Brasil- Un mes de gobierno de Lula: balance y perspectivas/ Ver- Luciana Boiteux y Monica Cunha asumen como concejalas de Río de Janeiro

Joana Berwanger/Sur21

Nunca antes en la historia del país un gobierno asumió siete días después de haber sido blanco de un intento de golpe de Estado. La invasión bolsonarista de los Tres Poderes es un símbolo del peligroso momento histórico que atraviesa Brasil y el mundo, en el que el neofascismo emerge como una fuerza política y social relevante.

Lula venció a Bolsonaro en las elecciones. El retiro del genocidio de la Presidencia, aunque sea por una estrecha diferencia de votos, fue una gigantesca victoria política para el pueblo trabajador y la democracia.

Pero, como vimos el 8 de enero, el fascismo está vivo y organizado. No debe ser subestimado. Mientras el bolsonarismo mantenga una influencia y penetración masiva en las instituciones del Estado, en particular en las fuerzas armadas y policiales, el peligro seguirá vigente.

Al mismo tiempo que da la voz de alerta, el fracaso de la insurrección bolsonarista allana el camino para la contraofensiva democrática, que debe ser implacable. La tarea es imponer una derrota sustantiva al fascismo. Para eso son necesarios dos movimientos combinados: aplicar una durísima represión a los golpistas y llevar a cabo medidas económicas y sociales para mejorar la vida del pueblo trabajador.

El primer mes del nuevo gobierno estuvo marcado por grandes acontecimientos. Habrá importantes desafíos y peligros en el próximo período, así como posibilidades. En este editorial presentamos una visión del inicio del tercer mandato de Lula.

La gente fue a la toma de posesión y gritó “no a la amnistía” 

En la noche del 30 de octubre, apenas confirmada la victoria de Lula, las calles de cientos de ciudades de todo el país fueron ocupadas por grandes manifestaciones. Fue una emocionante e inolvidable noche de celebración masiva.

El segundo momento de movilización popular relevante fue el viaje a Brasilia para la toma de posesión de Lula. Según la encuesta del sitio web Poder360, más de 150.000 personas asistieron al acto del 1 de enero. También según el sitio web, la asunción de Lula fue mayor que la suya en 2002 y la de Bolsonaro en 2018, además de ser superior a la bolsonarista del 7 de septiembre de 2022.

Trabajadores y estudiantes de todas las regiones del país llegaron en caravanas organizadas por movimientos sociales y partidos de izquierda. Pero esta gente no fue a la capital federal sólo para celebrar la victoria de Lula. También recorrieron grandes distancias para gritar con voz clara y fuerte: “no a la amnistía” por los crímenes del bolsonarismo.

Un gobierno de frente amplio y un Congreso conservador 

El nombramiento de ministros confirmó el carácter de frente amplio del nuevo gobierno, que ya era evidente en la designación de Alckmin como vicepresidente, un nombre en el que confiaba la clase dominante. Es, en términos marxistas, un gobierno de conciliación de clases, formado por representantes de la izquierda y de los movimientos sociales y también por dirigentes de la derecha y nombres vinculados a la gran comunidad empresarial. En él hay varios ministros designados por el PT, PCdoB, Red y movimientos sociales. Pero también hay varios otros ministros del MDB, União Brasil, PSD, PSB y PDT. Varios de estos partidos de derecha estuvieron involucrados en el golpe de Estado contra Dilma y están en contra de varios puntos del programa que eligió a Lula, como la revocación de la reforma laboral.

Así, el mismo gobierno que tiene a Silvio de Almeida, Sonia Guajajara y Anielle Franco (nombres de izquierda y referencias a la lucha antirracista e indígena), también tiene a José Múcio (derecha y amigo de generales golpistas), Daniela do Waguinho (vinculada a la milicia de Río de Janeiro) y Carlos Fávaro (representante de los poderosos en el agronegocio).

Como resultado de estas marcadas diferencias en su composición, el gobierno nace atravesado por claras contradicciones internas. Mientras que las alas más progresistas intentarán empujar la agenda más hacia la izquierda, los sectores de derecha harán lo contrario. Serán un obstáculo para la implementación de un programa de izquierda, e incluso para el avance de la lucha democrática. El papel de José Múcio, Ministro de Defensa, refrendando los campamentos en los cuarteles días antes del intento de golpe es bastante ilustrativo de esta consideración. Por eso, defendemos la renuncia de Múcio.

También es importante resaltar el hecho de que el Congreso Nacional tiene una mayoría conservadora, además de contar con una importante bancada bolsonarista. Debido a los acuerdos con los partidos de derecha y las negociaciones de oficina, es probable que el gobierno alcance la mayoría en el Congreso, tanto en el Senado como en la Cámara. Pero esta mayoría tiende a ser inestable y precaria, dada la naturaleza traicionera de estos “aliados”.

El Partido Fascista y el Golpe de Cuartel 

Aunque fue derrotado en las urnas, Bolsonaro salió de las elecciones con 58 millones de votos. Mas que eso. Candidatos apoyados por el expresidente se convirtieron en gobernadores de varios estados, como São Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro. La bancada bolsonarista en el Congreso es numerosa y ruidosa.

Y la fuerza de la extrema derecha va más allá de las elecciones. Como se observó en el intento de golpe del 8 de enero, el bolsonarismo tiene lastre en sectores burgueses (especialmente el agronegocio) y tiene amplia influencia en los círculos militares y policiales.

Pero eso no es todo. Hay una red fascista que organiza a decenas de miles de personas, sobre todo pequeños y medianos empresarios, policías y militares. Por eso, logra organizar cortes de ruta, campamentos en todo el país, tiroteos masivos de fake news, entre otras acciones.

No existe un partido de extrema derecha formal y legalizado, pero sí un amplio partido fascista clandestino, integrado por varios grupos y alas y liderado por la familia Bolsonaro. Cuenta con financiamiento empresarial y sofisticados mecanismos de organización de seguidores y comunicación masiva, además de articulación internacional.

Vale la pena mencionar el papel especial de los militares. Sin la protección y el aliento del Ejército, no hubiera sido posible que los campamentos existieran en los cuarteles durante dos meses. Sin la facilitación del mando militar, la invasión de las Tres Potencias en Brasilia no hubiera sido viable.

La destitución del comandante del Ejército, general Arruda, fue un éxito importante para Lula. Representó un paso inicial para revertir la trama golpista en el ámbito militar. Pero aún queda mucho por hacer para desbolsonarizar las fuerzas armadas.

Por estas razones, se debe considerar que el bolsonarismo, a pesar del revés sufrido con el fracaso del golpe, se mantendrá activo e influyente. Su objetivo político es crear las condiciones para el derrocamiento de Lula por las fuerzas de la extrema derecha. Su apuesta estratégica es implantar un régimen autoritario con características fascistas en el país.

Es necesario profundizar la ofensiva contra los golpistas, llegando al mando 

La insurrección del 8 de enero fracasó. Sin las condiciones internacionales e internas para un golpe exitoso, el comando militar no movió tropas para tomar el poder. Los militares saben que EE.UU., la Unión Europea, China, Rusia y la mayoría de la gran burguesía nacional no apoyan, en este momento, un golpe de estado en Brasil. A través de la intervención federal en la seguridad del Distrito Federal, el gobierno de Lula logró expulsar a los invasores de los palacios. Las imágenes de salvajismo en Brasilia provocaron un amplio repudio popular. El STF y los presidentes de Cámara y Senado repudiaron enérgicamente la acción golpista. Los principales medios de comunicación expresaron el rechazo a la ruptura institucional por parte de las capas dominantes de la burguesía. La izquierda salió a las calles contra el golpe. La abrumadora mayoría del pueblo rechazó por la fuerza el cambio de tornas.

Con la derrota de la intentona se abrió una coyuntura defensiva para el golpe de Estado. Los campamentos han sido desmantelados y hay más de mil fascistas en prisión, incluido el exministro de Justicia, Anderson Torres. El peligro, sin embargo, es que el proceso de represión contra los golpistas no llegue a la cima de la cadena de mando, a saber: Bolsonaro y sus hijos, generales, grandes empresarios y grandes políticos. Es necesario confiscar sus bienes y ponerlos a todos en prisión.

Cumplir las promesas de campaña es clave 

Es una ilusión creer que el bolsonarismo será aplastado solo a través de la represión. Es necesario mejorar la vida de la gente, entregando a la clase trabajadora, a los más pobres ya las clases medias las promesas hechas por Lula durante la campaña. Esta es la forma más efectiva que tiene el gobierno para deshidratar la influencia bolsonarista en la masa. En ese sentido, Lula hizo bien en garantizar, a través del PEC de Transición, la Bolsa Família de BRL 600 con R$ 150 adicionales por niño. Pero fue un error no garantizar un aumento real del salario mínimo desde enero.

Los trabajadores quieren más empleos y derechos, y un aumento relevante de los salarios, para hacer frente a la inflación acumulada. Los pequeños empresarios y agricultores demandan financiamiento barato para producir y vender. Nuestros niños y jóvenes demandan una educación pública de calidad en todos los niveles. El pueblo quiere un SUS con estructura y recursos adecuados, además de gas, energía y alimentos más baratos. La población negra exige avances concretos contra el racismo en todos los ámbitos, comenzando por el fin del genocidio de la juventud negra en las periferias y favelas. Las familias pobres quieren acceso a viviendas de calidad y alivio de su deuda bancaria. Las mujeres reivindicamos la igualdad en el mercado laboral y la lucha contra la violencia machista. Las personas LGBTI exigen avances en las políticas públicas para abordar la violencia y la discriminación. Los trabajadores y la clase media quieren pagar menos impuestos. Los pueblos indígenas exigen el pleno derecho a sus tierras y la preservación del medio ambiente.

Sin embargo, nada de esto será posible sin confrontar los privilegios de las élites. Los grandes capitalistas quieren seguir pagando casi nada en impuestos sobre sus bienes, ingresos y utilidades. No aceptan aumento del salario mínimo y recursos para áreas sociales. Quieren más privatizaciones. Pretenden seguir contratando trabajadores de la forma más precaria posible y con bajos salarios. Su objetivo es seguir utilizando el racismo y el sexismo para mantener el alto nivel de explotación. Quieren seguir ganando dinero con actividades que destruyen el medio ambiente. E insisten en mantener la autonomía del Banco Central y una tasa de interés absurda, que alegra a los banqueros, pero estrangula el crecimiento económico.

La burguesía presiona al gobierno, por dentro y por fuera, para ir a la derecha. El mercado financiero chantajea todos los días y critica cualquier declaración de Lula por la izquierda. La clase dominante, incluido el sector que se opone al golpe de Bolsonaro, exige el mantenimiento de la política económica neoliberal. En resumen: no quiere que Lula cumpla sus promesas sociales.

Lula es por naturaleza un conciliador, siempre busca complacer a ambas partes. Sin embargo, en la situación actual del país, esto parece poco factible, además de peligroso. La economía del país lleva años yendo de lado y la crisis social es intensa. La proyección de crecimiento del PIB es de solo 1% este año y existe la amenaza de una desaceleración de la economía internacional. Por lo tanto, el gobierno tendrá que tomar decisiones difíciles.

Para cumplir sus promesas con el pueblo trabajador, Lula deberá enfrentarse y disgustar a la burguesía. Si no cumple, cediendo a la presión de los poderosos, defraudará a las masas trabajadoras y pobres. Al frustrar a la gente, especialmente a las familias pobres que lo eligieron, perderá popularidad. En ese caso, habrá un ganador político: el bolsonarismo, que aprovechará el hastío del gobierno para llevar a cabo una nueva ofensiva golpista. Si es así, cumpliendo sus promesas, Lula ganará fuerza popular, reduciendo la influencia política de la extrema derecha entre las masas trabajadoras. Esta es la forma de derrotar al bolsonarismo.

Movilización popular y organización para ganar

El fascismo, históricamente, nunca ha sido derrotado únicamente por medios institucionales y electorales. La lucha y la organización de masas de la izquierda son estratégicas para la victoria. En un doble sentido: tanto para aplastar en las calles a la extrema derecha golpista, como para allanar el camino hacia cambios sociales, económicos y democráticos más profundos, eliminando las condiciones sociales objetivas que nutren el fascismo.

El gobierno de Lula, por su carácter de frente amplio, aunque avance en algunos puntos y medidas, necesariamente tendrá límites, contradicciones y errores. Entonces, una postura pasiva de la izquierda, los movimientos sociales y los sindicatos sería un error. No debemos sentarnos y esperar. Es necesario organizar la lucha desde la base y realizar un proceso de disputa ideológica con el pueblo trabajador y oprimido, a partir de sus demandas más sentidas.

Cuanta más lucha social y trabajo de base haga la izquierda, más fuerza tendrá para enfrentar al fascismo y actuar por los cambios de izquierda en el país. La burguesía se organiza efectivamente para presionar al gobierno para que cumpla con sus agendas. Las organizaciones de la clase obrera y los sectores oprimidos deben hacer lo mismo.

En ese sentido, cobra aún mayor importancia la construcción de un acto contundente el 8 de marzo, día de lucha de las mujeres. Que sea una manifestación contundente en defensa de las agendas feministas y de la lucha antifascista, así como del mantenimiento y avance de los derechos laborales y sociales.

El papel del PSOL y la defensa de un programa anticapitalista 

El PSOL, que ayudó a elegir a Lula, reafirmó su compromiso de lucha contra la oposición bolsonarista y por la aplicación de un programa de medidas progresistas. Para hacerlo de la mejor manera posible y con autonomía, el partido decidió acertadamente no ingresar al gobierno, priorizando la lucha en las calles y en el parlamento. En este sentido, consideramos erróneo cualquier ocupación de cargo público en nombre o por indicación del PSOL o de sus corrientes. El partido combatirá todos y cada uno de los golpes contra Lula, pero preservará su independencia para luchar por la agenda del pueblo.

Nosotros, desde la Resistencia, corriente del PSOL, consideramos que la consecuente lucha contra el fascismo pasa también por la defensa del programa socialista. La extrema derecha se alimenta de la crisis del sistema capitalista y se apoya en sectores de la burguesía para consolidar su fuerza. A saída estratégica, para esmagar o fascismo e mudar o país estruturalmente, passa pela construção da organização e da mobilização da massa do povo trabalhador e oprimido, para sustentar um governo de esquerda sem alianças com a burguesia e a direita, que governe apoiado na força del pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

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Luciana Boiteux y Monica Cunha asumen como concejalas de Río de Janeiro

PSOL forma bancada compuesta mayoritariamente por mujeres en la ciudad de Río de Janeiro

 

Luciana Boiteux e Monica Cunha tomam posse como vereadoras do Rio de Janeiro

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