás virtudes recomendadas por la burguesía, sean realmente su camino hacia la felicidad?
Nadie. Sabe que tiene algo hoy y que no depende de sí mismo si tendrá algo mañana. Sabe que cada brisa que sopla, cada capricho de su patrón, cada mal giro en el comercio puede arrojarlo de nuevo al torbellino feroz del que se ha salvado temporalmente, y en el que es difícil y, a menudo, imposible mantener la cabeza fuera del agua. 
Sabe que, aunque tenga los medios para vivir hoy, es muy incierto si los tendrá mañana. . .
Imagen destacada: Friedrich Engels dirigiendo la construcción de una barricada en las calles de Elberfeld durante los disturbios de mayo de 1849 en Prusia. (Archivo de Historia Universal/Universal Images Group a través de Getty Images)

 

*Friedrich Engels: fue un socialista alemán fundamental para el desarrollo del marxismo.

 

Fuente Jacobin

 

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El “Afganistán” de Engels

 

28 noviembre, 2022

Nicolás González Varela*

 

¿El “general” Engels como un auténtico polystor filosófico, erudito enciclopedista y négre literario de Marx? Antes de resolver este enigma debemos retroceder un poco. 1850, Londres, Soho. El exiliado revolucionario Marx tenía tres fuentes de ingresos básicas en esos duros años: su trabajo como periodista y ensayista, contribuciones de sus amigos (frecuente y mayoritariamente Engels) y una herencia familiar de su esposa, agotada en 1863. El mayor estipendio regular del grupo familiar marxiano desde agosto de 1851 era su corresponsalía europea del New York Daily Tribune, trabajo que le había sido ofrecido por el editor-jefe, Charles Dana, personalidad única del Progresismo whig norteamericano.

El NYDT era un diario progresista de gran tirada y masiva cantidad de suscriptores, que podía definirse por sus antinomias: antibelicismo, antiesclavismo, antitabaquismo, antialcohol, antiprostitución, antijuego, anti-Free trade. Dana había sido activo miembro del falansterio de BrookFarm (1819-1847) situado en West Roxbury, Massachussets, proyecto del que participaron el filósofo Emerson (tan alabado y leído por Nietzsche) y el escritor Hawthorne, proyecto que finalmente fracasó. Fourierista radical, había conocido personalmente a Marx en noviembre de 1848 en Colonia, gracias al contacto del poeta y amigo Freiligrath, durante la situación revolucionaria, cuando era corresponsal en Europa del Tribune reemplazando a Börnstein.

Durante una visita de cortesía a la redacción del Neue Rheinische Zeitung, que dirigían Marx y Engels, quedó vivamente impresionado por su personalidad, pasó una “tarde deliciosa” (sic), y siguió manteniendo un contacto epistolar regular con ellos.

En una carta del 6 de abril de 1857, Dana invita oficialmente a Marx (de lejos su corresponsal más valioso y productivo en Europa) a contribuir en la NAC. Le comentó que estaba a cargo de la edición de la primera enciclopedia universal norteamericana, inspirada en las francesas y en la Britannica, que se llamaría la New American Cyclopaedia. ¿No le gustaría a Marx hacer una serie de breves esbozos sobre personalidades históricas para la misma, a dos dólares por página impresa? La oferta es escribir artículos de Militaria en general, sobre grandes líderes militares (saldrá aquí de su pluma la durísima voz “Bolívar y Ponte”) e Historia de la Guerra. Y aunque parezca absurdo… ¡Nada de palabras clave ni iconos filosófico-políticos, nada de Economía Política ni Materialismo crítico! Las restricciones eran un evidente síntoma de la sorda lucha ideológica que había existido ya en los artículos del NYDT. Pero había una causa adicional: los artículos bélicos y militares de Marx (escritos por Engels) en el NYDT habían causado una gran conmoción en EEUU entre lectores y expertos, elogiados y admirados por su estilo, minuciosidad y precisión técnica.

En una de sus cartas, Dana le dijo a Marx que los lectores estadounidenses atribuyeron la autoría de los artículos sobre La Guerra de Crimea de 1853-1855 en la NYDT nada menos que al General Winfield Scott, Comandante en Jefe del Ejército de los EEUU, que fue incluso candidato de fuerzas progresistas a la presidencia en 1853. Comunicando esto a Engels, Marx escribió: “Tus artículos militares produjeron una gran sensación. Hay un rumor en Nueva York, que proviene del extranjero, de que han sido escritos por el general Scott.” “Esos yankees son unos malditos y pésimos tipos, los del Tribune parecen pensar que como ya te han exprimido como un limón te quieren exprimir de nuevo”, le escribió Engels a Marx casi de inmediato sobre la oferta de Dana.

También le sugirió exigirle a Dana ser el editor exclusivo y general de toda la enciclopedia, “ya veríamos como la sacaríamos adelante”, conformar un bureau para la producción literaria (incluyendo los amigos del “partido de Marx”) y le sugería hacerse cargo de las voces relacionadas con la Filosofía, biografías de estadistas modernos, Cartismo, Socialismo, Comunismo, el Code Napoleón, así como de asuntos de finanzas en el capitalismo; Engels propone encargarse de Literatura antigua, lenguas romances y temas militares. Finalmente Marx no tuvo más remedio que aceptar ser mero colaborador y además con estrictas limitaciones temáticas y crematísticas, aunque Dana le ofreció tímidamente la voz “Estética”. Marx tenía sus preferencias: “por mi parte, preferiría suministrar a Dana artículos sobre, por ejemplo, Ricardo, Sismondi, etc. Ese tipo de cosas admite al menos un tratamiento objetivo desde el punto de vista yankee. La Filosofía alemana es difícil de escribir en inglés. Sin embargo, le sugeriré a Dana varias cosas y le dejaré la elección a él” –le escribió a Engels en abril de 1857. Marx volverá a remarcarle a Engels la dificultad intrínseca de la lengua inglesa para tratar temas filosóficos con bases hegelianas: “los temas filosóficos están, de hecho, demasiado mal pagados y además es difícil cuando hay que hacerlo en inglés.”

Así que los revolucionarios gemelos se sentaron, refunfuñando como siempre, para entregar voces, batallas, entradas, vignettes y pequeñas biografías. Engels volvía, como en el caso de los artículos para el NYDT, técnicamente a ser un Deviling, un “diabólico” en la jerga de la producción literaria victoriana, que significaba hacer trabajo profesional para un abogado o un hombre de letras sin cobrar honorarios. En una carta de abril de 1857, Engels aceptaba encantado el presente griego: “Este negocio de la Cyclopaedia ha sido de gran ayuda para mí, y para ti también, sin duda. Voilà enfin tienes la posibilidad de reparar tu pérdida de ingresos y, para mí, la posibilidad de una ocupación regular por las tardes. La paix allait me démoraliser, y desde que no ha habido más artículos para escribir para el NYDT, he estado vagueando demasiado, por lo que aquí tengo un incentivo”. En febrero de 1858 Engels le reconocía a Marx finalmente lo útil y provechoso para la nueva Kritik materialista que le había sido el “curso enciclopédico”.

Su presentimiento se hizo realidad. El 16 de marzo de 1862, el NYDT publicó un artículo de Marx por última vez. A diferencia del primer artículo de Marx, aparecía sin firmar. Marx nunca volvió a ser corresponsal de otro periódico en el futuro. Ya había terminado una gran parte de Das Kapital, y los Grundrisse, por un lado, y en adelante pasó a liderar la organización de la primera Internacional de los trabajadores.

La New American Cyclopaedia (NAC) puede ser definida como un gran diccionario popular liberal, “a popular dictionary of general knowledge” como reza en su portada. La empresa era enorme: todo el staff editorial del diario New York Daily Tribune participaba en el gran proyecto enciclopedista yankee y whig. El medio gráfico en el que escribían Engels y Marx, como vimos, era el diario con más tirada del mundo en esa época y con mayor número de suscriptores, según el propio Marx 200.000. Era una plataforma mediática excelente para el lanzamiento de una enciclopedia progresista y pionera en América. La NAC, publicada por la editorial Appleton&Co, en 16 volúmenes en octavo, apareció poco antes de la Guerra Civil, entre 1858 y 1863 con gran repercusión. En el prefacio editorial establece que la tarea es “proporcionar una exposición condensada del presente estado del Conocimiento humano sobre los temas más importantes a efectos de futuras investigaciones” y que “al preparar los materiales del trabajo, ninguno de los editores ni sus colaboradores han intentado o desea convertirlos en un vehículo para la expresión de nociones personales.”Además se establece que “los diversos artículos se han confiado a escritores cuyos estudios, posición, opiniones y gustos son una garantía de información detallada, y que presumen de equidad e imparcialidad”; escritores “de logros eminentes en cada una de las secciones respectivas.” Su principal hagiógrafo afirma que “la infatigable labor de Dana y su amplio abanico de lecturas habían dotado a su mente de una extraordinaria variedad y cantidad de conocimientos. Al igual que Diderot, que compiló la primera enciclopedia digna de ese nombre, era sin duda en aquel momento uno de los pocos hombres de su país cualificados para una obra de ese carácter, y esto sus editores no tardaron en reconocerlo. El momento parecía propicio y, en consecuencia, se aceptó su propuesta de que él y su antiguo socio, George Ripley, emprendieran la preparación de The American Cyclopaedia [sic]. Era una obra de considerable magnitud, que requería no solo mucho capital, sino la cooperación de muchos cerebros. Necesariamente implicaba la organización de un equipo de editores asociados, revisores y colaboradores que cubrieran toda la gama del conocimiento humano, y especialmente de la historia, la ciencia, el arte y la literatura. Puede decirse que Dana ya estaba plenamente ocupado como editor jefe del Tribune y, como se ha demostrado, también estaba dedicado en cuerpo y alma a la guerra contra la propagación de la esclavitud; pero no dudó en asumir esta nueva tarea. Con Ripley para dar atención personal a la oficina editorial y administrativa, se abocó a la tarea, y dedicándole todo el tiempo en que podía prescindir del Tribune, de su familia y del descanso, hizo toda su parte para satisfacción de sus asociados y de los editores, y con su ayuda llevó la empresa rápidamente a una conclusión exitosa. El primer volumen se publicó en 1858, y los demás siguieron a intervalos regulares hasta 1863, cuando se completó el último. Por supuesto, fue criticado por los especialistas, pero a pesar de los tiempos difíciles resultó ser un gran éxito. En 1873-76 fue revisada a fondo por los editores originales, con la ayuda de muchos escritores adicionales, y todavía puede ser considerada como la principal obra americana de su tiempo. Aunque Dana dedicó mucho tiempo al proyecto, fue su coeditor Ripley, también del NYDT, quien dirigió la parte editorial y administrativa de la operación de la NAC y se responsabilizó de la mayor parte de la edición. Al parecer, debido a las dificultades financieras, la primera tirada del volumen 1 se limitó a 1.000 ejemplares, aunque Dana escribió a un amigo antes de la publicación que la cifra debería haber sido de 10.000. Se empezó a vender inmediatamente. El 6 de abril de 1858, Dana escribía que “la Cyclopaedia se vende bastante bien; del volumen 1 de la segunda impresión se han vendido cinco mil, y la marea sigue subiendo.” En la nota editorial de las Werke de Engels y Marx se afirma que “la New American Cyclopaedia –obra de referencia científica publicada por un grupo de periodistas y editores burgueses progresistas estadounidenses que pertenecían al consejo de redacción del periódico The New York Daily Tribune. Entre los editores de la Enciclopedia se encontraban Charles Dana y ‘Major’ [sic] Ripley. La enciclopedia fue publicada en 16 volúmenes por la editorial neoyorquina D. Appleton and Company en 1858-1863, y en 1868-1869 se publicó una nueva edición inalterada. Se recurrió a una serie de reconocidos académicos de Estados Unidos y Europa para que contribuyeran a la Enciclopedia. La Enciclopedia fue una de las mejores de su tiempo en cuanto a la exposición exhaustiva de los distintos campos del saber y la riqueza del material informativo.

A pesar de los estrechos puntos de vista burgueses de sus editores y del eclecticismo inherente a ella –como en otras enciclopedias burguesas–, la New American Cyclopaedia publicó muchos artículos que expresaban las opiniones de los círculos burgueses democráticos y progresistas. Un lugar especial en la Enciclopedia lo ocupan las obras de Marx y Engels, que fueron escritas con un espíritu revolucionario-proletario y materialista, en contra de la condición impuesta a los autores por los editores de “no tomar una posición partidista.” Por supuesto que Engels y Marx advirtieron cierta exclusión de sus plumas de los temas claves o candentes, alguna forma de sutil censura ideológica bajo la etiqueta del “apartidismo” y estas precauciones se notan en el cuidado y estilo objetivo, la exigencia de Dana era pasionless indifference, de los artículos. A modo de ejemplo, al artículo “Bernadotte” se le modifica en trazos de lápiz azul haciendo más blando y suave su escritura; en el de “Argelia” se reducen las atrocidades coloniales francesas; en el caso del de “Bolívar y Ponte” se le exigen, como a ninguno de los colaboradores, fuentes primarias y bibliografía utilizada.

Sin embargo, está claro que la nueva Kritik revolucionaria se filtraba con más frecuencia de lo que deseaban los editores, como puede verse por ejemplo en “Army”, elogiado por Marx ya que en él podía verse la trabazón necesaria e interna entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El de “Invasión de Afganistán” no tuvo tantos recortes en su cuerpo de texto aunque sí en su título. La medida en que esto es cierto puede comprobarse examinando lo que sucedió con muchos de estos artículos que en la publicación final se encuentran cancelados, reformateados y suavizados en su reescritura. Finalmente, la mayoría de los artículos “alimenticios”, como les llamaba irónicamente Engels, para la NAC fueron escritos por él, aunque “Dr. Charles Marx” apareciera como contribuyente oficial.

En la NAC, Marx (y Engels) volvió a encontrarse los mismos miserables problemas que ya le aquejaban en el NYDT de parte de los lousy Yankees: 1) Dana o Ripley a menudo modificaban, corregían o reescribían los artículos arbitrariamente sin consultar al autor (práctica que aplicaban a todos los escritores); 2) arbitrariamente se decidía si un artículo por su calidad y profundidad debía aparecer con la firma de Marx, con la firma del editor o anónimamente como una editorial; 3) la cuestión permanente e irritante del bajo pago a las contribuciones desde el extranjero, a pesar de que valoraban altamente sus artículos; 4) la propia política editorial del NYDT, y de la NAC, la cual consistía en no pagar los artículos convenidos y enviados si no se imprimían por decisión unilateral del editor. Por otra parte, la presencia de Marx fue invisible como redactor especializado hasta el volumen 5 de la NAC, donde aparece por primera vez como colaborador en una separata con la lista de contribuyentes: “Charles Marx, P. D. [sic], London, Eng. Army, Artillery, Bernadotte, Bolívar, Cavalry &c”; en el volumen 16 vuelve a publicarse su nombre integrado en el volumen: “Charles Marx, Ph. D., London, Eng. Army, Artillery, Bernadotte, Bolívar, Cavalry, Fortification, Infantry, Navy, &c”.

Una vez comprometido en la labor enciclopédica, Engels prepara inmediatamente la primera entrega: Abensberg, Abukir, Axle, Acre, Actium, Adjutant y finalmente Afganistán. Aunque deseaba escribir el artículo sobre Afganistán inmediatamente (con énfasis en la invasión inglesa de 1838-42) su enfermedad (mononucleosis) hizo que la voz se demorara, angustiando a su amigo. Finalmente Marx la recibe en agosto, y ya en una carta de septiembre de 1857, Dana acusa recibo de la voz “Invasión de Afganistán”, que finalmente quedó como “Afganistán” a secas. Al trabajar en este artículo, Engels utilizó como núcleo, entre otras fuentes, History of the War in Afghanistan, de J. W. Kaye (1851), resumiendo pasajes y datos esenciales de sus dos volúmenes de un total de 1.346 páginas. Kaye era un militar, funcionario y destacado historiador de la India británica. Como regla, Engels presentó una selección de los hechos en alemán muy conciso, como puede verse en su Nachlass, siguiendo el orden cronológico del libro. Solo en raras ocasiones reproducía pasajes, frases o palabras del libro en inglés, francés u otros idiomas. A diferencia del tono apologético de Kaye, Engels reescribe y modifica la perspectiva desde el punto de vista de la “raza” (sic) de los afganos, un pueblo “valiente, duro e independiente”, en el cual la guerra “es un reto y un descanso de sus ocupaciones industriosas”.

Engels comprueba con el lector, como después diría Churchill, que “en Afganistán cada roca, cada colina tiene su historia”.

Todo un augurio.

 

*Nicolás González Varela: es ensayista, editor, traductor y periodista cultural. Ha estudiado Filosofía y Psicología y enseñado Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, así como traducido a Heidegger, Graves, Marx y Pessoa, entre muchos otros.

Autor de diversos artículos y estudios sobre Arendt, Blanchot, Céline, Heidegger, Engels, Graves, Marx, Pound, Spinoza. Colabora en distintos medios de actualidad y cultura. Sus últimas obras publicadas son: Nietzsche contra  la Democracia (Montesinos, Barcelona, 2010); Los Archivos de Nación Apache (Libros del Sur, Buenos Aires, 2011) o Heidegger. Nazismo y política del ser (Montesinos, Barcelona, 2017). Ha sido  traductor y cuidador de la edición del Cuaderno Spinoza, de Karl Marx (Montesinos, Barcelona, 2012), así como de la edición  de Sobre el suicidio, también de Marx (El Viejo Topo 2012). En 2013 publicó una edición crítica de textos de Fernando Pessoa: Política y profecía. Escritos políticos 1919- 1935.

Con motivo de la conmemoración del bicentenario del nacimiento de Friedrich Engels en 2020, Nicolás González Varela edita y traduce Engels antes de Marx. Un título que reúne textos inéditos en castellano de Engels.

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Un Engels desconocido

 

 

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