Revisitando El Dieciocho Brumario de Marx. Entrevista a Dylan Riley

Traducción: Florencia Oroz.

En El Dieciocho Brumario Karl Marx analiza la revolución y la reacción en la Francia de mediados del siglo XIX de manera magistral. Sus apreciaciones ofrecen lecciones perdurables sobre la revolución, la dinámica de clases y la perpetua lucha con los lazos de la historia.

Como escribió Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». Una pesadilla, efectivamente, es la que vivimos cuando lidiamos con el peso de los legados históricos.

Lo que resulta especialmente sorprendente del momento actual es cómo las contradicciones acumuladas de la economía política estadounidense han llegado a un callejón sin salida. El viejo orden sigue vigente, pero ha perdido su apariencia de naturalidad, inevitabilidad y permanencia.

En una entrevista en el podcast The Dig de Jacobin Radio, Daniel Denvir habla con el sociólogo político Dylan Riley. Ambos profundizan en el análisis de Marx en El Dieciocho Brumario, explorando su visión de la revolución y la reacción en la Francia de mediados del siglo XIX, así como las teorías más amplias que desarrolla sobre la historia. También examinan la intrincada relación entre la política y la lucha de clases, y cómo las ideas de Marx en El Dieciocho Brumario pueden iluminar la dinámica política contemporánea en Estados Unidos.

 

La monarquía de julio y las jornadas de junio

DD

Empecemos por exponer la historia general que Marx está analizando en la Francia de mediados del siglo XIX y los grupos y personalidades clave. Tenemos a Luis Bonaparte, los monárquicos del partido del Orden, los socialdemócratas de la Montaña, el proletariado de París, los campesinos, etcétera. ¿Podría contextualizarnos un poco en aquel momento y explicar qué intenta argumentar en su libro?

DR

Voy a dar mi opinión sobre lo que creo que ocurre en el libro, pero debo empezar con un descargo de responsabilidad. No soy un historiador de la Francia del siglo XIX ni un experto en este texto en particular, que es quizás el más difícil de todos los escritos de Marx, incluso más que El capital, en varios sentidos.

Dicho esto, permítanme darles una idea general de lo que creo que es importante tener en cuenta al abordar el Dieciocho Brumario. Es útil empezar describiendo la primera parte del largo siglo XIX. El contexto general del Brumario es el periodo de medio siglo que sigue a la Revolución Francesa de 1789, el periodo de 1789 a 1848 que Eric Hobsbawm denomina la Era de la Revolución. Fue una época marcada por la agitación y las turbulencias.

Antes de los levantamientos de 1848 hay tres periodos notables. En primer lugar, la época revolucionaria, que abarca de 1789 a 1815 —la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas— y que difundió las ideas revolucionarias por toda Europa. Luego está la restauración, en la que el antiguo régimen vuelve a resurgir en el periodo comprendido entre 1815 y 1830, marcado por el Congreso de Viena y la instauración de la llamada Monarquía de julio. Por último, está la propia Monarquía de julio, de 1830 a 1848: una monarquía constitucional liberal clásica que sustituye a la monarquía conservadora precedente.

Marx interpreta estos dos últimos periodos en términos de dinámica de clases. Ve la propia restauración como una venganza de la aristocracia terrateniente. E interpreta la Monarquía de julio como una monarquía burguesa, con su base social enraizada en las altas finanzas.

Otra cosa que hay que tener en cuenta es el trasfondo inmediato de la década de 1840, que es el primer gran boom ferroviario. La red ferroviaria europea se está construyendo, y hacia el final de la década de 1840 hay una crisis clásica de sobreproducción y una fuerte caída cíclica con el deterioro de las condiciones de los salarios y el empleo. Es lo que prepara el escenario para el propio levantamiento de 1848. La propia evolución política de Marx se vio profundamente influida por la miseria social de la época. En febrero de 1848, en medio de una escalada de este sufrimiento popular, estalló un levantamiento generalizado contra la Monarquía de julio.

 

DD

Se desencadena en París, pero estalla en toda Europa.

DR

En realidad comienza primero en Palermo. Pero sí, se extiende por toda Europa. Es la primavera de los pueblos, una serie de levantamientos en toda Europa. El movimiento abarca varias iteraciones, incluyendo versiones italianas, húngaras, polacas y alemanas, con Francia ocupando un lugar central con la revolución de febrero de 1848. Curiosamente, la revolución de febrero fue, en cierto modo, predicha por el Manifiesto comunista, escrito justo en ese período.

Así que, si nos fijamos en el liderazgo en Francia durante ese tiempo, es esencial tener en cuenta que la situación no era la misma en el resto de Europa. El trasfondo social de 1848 es bastante heterogéneo en todo el continente. En Francia, sobre todo en París, la clase obrera desempeñó un papel importante, impulsada por figuras como Louis Blanc y Auguste Blanqui. Sin embargo, a diferencia de la situación en 1789, el campesinado permaneció en gran medida pasivo durante el levantamiento de 1848.

Esto prepara el terreno para comprender las complejidades que se analizan en El Dieciocho Brumario, que mezcla una narración detallada con reflexiones teóricas más amplias. La cronología básica es la siguiente: en abril de 1848, justo después del levantamiento de febrero, surge lo que podemos llamar una república constitucional. Ya no es un régimen monárquico, y está dominado por un grupo llamado republicanos moderados. Pero entonces, con otro levantamiento, las cosas toman un giro más radical a partir de junio de 1848. Marx llama a este período las «jornadas de junio», que establecen un importante telón de fondo para El Dieciocho Brumario.

Este levantamiento —de decenas de miles de trabajadores— es ferozmente reprimido por uno de los personajes centrales de El Dieciocho Brumario, un hombre llamado Louis-Eugène Cavaignac. Cavaignac es un general que ha aprendido a reprimir a los colonos en Argelia y regresa a París en 1848 para aplicar las mismas técnicas a la clase obrera. En cierto modo, la situación recuerda a la de Francisco Franco en España, que dejó su impronta primero en el norte de África antes de desatar la violencia reaccionaria contra la clase obrera española durante la Guerra Civil.

Las jornadas de junio son realmente un momento clave de la propia historia europea, porque marcan la ruptura definitiva e irrevocable entre la burguesía y la clase obrera. Para Marx, esto señala el comienzo de lo que podríamos considerar la lucha de clases moderna. La clase obrera pasa a un segundo plano a medida que el resto de El Dieciocho Brumario se centra en el menguante apoyo social al régimen parlamentario francés, hasta su desaparición en diciembre de 1851 con el golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte.

La primera parte de la historia es la elección de Bonaparte, que tiene lugar el 10 de diciembre de 1848. Es un acontecimiento bastante sorprendente. Bonaparte es en realidad el primer jefe de Estado elegido popularmente en el mundo, descontando el sistema del Colegio Electoral de Estados Unidos. Así, comienza a cosechar un importante respaldo popular. Sin embargo, la mayor parte de El Dieciocho Brumario gira en torno a la lucha de poder entre Bonaparte y sus diversos adversarios burgueses. Esencialmente, todos los adversarios, al ver aplastados a sus aliados potenciales, se encuentran cada vez más aislados en su enfrentamiento con Bonaparte, hasta que este emerge como el último hombre en pie en esta saga de tres años después de 1848.

 

El aplazamiento de la ruptura revolucionaria

DD

Antes de que sigamos, ¿podría explicarnos un poco de qué trata el libro, más allá de los acontecimientos históricos concretos que Marx analiza?

DR

Yo entiendo el libro en términos del propio desarrollo intelectual y político de Marx. Es muy importante tener en cuenta de que El Dieciocho Brumario se escribe pocos años después del Manifiesto comunista. El rompecabezas fundamental que Marx está tratando es bastante simple: Marx predice una ruptura revolucionaria —aunque no es el único que lo hace— en 1848. Parece que su predicción se ve inmediatamente confirmada por los acontecimientos históricos. Pero entonces se produce el ascenso de Bonaparte. Y eso, por supuesto, supone un desafío tanto político como teórico para Marx.

 

DD

Porque los trabajadores de Francia se unieron y consiguieron a Luis Bonaparte.

DR

Sí, claro. Y entonces, ¿por qué? ¿Por qué la historia va al revés? ¿Por qué el esquema de desarrollo social que fue tan brillante y lacónicamente expuesto en el Manifiesto comunista, parece no aplicarse en este caso? Ese es el enigma que se plantea aquí. Para responder a esa pregunta, creo que El Dieciocho Brumario no es totalmente coherente, pero ofrece un par de sugerencias diferentes sobre cuál es el proceso. Y creo que hay dos cosas principales que se pueden extraer de estas sugerencias.

Una de ellas es fácil de pasar por alto en una lectura rápida. Si lees de cerca el análisis de Marx, no está tan claro cómo entiende exactamente la economía política francesa. Tal vez el problema, desde la perspectiva de Marx, es que la sociedad francesa, en algunos aspectos importantes, está subdesarrollada. Hay un gran campesinado. Incluso la propia burguesía es un estrato dependiente del Estado, que busca rentas. No es exactamente la burguesía del Manifiesto comunista. Esta divergencia de la burguesía descrita en el Manifiesto comunista aísla a la clase obrera y hace que la burguesía francesa sea susceptible de traicionar su misión histórica de establecer un Estado representativo. Estos factores históricos conducen al aislamiento de la clase obrera francesa.

Otra lección es la importancia de las alianzas de clase. En El Dieciocho Brumario, Marx está pensando mucho más estratégicamente sobre política que en el Manifiesto comunista. Y está pensando en el problema planteado por el hecho de que, para que la clase obrera emerja como una fuerza política efectiva, debe articular sus intereses como los intereses de la nación. Y, en cierto sentido, por utilizar un término gramsciano, esa es la forma en que la clase obrera puede reclamar la hegemonía.

La tercera cosa que está pasando es la realidad del Estado. Y eso es algo que creo que seguirá persiguiendo a Marx también a través de sus escritos sobre las guerras civiles en Francia. Es decir que, cuando pensamos en la ruptura revolucionaria prevista, debemos recordar que existe este último respaldo al orden social que no se puede desear que desaparezca. En el caso de El Dieciocho Brumario, la realidad del Estado se presenta como el garante final, podríamos decir, del orden existente. Y esto es algo que se percibe y que realmente no se percibe en las versiones anteriores del análisis de Marx.

 

DD

Quiero volver al entorno intelectual en el que Marx debate. Se enfrenta a las evaluaciones liberales de la situación francesa, así como a la del anarquista Proudhon. Escribe:

«Víctor Hugo se limita a invectivas amargas e ingeniosas contra el autor responsable del golpe de estado. El suceso mismo se le aparece como un relámpago en el cielo sereno. Sólo se ve el golpe de fuerza de un individuo. No se da cuenta de que así lo engrandece, en lugar de disminuirlo, atribuyéndole una fuerza de iniciativa personal sin ejemplo en la historia. Proudhon, por su parte, intenta representar el golpe de estado como el resultado de un desarrollo histórico anterior. Pero, bajo su pluma, la historia del golpe de Estado se transforma en una apología del Golpe de Estado. Cae así en el error que cometen nuestros historiadores que se autotitulan objetivos. En cuanto a mí, muestro, por el contrario, cómo la lucha de clases en Francia creó circunstancias y una situación tales que permitieron a un personaje mediocre y grotesco hacer figura de héroe.»

¿Con qué se opone Marx a estos dos enfoques y qué ofrece como alternativa?

DR

Obviamente, en la mente de Marx hay una conexión entre desarrollar una explicación real de los acontecimientos y pensar qué hacer al respecto. Mientras que con Proudhon tenemos la otra cara de la moneda. Es una especie de relato objetivista. Y creo que uno de los puntos centrales de Marx en El Dieciocho Brumario —en cierto sentido, el punto central— es la necesidad de pensar en las posibilidades revolucionarias futuras; la necesidad de que la clase obrera forme una alianza con aquellos actores sociales con los que las alianzas son posibles. En el caso francés del siglo XIX, ese es el campesinado. Por supuesto, eso tomaría una forma diferente hoy en día.

También se ve allí la forma en que Marx ve esto y lo reconoce como un desafío fundamental para su propia teoría. «¿Cómo puede tu relato, basado en las luchas de clases y las fuerzas históricas objetivas, explicar este acontecimiento, que parece tan idiosincrásico y tan dependiente de la personalidad individual?». Y el argumento de Marx, por supuesto, es que es precisamente la lucha de clases la que puede explicar por qué un individuo emerge de repente como decisivo en un momento histórico concreto.

 

Ilusión y disyuntiva

DD

Como acabas de decir, un mal análisis hace una mala política, y Marx escribe que el tipo de pensamiento de Hugo hizo que los opositores franceses a Bonaparte fueran incapaces de entender claramente y contrarrestar su ascenso. Me ha recordado a toda esa certeza liberal ante noviembre de 2016: la certeza de que la ortodoxia triunfaría sobre el esperpento de Trump. Marx escribe:

«La debilidad había ido a refugiarse, como siempre, en la fe en el milagro: creía vencer al enemigo con solo descartarlo mágicamente con la fantasía, y perdía toda la comprensión del presente ante la glorificación pasiva del futuro que le esperaba y de las hazañas que guardaba in petto, pero que aún no consideraba oportuno revelar. Esos héroes que se esforzaban en refutar su probada incapacidad prestándose mutua compasión y reuniéndose en un tropel, habían atado su hatillo, se embolsaron sus coronas de laurel a crédito y se disponían precisamente a descontar en el mercado de letras de cambio sus repúblicas in partibus para las que, en el secreto de su ánimo poco exigente, tenían ya previsoramente preparado el personal de gobierno.»

¿Qué está diciendo Marx aquí sobre estos políticos franceses que se apresuraron prematuramente a medir las cortinas?

DR

En mi opinión, lo que Marx ve aquí es que hay una conexión entre la incapacidad de un personaje para comprender el proceso histórico y su ceguera política en el momento inmediato en que está actuando. Y esa es una conexión en la que insistirá a lo largo del libro.

 

DD

En la misma línea, en otro pasaje escribe:

«En ningún período nos encontramos con una mezcla más abigarrada de frases altisonantes e inseguridad y desamparo efectivos, de aspiraciones más entusiastas de innovación y de imperio más firme de la vieja rutina, de más aparente armonía de toda la sociedad y más profunda discordancia entre sus elementos.»

Lo primero que pensé al leer eso fue en los primeros años de Obama, cuando parecía que todas esas profundas contradicciones —políticas, económicas, sociales, lo que fuera— de la sociedad estadounidense se habían apaciguado de algún modo en el propio personaje y la persona del nuevo presidente.

DR

Creo que existe un paralelismo en el sentido de que la función histórica real de Obama y su propia autoconciencia y autocomprensión divergen enormemente entre sí. De hecho, creo que lo mismo puede ocurrir con Trump en un sentido opuesto.

Una de las razones por las que El Dieciocho Brumario tiene un carácter imperecedero es que Marx identifica agudamente la disyuntiva sistemática entre los papeles que los actores políticos parecen estar desempeñando, los papeles que entienden que están desempeñando y las funciones reales que cumplen. En el proceso político, la función real de Obama era salvar a los bancos, por decirlo crudamente. Pero, se presentó como la trascendencia de todos estos problemas profundamente arraigados en la sociedad estadounidense (obviamente, lo más importante, la cuestión de la raza). La mitología en la que estaba envuelto es parte de la comprensión de ese momento histórico. Y se podría decir además que fue precisamente esa mitología la que le permitió actuar de la forma en que lo hizo.

 

DD

En esa línea, Marx señala que es ese tipo de mitología la que puede hacer que cualquier orden dado parezca sólido. Como escribió en otra parte, «Todo lo sólido se desvanece en el aire». En El Dieciocho Brumario argumenta que cualquier orden dado, por sólido que parezca, puede ser en realidad bastante frágil porque siempre depende de un conjunto de condiciones que lo sustentan. Y escribe:

«La Constitución, la Asamblea Nacional, los partidos dinásticos, los republicanos azules y los rojos, los héroes de África, el trueno de la tribuna, el relampagueo de la prensa diaria, toda la literatura, los nombres políticos y los renombres intelectuales, la ley civil y el derecho penal, la liberté, égalité, fraternité y el segundo domingo de mayo de 1852, todo ha desaparecido como una fantasmagoría al conjuro de un hombre al que ni sus mismos enemigos reconocen como brujo. El sufragio universal solo pareció sobrevivir un instante para hacer su testamento de puño y letra a los ojos del mundo entero y poder declarar, en nombre del propio pueblo: “Todo lo que existe merece perecer”.»

¿Qué argumento esgrime Marx aquí? ¿Y cómo cree que podría aplicarse a nuestro propio orden, que ciertamente no ha descendido a la dictadura, pero que está atravesando una profunda crisis que la gente ni siquiera preveía que tendría lugar, incluso en medio de los días más intensos de la crisis financiera?

DR

Supongo que la vida política que se desarrolla en una democracia capitalista está llena de dramatismo. Yo diría que Marx está tratando de penetrar en el tipo de conflicto pirotécnico que constituye la escena política en una democracia capitalista burguesa (aunque aplicar el término «democracia» a la situación en Francia sobre la que está escribiendo es un poco anacrónico). La cuestión es que, en cierto sentido, el problema es que en este mundo de lo político, la gente tiene esta ilusión de solidez y fijeza. Esta ilusión se manifiesta en rutinas y normas consagradas que podemos ver en contextos contemporáneos, como en Estados Unidos.

Aunque estos aspectos de la vida política puedan parecer estables, pueden desvanecerse rápidamente cuando las cuestiones de clase, tal y como las percibe Marx, pasan a primer plano. El paisaje político sirve como elemento vital en la reproducción de la sociedad capitalista, pero también tiene un carácter efímero, susceptible de rápidas alteraciones. Este fenómeno es más extremo en países como Estados Unidos, con su veneración de la Constitución y otros rasgos institucionales.

 

Tragedia y farsa

DD

Sobre ese punto acerca de la fijeza y el poder dados a las instituciones y a un momento histórico particular, Marx escribe algunas de sus líneas más famosas: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa». Y continúa:

«Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.»

Hay un poco de tensión, tal vez complementaria, con lo que acabamos de discutir: cómo Marx sostiene que todo sistema político-económico es frágil, dependiente de circunstancias rápidamente cambiantes que pueden conducir a su colapso o a una rápida transformación. En estos pasajes habla sobre las limitaciones de la historia y la estructura. ¿Cuál es su argumento?

DR

Creo que esto enlaza con lo que decíamos antes sobre la relación entre tener una política adecuada y tener una comprensión real de la situación histórica a la que se enfrenta un grupo o una clase. Y lo que creo que Marx está diciendo en esos famosos pasajes es, en realidad, que hay una forma paradójica en la que los actores del drama histórico que está describiendo, para actuar, deben en cierto sentido no comprender plenamente la naturaleza de su propia acción.

Y eso significa que deben malinterpretar —de alguna manera fundamental— su propio papel en el proceso histórico. El proyecto de Marx, que es a la vez un proyecto político y un proyecto teórico, es superar eso. Su proyecto es, de hecho, dotar a la clase obrera de una comprensión real de su papel en la historia. Esta conciencia de clase implica una comprensión de la dinámica histórica genuina y de los retos a los que se enfrenta la propia clase. Todas las clases anteriores, en algunos aspectos, han sido capaces de actuar solo a través de una incomprensión de su propio papel en el proceso histórico; de ahí la invocación de Hegel.

Marx se refiere aquí a la comprensión de Hegel del desarrollo histórico, que es, por supuesto, también una comprensión de una autocomprensión del agente del cambio histórico en la historia. Lo que quiere decir Hegel es que estas dos cosas, es decir, la autocomprensión y la realidad, se han separado pero se están fusionando gradualmente. Y aquí ocurre algo parecido con lo que dice Marx: la razón por la que las clases llevan anteojeras es que, para cumplir su propio papel en la historia, deben de alguna manera no entender esto y comportarse como si fueran actores del pasado.

 

DD

Pero entonces Marx argumenta que para tener éxito tienen que mirar hacia el futuro.

DR

Esto se refiere en particular a la clase obrera. Creo que esa es la cuestión. La clase obrera tiene que aprender su propio lenguaje. ¿Cuál es ese lenguaje? Es el lenguaje que los socialistas intentan construir. Es el nuevo lenguaje. Esto sugiere un cambio en la agencia histórica, en la que los actores ya no se limitan a imitar el pasado, sino que poseen una auténtica comprensión del momento histórico. Creo que la ciencia y la política están muy estrechamente vinculadas en estas líneas, aunque sea de forma implícita.

 

DD

Su pasaje sobre este punto dice: «La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido. Allí, la frase desbordaba el contenido; aquí, el contenido desborda la frase».

DR

Marx señala cómo los revolucionarios franceses adoptaron el ropaje de la República romana y, más tarde, del Imperio romano. Pero esto no es la República Romana, no es el Imperio Romano. Sin embargo, para llevar a cabo su tarea histórica, que es establecer el Estado representativo moderno —emprender la revolución burguesa—, deben malinterpretar su propio papel en la historia.

Para la burguesía y las sociedades anteriores a la clase obrera existe un vínculo necesario entre sus acciones de clase y la incomprensión de su papel histórico. Sin embargo, la clase obrera actúa de forma diferente. Para actuar eficazmente como clase, la clase obrera debe comprender su papel en la historia sin mistificaciones. Por eso tiene una forma especial de agencia histórica. Ya no se trata de que la clase obrera se vista con los trajes del pasado. Debe aprender la poesía del futuro. Creo que esa es la diferencia de la que habla.

Cuando dice «la frase iba más allá del contenido» se refiere a cómo los revolucionarios burgueses se vistieron históricamente con los trajes simbólicos de la antigüedad clásica para establecer la sociedad burguesa. El contenido aquí representa la realidad prosaica de la sociedad burguesa, mientras que la frase se refiere a estos trajes simbólicos.

Sin embargo, para la clase obrera, la situación es diferente. El contenido es la emancipación humana, mientras que la frase representa la autocomprensión de la situación histórica, que se alinea con el materialismo científico o histórico. Esta distinción subraya una diferencia fundamental de enfoque entre la burguesía y la clase obrera.

 

Dialéctica del éxito y del fracaso

DD

¿Es justo decir que a lo que Marx se refiere es a la tendencia reaccionaria a reinterpretar constantemente la tradición?

DR

Es posible. Y creo que hay algo fascinante en la naturaleza del culto a Napoleón. Supongo que es como «make France great again». También tiene mucho que ver con esta forma particular en que Marx entiende la manera en que se supone que funciona la conciencia de clase en diferentes épocas históricas y para diferentes clases. Y es probablemente la parte más difícil de entender lo que Marx está tratando de decir. Para decirlo de manera muy simple, tenemos que pensar por qué es que la burguesía tiene que actuar de esta manera. ¿Por qué la burguesía tiene que ponerse los trajes del pasado? Eso nunca se aclara del todo en El Dieciocho Brumario propiamente dicho.

 

DD

Una cosa que quiero discutir sobre este punto es el argumento de Marx acerca de cómo el proletariado llega al punto en que está firmemente orientado hacia el futuro. Y parece que está haciendo un argumento tanto analítico como prescriptivo. Está dando consejos a los revolucionarios, pero también argumentando que la dinámica de cualquier momento revolucionario está fuertemente determinada por la dinámica histórica contingente. Escribe:

«Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que solo derriban a su adversario para que este saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás (…).»

¿Cuál es el argumento de Marx aquí sobre cómo la historia crea momentos que están más o menos maduros para la política transformadora? ¿Es esa la forma correcta de leerlo?

DR

Creo que lo que busca aquí es toda la tensa cuestión de cómo será la futura revolución. Y no está seguro. Hay un intento de salir del lecho de Procusto de 1789 y sus secuelas. Es decir, que no va a ser necesariamente como el asalto a la Bastilla. Pero como la naturaleza real de la revolución futura, esto es algo que creo que va a ocupar a Marx, en sus escritos políticos, durante el resto de su vida. Y, en cierta medida, sigue siendo la cuestión clave que la gente de izquierda debe abordar.

Por lo tanto, no sé exactamente cómo responder a eso, aparte de decir que está claro que cualquier revolución que venga va a tomar una forma diferente a la toma de la Bastilla y los grandes días de la Revolución Francesa. Además, la crítica constante desempeñará un papel importante. Será una revolución autoconsciente que incorporará la comprensión de sí misma y de su papel social para impulsar el cambio. Hay un componente cognitivo en esta lucha revolucionaria que es muy importante destacar para Marx.

En El Dieciocho Brumario, creo, hay una recomendación estratégica específica. Básicamente, que si la clase obrera está aislada, no podrá tomar el poder. Debe establecer alianzas de clase. Debe establecer alianzas con los grupos que están fuera del núcleo de la clase obrera manufacturera. Eso está muy claro, y será así durante toda la Revolución Rusa y más allá. Ese otro actor es el campesinado.

Sobre la cuestión más amplia de cómo pensar en la revolución proletaria, no creo que haya una respuesta clara en El Dieciocho Brumario. Y no creo que Marx haya abordado nunca adecuadamente esta cuestión.

 

DD

Parece que está argumentando que hay ciertas limitaciones y posibilidades que ofrecen momentos históricos particulares. Aunque no presenta un argumento completamente determinista, Marx parece insinuar que el proletariado francés, dadas sus circunstancias —tanto internamente como en relación con estructuras político-económicas más amplias y dinámicas de clase— tenía resultados en cierto modo predecibles. Y me hace pensar en algo como Occupy Wall Street, a menudo tachado de fracaso. Pero teniendo en cuenta el contexto histórico en el que surgió, hizo lo máximo que podía hacer y luego sentó las bases para una política de izquierdas más amplia, más audaz y más sistemática que seguiría su estela.

DR

Creo que esta es realmente una cuestión clave. En cuanto al primer punto que has planteado, estoy completamente de acuerdo contigo, y se hace eco de mi resumen de El Dieciocho Brumario. Hay dos líneas argumentales —y en realidad no son totalmente compatibles entre sí— que recorren este libro. Una sugiere que los acontecimientos descritos son una especie de proyección hacia atrás de las guerras civiles en Francia.

Según una interpretación marxista, El Dieciocho Brumario ilustra que la burguesía ha perdido esencialmente su capacidad de gobernar, mientras que el proletariado aún no ha asumido su papel de gobernante. En este interregno, asistimos a la aparición de esta figura tan extraña, una especie de figura de transición entre lo viejo y lo nuevo. Esto implica una sociedad que, en cierto sentido, está sobremadurada. Ha alcanzado su límite histórico, la burguesía ha agotado su tiempo en el poder. Pero el proletariado, por la razón que sea, no se ha puesto a la altura de la situación.

El otro argumento que atraviesa esta obra, por supuesto, es que la Francia de mediados del siglo XIX no es una sociedad capitalista plenamente desarrollada. Con su enorme población campesina y una burguesía dependiente en gran medida del Estado, el aislamiento de la clase obrera no es una mera coincidencia, sino que está arraigado en la dinámica estructural de la sociedad francesa. El lector tiene la sensación de que nunca queda del todo claro si Francia se presenta como la última palabra en materia de desarrollo o si se trata de una teoría del atraso político y económico.

En cuanto a las complejidades del éxito, el fracaso, la contingencia y la necesidad, es realmente muy difícil de navegar. La contingencia debe entenderse en relación con las posibilidades objetivas reales inherentes a cualquier momento histórico. Para que la contingencia tenga importancia, hay que tener un fuerte sentido de la necesidad: hay que reconocer que existen ciertas estructuras que podrían haber permitido o dificultado diversos resultados, subrayando así la importancia de la acción política en la configuración del resultado final. En cuanto a su interpretación de Occupy Wall Street, podríamos decir que aún no sabemos si fue un éxito o un fracaso. Es demasiado pronto para saberlo. Todavía no sabemos si la Revolución Francesa fue un éxito o un fracaso. Es demasiado pronto para la Revolución Rusa.

 

Contradicciones de la República burguesa

DD

Marx tiene palabras de elogio para la clase obrera parisina, a pesar de que fue brutalmente derrotada en un sentido estrecho y a corto plazo. Escribe: «la derrota de los insurrectos de junio había preparado, allanado, el terreno en que podía cimentarse y erigirse la república burguesa; pero, al mismo tiempo, había puesto de manifiesto que en Europa se ventilaban otras cuestiones que la de “república o monarquía”. Había revelado que aquí república burguesa equivalía a despotismo ilimitado de una clase sobre otras».

DR

Sí, eso es exactamente cierto. Y eso es precisamente lo que sugería antes. Para Marx, las luchas de clases en torno a 1848 marcan una transición crucial. Ya no se trata simplemente de una contienda entre república y monarquía, sino de un choque más amplio entre socialismo y capitalismo. O dicho de otro modo, es el momento de la ruptura definitiva entre la clase obrera y la burguesía. Marx piensa que después de 1848, la burguesía ya no puede cumplir un papel históricamente progresista.

 

DD

Y parece como si elogiara a la clase obrera francesa.

DR

Sí, por revelar y desmitificar eso. Así es. Por hacer añicos la hegemonía de la burguesía y su legitimidad. Es como si lo que estuviera en juego estuviera claro después de esto. ¿Verdad? Así es, en esencia, como interpreta toda la trayectoria histórica que lleva al ascenso del bonapartismo en Francia.

 

DD

Hablemos un poco más de la opinión de Marx sobre la república burguesa. Escribe que ejerció una dominación más limitada y más dura sobre las demás clases de la sociedad, «como sólo era posible ejercerla bajo la forma de la república parlamentaria, pues sólo bajo esta forma podían unirse los dos grandes sectores de la burguesía francesa, y por tanto poner a la orden del día la dominación de su clase en vez del régimen de un sector privilegiado de ella». Pero continúa diciendo que hay una contradicción inherente a esto:

«El instinto les enseñaba que, aunque la república había coronado su dominación política, al mismo tiempo socavaba su base social, ya que ahora se enfrentaban con las clases sojuzgadas y tenían que luchar con ellas sin ningún género de mediación, sin poder ocultarse detrás de la corona, sin poder desviar el interés de la nación mediante sus luchas subalternas intestinas y con la monarquía.»

Está argumentando que una república burguesa es el vehículo perfecto y altamente contradictorio para el dominio de la clase capitalista. Pero, ¿está argumentando contra la democracia electoral como tal, o solo contra un tipo particular?

DR

No hay ningún sentido en el que pueda estar argumentando en contra de la democracia electoral como tal. Si nos fijamos en sus escritos sobre la Comuna de París, elogia cierto tipo de democracia electoral. No era una democracia representativa, pero obviamente las elecciones eran amplias. Desde mi punto de vista, el contexto histórico de Marx desempeña aquí un papel crucial. No es evidente para Marx, dada su experiencia histórica, que el sufragio universal o amplio pudiera coexistir con la preservación de la propiedad capitalista a mediados del siglo XIX. Después de todo, apenas había ejemplos de ello fuera del caso único de Estados Unidos.

 

DD

E incluso entonces se limita de diversas maneras en 1848.

DR

No tiene claro que el capitalismo y la democracia sean compatibles entre sí. Sin embargo, también señala un punto crucial: el capital como clase está intrínsecamente dividido por conflictos económicos, con facciones internas. En el escenario que discute, es la tierra contra las finanzas.

Existen numerosos intereses económicos específicos dentro de la clase capitalista, propios de sus diversas facciones. Para que esta clase funcione como una entidad unificada, debe existir una institución que concilie y articule estos conflictos de intereses económicos como un interés general de la clase. Marx asigna este papel al parlamento. Sin embargo, lo que no previó es la capacidad de la democracia electoral moderna para funcionar sin llevar a la arena política las divisiones de clase fundamentales inherentes a toda sociedad capitalista. Este Estado representativo moderno, en cierto sentido, permite que la política lo abarque todo excepto la clase, facilitando la reproducción política del capital. Esta es mi opinión al respecto.

 

DD

Marx habría predicho que el sufragio universal acabaría haciendo aflorar todas las contradicciones del capitalismo y conduciría a una especie de transición al socialismo.

DR

Creo que sí. Es probable que Marx no pudiera imaginarlo de otro modo. En su opinión, la perspectiva de conceder el sufragio efectivo frente a una clase obrera combativa suponía una amenaza significativa. Puso de relieve una contradicción: la burguesía necesitaba la democracia representativa para articular sus intereses como clase, pero al conceder esa democracia corría el riesgo de empoderar a la clase obrera y crear una amenaza desde abajo. El Dieciocho Brumario, en cierto sentido, refleja el resultado de esta contradicción. Pero podríamos decir que el truco de la democracia representativa moderna es que resultó no ser una contradicción tan difícil de resolver, o al menos era resoluble en algunos aspectos.

 

Base y superestructura

DD

Es sobre esta cuestión de la relación entre la burguesía y el Estado que Marx hace su clásico y siempre debatido y discutido argumento sobre la relación de una base material con una superestructura ideológica y política.

Específicamente, argumenta que las dos facciones monárquicas que buscaban una restauración de dos casas reales diferentes, la de Borbón y la de Orleans, no están fundamentalmente divididas por una diferencia en su lealtad de principios a una u otra corona. Escribe: «Aquí, en la república burguesa, que no ostentaba el nombre de Borbón ni el nombre de Orléans, sino el nombre de Capital, habiendo encontrado la forma de gobierno bajo la cual podían dominar conjuntamente». Y continúa:

«Lo que, por tanto, separaba a estas fracciones no era eso que llaman principios, eran sus condiciones materiales de vida, dos especies distintas de propiedad; era el viejo antagonismo entre la ciudad y el campo, la rivalidad entre el capital y la propiedad del suelo. (…) Sobre las diversas formas de propiedad y sobre las condiciones sociales de existencia se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La clase entera los crea y los forma derivándolos de sus bases materiales y de las relaciones sociales correspondientes.»

Y más adelante: «Cumplían con su verdadero oficio como partido del orden, es decir, bajo un título social y no bajo un título político, como representantes del régimen social burgués y no como caballeros de ninguna princesa peregrinante, como clase burguesa frente a otras clases y no como realistas frente a republicanos». Me gustaría que nos explique lo que Marx está argumentando aquí. ¿Cree que permite suficiente autonomía para cosas como la ideología, la política, la cultura? (A eso podríamos añadir el racismo, el sexismo, el colonialismo…)

DR

Para desentrañar lo que se transmite ahí, consideremos el contexto histórico que has esbozado: el conflicto entre dos facciones monárquicas, interpretado por Marx como un enfrentamiento entre la tierra y el capital financiero. Cuando Marx menciona que llevan a cabo sus verdaderos negocios como el partido del orden, parece sugerir que las afiliaciones de clase no siempre se alinean perfectamente con las estructuras de los partidos políticos en una correlación de uno a uno. En algunos aspectos, la articulación de los intereses de clase requiere una especie de lucha política partidista intraclasista.

La política de una democracia capitalista abarca un amplio espectro de cuestiones: desde debates públicos sobre la actualidad hasta discusiones sobre diversos derechos e injusticias sociales. Sin embargo, el núcleo de los intereses de clase tiende a quedar sin tratar dentro de este teatro político. Funciona por debajo de la superficie. Este concepto enlaza con la noción de Marx del partido del orden, que destaca un interés de clase fundamental subyacente a las disputas políticas superficiales.

Esto puede ser una lectura un poco forzada, pero en cierto modo, eso es lo que Marx está pensando con esta idea del partido del orden: que hay un tipo fundamental de interés de clase que de alguna manera subyace a todas estas disputas superficiales que se llevan a cabo en nombre de las etiquetas de los partidos políticos, o como quieras llamarlos. En cuanto a los otros fundamentos de la vida política —como la ideología, la política y la cultura— no está claro cómo los enfocaría Marx. Pero podemos considerar esta cuestión de una manera directa. La política en una democracia capitalista abarca varios factores más allá de la clase (la clase es solo un elemento entre muchos otros). De hecho, en la mayoría de los casos la cuestión no pasa por la clase. Y de eso se trata…

 

DD

El capitalismo es el punto de consenso sistémico. Es la premisa.

DR

Exactamente. La otra cosa que hay que decir al respecto es que la eliminación de las diferencias de clase no eliminaría las otras bases de la diferencia social y, por tanto, tampoco eliminaría la política. En una sociedad socialista, creo que habría todo tipo de conflictos políticos. Pero no estaría distorsionado por el tipo de campo magnético subyacente de la polarización de clases.

 

DD

Los teóricos de la reproducción social argumentarían que es necesario abordar todas estas cosas a la vez, porque la acumulación y la explotación capitalistas dependen fundamentalmente de estas otras esferas de explotación y expropiación.

DR

Sí, creo que el trabajo de Nancy Fraser ha sido muy importante en este sentido, cuestionando cómo pensar las condiciones de reproducción del capitalismo.

 

El Estado burocrático moderno

DD

Uno de los argumentos clave de Marx en este libro es la relación de los capitalistas con los aparatos represivos del Estado. Durante el período que Marx describe en Francia, fueron los liberales, si no me equivoco, los que se movilizaron con la derecha dura contra el proletariado. Pero, al hacerlo, también legitimaron a las fuerzas de la represión y la reacción que, en última instancia, vendrían por ellos, los reprimirían y los eliminarían como fuerza política independiente. Escribe:

«Durante las jornadas de junio, todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden frente a la clase proletaria, como partido de la anarquía, del socialismo, del comunismo. Habían «salvado» a la sociedad de «los enemigos de la sociedad». Habían dado a su ejército como santo y seña los tópicos de la vieja sociedad: «Propiedad, familia, religión y orden», y gritado a la cruzada contrarrevolucionaria: “¡Bajo este signo, vencerás!”. Desde este instante, tan pronto como uno cualquiera de los numerosos partidos que se habían agrupado bajo aquel signo contra los insurrectos de junio, intenta situarse en el palenque revolucionario en su propio interés de clase, sucumbe al grito de “¡Propiedad, familia, religión y orden!”»

Continúa: «¿no tenían necesariamente el cuartel y el vivac, el sable y el mosquetón, el bigote y la guerrera, que dar por último en la ocurrencia de que era mejor salvar a la sociedad de una vez para siempre, proclamando su propio régimen como el más alto de todos y descargando por completo a la sociedad burguesa del cuidado de gobernarse por sí misma?». ¿Qué dinámica está describiendo aquí Marx?

DR

La dinámica que describe es la misma de la que hablábamos antes, en la que todo grupo político está esencialmente dispuesto a recurrir a la represión contra su adversario inmediato. En el pensamiento de Marx, este proceso erosiona gradualmente el núcleo del gobierno parlamentario, con los aparatos represivos del Estado interviniendo para llenar el vacío a cada paso. Si estás dispuesto a utilizar la fuerza contra la clase obrera y la pequeña burguesía está dispuesta a apoyarlo, entonces la gran burguesía va a estar dispuesta a apoyarlo contra la pequeña burguesía democrática. Y finalmente, el ejército va a estar dispuesto a usar abiertamente la fuerza contra la propia gran burguesía.

 

DD

Marx analiza también el papel que desempeñó el imperialismo en el ascenso de Bonaparte. Su primer gabinete procedía del partido del orden, que a su vez se compone de estas dos facciones monárquicas, y en su primera reunión de gabinete resolvieron emprender una expedición inconstitucional a Roma —a espaldas de la Asamblea Nacional— para aplastar a la República Romana en asociación con las monarquías reaccionarias de todo el continente. ¿Qué papel veía Marx que desempeñaban el militarismo y el imperialismo en la destrucción de la democracia burguesa en Francia? ¿Y qué nos dice eso sobre la relación entre el militarismo y la democracia burguesa en general?

DR

El Segundo Imperio francés desempeñó un papel clave en la configuración del concepto de imperialismo moderno. Comienza, como dices, con el intento de aplastar los regímenes revolucionarios, en particular, la República Romana. No creo que el propio Marx llegue a desarrollar del todo una teoría de lo que podríamos considerar imperialismo. Cuando utiliza el término, se refiere realmente al mito del imperio y a su utilidad política. Obviamente es muy importante políticamente. Se puede considerar como una forma temprana de imperialismo social, donde el militarismo y el imperialismo se emplean para asimilar a las clases subordinadas, junto con nociones de grandeza nacional francesa y todo eso.

El ascenso del segundo Napoleón en Francia es realmente lo que desencadena los inicios del imperialismo interestatal europeo clásico. Su derrota en la Batalla de Sedán en 1870, seguida de la Comuna de París de 1871 y la unificación alemana bajo Bismarck, iniciaron la competencia interimperialista que conducirá finalmente a la Primera Guerra Mundial y sus secuelas. Marx ve un uso político interno para la grandeza nacional, pero no creo que en El Dieciocho Brumario tenga todavía un análisis plenamente desarrollado del imperialismo como una dinámica económica real.

 

DD

El enfoque de Marx va más allá de las nociones abstractas del Estado y se interesa específicamente por el surgimiento del Estado burocrático moderno. Escribió:

«(…) el Estado tiene atada, fiscalizada, regulada, vigilada y tutelada a la sociedad civil, desde sus manifestaciones más amplias de vida hasta sus vibraciones más insignificantes, desde sus modalidades más generales de existencia hasta la existencia privada de los individuos, donde este cuerpo parasitario adquiere, por medio de una centralización extraordinaria, una ubicuidad, una omniscencia, una capacidad acelerada de movimientos y una elasticidad que solo encuentran correspondencia en la dependencia desamparada, en el carácter caóticamente informe del auténtico cuerpo social, se comprende que en un país semejante, al perder la posibilidad de disponer de los puestos ministeriales, la Asamblea Nacional perdía toda influencia efectiva, si al mismo tiempo no simplificaba la administración del Estado, no reducía todo lo posible el ejército de funcionarios y finalmente no dejaba a la sociedad civil y a la opinión pública crearse sus órganos propios, independientes del poder del Gobierno. Pero, el interés material de la burguesía francesa está precisamente entretejido del modo más íntimo con la conservación de esta extensa y ramificadísima maquinaria del Estado.»

Aquí, Marx parece estar planteando un argumento complicado sobre el papel que un poderoso Estado administrativo centralizado puede desempeñar para ayudar a la burguesía en su dominación política y en la acumulación de capital, y las contradicciones que ello conlleva. Y parece decir que la verdadera democracia requeriría que la sociedad civil mantuviera bases de poder fuera e independientes del Estado. ¿Qué debemos pensar de este pasaje?

DR

Uno de los aspectos realmente interesantes de ese pasaje es el uso de los términos «sociedad civil». Es uno de los pocos casos en la obra de Marx en que «sociedad civil» no se emplea en el contexto de la sociedad burguesa, sino que se refiere a la sociedad fuera del Estado. Es una distinción muy importante en relación con el segundo punto que planteas. La visión política de Marx es profundamente crítica con el Estado.

La perspectiva de Marx sobre el Estado se remonta a sus primeros escritos hegelianos, donde lo ve como una encarnación de la alienación política, una separación de la libertad humana en instituciones alejadas de la vida cotidiana. Y su articulación inicial del proyecto —de lo que él llama emancipación humana— es reabsorber el Estado en la sociedad civil, con lo que se refiere a una forma de vida que podría describirse como sin Estado. En sus escritos sobre la Comuna es muy claro al respecto.

Hay otra cuestión sobre la que creo que valdría la pena reflexionar aquí: aunque es tentador interpretar el análisis de Marx del Estado burocrático moderno como un poco similar a las ideas de Max Weber, es esencial reconocer que el régimen napoleónico también representa la última iteración de un orden político de larga data, haciéndose eco de las tradiciones del Estado absolutista francés anterior a la Revolución.

 

Derechos y libertades

DD

Sobre esta cuestión, Marx escribe de manera muy conmovedora acerca de cómo en la democracia burguesa, al menos en el caso francés, las libertades supuestamente universales solo pueden disfrutarse de manera muy limitada, particular e interesada. Escribe:

«Allí donde veda completamente «a los otros» estas libertades, o consiente su disfrute bajo condiciones que son otras tantas celadas policíacas, lo hace siempre, pura y exclusivamente, en interés de la «seguridad pública», es decir, de la seguridad de la burguesía, tal y como lo ordena la Constitución. (…) Por tanto, mientras se respetase el nombre de la libertad y sólo se impidiese su aplicación real y efectiva —por la vía legal se entiende—, la existencia constitucional de la libertad permanecía íntegra, intacta, por mucho que se asesinase su existencia común y corriente

Mi pregunta es, ¿qué criticaba Marx en aquel momento? ¿Y cómo podríamos aplicar este análisis a Estados Unidos?

Me hace pensar en el concepto de Aziz Rana de las «dos caras de la libertad americana». A lo largo de la historia estadounidense, se ha producido una paradójica aceptación de la libertad igualitaria para los de dentro mientras se perpetuaba la subyugación bruta y la violencia contra los considerados de fuera u «otros», como describe Marx. Y lo vemos en la oposición a la restricción del rey Jorge a los asentamientos blancos en tierras indígenas que alimentó la revolución, o en el populismo jacksoniano que celebró la matanza de nativos y la esclavitud de africanos. El patrón persiste hasta el presente, cuando políticos de todas las tendencias alardean de la libertad estadounidense y, por supuesto, de imponer esas cosas a otros países a punta de pistola, todo ello mientras presiden un sistema de encarcelamiento masivo sin precedentes en la historia.

DR

En lo que Marx está pensando es en la dimensión de clase de todo esto: la restricción de las libertades al círculo de la propiedad. También está ahondando en la hipocresía que rodea la adhesión a las normas constitucionales y la fetichización de las normas jurídicas. Está hablando de estas exclusiones fundamentales entre los que se identifican racialmente como de dentro y los de fuera en el cuerpo ciudadano, que creo que es análogo en cierto modo a lo que él está discutiendo allí.

Otro aspecto a considerar es la idea de que la ciudadanía formal es en sí misma una farsa. Incluso para aquellos que la poseen, existe la sensación de que la ciudadanía funciona principalmente dentro de una esfera pública imaginada: carece de sustancia real. Y esto se extiende a la noción de que en la fábrica, la clase obrera pierde todos sus derechos como ciudadanos. Creo que Marx está tratando de hacer ambas cosas.

 

DD

Creo que sus observaciones son especialmente pertinentes en el contexto estadounidense. Las descripciones de Marx se alinean estrechamente con instancias históricas como la reivindicación de los colonos blancos de las tierras indígenas o la noción populista jacksoniana de la libertad ligada a la propiedad blanca para el asentamiento y la esclavización de los africanos: ciertos individuos se aseguraron históricamente su protección primaria frente al Estado a través de los derechos de propiedad.

Me parece que a lo largo de la historia de Estados Unidos hay un tema constante de los derechos de propiedad como derecho fundamental, a menudo dentro de marcos de secularismo y sistemas de castas racializados. Tal vez sea diferente del marco de Marx, pero hay un hilo conductor común: la reducción de la libertad a un tipo específico de derechos de propiedad.

DR

Creo que tanto tú como El Dieciocho Brumario hablan de la primacía de ciertos tipos de derechos que se conceden a ciertos tipos de grupos en la sociedad civil. Marx critica la propia noción de derechos tal y como la entendemos habitualmente. Hay dos críticas entrelazadas: una aborda el privilegio de ciertos derechos para grupos específicos, y la otra cuestiona el concepto de derechos en su conjunto. Estas críticas son paralelas y se complementan en el análisis de Marx.

 

DD

Supongo que lo que Marx argumenta específicamente y que podríamos aplicar de forma más general es que estos discursos de derechos nominalmente universales ocultan la particularidad clasista de su aplicación.

DR

Incluso los derechos universales, en la medida en que son formales, sirven para garantizar las desigualdades en la sociedad civil. El caso más obvio es el de la propiedad: tener derechos de propiedad. No el derecho a la propiedad en sí, sino la garantía de que el Estado salvaguardará las desigualdades existentes.

 

DD

Quiero hablar de la crítica de Marx a la socialdemocracia y de lo que usted cree que podríamos aprender de ella. Él escribe:

«El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por la vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía. No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases.»

Los compromisos de clase que subyacen a cualquier pacto socialdemócrata entre el trabajo y el capital siempre tienen costes. Mi pregunta es, ¿cuáles son los costes que Marx describe en Francia y cuáles son o han sido en Estados Unidos?

DR

El término «socialdemocracia», tal como Marx lo utiliza aquí, difiere ligeramente de lo que normalmente entendemos por socialdemocracia, especialmente en la Europa de posguerra o al describir los movimientos políticos dentro de las naciones capitalistas avanzadas y los Estados del bienestar.

Lo central, yo diría —y que creo que es muy aplicable al momento actual en Estados Unidos—, es la noción de compromiso de clase. Desde una perspectiva marxista, gran parte de la crítica liberal de izquierdas a la política estadounidense contemporánea puede considerarse esencialmente pequeñoburguesa. Gira en torno a argumentos morales que abogan por la igualdad de oportunidades y por una menor división y conflicto social. Y el problema con eso —creo que esto es lo que Marx está diciendo— no es decir, eres terrible; eres un pequeño burgués y malo. El problema con esta forma de pensar la política es su vacuidad estratégica. No está claro quién implementará el compromiso de clase, en qué términos y a través de qué medios. Creo que el punto central de Marx sobre esto es enfatizar la importancia de la lucha de clases como el mecanismo a través del cual se impone realmente cualquier compromiso de clase. Y si no se tiene en cuenta ese punto, entonces la política está inhabilitada desde el principio.

Tomado de jacobinlat.com

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