“No estaba preparado para mi último arresto domiciliario en Cuba. No lo estaba porque de alguna manera, en mi cabeza, yo ya me había ido de Cuba en el momento en el que varios agentes vestidos de civil y varios policías cercaron mi casa para que no saliera a cubrir las protestas previstas para el 15 de noviembre de 2021”.

Así comienza el epílogo de La isla oculta (Libros del K.O.), una serie de crónicas sobre la Cuba actual que Abraham Jiménez Enoa cierra con una triste despedida. Después de años escribiendo en la revista que fundó, El Estornudo, la situación se volvió insoportable al tiempo que la sociedad cubana reaccionaba en las calles ante el inmovilismo del Gobierno. Hasta que la seguridad del Estado tuvo a bien desbloquear su pasaporte y obligarle a abandonar su patria. La frescura de sus textos y la nueva visión sobre un país tan demonizado como romantizado le abrieron las puertas de The Washington Post, donde sigue publicando opinión ahora desde Barcelona. Público con él sobre los restos de su país, sobre las heridas del exilio y sobre la ingenuidad de querer ser periodista independiente en un lugar que no sabía lo que era internet hasta el 2015.

Su libro muestra esa Cuba que nunca suele enseñarse. ¿Qué es lo que más quiere ocultarse de su país?

Cuba tiene un gobierno que desde hace seis décadas mantiene la estrategia de vender una imagen contraria a la realidad del país. Eso ha hecho que se distorsione lo que realmente pasa allí, que no se conozca la verdadera realidad que viven los cubanos, el día a día que transitan y habitan los que viven dentro de esa isla, la cotidianidad. Dentro de ese día a día hay unas zonas más subterráneas que otras y fue ahí donde yo quise poner el foco, irme al subsuelo.

Una de las crónicas más interesantes es la que dedica a la prostitución en la isla, pero desde el prisma masculino, con la figura del ‘jinetero’, el hombre que se prostituye para las turistas.

Es una de las crónicas que más me demoré en escribir porque quería encontrar un personaje masculino. La prostitución en Cuba es un tema súper tratado, pero siempre desde la visión de la mujer como víctima, como objeto sexual. Existe otro universo enorme, no sé si es más grande todavía, el de los hombres que se lucran de esa manera, pero que no es asumida como prostitución. Eso no estaba contado, creo yo. Y me propuse contarlo desde la propia voz del personaje, sin prejuicios, que fuera él quien se desnudara directamente, sin que mi voz estorbara al lector, para la gente viera cómo funciona ese mundo de estafa, de mentira, de materialismo corporal que desarrollan estas personas.

Las crónicas llegan años después de que fundaras ‘El Estornudo’, donde empezaste a contar esa otra cara de la isla. La llegada de internet fue clave para ello. ¿Cómo fue el proceso de creación de una revista independiente allí?

“Éramos como unos niños jugando a querer ser periodistas”

No se puede ver nada de lo que ha ocurrido en Cuba en los últimos años sin la llegada de internet. Le cambió por completo la fisionomía. Mi generación es hija de internet, con él nació una nueva sociedad civil, una nueva ciudadanía que no solo fundó medios independientes de prensa, también nacieron nuevas comunidades, nuevos activistas, se renovó la oposición y apareció mucha gente que empezó a luchar. Nosotros, en El estornudo, no teníamos claro qué era Internet ni qué iba a suceder. Éramos como unos niños jugando a querer ser periodistas. Acabábamos de salir de la universidad, teníamos muchas ganas de hacer periodismo, pero no teníamos dónde hacerlo.

En Cuba hay un solo partido por ley, el Partido Comunista. Televisión, radio y periódicos están dirigidos por miembros del Partido Comunista. Hacer periodismo fuera de esa sombrilla es ilegal, y dentro solo hay propaganda. Nosotros queríamos hacer periodismo de verdad, y con internet pudimos empezar. Visto así es todo muy lindo, pero en 2015 había 33 antenas wifi en 33 parques públicos de la isla. Conectarse valía dos dólares la hora en un país con un salario medio de 30 dólares al mes. Literalmente había que dejar de comer y vestirse para conectarse, y era sumamente lento. La gente se ríe, pero a mí no me hacía ninguna gracia esa imagen de plazas llenas de gente amontonada levantando los teléfonos para pillar señal. Los primeros cuatro años en los que dirigí la revista, mi oficina era un parque. Me sentaba en el piso, me caían hormigas en la espalda, buscaba la sombra de los árboles. Todo lo tuvimos que hacer con la ayuda de muchos amigos que estaban fuera del país. Los dos primeros años trabajamos sin un solo centavo, con colaboradores que no cobraban.

Jiménez Enoa realiza una entrevista en la calle durante el funeral de Fidel Castro. Cedida

¿Había más ilusión o más miedo al montarlo?

Al principio no existía miedo, solo desconocimiento, incluso dentro de Cuba, en lo referente a la represión de disidentes y de periodistas independientes. Es que nosotros no nos considerábamos eso. Todo caía dentro de un misticismo, de leyenda. Solo nos motivaba hacer periodismo y no pensamos en hasta qué punto la seguridad del Estado persigue a la gente. Todo era ilusión, hasta que pasó lo que pasó y vimos que no era tan gratificante ni tan romántico.

¿Cómo se vive en Cuba haciendo periodismo independiente? ¿Qué consecuencias puede tener?

“A mis padres les echaron de sus trabajos por mi actividad periodística”

Ahora la gente lo tiene más fácil porque sabe a lo que se va a enfrentar. Nosotros no. Desconocíamos mucho de los que nos precedieron en los años 90, porque no había internet. Ahora todos saben nuestra historia. Los que no estamos en el exilio están presos. Las consecuencias que te digo son las que me han pasado a mí. Vives totalmente vigilado, tu teléfono móvil y el de casa, sientes todo el tiempo voces que te escuchan. Te siguen por la calle, te pueden tocar la puerta cualquier día y te pueden decir que estás preso domiciliario hasta que ellos te avisen y si intentas salir te llevan a un calabozo. Te hacen una citación policial, aunque no hayas cometido delito alguno, y si no vas estás delinquiendo por desobedecer una orden del Ministerio del Interior. Cuando vas te puede pasar cualquier cosa, estar 10, 15, 20 horas siendo interrogado, siendo amenazado, también a tu familia y amigos, que también pasan por la cárcel. Te denigran. A mí me desnudaron, me esposaron, pueden incluso grabarte sin que lo sepas y luego emitir esas imágenes en la televisión para que todo el mundo lo vea. A mis padres los echaron de sus trabajos por mi actividad periodística. Es aberrante.

Y todo en una impunidad total, porque la seguridad del Estado es un aparato paramilitar. No existe realmente, aunque sí exista. No tiene sede, sus agentes son encubiertos, con la fachada de cualquier persona: un deportista, un periodista, un barman, un barrendero. Lo saben todo de ti. Y obviamente, mientras menos gente te conozca más te van a reprimir porque menos gente se va a enterar de lo que te pase. Muchas veces pasas más tiempo organizando asuntos policiales pendientes que otra cosa. Y no puedes denunciar públicamente todo lo que te pasa cada día porque corres el riesgo de aburrir.

A su generación, la Revolución le queda lejos, pero es un emblema, un momento fundamental en la historia del Siglo XX sin el que no se entendería el país. ¿Para usted qué significan la revolución, Fidel Castro o la figura del Che?

“Mi abuelo fue escolta de Fidel y del Che, tuvo amor por la Revolución, pero hacer periodismo me cambió la mentalidad”

Me queda lejos solo en sentido cronológico, también muy cerca porque mi familia es muy apegada al proceso revolucionario. Mi abuelo paterno estuvo relacionado con la lucha clandestina previa a la revolución y luego fue escolta de Fidel y del Che. De hecho, el Che fue el padrino de la boda de mi abuelo, estuvo en mi casa celebrando, la misma casa en la que crecí y terminé escribiendo los textos de El Estornudo [risas]. Yo crecí entre historias de la revolución y cuentos de Fidel y del Che que le pedía a mi abuelo que me contara de niño. Siempre me pregunto si hubo algo concreto que me generara esa ruptura, y creo que fue un proceso. Que la misma intención de querer hacer periodismo fue lo que me hizo ir cambiando la mentalidad. Tengo esa parte de amor de cuando era más joven y de odio ahora. Por ver en lo que ha derivado mi país justamente porque ellos lo diseñaron así. Pero eso no quita que lo vea como proyecto colectivo que a nivel teórico fue sumamente interesante, progresista y descomunal que merece un lugar destacado en la historia de Latinoamérica y el mundo, pero se torció en el camino, se jodió porque ellos quisieron perpetuarse en el poder y todas esas políticas que diseñaron a nivel teórico luego no pudieron plasmarlas en el terreno. Pero siguieron viviendo de esa utopía y de esa ilusión, y siguieron mintiendo. Tuvieron que secuestrar a todo un país para mantenerse. Cuba es un país que no puede respirar porque esa criatura que creó, Fidel Castro, luego se terminó comiendo al propio país.

¿Su familia entiende su proceso de desencanto?

En Cuba es muy difícil tener este tipo de conversaciones incluso con tu propia familia. Hay un nivel de tensión política en las familias que es idéntico al del gobierno. Si tienes un punto de vista diferente te echan dentro del saco de los contrarrevolucionarios. No podemos hablar ni debatir ni escucharnos. Y para salvar esa sacrosanta institución que es la familia, lo que hacemos es omitir el plano político. Entonces se genera un silencio aterrador en las casas donde la gente deja de decir lo que piensa. A mi madre la echaron del trabajo por presiones de la seguridad del Estado por lo que yo escribía. A mi papá le obligaron a jubilarse. A mis amigos los metieron presos por tener relación conmigo. Sé que mi familia se quebró por mi postura, por mi ejercicio profesional, pero yo no sé a ciencia cierta lo que ellos piensan de mí. Puedo imaginarlo, pero no me lo van a decir.

Jiménez Enoa entrevista al exjugador congoleño de la NBA Dikembe Mutombo, que participó en un programa de entrenamiento a jóvenes promesas del baloncesto en Cuba.
Jiménez Enoa entrevista al exjugador congoleño de la NBA Dikembe Mutombo, que participó en un programa de entrenamiento a jóvenes promesas del baloncesto en Cuba. Cedida

Mucha gente de izquierdas en España todavía ve Cuba como un referente político y social. Usted también se define como una persona de izquierdas. ¿Cómo encara este debate?

“Hay quien lo ve como un parque temático de la revolución. Hay que acabar de asumir que Cuba no es lo que intentó ser”

Hay dos tipos de personas. Uno que tiene un desconocimiento total de lo que es Cuba hoy, que creen que sigue siendo la de los años 60, la ven como una salvaguarda del progreso, una utopía. No quieren reconocer el derrumbe porque se tambalearía su ilusión. Y luego están las personas que son plenamente conscientes de todo, pero se lucran con ello. Lamentablemente la izquierda está en crisis y no encuentra otros referentes para renovarse. La izquierda tiene un serio problema si sigue asumiendo que el Gobierno de Cuba es de izquierdas. Me ha llamado mucho la atención ver cómo aquí todavía hay gente que ve Cuba como si fuera un parque temático de la utopía revolucionaria. Hay que acabar de asumir que Cuba no es lo que intentó ser.

Lleva en Barcelona más de un año. En el epílogo del libro habla de ese shock que supone salir sin transición al mundo capitalista. ¿Cómo de dura es la adaptación? ¿Estamos enfermos de consumismo en esta parte del mundo?

“Aquí la sociedad está montada sobre una lógica de consumo abrumadoramente descabellada”

El aterrizaje es un cambio muy abrupto, pero adaptarse es fácil. El capitalismo te da todas las facilidades para que tú vengas y lo abraces. Por eso mi siguiente libro tratará sobre ese periodo de adaptación, y quiero hacerlo ahora porque sé que dentro de tres años no veré las cosas con los mismos ojos. Vengo de un país donde un huevo es un lujo, donde el papel higiénico es papel de periódico y donde se pica el tubo de dentífrico por el fondo cuando se acaba. La carestía es el orden del día. Pero aquí se consume por compulsión, la sociedad está montada sobre una lógica de consumo abrumadoramente descabellada y yo quiero mantener ese bombillito prendido de que me quieren vender algo siempre y poder regular ese impulso consumista.

Cuenta en su libro que la salida de Cuba fue tortuosa. ¿Cómo es un exilio forzado?

“Es sumamente triste ver cómo desde que yo salí el país todo ha ido a peor”

Tienes que volver a aprender a vivir, porque aquí no sabes vivir, no sabes cómo es el capitalismo. Es difícil volver a nacer a los 33 años. Pero aquí estoy recuperando cosas que mi país me había arrebatado, como tener amigos, jugar fútbol, sentirme un profesional y que me reconozcan como tal. Pero a la vez es sumamente triste ver cómo desde que yo salí el país ha ido a peor. Yo no extraño nada de momento porque allí no estaba bien, pero sé que es mi tierra y que al final empezaré a tener esa nostalgia, extrañaré a mi familia y se hará más duro. Aquí todo es diferente, sobre todo el calor de la gente y cómo se relacionan las personas.

Sé que es una pregunta típica. ¿Cómo cree que será Cuba dentro de 50 años?

La pregunta típica que me hacen es cómo será Cuba dentro de cinco años. Con un margen de medio siglo sí tengo una teoría. Lamentablemente creo que se convertirá en una especia de República Dominicana. Sin ánimo de ofender a mis coterráneos caribeños. Terminará siendo un pueblo turístico donde literalmente la gente va a ir a bañarse en la playa, a disfrutar de las bonitas vistas del atardecer y a tomarse un buen mojito o escuchar una buena música. De la revolución no va a quedar prácticamente nada, ellos mismos van a terminar destruyéndola hasta las cenizas. La emigración está en récord, se va todo su capital humano y cultural y solo se quedan los ancianos. Pronto va a ser el país más envejecido de América Latina.

Tomado de publico.es