Brasil – Crisis medioambiental: es necesario un freno de emergencia ante la catástrofe en curso

Por Israel Dutra

Las recientes inundaciones en Rio Grande do Sul demuestran la grave situación climática que vive el planeta y requieren soluciones radicales

Las noticias que llegan desde Rio Grande do Sul son trágicas; En 21 ciudades, miles de personas quedaron sin hogar, llegamos a la cifra de 41 víctimas mortales, decenas de personas desaparecidas, con el nuevo ciclón extratropical que llegó a Rio Grande do Sul. Es la tercera gran temporada de fuertes lluvias en la región este año, con terribles consecuencias humanas y ciudades aisladas en medio de la destrucción

La situación de desequilibrio climático se nota tanto en las tragedias como en la vida cotidiana. Cualquier brasileño, ya sea en las grandes ciudades o en el campo, nota que las temperaturas no están reguladas, un calor insoportable en invierno y un frío intempestivo en verano. En esta situación, quienes más sufren son los más pobres que viven en zonas de riesgo y sienten primero los efectos de la crisis climática. Si los grandes flujos migratorios provocados por el cambio climático son notorios fuera del país, en Brasil el racismo ambiental afecta profundamente a poblaciones históricamente excluidas que se ven obligadas a ocupar llanuras aluviales, laderas y tierras en similar riesgo debido a la permanente especulación inmobiliaria.

Las recientes reuniones internacionales celebradas para discutir cuestiones ambientales, como la Cumbre del Amazonas, también muestran que este tema es central para la dirección política de los gobiernos. Mientras la extrema derecha busca destruir por completo los logros democráticos del ambientalismo de los últimos años, derivados principalmente del reconocimiento de la naturaleza de la emergencia ambiental que vivimos, un sector de la centroizquierda -pese a reconocer la necesidad de defender ciertos estándares civilizatorios- – sigue conciliando con el sector extractivo, en la lógica del pacto de clases. Dentro del PSOL, el ala moderada maniobró para que el sector ecosocialista no tuviera un aporte unificado, demostrando que esta disputa también permea a nuestro Partido.

La dramática situación concreta

Hay una creciente conciencia masiva sobre las cuestiones medioambientales, algo que no se había visto en muchos años. Los recientes acontecimientos climáticos se están extendiendo por todo el planeta, dejando un rastro de caos y destrucción. En 2022 se registraron las precipitaciones más intensas de la historia de Australia; Ya ese año, el calor excesivo provocó una ola de incendios en los bosques boreales de Canadá; Las inundaciones recurrentes afligen a millones de personas en Pakistán. La tragedia de Mauí, Hawaii, también demostró que los países ricos también son susceptibles a las calamidades ambientales.

El año 2023 destacó las temperaturas medidas más altas de la historia. Los días 3, 4 y 6 de julio, la temperatura mundial alcanzó, respectivamente, 17,01°, 17,18° y 17,23°. Los días más calurosos que ha conocido la humanidad. Se está acuñando el término “ebullición global” para designar el aumento de temperaturas registrado durante el último mes de julio.

La crisis ambiental es parte de una crisis más integral, que podemos definir como una crisis multidimensional. En otras palabras, involucra y se relaciona con las esferas más profundas de la crisis social, financiera y política. No hay manera de no considerar el efecto político de la ola de migración y “refugiados climáticos” provocados por cuestiones medioambientales, para dar un ejemplo de la profundidad de lo que estamos hablando. En Brasil, además de la tragedia actual en Rio Grande do Sul, tuvimos algunas otras este año, como en São Sebastião/São Paulo, y otras.

Mientras en Brasil el discurso conciliador oficial busca minimizar los efectos de la crisis climática, vemos el debate latinoamericano en la dirección opuesta. La presión de crecimiento que afecta a las economías de los países BRICS se enfrenta a resistencias y movilizaciones populares, como en el ejemplar plebiscito sobre exploración en Yasuní, en Ecuador, o en la demostración de intenciones reflejada en el reciente discurso de Gustavo Petro en Belém do Pará. .

Mientras los países de la región buscan imponer un freno a la lógica extractiva depredadora que influye directamente en la crisis climática, vemos al actual gobierno brasileño impulsando la exploración petrolera en la desembocadura del Amazonas, una zona de delicado equilibrio ambiental. Como escribió recientemente Eliane Brum:

“El colombiano Gustavo Petro dio en el clavo cuando señaló el dilema que enfrentan Lula, Brasil y la mayoría de los gobiernos de izquierda y centro izquierda del mundo. “Los gobiernos [de derecha] tienen una salida fácil, que es el negacionismo. Niegan la ciencia. Para los progresistas es muy difícil. Se genera entonces otro tipo de negacionismo: hablar de transiciones”, afirmó en la Cumbre Amazónica, realizada los días 8 y 9 de agosto. Petro se refería al discurso de “transición” hacia energías renovables y no contaminantes, utilizado por funcionarios gubernamentales como Lula para justificar la continua exploración de combustibles fósiles. Como anticipó SUMAÚMA, el presidente de Colombia intentó con todas sus fuerzas convencer a sus colegas de hacer un pacto para poner fin a la exploración petrolera en la Amazonía, pero se quedó hablando solo.

Última llamada: ¡Accione los frenos de emergencia!

Es posible revertir las dinámicas destructivas que está imponiendo al planeta el régimen de explotación desenfrenada de la humanidad y la naturaleza. La permanente expansión de las fronteras del capital es el motor de esta crisis que sólo puede abordarse con un cambio radical en el modo de producción, recomponiendo la relación entre las comunidades, sus necesidades inmediatas y las cadenas productivas. Para lograrlo, es necesario poner en el centro el debate por un ecosocialismo de millones, levantando banderas que toquen los intereses de los más afectados por las múltiples consecuencias de la crisis ambiental.

Por tanto, la defensa intransigente de las banderas programáticas ecosocialistas es un punto innegociable del programa del PSOL. El crecimiento económico no puede ser la única guía de los resultados de un modelo desigual y excluyente que, llevado al límite, pone en riesgo los biomas y la totalidad de la vida humana tal como la conocemos. Sólo a través de la resistencia de los sectores más afectados y la valoración de las formulaciones científicas más avanzadas será posible afrontar la crisis climática cuyos efectos se sienten cada vez más drásticamente. Por eso levantamos la bandera de un PSOL anticapitalista ante la imposible reconciliación con el capitalismo depredador.

Sólo un proceso revolucionario podría revertir esta dinámica. Y aceptando la premisa de Walter Benjamin, la Revolución no es el punto de llegada del desarrollo lineal de las tecnologías productivas, sino su antípoda, como freno de emergencia para preservar a la humanidad y su capacidad de reproducir vida.


Tomado de movimentorevista.com.br

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