La actualidad de la lucha contra la extrema derecha en Brasil y en el Mundo

Por André Freire

La victoria de Lula sobre Bolsonaro, en las elecciones presidenciales de Brasil del año pasado, representó una derrota muy significativa para la extrema derecha neofascista no solo en Brasil, sino también en América Latina y el mundo. Es fundamental que tengamos en cuenta la enorme importancia de esta victoria política y electoral para la defensa de las libertades democráticas y la ampliación de los derechos de las mayorías.

Sin embargo, los luchadores en Brasil saben muy bien que la derrota de Bolsonaro en las elecciones, aunque muy importante, no significó una derrota definitiva para el bolsonarismo.

La extrema derecha neofascista ya mostró sus “garras” incluso en el primer mes del gobierno de Lula III, con las acciones golpistas del 8 de enero, en Brasilia. Y, hasta el día de hoy, se mantiene como una fuerza política expresiva en el país, con la preservación de su máquina de fake news , con la actuación de un nutrido grupo en el Congreso Nacional y la ocupación de importantes cargos en los Poderes Ejecutivo y Legislativo de varios Estados. y Municipios.

Pero, desafortunadamente, no es solo en Brasil donde los movimientos de extrema derecha demuestran resiliencia y liderazgo.

La reciente elección de un Consejo Constitucional en Chile nos mostró un pésimo resultado para quienes luchamos por una América Latina libre, democrática y soberana. El Partido Republicano, la principal organización de extrema derecha chilena en la actualidad, liderada por José Kast, el candidato derrotado en las últimas elecciones presidenciales (con cerca del 45% de los votos) y quien alguna vez fue conocido como el “Bolsonaro de Chile”, logró un significativa victoria electoral, y “tomará la batuta” en la redacción de la nueva Constitución de Chile, logrando incluso una mayoría calificada, en base a una evidente alianza que formará con representantes de otros partidos de la llamada derecha tradicional.

Este resultado representa un duro golpe para el actual gobierno del presidente Gabriel Boric, quien gobierna desde una alianza de partidos de izquierda y los llamados de centroizquierda y venía haciendo importantes concesiones programáticas a los sectores más conservadores.

Sin embargo, otra información viene llamando la atención en otro importante país de Sudamérica: Argentina. Los argentinos elegirán un nuevo Presidente de la República en octubre de este año, y la brutal crisis económica y social que azota al país ha provocado una fuerte caída en la popularidad del actual gobierno del partido peronista. Y los últimos sondeos electorales han mostrado un rápido y significativo aumento de las intenciones de voto por la presidencia del diputado ultrarreaccionario Javier Milei (incluso a la cabeza en algunos escenarios), el principal exponente argentino del movimiento de extrema derecha. Incluso acaba de presentar a su candidata a vicepresidente, la también diputada Victoria Villarruel,

Se pueden citar otros ejemplos, como el crecimiento electoral de la extrema derecha en las recientes elecciones presidenciales en Paraguay, con el candidato Payo Cubas –quien también era conocido como “Bolsonaro de Paraguay”- ocupando el tercer lugar, superando la marca de 20 % de votos deseos.

Estos hechos ya son más que suficientes para demostrar la oportunidad y la importancia prioritaria de enfrentar a la extrema derecha en América del Sur y en nuestro continente en su conjunto.

Como primera conclusión política, podemos decir que la derrota de Bolsonaro debilitó a la extrema derecha en América Latina, pero está lejos de quitarle importancia a este sector ultrarreaccionario del panorama político actual.

En otras partes del mundo no ha sido diferente.

La resiliencia de los movimientos de extrema derecha, muchos de ellos directamente neofascistas, no solo se observa en América Latina.

En EEUU, incluso tras la derrota electoral de 2020, el trumpismo sigue controlando al Partido Republicano y Trump -pese a estar plagado de varias demandas y, ahora, con una condena por abuso sexual- ya ha presentado su precandidatura a las próximas presidenciales. elecciones

Sin embargo, sin duda, es en el continente europeo donde podemos ver, aún más claramente, la fuerza de la extrema derecha. Los ejemplos abundan.

En primer lugar, en el escenario marcado por la Guerra de Ucrania, que se inició con la ocupación ilegítima por parte de Rusia de parte del territorio de ese país, asistimos a la importante presencia de sectores de extrema derecha tanto del lado ruso (Grupo Wagner, por ejemplo) como del el bando ucraniano (Batallón Azov, principalmente). El aumento de la presencia de neonazis en la política ucraniana no es nuevo, sobre todo desde los hechos de 2014.

Fuera de la guerra, el principal ejemplo es Italia, donde el partido neofascista de extrema derecha “Hermanos Italia” controla el gobierno y nombra a la primera ministra Georgia Meloni. Ganaron las últimas elecciones italianas con el lema “Dios, Patria y Familia”. Y es que, en los primeros seis meses de gobierno, aunque manteniendo una popularidad estable, los neofascistas italianos ya han mostrado sus garras contra los inmigrantes y el conjunto de sectores oprimidos, combinando el perfil ultraconservador con una agenda económica que profundiza la política de austeridad de la Unión Europea.

Pero existen serios riesgos de auge de la extrema derecha neofascista en otros dos grandes países de la Unión Europea: el Estado español y Francia.

En el Estado español, las elecciones legislativas estatales tendrán lugar a finales de este año. Y es que, la última encuesta de intención de voto, anunciada a principios de mayo por el diario El País, apunta a un gran riesgo de un nuevo gobierno fruto de una eventual alianza del Partido Popular (PP), principal representante de la derecha tradicional española, con Vox, partido de extrema derecha conocido por defender la herencia franquista y perseguir los derechos de los inmigrantes, las mujeres, la población LGBT, entre otros sectores oprimidos.

Según la misma encuesta, la alianza PP-Vox estaría a seis posiciones de lograr la mayoría absoluta en el Parlamento. El riesgo inminente es claro: el surgimiento de un nuevo gobierno nacional en un importante país de la Unión Europea, producto de la alianza de la derecha tradicional -con un perfil cada vez más reaccionario- con la extrema derecha directamente neofascista. Esta misma alianza ya existe en al menos un gobierno regional y en varios municipios y, de consolidarse en un escenario estatal, supondría un salto cualitativo en el proceso de normalización de la extrema derecha neofascista en la política europea.

En Francia, asistimos a una fuerte caída en la popularidad del presidente Macron, luego de la imposición antidemocrática de una nueva reforma reaccionaria en el sistema de pensiones, que enfrentó, y aún enfrenta, una ola histórica de protestas y huelgas.

Sin embargo, cabe señalar que la rápida caída en la aceptación de Macron, quien fue reelegido recientemente, está siendo disputada por dos proyectos antagónicos para el país. Uno a la izquierda, con Jean-Luc Mélenchon reforzando y otro a la extrema derecha, de nuevo con Jean-Marie Le Pen.

En las últimas elecciones legislativas, Mélenchon y su partido (França Insubmissa) encabezaron Nupes, alianza de izquierda y centroizquierda, que obtuvo el segundo lugar en número de votos. El resultado fue muy importante, porque unos meses antes, Mélenchon quedó fuera de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, por segunda vez y, de nuevo, por unos pocos votos.

Sin embargo, Le Pen, aunque volvió a perder la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a Macron, vio crecer en las legislativas su escaño en el parlamento francés de 9 a más de 90 diputados. A pesar de ser la tercera fuerza política, terminó logrando un crecimiento histórico.

En los últimos días se han producido dos hechos que han tenido repercusión política: en París se produjo una manifestación directamente neofascista, autorizada por las fuerzas policiales; y allí estuvo la dimisión de Yanniick Morez, alcalde de Saint-Brevin-les-Pins (ciudad del oeste de Francia) tras recibir amenazas de muerte de la extrema derecha, que acabó incendiando su residencia. En otras palabras, lamentablemente, a pesar de la tremenda fuerza social de las manifestaciones populares contra la reforma reaccionaria de las pensiones, la extrema derecha sigue siendo una fuerza política viva en Francia, y competirá con la izquierda por el espacio de oposición, ahora ampliado por la actual fracaso de la popularidad por Macron.

Podemos seguir con ejemplos en Europa, como el crecimiento de Chega de André Ventura, que se ha ido consolidando como la tercera fuerza política de Portugal –ya es el tercer partido en número de diputados en la Asamblea de la República–. Y ahora, Ventura viene aumentando la presión sobre el PSD, principal partido de la derecha tradicional portuguesa, sobre la posibilidad de un acuerdo que permita un nuevo gobierno de derecha en el país, ahora aliado con la extrema derecha. Esta alianza ya existe en un gobierno regional, en las Islas Azores.

También hay otros ejemplos fuera de Europa, Estados Unidos y América Latina. Al igual que el actual gobierno de Netanyahu en Israel, uno de los principales aliados de EE.UU., y completa connivencia de lo peor de la derecha y extrema derecha sionista, se mantiene al frente del gobierno tras enfrentar una enorme ola de protestas populares. O incluso el gobierno de Narendra Modi, en India, representante del fundamentalismo religioso de la peor calaña, pero totalmente normalizado en Occidente –por ejemplo, ahora en junio, Biden lo recibirá en visita oficial–.

Ciertamente, el fenómeno de la extrema derecha no existe con un peso político significativo en todos los países del mundo. Sin embargo, sería una ingenuidad política no entender la resiliencia y el protagonismo que tiene hoy la extrema derecha neofascista, siendo uno de los principales factores presentes en el escenario internacional, incluso sobreviviendo a la derrota de Trump en las elecciones estadounidenses de 2020.

Una lucha que sigue siendo prioritaria

La permanencia de la extrema derecha como una de las principales fuerzas políticas en la actualidad demuestra que su presencia no es sólo un factor coyuntural. Más bien, parece ser más un elemento permanente en la situación política internacional en los últimos años.

Característica que puede explicarse por elementos más estructurales, sobre todo por la permanencia de la crisis de la economía capitalista, iniciada en 2007-08, sin un retroceso estructural hasta el momento.

Combina con este elemento estructural de fracaso del sistema capitalista, la incapacidad total de los sucesivos gobiernos para resolver los problemas más sentidos del grupo de los explotados y oprimidos.

Por lo tanto, hay una importante advertencia a los gobiernos que se dicen de izquierda o progresistas: las profundas concesiones programáticas y la reconciliación de clases terminan generando un fracaso de las expectativas para mejorar la vida de la mayoría de sus poblaciones, abriendo un camino aún mayor para el fortalecimiento de la sectores más radicales de derecha y extrema derecha. El ejemplo chileno, argentino o español confirma con fuerza este grave riesgo.

Sin embargo, este proceso exige también de los socialistas una política permanente de frente único de la izquierda y de los movimientos para hacer frente a los ataques a los derechos sociales y democráticos, destacando la importancia de una política antifascista unitaria.

Esta política debe comenzar principalmente con la intervención concreta en los espacios de la lucha de clases, pues es en las luchas directas donde se concentra el escenario principal para enfrentar y buscar una derrota más profunda de las alternativas de la extrema derecha neofascista.

Sin embargo, la prioridad en la acción directa no debe significar una postura contemplativa en los procesos electorales, pues se debe priorizar la lucha contra el neofascismo en todos los espacios posibles.

Incluso el ejemplo brasileño demuestra que las elecciones exigen de los socialistas una búsqueda permanente de confluencias políticas de izquierda, manteniendo la independencia política y las debidas diferenciaciones programáticas.

Asimismo, la lucha firme contra el riesgo de la llegada de la extrema derecha neofascista a los gobiernos, ya sea como mayoría o como parte integrante de nuevas administraciones de derecha, debe requerir tácticas políticas especiales, que busquen defender los derechos de la mayoría del pueblo y mantener y fortalecer la audiencia de las organizaciones socialistas incluso en períodos de retroceso.

Tomado de esquerdaonline.com.br

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