Charles Piaget, héroe de la lucha de Lip, ha muerto

Por Romaric Godin.

Charles Piaget falleció el 4 de noviembre, cincuenta años después de la lucha de Lip, que dio lugar a un experimento de autogestión único en Francia. Un experimento en la encrucijada entre las aspiraciones de los años 60 y la crisis de los 70. Apenas tres semanas antes concedió lo que fue su última entrevista a radiolip.fr.

La muerte, a la edad de 95 años, de Charles Piaget el sábado 4 de noviembre de 2023 marca el fallecimiento de una figura importante en la historia del movimiento obrero francés. Este relojero de la región francesa del France-Comté, católico durante mucho tiempo, fue el mascarón de proa de uno de los momentos más importantes de la autogestión en Francia, el de las fábricas Lip en 1973.

Charles Piaget, representante de la CFDT en aquella época, era por naturaleza un hombre más bien discreto, pero durante varios meses se encontró en primera línea ante los medios de comunicación y los representantes del gobierno. Se convirtió en un símbolo bien conocido de la revuelta espontánea de los trabajadores contra el poder patronal y contra la capacidad del capital de decidir unilateralmente sobre la vida de los asalariados.

Los antecedentes
El conflicto Lip comenzó en abril de 1973. En aquella época, Francia era próspera y sólo se hablaba de expansión. La agitación laboral era especialmente intensa, como en el caso de las fábricas de Renault desde marzo o la huelga de los controladores aéreos que paralizó el tráfico aéreo. La situación de Lip era diferente.

Este buque insignia de la relojería francesa, propiedad de un grupo suizo desde 1967 y pionero del reloj de cuarzo, atravesaba dificultades financieras desde hace varios años. Los sindicatos culpaban a los errores de gestión, mientras que los propietarios citaban a la competencia barata japonesa. Lip ya tenía un pie en el mundo del después, que se estaba gestando en 1973: el año de la crisis económica mundial del capitalismo.

Esto es quizás lo que hace del conflicto de Lip un caso especial: frente a una crisis, que sería la crisis del resto de los años 70, el conflicto se organizó en torno a ideas que habían surgido a su vez en los años 60, en particular la idea de autogestión.

Esta idea, defendida de diversas formas por los socialistas utópicos a mediados del siglo XIX y después por el movimiento de los consejos obreros en el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial, se convirtió en el centro del pensamiento de los socialistas que rechazaban tanto la connivencia de la socialdemocracia con el capitalismo como el estalinismo de Estado de los partidos comunistas.

Su punto de partida era un principio sencillo: si la propiedad privada de los medios de producción está en el corazón del capitalismo y si la propiedad estatal no puede resolver la cuestión de la explotación laboral, la solución es una auténtica propiedad colectiva de los medios de producción por parte de los trabajadores y trabajadoras. Esto les permitiría producir en función de las necesidades sociales y pondría fin a la huida hacia delante del capitalismo.

Esta idea se convirtió en el núcleo del programa del naciente sindicato CFDT, escisión secular de la CFTC en 1964, y también del Parti Socialiste Unifié (PSU), fundado en 1960. El atractivo de la autogestión era tal que ni siquiera el Programa Común de la Izquierda, firmado por el PS, el PCF y los Radicales de izquierda en 1972, pudo ignorarlo.

Esto se debe a que se extendió a la clase obrera con los acontecimientos de mayo de 1968. Cuando los trabajadores se unieron al movimiento, la idea de tomar el control de la producción comenzó a extenderse. Charles Piaget, que a pesar de su profundo catolicismo se unió a la CFDT y al PSU, fue conquistado por estas ideas.

La lucha
El 17 de abril de 1973, el director general de Lip, Jacques Saintesprit, dimite después de que el Institut de développement industriel, un organismo estatal, se niegue a reconstituir el capital social de la empresa. La empresa declara la suspensión de pagos. Las emociones se dispararon en Besançon (Doubs) y la región circundante. Pero los informativos nacionales apenas se hicieron eco de este conflicto industrial local que afectaba a una empresa con 1.300 empleados (en aquel momento, era muy pequeña en comparación con las gigantescas fábricas de Renault, por ejemplo, pero era significativa para la región de Besançon).

Fue el 12 de junio cuando el asunto dio un nuevo giro. Por casualidad, un representante del personal encontró los planes del accionista suizo para la empresa en un maletín que se había dejado un directivo: Lip debía convertirse principalmente en una marca de relojes. Se liquidarían las actividades auxiliares, desde armamento hasta máquinas herramienta, y se despediría a 480 personas. Pero estaba claro que la deslocalización de la producción ya había comenzado. Peor aún, el documento menciona la complicidad del gobierno francés, que pidió que la reestructuración se aplazara hasta después de las elecciones legislativas de febrero de 1973…

El enfado entre el personal, durante la reunión del comité de empresa, fue inmenso. Dos directivos y un inspector de trabajo fueron secuestrados inmediatamente, y liberados durante la noche tras la intervención de la policía. Las y los trabajadores de Lip organizaron entonces una asamblea general y decidieron apoderarse de las existencias de relojes y ocupar la fábrica de Palente en Besançon de forma permanente.

Las huelgas y ocupaciones salvajes eran habituales en toda Europa en aquella época. Pero lo que hizo tan especial a Lip fue la determinación de los trabajadores y trabajadoras de continuar la producción, desafiando las leyes económicas que supuestamente les condenaban. El 18 de junio, la asamblea general, que a partir de entonces fue el poder soberano de la fábrica, decidió reanudar la producción y adoptó el famoso lema de Lip: “Fabricamos, vendemos, nos pagamos”. Todo ello sin jefes.

La fábrica funcionaba y se reponían las existencias: un tesoro de guerra de 65.000 relojes, que fue cuidadosamente escondido. El colectivo producía y se organizaba. La sociedad pompidoliana [en referencia a Pompidou, presidente de Francia] se estremeció. El 31 de julio, el tribunal de comercio declaró liquidada la empresa y cesó su actividad. En respuesta, el 2 de agosto las y los trabajadores de Lip recibieron su primera paga salvaje procedente de la producción autónoma.

En pleno verano, el conflicto empezó a atraer la atención de los medios de comunicación. El gobierno de Messmer no podía permitirlo. El 7 de agosto nombró negociador a Henry Giraud. Pero el diálogo con Lip, dirigido por Charles Piaget, era imposible. El gobierno planteó despidos y el desmantelamiento del grupo; los sindicatos exigieron que se abandonaran estos planes, pero también que se mantuviera la ocupación y el control de las existencias como requisito previo. La fábrica Lip de Besançon se convirtió en una fortaleza sitiada.

Movilización
El 14 de agosto, el gobierno de Messmer decidió utilizar tácticas de mano dura y dio fuego a la mecha. La policía volvió a ocupar la fábrica de Palente por la fuerza. La cuestión se volvió política. Era el Estado contra la autogestión, el capital y su policía contra los trabajadores y trabajadoras. El 14 de agosto, 10.000 personas se manifestaron en Besançon y se produjeron enfrentamientos entre activistas, trabajadores y policías en torno a la fábrica durante varios días. El 19 de agosto incluso se intercambiaron disparos, pero nadie resultó herido.

La izquierda aprovechó la ocasión para dar una dimensión política al asunto. El 16 de agosto se celebró un mitin en la Bourse du Travail de París, al que asistieron 5.000 personas, convocado por la CGT, la CFDT y partidos de izquierda que iban desde el PSU hasta los Radicales. François Mitterrand, primer secretario del Partido Socialista Francés (PS), consideró que “la intervención de la policía ilustraba el desprecio de los gobernantes por los trabajadores y la opinión pública”.

La lucha de Lip fue popular e incluso fue emulada. El 23 de agosto, la ORTF se declaró en huelga contra los planes de cerrarla, pero también en solidaridad con Lip. Tras las manifestaciones locales, el 29 de septiembre se organizó en Besançon una gran marcha nacional en solidaridad con Lip, que reunió a 100.000 personas.

El primer ministro Pierre Messmer se dio cuenta de su error un poco tarde e intentó reanudar las negociaciones en la segunda quincena de agosto. Pero Lip se mantuvo firme. Se organizó un taller clandestino y el rechazo de cualquier despido como condición previa siguió siendo la norma. Pero el tiempo estaba en contra de los trabajadores. El centro de atención se alejó gradualmente de Lip, donde las negociaciones se estancaron.

Poco a poco surgieron diferencias entre la CFDT de Charles Piaget, que quería mantenerse firme, y la CGT, con su secretario general Georges Séguy, que quería transigir y advertía contra las utopías. Dentro de Lip iba cuajando la ruptura entre la izquierda de mayo del 68 y el Partido Comunista. Pero la situación era aún más compleja. El líder de la CFDT, Edmond Maire, que diez años más tarde organizaría el giro reformista del sindicato y que, a partir del congreso de 1973, había iniciado un proceso de normalización, buscaba la moderación.

Charles Piaget fue uno de los que se mantuvieron firmes contra la CGT y Edmond Maire. Y en esto reflejaba la opinión de la mayoría de las y los asalariados. El 12 de octubre, la plantilla de Lip votó a favor de continuar con su postura firme. Pero la planta de Besançon ya no estaba en el centro de las discusiones. La crisis del petróleo y las preocupaciones por el empleo y los precios sustituyeron pronto a la solidaridad con Lip en la mente de la opinión pública.

El 12 de octubre, Pierre Messmer cerró el caso: “Por lo que a mí respecta, Lip está acabado”, y Henry Giraud también se retiró del caso. Charles Piaget y sus camaradas intentaron entonces demostrar que la lucha de Lip respondía a las dificultades del futuro y que, lejos de ser una simple utopía nacida de Mayo del 68, era una respuesta a la crisis que se avecinaba. El 17 de octubre, Le Monde publicó un artículo titulado “Lip, un combat pour l’emploi” (“Lip, un combate por el empleo”). Pero no cuajó. La opinión pública temía ahora por su depósito de gasolina y por los puestos de trabajo. La fuerza disciplinaria de la crisis empezó a surtir efecto. La huelga general del 6 de diciembre fue un semifracaso.

El balance
Por fin se encontró una solución a principios de 1974 con la llegada de un nuevo líder, Claude Neuschwander, antiguo miembro del PSU y ejecutivo de Publicis. Formó un grupo de accionistas en torno a los grandes grupos franceses (Rhône-Poulenc, BSN, Gervais-Danone, Schlumberger) y al accionista suizo. El grupo se mantuvo y las y los trabajadores fueron reincorporados tras reciclarse. La planta de Palente reabrió sus puertas el 11 de marzo. Sobre el papel, fue una victoria para la CFDT y Charles Piaget. Pero Charles Piaget fue uno de los últimos en ser reincorporado.

Finalmente, la crisis y la falta de voluntad de los accionistas acabaron rápidamente con la empresa. Claude Neuschwanger fue despedido en enero de 1976 y Lip fue liquidada de nuevo en septiembre de 1977. Las y los trabajadores de Lip intentaron una nueva movilización, pero en la Francia de la época, marcada por la explosión del paro, su lucha no tuvo ninguna repercusión. La empresa se dividió entonces en varias cooperativas de producción de trabajadores (SCOP). Charles Piaget siguió siendo empleado de una de ellas hasta 1988. Mientras tanto, abandonó la CFDT en 1985, protestando contra su nueva dirección.

Lip constituye un mito en Francia. Es el símbolo de la autogestión. Charles Piaget siempre ha sido fiel a esta lucha, aunque haya vivido su vejez en la más absoluta discreción. Es cierto que siempre defendió la idea de que se había convertido en el héroe de esta aventura a pesar suyo. En 1974, algunos pensaron en él como la persona indicada para proponer las ideas de la autogestión durante la campaña presidencial de mayo. La oposición de Lutte Ouvrière y la adhesión del PSU de Michel Rocard a François Mitterrand acabaron con esta idea.

La discreción de Charles Piaget no fue un accidente. Es el fruto de una visión de la lucha obrera basada en las y los trabajadores y no en un líder. Esta era la tradición del sindicalista, que nunca se vio a sí mismo más que como el portavoz de un movimiento obrero global.

En este sentido, Charles Piaget era heredero de una larga tradición de emancipación en la región de Comté, que comenzó con otro Charles, Fourier, nacido también en Besançon en 1772, y que inspiró otros experimentos de autogestión, como el de las fábricas de Jean-Baptiste André Godin en Guise, en el Aisne. Irónicamente, la autogestión de la saga Godin llegó a su fin en 1968.

La idea de la autogestión se fue extinguiendo poco a poco, aunque a veces sobrevive a duras penas gracias al estatuto de la SCOP. Desapareció del centro del debate político y el asunto Lip fue una especie de réquiem para ella. Su desaparición fue producto tanto de la emergencia del neoliberalismo como de las condiciones que le permitieron nacer: la ceguera de la socialdemocracia y de los partidarios del socialismo real. Pero ante la crisis del capitalismo y los impasses actuales en la gestión de la economía, pide a gritos ser resucitada.

La lucha de Charles Piaget puede resultar inspiradora tanto por su modestia como por su ambición, pero debemos, como siempre, aprender de su fracaso. La lucha contra el capitalismo centrada únicamente en la propiedad no es suficiente si no se amplía para incluir una reflexión sobre las fuerzas subyacentes del capital: la abstracción del trabajo, la alienación y la acumulación de capital.

5/11/23

Mediapart

Traducción: viento sur

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