Carta a los hipócritas de Europa // España tiene que demandar a Israel por el genocidio de Gaza // Se reafirma en EU ola de solidaridad con Palestina y de repudio a Israel

Por Franco ‘Bifo’ Berardi.

Hubo un tiempo en que se suponía que los filósofos eran los custodios de la coherencia ética y de la decencia intelectual. Esta tradición parece totalmente olvidada en el actual panorama cultural de Europa.

El conformismo, la hipocresía y la complicidad con los malhechores han sustituido al coraje intelectual.

Hace unas semanas un destacado filósofo alemán publicó un texto lleno de comprensión para Israel, justo cuando Israel estaba inmerso en una acción de asesinato en masa que cada vez más personas denuncian como genocidio.

En ese texto, el destacado filósofo (y algunos de sus colegas) escribieron que “Comparar el resultante derramamiento de sangre en Gaza con un genocidio está más allá de los límites de un debate aceptable”, pero omitió explicar por qué a Israel se le permite encarcelar a millones de personas, invadir y destruir las casas de millones de palestinos, matar a diez mil niños en dos meses, pero no se nos permite denunciar estas acciones como genocidio.

Israel está atacando indiscriminadamente al pueblo palestino atrapado en la prisión infernal de Gaza, pero los filósofos no deberían llamarlo genocidio, particularmente en Alemania.

¿Por qué?

Cuando los intelectuales alemanes dijeron las palabras: Nie wieder, entendí (ingenuamente por supuesto) que querían decir: nunca más limpieza étnica, nunca más deportaciones masivas, nunca más discriminación racial, nunca más campos de exterminio, nunca más nazismo.

Pero ahora –leyendo las palabras del destacado filósofo, y leyendo las palabras de los miembros de la élite política europea, y sobre todo escuchando el silencio de los demás– entiendo que esas dos palabras tenían un significado diferente. Entiendo que desde el punto de vista alemán esas palabras (nie wieder) deben interpretarse de esta manera: después de matar a seis millones de judíos, dos millones de romaníes, trescientos mil comunistas y veinte millones de soviéticos, nosotros, los alemanes, en toda circunstancia protegeremos a Israel, porque ya no son enemigos de nuestra raza superior, de modo que se les ha concedido el privilegio que ya tenemos desde hace quinientos años: el privilegio de los colonizadores, de los explotadores, de los exterminadores.

Los israelíes han sido cooptados en el Club Suprematista, por lo que ahora se les permite hacer lo que hicimos con los pueblos indígenas del sur y del norte de América, y con los aborígenes de Australia, y así sucesivamente.

Los israelíes han sido cooptados en el Club Suprematista

Nosotros, la raza blanca, hemos decidido que nuestro nuevo aliado pueda construir en la costa del Mar Mediterraneo un campo de exterminio: llamémoslo Auschwitz en la playa.

Los intelectuales europeos guardan tanto silencio al respecto, que yo me permito decir que la categoría está extinta y ha sido reemplazada por la Corporación de los Hipócritas.

En Francia y Alemania las autoridades políticas parecen no estar dispuestas a aceptar que alguien diga la verdad sobre lo que está sucediendo en Gaza y en Cisjordania: se prohíben las voces disidentes, se retiran los libros de los estantes de las bibliotecas y se prohíbe la libertad de expresión, cuando se trata de los efectos de 75 años de violencia israelí, cuando se trata de las masacres que los Übermenschen perpetran diariamente contra los Untermenschen.

Para proteger nuestra perfecta democracia, las autoridades alemanas actúan como lo hacían en los tiempos de la Stasi.

Para proteger nuestra democracia perfecta, diariamente se mata a niños en Palestina. Están pasando hambre, sufriendo sed, frío, lluvia, enfermedades y obviamente bombas, más bombas, pero a los intelectuales europeos no se les permite decir que esto es un genocidio.

Los jóvenes marchan en las ciudades contra el apartheid de ocupación israelí y la limpieza étnica, una gran parte del pueblo judío se rebela contra el genocidio pero los hipócritas europeos los acusan de antisemitismo.

Creía que la razón y los derechos humanos debían ser considerados valores universales, pero ahora me doy cuenta de que para los intelectuales europeos universal significa: blanco.

La hipocresía ha alimentado la ola de racismo y agresividad

La hipocresía ha alimentado la ola de racismo y agresividad que está aumentando en todos los países de la Unión.

Los intelectuales silenciosos de Europa se hacen responsables de la creciente ola de fascismo que se está apoderando de toda la Unión.

Horkheimer y Adorno escribieron estas palabras en 1941:

“El concepto mismo de Ilustración… contiene el germen de la regresión que está teniendo lugar hoy en todas partes. Si la Ilustración no abraza la conciencia de este momento regresivo, está firmando su propia sentencia de muerte. Si dejamos la reflexión sobre el lado destructivo del progreso a los enemigos del progreso, el pensamiento, cegado por el pragmatismo, perderá su capacidad…”

Estas palabras pueden repetirse ahora, si seguimos cerrando los ojos ante la realidad de decenas de miles de personas ahogadas en el Mar Mediterráneo y ante la realidad del Holocausto infligido al pueblo palestino.

Tomado de ctxt.es

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España tiene que demandar a Israel por el genocidio de Gaza

Por Joaquín Urías.

Cada día que pasa sin que el Gobierno tome la iniciativa de adherirse a la causa sudafricana es un día en el que nuestro país está violando sus obligaciones internacionales

El ejército del Estado de Israel lleva ya tres meses bombardeando sin piedad la franja de Gaza como respuesta a los ataques terroristas de Hamás en los que murieron mil doscientos de sus ciudadanos. Se trata de un territorio extranjero, pero bajo su control, en el que viven (o vivían) alrededor de dos millones de palestinos. La considerada como potencia ocupante no sólo ha matado a decenas de miles de civiles palestinos sino que también ha dañado el 70% de las viviendas de la zona. Además, está destruyendo de forma deliberada carreteras, hospitales y universidades hasta provocar el aniquilamiento mismo de la sociedad palestina de Gaza. Mientras se produce este crimen contra la humanidad, la mayor parte del mundo lo observa indiferente, o al menos inactivo.

Pero no todos están consintiendo con pasividad esta tragedia. Por todo el mundo, miles de personas, incluyendo a numerosos judíos, protestan contra el exterminio. Hay también algún gobierno resuelto a demostrar que la humanidad está por encima de las consideraciones geopolíticas: la República de Sudáfrica ha acudido a la Corte Internacional de Justicia alegando que estamos ante un auténtico genocidio y pidiendo que se adopten medidas inmediatas para detenerlo. La demanda se sustenta por entero en la Convención para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio aprobada por las Naciones Unidas en diciembre de 1948 y firmada por 152 países, incluidos Israel y España. No se trata de una ocurrencia extravagante, sino todo lo contrario; lo que ha hecho Sudáfrica es algo exigido por el derecho internacional y algo que España también debería hacer. Cada día que pasa sin que el Gobierno español tome la iniciativa de adherirse a la demanda sudafricana es un día en el que nuestro país está violando sus obligaciones internacionales.

La Convención es un instrumento internacional elaborado al calor del impacto que tuvo en el mundo el descubrimiento del intento del Gobierno nacionalsocialista alemán de exterminar a todos los judíos. La impulsó especialmente el jurista judío polaco Raphael Lemkin, que fue quien acuñó modernamente el término ‘genocidio’ para referirse al intento de aniquilar a un grupo nacional, tal como sucedió con las políticas nazis contra el pueblo hebreo o las turcas contra los armenios. Fue precisamente el horror de descubrir la dimensión de la masacre contra los judíos lo que llevó a tipificar y prohibir de manera absoluta el genocidio e instauró la obligación de todos los países de evitarlo.

La Convención define el delito de genocidio no sólo como la comisión de determinados actos terribles, sino que exige que se hayan realizado con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico o racial. Los actos en cuestión incluyen la matanza de miembros de ese grupo, la lesión de su integridad física o mental, el someterlos a condiciones de vida que acarreen su destrucción incluso parcial, el intentar impedir nacimientos o el traslado forzoso de niños. Cuando se realicen esos actos (que de cualquier otro modo pueden ser considerados como crímenes contra la humanidad) para aniquilar a un grupo determinado, entonces se está técnicamente ante un genocidio.

Los primeros países declarados culpables de violar la Convención fueron Serbia y Montenegro con ocasión de los crímenes cometidos durante la guerra de Yugoslavia, en los años noventa. En esa ocasión, la Corte Internacional de Justicia declaró que “las fuerzas serbobosnias cometieron genocidio al buscar la extinción de los 40.000 musulmanes bosnios de Srebrenica”. Aunque el Estado serbio no fuera directamente responsable de ello, sí que fue declarado culpable –al estar informado de lo que sucedía y teniendo la posibilidad de evitarlo– de no prevenir o castigar adecuadamente el genocidio.

Aplicando todo esto a la situación actual en la franja de Gaza, es fácil concluir que, de una parte, se está cometiendo un genocidio y, de otra, España está obligada a denunciarlo.

Tal y como explica con contundencia la demanda sudafricana, las acciones israelíes sobre Gaza pueden ser calificadas fácilmente de genocidio. Constituyen actos que están castigados en la Convención y se están realizando con la intención prevista en ella.

Razonablemente, lo más complicado de demostrar es la intención, porque la naturaleza de los ataques israelíes salta con claridad a la vista. Hasta el momento han muerto asesinados más de 23.000 palestinos y heridos casi 60.000. El 70% de los fallecidos son mujeres y niños, por lo que resulta evidente que se trata de civiles no combatientes. Entre el 30% restante de hombres hay ancianos, periodistas, personal sanitario, trabajadores humanitarios y civiles en general. A eso hay que sumar los miles de desaparecidos. No hay duda de que se han cometido matanzas deliberadas, excesivas e indiscriminadas de civiles.

Toda la población de Gaza está sometida a un daño psicológico tremendo. Agencias internacionales calculan que el 90% de la población ha sido obligada a abandonar sus casas. Tras intentar confinar inicialmente a todos los palestinos en un espacio equivalente a un tercio del territorio, Israel dicta nuevas órdenes de evacuación a diario, obligando al movimiento continuo de los habitantes de la Franja. El terror de los masivos bombardeos indiscriminados, con bombas poderosísimas, se completa con una terrible hambruna, creada y mantenida de forma deliberada. La malnutrición y la falta de agua y medicinas, denunciadas por agencias de Naciones Unidas son claramente una forma de completar el genocidio.

Lo más difícil de demostrar siempres es la intención de aniquilación que debe guiar estos hechos atroces para poder hablar jurídicamente de genocidio. Pero no en este caso. Ayudan las numerosas declaraciones de las autoridades, parlamentarios, ministros y mandos militares israelíes en las que explicitan su intención de dañar a toda la población de Gaza o incluso acabar con ella. Por su importancia, destacan unas afirmaciones del presidente del país y otras de su primer ministro. El 12 de octubre, Isaac Herzog, presidente de Israel, dijo en rueda de prensa literalmente, refiriéndose a Gaza, que “es toda una nación la responsable. No es cierta la retórica de que los civiles no son conscientes ni participan. Es absolutamente falso”. Más tarde, en la misma rueda de prensa, dijo que en muchas cocinas palestinas había misiles, lo que las convertía en objetivos legítimos. El 28 de octubre, Benjamín Netanyahu, primer ministro, evocó el pasaje bíblico que dice “recordad lo que os han hecho los de Amalec”. Con esa frase se refería al párrafo del Deuteronomio, estudiado en todas las escuelas hebreas, en el que Moisés explica que Dios le ha pedido “exterminar a los de Amalec completamente hasta que nadie recuerde que han vivido”. A partir de ahí, los judíos de la Biblia se sintieron legitimados para exterminar a ese vecino pueblo cananeo. La alusión es escalofriante y sirve, junto a otras muchas, para constatar que efectivamente Israel está atacando la Franja de Gaza decidido a acabar, al menos parcialmente, con los palestinos que allí viven. Por si fuera poco, el ministro de Defensa israelí, al anunciar su plan de ataque, dijo que iba a “imponer un asedio completo de Gaza. No habrá electricidad, comida, agua o carburante. Todo cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. De esa forma, además de llamar al aniquilamiento, deshumaniza a los palestinos gazatíes. La intención de cometer lo que técnicamente se califica de genocidio es evidente.

Y ante esta evidencia, España no puede permanecer impasible. No se trata sólo de una cuestión de pura humanidad, para parar la constante muerte de civiles, los desplazamientos forzosos de población y la destrucción total de las infraestructuras. También es una obligación jurídica. El artículo uno de la Convención establece que los Estados firmantes se comprometen a prevenir y sancionar el genocidio. Ello implica que si un país tiene conocimiento fehaciente de que se está cometiendo un genocidio tiene la obligación de utilizar los instrumentos jurídicos a su alcance para evitarlo. El principal es, precisamente, acudir a la Corte Internacional de Justicia.

Las circunstancias españolas facilitan que nuestro Gobierno dé ese paso. Vivimos en un país relevante de la Unión Europea que está libre del pasado vergonzante que comparten otras naciones de nuestro entorno. Aquí la opinión pública, además, está concienciada con los derechos humanos y espantada ante el horror diario que se vive en Gaza. Tenemos la obligación y la oportunidad de respaldar la demanda sudafricana, provocando así una cascada de reacciones internacionales contra el genocidio que tal vez pueda servir para detenerlo.

Conforme a la normas procesales internacionales, los países demandantes y demandados tienen derecho a nombrar un juez ad hoc que se una a la Corte para el estudio del caso. Israel ha nombrado a un prominente jurista, Aharon Barak, superviviente del Holocausto, que de niño evitó el exterminio huyendo del gueto escondido en un saco de patatas. Por su parte, Sudáfrica ha designado al juez Dikgang Moseneke, el albacea de Nelson Mandela, que fue detenido, maltratado y encarcelado cuando era un joven activista contra el apartheid. Ambos tienen detrás una terrible historia de sufrimiento en razón del grupo nacional al que pertenecen. Los jueces internacionales seguro que entienden, sin embargo, que el Holocausto fue una de las peores experiencias de la humanidad no por dirigirse específicamente contra los judíos, sino por la magnitud del genocidio. Ningún pueblo, ni siquiera el que más ha sufrido en el pasado, está legitimado por la historia para masacrar a diario deliberada e impunemente a niños, ancianos y población civil. Ojalá la voz de España ayude a conseguir que impere la cordura y que la Corte Internacional de Justicia adopte medidas para frenar este genocidio que está ocurriendo ante nuestros ojos. Por una vez nuestro país tiene la ocasión de situarse claramente en el lado bueno de la historia.

Tomado de ctxt.es

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Se reafirma en EU ola de solidaridad con Palestina y de repudio a Israel

Nueva York y Washington. No es posible encontrar un estado de estos Estados Unidos donde no broten protestas contra la guerra de Israel en Gaza, demandas de un cese al fuego inmediato y condenas a la complicidad de Washington en lo que califican como genocidio. Manifestantes interrumpieron el discurso del presidente Joe Biden en Carolina del Sur el lunes y luego bloquearon brevemente el ingreso al aeropuerto donde estaba por aterrizar en Dallas pocas horas después, solo algunas de acciones incesantes durante los últimos tres meses alrededor del país.

Tres puentes y un túnel que comunican a Manhattan con el mundo fueron bloqueados esta semana por manifestantes contra la guerra de Israel en Gaza con el propósito de hacer sentir aquí por un par de horas algo parecido a la vida incomunicada y sitiada de los palestinos por un ratito, en una de las incesantes acciones de protesta en Estados Unidos a lo largo de los últimos 90 días demandando un cese al fuego y contra la complicidad estadunidense en lo que acusan son crímenes de guerra contra palestinos.

En universidades públicas y privadas de costa a costa, en frente de sedes de empresas y bancos, en cruces centrales y plazas -Wall Street, Times Square y Rockefeller Center, en Lincoln Center- en salones oficiales del Congreso y frente a la Casa Blanca, como en sedes legislativas estatales como la de California, en foros académicos o políticos, en las arterias de tránsito en Los Ángeles, en las colinas de San Francisco, en el centro de Chicago, e incluso en ciudades y pueblos más pequeños en estados como Míchigan y Florida y hasta en estadios deportivos como el estadio de los Yankees, las acciones de desobediencia civil, marchas, vigilias y manifestaciones han sido casi diarios durante los tres meses de la guerra israelí contra el pueblo palestino.

Entre acciones locales, hay triunfos como la aprobación unánime del concejo municipal de Portland, Maine, de una resolución exigiendo un cese al fuego en Gaza. En Dearborn y otras ciudades hay camiones con espectaculares electrónicos con el mensaje de que “¿No tienes lo suficiente para gastos de salud?, perdón, es que tenemos que darles miles de millones a los israelíes para que lanzar bombas contra niños” [https://x.com/huwaidaarraf/status/1740944612309823909?s=20].

El profesor Rashid Khalidi de la Universidad de Columbia es una de las voces prominentes en Estados Unidos que continúa nutriendo la oposición la posición oficial [https://www.jornada.com.mx/noticia/2023/11/23/mundo/israel-201croba-tierra-mientras-hablamos201d-rashid-khalidi-6582], junto con el profesor Jeffrey Sachs quien advierte: “Estados Unidos está completamente aislado globalmente por apoyar a Israel en esta masacre… Es la peor política exterior imaginable”.

Para el gobierno israelí y sus aliados en Estados Unidos, las voces de críticos judíos son las más peligrosas, como es el caso de Noam Chomsky, entre otros, ya que rompen el control de la narrativa de que Israel representa a los judíos. “Mi deseo hoy es que los guetos judíos de nuestros días -el campamento de muerte en Gaza y la Cisjordania ocupada- serán liberados de los nazis de nuestros días, el gobierno israelí, para que todo palestino pueda gozar a la misma libertad de seguir por su camino de la vida que afortunadamente tuvo mi padre”, escribo el periodista estadunidense Aaron Mate al celebrar el 80 cumpleaños de su padre, el doctor Gabor Mate, sobreviviente judío de la ocupación nazi de Hungría, y quien hoy es un critico severo de la guerra de Israel contra los palestinos, lo cual llama “el evento más angustioso que he atestiguado en mi vida”.

Estados Unidos, acusan este mosaico de oposición, es cómplice de los crímenes de guerra de Israel y proclaman diario, y otra vez más, “no en nuestro nombre”.

Tomado de jornada.com.mx

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