María Ángeles Maeso: “El mundo no se cambia con poemas, sino socializando los medios de producción”

Por Alberto García.

Este año, se han celebrado varios homenajes en tu nombre y diferentes reconocimientos a tu producción literaria. ¿Qué balance haces tú de tu propia obra?
Mi respuesta a los homenajes no puede ser otra que la gratitud hacia las personas que los organizaron, a quienes me acompañaron y participaron en la lectura de mis poemas, a mi familia y amistades que me llevaron de la mano.

Tu poesía ilumina o arroja luz sobre conflictos sociales, laborales, políticos, desde el estremecimiento, desde el golpe estético. Destaca en tu trabajo con la tensión del poema y con su fuerza evocadora, que precisamente estimula la crítica política que tus textos enuncian.
Para mí, escribir poemas es una inmersión en las palabras hasta dar con las que tienen el poder de certificarme verdadera, lo que no es poco; Juan Carlos Mestre lo señala muy bien cuando afirma que “las palabras han sido hechas para construir la casa de la verdad y no para destruirla”. Creo que cada poema por nacer nos pide vigilar su consistencia en la verdad.

Siempre mencionas que la poesía es tan responsable de lo que dice como de lo que omite. Tu poesía aborda esos conflictos sociopolíticos desde dentro, como sujeto afectado por ellos, no desde una posición externa que valora y juzga.
Sí, suelo repetir que escribimos con lo que nos quita el sueño, con lo que tenía que estar y no está, o viceversa. El impacto de ese desajuste que nos excede puede ser el punto partida hacia un poema.

Escribimos con lo que nos quita el sueño, con lo que tenía que estar y no está, o viceversa.

Uno de los ejes de tu poesía es el trabajo alrededor de la periferia.
La periferia es mi espacio vital y, durante años, también mi espacio laboral. Conozco los anchos márgenes por donde la ciudad acaba y la hierba brota, rompe el asfalto y crece. Trazado de la periferia es el título de mi segundo libro, y aborda espacios en los que se tiene a mano lo que busca doblegarte y lo que te hace indomable.

Vivo en un barrio de la periferia madrileña. Los márgenes, en la mitología griega, eran espacios en los que habitaban los dioses más interesantes, los que se movían libremente de un espacio a otro. Aquí no hay dioses pero los habitantes de los bordes aún tenemos mucho que hacer y decir.

La naturaleza como símbolo de resistencia es muy importante en tu obra. Asimismo, la reivindicación de la agricultura y de los labradores, de esa mitad del mundo que alimenta al mundo también es muy relevante.
Mis modos de ver, como diría Berger, pasan por el ojo de la lentitud. Soy hija de labradores que no emigraron a las ciudades para trabajar en fábricas; que resistieron en su oficio cambiando el arado romano por los tractores y nuevas máquinas. La lectura de poetas como Gamoneda o Tonino Guerra me dio confianza para incorporar las expresiones de casa que oíamos a los mayores.

Has recitado en manifestaciones, concentraciones, actos de denuncia, asambleas… ¿Qué influencia tiene la poesía hoy en día, especialmente una poesía cuestionadora?
La poesía puede acompañar convocatorias de causas sociales y políticas en un papel secundario; pero no nos engañemos, el mundo no se cambia con poemas, sino socializando los medios de producción. En todo caso, hace tiempo que me digo que yo no escribo para cambiar el mundo, sino para que el mundo no me cambie a mí.

¿Cómo nos construye mundo el lenguaje?
Somos animales de palabra y la palabra escrita también es el manantial donde nos encontramos.

En estos tiempos, en este mundo, ¿cómo convocar la esperanza? ¿Cómo no caer en el autoengaño?
Solo se me ocurre responder con palabras del filósofo Fernando Rampérez: “Pensemos, pues, en una historia dislocada, sometida a ritmos distintos; pensemos en acontecimientos que rompen la linealidad, que marcan la cadencia del tiempo. Y evitemos dar por suficiente cualquier explicación de lo que pasa, entre otras cosas porque explicar y justificar casi no tienen distancia” (escribió en Distancia e incertidumbre, del año 2018).

Siempre mencionas que un poema es tan responsable de lo que dice como de lo que calla. Tu poesía aborda esos conflictos sociopolíticos desde dentro, como sujeto afectado por ellos, no desde una posición externa que valora y juzga.
Bueno, como el pajarito del cuento guaraní, procuro hacer mi parte.

La mitología griega ha tenido mucha relevancia en varios de tus libros. ¿Nos siguen siendo útiles esos mitos? ¿En qué sentido?

Los mitos son referentes de pulsiones humanas que nos siguen diciendo algo del bien y del mal y de los que aún nos servimos para representar conflictos de hoy. Lo llamativo es la larga lista de mujeres castigadas: Europa era una ninfa, raptada por Zeus que la convierte en vaca y da nombre a las monedas europeas. Casandra era hija de los reyes de Troya, pero Apolo, que le había concedido el don de la profecía, al ser rechazado por ella, se venga disponiendo que nadie la crea, de modo que, cuando anuncia la caída de Troya, todos se burlan de ella. “Señora Sísifa” es el título de otro poema mío, porque a Sísifo ya le conocemos.

Los habitantes de los bordes aún tenemos mucho que hacer y decir.

¿Qué enseñanzas te has traído de todo el tiempo que has trabajado en talleres de lengua con personas en riesgo de exclusión?
Que el yo es una categoría gramatical fácil de convertir en humo ya lo explicaba Juan Carlos Rodríguez, lo sabían muy bien los alumnos de la Cañada Real, los reclusos de Carabanchel matriculados en el INBAD y también mi madre que padeció alzhéimer. A ella le cansaban preguntas como “¿me conoces?” o “¿sabes quién soy yo?”. Un día respondió enfadada: “¡Tanto yo, tanto yo! ¿Y quién crees que eres yo?”. Esa respuesta con la sintaxis rota, que desafía al yo y da título a uno de mis libros, vigila mi modo de ver y mirar el mundo.

¿Qué resistencias tiene la poesía frente a otros tipos de literatura que están más mercantilizados?
Un poema conlleva un lenguaje intensificado de tal modo que no agota su sentido en una única lectura. Es un espacio en el que hay que entrar sin empujar, como el gorrión del cuento guaraní, que va y viene a cargar de agua su pico, a sabiendas de que no podrá apagar el fuego, pero no abandona porque él hace su parte y tiene sentido.

Tú trabajas frente a la cultura del adormecimiento, la cultura entendida como entretenimiento. ¿Cómo podemos extender la lectura y la escucha crítica?
La poesía forma parte de los programas de Lengua y Literatura; a su lectura, estudio y escritura se acerca quien la necesita. Suelo repetir que la historia de la poesía no me necesita a mí, pero yo a ella sí.

Tomado de elpais.com

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