Acercando a Ucrania

Por Laurent Vogel

El 24 de agosto se cumplió un doble aniversario para Ucrania: 32 años desde la proclamación de la independencia y 18 meses desde la invasión a gran escala del ejército ruso. Estos dieciocho meses han dejado ya un saldo trágico para el pueblo ucraniano: decenas de miles de muertos tanto entre las fuerzas combatientes como entre la población civil, cientos de miles de personas discapacitadas, casi ocho millones de refugiadas y refugiados desplazados en el extranjero y más de tres millones y medio millones de personas desplazadas dentro de Ucrania, 700.000 niñas y niños han sido desplazados a Rusia, algunos de ellos separados de sus familias y colocados en centros o instituciones de acogida familiar para “rusificarlos”. El daño causado al medio ambiente es enorme. Las decenas de miles de kilómetros cuadrados minados representarán un peligro durante mucho tiempo.

Estos dieciocho meses también han demostrado la resistencia masiva de la población ucraniana. Al fracaso de la guerra relámpago prevista por Rusia para unas pocas semanas le siguieron, desde la primavera hasta el otoño de 2022, contraofensivas victoriosas que liberaron parte de los territorios ocupados en las regiones de Kiev, Karkhiv y Kherson. Desde principios de este año, las líneas del frente se han movido poco. Los mercenarios de Wagner capturaron Bakhmut a costa de inmensas pérdidas.

La contraofensiva ucraniana lanzada en junio logró romper la primera línea de defensa rusa en un sector del sur. Hay un avance ruso en el noreste. Sin entrar en los detalles de un análisis militar de las fuerzas presentes, la guerra continuará en 2024 y quizás incluso después.

Esta perspectiva de un conflicto a largo plazo requiere que nos hagamos preguntas sobre la solidaridad. En febrero-marzo de 2022, cuando aparecieron las primeras iniciativas populares de solidaridad con Ucrania, la cuestión de la duración apenas estaba presente. Era necesario actuar con urgencia, establecer contactos con movimientos progresistas en Ucrania, enviar ayuda sobre el terreno, contrarrestar la desinformación masiva en las redes sociales, llevar a cabo una lucha dentro de la izquierda contra las corrientes que niegan o minimizan el peligro del imperialismo ruso y tienden a situar el agresor y el agredido al mismo nivel.

Este trabajo se inició con recursos limitados e intensidad variable según el país. Se han obtenido resultados aunque siguen siendo modestos en comparación con las necesidades de la resistencia popular ucraniana. Para una parte de la población, el apoyo militar de los Estados europeos y de los Estados Unidos crea la impresión de que la solidaridad “de abajo hacia arriba” tiene sólo un alcance limitado, que el factor decisivo depende de “los de arriba”, de su voluntad de proporcionar equipos militares eficaces en cantidad suficiente.

Si bien está claro que el suministro de material militar es un factor importante, sin el cual las pérdidas humanas en Ucrania serían mucho mayores, esto no debería ocultar el hecho de que una de las fuentes esenciales de la resistencia ucraniana se encuentra en la multitud de iniciativas independientes del Estado que permiten a la población aguantar y apoyar eficazmente a las fuerzas combatientes a diario.

Estas iniciativas provienen de colectivos que se formaron en los primeros días de la guerra masiva. Basándose en la experiencia de los ocho años anteriores de guerra de “baja intensidad” en Donbass, esta resistencia masiva y espontánea desde atrás compensa las deficiencias, el mal funcionamiento y la corrupción del Estado central. Es vital para que toda la sociedad pueda resistir en las condiciones de una guerra en la que el ejército ruso considera como objetivo militar todo lo que permita la supervivencia de la población. El invierno pasado, mientras las condiciones climáticas ralentizaban las operaciones militares, la mayor batalla ganada por la resistencia popular ucraniana fue la supervivencia y la continuación de las actividades esenciales frente a los bombardeos masivos del ejército ruso contra infraestructuras esenciales (electricidad, agua potable, calefacción colectiva). ). Si la producción de electricidad, los ferrocarriles, los hospitales y las escuelas han seguido funcionando es en gran parte gracias a la autoorganización de los colectivos laborales que están reinventando la organización de su actividad a pesar de los bombardeos, los cortes de electricidad y la falta de financiación de los servicios públicos.

Esta resistencia popular se sitúa constantemente en dos frentes.

El primer frente es la lucha para expulsar al ocupante. La experiencia de Donbass y Crimea desde 2014, y la de los demás territorios ocupados desde 2022,  demuestra que la ocupación rusa no se limita a la expansión territorial. Ataca todos los derechos fundamentales, destruye las organizaciones independientes de la sociedad civil, suprime los derechos sociales y sindicales, coloca a toda la población bajo el terror de los potentados de la mafia local, ataca a las mujeres sometidas a la amenaza permanente de la violencia sexual por parte de las fuerzas de ocupación y sus mercenarios, hace la vida imposible a las personas LGBT que, por su mera existencia, son asimiladas a “agentes del Occidente global” contra la tradición y la familia.

El segundo frente es el del interior. En Ucrania, las clases dominantes intentan utilizar el contexto de la guerra y la ley marcial para poner en cuestión los derechos sindicales y sociales, para limitar la libertad de prensa, para restringir las actividades de los sindicatos, para poner en cuestión la defensa del medio ambiente. Si la ocupación rusa tiende a destruir la sociedad ucraniana como tal, la derecha ultraliberal ucraniana quiere “normalizarla” de acuerdo con sus intereses, la presión de los prestamistas internacionales y su concepción de un Estado nacional. Dentro del gobierno y la Rada (parlamento), las fuerzas neoliberales radicales parecen prevalecer actualmente sobre los pragmáticos dispuestos a hacer concesiones a los intereses populares en la continuidad de lo ocurrido entre Maidan y la invasión masiva de febrero de 2022.

La reciente conferencia organizada en Londres los días 21 y 22 de junio de 2023 bajo la copresidencia de los gobiernos británico y ucraniano refleja esta alianza entre las clases dominantes ucranianas y los gobiernos occidentales que ya quieren imponer una agenda neoliberal para la posguerra. Según esta visión, las masas populares tienen que movilizarse y soportar el inmenso costo humano del conflicto, pero no tienen que determinar lo que será la sociedad ucraniana del mañana. Frente a la conferencia oficial, Sotsialny Rukh (movimiento social), varias delegaciones de la sociedad civil ucraniana y diputados laboristas solidarios con Ucrania desde el inicio del conflicto organizaron una contra-conferencia para reafirmar los derechos sociales, medioambientales, feministas y democráticos para la Ucrania del mañana.

En la perspectiva de una guerra más larga de lo que podría predecirse en febrero de 2022, debemos pensar en formas de poner la solidaridad internacionalista “de abajo hacia abajo” en la agenda de las principales organizaciones sindicales y feministas, ecologistas y LGBT. Mostrar que la guerra en Ucrania y sus múltiples problemáticas no son un simple objeto lejano de solidaridad. Son nuestras, cuestionan nuestras propias sociedades. Luchar contra el imperialismo ruso también significa luchar contra la dependencia de los combustibles fósiles. Adoptar sanciones efectivas significa también luchar por el levantamiento del secreto bancario y por la transparencia de las cadenas de producción.

En 1967, un colectivo de cineastas hizo una película titulada Lejos de Vietnam. El objetivo era mostrar que una guerra que tenía lugar muy lejos de Europa desde un punto de vista geográfico, planteaba sin embargo cuestiones políticas sobre nuestras propias sociedades, que no sólo había una lucha lejana que habría que apoyar por principios morales o políticos, sino también una lucha que podría influir en nuestras propias situaciones, en nuestras propias vidas. Ucrania está mucho más cerca geográficamente que Vietnam, hay pocas dificultades para llegar allí o para establecer contactos directos con movimientos populares allí, para hacer hermanamientos de colectivos en Europa y Ucrania. Incluso con nuestras limitadas fuerzas, podemos acercar el doble frente ucraniano a las luchas diarias en Europa. Construir una solidaridad entre pueblos es la mejor manera de contribuir a una victoria sobre el imperialismo ruso y a las aspiraciones progresistas de la sociedad ucraniana.

Laurent Vogel, investigador en salud laboral, miembro del comité belga de la Red Europea de Solidaridad con Ucrania.

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

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