Stalin quiere mi muerte (II)

Por Andrés Borrello

La participación de Victorio Codovilla en el asesinato de León Trotsky en 1940

PARTE 2

¿Fue Codovilla?

Codovilla “fue ‘el ojo de Moscú’ en América Latina” sostiene Isidoro Gilbert en su libro.[1] Según cuenta el periodista argentino, “el gordo” se entrevistó con Stalin en 1938 antes de viajar a México, previo paso por EEUU donde se encontró con Earl Browder. El pensamiento del norteamericano, una de las máximas autoridades en torno a la política comunista en América, influyó mucho en el argentino, a punto tal de servirse de él y su bagaje teórico marxista para la posterior caracterización que hará en argentina en torno al peronismo.[2]

En torno a la cuestión de la intervención o “purga” del PCM, Gilbert cuenta que Codovilla, para llevar adelante su operación, se apoya en sus compañeros y camaradas del frente en España, puesto que arrastraban tras de sí la confrontación con los trotskistas, además de los fuertes lazos con los servicios secretos soviéticos. Entre ellos, Siqueiros y Mercader, autores materiales de los atentados a Trotsky en mayo y agosto, respectivamente.

No existe documentación oficial que pruebe que el asesinato estuviera orquestado por Codovilla, pero de ninguna manera, asegura el autor, “don Victorio” desconocía lo que estaba ocurriendo en México. Su papel de “fogonero del antitrotskismo –en México (NdA)- cierra el círculo del crimen ordenado por Stalin.[3]

En un intercambio de cartas que el autor adjunta en la parte final del libro, escribe

El organizador del asesinato de Trotsky, Pavel Sudoplatov, quien recibió la orden directamente de Stalin y de Beria, no implica a Codovilla en ese crimen. En su libro Operaciones Especiales, en donde se relatan pormenores de la preparación y consumación del atentado, el nombre de Codovilla es totalmente ignorado. Figura, sin embargo, el de Grigulevich. En cambio, el “camarada Victorio” tuvo un papel relevante en el México de esos tiempos y en Latinoamérica más tarde, para preparar el clima contra el enemigo de Stalin. Codovilla no podía ignorar que la mano del líder soviético estuvo detrás de esa operación criminal de los servicios secretos de la URSS. Ésa es su complicidad histórica.[4]

Gilbert asume en esa misiva que tuvo muchas conversaciones con el dirigente comunista, donde éste le confiaba historias personales y las distintas reuniones que Codovilla tenía con altas personalidades de la Unión Soviética. La lealtad de hombres como Codovilla a la URSS, no se debe a una “adscripción orgánica de importantes dirigentes del PCA a la inteligencia soviética”, sino más bien, y para descartar esa hipótesis, a la formación política de cuadros de esas direcciones partidarias y el modo de razonar, ya que solo así, concluye Gilbert, se puede entender mejor sus actitudes.[5]

El trabajo del periodista argentino es uno de los pocos que no solo excusa a Codovilla de la participación del asesinato de León Trotsky, sino que casi lo libra de toda responsabilidad, más allá de la inaudita campaña publicitaria antitrotskista. Lo que llama la atención es que tampoco nombra a ningún agente de la GPU que, como ya mencionamos, se encontraban en el país azteca. Solo menciona a Siqueiros y Mercader. Entendemos que el eje del libro no es el atentado de agosto de 1940, pero Gilbert centra su atención en los autores materiales y después descarga el resto de las responsabilidades logísticas en Pavel Sudoplatov, miembro soviético del departamento gubernamental, encargado de las actividades de Inteligencia y la seguridad del Estado.[6]

Son pocas las referencias a Sudoplatov, pero no así a Eitingon, quien, como antes mencionamos, arriba a México como parte de un grupo de agentes de la GPU, junto con Tina, Vidali, Codovilla, Mercader, entre otros. Nahum Eitingon era agente de inteligencia soviético, parte del círculo cercano a Stalin, y uno de los responsables en aplicar la persecución a la militancia “trotskista” en la URSS. Es él quien se infiltra, durante el conflicto de España para eliminar el “enemigo interno” en las filas republicanas. Será uno de los responsables de la desaparición y asesinato de Andreu Nin, en junio de 1937.

¿Grigulevich o Sudoplatov?

No son pocas las veces en las que aparece el nombre de Grigulevich en cuanto al asesinato de Trotsky. Por paradójico que resulte, nos vemos en la obligación de hacer una necesaria aclaración. Puesto que, mientras en la mayoría de los trabajos de investigadores e historiadores, siendo el caso de la autora mexicana Olivia Gall uno de los más recientes, suelen aparecer los nombres de varios agentes de la GPU como responsables logísticos del asesinato de Trotsky; por su parte, en un sinfín de artículos periodísticos la mayoría de estos agentes se borran, para dar paso a las versiones más tradicionales, que apuntan hacia Sudoplatov y Grigulevich.

O bien los artículos periodísticos, por su dinámica, impiden desarrollar en profundidad la lógica de la organización, o bien no hay una investigación pertinente, más allá de lo públicamente conocido. Por ejemplo, Gall apenas menciona unas pocas veces a Sudoplatov, y mayoritariamente para hablar del Terror Estalinista de la década del treinta. Por su parte, Grigulevich siquiera es mencionado. Con esto no desmerecemos el excelente trabajo de reconstrucción en el que se embarcó la autora, sino todo lo contrario, lo enaltecemos. Puesto que se salió de la lógica tradicional que busca en la URSS los asesinos intelectuales, cuando estos eran agentes que ya estaban en México, que conocían el territorio, el idioma, la idiosincrasia mexicana y, por supuesto el PCM, del que se sirvieron en 1939. Pero nos llama poderosamente la atención que un trabajo tan reciente opte por no mencionar a dos de los más importantes agentes de inteligencia de la URSS.

Por su parte, la reciente biografía sobre Mercader del investigador Eduard Puigventós, con un matiz más periodístico que historiográfico, reconoce la participación tanto de Sudoplátov como de Grigulevich, donde cada uno de ellos estaba al mando de un grupo de operaciones que se encargaba de una misión en específico. En los tres grupos que identifica, Sudoplátov trabajaría con Claridad y Ramón, mientras que Grigulevich en conjunto con Siqueiros. Un tercer grupo, de respaldo, terminaría fusionándose con el primero. El autor catalán sostiene que es el agente lituano quien supervisaba las operaciones desde Moscú, y junto con Eitingon coincidieron en que cada grupo responsable tendría que trabajar de manera autónoma a la estructura de espionaje de la URSS.[7]

Por otro lado, la cuestión de las memorias es bastante particular. Si observamos, por ejemplo, la portada del libro de las memorias de Pavel Sudoplátov, el subtítulo dice “yo fui el responsable del asesinato de Trotsky”. Sin existir, como decíamos, documentos oficiales, las memorias y testimonios nos parecen fundamentales para reconstruir, en la medida de lo posible, quienes estuvieron implicados en el asesinato del dirigente bolchevique. Pero debemos tener presente que estas memorias muchas veces suelen estar cargadas de una profunda carga heroica, puesto que significa que eliminaron al máximo enemigo del máximo dirigente de la URSS. Ese mito de la épica de asesinar al eterno rival de Stalin, hace varias veces que los protagonistas, para hacer más épica su odisea, recurren a la omisión de información y nombres. Pero tampoco hay que dejar de entender que eran personas entrenadas para hacer duros pactos de silencio, callar complicidades y agentes encubiertos. La línea es muy delgada, y cargada de profundas subjetividades que intentamos desenmarañar.

Ahora bien, sin existir documentos oficiales, damos por sentado que Sudoplátov estaba al tanto del operativo contra Trotsky, pues es uno de los agentes de inteligencia más importantes de la URSS. Del mismo modo que Grigulévich, alto mando de la inteligencia y el espionaje soviético.

Pável Sudoplátov, ucraniano, formó parte de la Cheka desde muy joven. Era un agente soviético, y como tal participó en la Guerra Civil Española con una falsa identidad polaca. Allí conoció, por intermedio de Eitingon, al joven Mercader. Participó en distintas actividades clandestinas durante la ocupación germana de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, además de hacer inteligencia soviética referida a las armas nucleares. Respondía a las órdenes de Lavrenti Beria, máximo responsable de la inteligencia y uno de los hombres de mayor confianza de Stalin.[8]

Por su parte, Iósif Grigulévich, de origen lituano, también fue un agente de la inteligencia soviética desde muy temprana edad. Tras un paso por Argentina a mediados de la década del ´30, es designado en España para las “operaciones especiales”, entre las que suele vinculárselo con el secuestro y asesinato de Andreu Nin. Igual que su camarada ucraniano, respondía a las directivas de Beria. Según algunos testimonios, en 1952 la inteligencia soviética le encomendó la tarea de asesinar al Mariscal Tito, máximo dirigente de la Yugoslavia Socialista, que había roto relaciones con Stalin en 1952. La muerte del máximo dirigente de la URSS interrumpió el atentado.

Ambos agentes respondían a Lavrenti Beria, que hemos mencionado en varias oportunidades a lo largo de este trabajo. Oriundo de Georgia, fue el arquitecto y máximo responsable de la policía y el servicio secreto al servicio de Stalin hasta 1953, cuando fue depuesto por Nikita Kruschev, enjuiciado y detenido. Participó desde muy joven en los servicios secretos de Azerbaiyán y Georgia. Su estrecha relación con Stalin le permitió escalar posiciones de poder. Complotó con él en 1938 para hacerse de la dirección del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos o NKVD. Desde allí, organizó la represión a la oposición stalinista y la persecución a la oposición trotskista.[9]

Creemos que es fundamental, para comprender la compleja red de relaciones entre los distintos agentes pertenecientes a la URSS con participación en el asesinato de León Trotsky, dar cuenta de la importancia de los atentados que el marxista ruso sufrió, primero en mayo, más tarde en agosto. El número de personas participantes es elevado, y varían mucho según las fuentes consultadas. Hay quienes sostienen que, por ejemplo, Siqueiros actuó de manera independiente, mientras otras fuentes apuntan a que Sudoplátov encargó el asesinato a Mercader, sin intermediarios.

De algo estamos seguros: Lavrenti Beria estaba al tanto de todo lo que ocurría, puesto que es él quien convoca a Grigulevich y Sudoplátov, por orden directa de Stalin, para cometer el asesinato. Y nos arriesgamos a creer que estos agentes estaban al tanto, sino de los planes, al menos de la intención de matar a Trotsky. Incluso podemos suponer que fue una especie de carrera o competencia entre ellos para cumplir los anhelos de Stalin.

En este sentido, hay varios trabajos periodísticos que caminan en esta línea. Por caso los artículos de Oleg Yegórov, periodista de Russia Beyond. La hija de Grigulévich confirmó en una entrevista que su padre viajó a México a planificar el asesinato de Trotsky. “Había dos grupos independientes de agentes trabajando en el plan y Grigulévich fue parte del menos exitoso” escribe Yegórov.[10] En otro artículo de su autoría, sostiene que fue Pavel Sudoplátov quien planeó el asesinato –exitoso- del dirigente bolchevique, a manos de “un estalinista español, Ramón Mercador, pretendiendo ser el admirador de Trotsky”.[11] Entonces, de acuerdo a la línea de Yegórov, la inteligencia soviética estaba, por decirlo de alguna manera, dividida en torno a los planes de asesinato. Tanto Sudoplátov como Grigulévich apostaron a estrategias distintas para cometer el crimen.

El escritor Fernando Martínez Laínez, en La Vanguardia, escribió un artículo similar al de su colega ruso, donde Sudoplátov recibió, en presencia de Lavrenti Beria, órdenes directas de Stalin para la eliminación de los “enemigos del pueblo”. Rápidamente se puso en movimiento, y conformó un grupo de personas, en su mayoría comunistas mexicanos y españoles que habían participado como agentes de la GPU/NKVD durante la Guerra Civil Española, bajo la supervisión de Eitingon, un personaje con “gran experiencia en la eliminación de trotskistas y anarquistas en España”.[12] Por intermedio de una relación sentimental con Claridad Mercader captó a su hijo, el joven Ramón Mercader. Y continúa Martínez Laínez

La fuerza especial de Sudoplátov estaba compuesta por tres grupos. En el primero estaban Claridad y Ramón. El segundo lo encabezaba el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, que tenía como segundo a uno de sus discípulos, Antonio Pujol. El tercer grupo lo mandaba el agente soviético Iosif Romualdovich Grigulevich, de origen judío lituano y activo liquidador de opositores en España. (…) Los tres grupos actuaban de forma independiente y no se conocían entre sí.[13]

El atentado de mayo, asaltar a tiros la casa del líder del Ejército Rojo, no tuvo la participación de Eitingon, señala el periodista, sino que fue orquestado por Grigulevich. El fracaso de la operación obligó a Stalin a dar rienda suelta al segundo plan, que debería ser silencioso y sin armas de fuego.

¿Qué hizo Victorio Codovilla?

Llegamos a este punto, donde las fuentes empiezan a superponerse entre sí, con historias muchas veces replicadas por otros medios, y otras tantas contradictorias dentro del mismo. Algo similar ocurre con las publicaciones. Todos reconocen, y no hay lugar a dudas, que la orden del asesinato proviene de la obsesión que Stalin tenía por eliminar los últimos vestigios de los referentes de la Revolución de Octubre.

La política represiva implementada por el máximo dirigente de la URSS durante la década del ´30 se coronó con el asesinato del Trotsky. Pero, lejos de mermar, esta se perpetuó durante la década siguiente, aunque ahora silenciada ante los estruendos de la Segunda Guerra Mundial. La persecución a muchos dirigentes y adeptos a las líneas de pensamiento y acción del dirigente bolchevique, so pretexto de ser “contrarevolucionarios” y “espías del fascismo”, entre otros epítetos, sirvió también como un instrumento aleccionador para el resto de la militancia comunista mundial. Así, la Internacional Comunista fue un instrumento valiosísimo del que Stalin y los suyos se sirvieron para intentar eliminar todo vestigio de oposición que podía llegar a poner en riesgo su hegemonía.

El biógrafo de Trotsky, Jean Jacques Marie, sostiene que “cuando más se extiende la represión por la URSS, más se cierra la inexorable red de la NKVD en torno a Trotsky”[14] La militancia trotskista es deportada y confinada a los campos de trabajo. Los juicios de Moscú eran una pantalla internacional donde fueron maljuzgados muchos militantes del Partido Comunista, acusados de formar parte de una conspiración internacional para asesinar a Stalin y a otros dirigentes soviéticos. Esta conspiración tenía, a decir de sus autores intelectuales, a Trotsky como máximo exponente, que era un agente de la CIA y un aliado al fascismo. El devenir de los acontecimientos develaría, hacia 1941, que era el mismísimo Stalin un aliado del nazismo alemán, tras el conocimiento público del pacto Molotov-Ribbentrop.

Los gangsters de Stalin, como los bautizó Trotsky, asumieron la nefasta tarea de consumar su asesinato, como si de una ofrenda tributaria se refiere. Todos quienes participaron, tanto directa como indirectamente, se adjudicaron siempre que pudieron el título de ser los autores intelectuales del homicidio. La absurda admiración por el líder y el afán de escalar en la estructura burocrática de poder soviético que el mismo Stalin consolidó, los empujó a tergiversar en buena medida los acontecimientos, omitir de manera intencional los nombres y simplificar los hechos. Según nuestra reconstrucción, por demás de limitada en gran medida por el carácter de clandestinidad en la operación, podemos identificar a los grupos que formaron parte de los atentados de mayo y agosto. No tenemos la certeza absoluta sobre si ambas células conocían sus respectivos planes, pero podemos intuir que su presencia en México tenía que ver en gran medida con el asesinato de León Trotsky.

Ambos grupos estaban bajo la égida de Lavrenti Beria, máximo agente de la NKVD y hombre del círculo íntimo de Stalin. Y no tenemos ninguna duda acerca de que la raíz misma de la directiva proviene del máximo dirigente la URSS. Pero, en la ramificación de responsabilidades, ambos grupos empiezan a difuminarse, conforme la operación se hace cada vez más clandestina.

En torno al atentado del 24 de mayo de 1940 pudimos identificar a Iosif Grigulevich, el agente lituano de la NKVD, y luego KGB. Él sería el responsable de preparar el asesinato de Trotsky, y para ello conformaría un grupo de personas fervientemente estalinistas, cuyo máximo responsable es el muralista y pintor mexicano David Alfaro Siqueiros. En esta iniciativa, cuyo fin sería “apoderarse de toda la documentación posible, pero evitando hasta lo máximo cualquier derramamiento de sangre”, participarán junto con él, según relata el mexicano, Juan Gómez, Ruperto García Arana y Antonio Gómez, entre otros (un coronel, dos comandantes y un teniente coronel, todos provenientes de la Guerra en España).

Siqueiros cuenta el entusiasmo que los poseía el tener que llevar adelante la misión, exaltado por la seguidilla de artículos periodísticos “antiestalinistas” de Trotsky, que se replicaban en buena parte de la prensa norteamericana y mexicana. Estaba convencido del carácter contrarrevolucionario del dirigente, tanto en cuestiones internacionales como en su propio país, por lo cual urgía acelerar el asalto.[15] Este intento fracasó, en palabras del arquitecto del Ejército Rojo, “gracias a una afortunada casualidad”.

El segundo grupo estaría bajo el comando directo de Sudoplátov. Aunque hay varias fuentes que lo vinculan de manera directa con ambos atentados, e incluso él mismo en su obra Operaciones Especiales se adjudica su participación en la emboscada del 24 de mayo, dudamos el grado de participación y su correspondiente responsabilidad. Lejos estamos aquí de querer eximirlo, pero pareciera ser que Sudoplátov intentó erigir una imagen de sí misma como un agente todopoderoso que tejía redes de espionaje allí donde Stalin lo requería. Tampoco queremos desestimar su voz, pero esta no ha sido confirmada, sino simplemente reproducida por otros investigadores que toman su obra. Entonces, a nuestro parecer, el agente ucraniano tenía un alto grado de conocimiento sobre el atentado de mayo, pero dudamos que haya sido su responsabilidad.

Respecto al atentado del 20 de agosto, ahí sí hay más confluencia en torno a la participación de Pável Sudoplátov en la organización. La responsabilidad de este segundo grupo y el comando de operaciones estarían a cargo de Nahum Eitingon, a quien le encargaría que conformara un grupo de agentes. El general Kotov, de larga y oscura participación en la Guerra Civil Española, convocó a varios agentes de la IC y la GPU, muchos de los cuales habían cumplido con éxito la represión dentro de las filas republicanas (e incluso, el asesinato de Andreu Nin). Serían entonces parte de este segundo equipo Claridad Mercader, Vittorio Vidali, Nina Modotti, un joven Ramón Mercader, y, como ya mencionamos, Victorio Codovilla.

Ahora bien, suponemos que no todos estaban al tanto sobre cómo se iba a actuar, y hay muchos agujeros negros sobre las responsabilidades directas, más allá de la que le corresponde a Mercader, el autor material del crimen. Según podemos concluir, en base a los testimonios encontrados, este grupo podría dividirse en dos: una facción, que se ocupó de preparar el “campo” ideológico y material para el atentado; y una segunda facción, que trabajó con Mercader en la infiltración a la casa de Trotsky.

Respecto al segundo grupo, no hay dudas: Claridad y Eitingon, que además mantenían una relación, fueron parte. Las confusiones empiezan a florecer, en cambio, con el primer grupo, puesto que también se entrelaza el PCM y la CTM. Los participantes de esta segunda facción se pierden y contradicen en algunas ocasiones. Podemos sostener que Lombardo Toledano, sin ser agente de la GPU ni afiliado al Partido Comunista, se abocó a la tarea de “discutir” ideológicamente con Trotsky en los medios de comunicación, y para ello puso al servicio de la misión sus escritos y la prensa oficial de la central obrera que encabezaba. Tanto Campa como Laborde, dirigentes comunistas del país azteca, fueron desplazados en el proceso de purga que se llevó adelante entre 1939 y 1940, para darle al PCM una dirección acorde a los lineamientos de la IC. Todo esto, a nuestro parecer, estuvo coordinado por Codovilla y Vidali, aunque este último se exime de muchas responsabilidades en sus memorias. Ambos agentes de la GPU, seleccionados por Eitingon y bajo la responsabilidad directa de Sudoplátov, hicieron lo que mejor sabían hacer: cumplir a rajatabla la directriz burocrática de la Internacional, reestructurar el partido comunista conforme los lineamientos internacionales, y eliminar al interior todo vestigio de posible oposición política a Stalin.

Codovilla se había convertido, para ese entonces, en un perfecto soldado de la Internacional, y si bien podía llegar a tener alguna discrepancia con la volatilidad de la línea ideológica oficial, esta se manifestaba sólo en algunos círculos íntimos al dirigente, como es durante la política de “frentes populares” adoptada en España y su insistencia en rechazarla, hasta terminar siendo desplazado por Togliatti. El argentino acumulaba tras de sí varias intervenciones políticas con el fin de depurar los comunismos de tendencias disidentes, como es el caso de la purga de los partidos comunistas en Argentina, Paraguay, España y México. Más adelante, continuará su actividad con una intervención similar en Chile y nuevamente en Argentina.

En consecuencia, a nuestro parecer, el rol de Codovilla dentro de esta segunda facción del grupo de infiltración del agente Mercader en el círculo íntimo de Trotsky, consistió en intervenir el PCM, y poner a la prensa oficial del partido a disposición de la campaña antitrotskista internacional. Valentín Campa y Hernán Laborde se resistieron a la orden de Codovilla de poner al Partido Comunista mexicano a disposición de los agentes de la GPU, a fin de que pudieran servirse de su estructura y medios para asesinar a Trotsky. Por consiguiente, en calidad de asesor (un tanto similar al lugar que ocupó durante algún tiempo en España) el argentino preparó las condiciones para que, durante el I Congreso Extraordinario del PCM, ambos fueran expulsados. La nueva dirección, que respondía al verticalismo soviético, impuso rápidamente la campaña difamatoria contra la figura de Trotsky y sus seguidores. Por el lado de la Central de Trabajadores de México, fue Lombardo Toledano quien ocupó ese rol, y a nuestro parecer, influenciado por esta facción. Porque, como señalamos al principio, Toledano era un estalinista sin ser miembro del partido. Es decir, admiraba la estructura burocrática que Stalin había construido en torno a él, y que sin duda buscaría replicar en la central obrera. El límite era el mismo Lázaro Cárdenas y evitar a toda costa romper relaciones con él. En ese margen de acción, Toledano intentó discutir en los medios de comunicación toda publicación de Trotsky. Esos escritos del dirigente obrero mexicano eran, en su mayoría, calumnias infundadas y que sólo unas pocas veces se preocupaba en justificar. Pero la campaña mediática estaba en marcha.

“Stalin quiere mi muerte” escribió Trotsky, poco después del fallido atentado de mayo. Arrinconado en el mundo, un planeta sin visado, el residente incómodo encontró refugio en México, un país siempre protagonista en dar asilo político sin mayores resistencias. Un Trotsky ya bastante mayor, desgastado por los años y el escape de la represión estalinista, reside un tiempo en la casa de Diego Rivera, para luego mudarse a lo que sería su estancia definitiva. Poco a poco, el régimen represivo se acercaba, al tiempo que alcanzaba la militancia fiel a Trotsky, primero al interior de la URSS, luego de los secretarios, asesores, familiares directos, militantes y simpatizantes del trotskismo.

El monumental despliegue represivo ordenado por Stalin, bajo la excusa de ser una ideología contrarrevolucionaria que pactaría con el fascismo para orquestar su muerte, se hizo con gran parte de la militancia comunista internacional, y por medio de la Comintern, adoctrinó, purgó y disciplinó a la mayoría de los PC. Codovilla, un eslabón más en la cadena burocrática estalinista, tenía el visto bueno de la URSS para llevar adelante estas acciones, y consideramos que su rol en México tuvo que ver precisamente con eso: preparar el terreno ideológico y material para llevar adelante el asesinato. Es decir, purgar al PCM con una nueva dirigencia que ponga a disposición del atentado todas las herramientas necesarias, así como su prensa al servicio de la campaña difamatoria. El objetivo era que el asesinato sea recibido como algo benévolo y aceptado, donde los opositores a Trotsky festejen su muerte, mientras que los adeptos encuentren fundamentos acerca de por qué fue asesinado.

Paradójicamente, según una reflexión de Esteban Volkov, una herramienta diseñada para salvar vidas en el frío hielo, fue utilizada para asesinar a uno de los organizadores de la revolución obrera más grande de la historia.

 

Bibliografía

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Yegórov, Oleg, Russia Beyond “El espía soviético que saboteó el comercio entre Argentina y la Alemania Nazi”

Yegórov, Oleg, Russia Beyond “Tres enemigos de la URSS que fueron asesinados en el extranjero”.


[1]              Gilbert, Isidoro (1994) “El oro de Moscú: historia secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en la Argentina”, Buenos Aires: Sudamericana.

[2]              Gilbert, I. (1994)

[3]              Ibíd.

[4]              Ibíd.

[5]              Ibíd.

[6]              Muy pocas fuentes identifican a Sudoplatov con Ramón Mercader, y son versiones de los años 90, en los artículos publicados a raíz de su muerte. Entre ellas, el artículo escrito por Jeanne Vronskaya en el periódico británico Independient “Obituary: Pavel Sudaplatov”, y David Stout, para el New York Times “Pavel Sudoplatov, 89, diez; top soviet spy who accused Oppenheimer” (disponibles, respectivamente, https://www.independent.co.uk/news/obituaries/obituary-pavel-sudaplatov-1365781.html y https://www.nytimes.com/1996/09/28/world/pavel-sudoplatov-89-dies-top-soviet-spy-who-accused-oppenheimer.html )

[7]              Puigventós López, Eduard (2015) “Ramón Mercader, el hombre del piolet. Biografía del asesino de Trotsky”, Barcelona: Ara Llibres.

[8]              Para mayores referencias biográficas, ver “Obituary: Pavel Sudaplatov” de Jeanne Vronskaya, Independent, 30/09/1996. ( disponible https://www.independent.co.uk/news/obituaries/obituary-pavel-sudaplatov-1365781.html )

[9]              Una breve reseña biográfica puede leerse en “Beria, el asesino más eficiente de Stalin”, Ismael Marinero, 26/08/2019. ( disponible https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/08/26/5d62a685fc6c83965c8b4586.html )

[10]            Russia Beyond, 08/10/2017, “El espía soviético que saboteó el comercio entre Argentina y la Alemania Nazi”, Oleg Yegórov.

[11]            Russia Beyond, 03/08/2017, “Tres enemigos de la URSS que fueron asesinados en el extranjero”, Oleg Yegórov.

[12]            La Vanguardia, 07/11/2019, “Los dos planes para asesinar a Trotsky”, Fernando Martínez Laínez.

[13] Ibíd.

[14]            Marie, Jean Jacques (2009) “Trotski. Revolucionario sin fronteras”, Buenos Aires: FCE. pp. 505.

[15]            Siqueiros, David Alfaro (1977) “Me llamaban el coronelazo (memorias)”, México: Editorial Grijalbo.

Tomado de contrahegemoniaweb.com.ar

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