Cómo Israel y Occidente acusan a los palestinos de antisemitas // Israel retiene cuerpos palestinos y enfrenta acusaciones de robo de órganos // Palestina. Jóvenes norteamericanos recuerdan los orígenes coloniales de sus países // La guerra de Israel contra Gaza ha desatado una ola de represión contra los artistas propalestinos

Por Joseph Massad.

La aversión que produce en Occidente el lema “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre” obedece a una deliberada malinterpretación del llamamiento a acabar con el apartheid y con la supremacía judía en toda la Palestina histórica.

Desde el 7 de octubre Israel está demostrando que su empeño en mantener un Estado supremacista judío exige seguir asesinando a decenas de miles de palestinos y palestinas. Casi un siglo y medio después de que los sionistas europeos empezaran a instalarse en Palestina y 75 años después de que establecieran violentamente su administración colonial de asentamiento, el pueblo palestino se ha negado a rendirse y sigue resistiendo con todas sus fuerzas. Esto le convierte a ojos de Israel y de sus aliados occidentales en el blanco de la genocida maquinaria asesina israelí.

Para justificar la brutalidad de sus acciones, los dirigentes sionistas suelen recurrir a aforismos racistas con los que describir a las personas palestinas. Incapaces de deshumanizar suficientemente a sus víctimas en un mundo no occidental cada vez más hastiado de los crímenes israelíes, los dirigentes actuales recurren a los mismos axiomas habitualmente utilizados por la anterior generación de conquistadores sionistas. Tales máximas siempre han resultado eficaces en los países occidentales, que no se cansan nunca de los crímenes de Israel.

Benjamin Netanyahu ha declarado recientemente que esta guerra de aniquilación de Israel contra las y los palestinos es una maniquea “guerra entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de la oscuridad, entre la humanidad y el animalismo”. Como en todas sus argucias racistas previas, el primer Ministro carece de originalidad.

Aforismos racistas
Theodor Herzl, el fundador austrohúngaro del movimiento sionista, fue quien primero describió la futura colonia de asentamiento judío en 1896 como “la sección del muro de Europa contra Asia, un puesto avanzado de la civilización frente a la barbarie”.

Por su parte, el presidente bielorruso de la Organización Sionista, Chaim Weizmann, describió a los palestinos en 1936 como “las fuerzas de la destrucción, las fuerzas del desierto” y a los colonos judíos como “las fuerzas de la civilización y de la construcción”. Weizmann, que se convertiría posteriormente en el primer presidente de Israel, también describió la conquista sionista de Palestina como “la antigua guerra del desierto contra la civilización, pero no nos detendrán”.

Esta retórica racista y genocida no es exclusiva del sionismo sino propia de todos los colonizadores. Cuando los franceses conquistaron Nueva Caledonia confinaron en reservas a los indígenas canacos que sobrevivieron a las matanzas después de robarles sus tierras. Describían la resistencia canaca a las políticas genocidas de Francia en 1878 como una guerra del “salvajismo contra la civilización”.

Cuando Gran Bretaña invadió y ocupó Egipto en 1882 llamó a su guerra “un combate entre la civilización y la barbarie”. En el archivo colonial abundan ejemplos de descripciones similares.

Netanyahu, de origen polaco, no es el único de los dirigentes israelíes contemporáneos que lanza improperios racistas. Al tercer día de la actual guerra palestino-israelí, el ministro de Defensa Yoav Gallant, también de origen polaco, calificó a las personas palestinas como “animales humanos”. En la misma línea, el ex primer ministro israelí Ehud Barak, de origen lituano, se ha referido a Israel como “un remanso en medio de la jungla”.

La retórica religiosa que los sionistas laicos han utilizado siempre para justificar su conquista de Palestina no está lejos de la línea oficial de Israel. Antes de la última invasión terrestre israelí de Gaza, Netanyahu apremió a sus tropas coloniales diciendo: “recordad lo que Amalek os ha hecho, dice nuestra Santa Biblia. Y lo recordamos”.

El dios judío había ordenado a su pueblo: “Ahora id, atacad a los amalecitas y destruid por completo todo lo que les pertenece. No les perdonéis; matad a hombres y mujeres, niños y bebés, ganado y ovejas, camellos y asnos”. Mientras las fuerzas militares israelíes se preparaban para su misión de aniquilación, Netanyahu aplicaba este mandamiento contra el pueblo palestino.

Las invocaciones religiosas de Netanyahu forman parte de la conexión mítica que el sionismo establece entre los judíos europeos colonizadores y los antiguos hebreos con el fin de indigenizarlos en Palestina.

Tales mitologías sionistas, sin embargo, contradicen la propia narrativa bíblica en la que pretenden basarse, incluida la afirmación primaria de que el pueblo judío vivía en Palestina hace dos milenios y que era su único ocupante. La ficción fantástica en la que el sionismo insiste es que los judíos actuales son los descendientes directos y únicos de los antiguos hebreos. De hecho, Edward W. Said, en respuesta a la afirmación sionista de que ellos siempre habían sido indígenas de Palestina –contradiciendo la narrativa bíblica que presenta a los antiguos hebreos como conquistadores de la Tierra de Canaán–, insistía en una “lectura cananea” de estas falsas afirmaciones.

Calumnias de antisemitismo
Para ocultar aún más la naturaleza de la conquista sionista y su sangrienta historia en Palestina, Israel y sus colaboradores de los medios de comunicación occidentales nos han obsequiado con la abominable afirmación de que la ofensiva de Hamas del mes pasado ha sido el ataque más mortífero cometido contra los judíos “desde el Holocausto”.

El obstinado intento israelí y sionista de presentar a los palestinos como antisemitas y nazis se remonta a los años 1920 y 1930, respectivamente. El propósito de esta despreciable propaganda aún vigente es transformar la lucha anticolonial palestina en un conflicto antisemita que provoque la simpatía occidental hacia Israel.

Considerar a los soldados y civiles israelíes que murieron el 7 de octubre como víctimas del antisemitismo tiene como finalidad explícita ocultar que los palestinos que atacan a Israel y a los judíos israelíes lo hacen porque son colonizadores, no por ser judíos.

Tratar de equiparar a Israel y a los colonos judíos israelíes con los judíos europeos –que eran objetivo de los antisemitas por el solo hecho de ser judíos– no sólo es antisemita en sí mismo, sino que además deshonra la memoria de los judíos caídos durante la Segunda Guerra Mundial al vincularlos falsamente con la colonia de asentamiento supremacista judía que es Israel.

Las y los palestinos siguen resistiendo a Israel por su supremacía racial y por su colonialismo de asentamiento, no por su judaísmo. La imputación de que los palestinos no se habrían resistido a sus colonizadores si hubieran sido cristianos o musulmanes o hindúes, o que sólo se resisten a ellos porque son judíos, roza el ridículo.

Desde el río hasta el mar
Desacreditar como antisemita la resistencia palestina a la destrucción de sus tierras, de sus medios de subsistencia y de sus vidas delata la aversión occidental imperialista y racista que provoca el popular lema de protesta propalestino “Desde el río hasta el mar”. Para distraer la atención de la masacre de Gaza, los sionistas han emprendido una campaña para tachar el lema de antisemitismo.

“Desde el río hasta el mar, Palestina será libre” significa que toda la Palestina histórica tiene que ser liberada de los privilegios coloniales y raciales supremacistas judíos, y que hay que derogar todas las instituciones y leyes racistas israelíes desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo para que todos los palestinos y palestinas sean libres.

A quienes calumnian este lema les resulta irrelevante que el matizado sistema de apartheid que se aplica en el interior de Israel contra su ciudadanía palestina se parezca cada vez más, desde el último mes, por sus draconianas medidas represivas, al que se aplica en Cisjordania, donde se intensifican los pogromos contra la población palestina por parte de los colonos y del ejército israelí.

Los que lo critican, sobre todo los que dicen apoyar una solución de dos Estados, insisten en que rechazan la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, pero se oponen enérgicamente al derrocamiento de la supremacía judía en el propio Israel.

El eje de estos argumentos sionistas está en afirmar que hoy en día la identidad judía depende de que se instaure la supremacía judía sobre los no judíos y de colonizar tierras ajenas, y que todo aquel que se oponga a cualquiera de estas dos cosas es antisemita. Lo que es verdaderamente antisemita es la ideología colonial de asentamiento y de supremacismo judío –esencia misma del sionismo, no del judaísmo ni de la judeidad– que sionistas e israelíes proyectan sobre los judíos y el judaísmo.

El consenso de los gobiernos y de los medios occidentales en la defensa de Israel hoy en día no es, aunque sorprenda a algunos, diferente del consenso occidental que respaldaba a los colonos europeos en contra de los pueblos indígenas colonizados desde el comienzo del colonialismo europeo.

El respetado demócrata francés del siglo XIX Alexis de Tocqueville dijo lo siguiente sobre el colonialismo francés en Argelia: “Con frecuencia he oído a hombres a los que respeto, pero con los que no estoy de acuerdo, considerar malo que quememos cosechas, que vaciemos silos y, por último, que apresemos a hombres, mujeres y niños desarmados. Estas son, en mi opinión, necesidades deplorables pero a las que cualquier pueblo que quiera hacer la guerra a los árabes está obligado a entregarse”.

John Stuart Mill, icono del liberalismo, afirmó explícitamente que “el despotismo es un modo legítimo de gobierno para tratar a los bárbaros”.

Durante el genocidio alemán del pueblo herero de Namibia, los socialdemócratas alemanes liderados en el parlamento por August Bebel, resultaron ser tan racistas como sus homólogos conservadores y liberales. En respuesta a la deshumanización de los herero como bestias inhumanas, tanto por parte de los parlamentarios conservadores como de los liberales, Bebel expresó su simpatía por la lucha del pueblo herero aunque concedió que no eran civilizados: “He subrayado repetidamente que son un pueblo salvaje, de cultura muy baja”.

Hasta los comuneros franceses, enviados al exilio en Nueva Caledonia para reformarlos tras el levantamiento de la Comuna de París de 1871 que el Estado francés sometió, participaron activamente en el genocidio del pueblo indígena canaco.

Indiferencia occidental
Después del atentado del 7 de octubre muchos comentaristas se han preguntado en redes sociales  cómo es posible que unos judíos israelíes pudieran organizar un festival de música a cinco kilómetros del campo de concentración de Gaza. Otros explicaron que “las fiestas en la naturaleza, al aire libre, o los festivales de música en los valles boscosos y desiertos del sur de Israel son un pasatiempo popular entre los jóvenes israelíes”.

La cuestión de la proximidad de las fiestas no es exclusiva de los israelíes. Un fiscal general sudafricano de la entonces colonia de asentamiento de Namibia bajo ocupación de Sudáfrica declaró en 1983 que “los blancos no tienen ni la más remota idea de lo que ocurre en la zona de operaciones” donde la resistencia negra era activa. “Los blancos del sur”, dijo, “siguen organizando fiestas”. Los historiadores de la lucha en Namibia explican que como estaban “acostumbrados a hacer la vista gorda ante la rebelión en los suburbios negros a ocho kilómetros de sus casas, no era de extrañar que los blancos de la región” ignoraran “los estragos” que se producían al lado.

Lo extraordinario del despreciable consenso occidental antipalestino de hoy en día es que la academia occidental, anteriormente un pilar de la defensa proisraelí, haya desacreditado en los últimos 40 años todas las reivindicaciones medulares del sionismo de Israel, para empezar, exigir la tierra de los y las palestinas, y afirmar que su “democracia” de raza superior se aplica a todos. Pero nada de eso ha causado efecto alguno sobre los gobiernos occidentales o sobre la representación que ofrecen los principales medios de comunicación sobre Israel o sobre la población palestina.

Que se siga dependiendo de orientalistas desacreditados (por no decir fanáticos sionistas pro israelíes) como expertos y asesores de gobiernos y medios de comunicación –a la sazón, Bernard Lewis y otros después del 11-S– cuyas opiniones ya están desautorizadas desde la década de 1970, ilustra el firme compromiso del poder político occidental con la supremacía blanca. E insiste en que  solo el sionismo orientalista y el racismo antiárabe y antimusulmán recabarán el apoyo a las empresas imperiales.

Lo que demuestra claramente este compromiso es que sólo se recluta el conocimiento académico occidental que fomenta el imperio y la supremacía blanca al objeto de que respalde las empresas imperiales, mientras que cualquier cosa que pueda distraer sus objetivos se considera, como era de esperar, irrelevante o se rechaza y se censura con vehemencia.

Nuestro mundo está más dividido que nunca entre las fuerzas de la supremacía blanca lideradas por EE UU y Europa Occidental y sus víctimas no blancas. Los crímenes de guerra genocidas ejecutados estos días por Israel en Gaza son sólo los últimos de una larga historia de atrocidades coloniales para salvaguardar la supremacía blanca europea en la última colonia de asentamiento de Asia.

Pero lo que los supremacistas blancos se niegan a admitir es que el pueblo palestino no dejará de resistir a Israel hasta derrotar su régimen de apartheid y de supremacía judía desde el río hasta el mar.

Joseph Massad, jordano de origen palestino, es profesor de Política árabe moderna e Historia intelectual en la Universidad de Columbia, Nueva York. Es autor de numerosos libros y artículos académicos y periodísticos. Entre sus libros destacan Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan; Desiring Arabs; The Persistence of the Palestinian Question: Essays on Zionism and the Palestinians, y más recientemente Islam in Liberalism. Sus libros y artículos se han traducido a una docena de idiomas.

MIDDLE EAST EYE

Traducción para viento sur de Loles Oliván Hijós

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Israel retiene cuerpos palestinos y enfrenta acusaciones de robo de órganos

Una comisión de investigación internacional e independiente es lo que pide la organización Euro-Med Human Rights Monitor, para revelar qué es lo que hace Israel con decenas de cuerpos retenidos. La entidad de derechos humanos, con sede en Ginebra, afirma contar con documentación sobre la confiscación de numerosos cuerpos en el Hospital Al Shifa y el Hospital Indonesio, durante los ataques e invasión perpetrados contra ambos complejos sanitarios en las últimas semanas.

Los soldados israelíes también retendrían los cuerpos sin vida de desplazados palestinos asesinados mientras huían al Sur, por el presunto corredor seguro, atacado múltiples veces por fuego israelí. El comité Internacional de la Cruz Roja es el encargado de trasladar los cuerpos palestinos al Sur para que puedan ser enterrados, después de que Israel los ponga en su poder, sin embargo, son muchos los que aún quedan en manos de las fuerzas armadas de este país.

Es en este contexto que Euro-Med Monitor ha manifestado su preocupación por la posibilidad de que Israel esté robando órganos de las víctimas del genocidio. Para ello se basa en informes de profesionales médicos que pudieron examinar algunos cuerpos después de que fueran entregados. Estos profesionales, argumenta la organización, habrían detectado la desaparición de cócleas y córneas, así como hígados, riñones y corazones.

Médicos de Al Shifa afirmaron que los indicios de sustracción de órganos fueron numerosos

Los médicos citados por Euro-Med Rights, procedentes del Hospital Al Shifa, destacan que las autopsias forenses no bastan para determinar si los órganos han sido robados, y lamentan que los bombardeos e intensos ataques, junto al flujo incesante de heridos, imposibilitaron llevar a cabo análisis integrales de los cadáveres, no obstante, los indicios de sustracción de órganos fueron numerosos.

Euro-Med recordaba ayer algunos precedentes en los que basa sus sospechas, el estado israelí “ya retiene al menos los restos de al menos 145 palestinos en sus morgues y unos 255 en sus ‘Cementerio de números’, cercano a la frontera con Jordania e inaccesible al público, así como 75 personas desaparecidas que no han sido identificadas por Israel”. La organización denuncia que las Fuerzas de Defensa israelíes almacenarían los cuerpos sin vida de palestinos abatidos en una suerte de fosas comunes en zonas militares.

Euro-Med Human Rights Monitor cuenta con un informe previo en el que denunciaba que las autoridades israelíes no mantendrían los cadáveres de personas palestinas a la temperatura adecuada para hacer que el olor fuese molesto, dificultando además posibles análisis forenses. El grupo de derechos humanos, con presencia en distintos países del Mediterráneo, y una sede en los Territorios Ocupados, va más allá: apunta a que el Gobierno habría legalizado la retención de cuerpos palestinos y el robo de sus órganos, refiriéndose a la sentencia de la Corte Suprema israelí de 2019 que permite a las autoridades militares enterrar cuerpos temporalmente en el citado “Cementerio de Números”.

“Han habido informes en años recientes del uso ilegal de los cuerpos palestinos retenidos por Israel, incluyendo el robo de órganos y su uso en laboratorios de facultades de medicina israelíes”

En el mismo sentido, ya en 2021, el Parlamento israelí aprobó legislación que permitía la retención de cadáveres palestinos por parte tanto del ejército como de la policía. “Han habido informes en años recientes del uso ilegal de los cuerpos palestinos retenidos por Israel, incluyendo el robo de órganos y su uso en laboratorios de facultades de medicina israelíes”, señalan.

En este sentido, recuerdan el libro Over Their Dead Bodies (Sobre sus cadáveres, en castellano), en el que la médico israelí Meira Weiss documentaba cómo órganos de cuerpos de palestinas y palestinos eran usados para la investigación, o trasplantados en pacientes israelíes. La organización también señala la admisión del antiguo director del Instituto de Medicina Forense Abu Kabir en Israel, Yehuda Hess, de que se habrían robado tejidos y órganos de palestinos muertos sin el conocimiento de sus familiares. Por último, apuntan a una investigación de 2008 realizada por la CNN, en la que se señalaba a Israel como un nodo central en el mercado global de órganos.

Euro-Med Rights Monitor, denuncia que Israel es el único país que retiene los cuerpos de aquellos que mata, en violación al derecho internacional, y en concreto a la Cuarta Convención de Ginebra que obliga a las partes del conflicto a proteger los cuerpos y prohíbe su mutilación.  La organización recuerda que la no entrega de los cuerpos a sus familias e impedir que sean enterrados dignamente, podría constituir un castigo colectivo, contrario a la legalidad internacional.

Tomado de elsaltodiario.com

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Palestina. Jóvenes norteamericanos recuerdan los orígenes coloniales de sus países

Las reuniones en apoyo de la causa palestina están aumentando al otro lado del Atlántico. Están marcados por la presencia masiva de la juventud norteamericana en toda su diversidad. Encuesta en Montreal entre estos jóvenes activistas a menudo son criticados pero que llevan a cabo una lucha significativa en un continente marcado por su historia colonial.    Del río al mar, Palestina será libre   . El sábado 4 de noviembre de 2023, cerca de 25.000 personas se reunieron en la Place des Arts, en el corazón de Montreal, para corear este lema central de las manifestaciones por la liberación de Palestina. Ese mismo día, las calles de Toronto, Washington y Nueva York se llenaron de gente. Desde el inicio de la guerra librada por Israel en Gaza tras el atentado del 7 de octubre , los centros urbanos de las metrópolis norteamericanas se transforman cada fin de semana en lugares de salida. Cada nueva manifestación moviliza cada vez a más jóvenes participantes, a veces incluso adolescentes. Está claro que el apoyo a Palestina ya no está reservado principalmente a los jóvenes de origen árabe conscientes de la causa palestina, transmitida culturalmente de generación en generación.

¿Qué empuja a estas decenas de miles de jóvenes a comprometerse con los derechos de los palestinos  ? Para entender esto es fundamental mirar el pasado colonial norteamericano y el deber de memoria que los jóvenes imponen a los pueblos indígenas. Como resultado, las teorías humanas y sociales críticas –particularmente las decoloniales– tienen una gran resonancia entre esta generación joven. Si Francia perpetúa esta desafortunada tendencia a rechazarlos, etiquetándolos peyorativamente como ”  wokistas  “, los norteamericanos se están educando en los escritos de Edward Said y Frantz Fanon . Cuestionar las estructuras imperialistas y coloniales está en el centro de la investigación académica estadounidense, y la crítica del canon occidental es un elemento básico de los programas de ciencias políticas.

Descolonizando las conciencias

 Nací y crecí en tierras robadas, soy colona, ​​pero no la elegí  ”, explica Caitlyn, entre dos lemas que piden la liberación de Palestina. La lluvia torrencial que cayó sobre Montreal no impidió que esta canadiense de 22 años y sus amigos vinieran a manifestarse.  Apoyo la descolonización indígena en Canadá, por lo tanto también apoyo la descolonización  palestina “, continúa. Para este estudiante de ciencias políticas de la Universidad de Concordia, se requieren personas no racializadas ( gente blanca ) para luchar contra la colonización. Más que un deber de recordar, es una responsabilidad que ella misma se impone:  Mi generación tiene fácil acceso a la masacre en curso en Gaza en las redes sociales, lo vemos todo y no hacer nada sería hipócrita  ”.

En Nueva York, la poeta Dakota Smith pronuncia un discurso similar. Crítica de su país, la artista de 29 años es una habitual de las manifestaciones contra la política estadounidense.  Estados Unidos es uno de los países más violentos de la historia y, como estadounidense, tengo que cuestionar continuamente la política exterior de mi país  ”, afirma. Desde el 7 de octubre, el escritor de Los Ángeles participa en la causa palestina y no parece sorprendido por el apoyo incondicional del establishment estadounidense a Israel.  A Estados Unidos le encanta la guerra, ya me he acostumbrado y prefiero concentrarme en lo que puedo hacer para ayudar a Palestina”, insiste. Estamos siendo testigos de un genocidio en tiempo real, ¿por qué no utilizar nuestra humanidad básica para intentar hacer algo  ?  » Es necesario desarrollar una empatía para no caer en la complacencia con respecto a las políticas coloniales, según la joven.

Convergencia de luchas

Artistas, estudiantes, activistas…, todos parecen reconocerse en la causa palestina, según Benoît Tanguay, redactor jefe del periódico del grupo La Riposte sociale, una organización marxista canadiense.  La lucha de los oprimidos es nuestra lucha, la de los trabajadores. Los enemigos de los palestinos son los enemigos de los trabajadores canadienses  ”, explica el activista de 29 años. La cuestión palestina es incluso el motivo de su compromiso comunista:  Hace diez años vi un documental que explicaba la situación colonial en Palestina y me impactó tanto que al día siguiente me uní a la lucha de los trabajadores  “.

Disgustado por los discursos de los partidos políticos canadienses que se apresuraron a condenar a Hamás sin  considerar la lucha palestina en su conjunto  “, Benoît Tanguy no se anda con rodeos. Para él, el gobierno de Justin Trudeau es cómplice de la opresión del pueblo palestino. Desde el 7 de octubre, el Primer Ministro canadiense ha reiterado el  “derecho de Israel a defenderse  ” y todavía no ha pedido un alto el fuego en Gaza. Un comportamiento  escandaloso   que empujaría a la nueva generación a interesarse más por las ideas comunistas y por el  derrocamiento del orden capitalista establecido  ”. Cada semana, el redactor jefe se reúne con un centenar de jóvenes trabajadores comunistas norteamericanos. Afirma que apoyan la causa palestina:  Todos están conmocionados y disgustados por el trato infligido por la entidad sionista a los palestinos  ”.

Un sentimiento compartido por parte de la comunidad LGBTQ +. Desde hace un mes, los movimientos queer se movilizan y convocan a manifestaciones. Expuestos a las críticas de quienes denuncian la falta de coherencia de este sesgo, los activistas rechazan de plano lo que interpretan como infantilización: “Evidentemente, no sabemos qué es bueno  para nosotros y qué es justo defender, debido a nuestra orientación sexual”. o nuestra identidad de género  ”, bromea Alice.1, 23 años. Con un cartel de “  Queers for Palestina  ” en la mano, esta estudiante lesbiana rechaza la retórica según la cual Hamás persigue a los homosexuales.  El mundo espera que nos posicionemos de una determinada manera y rechazamos esta orden  “, se indigna.

Ya graduado de una maestría en ciencias de la comunicación, el estudiante se refiere al pinkwashing utilizado por Israel para resaltar el tratamiento progresista de LGBTQ +, al tiempo que desvía la atención de los abusos contra los derechos humanos perpetrados contra los palestinos.  Recordarnos la homofobia de Hamás equivale a argumentar que las vidas palestinas valen menos que las de los habitantes de Israel, donde la homosexualidad no constituye un delito o una falta menor  ”, ​​continúa. Según Alice, todas las comunidades tienen derecho a posicionarse a favor de los palestinos:  Sí, puedes ser homosexual y participar en una manifestación contra un genocidio, por un alto el fuego y por la liberación de una población ocupada  ”.

Acalorados debates en la Universidad McGill

El apoyo de la comunidad LGBTQ + no sorprende a Marwa, estudiante palestina de la Universidad McGill:  La causa palestina es interseccional y humana, por lo tanto, accesible a todos  ”. A sus 23 años, es portavoz de la asociación académica Solidaridad por los Derechos Humanos Palestinos ( SPHR ). Según ella, muchos miembros del grupo no están directamente vinculados a la causa palestina.  Son nuestros aliados, no es necesario ser árabe para simpatizar con los palestinos. Quienes nos apoyan llevan dentro de sí los valores de la justicia, la libertad y la descolonización  ”, explica antes de añadir que  todas las comunidades marginadas se reconocen en la causa palestina  ”.

Desde hace un mes, el grupo de estudiantes que ella representa libra una batalla mediática contra la administración universitaria. El 10 de octubre, el decano de la universidad Christophe Manfredi publicó un comunicado de prensa denunciando las  publicaciones odiosas   del SPHR tras el ataque de Hamás. Escribe que quiere  revocar la autorización concedida a este club para utilizar el nombre de la universidad y tomar todas las demás medidas que resulten necesarias para remediar la situación  ”. Para los jóvenes palestinos,  quieren silenciar las voces propalestinas  ”.  McGill cree que apoyamos el terrorismo  ; ” No es así  “, lamenta Anna, presente en un mitin organizado por la SPHR frente a la universidad. Con un metro y medio de altura, esta estudiante de enfermería lleva con el brazo extendido un cartel que denuncia la postura del rector de la universidad:

 No somos palestinos, no vivimos lo que ellos viven, no nos corresponde a nosotros juzgar cómo deciden descolonizar. Apoyamos esta descolonización, ya sea que se haga violentamente o no  ”.

Destruir la confusión entre antisionismo y antisemitismo

Para Yakov Rabkin, historiador y especialista en sionismo y judaísmo contemporáneo, los estudiantes y jóvenes que afirman su apoyo a la causa palestina no son ni ignorantes ni inconscientes.  Están reaccionando racionalmente ante una situación política comprensible, pero presentada de forma irracional. Los jóvenes occidentales, incluidos los judíos, entienden perfectamente lo que está sucediendo en Palestina  ”. Para el investigador, el gobierno de Netanyahu explota la religión  con fines políticos  ”. Denuncia el lenguaje mesiánico maniqueo:  Da la impresión de que se trata de una lucha entre el Bien y el Mal. Su discurso está dirigido a los sionistas cristianos, aliados incondicionales de Israel en Estados Unidos, Brasil y otros lugares  ”. Parece entonces enteramente lógico que tal discurso no afecte a los más jóvenes, ya que va en contra de todas las normas políticas:  Utilizar la retórica religiosa es abandonar todo debate racional  ”.

Según el historiador, el apoyo de los jóvenes a la causa palestina está desacreditado por la amalgama entre antisemitismo y antisionismo , fomentada por el Estado de Israel. Señala la considerable diferencia entre los dos términos.  Los antisemitas odian a los judíos por su religión o su “raza”, los antisionistas se oponen a un movimiento político, por lo que no tiene nada que ver con el odio al judío. Los que se oponen a la independencia de Quebec no odian a los quebequenses  ”, bromea. Una ambigüedad también  propagada por el CRIF francés y algunas sinagogas estadounidenses  ”, que no dudan en reiterar constantemente su apoyo incondicional a Israel. Para Yakov Rabkin, estos discursos ponen en peligro a la comunidad judía en su conjunto.  Israel no es un Estado judío, es un Estado sionista. Muchos judíos no apoyan el proyecto sionista que es colonial y excluyente  ”. Un recordatorio imprescindible, que confirma que si las palabras tienen significado, la juventud parece manejarlas a la perfección.

Tomado de orientxxi.info

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La guerra de Israel contra Gaza ha desatado una ola de represión contra los artistas propalestinos

Por Rosabel Crean.

En todo el Reino Unido y Estados Unidos, una ola de represión está amordazando el discurso pro palestino, especialmente de escritores y artistas musulmanes y árabes. Pero las voces palestinas se niegan a ser silenciadas.

Cuando el mes pasado estalló el estallido de violencia más reciente en Israel y Palestina, la conmoción que recibieron los acontecimientos provocó un rebote de solidaridad para todos los que fueron víctimas del horror. El mes pasado, los profesionales culturales de la diáspora palestina, alejados de una catástrofe que estalló una vez más en su tierra natal, se movilizaron para garantizar que los ojos del mundo dieran testimonio.

Pero al mismo tiempo que organizaban, hablaban y compartían relatos de décadas de sufrimiento palestino a manos de la ocupación israelí, les quitaban la alfombra. Una ola de represión arrasó con instituciones de renombre que sucumbieron a “preocupaciones de seguridad” y comenzaron a cancelar o posponer indefinidamente eventos relacionados con Palestina. Los artistas árabes y musulmanes no tenían nada que hacer más que ver cómo se vaciaban sus calendarios.

Ésta fue la experiencia del Festival de Literatura Palestina (PalFest), cuando su evento anual en Londres fue abruptamente cancelado en octubre. El festival, que debía presentar obras de escritores e intérpretes como Tamim al-Barghouti, Rashid Khalidi, Soweto Kinch, Julie Christie y Esther Freud, fue reservado meses antes del conflicto actual. Pero esto no fue suficiente para los lugares; La primera en cancelar fue la reconocida Royal Geographic Society (RGS), que afirmó en un comunicado que la decisión “no fue en modo alguno una reflexión sobre los organizadores del evento, los ponentes o los asistentes, ni un comentario sobre el contenido del evento, sino que fue una forma de evitar poner a las personas en riesgo de sufrir daños durante un momento de mayor tensión”.

Después de que cincuenta lugares rechazaran el PalFest, el influyente novelista egipcio y cofundador del PalFest, Ahdaf Soueif, finalmente ayudó a encontrar un espacio en Hamilton House. Al inaugurar el evento, dijo que nunca había experimentado algo parecido: “en nuestros quince años de producir eventos literarios en y alrededor de Palestina”, dijo, “nunca ha habido tal clima institucional de silenciamiento y miedo”. La multitud siempre estuvo allí: el evento del viernes por la noche de PalFest se agotó, con espacio solo de pie para los doscientos que desafiaron el clima para ver actuaciones musicales y de palabra hablada estelares. Basándose en las palabras de Edward Said, Soueif aseguró a la audiencia que a pesar de la represión, PalFest no se detendrá en su misión de “colocar el poder de la cultura en confrontación con la cultura del poder”.

Las cancelaciones no han sido exclusivas de la literatura. PalMusic, una iniciativa británica para mostrar a jóvenes músicos palestinos talentosos, debía organizar su concierto de décimo aniversario en la catedral de Southwark el 11 de octubre. Pero en la víspera del evento, el lugar lo canceló por preocupaciones sobre “la seguridad de los audiencia, músicos y personal de la Catedral”. Quizás más preocupante fue la experiencia reciente de la escritora británica Suhaiymah Manzoor-Khan, quien se encontró a instancias del departamento de diversidad, equidad e inclusión (DEI) de una importante editorial.

Estaba previsto que Manzoor-Khan diera una charla a sus empleados sobre la islamofobia en noviembre, basada en su libro de 2022 Tangled in Terror: Uprooting Islamophobia . En cambio, le dijeron abruptamente que la conversación había terminado. “La oficina de DEI creía que la conversación no debería realizarse de forma aislada y que sería necesario una conversación sobre antisemitismo para que hubiera equidad y para que hubiera inclusión”, nos dijo . “Me pareció una respuesta realmente extraña, que suponía o aplicaba que un discurso sobre islamofobia debe ser compensado por un discurso sobre antisemitismo, lo que da la impresión de que un discurso sobre islamofobia es en sí mismo antisemita, y eso fue realmente preocupante”. Después de que Manzoor-Khan publicara el intercambio en las redes sociales , la compañía se retractó de la decisión y dijo que la conversación podría continuar en una fecha posterior.

La vigilancia de la identidad árabe y musulmana no debería sorprender a un Estado británico donde el Ministerio del Interior se ha “convertido en una rama del Shin Bet”, dice el destacado historiador y académico Rashid Khalidi, refiriéndose a la famosa agencia de inteligencia nacional de Israel . “La llamamos Cruella, al igual que Private Eye ”, bromea Khalidi sobre la exsecretaria del Interior, Suella Braverman. Al sintonizarnos desde su oficina en la Universidad de Columbia de Nueva York, donde ha enseñado estudios árabes modernos durante más de veinticinco años, reconoce claramente la tensión. “Existe una enorme presión sobre las instituciones culturales y las universidades para que no promuevan nada que tenga que ver con Palestina”, dice Khalidi. Dijo que si bien es probable que los lugares tengan problemas de seguridad, hay pocos registros de problemas que los justifiquen. “Pero eso es un pretexto”, argumenta, y “sin duda, en muchos casos, un pretexto para la censura política”.

En comparación con Gran Bretaña, la censura palestina adopta otra forma en Estados Unidos, en parte debido a las empresas de relaciones públicas, grupos de expertos y grupos de defensa israelíes que trabajan para sofocar las críticas a las políticas del gobierno israelí, así como al apoyo de larga data de Washington a ” la única democracia en el Medio Oriente”. Esto significa que cualquier llamado a la autodeterminación palestina es profundamente tabú; Khalidi recuerda a su amigo Michael Rattner, el fallecido abogado estadounidense de derechos civiles, que acuñó el término “excepción palestina a la libertad de expresión” hace más de una década. Khalidi admite, sin embargo, que los horribles acontecimientos y el elevado número de muertos civiles en esta guerra han intensificado el discurso más que antes.

Décadas de ocupación han cultivado una atmósfera hostil para quienes se encuentran en Cisjordania y Jerusalén. La escritora y cofundadora de PalFest, Brigid Keenan, recuerda las tácticas de intimidación de las autoridades israelíes durante el segundo PalFest en 2009, cuando los organizadores llevaron a un grupo de escritores a Palestina para realizar talleres y eventos con los lugareños. “Siempre me había molestado que Palestina estuviera aislada del mundo cultural de Occidente, pero obviamente Palestina está llena de escritores y poetas”, nos dice. “Lo importante es darle voz a la gente. Si eres una potencia colonial, lo primero que haces es intentar suprimir su cultura. Crees que son salvajes, así que intentas detener sus rituales, detener las cosas que están haciendo, cambiar sus historias”.

Keenan recuerda una experiencia en un evento que se celebró en un teatro de Jerusalén. “Cuando llegamos al teatro, Ahdaf y yo descubrimos que las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] se habían apoderado del mismo. Les preguntamos por qué no podíamos tenerlo. Dijeron: ‘Bueno, no puedes’”. Al final, la velada fue rescatada por el cónsul general francés, quien se ofreció a organizar el evento en su oficina ya que “pertenece oficialmente a Francia”, recuerda Keenan que dijo. “Todos pasamos junto a los soldados israelíes y recuerdo haber hablado con uno y decirle: ‘¿No te gusta la buena escritura y la poesía?’ a lo que él dijo: ‘Sí, lo hago’”. Cuando Keenan le preguntó por qué estaba haciendo esto, “no hizo ningún comentario”.

Sin embargo, en los últimos años se ha visto un creciente interés por los artistas palestinos en Occidente. Todo, desde el teatro experimental palestino hasta la música hip-hop, ha abierto nuevas vías para que los jóvenes se comprometan con la causa palestina. “Nunca en mi vida me han inundado los libros publicados en Palestina”, razona Khalidi. “Todo el mundo me envía una copia de su libro, o me envía el editor. Esto es nuevo. Si este tipo de cosas no fueran atractivas para el público, no las publicarían”.

Khalidi, cuyo padre era palestino y madre libanesa-estadounidense, conoce la vida bajo bombardeos desde su estancia en Beirut durante los sangrientos días de la guerra civil del Líbano. Hoy toca esa amarga ironía; que puede sentirse peor estar alejado de un conflicto que estar allí, particularmente cuando piensa en sus familiares en Gaza y Cisjordania. “Desde la distancia uno se siente muy impotente”, dice. “Siento un profundo resentimiento porque el dinero de mis impuestos se utiliza para pagar proyectiles de artillería, bombas y aviones de guerra. La gente puede ver que muchos israelíes inocentes fueron asesinados, pero también puede ver que muchos palestinos están siendo asesinados. Detenerlo debería ser el objetivo de todos”.

Pero la historia nos muestra que, a pesar de todo, la literatura puede ser una amenaza. Los pensadores y escritores siempre han estado a la vanguardia de la resistencia a la opresión, y los opresores siempre los consideran objetivos legítimos. Desde el asesinato del escritor revolucionario Ghassan Kanafani en 1972 hasta el arresto de la autora Ahed Tamimi, de veintidós años, en Cisjordania este mes, quienes están armados hasta los dientes temen a quienes pueden decir la verdad. Esto es lo que hace que PalFest (y su continuación en los próximos años) sea tan importante.

Tomado de jacobin.com

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