El 21 de febrero de 1934 fue asesinado en Nicaragua por orden de Anastasio Somoza, Augusto César Sandino, el General de Hombres Libres, que encabezó la lucha antimperialista contra la intervención norteamericana. Desde entonces las luchas patrióticas, antimperialistas, por justicia social, libertad, tierra, dignidad, constituyen el ideario de las revoluciones latinoamericanas. La Revolución Sandinista triunfante en 1979, que despertó la adhesión en distintos rincones del continente, hoy se ha convertido en un régimen autoritario que acaba de desterrar a muchas de las figuras emblemáticas de la lucha, y de la cultura de ese país. Una de ellas es la escritora feminista Gioconda Belli.

“Viva o muerta regresaré a Nicaragua, porque es mi tierra” afirmó la poeta. Con rabia contenida, rompió su pasaporte frente a las cámaras de la televisión pública de España, y recurrió a la poesía para gritar por el amor que le negaron. Viene el atardecer sobre el perfil puntiagudo / del volcán a lo lejos / las nubes, derramando pintura roja y púrpura sobre el cielo. / El hablar deslenguado, rápido, juguetón de mi gente. / Y todo lo que maldigo y desdigo de vos se me deshace / Y me irrumpe el amor / Como si me corrieran caballos en el pecho / y te contemplo atravesada de ceibos y corteses / de madroños caobos y palmeras / y te amo, patria de mis sueños y mis penas / y te llevo conmigo para lavarte las manchas en secreto / susurrarte esperanzas / y prometerte curas y encantos que te salven.

¡Ay, Nicaragua, Nicaragüita!

Duele Nicaragua deshabitada de centenares de líderes y poetas, echados a patadas. Entre las activistas afectadas se encuentran defensoras y defensores de derechos humanos como Vilma Nuñez, directora del CENIDH, quien con sus 80 años se niega a ser expulsada, Gonzalo Carrión, Pablo Cuevas, feministas como Sofía Montenegro, Azahalea Solís, Ana Quirós, Elvira Cuadras, Tamara Dávila.

Algunas de las personas desterradas y desnacionalizadas han sido cuadros guerrilleros en la lucha revolucionaria. Es el caso de Dora María Téllez, comandante legendaria de la lucha sandinista, conocida como Comandante 2 en el asalto al Palacio Nacional -que permitió la liberación de Tomás Borge y de otros líderes sandinistas-. En esa acción participó también el general Hugo Torres -quien había estado en 1974 en la toma de la casa de Chema Castillo, acción por la cual fue liberado Daniel Ortega-.

Hugo Torres murió un año atrás en prisión, por desatención médica en la cárcel de El Chipote. Compañeros en la lucha revolucionaria contra la dinastía de los Somoza, recibieron como respuesta la cárcel e incluso la muerte. Dora María estuvo en 1979 al frente de las fuerzas sandinistas que derrotaron al ejército somocista en la liberación de León, en la ofensiva final. Después del triunfo fue Ministra de Salud, Vicepresidenta del Consejo de Estado y diputada. En 1995 se alejó del Frente Sandinista y fundó el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), un partido de posiciones socialdemócratas. En junio de 2021 fue encerrada en la cárcel de El Chipote en Managua, acusada por Ortega de “traición a la patria” y “conspiración”. Permaneció un año y medio en aislamiento y oscuridad, pero no pudo ser quebrada.

Se pueden discutir sus posiciones sobre el camino político para Nicaragua, o su mirada sobre otras revoluciones del continente. (Del mismo modo se puede discutir si el proyecto político autoritario que encarna Daniel Ortega tiene algo que ver con esa Nicaragua roja y negra de la que nos enamoramos en 1979). Pero no se puede borrar de la memoria colectiva que Dora María es una heroína de la Revolución Sandinista, y que en la Revolución confluyeron distintos pensamientos, muchos de los cuales ahora se quieren negar a través de la represión. Las12 habló con Dora María Téllez en estos días sobre su vida en prisión, y sus perspectivas actuales.

Es un momento bien difícil. Por un lado es alegre porque estoy libre, pero por otro lado estamos desterrados, sin posibilidad de volver legalmente, sin pasaporte. Tengo que discernir en qué país voy a vivir. Quiero estar en un lugar cerca de Nicaragua, en el que también pueda trabajar, porque necesito sostenerme, y tengo que generar ingresos como los 222 que vinimos en ese avión. Estoy tramitando en Estados Unidos el permiso de trabajo y me hacen falta todavía algunos asuntos de salud que resolver. También apliqué a la nacionalidad española, ya que el gobierno español casi inmediatamente la ofreció muy solidariamente para quienes quisiéramos adquirirlas. Estoy pendiente de esa respuesta, del permiso de trabajo y de la visa humanitaria que en Estados Unidos es por dos años. Ahorita es como un cruce de caminos evaluando las opciones del país, de las condiciones de trabajo. En ese punto estoy.

¿Cómo vivís la oferta de nacionalidad de varios países, y las reacciones de los pueblos del continente?

–La opinión pública internacional, el movimiento popular, social, en general, los pueblos de América Latina y el continente han sido extraordinariamente solidarios. Yo me he encontrado con personas de iglesias que nunca me habían visto, que no conocían a ninguno de nosotros, y hacían oración. Encontré muchas personas que demandaron nuestra libertad, en distintos foros internacionales: gobiernos, movimientos sociales, movimientos feministas, organizaciones de derechos humanos. El movimiento de solidaridad que nos cobijó es realmente inmenso. Yo estoy impactada y profundamente agradecida con esa solidaridad, y siento que cada día el aislamiento de Ortega-Murillo es mayor.

¿Y qué sentís en lo personal frente a la pena del destierro?

–Estar fuera de Nicaragua en condición de desterrada es mucho más que la pérdida de la nacionalidad en el sentido formal, es más que perder un pasaporte. Es una acción que me impide el retorno a Nicaragua. Ése es el objetivo de Ortega Murillo: evitar que retornemos como nicaragüenses con pleno derecho. Es un desgarro, porque es tratar de arrancarle a una su patria, sus raíces culturales, su vínculo umbilical con Nicaragua. Los Ortega Murillo hacen eso, porque como ya no pueden castigarnos con la cárcel, escogen otro método: “Te voy a arrancar tu país”. Pero ellos no pueden hacerlo, porque una tiene a su país en el corazón, en la sangre, en el cuerpo. Ellos solamente pueden quitarnos el pasaporte. Pueden emitir un decreto absolutamente ilegal de pérdida de nacionalidad, de confiscación de la nacionalidad. Son momentos duros. El desarraigo es una circunstancia durísima. Yo lo siento así.

En la cárcel tuviste mucho tiempo para pensar lo vivido. ¿Cómo analizás lo sucedido con la Revolución Sandinista?

–Yo siento que mi generación logró derrocar a la dictadura de los Somoza, y abrir camino a una transición democrática en Nicaragua. Pero es un tránsito bien complejo. Yo reflexioné mucho. Nosotros hicimos una reforma constitucional en 1995 para democratizar las instituciones. ¿En qué falló? No siempre fallan las letras. Hay una falla estructural que tiene que ver con que una parte de la sociedad nicaragüense quiere y ha querido un hombre fuerte, una dictadura realmente, pero “su” dictadura. No hay en este segmento una convicción democrática profunda. Yo veo en el Frente Sandinista una organización que no tiene compromiso democrático. Es una lástima. Porque entonces el debate alrededor de democracia o dictadura no estaría planteado sobre la mesa como lo está ahora. El Frente Sandinista se ha convertido en la columna vertebral de una dictadura de naturaleza familiar. Una piensa y repiensa: ¿Cómo se construyen esos fenómenos? ¿Cuáles son los problemas principales? ¿Cuál es el papel que alguien como yo tiene que jugar o ha jugado o debe seguir haciendo? Son muchas preguntas que en una cárcel se responden en desorden, porque una no puede sistematizar en una condición como la que se encuentra, tratando de sobrevivir a las presiones particulares de la cárcel, del entorno, del ambiente, de la oscuridad, de todo. De estar ahí en total aislamiento. Entonces esos son pedazos y pedazos que una va reflexionando.
Yo me siento más liviana ahora que cuando llegue a la cárcel. Me permitió hacer un proceso de reflexión profundo sobre mi vida, mis relaciones familiares, mi papá, mi mamá, mi hermano, mis vínculos con Matagalpa, sobre mis opciones educativas. Una pone sobre el tapete toda su vida, y vas debatiendo con vos misma, analizando y a veces resolviendo en nudos críticos. Entonces yo me siento más liviana ahora que cuando entré a la cárcel. Esa es una ganancia para mí. A un costo muy elevado, ciertamente, pero tampoco tenía más remedio. Lo otro hubiera sido que la cárcel lograra doblegarme en el sentido emocional, psicológico y físico. No lo lograron.

¿Cómo se consigue mantenerse entera en total aislamiento?

Yo soy disciplinada. Yo sé que siempre tengo que cumplir con mi objetivo, con mi programa, con el horario que me establecí. En el momento en que una deja de hacerlo, te comenzás a abandonar, a deprimir, a enfermar. Al final de cuentas la lucha en esa cárcel era entre el poder los Ortega Murillo tratando de destruir a cada uno de nosotros, tratando de destruirnos físicamente, psicológicamente y emocionalmente. Mi resistencia era mantenerme físicamente, emocionalmente y psíquicamente bien en esa celda… Era decir: “Yo tengo que resistir esta presión, este modelo de aislamiento, y salir lo más íntegra posible”. Quebrarnos hubiera sido la ganancia de los Ortega Murillo. Pero ellos no lograron que ninguna de las personas presas les pidiera clemencia. Nadie. Absolutamente nadie y esa es la derrota que tuvieron, realmente.

El gobierno de Ortega Murillo ha devenido un régimen profundamente misógino y patriarcal.

–Es un caudillo que se rige como dueño y total del poder, acompañado de Rosario Murillo que cultiva esa imagen, porque ella deriva su poder de ese modelo autoritario, que no reconoce ley, límites, no tiene ningún escrúpulo, no se atiene a ninguna regla. Es un poder totalmente arbitrario, discrecional, que se usa para mantener en control y silencio a la población. Más de medio millón de nicaragüenses han ido al exilio. Son una pareja de poder, con un odio particular al movimiento de mujeres, a las feministas, que se vio reflejado en que cuatro mujeres de las que estábamos presas, estábamos en condición de total aislamiento, cada una en una celda. Es un odio misógino el que tanto Daniel Ortega como Rosario Murillo tienen. Las condiciones en las que yo estaba en la cárcel, dependían directamente de su decisión. Ellos tienen ese odio al movimiento de mujeres y al movimiento feminista, y lo han manifestado con procesos contra líderes feministas, con la destrucción de organizaciones, el allanamiento de la oficina del movimiento autónomo de mujeres, con la persecución a todas las mujeres que tienen liderazgo, que son periodistas.

Dora María Telléz en 1979

–Tu figura como joven guerrillera ha sido icónica. ¿Cómo la mirás a la distancia?

Bueno, lo voy a poner así: si Daniel Ortega, anciano tiránico hoy, se reúne con el Daniel Ortega de ayer, probablemente no puedan establecer una conversación. Porque aquel Daniel Ortega joven, con todo y todo, estaba luchando contra una dictadura. Éste es un dictador. Yo siento que puedo establecer una conversación con la joven que fui, que luchó contra una dictadura y lucha ahora contra una dictadura. Yo me siento orgullosa de no haberle fallado a la joven que fui. De no haberle fallado a su idealismo, a su posición frente a la vida, frente a la dictadura de los Somoza. Yo puedo establecer, sin sentir pena y sin sentir vergüenza, una conversación con esa joven. Porque luchó contra una dictadura antes y lucha ahora contra una dictadura. Eso es para mí bien importante. Sentirme consecuente conmigo misma. Sentir que no me he traicionado. Sentir que he estado dispuesta, en medio de grandes dificultades, a pagar los costos que implica tener una posición política para que Nicaragua esté en una mejor condición. Me siento bien con eso. Yo me siento plenamente orgullosa de no haberme fallado a mí misma, me parece que son de las cosas más terribles las personas que hacen unos giros tan enormes que dejan de reconocerse a sí mismas.

¿Cómo ves el futuro para las y los jóvenes, para las mujeres, para los pueblos?

–Yo creo que la juventud tiene una enorme oportunidad. Es un momento en la historia de la humanidad bien particular. Tenemos una enorme capacidad de comunicarnos de un lado a otro, de un extremo del mundo a otro extremo del mundo de manera simultánea. Tenemos una enorme capacidad de estar informadas, de escuchar a otras personas en todas partes del mundo, de conocer los problemas que tenemos las mujeres. Yo creo que las mujeres tenemos que ampliar nuestros espacios, tenemos espacios que no hemos conquistado y tenemos que conquistarlos, enfrentando la discriminación, la violencia.

¿Querés volver a Nicaragua?

Sí, yo pienso volver a Nicaragua en algún momento. Hay que abrir paso a la transición democrática en Nicaragua y eso implica que quienes hemos sido desterrados debemos volver. Es una realidad que los Ortega Murillo no van a poder detener. No sé cuándo va a ser, no sé qué día, qué mes, qué año, pero sí, tenemos que regresar a Nicaragua a seguir impulsando la lucha para mejorar las condiciones del país.