A 50 años del golpe: Nixon, Kissinger & CIA una historia detrás del golpe en Chile

Por Félix Madariaga Leiva

Han pasado casi 50 años… yo tenía cuatro años y de la mano de mi mamá escuchaba por primera vez hablar del golpe de Estado que habían impulsado los momios, y llevado a cabo las fuerzas armadas traidoras, asaltando con fuego, bombas y metralla el viejo palacio de La Moneda, aterrorizando a un pueblo que no podía imaginar las consecuencias de aquella indigna acción.

Yo no sentí miedo, pues en mi ingenuidad no sabía de qué se trataba y menos sabía entonces de la larga lucha de clases que se había iniciado más de un siglo atrás en las secas salitreras nortinas y en el fértil campo chileno. Sí había oído hablar del Chicho, pues mi hermano menor que nació en septiembre de 1972, dormía en una cuna entregada por el gobierno popular y disfrutó, aunque por poco tiempo, de todas las garantías y la protección que les daba el gobierno del pueblo a los niños, el litro de leche y la vacuna contra la polio, en fin, mis papás llamaron a mi hermano Ignacio Salvador, cuento aparte es que mi padre quería que se llamará Salvador Ignacio, pero mi mamá se le adelantó y lo inscribió como Ignacio Salvador, además, en el apuro lo pasó por la libreta el 16 de septiembre cuando había nacido el 17, historias familiares que vuelven a la memoria cada año en esas fechas, entre risas y tristeza, pero de lo que no se habla, es que mi hermano fue bautizado con el nombre del Chicho en agradecimiento al gobernante de las esperanzas de los pobres. Chicho lo llamaba mi papá cuando era guagua, Chicho le decíamos hasta poco más allá del golpe, Chicho era la guagua de la casa.

Pero después del golpe, quizás por miedo, quizás por no querer estigmatizar a un niño, lo comenzamos a llamar por su primer nombre, y desde ese momento en adelante ha sido Nacho. No deja de ser un dato de la causa, esa causa que se inició sembrando el terror, la mentira, los crímenes, el robo y el saqueo a las empresas del Estado, las desapariciones de personas, la tortura y todo lo que ya sabemos y lo que aún no sabemos.

Qué sabía yo de golpes de Estado, qué sabía del Chicho o del Nacho, no podía ni siquiera imaginar que el presidente de un gigante como Estados Unidos había financiado el golpe de Estado de este pequeño País al sur del mundo, mucho antes que Salvador Allende, el auténtico Chico, llegara a La Moneda.

No quiero ser autoreferente con la historia que aquí he comenzado, pero imagino que en muchos hogares humildes sucedió algo parecido, nombres que se empezaron a decir en voz baja, cada vez menos, o que simplemente fueron guardados entre los recuerdos de tiempos mejores. Pero volvamos a nuestra historia. En el caso de Chile en 1973, había un gobierno democrático, elegido por el pueblo, en elecciones democráticas. El Presidente era Salvador Allende, y su programa de gobierno atentaba contra los intereses políticos y económicos de Estados Unidos, desde mucho antes que asumiera la presidencia, ellos ya estaban planificando una estrategia para derrocarlo.

 Durante mucho tiempo se habló en Chile del “pronunciamiento militar“. Nos mentían en la cara y con descaro, nos mentían en la radio, nos mentían en la televisión, nos mentían en las escuelas contándonos que esos militares eran los salvadores de Chile, al tirano lo comparaban con O‘Higgins, pero, por qué escondían la verdad? Por qué nos obligaban a celebrar el 11 de septiembre con homenajes a los militares? Qué buscaban, qué ganaban, quién ganaba? Las preguntas estuvieron latentes por largos años. Lo cierto es que la verdad comenzó a surgir, no podían seguir negándole ni borrarla, comenzó a develarse cuando en 1976 el mar devolvió el cadáver martirizado de Marta Ugarte, cuando aparecieron los cuerpos masacrados de campesinos en los hornos de Lonquén, cuando se descubrieron las fosas de Pisagua, y muchos años después, salieron a la luz las cuentas del Banco Riggs del tirano.

 Entre las víctimas también hubo ciudadanos norteamericanos. Las acciones de apoyo a las dictaduras, que azolaban el continente en los años 70, por parte de la CIA y del entonces Secretario de Estado, Henry Kissinger, son una vergüenza, aún hoy.

Durante años se consideró como una teoría de la conspiración la intervención de la CIA en la instauración de la nuestra y de otras dictaduras en el cono sur. Fue en los años 90, cuando desclasificaron sus expedientes que todo comenzó a tener sentido. En esos documentos se reconoce la intervención del gobierno estadounidense en los hechos que llevaron al derrocamiento del Presidente Salvador Allende y el comienzo de la dictadura de Pinochet. Allende y la Unidad Popular proponían un régimen socialista democrático, algo jamás visto, demasiado peligroso para la estabilidad del continente.

El gobierno de Estados Unidos había empezado desde muchos años antes una campaña para impedir el avance del comunismo y el socialismo en América Latina. El gobierno del presidente Richard Nixon, impulsó una estrategia para acorralar al gobierno de Allende y subir la presión a la oposición.  Debido a la intervención encubierta de la CIA en Chile y al carácter represivo del gobierno del general Pinochet, las revelaciones de que el presidente Richard Nixon había ordenado a la CIA ‘hacer gritar a la economía’ en Chile para ‘evitar que Allende llegara al poder o lo destituyera’, provocaron un gran escándalo a mediados de la década de 1970 y el Senado de ese país inició una investigación. El presidente Nixon, convocó a Richard Helms, entonces director de la CIA, para tratar el tema de Chile. Las anotaciones de Helms registran las órdenes del presidente de impulsar un golpe de Estado en Chile.

Hoy también se conocen las declaraciones del Embajador norteamericano en Chile, Edward Korry (1967-1973), en las cuales reconoce que la CIA gastó un total de 2,7 millones de dólares en la elección de 1970 y muchos más fueron recolectados a través de grupos públicos y privados contactados por los Estados Unidos en Europa. Así, el partido Demócrata Cristiano de Italia, el Vaticano, las casa reales de Bélgica y de Holanda, la Democracia Cristiana Alemana y muchos otros grupos privados, como la Iglesia Católica de Estados Unidos contribuyeron con enormes sumas a crear un fondo que la CIA fue canalizando a diversos destinatarios locales para financiar una enorme campaña de apoyo a Frei y de alerta frente a la amenaza comunista que Allende representaba. La otra parte del dinero se utilizó para persuadir a personalidades y partidos políticos opuestos a Frei para que cambiasen de posición y lo apoyasen.

Nixon ordenó a la CIA impedir que Allende asumiera la presidencia y presionar a Frei y a los militares para que intervinieran, en palabras claras, para que dieran un golpe impidiendo que Allende se convirtiera en el Presidente de esta larga y angosta faja de tierra. En sus declaraciones Korry afirma “Nixon estaba en su oficina, yo me senté a su izquierda y Henry a su derecha. Uno a cada lado de su escritorio, entonces lanzó una diatriba de cinco o seis minutos, diciendo como iba a demoler a Allende, golpeaba su mano con el puño, tratándolo de hijo de puta. Creo que dijo: “ese bastardo”. Y repetía: “¡ese hijo de puta!” “¡ese hijo de puta!”. Sin más que agregar, este testimonio reconoce que fueron ellos los que impulsaron el golpe de Estado.

La CIA financió secretamente al diario El Mercurio, a una radio, a la Democracia Cristiana, a grupos paramilitares que hicieron atentados, y a las huelgas sindicales y gremiales por más de 18 meses, antes de que el Presidente Salvador Allende fuera derrocado.

 Ya no caben dudas, el principal impulsor del golpe de Estado nunca estuvo en Chile. Su obsesión fría y calculadora, su miedo a una nueva Cuba, su temor a perder privilegios y derechos adquiridos, lol llevó más allá de los límites, llegando a romper la tradición democrática de nuestro País, para proteger los intereses de la ITT, recuperar la minería del cobre que había iniciado su proceso de nacionalización y “proteger“ las empresas norteamericanas en el país, frenando la llegada del primer presidente socialista elegido democráticamente en el mundo.

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 El Golpe, ese Golpe que 50 años atrás cambió el destino de miles de chilenos y chilenas es una herida abierta, es reflejo del fracaso de una derecha cómplice, que no quiso defender la autodeterminación de su propio pueblo, y que prefirió arrodillarse ante un gigante poderoso. Un golpe de Estado ayer, hoy o mañana, en cualquier lugar del mundo es INACEPTABLE.

El actual Presidente de Chile, Gabriel Boric, llamó a firmar una declaración contra el golpe de Estado a todos los sectores políticos, y lo felicitamos, sin embargo, temen en llamar a un acuerdo en contra de la injerencia de estados Unidos en Chile. La injerencia no ha sido juzgada por un tribunal, Nixon y la junta militar jamás serán juzgados, la muerte los liberó de un juicio pero no los liberará de su responsabilidad moral e histórica.

Como decía el tango, 20 años son nada, y muchos quisieran que 50 años también lo fueran. Chile tiene una herida abierta, que 50 años después aún sangra, sangra porque no se ha curado, y se ha vuelto crónica. Sin verdad, sin justicia, sin reparación, sin una tierra cálida y conocida que reciba los cuerpos de nuestros detenidos desaparecidos, la herida seguirá abierta y el corazón de este País seguirá doliendo.

Es por eso que hoy es fundamental que la derecha reconozca que hubo violaciones a los derechos humanos, que hubo una masacre, que se aniquiló al adversario político, aquí no hubo guerra, aquí se castigó un sueño. La izquierda si ha hecho autocritica y pagó con creces las consecuencias de haber sido parte de ese gobierno, ella puso los exiliados, los muertos, los cuerpos torturados, y junto a un pueblo indefenso vio como fue desmantelado cada ladrillo de justicia social en pos de un neoliberalismo despiadado para el cual somos individuos, eso, individuos solos frente a un sistema para el que contamos en tanto producimos y consumimos.

Con todos estos antecedentes que hemos conocido a través de la desclasificación de los archivos de la CIA, no cabe más que preguntarnos porqué lo hicieron? ¿Cuál era su fin? Los mismos que financiaron el golpe de Estado nos cuentan casi 50 años después que ellos fueron los principales gestores.  Acaso quieren pedirnos perdón? No, ellos no piden perdón, nunca lo han hecho, ni en Vietnam, ni en Corea, ni en Nicaragua, ni en El Salvador, ellos no piden perdón. Ellos velan por sus intereses, lo han hecho en el pasado y lo harán en el futuro.  Bien vale la pena hacernos estas preguntas, ¿por qué aún hay agentes chilenos financiados por la CIA y que intervienen en política? Por qué siguen preparando militares en la Escuela de las Américas? Quien nos puede asegurar que en 50 años más no habrán nuevos documentos desclasificados en que nos contarán cómo prepararon y financiaron el triunfo del Rechazo y las infinitas campañas contra un gobierno, que puede cometer errores, pero que como en 1970 fue elegido democráticamente por su pueblo.

A 50 años del Golpe, seguimos creyendo, seguimos luchando por la verdad y la justicia, y seguimos luchando contra el negacionismo y el olvido que nos quieren imponer. Por eso este 11 de septiembre recordaremos a nuestro Presidente mártir y a las miles de víctimas del terrorismo de Estado. Por mi parte volveré a llamar Chicho a mi hermano menor.

Tomado de liberacion.cl

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