Neoimperialismo, crisis ecológica y la lucha por un nuevo internacionalismo: Entrevista con Pedro Fuentes

Por Fred Fuentes.

Pedro Fuentes es un dirigente del Movimento Esquerda Socialista (MES), una tendencia revolucionaria dentro del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL). Es el autor, entre otros escritos, de Setenta años de luchas y revoluciones en América Latina. En esta extensa entrevista, habla con Federico Fuentes de LINKS International Journal of Socialist Renewal sobre la nueva fase del imperialismo, la crisis ecologica y “acumulacion por desposesión”, las dinámicas imprevisibles de la política actual, y la necesidad de un nuevo internacionalismo.

A lo largo del último siglo, hemos visto el término imperialismo utilizado para definir diferentes situaciones y, en otras ocasiones, sustituido por conceptos como globalización y hegemonía. ¿Qué valor sigue teniendo el concepto de imperialismo y cómo definirías al imperialismo en la actualidad?

Creo que como definió [Vladimir] Lenin y [Rudolf] Hilferding al imperialismo sigue teniendo vigencia. El imperialismo sigue siendo una fase superior del capitalismo. Pero tenemos que hablar de una nueva fase o período del imperialismo. La esencia se mantiene, pero se han agudizado las contradicciones que mencionaron Lenin y Hilferding — la concentración y mundialización del capital, etc — con la financiarización de la economía. Y han surgido nuevos elementos, provocados por el imperialismo y su gran monopolización de los medios de producción, sobre todo en el terreno del extractivismo y la exploración energética. Estos han provocado lo que hoy llamamos una crisis ecológica que se encamina hacia un catástrofe climática y ambiental. Ese es un rasgo nuevo de esta fase imperialista.

[Karl] Marx ya habla de la relación perversa del hombre con la naturaleza; no es algo completamente nuevo. Pero el desenvolvimiento de la relación entre los medios de producción y la vida humana en el planeta se ha alterado profundamente. [Vladimir] Lenin hablaba que los medios de producción se han desarrollado de tal manera que han preparado al mundo para el socialismo; pero que había que sustituir las relaciones de producción para que la producción funcione en función del conjunto de la sociedad. Ahora hay que cambiar no solo las relaciones de producción sino también la relación entre los hombres y las fuerzas productivas que han provocado la crisis ambiental.

Cuando comenzó ese nuevo período es difícil de definir. Pero este periodo combina estagnación económica, crisis climática, crisis en el orden mundial, crisis de los regímenes políticos y ascenso de una derecha neofascista. El capitalismo imperialista del orden mundial actual nos lleva a un cuadro que es superior al que decía Lenin, evidentemente.

Hablaste de una nueva fase del imperialismo. Dentro de esta nueva fase, ¿hay también nuevos mecanismos de explotación imperialista? 

Una manera de transferencia de valor qué ha ocurrido durante mucho tiempo, pero que no se había caracterizado de tal manera en el pasado, es la desposesión — lo que David Harvey “acumulación por desposesión”. Harvey forjó el término “acumulación por desposesión”, que se opuso o mejor dicho se complementó con la acumulación por reproducción ampliada. La acumulación por desposesión, para Harvey, indica un renacimiento modificado contemporáneo de la acumulación primitiva capitalista. Se trata de la expropiación de territorios y el control capitalista de formas colectivas de propiedad (como la naturaleza, las aguas), aumentando así la acumulación. Ese es un tema que, en cierta medida, es nuevo en la teoría del imperialismo y que tenemos que saber usarlo porque tiene mucha actualidad.

Esta nueva fase incorpora también lo que es la revolución informática, la inteligencia artificial; es decir, las nuevas tecnologías. Estas nuevas tecnologías permiten una mayor y más rápida interacción del imperialismo, de sus capitales, de sus movimientos económicos y, al mismo tiempo, más realización de plusvalía ficticia con la financiarización del capital. Junto a esto, la mundialización de la producción ha producido una mayor fragmentación de la clase obrera y la creación de un ejército de reserva mundial.

Lo que no ha habido, en mi opinión, es una revolución en las fuerzas productivas que haya permitido un salto hacia una nueva fase en la producción mundial y de reproducción ampliada capitalista. Si comparamos con otras tecnologías que provocaron fases de crecimiento largo, como por ejemplo el vapor, la electricidad y la automatización, no creo que esta revolución informática representa un avance en las fuerzas de producción. La razón es porque se combina con un avance de las fuerzas destructivas de la producción sobre la naturaleza. Entonces, no creo en eso de un nuevo salto en la producción que abre una nueva onda de crecimiento económico. Creo que seguimos en el período de estagnación iniciado en 1970. Va a seguir esta agonía del capitalismo imperialista, que no muere por sí solo, por supuesto; que no muere si no se la mata — o sea si no hay un cambio y una quiebra del capitalismo y una superación de su sistema.

¿Las potencias imperialistas originales siguen siendo las únicas potencias imperialistas o hay Estados-nación que hayan pasado de no imperialistas a imperialistas? Si es así, ¿cómo se han sentado las bases económicas de las nuevas fuerzas imperialistas y qué características específicas les han permitido unirse al bando de las potencias imperialistas?

Sí, hay estados que están en una fase de nuevos imperialismos, o sea neoimperialismos. En primer lugar, tenemos el surgimiento de China, con la restauración del capitalismo o capitalismo de Estado. China tiene un desarrollo imperialista no sólo sobre pueblos que ha colonizado en sus fronteras, como los uigures o mongoles, sino también con su expansión como capital financiero en el tercer mundo. Las inversiones chinas en Latinoamérica disputan el primer puesto con los Estados Unidos y la Unión Europea. En las últimas dos décadas ha invertido una gran cantidad en fábricas, (por ejemplo, está instalando la fábrica número uno en autos eléctricos en el estado de Bahía en Brasil). China ha invertido mucho también en extracción minera en muchos países Latinoamericanos. Uno de los conflictos mineros más hablados ahora es de la mina de oro y cobre en Panamá, que era de capital canadienses y chinos. En Perú son mayoría capitales chinos en la extracción minera. En Argentina tiene una fuerte presencia en el campo. Y no hablemos de Venezuela y los préstamos leoninos. No es una joda el imperialismo chino, China no es un país que está haciendo solidaridad internacionalista. Es un imperialismo que está sacando plusvalía directamente de los países atrasados y haciendo pillaje neocolonial, desde el punto de vista de las materias primas, las extracciones mineras, etcétera.

Rusia también es un neoimperialismo, pero que no es nuevo en un sentido: Rusia era un imperialismo en la época de los zares; en la era estalinista también tenía un carácter imperialista sobre las nacionalidades que oprimía. Ahora en la etapa de restauración del capitalismo también es un imperialismo — más aún, bajo [Vladimir] Putin. La agresión directa a Ucrania es una agresión imperialista: no tiene otro nombre. Su política sobre Nagorno-Karabakh en el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia es una política imperialista: dejó hacer un genocidio contra los armenios; no quiso defender el derecho de los habitantes del enclave de Nagorno-Karabakh. Y también tiene mercenarios e inversiones en África. No nos engañemos, Rusia trata de expandirse. Evidentemente no tiene la fuerza del imperialismo americano, pero eso no le quita su carácter neoimperialista.

¿Pero estamos hablando de poderes que se sientan en la misma mesa que los otros países imperialistas o el concepto de neoimperialismos implica que estamos frente imperialismos no consolidados o de segundo orden?

Estamos hablando del primer grado, de poderes imperialistas sentados en la misma mesa que los otros poderes. El dictador de China, Xi Jinping, se sienta con [Joe] Biden para debatir. Y el mundo va a depender — de hecho, está dependiendo cada vez más — de que hacer los dos.

El creciente conflicto entre Estados Unidos y China parece apuntar hacia el fin de la globalización y un giro hacia el proteccionismo. ¿Cómo debemos entender esta creciente rivalidad que se produce en un contexto donde sus economías están más integradas que nunca? Y a la luz de esto, ¿cuál es tu mirada sobre el concepto de multipolaridad que promueven algunos en la izquierda?

Entre el imperialismo chino y el imperialismo americano hay competencia inter-imperialista que se está agudizando. Al mismo tiempo, hay una cierta asociación económica que existe por la globalización. El proteccionismo no elimina, sino que agudiza la competencia que es económica y geopolítica. Las fuerzas productivas ya desarrollaron una forma de interconexión mundial que será difícil de romper de un día para otro. Es una contradicción con dos caras, en donde me da la impresión que tenderá cada vez más hacia la competencia porque el mundo se polariza cada vez más. La interdependencia va a existir en un marco de más crisis.

Yo no creo que el mundo vaya hacia un reordenamiento alrededor de la multipolaridad. La multipolaridad crea más desorden. La burguesía mundial está dividida — eso es un punto importante de indicar. Sobre Palestina, el imperialismo americano está unido alrededor de Israel, pero las diferencias entre Biden y [Donald] Trump existen. Las diferencias entre los socialdemócratas y [Marine] Le Pen en Francia existen. Hay una división en la burguesía mundial sobre cómo encarar el nuevo mundo. Eso es otro elemento de la crisis.

Yo lo que veo es un mundo de más crisis. El camino de la crisis no es de muchas décadas; las alternativas son de tres o cuatro décadas. Ahí está si logramos construir una alternativa anticapitalista en ese periodo. Tampoco podemos descartar que termine en una nueva guerra mundial. No es lo más probable, porque sería el fin de la humanidad, pero la irracionalidad va asumiendo un papel cada vez más importante en este mundo en crisis.

Tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, la política mundial parecía dominada por el imperialismo estadounidense. Sin embargo, en los últimos años parece estar produciéndose un cambio. Mientras los Estados Unidos fue obligado a retirarse de Afganistán, hemos visto la invasión rusa de Ucrania, el ascenso de China y naciones como Turquía y Arabia Saudí, entre otros, desplegando su poder militar más allá de sus fronteras. ¿Cómo entender la dinámica actual dentro del capitalismo global?

Estoy de acuerdo con varios conceptos que desarrollaste en la pregunta. El imperialismo americano es un imperialismo en retroceso pero que conserva — con su poder militar y económico — su posición como la potencia más importante. No podemos dejar de ver a los Estados Unidos como la principal potencia imperialista — sería un grave error no considerarlo así. Pero ha perdido su poder hegemónico mundial, en lo geopolítico y económico. A partir de Vietnam, ha recibido derrotas en Irak y en Afganistán últimamente; es un síntoma de su decadencia. Intenta recuperar su poderío, y el conflicto Israel-Palestina lo ha puesto en cierta ofensiva, ocupando el mar Rojo con sus barcos para evitar la entrada de Irán. Pero está en decadencia — esta decadencia será más o menos lenta dependiendo de la lucha de clases.

Ahora bien, lo que no creo es que se pueda hablar de una nueva Guerra Fría en el sentido de que haya solo dos polos disputando: los Estados Unidos y China. El mundo se ha desordenado más e intervienen otros sectores — como tú dices — que juegan un papel regional. Turquía evidentemente juega un papel en su región. Y los países del Golfo también: al poseer hidrocarburos y gases, y ahora tienen sus propias petroleras y el control de parte de sus economías, han adquirido un peso que antes estaba derivado solamente a las empresas petroleras extranjeras.

¿Y Brasil?

Brasil intenta jugar — hacia Latinoamérica y, en ciertas medidas, en relación a algunos países de África — un papel de subimperialismo; es decir un papel intermediario [dominado por el imperialismo mientras domina algunos países del Sur Global]. Este papel fue muy notable en la época de la dictadura militar. Perdió fuerza al principio del siglo con los movimientos nacionalistas en Latinoamérica, como el chavismo [en Venezuela] etcétera. Pero sigue existiendo esa intención de la burguesía brasileña que tiene muchas inversiones en el extranjero.

Mientras hay dos polos más o menos claros, sus debilidades y contradicciones están haciendo que aparezcan nuevos actores. No tienen la misma potencia y fuerza, y los Estado Unidos tiende a no dejarlos crecer más allá de lo que quiere. Pero todo eso hace que haya una mayor crisis en la dominación del imperialismo; que no quiere decir que no hay dominación mundial del imperialismo todavía — lo hay — pero está más en crisis.

Por eso no es como el período de la Guerra Fría. La Guerra Fría fue un periodo de coexistencia, de cierta estabilidad mundial entre dos potencias que se repartían el mundo a partir de los pactos de Yalta y Potsdam. Aceptaron ese pacto y bastante lo cumplieron; solo se le escapó de las manos en algún momento. El estalinismo hizo su parte de freno. Sino estaríamos ya hablando del mundo socialista; pero hicieron todo lo opuesto de impulsar la revolución mundial.

Ahora es una situación de más imprevisibilidad — es muy imprevisible el desarrollo futuro. En otras etapas, uno podría decir que tal periodo fue una situación revolucionaria, se extendió hasta tal año, luego fue una situación contrarrevolucionaria. Por ejemplo, podemos decir que la década de los 30s fue un período contrarrevolucionario, luego vino una situación revolucionaria después la Segunda Guerra Mundial. ¿Ahora que es? Ahora es una situación mucho más indefinida, mucho más de interregno, mucho más caótico. Al mismo tiempo que no veo los mismos triunfos contrarrevolucionarios que hubo en períodos anteriores (los hay a escalas menores y Israel puede ser uno de ellos, sobre Palestina, aunque el futuro desarrollo hay que ver cuál es), tampoco veo grandes triunfos contundentes del movimiento de masas que diga estamos avanzando nuevamente a una situación revolucionaria o prerrevolucionaria.

Y hay un elemento nuevo muy importante en la situación mundial: la ausencia de una alternativa de dirección antes la crisis del capitalismo. No es lo mismo como cuando decía [León] Trotsky en 1938 que la crisis de la humanidad es la crisis de dirección. En ese momento se refería concretamente al estalinismo. Ahora, cuando decimos ausencia de dirección, estamos hablando no solo de ciertas debilidades y fragmentación de la clase, sino de un retroceso general en la conciencia de masa, producto de que el modelo socialista que hubo fracasó. Eso todavía no se superó.

¿Hasta dónde va todo esto? La verdad, no sé. Pero lo que sí creo es que se hacen muchos análisis, pero pocos van al fondo de la contradicción. La disyuntiva colocada por Rosa Luxemburgo — socialismo o barbarie — sigue planteada, aunque ahora en otro plano. Ahora puede ser civilización o crisis total de la humanidad. Podemos reemplazar los términos, pero la lucha por una salida socialista sigue siendo fundamental.

¿Cómo ha repercutido todo esto en Sudamérica?

Sudamérica es uno de los puntos importantes de la lucha de clase mundial. Es un lugar donde se combinan experiencias importantes históricas de luchas antiimperialista, e incluso de revoluciones democráticas.

Tuvimos un proceso muy importante de surgimiento de regímenes antiimperialistas a comienzos del siglo XXI, después de grandes movilizaciones en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina. En el caso de Bolivia, Venezuela y en menor medida Ecuador, fue un proceso donde surgieron gobiernos que rompieron políticamente con las viejas burguesías. Incluso hicieron modificaciones en el régimen político — dentro del marco del Estado capitalista burgués — por vía de asambleas constituyentes. Ese proceso fue cerrado, pero fue un cierre reaccionario, no contrarrevolucionario; fue un cierre muy parcial.

A eso se sumaron, a partir del 2017-18, un nuevo avance de movilizaciones. Estos fueron más democráticos, espontáneos y populares, que de la clase obrera. Tuvimos un ascenso en Nicaragua, contra el régimen totalitario-autoritario de [Daniel] Ortega [en 2018]; posteriormente en Puerto Rico, con la lucha contra la corrupción [en 2019]; después en Ecuador [con la rebelión antineoliberal de Octubre 2019]; en Chile [en noviembre 2019], la vanguardia indiscutida de ese proceso insurreccional de revueltas nacional; en Bolivia, con la derrota del golpe de Estado [en 2020]; y en Colombia [con el Paro Nacional en 2021]. Luego vinieron las victorias electorales de [Gabriel] Boric en Chile [en 2021], [Pedro] Castillo en Perú [en 2021], y [Gustavo] Petro en Colombia [en 2022]. Pero estos procesos se dieron en marcos de menos ruptura con las viejas instituciones y partidos de los regímenes. Estos nuevos procesos sucedieron sin esas grandes rupturas. Boric tuvo oportunidades de profundizar el proceso, pero prefiero la conciliación para lograr una constituyente, y luego se adaptó a la socialdemocracia. Dejó de cumplir un rol de representante de las movilizaciones. Castillo fue un fenómeno más episódico, aunque la lucha sigue en Perú. Quedó Petro, que es el proceso más avanzado, hoy en día, que hay en Latinoamérica.

No hablé de Brasil porque Brasil es el proceso más institucional: hubo un triunfo democrático muy importante en Brasil [con la derrota de Jair Bolsonaro y la elección de Lula como presidente en 2022], pero en el marco de una alianza con grandes sectores de la burguesía. Lo que tenemos acá en Brasil es un gobierno con la burguesía y para la burguesía. No es nuestro gobierno — de hecho, ninguno de los que mencione son nuestros gobiernos. Nosotros tenemos que apoyar las medidas progresivas y apoyar los gobiernos frente a la derecha, pero manteniendo nuestra independencia. Ese es el gran secreto de esta nueva situación: mantenernos en forma independiente para desarrollar una dirección anticapitalista dentro de ese proceso. Este es el papel que estamos jugando dentro del PSOL. Peleamos dentro del PSOL, y también como una expresión pública, el MES. Marcamos los puntos en que no estamos de acuerdo con la mayoría de la dirección [del PSOL], teniendo una política de independencia y de construirse en el movimiento de masas.

¿Cuál es la perspectiva para Latinoamérica después de un nuevo triunfo de la derecha, en este caso la de [Javier] Milei en Argentina? A pesar de que la izquierda discute todavía si es fascismo o no, es evidente que ha surgido en el mundo una nueva derecha que tiene elementos neofascistas y que tiene en su vanguardia [al presidente Israeli Benjamin] Netanyahu ahora. Argentina va ser muy importante para el desarrollo del proceso en el continente porque en Argentina va haber crisis y va haber resistencia. Este gobierno no va a poder gobernar como va querer gobernar. Tiene menos margen que el que tenía Bolsonaro en Brasil, porque la clase obrera en Argentina es más independiente, más autónoma y tiene más experiencia de lucha.

El otro proceso promisorio — y que es un ejemplo a seguir — es el de Panamá, donde hubo un triunfo de la lucha ecológica muy grande. La movilización ya se venía acumulando desde el 2022 pero se desenvolvió en el 2023 en un plano mayor. Logró que se cierre la mina más importante que hay en Panamá. Panamá es un país pequeño, con una historia de lucha antiimperialista por el canal. Ha logrado un triunfo histórico gracias a un frente de lucha que va desde organizaciones sindicales, a los indígenas y organizaciones populares.

Fue un proceso muy rico el que se dio en Panamá que muestra cómo se puede encarar la lucha por la defensa climática. No solo a través de la propaganda ecosocialista abstracta, que hay que hacerle como parte del combate de ideas. Pero necesitamos saber tomar los problemas que padecen los pueblos, la clase trabajadora, los pobres, los excluidos, para movilizarlos contra los enemigos concretos de la contaminación ambiental — en este caso las mineras en Panamá.

Los socialistas estamos ante un desafío nuevo en nuestro continente, donde tenemos el Amazonas y grandes reservas energéticas: poder defenderlas y lucharlas. Debemos hacer un programa que combine las reivindicaciones más inmediatas que los pueblos sufren, con medidas transicionales — como la expulsión, regulaciones y expropiaciones de las petrolíferas — que apuntan hacia una salida socialista. Creo que estamos en ese camino en un sentido. Hay que luchar, es una apuesta.

¿Ves alguna posibilidad de tender puentes entre luchas antiimperialistas tomando en cuenta que diferentes luchas confrontan diferentes poderes y podrán buscar apoyo de sus rivales, como es el caso con Ucrania? ¿Cómo debería ser un internacionalismo anticapitalista y antiimperialista en el siglo XXI?

Tuvimos una experiencia de internacionalismo anticapitalista y antiimperialista importante, que fueron los Foros Sociales Mundiales. De ahí surgió una coordinación que convocó la marcha más importante en contra de la invasión de Irak. Pero la experiencia de los Fórums Mundiales terminó en un estancamiento; fue institucionalizado por culpa del primer gobierno Lula que absorbió gran parte de la dirección.

Ucrania también fue un paso importante, aunque provocó divisiones dentro de la izquierda mundial. Nosotros, como antiimperialistas, estamos por la derrota de Rusia, por el fin de la agresión y por la recuperación de los territorios por Ucrania, independientemente de su gobierno. Y es evidente que, en una guerra, Ucrania necesita armas. Por eso no nos oponemos a la entrega de armas a Ucrania — sería una tragedia si no les mandan armas, porque ahí gana Rusia. Otra cosa es que nosotros apoyemos el armamentismo de las potencias europeas, que usan como pretexto la guerra de Ucrania para armarse. O que estemos a favor de la OTAN, una organización siniestra, imperialista. Nosotros estamos en contra de la OTAN. Pero en la medida que Ucrania necesita apoyo militar, lo entendemos y lo aceptamos. No por eso dejamos de apoyar la lucha del pueblo por su autodeterminación o de apoyar a sus sectores más de izquierda y sus sindicatos. Por eso nos acercamos a los sindicatos [ucranios] y al Movimiento Social [organización socialista ucraniano] para ayudar a los compañeros mantener viva la posición socialista dentro de Ucrania. Nuestra tarea principal es apoyar a la izquierda socialista en Ucrania, no denunciar a la OTAN.

Pero con Ucrania surgió el sector campista que ve toda lucha contra los Estados Unidos — sea quien sea que la haga — como progresiva. Entonces están con Rusia, están con China…

Algunos de ellos, que no necesariamente se identifican con los campistas, argumentan que la derrota de Rusia será una victoria de, o por lo menos beneficiará a, los Estados Unidos….

Yo no veo que sea una victoria de los Estados Unidos; en lo esencial, será una victoria del pueblo ucraniano. Y una victoria del pueblo ucraniano contagiará a la lucha contra el imperialismo en todo el mundo — incluso terminará contagiando la lucha contra el imperialismo americano. La lucha en solidaridad con Palestina en los Estados Unidos ha sido un ejemplo para todos: hay movilizaciones, hay un debate tremendo en la vanguardia, hay un coraje muy grande para enfrentar el lobby sionista. Yo confío en que esa gente va decir, “que bien que ganó Ucrania”, no que ganó el imperialismo. Yo confío en la masa en los Estados Unidos — hay que distinguir [entre la masa y las elites]. En contraste, el campismo es un competidor a derrotar en este proceso de construcción de un internacionalismo anticapitalista y antiimperialista nuevo.

Palestina ahora es la lucha que más puede abrir posibilidades para la solidaridad internacional y la lucha en contra de la derecha mundial y el establishment mundial, porque todo el establishment mundial apoya Israel. Hubo grandes movilizaciones. No sé cómo continuarán este proceso porque no terminó. Pero nosotros tenemos que empujar para que siga y desarrollar tanto esa como todas las posibles que haya de solidaridad que sirvan para agrupar.

En este camino tiene que surgir una nueva organización internacional. Somos parte de la Cuarta Internacional. Reconocemos que es una organización pequeña; que no es un polo aglutinador de la vanguardia a escala mundial. Es un centro programático y de elaboración, que junta partidos y organizaciones de cierta relevancia. Pero el mundo necesita mucho más que eso. Nosotros, la Cuarta Internacional, apostamos a una nueva organización internacional y a contribuir, de donde estamos, para que eso sea posible. Esa es nuestra política. ¿Hasta dónde lo conseguimos? No sabemos. ¿Cómo vamos a conseguirlo? Tenemos que luchar; es una lucha. Tiene elementos un poco utópicos, sí; pero es una utopía posible. Y ahí estamos empeñados.

Tomado de links.org.au

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