Por Dina Matar*
Cuando los palestinos conmemoran la Nakba (la catástrofe) el 15 de mayo , no solo están recordando un hecho histórico violento que tuvo lugar hace 75 años y que provocó el desarraigo de más de 750.000 palestinos de su país. O la destrucción de más de 400 pueblos y ciudades y el asesinato de miles de habitantes. También señalan el hecho de que la Nakba no terminó en 1948, sino que continúa hoy en diferentes formas.
Lo que los palestinos llaman “la Nakba en marcha” sigue causando sufrimiento, destrucción de hogares y pérdida de vidas palestinas. Experimentan esto con la continua anexión de sus tierras por parte de Israel y los ataques regulares a sus hogares en Gaza. Y lo ven en las violaciones regulares de sus derechos humanos, tanto en Israel como en los “territorios ocupados” y la Franja de Gaza.
Para los palestinos de todo el mundo, la Nakba se recuerda como una ruptura traumática que representa su humillante derrota, la destrucción de la sociedad palestina y la ruptura de los lazos con su patria.
La guerra de 1948 en Palestina, que condujo a la creación del Estado de Israel, dejó a la sociedad palestina sin líderes, desorganizada y dispersa. Hoy, más del 60% de los 14,3 millones de palestinos estimados están desplazados. Los otros están en los territorios ocupados, en la Franja de Gaza y en Israel, donde son víctimas de discriminación y explosiones de violencia comunitaria.
La violencia solo se vio exacerbada por el regreso al poder a fines de 2022 de Binyamin Netanyahu, quien se alió con facciones extremistas religiosas y nacionalistas israelíes y políticos ultranacionalistas. El más famoso de ellos es Itamar Ben-Gvir, del partido de extrema derecha Otzma Yehudit (Fuerza Judía).
La escalada de violencia
El 75 aniversario de la Nakba llega en un momento crítico y peligroso, marcado por una escalada implacable de intervenciones violentas israelíes contra los palestinos en los territorios ocupados y Gaza, que comenzó con la «intifada de unidad» en 2021 [ver sobre este tema los artículos publicados en este sitio el 21 de mayo, 23 de mayo, 26 de mayo, 30 de mayo, 1 de junio de 2021 https://alencontre.org/archives-2 , categoría Palestina].
Según los informes, en 2021, 313 palestinos, incluidos 71 menores, fueron asesinados en la Franja de Gaza y Cisjordania (incluida Jerusalén Oriental) por las fuerzas de seguridad israelíes. Según los informes, en 2022, 204 palestinos fueron asesinados, lo que lo convierte en el año más mortífero para los palestinos en Cisjordania desde 2005.
96 palestinos fueron asesinados en los primeros cuatro meses de 2023. Y continúa.
La Intifada de Unidad (mayo-junio de 2021) llamó a la movilización popular palestina en la lucha contra el dominio colonial de Israel y sus prácticas similares al apartheid. Estas prácticas han sido documentadas y reconocidas como tales por varias organizaciones internacionales de derechos humanos, incluidas Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Además de los arrestos masivos de palestinos desde su creación, Israel también ha tomado medidas punitivas contra la sociedad civil palestina. Mencionó a seis organizaciones palestinas prominentes como organizaciones terroristas que están a la vanguardia de los esfuerzos para hacer que Israel rinda cuentas, incluso a través de acciones legales ante la Corte Penal Internacional [ver el artículo publicado en este sitio el 30 de octubre de 2021: “Acerca de la ilegalización de seis ONG palestinas ”].
Un pueblo invisible
Es la primera vez este año que Naciones Unidas anuncia que conmemorará el Día de la Nakba, que también marca el establecimiento del Estado de Israel. Si bien la decisión de la ONU puede considerarse un éxito diplomático para los palestinos, destaca dos cuestiones interrelacionadas.
La primera es que la historia palestina, cuando se cuenta, tiende a ser contada dentro del marco de la historia israelí. La segunda es que los propios palestinos, como meros seres humanos, siguen siendo un cuerpo en gran parte no reconocido en Occidente.
En marzo, la BBC emitió una serie de televisión de dos partes en el Reino Unido llamada The Holy Land and Us. Esta serie exploró la fundación de Israel dividiendo su historia en dos narrativas paralelas, presentando por separado a palestinos y judíos británicos mientras buscan las conexiones entre sus familias y los eventos que rodearon el establecimiento de Israel en 1948.
Presentó las narrativas palestina y sionista como dos lados de la misma historia y el mismo conflicto, repitiendo los mismos clichés que sugieren que esta es una lucha igualitaria.
La serie ha sido llamada reportaje valiente debido al uso de testimonios palestinos personales que recuerdan, en particular, la masacre de Deir Yassin de más de 100 palestinos por una milicia sionista, muchos de ellos mujeres y niños, a principios de 1948, unas semanas antes de la declaración de la creación del Estado de Israel.
A pesar de estos relatos históricos, pocas personas en Occidente saben acerca de Deir Yassin, la Nakba o los eventos que rodearon la creación de Israel, que el historiador israelí Ilan Pappe ha llamado limpieza étnica [Ilan Pappe, The Ethnic Cleansing of Palestine, Fayard, 2008 ] . Volviendo a la formación de Israel, Pappe mostró que entre 1947 y 1949, más de 400 aldeas palestinas fueron destruidas deliberadamente, los civiles fueron masacrados y casi un millón de hombres, mujeres y niños fueron asesinados a punta de pistola de sus hogares.
La incomprensión occidental de la Nakba se explica en parte por el hecho de que la narrativa que durante mucho tiempo ha rodeado a 1948 y la creación de Israel se basa en varias ficciones, en particular la idea de que la tierra estaba vacía.
También se explica en parte por la capacidad de Israel para propagar su versión de la realidad en los principales medios de comunicación, especialmente porque los historiadores se ven obligados a contar la historia de los impotentes por parte de quienes los victimizaron, como sostuvo el historiador Rashid Khalidi en su trabajo publicado en francés. en 2003 titulado La identidad palestina. Construcción de una conciencia nacional moderna, La Fabrique.
En un mundo globalizado, conectado por diversos medios, esto significa que la representación de Palestina y su pueblo tiene tanto que ver con las relaciones de poder y las alianzas estratégicas como con el grado de visibilidad y acceso que se otorga a ambas partes en los medios de comunicación dominantes.
No hay duda de que a Israel se le ha otorgado un grado de visibilidad y acceso que ha hecho que los palestinos y la violencia en curso contra ellos pasen desapercibidos y apenas se mencionen en los medios occidentales.
Para los palestinos, la conmemoración y el recuerdo de la Nakba no se trata de marcar un evento histórico. Se trata de la necesidad de seguir contando su historia. Setenta y cinco años después de la Nakba, es hora de que todo el mundo mire y escuche.
(Artículo publicado en la web de The Conversation , 12 de mayo de 2023; traducción editorial A l’Encontre )
*Dina Matar: Profesora, Comunicación Política y Medios Árabes, SOAS, Universidad de Londres, autora, entre otros, de What It Means To Be a Palestine: Stories of Palestine Peoplehood, IB Tauris, 2011.
Tomado de: A l’Encontre- La Bréche
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Borrar versus ‘sumud’: cómo la Nakba define la identidad colectiva palestina

El 15 de mayo de 2023 se cumplen 75 años de la Nakba palestina. Las y los palestinos de todo el mundo conmemoran el trágico acontecimiento conocido como la Catástrofe por el que, entre finales de 1947 y mediados de 1948, casi 800 mil personas palestinas se convirtieron en refugiadas y casi 500 ciudades y pueblos fueron limpiados étnicamente de sus habitantes en la Palestina histórica.
La despoblación de Palestina se ejecutó durante meses; en realidad, ha proseguido años después de que supuestamente concluyera la Nakba. Aunque lo cierto es que la Nakba nunca concluyó. Las comunidades palestinas de Jerusalén Oriental, de las colinas del sur de Hebrón, del desierto de Naqab y de tantas otras áreas siguen padeciendo a día de hoy las consecuencias de la ambición de supremacía demográfica que persigue Israel. Y, por supuesto, millones de personas palestinas refugiadas siguen siendo apátridas y se les sigue privando de sus derechos políticos y humanos elementales.
En un discurso pronunciado en 2001 ante la Conferencia Mundial de Naciones Unidas contra el Racismo, la intelectual palestina Hanan Ashrawi describió acertadamente al pueblo palestino como “una nación cautiva, rehén de una Nakba permanente”. Profundizando, Ashrawi describió esta “Nakba permanente” como “la materialización más elaborada y omnipresente del colonialismo, el apartheid, el racismo y la victimización”. Eso significa que no debemos considerar la Nakba como un suceso de un tiempo y un espacio limitados.
Aunque la afluencia masiva de refugiados en 1947 y 1948 fue resultado directo de la campaña sionista de limpieza étnica trazada en el Plan Dalet, ese acontecimiento dio paso oficialmente a una Nakba mayor que continúa hasta nuestros días. El Plan Dalet o Plan D lo promovieron los dirigentes sionistas y lo ejecutaron las milicias sionistas con el objetivo de vaciar Palestina de la mayoría de sus habitantes originarios. Lo hicieron con éxito mientras preparaban a la vez el terreno para décadas de violencia y sufrimiento cuya peor parte ha recaído sobre el pueblo palestino.
De hecho, la actual ocupación israelí y el consolidado régimen de apartheid que se impone en Palestina no son solo los resultados previstos o imprevistos de la Nakba,o sino las manifestaciones directas de una Nakba nunca concluida realmente.
Está reconocido en el derecho internacional –aunque lamentablemente no se cumpla– que las personas refugiadas palestinas, independientemente de los acontecimientos concretos que desencadenaran su desplazamiento forzoso, tienen derechos inalienables. La Resolución 194 de Naciones Unidas impide legalmente a Israel vulnerar esos derechos.
Es más, la Resolución 194 (III) de la AGNU (Asamblea General de Naciones Unidas) de 1948 resolvió que “debe permitirse a las y los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos que lo hagan lo antes posible”. De esto se deben hacer cargo, según Naciones Unidas, “los gobiernos o autoridades responsables”.
Como Israel es el responsable, Tel Aviv se movió rápidamente para evadirse de toda culpa o responsabilidad. Los archivos de alto secreto que han recuperado investigadores israelíes y de los que informa el periódico israelí Haaretz, incluyen un documento llamado GL-18/17028 que demuestra cómo el entonces primer Primer Ministro de Israel, David Ben Gurion, intentó reescribir la historia poco después de completarse la primera y más importante fase de la limpieza étnica de Palestina. Para lograr su objetivo, Ben Gurion eligió la más inmoral de todas las estrategias: culpar de la supuesta huida de la población palestina a las propias víctimas palestinas.
Pero, ¿por qué se preocuparon los triunfantes sionistas de cuestiones aparentemente triviales como el relato?
“Así como el sionismo forjó en pocas décadas un nuevo relato para el pueblo judío, [Ben Gurion] comprendió que la otra nación que había habitado el país antes del advenimiento del sionismo intentaría formular también el suyo propio”, escribía Haaretz. Esa «otra nación» es, por supuesto, el pueblo palestino.
El punto crucial del relato sionista sobre la limpieza étnica de Palestina se basó en difundir la afirmación de que las y los palestinos se fueron por elección, aunque para los propios sionistas estaba cada vez más claro que “sólo fueron un puñado de pueblos los que se abandonaron siguiendo las instrucciones de sus dirigentes locales o mujtars”.
Y no obstante, incluso en esos pocos casos aislados, buscar seguridad en otro lugar en tiempos de guerra no era un delito y no debería suponer la pérdida de su derecho inalienable a los refugiados. Si esta extraña lógica sionista se convirtiera en norma del derecho internacional, entonces las personas refugiadas sirias, ucranianas, libias, sudanesas y de todas las demás zonas de guerra perderían su derecho legal a sus propiedades y a la ciudadanía en sus respectivos países de origen.
Pero la lógica sionista no pretendía sólo cuestionar los derechos legales o políticos del pueblo palestino; formaba parte de un proceso de mayor calado conocido por los intelectuales palestinos como el borrado: la destrucción sistemática de Palestina, de su historia, de su cultura, de su lengua, de su memoria y, por supuesto, de su pueblo. Este proceso ya se advertía en los primeros discursos sionistas, en los que se daba a entender de manera malintencionada que la patria del pueblo palestino era una tierra sin pueblo, y esto, incluso décadas antes de que Palestina fuera vaciada de sus habitantes.
La negación de la existencia misma de las y los palestinos se expresó en muchas ocasiones en el discurso sionista y sigue utilizándose en la actualidad.
75 años de Nakba permanente y de negación de la existencia misma del enorme crimen cometido por Israel y sus cómplices exigen una comprensión mucho más profunda sobre lo que ha recaído y sigue recayendo sobre el pueblo palestino.
Las y los palestinos debemos insistir en que la Nakba no es una cuestión política aislada a discutir con Israel, ni está sujeta al regateo de quienes dicen representarnos. “Los palestinos no tenemos ninguna obligación moral ni legal de acomodarnos a los israelíes a nuestra costa. Desde cualquier punto de vista, es Israel el que tiene la obligación de corregir la monumental injusticia que ha cometido”, escribió el reconocido historiador palestino Salman Abu Sitta en referencia a la Nakba y al Derecho al Retorno de las personas refugiadas palestinas.
La Nakba es una historia palestina que integra el pasado, el presente y también el futuro. No es sólo una historia de victimización sino también de sumud –firmeza– y resistencia. Es el parámetro que unifica a todas y todos los palestinos más allá de las limitaciones que imponen las facciones, la política o la geografía.
Para los y las palestinas, la Nakba no es una fecha acotada. Es la historia entera cuyo colofón escribirá, esta vez, el propio pueblo palestino.
*Ramzy Baroud: palestino, es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de seis libros, el último coeditado con Ilan Pappé, es Our Vision for Liberation: Engaged Palestinian Leaders and Intellectuals Speak out. Asimismo es investigador principal no residente del Centro para el Islam y Asuntos Globales (CIGA). www.ramzybaroud.net
Traducción: Loles Oliván Hijós
Tomado de: Viento Sur