Cuba – El viento fresco de la libertad

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Un fantasma recorre Cuba, el fantasma de la libertad. Ni alisios húmedos y calientes, ni frentes fríos continentales, azotan tan fuerte en estos tiempos como esa brisa constante, llena de zozobras, que sopla a todo lo largo del archipiélago. Cuando en determinados sitios surgen áreas de alta presión —apagones, hambre, encontronazos con la policía—, aparecen súbitas mangas de viento en forma de cacerolazos, manifestaciones, tánganas y consignas voceadas a pleno pulmón, que suelen incrementarse en momentos de oscuridad.

Si los miles de protestantes fueran pagados realmente con dinero del Imperio, hace rato que el valor del USD se hubiera depreciado en todo el país y hubieran quebrado los fondos del Gobierno estadounidense para fomentar la subversión. ¿Será la falta de mantenimiento a las termoeléctricas lo que ha lanzado a miles de cubanos y cubanas de todas las generaciones a las calles a protestar? Si ya tuvimos un 11-J en 2021, ¿cómo le llamamos a esto que anda recorriendo el país a ritmo de reality show: el Otoño Turbulento de 2022? ¿Cómo explicar lo que está pasando en la Siempre Fiel Isla de Cuba?

-I-

Los regímenes totalitarios parecen fáciles de etiquetar cuando el clasificador se atiene a rasgos muy generales: Estado omnipresente; líder carismático; partido único; clases sociales convertidas en masas; ficción ideológica; violencia física y/o simbólica contra todo tipo de oposición o disidencia; enemigo externo al que achacar todos los males. Pero estos elementos no bastan para comprender cabalmente, y mucho menos transformar, un país totalitario. Es preciso analizar cada nación con los lentes que lleva.

En cada caso concreto, estos rasgos adquieren multiplicidad de matices y suelen aparecer tan metamorfoseados por el contexto histórico-cultural de la época, que se torna casi imposible distinguirlos de otros modelos autoritarios, como dictaduras caudillistas y tiranías militares, quienes también coartan las libertades individuales. Cuando se trata de países donde estas son parte de la tradición política, el totalitarismo parece brotar espontáneamente de la propia historia nacional.

La creadora de la teoría del totalitarismo, la filósofa, historiadora y politóloga judía alemana/estadounidense Hannah Arendt (1906-1975), aseguraba que solo había conocido dos regímenes totalitarios: la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin. En su escueta lista ni siquiera incluía a la Italia de Mussolini, debido a la ausencia en ella de lo que llamaba dominación total y su instrumento por excelencia: el Terror Total.

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Hannah Arendt (Foto: Museum of Jewish Heritage)

Aunque los epígonos de Arendt abrieron el espectro de regímenes totalitarios a todos los continentes, en el caso de Cuba suele abusarse de la supuesta influencia soviética al dar por sentado que se estableció un Estado a imagen y semejanza del estalinista. Basta un vistazo a la primera década de transformaciones revolucionarias para comprender que las limitaciones a las libertades individuales se manifestaban a la par que las contradicciones con el gobierno soviético en aquella etapa del llamado socialismo cubano (1960-1971).

Desde el triunfo del 1ro de enero de 1959, el Gobierno Revolucionario Provisional (GR), instaurado tras la victoria del Ejército Rebelde y la huelga general antigolpista, adoptó la forma de una dictadura militar con un ropaje civilista apenas disimulado. Las condiciones primigenias para ello fueron determinadas tempranamente: entrega por el presidente Urrutia a Fidel de su facultad de Comandante en Jefe de todas las fuerzas de Aire, Mar y Tierra de la República (2-1-1959) y aprobación por el GR de una nueva Ley Fundamental que le atribuía al Consejo de Ministros potestades legislativas (7-2-1959).

A partir de ese momento, el GR hizo y ejecutó las leyes —de hecho, es algo que no ha cambiado en esencia hasta hoy. El presidente quedaría como figura decorativa. Cuando el 16 de febrero del 59 se designó a Fidel como Primer Ministro, en sustitución de José Miró Cardona, este asumió a condición de: «tener el control directo de la política general».

Apenas habían transcurrido los primeros meses de 1959 y ya el estatus quo anterior al golpe de Estado del 10 de marzo ha quedado desmantelado en medio de la vorágine revolucionaria: cerrado el Congreso de la República; cesantes los funcionarios electos, sustituidos por comisionados designados por el GR; creados los Tribunales Revolucionarios; y establecidos organismos supraestatales como el INRA, capaz de ir más allá de la letra y el espíritu de la propia Ley de Reforma Agraria que le dio origen.

En mayo de 1959 Fidel afirmaría que la Revolución no era: «ni capitalista ni comunista […] entre el capitalismo que hambrea al pueblo, y el comunismo que resuelve el problema económico pero suprime las libertades […] nuestra revolución no es roja, sino verde olivo, el color del Ejército Rebelde que surgió del corazón de la Sierra Maestra».

Sin embargo, la liberación de la tiranía de Batista y el inicio de una profunda revolución social encarnaban ya en una dictadura militar de corte bonapartista, donde el líder adoptaba medidas de amplio beneficio popular y el pueblo le entregaba facultades omnímodas para conducirlo sin cortapisas, según su voluntad. Era el inicio del fin de la libertad ciudadana, principio rector de la República y valladar más seguro para evitar la creación de un Estado totalitario.

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Manuel Urrutia Lleó, Fidel Castro y otros miembros del gabinete del primer gobierno revolucionario de Cuba. (Foto: Archivo / Cubadebate)

-II-

A pesar de la decadencia económica sostenida, las oleadas migratorias y los altibajos políticos de medio siglo de Revolución en el Poder; nunca como hoy se había puesto en aprietos internamente al modo de gobernanza establecido desde 1959 por el Gobierno/Partido/Estado. Ni siquiera la debacle del modelo estatizado durante el Período Especial, ni las tímidas reformas iniciadas en 2008, modificaron tanto la correlación de fuerzas internas hasta llegar a las actuales protestas y enfrentamientos callejeros —aun en modo golpizas inmisericordes de un solo lado.

Las condiciones para la brega libertaria popular se han agudizado desde 2019. De ellas, tres me parecen cardinales: falta del líder carismático con el que la masa había sellado un peculiar e intransferible contrato social; entrega de la economía nacional a los intereses particulares de grandes accionistas nucleados en un consorcio empresarial de origen militar (GAESA), en detrimento de todas las demás esferas; y acelerado deterioro de la actividad económica y el nivel de vida, crisis demográfica y despoblamiento acelerado, sin que el Gobierno/Partido/Estado haya tomado ninguna medida eficaz para revertir tan funestas tendencias.

Por otro lado, un grupo de factores concomitantes están propiciando estos aires de libertad que frotan las mentes de cubanos y cubanas y, cual lámpara de Aladino, despiertan sentimientos, valores y actitudes que aparentaban estar muertos cuando solo dormitaban. Entre ellos: el fin de la ficción ideológica totalitaria a partir de la pérdida del monopolio de la información masiva por parte de los medios estatales; aproximación entre la población de la Isla y los emigrados, e incremento de los nexos en ambas direcciones; posibilidad de comunicación en tiempo real con el resto del país y del mundo a través de las redes sociales por datos móviles.

Todo parecía indicar que el carácter cerrado, esotérico y hasta mitológico de que hacían gala la dirección cubana y su estilo de gobernanza hasta la primera década del siglo XXI, contribuía decisivamente a mantener la ficción ideológica en gran parte de las masas, aún en tiempos de Internet, condición sine qua non para garantizar la supervivencia de su poder omnímodo.

No obstante, al convertirse la telefonía celular en un lucrativo negocio de GAESA se aceptó la posibilidad de obtener cuantiosos ingresos oligopólicos con la extensión de los servicios digitales y las redes sociales. Ello dio al traste con aquellas reticencias comunicativas y abrió las puertas a un potente flujo libre de información. Como bien saben los políticos inteligentes, este es un factor capaz de disolver cualquier mito, leyenda, o precepto ideológico fosilizado en la mente colectiva durante décadas, por el simple recurso de la confrontación de evidencias y la erosión del adoctrinamiento.

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Desde el 2019, cuando la tiranía de GAESA empezó a engullir más aceleradamente la economía nacional, y la crisis de los servicios profesionales al exterior se agudizó ante las medidas de arreciamiento del bloqueo del presidente Trump; la crisis estructural del socialismo estatizado y burocrático tocó fondo y, al no poder revertirse, entró en metástasis. Cada día que pasa sin que se instaure un nuevo modelo de desarrollo: mixto, participativo, abierto a todos los cubanos y al mundo, es un día más de muertes, migraciones y estrés para la población de la Isla.

Mientras el Gobierno/Partido/Estado y sus medios oficiales intentan mantener la ficción ideológica, la ciudadanía parece haber hecho suyas las palabras del Maestro: «O se habla lo que está en el país, o se deja al país que hable». Él, que tanto predicó y organizó para evitar que el despotismo se instaurara en la república cubana, también advirtió: «La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio».

Cada día son más los cubanos y cubanas que deciden seguir el apotegma martiano desde el lugar, carácter y posibilidades de cada uno. En protestas callejeras, artículos científicos, posts en redes sociales, aulas y cátedras, paradas de ómnibus y sobremesas familiares. Como siempre pasa durante la crisis de los regímenes totalitarios, la liberación será, en primer lugar, un acto volitivo personal que se hará cada vez más colectivo.

Es vencer los propios miedos, sobrepasar las circunstancias y trascender la jaula de los estereotipos, ideologías y mitos que ensombrecieron nuestro entendimiento temporalmente. Los frescos aires de la libertad soplan cada vez más fuertes y son capaces de disolver cualquier niebla totalitaria.

Tomado de jovencuba.com

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