Desastre planetario, negacionismo y revuelta

Por Luis Marqués.

Desde principios de siglo, el planeta ha experimentado una inusual sucesión de crisis, guerras y ataques a la naturaleza. Los gobiernos y las corporaciones se vendan los ojos ante el abismo. Para evitarlo, necesitamos reactivar las rupturas institucionales.

La evidencia de un desastre planetario en curso y la negación de esa evidencia, o al menos la negativa a admitirla plenamente, son las dos características definitorias de nuestro tiempo. De ahí la posición central en nuestros días del problema del negacionismo, alimentado por la desinformación y el autoengaño. El negacionismo es un término polisémico, que presenta distintas facetas y gradaciones, desde la más cruda e infantil, propia de la extrema derecha, hasta la más culta y universitaria, camuflada en la ficción del “crecimiento sostenible”. A diferencia del significado original del término negacionismo, que intentaba relativizar o negar la existencia de los campos de exterminio creados por el Tercer Reich, el negacionismo contemporáneo se centra en desacreditar el consenso científico. Hay que definirlo como la negativa ciega e irracional a aceptar las advertencias científicas sobre las causas de las catástrofes locales y regionales ya observadas diariamente, y tal negativa implica elegir la propia ruina. Esta elección está generalmente motivada por el interés económico, pero también por la ideología del desarrollismo, por una inversión en la propia ignorancia, por el fanatismo religioso y, más a menudo, por una combinación de todas estas motivaciones.

En el panorama general de este desastre planetario, la emergencia climática y la aniquilación de la biodiversidad son las crisis más sistémicas. El clima es la condición de posibilidad de los bosques y los bosques son, a su vez, la condición de posibilidad de la estabilidad climática. Sin un clima mínimamente estable y sin bosques no hay agricultura, estabilidad de los ciclos hidrológicos y, sobre todo, posibilidad de regulación térmica de los organismos. Nosotros y otras especies no podemos sobrevivir fuera de nuestro nicho climático. i Esto es una imposibilidad biológica, indiferente a las supuestas soluciones mágicas de la tecnología. Pero hay mucho más que afrontar que la emergencia climática y la biodiversidad. La intensificación (intensificación y mayor frecuencia) de innumerables crisis sistémicas, que actúan en sinergia y se refuerzan recíprocamente, indican cada vez más inequívocamente la inminencia de un desastre colectivo. Esbocemos un panorama general de la más importante de estas crisis:

1. aumento continuo del consumo de energía (principalmente combustibles fósiles, pero no solo)

2. Aumento igualmente continuo de la minería, con impactos ambientales inaceptables.

3. desestabilización del sistema climático debido principalmente a la quema de combustibles fósiles

4. La desregulación de los ciclos hidrológicos (sequías e inundaciones) como efecto de esta desestabilización.

5. aumento del nivel del mar, que afecta la infraestructura, los recursos hídricos y los ecosistemas costeros

6. sustitución de la agricultura por la agroindustria dentro de la globalización del sistema alimentario

7. destrucción y degradación de bosques y otra vegetación natural por parte de la agroindustria

8. Antropización, artificialización y degradación biológica de los suelos principalmente por la agroindustria.

9. mayor riesgo de epidemias y pandemias con mayor extensión geográfica de sus vectores

10. facilitación de las zoonosis mediante la cría intensiva de animales para la alimentación humana

11. Aumento explosivo de la generación de residuos, incluso en la estratosfera.

11. Intoxicación químico-industrial de la biosfera, con aumento de enfermedades de los organismos.

12. Fuerte disminución de la fertilidad humana y de otras especies.

13. Sobrepesca y destrucción generalizada de la vida marina

14. Aumento de especies invasoras a escala global

15. empobrecimiento genético de especies seleccionadas por la agroindustria

16. Aumento de la resistencia bacteriana al uso de antibióticos en humanos y otros animales

17. aniquilación de la biodiversidad resultante de los dieciséis factores anteriores

19. Riesgos crecientes de las nuevas tecnologías (geoingeniería, nanotecnología, nuclear, etc.)

20. opacidad y creciente transferencia del poder de toma de decisiones a los algoritmos de IA

21. uso de estos algoritmos para sustituir y precarizar el trabajo

22. manipulación de comportamientos por parte de estos algoritmos, exacerbando el individualismo

23. uso de estos algoritmos para desacreditar la ciencia y la democracia

24. estallidos de irracionalismo y, en particular, fanatismo religioso

25. aumento de las desigualdades y concentración del poder en manos de las oligarquías económicas

26. financiarización extrema de la esfera económica

27. Preponderancia de la economía como criterio para evaluar el éxito de las sociedades.

28. Reducción de los Estados al papel de facilitadores y gestores de las demandas del mercado.

29. resurgimiento del patriarcalismo, el racismo y las ideologías nacionalistas y nazifascistas

30. proliferación de guerras y conflictos armados, resultante de los 29 factores anteriores

Aunque de tipos y naturalezas muy diferentes, estas crisis representan facetas interconectadas de una única crisis planetaria de civilización llamada capitalismo globalizado (que incluye, obviamente, a Rusia y China). Esta crisis planetaria puede caracterizarse mejor como la crisis de nuestra civilización termofósil, una civilización basada en la quema de carbono, la destrucción de la biosfera, la acumulación y concentración de capital por megacorporaciones, la disociación entre el hombre y la naturaleza, la ilusión de mejora energética ilimitada y en la ideología de que no existe otro mundo posible.

En el marco general de esta lista de crisis, la emergencia climática, la aniquilación de la biodiversidad, la intoxicación planetaria y las guerras (con el riesgo ahora extremo de una guerra nuclear entre Rusia y la OTAN) tienen el potencial, incluso consideradas de forma aislada, de amenazar existencialmente. las civilizaciones humanas y la supervivencia de millones de especies, incluida la nuestra. Pero están asociadas entre sí y actúan en sinergia con las otras crisis enumeradas anteriormente, de modo que el caos irreversible que están a punto de engendrar se vuelve casi una certeza. Resulta que existe un bloqueo cognitivo, ideológico, emocional y psicológico en las sociedades que aceptan y comprenden esta casi certeza. Y este bloqueo, es decir, el negacionismo contemporáneo en todas sus facetas y gradaciones, es en sí mismo el factor decisivo en la transición de la casi certeza a la certeza. El negacionismo contemporáneo se convierte así en el factor decisivo que nos precipita a este caos. Es el mayor responsable de la escasa reactividad de las sociedades ante la ruina que ya empieza a afectar a la vida en la Tierra. Si no hay una revuelta política de las sociedades a la altura de la extrema gravedad de esta crisis planetaria poliédrica, la condena de lo peor en un futuro cada vez más cercano es inapelable.

El rechazo de la guerra y la revalorización de la política

Esta revuelta política contra el caos tiene como primera condición de posibilidad la revalorización de la política y la negativa a sustituirla por la guerra. Clausewitz se equivoca cuando afirma que la guerra es la continuación de la política por otros medios. ii Esta tesis es repetida hasta la saciedad por quienes se benefician de la guerra o, más ampliamente, por quienes la consideran inevitable, como resultado de la agresividad de nuestra especie. Nadie ignora que nuestra especie es extremadamente agresiva y que la guerra es parte constitutiva de la historia humana. Pero precisamente por eso, la política es el invento más importante de nuestra especie, ya que su finalidad es doble. En primer lugar, la política permite contener y controlar esta agresividad, sublimarla y canalizarla hacia el juego de enfrentamientos extremos, pero civiles y pacíficos , entre grupos sociales, entre alianzas partidistas, parlamentarias y electorales. Es justa la inversión de la fórmula de Clausewitz propuesta por Michel Foucault, cuando afirmó en 1976 que “la política es la guerra continuada por otros medios”. III

Pero si la política es una forma de guerra mediante la cual se puede evitar la guerra, también es la invención mediante la cual es posible fortalecer el otro componente constitutivo de nuestra especie y de nuestra historia: la cooperación. La política nos permite imaginar otras formas de civilización en las que el lenguaje, la lógica, el conocimiento de la experiencia histórica, los patrones de causalidad, la argumentación, el derecho y las aspiraciones de justicia sean más capaces de prevalecer sobre nuestra agresividad. La política y el lenguaje son dos caras de la misma moneda. Ambos constituyen generalmente el dominio de lo simbólico y lo imaginario y es de ellos que se elabora la sustancia de lo mejor de cualquier civilización. La guerra, por el contrario, es la negación del poder del lenguaje y, por tanto, el abandono del proyecto humano. Además de negar este proyecto, la guerra funciona hoy como: (1) un poderoso circuito de retroalimentación para todas las crisis mencionadas anteriormente y (2) un obstáculo fundamental para cualquier esfuerzo concertado entre sociedades para mitigar los impactos actuales y futuros de las crisis planetarias. para hacerlos menos adversos a las sociedades y a la vida multicelular en general. Hoy más que nunca, si queremos sobrevivir, debemos evitar la guerra.

El trienio 2006-2008

Las torres gemelas de 2001, la guerra de Afganistán (2001-2020), las masacres de la OTAN en Kosovo y su expansión hacia Europa del Este (1999 – 2009) y, sobre todo, la invasión de Irak en 2003 por parte de EE.UU., que engendró la Las sucesivas guerras del autodenominado Estado Islámico (2004-2019) pusieron fin de una vez por todas al período en el que el capitalismo globalizado podía generar al menos la ilusión de que algún consenso político era posible. En este contexto de guerras, el trienio 2006-2008 ve la conjunción de tres crisis importantes, estrechamente interconectadas:

(1) Superar el pico de la curva creciente de oferta de petróleo convencional en 2006. Como afirma la Agencia Internacional del Petróleo (AIE) en su informe de 2010: “la oferta de petróleo crudo alcanza una meseta ondulante entre 68 y 69 millones de barriles por día (mb/d). ) hasta 2020, pero nunca superará su pico de 70 mb/d alcanzado en 2006, mientras que la producción de líquidos de gas natural (LGN) y de petróleo no convencional crece con fuerza”. iv Superar este pico de la curva de oferta de petróleo convencional representa el fin de la era del petróleo barato y de fácil acceso, con dos implicaciones: (a) una TRE (Energía Retornada de la Inversión, es decir, la tasa de energía recuperada por energía invertida) cada vez más desfavorable y (b) el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero por cada barril de petróleo no convencional extraído. Entre otros factores más cíclicos, la percepción del fin de esta era de petróleo barato y de fácil acceso provocó un salto sin precedentes en el precio del barril de crudo Brent (146,00 dólares en julio de 2008). La crisis financiera de 2008, causada en parte por estos precios estratosféricos, precipitó una caída no menos brutal de estos precios y, sucesivamente, una inestabilidad crónica en este mercado, como se muestra en la Figura 1.

Figura 1 – Precios del barril de petróleo crudo (Brent) en dólares entre 2006 y 2022

Fuente: Statista, basado eninvesting.com

(2) La crisis de las “subprime” en Estados Unidos fue el detonante de un colapso financiero global y posiblemente de una desestabilización irreversible del orden financiero global, así como un punto de no retorno en el proceso de concentración de capital e ingresos. En USA, desde 2008, como bien señala Victoria Finkle : v

“La brecha entre los ricos y todos los demás también se ha ampliado. El 1% más rico de los estadounidenses controla ahora [2018] casi el 40% de la riqueza del país, mientras que el 9% siguiente controla casi la misma cantidad. Sin embargo, la gran mayoría de los estadounidenses ha visto caer su participación desde la crisis: el 90% más pobre poseía poco más del 20% de la riqueza total en 2016, frente a alrededor del 30% a principios de la década de 2000”.

Otro efecto de esta crisis fue la mayor polarización política en la sociedad norteamericana, con sus consecuencias en los estados satélites de Europa. La incapacidad de las sociedades para vislumbrar una alternativa sistémica y radical al capitalismo provocó la mayor paradoja de esta crisis en el ámbito político e ideológico: los protagonistas del neoliberalismo más depredador asumieron, ante los ojos de importantes segmentos de la sociedad, la imagen salvadora de “ Políticos “antisistema”. En cierta medida, Trump, el Tea Party y la extrema derecha europea y latinoamericana (Bolsonaro, Milei, etc.) son el resultado último de la crisis de 2008 o, más precisamente, del resentimiento de las sociedades ante el capitalismo financiero globalizado. . incapaces de cumplir con sus expectativas mínimas de seguridad económica. En esta tercera década, crece el temor entre los analistas del sistema financiero internacional a una próxima crisis financiera de magnitud igual o mayor a la de 2008.vi

(3) En 2007-2008, se produjo un primer aumento de los precios de los alimentos, que se repitió en 2011, como resultado de las sequías exacerbadas por la emergencia climática, la especulación financiera sobre las “commodities” agrícolas y la cartelización de los insumos agrícolas por parte de las megacorporaciones de agroquímicos. disturbios por hambre en más de 40 países y la llamada Primavera Árabe. La Figura 2 muestra estos dos saltos (2008 y 2011) en los precios de los alimentos.

Figura 2 – Índice de precios de los alimentos (FFPI) de la FAO entre 1990 y 2013.

Nota: El FFPI es una medida de la variación mensual de los precios internacionales de una canasta de productos alimenticios.

La proliferación de guerras en la segunda década

En parte como resultado de estos tres factores, a partir de 2011 estallaron las guerras en curso en Siria, Libia (con la masacre de la población civil por siete mil bombardeos de la OTAN en 2011), Yemen (a partir de 2014) y en varios subcontinentes. -Países del África sahariana. Según la FAO, tras décadas de avances continuos en la reducción de la inseguridad alimentaria, esta tendencia se revirtió después de 2014 con un mayor hambre generalizada, intensificada por los gobiernos neoliberales y, más recientemente, por la pandemia, la guerra en Ucrania y otras guerras. A partir de la tercera década, las guerras y los conflictos armados, internos o entre dos o más Estados nacionales, se extendieron aún más por África, Asia y Europa. Algunos ejemplos de ello son las guerras que estallan entre 2021 y 2023 en Myanmar, Ucrania, Sudán y Etiopía, así como el genocidio del pueblo palestino por parte del Estado de Israel con armas y apoyo de EE.UU. y Europa y con la mayor Indiferencia total de los países árabes (2023-2024). Estas guerras y las crecientes tensiones entre Israel e Irán añaden aún más inestabilidad a la seguridad energética y alimentaria. El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) hizo un inventario de 56 estados nacionales en conflicto armado en 2022, cinco más que en 2021. vii El informe de 2024 del SIPRI registra un gasto militar global de más de 2,4 billones de dólares en 2023, un aumento del 6,8% en términos reales en comparación con 2022 y el mayor aumento desde 2009. El gasto de “defensa” de Estados Unidos asciende a 916 mil millones de dólares en 2023 (778 mil millones de dólares en 2020) y los 31 países de la OTAN, a más de 1,3 billones de dólares o el 55% del gasto militar mundial. gasto. Y dado que las armas exigen guerras, la Figura 3 muestra la propagación global de los conflictos armados a partir de la segunda década.

Figura 3 – Número de conflictos armados a escala global entre 1990 y 2022.

Fuente: Joshua Keating, “No es tu imaginación. Últimamente ha habido más guerra”. Vox, 25/I/2024, basado en datos del Uppsala Conflict Data Program y el Peace Research Institute Oslo (2023)

Conclusión

Las guerras entre humanos y la guerra contra la naturaleza son las dos caras interconectadas del actual desastre planetario, con víctimas cada vez más numerosas. El Centro de Vigilancia de los Desplazamientos Internos (IDMC), con sede en Ginebra, contabiliza los desplazamientos internos de 75,9 millones de personas en todo el mundo sólo en 2023, lo que representa un nuevo récord mundial, y de este total, 68,3 millones perdieron sus lugares de residencia debido a guerras y conflictos armados. conflictos y 7,7 millones por desastres, la mayoría de ellos provocados o exacerbados por la emergencia climática y la deforestación. El número de desplazados internos ha aumentado un 50% en los últimos cinco años. viii Por su parte, el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias 2024 contabiliza 90,2 millones de personas sin hogar en 2023, de las cuales 64,3 millones son desplazados internos en 38 países o territorios y 26 millones de refugiados buscan refugio en otros países, un aumento ininterrumpido de víctimas desde 2013. como se muestra en la Figura 4.

Figura 4 – Personas desplazadas (en millones) en 59 países/territorios, víctimas de crisis alimentarias entre 2013 y 2023.

El único denominador común en medio de guerras, inmensos sufrimientos y destrucción ambiental imperante es el negacionismo, es decir, el malentendido de que lo que está en juego, aquí y ahora, es nuestra supervivencia como sociedades organizadas así como la de gran parte de las especies ( del que, además, dependemos existencialmente). En otras palabras, las guerras y la energía gastada en acusaciones mutuas y retórica nacionalista de confrontación relegan a las calendas griegas la implementación de acuerdos globales para detener la quema de combustibles fósiles y la destrucción de la biosfera por parte de la agroindustria y la minería. La brutalidad de las guerras y la estupidez de las ideologías nacionalistas ocultan trágicamente la percepción de lo esencial: la destrucción vertiginosa de las bases físico-químicas y biológicas planetarias que hacen viable cualquier proyecto social.

Contra este engranaje, que en modo alguno es inevitable, es necesario reaccionar. Es necesario rebelarse contra el negacionismo de gobiernos y corporaciones. Hay que afirmar que somos capaces, como sociedades, de poner fin a la dilación política y a este estado de guerra permanente. Esta revuelta es una apuesta por una alianza renovada entre los principios heredados de la historia y la imaginación de un futuro planeta habitable para los jóvenes de hoy y las generaciones futuras. Se puede expresar en cinco puntos programáticos:

(a) la democracia, entendida como soberanía popular participativa y control efectivo de los gobernantes por parte de los gobernados, tiene el poder de superar las oligarquías, ya sea ejercidas por regímenes dictatoriales o por engranajes corporativos y financieros. La política y la democracia son la única negación válida y posible de la injusticia, la anomia y la guerra;

(b) las sociedades tienen la capacidad de comprender sus propios desafíos, por complejos que sean, y esta comprensión es un paso fundamental en el proceso de enfrentarlos. Las decisiones colectivas racionales pueden prevalecer sobre los impulsos agresivos de nuestra especie;

(c) la cuestión social y la cuestión ecológica son inseparables. En el siglo XXI se han convertido en una misma cuestión, todavía poco asimilada por los sectores hegemónicos de la izquierda. En otras palabras, todo problema social sólo puede considerarse resuelto si resulta en una reducción del impacto antrópico sobre el sistema Tierra y también si resulta en una reducción de las desigualdades entre los humanos y entre ellos y otras especies;

(d) resolver problemas de la magnitud que enfrentamos hoy significa abandonar el gradualismo y aceptar el desafío de emprender una mutación civilizatoria, que requiere rupturas institucionales, con sus altos e inevitables riesgos, dada la naturaleza inherentemente conflictiva del proceso histórico. Estas rupturas, sin embargo, sólo serán posibles y efectivas si son políticas, es decir, sin la intervención de los militares, un sector primitivo y parásito (2,4 billones de dólares en 2023) de la sociedad que puede y debe, en última instancia, extinguirse en el curso de esta mutación civilizatoria.

(e) quienes consideran poco realista esta mutación civilizatoria deben entender que no intentar lograrla es aún más irreal, ya que la trayectoria actual, con sus cambios cosméticos y a paso de tortuga, ciertamente nos condena a un planeta inhabitable en el horizonte del próximas décadas.

Véase Chi Xu et al ., “Future of the Human Climate Niche”, PNAS , 117, 21, p. 11350-5, 26/V/2020.

ii Cf. K. von Clausewitz,  De la guerre  [1832], D. Naville (trad.), París, 1955, p. 67.

iii Véase Michel Foucault, “Il faut défendre la société”. Cours au Collège de France, 1975-1976, París, 1997, págs. 15-16, citado por Audrey Hérisson, “Clausewitz versus Foucault: respectos croisés sur la guerre”. Cahiers de philosophie de l’Université de Caens, 55, 2018, págs. 143-162: “Le pouvoir, c’est la guerre, c’est la guerre continuée par d’autres moyens. Et à ce moment-là, on retournerait la proposition de Clausewitz et on dirait que la politique, c’est la guerre continuée par d’autres moyens”.

iv Véase AIE, Perspectivas Energéticas Mundiales, 2010, p. 48 < http://www.iea.org/publications/freepublications/publication/weo2010.pdf >.

v Véase Victoria Finkle, “La crisis no ha terminado”, American Banker, 2018.

< https://www.americanbanker.com/news/the-crisis-isnt-over >.

vi Cf. A. Leparmentier, “Aux États-Unis, les nuages ​​d’une crisis financière s’amoncellent à l’horizon”. Le Monde , 1/VI/2024.

vii Véase Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, Anuario SIPRI 2023. Armamentos, Desarme y Seguridad Internacional , SIPRI, 2023. < https://www.sipri.org/sites/default/files/2023-06/yb23_summary_en_0.pdf >.

viii Cf. “Los conflictos generan un nuevo récord de 75,9 millones de personas que viven en desplazamiento interno”. IDMC, 14/V/2024.

Tomado de outraspalavras.net

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