Maduro y su Inteligencia Artificial

Por Jesús Puerta

Hasta comienzos del presente siglo, la televisión fue el medio de divulgación masiva predominante de lo que se denominó la massmediación política, es decir, la conversión del espacio público, donde se enfrentan los discursos y las imágenes de la pugna política, en un asunto de grandes medios de comunicación. Esa transformación de la propaganda política y de la política misma, según algunos estudiosos, venía evidenciándose desde que las técnicas del marketing fueron aplicadas en las campañas electorales, especialmente a partir de la de Nixon en los Estados Unidos, y que dio pie a textos analíticos de la calidad de “¿Cómo se vende un presidente?” y “Los mecanismos de la manipulación”, así como a la era de las encuestas, durante la década de los setenta.

En Venezuela, ese impacto televisivo y mediático en general se notó con fuerza en las campañas sucesivas a las del primer Carlos Andrés Pérez (1973). Pero, ya en este siglo XXI, hasta se llegó a caracterizar al golpe de estado de abril de 2002 como un “golpe mediático”, para destacar el rol central de los medios, especialmente la TV, en la lucha política; quedando en segundo plano el hecho de que lo que venía siendo la clase dominante se había quedado sin representación política, por lo que había resuelto echar mano de las cámaras y su control de las ondas hertzianas para provocar hechos políticos. Esto generalizó una jerga bastante imprecisa, cuyos terminachos fueron pronunciadas con voz impostada por ciertos “genios” de escaso pelo, que hablaban de “matrices” como si fuesen ginecólogos. Se oyeron por todas partes los ecos de pensadores postmodernos como Jean Baudrillard, quien afirmaba que la realidad había sido desplazada por puros simulacros, lo cual le dio a los comentadores de brillantes calvas cierto aire de atractivo idealismo alucinante, como el que comenta Borges a propósito del filósofo inglés Berkeley (el mismo que decía que no había Ser, sino Ser-Percibido; o sea, que si algo o alguien no se veía, no existía).

La generalización de la Internet y, especialmente, de las redes sociales, con la masificación del uso de los “teléfonos inteligentes”, ha cambiado esto hace ya unos años. Hablando con mayor rigurosidad, el cambio ha sido que, donde antes reinaba la TV, ahora reinan el Twitter, Instagram, Wassap, las plataformas virtuales de información y con relevancia declinante, el Facebook. Pero viendo las cosas con un poco más de serenidad, como un comunicador ya viejo, me parece que la situación no ha cambiado demasiado en relación a aquel dicho añejo, que circulaba en las escuelas de Comunicación Social, que decía que la radio (póngase aquí la TV o las redes sociales) no hacían estúpidas a las personas, sino que les daba más volumen a sus estupideces La vulgaridad, la estupidez, la agresividad, la estulticia, las poses, las mentiras, el escandaloso amarillismo, etc., eso ya ha estado ahí desde siempre, entre la gente. Lo único que estaba cambiando es que hacían más ruido. Y eso venía ocurriendo desde que el Doctor Goebbels, el brillante ministro de Hitler, se copió las técnicas de los medios norteamericanos, para darle brillo y majestad al mensaje psicópata de su Führer, en la década de los treinta.

Como la revolución tecnológica sigue avanzando, de todas las nuevas disciplinas que hoy estallan en innovaciones, nos han llegado las noticias de la Inteligencia Artificial; pero, como ha ocurrido otras veces, no hemos tenido contacto con eso en nuestras universidades o centros de investigación más o menos serios que hay por ahí todavía, sino que, en seguida, se les ha hallado una utilidad política-publicitaria.

En el mundo, marchan en paralelo las expectativas y los temores acerca de esta nueva tecnología. Por una parte, la IA ha impactado hasta en la agricultura, más allá de la industria. Aspectos como el control de plagas, de la irrigación, la situación de los suelos, el tratamiento de las semillas, por ejemplo, ahora han sido mejorados con técnicas de IA. Esta igualmente ha permitido nuevos niveles de automatización en las fábricas y en los campos. Los temores van por la posibilidad, cierta e inmediata, de que estos nuevos ingenios, articulados con la robótica, desplacen a los trabajadores humanos, incluso en oficios intelectuales: producción de textos académicos, obras de arte incluso, dirección de organizaciones, contabilidad tridimensional (esa que integra el cálculo financiero, con el social y el ambiental), etc. De modo que hasta Elon Musk y varios empresarios y científicos han expresado sus alarmas, ante la perspectiva, muy de ciencia ficción, de que estas nuevas máquinas puedan sustituir del todo, a los seres humanos. Un científico, Eudald Carbonel, señala que en el final de este siglo habrá cuatro tipos de humanos: el que hoy conocemos, el “mejorado” mediante técnicas de ingeniería genética desde su nacimiento, el cyborg que tenga parte biológicas y partes electrónicas y, finalmente, el “humano” cuya mente esté integrada directamente al Internet y la IA.

Para nosotros, lectores de Ciencia Ficción, esto no es nada nuevo. Tal vez nos preocupa un poco (porque seguimos siendo, por propia conveniencia, “humanistas”), porque la perspectiva no es tanto la que se pinta en “Terminator” o “The Matrix”, ni siquiera la de la computadora asesina de “2001, odisea del espacio”, sino la que describió H.G. Wells en su novela sobre el viaje en el tiempo, donde la especie humana quedó reducida a una suerte de regordeta criatura estúpida, que unos demonios engordan en la superficie, para comérsela. Además, aspiraríamos que se aplicara las leyes de la robótica de Asimov para darle algo parecido a una ética a los robots super inteligentes que vienen.

En esta onda, parece que andan los asesores de imagen del presidente Maduro, que están muy cercanos al del gobernador Lacava. Ya nos presentaron un Maduro Supermán, con capa e interiores por fuera de una licra. Después, en un “inocente” video futbolístico, vimos a Chávez, Maduro y Lacava como sendos “Vengadores”, con equipos diseñados por Tony Stark. El escándalo de los izquierdosos (siempre trasnochados) no entendió que era una nueva estrategia para poder llegarle a una generación que se está criando con video juegos y realidades virtuales, donde abundan grotescas escenas de sangre, destrucción y supremacía de músculos ultradesarrollados.

Ahora, tenemos a Sira del programa “Maduro +”. Sabemos que los software de Inteligencia Artificial son capaces de aprender. Esta, a partir de algunas palabras claves, en principio narrará noticias y tal vez comentará algunos anuncios presidenciales, con una programada adulancia que siempre superará a la de ciertos funcionarios acostumbrados desde Chávez a jalar hacia arriba y patear hacia abajo. Sira quizás nos sorprenderá con comentarios donde se luzca por traer a colación elementos de historia, economía, filosofía y biografía del Comandante, así como una retórica adulante, llena de alusiones deportivas y posiblemente del mito heroico venezolano. En fin, todo un modelo para la juventud.

Pero si yo fuera Maduro, no estaría tan tranquilo. Tal vez Sira, siendo como es una Inteligencia Artificial, aprenda demasiado, no solo de materias que, estamos seguros, no maneja el presidente, sino incluso de tretas discursivas y comunicacionales, que vayan posibilitando lo que, para muchos, podría ser un sueño que ni Asimov, Clarke o Bradbury imaginaron: que una IA sustituya con su brillantez al presidente de un pobre país empobrecido por la brutalidad y el “pajarobravismo” humano, y empecemos a conocer un gobierno que sirva para recuoerar, al menos, el servicio de la luz, el agua y la salud.

¡Hasta la vista, baby!

Tomado de aporrea.org

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