Desde abril de 2018, Costa Rica ha recibido a una cantidad de población nicaragüense como nunca antes en la historia. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha informado de que, al menos, 200.000 personas se vieron obligadas a huir de Nicaragua por la  persecución del Estado y otras violaciones de sus derechos humanos. ACNUR estima que unas 150.000 personas de origen nicaragüense se han establecido en Costa Rica.

¿Yo embarazada?

Eva Luz llegó a Costa Rica en 2020. Las condiciones de violencia estatal en su natal Rivas (Nicaragua) superaron los niveles de tolerancia. Con una represión creciente y tras observar cómo una a una sus amistades y contactos que le proveían trabajo e ingresos se iban del país, decidió también empacar sus maletas y viajar hacia el sur.

Pero a su llegada a Costa Rica Eva tenía otra preocupación. Su cuerpo empezó a comportarse de una manera muy particular. Dolores de espalda, mareos, adormecimientos de piernas y brazos, inflamación de los pies. El crecimiento de su barriga podría ser indicador de un embarazo. Relata cómo sus allegados la observaban con sorpresa hasta preguntarle sobre su supuesto embarazo. Pero Eva no estaba embarazada, tenía un problema de salud.

“Mi útero está lleno de miomas que simulan un embarazo de seis meses. Uno está muy muy grande. Los doctores de aquí me hablan de tumor. Me dio miedo. Yo lo asocio con el cáncer”, afirma en declaraciones para esta reportaje.

En Nicaragua una consulta médica cuesta 25 dólares, en Costa Rica es el doble

Eva Luz se las ingenia para vender comida por encargo entre sus conocidos, pero apenas le llega para cubrir los gastos básicos porque mientras en Nicaragua una consulta médica cuesta unos 25 dólares (10.700 colones), en Costa Rica ronda los 25.000 colones (46,7 dólares). Estos elevados costos no le permiten acceder a un servicio privado de salud de calidad.

Relata que, en su condición de solicitante de refugio, también ha intentado sin éxito acceder a la cobertura que otorga ACNUR a través de La Caja Costarricense de Seguro Social. “Pero ellos dicen que priorizan los casos crónicos, como diabetes, hipertensión y que, en mi caso, no es algo crónico. No sé, yo he intentado como tres veces llenar ese formulario, pero todavía no he podido”, explica.

Mes a mes, Eva hace un sobreesfuerzo por juntar el dinero para acudir a sus chequeos periódicos en una clínica privada. Mientras aguarda una luz de esperanza ante una posible señal de ACNUR para poder beneficiarse de un seguro médico.

Haydee y su segunda oportunidad

Haydee González es una joven que logró coronar dos carreras universitarias (Ingeniería Química y Arquitectura) pero, de un momento a otro, vio cómo su vida y sus sueños se desplomaron en 2018. En ese año, un familiar fue asesinado a tiros por paramilitares en la conocida ‘operación limpieza’.

Lo ocurrido marcó por completo la historia de Haydee, quien no dudó en manifestarse y marchar por el respeto de los derechos humanos del pueblo nicaragüense, lo que después se tradujo en amenazas contra ella y finalmente en el exilio.

“Yo era alguien en Nicaragua, como profesional, con un buen trabajo. Y, de repente, tus títulos no valen nada. Estás en un país ajeno, donde hay mucha burocracia para poder ejercer, para que te reconozcan. Obviamente salí corriendo y no hubo tiempo para el apostillado de los papeles. ¿Qué te ibas a imaginar?”, explica sobre su situación de exiliada.

Sofía Velazquez llegó a Costa Rica desde Nicaragua en 2018 tras el inicio de la crisis sociopolítica
Sofía Velazquez llegó a Costa Rica desde Nicaragua en 2018 tras el inicio de la crisis sociopolítica. Cedida por Sofía Velázquez.

Estudiar desde cero otras carreras universitarias no era factible en Costa Rica, por eso Haydee optó por desempolvar sus habilidades de barista, una antigua afición en la que también se había formado durante su vida en Nicaragua, sin imaginar que esto le serviría para conseguir un trabajo en un café en la capital costarricense.

Su nuevo empleo resolvería algunas de sus necesidades económicas, pero el contrato no incluyó su integración en el seguro social. Y para ella es clave tener atención sanitaria.

En Nicaragua, le diagnosticaron una enfermedad conocida como neuralgia del trigémino, un padecimiento que provoca dolores similares a una descarga eléctrica. En el caso de Haydee, sufría agudos dolores de cabeza que le impedían levantarse de la cama hasta por 15 días.

Se quedó embarazada y le informaron de que se presentaba un caso de alto riesgo

Con este diagnóstico, ACNUR le facilitó en 2019 las gestiones para la entrega del seguro social por el convenio entre esta entidad y el Seguro Social costarricense.

La mujer había decidido ser madre de un niño en 2017. Más tarde decidió que no quería tener más hijos y se sometió a una cirugía de esterilización, pero algo falló porque, en 2019, se quedó embarazada y le informaron además de que presentaba un caso de alto riesgo.

La discriminación que no cesa

Haydee se dirigió al EBAIS (centro de atención integral primaria) de Santa Bárbara en Heredia, donde relata que fue muy mal atendida. “La doctora, desde la primera vez, fue muy arrogante y grosera. Ya de entrada, me dijo que nosotras, las nicaragüenses, venimos aquí para tener hijos y conseguir la residencia”.

Por las condiciones en las que se encontraba decidió no entrar en discusiones: “Le supliqué, prácticamente llorando, que me diera el traslado al Hospital de Heredia porque, en ese tiempo, yo vivía en Santa Bárbara de Heredia. Entonces, ella me dijo que eso no iba a ser posible porque los doctores no estaban atendiendo en pandemia”.

Las negativas de la médica ante la solicitud de Haydee generaron una larga y fuerte discusión en el interior del centro de salud. Ella recuerda que le comentó todas las complicaciones durante su primer embarazo, el cual fue prematuro, y sus temores a volver a tener complicaciones.

La doctora le dirigió comentarios xenófobos hacia las mujeres nicaragüenses

“Esa mujer no me escuchó. Me dijo: ‘La doctora soy yo. Váyanse y aguante los dolores en su casa'”, apunta la exiliada nicaragüense, quien sufrió repetidamente comentarios xenófobos hacia las mujeres de su país.

Durante el embarazo, Haydee tuvo que ser revisada en varias ocasiones por esa misma doctora. En la semana 36, durante su última cita, fue atendida por otro médico. De inmediato, el funcionario notó anomalías y preguntó a Haydee por qué no había sido trasladada al hospital. Seguidamente, el médico autorizó un traslado de emergencia.

El siguiente inconveniente con el que se topó Haydee es que el hospital no reconoció su carnet de seguro de ACNUR como válido. Esperó hasta que accedieron a atenderla tras los reclamos de González.

“Me atendió una doctora colombiana y se asustó al ver que mi panza era inmensa. Parecía que tenía tres niños. Me dijo: ‘Usted tiene un problema gravísimo y quiero que sepa que la vamos a ingresar al quirófano y usted va a perder el útero'”, recuerda Haydee.

La médica le explicó que tenía placenta percreta, una anomalía por la que la placenta crece al ritmo del bebé, una especie de tumor que creció, invadió los órganos y se introdujo en la vejiga. Todo ello produjo la constante pérdida de líquido amniótico.

En los días posteriores, Haydee recibió la transfusión de 32 litros de sangre del tipo O negativo, difícil de encontrar. Su situación movilizó a personal de cocina, de enfermería y médicos que estuvieron disponibles para donar su sangre.

Y en los siguientes tres meses, Haydee tuvo cinco cirugías reconstructivas de sus órganos y, en una ocasión, escuchó decir a un sanitario que, como la paciente se estaba desangrando, no se podía hacer nada. Pero la reanimaron y siguieron operando hasta extirparle el útero, la placenta y una gran parte de su vejiga.

“Hoy en día, ver el informe de mi ingreso me da escalofríos. Y ahora recuerdo que durante todo el embarazo siempre dije y siempre supe que me iba a morir”.

Pero la hija de Haydee sobrevivió y tiene buena salud a casi cuatro años de lo sucedido. Mientras tanto, la madre dice no encontrar las palabras para explicar cómo ella sigue viva. “Hasta me indujeron al coma para poder realizarme todos esos procedimientos”, rememora.

“Soy superviviente del cáncer”

Datos del Registro Nacional de Tumores del Ministerio de Costa Rica informa de que unos 11.500 casos de cáncer son diagnosticados cada año en este país, a relación de 31 casos diarios.

El cáncer se ubica en el segundo peldaño entre las principales causas de muerte en el país centroamericano al registrar 5.500 defunciones en ese año. El primer puesto es para las enfermedades cardiovasculares.

El registro muestra que, de cada 100 mujeres diagnosticadas con la enfermedad, 31 son diagnosticadas con cáncer de mama y 11 con cáncer de cérvix. Los datos ubican a Costa Rica entre los países del mundo con mejor índice de supervivencia entre los cánceres con mayor mortalidad.

El estudio Panorama de la Salud: Latinoamérica y el Caribe 2020, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Mundial, destacó que en Costa Rica hay un 86,7% de supervivencia entre mujeres con cáncer de mama, superando por mucho el promedio latinoamericano de 78,4%.

Costa Rica lidera el ránking de supervivencia de cáncer de cérvix en Latinoamérica

También revela que Costa Rica lidera el ránking de supervivencia con un 78% frente al 59,5 % del conjunto de Latinoamérica en supervivencia de cáncer de cuello uterino o de cérvix. Hay que destacar que Nicaragua no figura en ese estudio porque sólo se presentan los 42 países mejor ubicados.

Este es el caso de Sofía del Carmen Velázquez Joaquín, de 63 años y originaria del municipio de La Concepción, en Nicaragua. Igual que Eva Luz y Haydee tuvo que migrar, en junio de 2018, a Costa Rica junto a su hija y dos nietos para “salvar sus vidas”.

“Mi hermana, mi sobrino y mi cuñado son médicos y en 2018 estuvieron atendiendo heridos en nuestra casa, por eso éramos conscientes de que no nos iban a dejar vivos o, tal vez, estaríamos presos o muertos, porque las amenazas llagaron y teníamos que salir”, explica sobre la historia de su familia.

Su llegada a Costa Rica significó retos y dificultades. Tuvieron que adaptarse rápidamente y encontrar trabajo para atender las necesidades de alimentación, vivienda y servicios básicos. La preparación de comida típica nicaragüense, como nacatamales o pioquinto, y bebidas, como el pinol, pinolillo, semilla de jícaro y cacao, les dieron un empuje económico, pero los ingresos se quedaron cortos para afrontar un mal que de forma silenciosa surgió.

Un informe con el diagnóstico de Sofía Velázquez
Informe médico  — CEDIDA POR SOFIA VELÁZQUEZ 

“Soy superviviente de cáncer de mama desde 2020. Después que se me murió mi papá de covid, me diagnosticaron cáncer en la mama derecha y, de suerte, había obtenido mi seguro por ACNUR. Entonces, asistí al EBAIS y luego al hospital San Juan de Dios y me han tratado muy bien”, narra.

Sofía fue la primera en detectar una “pelotita” en su pecho porque se autoexaminaba con las manos de manera rutinaria. Con el tiempo, esa pelotita iba creciendo. En el EBAIS, la doctora que la atendió ni siquiera la tocó.

“‘No hay problema mientras no le duela’, me dijo. Pero yo no soy necia y le dije a mi hija que me sacara una cita en la Clínica Sin Frontera para que me hicieran un examen de verdad, un diagnóstico serio”, explica.

Ante las dudas por la pésima atención de esa primera doctora, Sofía decidió ir a una clínica privada: “25.000 o 30.000 colones (entre 47 y 56 dólares) duelen, pero fue una emergencia que pudimos cubrir; mucha gente no puede”.

Con el diagnóstico en mano, Sofía supo que se trataba de un tumor cancerígeno de cinco centímetros. Regresó al EBAIS y se aseguró de ser atendida por otra doctora. “Creo que es la doctora Lara, quien reconoció que fue una barbaridad no haberlo visto antes”, en referencia a la médica anterior, de cuyo nombre Sofía no se acuerda, cuenta a este medio.

El proceso para Sofía incluyó 16 sesiones de quimioterapia, una cirugía el 6 de octubre de ese 2020 y luego siguieron 25 sesiones de radioterapia en el Hospital México, en San José. Hace 30 años, Sofía vio morir a una hermana por cáncer de mama y en 2020 también vio morir un primo por leucemia.

“Pensé que me iba a pasar lo mismo, pero me armé de valor. Se me cayó todo el pelo y noté esos calores que uno siente por dentro. Yo pienso que corrí con suerte, pues uno no deja de pensar en la muerte. Pero gracias a Dios aquí estoy”, explica.

El doctor Rommel Meléndez, master en Salud Sexual, es uno de los médicos perseguidos por el régimen de Nicaragua. Esta situación lo llevó al exilio costarricense, donde parte de su labor ha sido la atención de personas que no cuentan con recursos para visitar una clínica de servicios de salud.

Sofía se apoya en diversas actividades económicas para sobrevivir en Costa Rica
Sofía se apoya en diversas actividades económicas para sobrevivir en Costa Rica. CEDIDA

Meléndez afirma que, para una nicaragüense migrante con una situación económica debilitada, ir a una consulta privada de ginecológica u otras especializadas implica una inversión tan alta que rompe la estabilidad económica de aquellas mujeres que pudieran tener acceso a un trabajo.

El médico conoce casos de mujeres que han llegado por hemorragia vaginal, por amenazas de aborto, y señala que la situación de acceso a la atención sanitaria para las mujeres es deplorable también en los centros de atención médica en Costa Rica.

Son muchos los relatos de quienes no han sido atendidas a tiempo, a quienes no se hacen diagnósticos tempranos para descartar enfermedades o embarazos, afirma Meléndez.  Y además la discriminación también juega un rol importante.

“Muchas personas de origen nicaragüense, que son aseguradas por mediación de ACNUR, por el hecho de presentar un carnet de esta institución ya son considerados como ciudadanos de segunda categoría y ahí comienza el maltrato y el mal servicio de acceso a la salud”, desgrana.

En la página oficial de ACNUR, se explica que el convenio ACNUR-CCSS consiste en la atención de personas refugiadas y solicitantes de refugio con vulnerabilidades médicas que requieren tratamiento y seguimiento a largo plazo, a través de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).

Muestra del carnet que facilita ACNUR a migrantes nicaragüenses para que accedan a un seguro de salud
Muestra del carnet que facilita ACNUR a migrantes nicaragüenses para que accedan a un seguro de salud. ACNUR Costa Rica (CEDIDA)

Unas 6.000 personas nuevas beneficiarias contarán con el seguro médico financiado por el ACNUR en 2023. ACNUR ha destinado 4.694 millones de colones (unos 8,7 millones de dólares) a la CCSS por este concepto entre 2020 y 2023.

Este reportaje es parte del especial Desatendidas. Un trabajo de periodismo colectivo coordinado por la alianza Otras Miradas y con la participación de Agencia Ocote de Guatemala, Gato Encerrado de El Salvador, Contracorriente de Honduras, Onda Local de Nicaragua y Público de España.