Bertrand Russell, conciencia libre y socialista/ Ver- En la guerra como en la guerra/ Argentina: Presentando el Libro de Aldo Casas «El país de los Soviets»

Publicado el 11 de noviembre de 2022

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez*

 

 

La “primavera de Praga” de agosto de 1968 puso en evidencia la existencia de una descomposición del llamado “socialismo real “, una conmoción produjo una historiografía en la que el “comunismo” (un lejano ideal, un concepto utilizado con la creación de la III Internacional para subrayar el rechazo a la socialdemocracia patriotera), era condenado a los infiernos, y del que no habría nada que rescatar. Esta verdad dejó de ser una opinión para convertirse en un artículo de fe en la “intelligentsia” arrodillada ante un presente en el que el mercado se consagraba como el “horizonte de la historia”, y más allá solamente estaban las tinieblas. Entre los autores que dieron una base erudita a este principio de fe, seguramente el más reconocido sería el arrepentido François Furet quien en su obra “canóniga”, El pasado de una ilusión (1995), cita a su favor las contribuciones de autores “heterodoxos” como Panait Istrati, Víctor Serge, George Orwell, así como el de Bertrand Russell, del que afirma que es “uno de los mejores libros del bolchevismo”, una apreciación que resulta repetida ad nauseaum en los órganos de prensa del “pensamiento único” como algo fuera de toda duda.

Recuerdo que cuando leí estas líneas en la obra de Furet, me quedé muy desconcertado. Me parecía que el ilustre “mandarín” ni tan siquiera ha leído Teoría y práctica del bolchevismo 1/, cuyo contenido no encaja con el enfoque denigratorio total de El pasado de una ilusión. Para empezar: la discrepancia de Russell se hace desde el anticapitalismo. Es más, en los últimos años de su vida, no en vano fue el promotor del Tribunal Russell que representó la mayor oposición moral y cultural a los crímenes norteamericanos en el Vietnam. Es cierto que al principio de la “guerra fría”, Russell padeció “estalinofobia”, y lo es que en el mismo año (1950), en que recibió el Premio Nobel, llegó a proclamar en un discurso de 1948 en el salón de actos de Westminster Scholl todavía dañado pro los bombardeos nazis, sugirió amenazar a Stalin con la bomba atómica. Pero aunque entonces llegó a colaborar con el Congreso por la Libertad de la Cultura, no tardó mucho en tomar partido contra la guerra de Corea, contra el maccarthysmo, y contra el la amenaza nuclear. 2/

Pero el agresivo neoliberal (y antaño estalinista), François Furet se olvidaba de todo esto y extraía datos y palabras de Russell que no se corresponden a lo que fundamentalmente escribe en su libro, escrito en 1921, o sea al final de la guerra civil. Russell, que confesó poseer “un temperamento inclinado al anarquismo”, dicta ya en la primera página: “La Revolución Rusa es uno de los grandes acontecimientos heroicos de la historia universal. Resulta natural compararla con la Revolución Francesa, pero es en realidad algo de importancia aún mayor. Ha hecho más por cambiar la vida cotidiana y la estructura de la sociedad; y ha hecho también más por cambiar las creencias de los hombres. La diferencia entre ambas revoluciones puede ser ejemplificada con la diferencia entre Marx y Rousseau; este último, sentimental y blando, apelaba a la emoción y difuminaba los contornos demasiado agudos; el primero, sistemático como Hegel, lleno de recio contenido intelectual, apelaba a la necesidad histórica y al desarrollo técnico de la industria, y sugería una concepción de los seres humanos como muñecos en las garras de fuerzas materiales omnipotentes. El bolchevismo combina las características de la Revolución Francesa con las de la aparición del Islam; y el resultado es algo radicalmente nuevo, que solamente puede ser comprendido mediante un esfuerzo de imaginación paciente y apasionado”.

Y añadía solamente unas líneas más abajo: “El aspecto más importante de la Revolución Rusa es, con mucho, la tentativa de realizar el socialismo. Yo creo que el socialismo es necesario al mundo, y creo que el heroísmo de Rusia ha encendido las esperanzas de los hombres, de una manera esencial para la realización del socialismo en el futuro. Considerado como una espléndida tentativa, sin la cual el éxito definitivo se habría hecho muy improbable, el bolchevismo merece la gratitud y la admiración de todos los sectores progresivos de la humanidad”. Su informe puede resumirse como un sí pero no. La diferencia radica en que Russell entiende que “el método por el cual Moscú busca el establecimiento del socialismo es un método de pioneros, tosco y peligroso, demasiado heroico para tener en cuenta el coste de la oposición que provoca”. Y en sus últimas líneas retoma el mismo discurso: “Es posible que el comunismo ruso falle y se hunda, pero el socialismo no morirá. Y si sus abogados se dejan inspirar por la esperanza más bien que por el odio, el socialismo puede lograrse sin el cataclismo universal predicado por Moscú”.

En cuanto a Lenin, Russell lo describía en los siguientes términos:

“Poco después de mi llegada a Moscú tuve una conversación de una hora, en inglés, con Lenin, que habla perfectamente nuestro idioma. Un intérprete se encontraba presente, pero sus servicios apenas fueron requeridos. La habitación de Lenin es muy sencilla; contiene una gran mesa de trabajo, algunos mapas en las paredes, y un cómodo asiento para visitantes, además de dos o tres sillas duras. Es obvio que Lenin no ama el lujo, ni siquiera el confort. Es muy cordial, y aparentemente sencillo, sin la más pequeña huella de altivez en persona ni en su estilo. Si alguien se encontrase con él sin saber quién era, no podría adivinar que estuviera en posesión de un gran poder, ni siquiera que fuese eminente en algún sentido. Nunca he encontrado a un personaje tan desprovisto de altivez. Contempla a sus visitantes muy atentamente, y entorna un ojo, lo que parece aumentar de un modo alarmante el poder de penetración del otro. Ríe mucho; al principio, su risa parece meramente amistosa y alegre, pero gradualmente fui sintiendo que era bastante severa. Es un hombre dictatorial, tranquilo, incapaz de sentir miedo, extraordinariamente desprovisto de egoísmo, una teoría viviente. Uno siente que la sangre que le vitaliza es la concepción materialista de la historia. Parece un profesor en su deseo de hacer comprender la teoría y en su furia contra los que la entienden mal o la rechazan, y también en el amor con que la expone. Me produjo la impresión de que desprecia a muchas personas y de que es un aristócrata intelectual.

Lo primero que le pregunté fue hasta qué punto reconocía la peculiaridad de las condiciones políticas y económicas inglesas. Yo estaba ansioso por saber si para unirse a la Tercera Internacional, era una condición indispensable abogar por la revolución violenta, pero no hice directamente esa pregunta, porque otros iban a hacerla oficialmente. La respuesta de Lenin me resultó insatisfactoria. Admitió que en estos momentos hay pocas posibilidades de revolución en Inglaterra, y que el trabajador no siente aún disgusto por el régimen parlamentario (…) Cuando yo sugerí que todo lo que sea posible en Inglaterra puede ser logrado sin derramamiento de sangre, descartó la sugerencia como fantástica. Me hizo una pobre impresión en cuanto a conocimiento o imaginación Psicológica a propósito de la Gran Bretaña. Verdaderamente, la tendencia marxista es contraria a la imaginación psicológica, ya que el marxista lo atribuye todo en política a causas puramente materiales”.

Como el intelectual honesto que era, Russell no se olvida del cerco internacional, y entiende que Lenin “considera que el levantamiento del bloqueo será la única cura radical; pero no confiaba mucho en que pudiera conseguirse de una manera completa y permanente a no ser por revoluciones en otros países. La paz entre la Rusia bolchevique y los países capitalistas, dijo, tiene que ser siempre insegura; la Entente podría ser conducida, por cansancio y por disensiones internas, a firmar la paz, pero él estaba convencido de que ésta sería de corta duración”. Russell hizo una última pregunta para tratar del asunto del comercio exterior: “Lenin admitió que el comercio crearía dificultades, pero que éstas serían inferiores a las de la guerra. Dijo que dos años antes ni él ni sus colegas creían poder sobrevivir contra la hostilidad del mundo. Él atribuye su supervivencia a los celos e intereses divergentes de las diferentes naciones capitalistas, y también al poder de la propaganda bolchevique.

Dijo que los alemanes se habían reído cuando los bolcheviques se propusieron combatir a los cañones con octavillas, pero que los hechos habían probado que las octavillas no eran menos poderosas que los cañones. Creo que no reconoce que los partidos socialista y laborista han tenido alguna parte en aquel éxito. Parece no saber que la actitud del laborismo británico ha ayudado mucho a imposibilitar una guerra de “primera clase” contra Rusia, al forzar que el Gobierno se limitase a lo que podía hacerse como a escondidas, y negarse sin mendacidad demasiado estridente…Le producen un verdadero placer los ataques de Lord Northcliffe 3/, al que desea enviar una medalla como recompensa de la propaganda soviética. Las acusaciones de expoliación, dice, pueden impresionar al burgués, pero tienen un efecto opuesto sobre el proletariado”.

Russell encuentra que de haber conocido al líder revolucionario ”sin saber quién era”, no habría adivinado que era un gran hombre, aunque lo encontraba “demasiado dogmático y estrechamente ortodoxo. Su fuerza procede, imagino, de su honradez de su valor y de su resuelta fe —fe religiosa en el evangelio marxista, que ocupa el lugar de la esperanza puesta en el paraíso por los mártires cristianos, excepto que es menos egoísta”, también aprecia en él “tan poco amor a la libertad como los cristianos que padecieron bajo Diocleciano y se vengaron cuando adquirieron el poder. Quizás el amor a la libertad sea incompatible con la absoluta creencia en una panacea para todos los males humanos…” (1971; 39-45).

Anotemos también que el célebre filósofo y pacifista británico realizó su viaje como parte de una delegación socialista británica, y que en se encontraba su compañera de entonces. Dora Russell, una de las animadoras de la Liga Mundial para la Reforma Sexual y una de las portavoces del movimiento feminista inglés, de manera que su interés se centró especialmente en estos temas por lo que tuvo diversos encuentros con Alejandra Kollontaï. En su Autobiografía, subtitulada en la versión original “Mi búsqueda de la libertad y del amor” 4/, Dora da cuentas de sus calurosos encuentros con John Reed, así como con Emma Goldman y Alexander Berkman, a los que volvió a encontrar en Londres cuando estos hacían campaña contra los bolcheviques, punto en que Dora manifiesta su desacuerdo. Dedica unas breves líneas a un acto en el que “resonaban aplausos y gritos de `Lenin, tovarich Lenin´, se enlazaban los brazos a su alrededor y se le hacía avanzar con seguridades y con afecto hasta llegar al teatro. Allí, en cada pupitre había lo que acabaría siendo una característica de los congresos internacionales de este tipo: una gran carpeta imitación de piel (en aquel caso con una bandera roja grabada en la cubierta) llena de documentos e informes, un cuaderno y un lápiz…Luego habló Lenin. No sé qué dijo porque, en aquella ocasión, no podía esperar que alguien me susurrara la traducción; pero contemplé sus gestos comedidos, la manera de levantar la cabeza, con lo que su barba se dirigía directamente al público. Un hombre respetado y querido y totalmente en contacto y en pleno dominio de aquella gran masa de gente”, un acto en el que Lenin se pasea entre le gente con toda confianza, como uno más, sin policías ni escolta.

¿Se imagina alguien haciendo lo mismo al Zar?

Sin embargo en la Rusia de los jerarcas los últimos zares fueron santificado por la Iglesia ortodoxa ante el beneplácito de quienes preferían no importa qué antes que cualquier ”socialismo con rostro humano”.

Notas

1/ El libro apareció en castellano en Ariel Quincenal (Barcelona, 1969). En la nota preliminar escrita en octubre de 1948, Russell precisa: “Sí escribiera ahora el libro, diría de otra manera algunas cosas, per, en todos los aspectos de mayor importancia, conservo del comunismo la idea que me formé en 1920, y su desarrollo subsiguiente no ha diferido mucho a lo que yo esperaba”, lo que indica que no le importaba mucho todo lo que había sucedido desde 1920. En el texto de la contraportada, se podía leer: “Las críticas de Russell a los bolcheviques, hechas desde una perspectiva anticapitalista, resultan ahora tan reveladoras como sorprendentemente actuales, a la luz sobre todo de la invasión de Checoslovaquia y de otros desarrollos recientes de la política oficial soviética”. Sobre las posiciones de Russell en esta época, sobre todo en relación al Tribunal Russell sobre el Vietnam, resultan especialmente esclarecedoras las memoras de Tariq Ali, Años de lucha en calle (Ed. Foca, Madrid, 2007, páginas 119-120, 141-142). En la misma colección que La revolución rusa, de Christopher Hill, y que Herejes y renegados, de Isaac Deutscher

2/ En su importante obra, Frances Stonor Sanders, La CIA y la guerra fría cultural (Ed. Debate, Madrid, 2001; 136), dice que Russell había conocido a Lenin, y que “éste no le había causado buena impresión”, y añadía la siguiente cita: “Su carcajada al pensar en los que habían sido masacrados me heló la sangre…”. Parece obvio que Frances tampoco se leyó er leído.

3/ Se refiere a Alfred Charles William Harmsworth, lord Northcliffe (1865-1920), escritor y periodista, amén de propietario y editor de periódicos conocido como el “Napoleón de la Prensa”, favoreció el sensacionalismo, y lideró una extensa campaña a favor de la intervención británica contra Rusia, y no precisamente para debatir sobre las ideas. Habría sido más honesto que Furet citara a este personaje y no al alguien que ya entonces estaba convencido que “el actual sistema capitalista está condenado a muerte”.

4/ Editado por Grijalbo Barcelona-Buenos Aires-México, 1979, en traducción y prólogo de Mata Pessarrodona. El fragmento citado corresponde a la página 174.

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez para Kaosenlared

 

*José GutiérrezÁlvarez: (La Puebla de Cazalla, provincia de Sevilla, 1946) es un escritor y político marxista español.

 

Fuente: Kaos en la Red

 

 

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