John Pilger: Los traidores de Julián Assange/ Ver- Daniel Campione: María Luis Carnelli, Una Argentina En El Frente De Madrid/ José Saramago: Sobre Literatura, Compromiso Y Transformación Social

Julian Assange
16 de marzo de 2023

Conozco a Julian Assange desde que lo entrevisté por primera vez en Londres en 2010. Inmediatamente me gustó su sentido del humor seco y oscuro, a menudo prescindido de una risita contagiosa. Es un extraño orgulloso: agudo y reflexivo. Nos hemos hecho amigos y me he sentado en muchos tribunales escuchando a los tribunos del estado tratar de silenciarlo a él y a su revolución moral en el periodismo.

Mi punto culminante fue cuando un juez de los Tribunales Reales de Justicia se inclinó sobre su banco y me gruñó: “Eres solo un australiano itinerante como Assange”. Mi nombre estaba en una lista de voluntarios para pagar la fianza de Julian, y este juez me señaló como el que había informado sobre su papel en el notorio caso de los isleños de Chagos expulsados. Sin querer, me hizo un cumplido.

Vi a Julian en Belmarsh no hace mucho. Hablamos de libros y de la idiotez opresiva de la prisión: los eslóganes alegres en las paredes, los castigos mezquinos; todavía no le dejan usar el gimnasio. Debe ejercitarse solo en un área similar a una jaula donde hay un letrero que advierte que no debe pisar el césped. Pero no hay hierba. Nos reímos; por un breve momento, algunas cosas no parecían tan malas.

 

 

La risa es un escudo, por supuesto. Cuando los guardias de la prisión comenzaron a hacer tintinear las llaves, como les gusta hacer, indicando que se nos había acabado el tiempo, se quedó en silencio. Cuando salí de la habitación, mantuvo el puño en alto y lo apretó como siempre lo hace. Él es la encarnación del coraje.

Aquellos que son la antítesis de Juliano: en los que la valentía es inaudita, junto con los principios y el honor, se interponen entre él y la libertad. No me refiero al régimen de la mafia en Washington cuya búsqueda de un buen hombre pretende ser una advertencia para todos nosotros, sino más bien para aquellos que aún afirman tener una democracia justa en Australia.

Anthony Albanese decía su tópico favorito, “ya es suficiente”, mucho antes de ser elegido primer ministro de Australia el año pasado. Él nos dio a muchos de nosotros una esperanza preciosa, incluida la familia de Julian. Como primer ministro, agregó palabras de comadreja sobre “no simpatizar” con lo que había hecho Julian. Aparentemente teníamos que entender su necesidad de cubrir su posteria apropiada en caso de que Washington lo llamara al orden.

Sabíamos que Albanese necesitaría un coraje político excepcional, si no moral, para ponerse de pie en el Parlamento australiano, el mismo Parlamento que se divertirá ante Joe Biden en mayo, y decir:

“Como Primer Ministro, es responsabilidad de mi gobierno traer a casa a un ciudadano australiano que claramente es víctima de una gran injusticia vengativa: un hombre que ha sido perseguido por el tipo de periodismo que es un verdadero servicio público, un hombre que ha no ha mentido ni engañado, como tantas de sus falsificaciones en los medios, sino que ha dicho a la gente la verdad sobre cómo funciona el mundo.

“Hago un llamado a los Estados Unidos”, podría decir un primer ministro valiente y moral Albanese, “para que retire su solicitud de extradición: para poner fin a la farsa maligna que ha manchado a los tribunales de justicia de Gran Bretaña, una vez admirados, y para permitir la liberación incondicional de Julian Assange para su familia. Que Julian permanezca en su celda en Belmarsh es un acto de tortura, como lo ha llamado el relator de las Naciones Unidas. Es cómo se comporta una dictadura”.

Por desgracia, mi sueño de que Australia hiciera lo correcto por Julian ha llegado a sus límites. La burla de la esperanza por parte de Albanese está ahora cerca de una traición por la que la memoria histórica no lo olvidará, y muchos no lo perdonarán. ¿Qué, entonces, está esperando?

Recuerde que el gobierno ecuatoriano le concedió asilo político a Julián en 2013 en gran parte porque su propio gobierno lo había abandonado. Eso solo debería avergonzar a los responsables: a saber, el gobierno laborista de Julia Gillard.

Gillard estaba tan ansiosa por confabularse con los estadounidenses para cerrar WikiLeaks por decir la verdad que quería que la Policía Federal Australiana arrestara a Assange y le quitara el pasaporte por lo que ella llamó su publicación ‘ilegal’. La AFP señaló que no tenían tales poderes: Assange no había cometido ningún delito.

Es como si pudieras medir la extraordinaria cesión de soberanía de Australia por la forma en que trata a Assange. La pantomima de Gillard arrastrándose ante ambas cámaras del Congreso de los EE. UU. es un teatro vergonzoso en YouTube. Australia, repitió, era el “gran compañero” de Estados Unidos. ¿O era “pequeño compañero”?

Su ministro de Relaciones Exteriores fue Bob Carr, otro político de la maquinaria laborista a quien WikiLeaks expuso como un informante estadounidense, uno de los muchachos útiles de Washington en Australia. En sus diarios publicados, Carr se jactó de conocer a Henry Kissinger; de hecho, el Gran Belicista invitó al ministro de Asuntos Exteriores a acampar en los bosques de California, según nos enteramos.

Los gobiernos australianos han afirmado repetidamente que Julian ha recibido pleno apoyo consular, lo cual es su derecho. Cuando su abogado Gareth Peirce y yo nos reunimos con el cónsul general de Australia en Londres, Ken Pascoe, le pregunté: “¿Qué sabe del caso Assange?”.

“Justo lo que leí en los periódicos”, respondió entre risas.

Hoy, el primer ministro Albanese está preparando a este país para una ridícula guerra dirigida por Estados Unidos contra China. Se gastarán miles de millones de dólares en una máquina de guerra de submarinos, aviones de combate y misiles que puedan llegar a China. Salivar la guerra de los “expertos” en el periódico más antiguo del país, el Sydney Morning Herald , y el Melbourne Age es una vergüenza nacional, o debería serlo. Australia es un país sin enemigos y China es su mayor socio comercial.

Este servilismo desquiciado a la agresión se presenta en un documento extraordinario llamado Acuerdo de Postura de la Fuerza entre EE. UU. y Australia. Este establece que las tropas estadounidenses tienen “control exclusivo sobre el acceso a [y] el uso de” armamentos y materiales que pueden usarse en Australia en una guerra agresiva.

Es casi seguro que esto incluye armas nucleares. La ministra de Relaciones Exteriores de Albanese, Penny Wong, “respeta” el silencio ambivalente de Estados Unidos sobre esto, pero claramente no tiene respeto por el derecho a saber de los australianos.

Tal servilismo siempre estuvo ahí, algo típico de una nación de colonos que aún no ha hecho las paces con los orígenes indígenas, pero ahora es peligroso.

China como el “peligro amarillo” encaja como anillo al dedo en la historia de racismo de Australia. Sin embargo, hay otro enemigo del que no hablan. Somos nosotros, el público. Es nuestro derecho a saber. Y nuestro derecho a decir que no.

Desde 2001, se han promulgado unas 82 leyes en Australia para eliminar los tenues derechos de expresión y disidencia y proteger la paranoia de la guerra fría de un estado cada vez más secreto, en el que el jefe de la principal agencia de inteligencia, ASIO, da conferencias sobre las disciplinas de “ valores australianos”. Hay tribunales secretos y pruebas secretas, y errores judiciales secretos. Se dice que Australia es una inspiración para el maestro del otro lado del Pacífico.

Bernard Collaery, David McBride y Assange, hombres profundamente morales que dijeron la verdad, son los enemigos y las víctimas de esta paranoia. Ellos, no los soldados eduardianos que marcharon por el Rey, son nuestros verdaderos héroes nacionales.

En Assange, el primer ministro tiene dos caras. Una cara se burla de nosotros con la esperanza de que su intervención con Biden conduzca a la libertad de Julian. La otra cara se congracia con “POTUS” y permite que los estadounidenses hagan lo que quieran con su vasallo: establecer objetivos que podrían resultar en una catástrofe para todos nosotros.

¿Albanés respaldará a Australia o Washington en Julian Assange? Si es “sincero”, como dicen los laboristas más saltones, ¿a qué espera? Si no consigue la liberación de Julian, Australia dejará de ser soberana. Seremos pequeños americanos. Oficial.

No se trata de la supervivencia de una prensa libre. Ya no hay una prensa libre. Hay refugios en el samizdat , como este sitio. El tema primordial es la justicia y nuestro derecho humano más preciado: ser libres.

[Esta es una versión abreviada de un discurso de John Pilger en Sydney el 10 de marzo para marcar el lanzamiento en Australia de la escultura de Davide Dormino de Julian Assange, Chelsea Manning y Edward Snowden, “figuras de coraje”. Visite el sitio web de John Pilger en: www.johnpilger.com o sígalo en @johnpilger.]

377 – David Dormino escultura @Anythingtosay.png

David Dormino escultura @Anythingtosay en Sydney Australia

David Dormino en la inauguración de su escultura itinerante @AnythingtoSay en Sydney, Australia. Foto: @peopleforassange/Twitter
*John Pilger: es un reportero australiano, originario de Sídney, que reside en Londres. Comenzó su carrera como reportero en 1958, famoso por libros y documentales que ha escrito o producido.
Fuente: Green Left
________________________________________________________________

María Luis Carnelli, Una Argentina En El Frente De Madrid

 

Por Daniel Campione

Entre las acciones que emprendió a lo largo de su vida se encuentra la de haber sido una de las no muchas mujeres que actuó como corresponsal de guerra en España. Poeta, novelista, periodista y autora de letras de tango, merecería un lugar de honor entre las mujeres escritoras de Argentina.

María Luisa Carnelli nació en 1898 en La Plata. Se casó muy joven, tuvo un hijo, y al poco tiempo se separó, con lo que quedó en la situación de mujer sola con un niño a su cargo, que necesitaba ganarse la vida. ​

Periodista, poeta, novelista, tanguera.

Se radicó en Buenos Aires y trabajó como periodista. Publicó artículos en diarios y revistas como Crítica, Noticias Gráficas, La Nacion, El Hogar, Caras y Caretas, Fray Mocho.

En su labor periodística conoció a un gran cronista de la época, Enrique González Tuñón, que fue su pareja durante largo tiempo.

Al mismo tiempo desplegó su inclinación por la poesía, cuyo resultado fueron cuatro poemarios que publicó a lo largo de la década de 1920. Los dos primeros, Versos de una mujer Rama frágil fueron de temática intimista. Los otros dos, Poemas para la ventana del pobre Mariposas venidas del horizonte, ya estaban atravesados por las inquietudes sociales que se convertirían en una constante en su producción.

Se acercó a los ámbitos de izquierda, en algunas de cuyas publicaciones colaboró. La adopción de esa ideología profundiza su afán de ruptura con la vida convencional, burguesa. Trabó relación con un revolucionario trotskista boliviano radicado en el país, Tristán Marof, que tuvo influencia sobre su pensamiento y colaboró con ella.

Llegó a pertenecer al Partido Comunista, al que se afilió unos años después.

En la misma década de 1920, y a través de Enrique, comenzó una trayectoria como autora de letras de tango. No era costumbre que las mujeres fueran autoras del género. María Luisa lo hizo, incluso con utilización del lunfardo. Esa dedicación tuvo algo de revancha frente a su padre, que aborrecía todo lo relacionado con la música tanguera, en particular para las mujeres.

Tuvo éxito en esa labor. En particular dos de sus temas se hicieron muy famosos. Se trata de Se va la vida, que fue estrenado por la famosa cancionista Azucena Maizani y se convirtió en un pilar de su repertorio. Y Cuando llora la milonga, que fue un suceso en la voz de Carlos Gardel. El cantor grabó al menos otro tema suyo Pa’l Cambalache.  Produjo muchas otras letras, entre las que pueden mencionarse El malevo Quiero papita.

En su tarea de letrista le hizo de todos modos una concesión a los prejuicios de la época: Firmó con seudónimos masculinos, Mario Castro, el nombre de su hijo, y Luis Mario, inversión y masculinización de su nombre de pila.

Entre sus variadas incursiones en el campo de la escritura, Carnelli cultivó, por única vez, la novela. No fue un empeño intrascendente. ¡Quiero trabajo!, de 1933, dejó una marca en el realismo social y la reivindicación femenina. Incluso tuvo rasgos autobiográficos. El mencionado Marof, escribió un elogioso prólogo para esa novela.

La obra narra la historia de una mujer sola después de una separación matrimonial, en dura lucha por la subsistencia, lo que incluye la necesidad de prostituirse para sobrevivir. Emprende luego una desesperada búsqueda de trabajo, sin conseguirlo. Ello deriva en un salto en su nivel de conciencia. Sobre el final, la protagonista se une a una movilización de desocupados y llama a combatir al capitalismo.

El libro cayó en el olvido al poco tiempo de editarse. En tiempos recientes ha sido rescatado por una parte de la crítica, encarnada por mujeres, entre las que destaca Florencia Abbate. Se realizó una reedición, con estudio preliminar de Tania Diz, y se produjeron artículos de análisis sobre esa obra, en los que se destacó que, sin alterar la orientación realista, la autora se permitió algunas innovaciones formales que aumentan el interés de la novela.

Al poco tiempo se trasladó a España como corresponsal de AhoraPeriódico ilustrado. Corría 1935, sólo habían transcurrido unos meses desde la llamada Revolución de Octubre de 1934. Carnelli se orientó a una investigación en torno a la vida de los mineros, que abarcara una síntesis del proceso revolucionario y un estudio de la represión posterior.

Viajó a Asturias en junio de 1935, hospedándose en Sama de Langreo. En su libro U.H.P., Mineros de Asturias, editado en Buenos Aires en 1936, relata los detalles de su estancia, las dificultades que tuvo que sortear por ser mujer y los testimonios orales de los habitantes del Valle del Nalón que sufrieron la represión posterior.

Escribe al respecto, una estudiosa del tema, Inocencia Soria: “Para nosotros, lo más original de su libro está en sus capítulos iniciales donde narra los detalles de su estancia en Asturias en los primeros días de junio de 1935.” En esos tramos incluyó detalles acerca de la explotación que sufrían los mineros, en particular las mujeres. Asimismo brinda una imagen de las desigualdades de la sociedad asturiana y de la presencia represiva, en particular de la Guardia Civil, encargada de vigilarla.

Las entrevistas realizadas y su pericia como periodista le permitieron desenvolver en el libro un vivaz relato de la rebelión, que dejó como resultado centenares de muertos y millares de presos. En una represión en la que el ejército español desplegó todo su poderío, desde las aguerridas tropas africanas hasta el uso de la aviación.

Unos meses después el golpe militar y el estallido del conflicto la encontraron aún en España. En esas circunstancias se convirtió en corresponsal de guerra, con frecuentes desplazamientos al frente. Lo suyo fue un periodismo de alto riesgo. Se ha comentado que fue herida tres veces en los escenarios de combate. Y que volvió a Buenos Aires con esquirlas en su espalda.

Durante el conflicto español escribió para el diario comunista El sol y al mismo tiempo colaboraba en “Blanco y Negro, el semanario cultural del diario ABC.  Asimismo enviaba notas para publicaciones argentinas, destacando las que mandó a La Nueva España, órgano de la Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española (FOARE)

La mencionada Soria escribe: “Por sus apasionados artículos en el diario El Sol sabemos sus andanzas de 1937: en abril, visitó el frente de guerra en Carabanchel; el 14 de julio narra un asalto de unidades marroquíes contra las líneas y parapetos que defienden Madrid; el 21 de julio hace un reportaje sobre un hospital de sangre; el 7 de septiembre escribe sobre la importancia de mantener lejos de la artillería enemiga a los niños y niñas madrileños; el 10 de noviembre escribe sobre el frío en las trincheras de la sierra de Madrid. En otros artículos aparecen los camilleros que trasportan heridos del frente, las mujeres del Partido Comunista y su labor en la retaguardia o las trabajadoras del Metro”

Instalada en Madrid, ningún aspecto de la lucha en la ciudad asediada pareció serle ajeno. La prensa escrita no fue su único vehículo. Su voz se escuchó con frecuencia por Unión Radio, incluido el recitado de poemas.

Se relacionó con María Teresa León, que dirigía la editorial del Socorro Rojo en Madrid y le publicó a Carnelli dos libros de poesía militante: 4 caminosPoemas populares de guerra y 18 de Julio.

Anuncio de uno de sus poemarios españoles.

Es que su vocación por la escritura de versos se manifestó una vez más durante la guerra. Fue una poesía aguerrida, profundamente ligada a los sucesos bélicos, fueran los del frente o la retaguardia. Escribió así algunos poemas dedicados a barrios de la periferia obrera que protagonizaban la resistencia madrileña.

Por ejemplo para Ventas: Por Ventas mozos venteros/ primer impulso que ardía/ iban a los sindicatos/ a dar, no vender la vida/ A Ventas, de Pueblonuevo,/ con luces de amanecida/ albañiles, metalúrgicos,/ pistola al cinto acudían./ A Ventas desde San Blas,/ en un impulso que ardía/ desde la Perejilera/ a dar, no vender la vida”.

Otro poema lo dedicó a Vallecas

Como un solo hombre, Vallecas
erguido y presente está.

Vallecas, Puente Vallecas,
ennoblecido de ideal,
a la primera clarinada
todo se lanzó a luchar.

Vallecas se dio a la guerra
con entusiasmo total,
hizo suya la consigna
de julio: ¡No pasarán!

Barrio de obreros conscientes,
arpón contra el capital,
baluarte de antifascismo,
barrio de rojo historial.

De allí salieron sus hombres.
¡Pocos quizá volverán!
Pero en un alba de luces,
el barrio despertará.

Vallecas, Puente Vallecas,
agujereadas están
sus casas rotas y humildes,
aljibe, patio y parral.

Les rompe el cañón los muros,
podría romperlos más,
Vallecas, será Vallecas
en una aurora triunfal.

Barrio que se dio a la guerra
barrio que salió a pelear
con el corazón blindado,
una bomba y un puñal.

En abril de 1938, visitó Sagunto y publicó un folleto de 16 páginas en el que describía la destrucción ocasionada por los bombardeos y elogiaba a los obreros que continuaban su trabajo pese a las bombas. En tono propagandístico trata de animarlos y  escribe Obreros del puerto de Sagunto, muertos algunos al pie del cañón, en las trincheras, junto al parapeto, en el avión y en el tanque, Obreros de las viejas luchas, dispuestos a morir o vencer por la causa revolucionaria, por la causa antifascista, por la causa española. Mientras quede, un pedazo de tierra donde clavar nuestra bandera de justicia y de liberación, firmes en los puestos, obreros del puerto de Sagunto”

Se vinculó al Socorro Rojo Internacional (SRI), colaborando en su periódico, Ayuda. Semanario de la Solidaridad, junto con Tina Modotti y la argentina Fanny Edelman. Allí también Carnelli publicaba poemas relacionados con la guerra.

El regreso, México, el final.

En septiembre de 1938 regresa finalmente a su país, después de tres años ininterrumpidos de labor militante en suelo español. Vuelve con la misión del Socorro Rojo Internacional, de trabajar en la organización de la solidaridad con España. Su actitud solidaria con ese país se prolongaría por mucho tiempo después de la caída de la República, en forma de auxilio a los exiliados y denuncia de la represión en suelo hispano.

A su partida del suelo español, mereció un agradecimiento de Antonio Machado, al que la escritora argentina había ayudado de diversas maneras.

En una posterior estada en México, se reencontró con Tina Modotti. Cuando la italomexicana falleció en 1942, María Luisa Carnelli escribió sobre su amiga un pequeño folleto con sus recuerdos, que se publicó en México. Allí se lee:

“Conocí a Tina hace años. La quise con afecto profundo, me deleitó siempre el espectáculo magnífico de su alma grande, bella, excelsa. No he conocido jamás mujer alguna que la superase en finura espiritual. Su sensibilidad siempre abierta, su comprensión siempre profunda, su reflexión siempre clara, hacían de ella una criatura de excepción. Sacudida por todas las tormentas, mantuvo siempre tenso y firme su espíritu”.

Tina Modotti, amiga de María Luisa.

Una vez regresada de nuevo a Argentina, Carnelli quedó vinculada a medios mexicanos con los que siguió colaborando durante mucho tiempo, así como con Clarín, de Buenos Aires. Sin embargo su sustento económico principal fueron los derechos de sus letras de tango, algunas de las cuales siguieron siendo difundidas y ejecutadas por nuevos intérpretes. Aún hoy las más conocidas pueden escucharse a diario por las emisoras especializadas.

A propósito, la escritora comentó que uno solo de sus tangos, el ya mencionado Cuando llora la milonga, le reportó más dinero que la suma de los ocho libros que publicó a lo largo de su vida.

María Luisa murió olvidada, en 1987, en su departamento del barrio de Monserrat. No se la mencionaba ni al reproducir los tangos de su autoría, ya que se continuaba con la costumbre de utilizar sus seudónimos masculinos.

Felizmente en tiempos recientes se reeditaron en España escritos suyos de la época del periodismo bélico, a lo que se sumó en Argentina la republicación de su única novela, a la que hicimos referencia. Merece un lugar en la historia de la izquierda y en la de la literatura y el periodismo argentinos.

 

Para la confección de este artículo, además de las autoras referenciadas a lo largo del texto, se utilizó la información contenida en la entrada correspondiente de Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas. Movimientos Sociales y Corrientes Políticas, editado por CEDINCI. https://diccionario.cedinci.org/carnelli-maria-luisa/

Tomado de tramas.ar

 

________________________________________________________________

José Saramago: Sobre Literatura, Compromiso Y Transformación Social

Por José Saramago

Repito estas palabras lentamente –literatura, compromiso, transformación social–, pronuncio las sílabas como si en cada una de ellas todavía se escondiese un significado secreto a la espera de ser revelado o simplemente reconocido, intento reencaminarlas para la integridad de un sentido primero, restauradas del desgaste del uso, purificadas de las vulgaridades de la rutina, y me encuentro, sin sorpresas, ante dos vías de reflexión, quién sabe si las úni-cas posibles, recorridas ya mil veces, es cierto, pero a las que nuestro ineludible destino regresa siempre, cuando la continua crisis en la que viven los seres humanos –seres en crisis, por excelencia, y humanos quizás por eso mismo– deja de ser crónica habitual, para volverse aguda y, al cabo de un tiempo, culturalmente insustentable.

Cómo parece ser la situación de este hombre que hoy somos y de este tiempo en que vivimos

La primera vía de reflexión, que desde ahora, y pidiendo perdón a quien piense lo contrario, me atrevería a calificar de ingenua sería la de de una tendencia muy corriente que consiste en incluir a la literatura entre los agentes de transformación social, entendiéndose tal denominación, en este caso, no tanto como referida a las consecuencias sociales de los factores estéticos, pero sí a supuestas influencias determinantes, en el orden ético y en el orden axiológico, independientemente del carácter positivo o negativo de sus manifestaciones. De acuerdo con este modo de pensar, y extrapolando, en beneficio del raciocinio, contenidos y formas históricamente diferenciados, para poder abarcar en una única visión la enseñanza, la literatura y la cultura en general, tendríamos que coincidir hoy, a pesar de los desmentidos trágicos de la realidad, con la panglosiana convicción de nuestros ochocentistas y optimistas abuelos, para quienes abrir una escuela equivalía a cerrar una cárcel. Que vengan las estadísticas escolares y judiciales a decimos si la masificación de la enseñanza se ha configurado, de hecho, como suficiente prevención o antídoto eficaz contra la masificación de los crímenes, que es, sin duda, una de las características de  nuestro fin de siglo…

Dejemos entonces las escuelas a un lado, dejemos a otro lado la cultura en general, dejemos el arte, la filosofía y la ciencia, para cuya adecuada ponderación me faltarían el saber y la autoridad, y volvamos a la literatura y a su relación con la sociedad. Vamos a mantenemos discretamente en los dominios de lo ético y lo axiológico (sin los cuales hay que reconocer que cualquier examen de una transformación social determinada, sea cual sea su época, tendría que satisfacerse con poco más que una tabla de pesos y medidas) y reconozcamos, por mucho que esa verificación castigue nuestra confianza, que las obras de los grandes creadores literarios del pasado, de Ho-mero a Cervantes, de Dante a Shakespeare, de Camoens a Dostoievski, a pesar de la excelencia de pensamiento y la suerte de belleza que diversamente nos propusieron, no parecen haber originado, en sentido pleno, ninguna transformación social efectiva, aun teniendo una fuerte y a veces dramática influencia en comportamientos individuales y generacionales. En el plano de la ética, de los valores, del respeto humano, apetece decir, sin cinismo, que la humanidad (me estoy refiriendo, claro está, a lo que solemos designar mundo occidental) sería exactamente lo que es hoy si Goethe no hubiera venido al mundo. Y que, reforzando esta idea, no consta que la lectura de los Fioretti de San Francisco de Asís hubiese salvado siquiera a una sola de las víctimas de la Inquisición…

Es admisible, entonces, afirmar que la literatura, aun cuando por razones religiosas o políticas se dedicó a un misionarismo de buenos consejos y a una ingeniería de almas nuevas, no sólo no contribuyó, como tal, a una modificación positiva y duradera de las sociedades sino que provocó, muchas veces, insanos sentimientos de frustración individual y colectiva, resultantes de un balance negativo entre las teorías y las prácticas, entre lo dicho y lo hecho, entre una letra que proclamaba un espíritu y un espíritu que no se reconocía en la letra. Bastante más fácil sería, para quien se empeñe en descubrir en todas las cosas mutuas relaciones de causa-efecto, reunir pruebas de la maléfica influencia de la literatura (de una parte de ella, por lo menos) en las costumbres y en la moral, y por lo tanto en la sociedad, tarea, además, bastante favorecida por la presencia obsesiva, por ejemplo, de algunas de esas obras y algunos de esos autores en el imaginario sexual de millones de personas, alimentando fantasmas y fantasías a los que, de otro modo, faltarían referencias, abono, modelos, en otras palabras, una completa filosofía de la vida… Entendidas así tales relaciones, y adoptando la actitud, más común de lo que se imagina, de aquéllos que creen que algo sólo tiene verdadera existencia a partir del momento en que existe la palabra que lo nombra, el sadismo se habría revelado al mundo cuando el Marqués de Sade, siendo un niño, le arrancó por primera vez las alas a una mosca, y el masoquismo también tuvo que esperar el día en que la pequeña alma de Sacher-Masoch, tal vez a la misma edad, e imitando, sin saberlo, el ejemplo de los místicos de todas las religiones, entendió que era primero posible, y después deseable pasar del sufrimiento en el placer al placer en el sufrimiento. Al cabo de milenios, después de una larguísima espera, de tanto tiempo perdido, el sádico y el masoquista pudieron finalmente encontrarse, reconocerse como complementarios y, de esta forma, inaugurar la felicidad.

Este camino, tan breve, por la primera de las vías de reflexión que se nos presentan, aquélla que se asentaba en el presupuesto de que la literatura, independientemente del significado moral o amoral de sus expresiones, habría ejercido o ejercería todavía influencia en la sociedad, al punto de constituirse como uno de sus agentes transformadores, nos ha conducido, creo, a una conclusión pesimista y aparentemente no extrapolable: la de su irresponsabilidad esencial. Irresponsabilidad, digo, en el sentido restringido de que no será legítimo atribuir al ciclo de La Guerra de las Dos Rosas de Shakespeare, tomemos este ejemplo, la culpa de un eventual aumento, en número y en gravedad, de los crímenes públicos o privados en general, como de la misma manera no tendremos derecho a acusar al autor de Ricardo III de no haber podido lograr, gracias a lo que se espera sea la lección amonestadora y edificante de toda la tragedia, que los reyes y los presidentes se mataran menos y los particulares se respetasen más. Unos a otros y a sí mismos, debe añadirse.

Si la literatura es de hecho irresponsable, en la doble acepción de que no le puedan ser imputados, aunque sólo sea parcialmente, ni el bien ni el mal de la humanidad, y por lo tanto no está obligada, ya sea para hacer penitencia como para felicitarse, a prestar declaración en ningún tribunal de opinión, si, por el contrario, actúa, en su hacerse, como un reflejo más o menos inmediato del estado mental de las sociedades y de sus sucesivas transformaciones, entonces, la segunda vía de reflexión propuesta, aquella que, quizá con excesivo radicalismo, precisamente acabaría por mostrar a la literatura como mero y obediente sujeto, incluso en sus aparentes rebeliones, se interrumpe cuando aún no habíamos dado los primeros pasos, reconduciéndonos así irónicamente al punto de partida, a la bifurcación de los caminos, a la eterna interrogación sobre lo que debe ser y para qué debe servir la literatura cuando, en la vida cultural de los pueblos, se instala el sentimiento inquietante de que, no habiendo aparentemente dejado de ser, manifiestamente ha dejado de servir.

Aunque el determinismo de la conclusión puede humillar ciertas vanidades literarias, más inclinadas de lo que aconsejaría la modestia a magnificar su papel en la República de las Letras y en la sociedad en general, pienso que no tendremos más remedio que reconocer que la literatura no ha transformado ni transforma socialmente al mundo, y que el mundo es el que ha transformado y va transformando, y no sólo socialmente, a la literatura. Puesta así la cuestión, en términos simples, se objetará que después de que nos han cerrado los cami-nos, ahora vienen a cerramos las puertas y que, encerrado en este círculo, vicioso y perverso como ninguno, al escritor, como tal, no le quedará nada más que trabajar sin esperanza de influir realmente en la vida de su época, limitado a producir los libros que la necesidad de diversión de la sociedad, sin su parecer, le va encargando, y con los cuales se satisfacen él y ella, o, en el caso de haber sido reconocido al proyectarse sobre el cosmos, como poseedor del talento suficiente, escribir obras que su tiempo comprenderá mal o a las que será hostil, dejando al futuro la responsabilidad de un juicio definitivo que, eventualmente seguro y justo en ese caso específico, incurrirá, infaliblemente, en errores de apreciación cuando, en el presente, sea llamado a pronunciarse sobre las obras contemporáneas. En verdad, el escritor cuando escribe no se encuentra solo, está también rodeado de oscuridad, y creo que no abusaré de mi limitada facultad de imaginar si digo que hasta la propia luz de la obra –poca o mucha, todas la tienen– lo ciega. De esta particular ceguera no lo podrá curar ninguna crítica, ningún juicio, ninguna opinión, por más fundamentadas y útiles en algunos planos que se le presenten, ya que son emitidos, todos ellos, desde otro lugar.

¿En qué quedamos entonces? Si las sociedades no se dejan transformar por la literatura, aunque ésta en alguna que otra ocasión pueda haber tenido en las sociedades alguna influencia superficial, o si por el contrario, es la literatura la que se encuentra permanentemente acosada por sociedades como éstas de hoy, que no exigen más que las fáciles variantes de una misma anestesia del espíritu que llaman frivolidad y brutalidad, cómo podremos nosotros, sin olvidar las lecciones del pasado y las insuficiencias de una reflexión dicotómica que se limitaría a hacernos viajar entre la hipótesis, nunca satisfactoriamente verificada, de una literatura agente de transformaciones sociales, y la evidencia de una literatura, esta otra, que no parece ser capaz de hacer más que recoger los destrozos y enterrar las víctimas de las batallas sociales, ¿cómo podremos, insisto, aunque provoquemos la buria de las futilidades mundanas y el escarnio de los señores del mundo, volver a un debate sobre literatura y compromiso, sin que parezca que estamos hablando de restos fósiles?

Espero que en un futuro próximo no falten respuestas a esta pregunta y que cada una de ellas, o todas juntas, puedan hacemos salir de la dolorosa y resignada parálisis de pensamiento y acción en que parecernos complacernos. Por mi parte, me limito a proponer, sin más rodeos, que regresemos rápidamente al Autor, a esa concreta figura de hombre o mujer que está detrás de los libros y sin la cual la literatura no sería nada, no para que nos diga cómo escribió sus grandes o pequeñas obras (lo más probable es que no lo sepa), no para que nos eduque y nos guíe con sus lecciones (que muchas veces es el primero en no seguir), sino, simplemente, para que nos diga quién es, en la sociedad en que estamos él y nosotros, para que se muestre todos los días como ciudadano de este presente, aunque, como escritor, crea estar trabajando para el futuro. El problema no está en que, supuestamente, se hayan extinguido las razones y las causas de orden social, ideológico o político que, con resultados estéticos tan variables en cuanto a las intenciones, llevaron a lo que se llamó Literatura de compromiso, en el sentido modemo de la expresión; el problema está, más crudamente, en que el escritor, por regla general, ha dejado de comprometerse y que muchas de las teorizaciones en que hoy nos dejamos envolver no tienen otra finalidad que constituirse como evasiones intelectuales, modos de ocultar, a nuestros propios ojos, la mala conciencia y el malestar de un grapo de personas –los escritores– que, después de haberse observado a sí mismos, durante mucho tiempo, como luz divina y farol del mundo, añaden ahora, a la oscuridad intrínseca del acto creador, las tinieblas de la renuncia y de la abdicación cívicas.

Después de muerto, el escritor será juzgado según aquello que hizo. Reivindiquemos, en cuanto está vivo, el derecho a juzgarlo también por aquello que es.

Tomado de elviejotopo.com

Visitas: 6

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Follow by Email