Paraguay rumbo a las elecciones de 2023

31.01.23

Todo lo que usted siempre quiso saber y nunca se animó a preguntar sobre Paraguay.

 

Entrevista por Leonardo Frieiro

 

El 18 de diciembre tuvieron lugar las elecciones internas que definieron las candidaturas que competirán por la presidencia de Paraguay el 30 de abril de 2023.

Para buena parte de quienes nos encontramos en América Latina, Paraguay es una incógnita. La larga hegemonía de las derechas dominada por el Partido Colorado y el desacople del país de ciertas experiencias regionales del progresismo latinoamericano generaron cierto extrañamiento que, con el correr del tiempo, se convirtió en incomprensión.

Para comenzar a despejar algunas dudas, dado el complejo panorama electoral de abril, desde Jacobin hablamos con Ignacio González Bozzolasco, sociólogo, doctor en ciencias sociales, investigador del CONACYT y docente de la Universidad Nacional de Asunción. Conversamos sobre qué pasó en estas elecciones internas que enfrentaron a diferentes facciones de la derecha colorada, sobre el estado de la izquierda paraguaya y las perspectivas políticas para este año.

 

LF

El largo período hegemonía del Partido Colorado luego de la transición democrática del Paraguay y la corta duración del gobierno progresista de Fernando Lugo convirtió a ese país en una suerte de objeto extraño para buena parte de las y los latinoamericanos. Ya que 2023 será un año electoral ¿cómo se puede presentar el caso paraguayo a quienes no lo conocen?

IGB

Paraguay debe ser de los países más desconocidos de la región, a pesar de que tiene unas cuantas características muy particulares. En primer lugar, cuando hablamos de Paraguay, hablamos de la democracia más joven de América Latina. Paraguay no tuvo una democracia competitiva como sí tuvieron otros países antes de las dictaduras militares de las décadas del 60 y 70. Tras la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) y el proceso de reconstrucción del Estado, se formaron a la par los dos partidos más importantes del país hasta hoy en día: la Asociación Nacional Republicana, mejor conocida como el Partido Colorado (ANC/PC) y el Partido Liberal —hoy llamado Partido Liberal Auténtico (PRLA)—.

Esto significa que el Estado paraguayo, reconstruido desde las cenizas, se erige de la mano de la construcción de estos dos partidos, y quizás eso sea útil para entender por qué ambas organizaciones siguen teniendo la preponderancia que hasta hoy tienen. Estamos hablando del sistema bipartidista más longevo de América Latina…

Estos dos partidos lograron establecer muy tempranamente una fuerte tradición de afiliación partidaria que está presente hasta hoy en día. De un padrón electoral de casi cinco millones de personas, el Partido Colorado tiene más de dos millones y medio de afiliados, y el Partido Liberal, más de un millón y medio (y eso habiendo estado fuera del poder desde la década de 1940). Esto quiere decir que los liberales representan alrededor del 32% del padrón electoral total y los colorados alrededor del 54%, lo que equivale a decir que casi 9 de 10 votantes se encuentran afiliados a uno de esos dos partidos. Así, ambos partidos cuentan con enormes maquinarias electorales a lo largo de todo el territorio paraguayo, lo que genera que, de alguna manera, los partidos tradicionales tengan un ejercicio electoral que, aunque con sesgo, impureza e irregularidades, al menos parezca competitivo.

En este esquema político, las elecciones internas de ambos partidos tuvieron una centralidad creciente hasta devenir en un aspecto fundamental dentro del sistema político paraguayo. Tanto ha sido así que los partidos mismos terminaron por unificar sus internas y coordinar para que tengan lugar el mismo día (aunque con diferentes metodologías electorales que, en buena medida, se van explorando sobre la marcha).

La Constitución de 1992, que sentó el andamiaje institucional actual del Paraguay luego de la caída de la dictadura de Stroessner en 1989, introdujo la figura de la alianza, que permitía la unión de diferentes partidos políticos con fines electorales, y que fue la figura con la que Fernando Lugo logró ganar las elecciones en el 2008. Pero además de eso, poco antes del triunfo de Lugo, los legisladores lograron introducir la figura de la concertación, cuya principal innovación radica en que permite no solo la unión electoral de los partidos, sino la convergencia de las elecciones internas bajo el mismo signo electoral de todos los partidos que componen la convergencia, incluyendo la unificación de sus padrones de afiliados. En la figura de la alianza, en cambio, las listas se deciden mediante un acuerdo entre los partidos que la componen.

En 2007, se suponía que Lugo iba a competir con bajo una concertación, pero frente a la posibilidad de que la justicia electoral impugnara la figura y terminara por boicotear su candidatura, se decidió no arriesgarse y presentarse a las elecciones mediante una alianza. La figura de la concertación se terminó utilizando en las elecciones municipales de 2010 y como no hubo ninguna impugnación, se implementó después a nivel regional y ahora a nivel nacional.

¿Qué acaba de pasar en estas elecciones internas? La oposición al coloradismo va a competir desde la Concertación Nacional, donde convergen el Partido Liberal, algunos sectores de la izquierda y también algunos partidos conservadores opositores a los colorados. En sus internas tuvo una participación algo superior en términos numéricos a la habitual participación interna del Partido Liberal, aunque en términos absolutos la participación fue muy baja, ya que la Concertación eligió abrir su interna al padrón electoral total. La Concertación logró casi 600 mil votos (casi cien mil más que el Partido Liberal en sus internas de 2018), aunque el dato central fue la fortaleza del Partido Colorado, que logró casi un millón doscientos mil votos, con la participación del 45% de su propio padrón electoral.

Para que nos demos una idea, los colorados ganaron las elecciones de 2018 un millón doscientos mil votos, y ahora alcanzaron ese número solo en su elección interna. Desde la Concertación Nacional se dice que ellos pueden triplicar sus votos en las generales y que los colorados no pueden sumar mucho más de lo que consiguieron en sus internas. A pesar de eso, las internas muestran la solidez del aparato colorado. Así están las cosas de cara a las elecciones de abril.

 

LF

De igual forma, parece que la principal disputa política ocurrió en las elecciones internas del Partido Colorado, con un llamativo nivel de violencia retórica entre las facciones coloradas, que se disputaban tanto la candidatura a la presidencia como la presidencia misma del partido.

IGB

La dinámica propia de la interna del Partido Colorado es la de la pelea fratricida. Desde la caída del stronismo, la gran disputa electoral no se da en las elecciones generales, sino en la interna colorada. La particularidad de lo que acaba de pasar es que luego de que esa guerra entre facciones coloradas concluye, las partes hacen un pacto de no agresión y se concentran en poner en marcha a su maquinaria electoral fantástica para aplastar a todos sus rivales. Una vez conseguido el objetivo en las elecciones generales, el ciclo se reinicia y vuelven las disputas internas hasta la próxima elección interna. Hoy no está asegurado que esto vaya a ocurrir, aunque tampoco es improbable.

En 2018, las internas enfrentaron al presidente actual, Mario Abdo Benítez —por entonces senador—, contra el candidato del entonces presidente Horacio Cartes, que intentó presentar como sucesor a su ministro de economía. La victoria de Abdo sobre lo que conocemos en Paraguay como el cartismo se inscribió en una tradición histórica en la que ningún presidente saliente logra colocar a su sucesor, una tradición que volvió a reafirmarse en estas elecciones internas. Esto separa al Paraguay de buena parte de la lógica política de la región, donde es usual que los presidentes salientes conserven una importante cuota de poder. Inclusive en la dinámica de partidos hegemónicos algo similares al Partido Colorado, como lo fue el caso del PRI en México.

Pero, de alguna manera, ahora estamos en un punto de quiebre, ya que quien derrota a Abdo es otro expresidente, el propio Cartes, que ahora también fue electo como presidente del Partido Colorado. Cartes logró prevalecer como una figura preponderante al dejar la presidencia y se embarcó en una de las elecciones internas más virulentas, algo llamativo luego del 2007, cuando la confrontación interna del Partido Colorado llegó a un punto tan alto que no pudo rearticular su reconciliación de cara a las elecciones generales, uno de los aspectos centrales que permitió la victoria de Lugo.

Estas elecciones internas entre las facciones de Abdo y Cartes tuvieron un enorme nivel de violencia. Recordemos que, además, la interna del Partido Colorado estuvo a tiro del intervencionismo de los Estados Unidos como también de Brasil, haciendo mucho más complejo el panorama de la disputa electoral. Horacio Cartes fue declarado persona significativamente corrupta por los Estados Unidos, y también ha sido duramente criticado por Bolsonaro, quien tenía una relación personal excelente con Abdo. Lo llamativo del caso es que luego de que los estadounidenses apuntaran contra Cartes, también lo hicieron con el candidato original de Abdo, Hugo Velázquez, quien también fue incluido en la lista de personas significativamente corruptas, por lo que fue forzado a renunciar tanto a su candidatura como a la vicepresidencia del país.

Así las cosas, el relevo escogido por Abdo fue Arnoldo Wiens, ministro de obras públicas y pastor evangélico, que dirige un canal de televisión de propaganda religiosa con mucha llegada a la prensa; a fin de cuentas, terminó siendo un buen candidato. La elección fue bastante peleada: el cartismo logró ganar la pelea por la presidencia, pero Fuerza Republicana logró ganar las internas en 10 de las 17 gobernaciones y también quedaron parejos para el armado de las listas de legisladores. De todas maneras, cabe decir que esto fue una buena noticia para el cartismo e inclusive para Santiago Peña, el candidato colorado a la presidencia.

El balance de poder entre las facciones del coloradismo obliga a una reconciliación, aunque solo sea hasta el día después de las elecciones, lo que en Paraguay se conoce como el «abrazo republicano». Si una fracción hubiera aplastado a la otra el escenario sería diferente… Como no fue así, ahora el coloradismo está obligado a rearticularse.

 

LF

Con respecto a esto último, la disputa entre el cartismo y Mario Abdo da la sensación de ser una confrontación entre dos formas de derechismo presentes dentro del propio Partido Colorado: una, representada por Horacio Cartes, que podemos identificar como la más cercana a los sectores de la élite empresarial (mucho más interesada en asegurar la inserción plena del Paraguay a las cadenas internacionales de valor y los procesos globales de comercialización de productos y materias primas) y otra que se presenta como una barrera de resistencia contra el «globalismo», defensora de la tradición, de raíz ultraconservadora e inclusive muy mimetizada con las ideas de ultraderecha presentes en la región, que podemos ligar con Mario Abdo. ¿Piensa que es posible evaluar la disputa por el Partido Colorado en esos términos, como una disyuntiva ideológica entre diferentes sectores de las derechas?

IGB

Yo creo que ese planteo es muy adecuado en tanto fotografía, pero también creo que ambas narrativas, efectivamente sostenidas por estos tipos de derechas, podrían ser tranquilamente intercambiables en el caso de Paraguay. Creo que la disputa real entre Abdo y Cartes no es tanto ideológica sino por la forma en la que se ejerce el poder, en cómo se ejerce la política propiamente dicha. Ahí creo que es interesante analizar el fenómeno de los políticos-empresarios y su choque con las formas de liderazgo tradicionales de los partidos políticos.

En el caso de Paraguay, es claro que Cartes estableció una suerte de «ceocracia», en la que colocó en cargos jerárquicos a los gerentes de sus empresas —recordemos que Cartes posee la fortuna más importante del país—, algo que fue complementando posteriormente con el fenómeno de las «puertas giratorias»: por ejemplo, la persona que Cartes colocó al frente de la cementera estatal luego fue nombrado director de la cementera privada de la que Cartes es propietario, la cual va a poner a competir contra la de propiedad pública. Algo emparentable con lo que hizo Mauricio Macri en la Argentina, por poner un ejemplo.

Pero, de vuelta, esto no significa una divergencia ideológica pronunciada. En la derecha paraguaya hay mucha demagogia. El Cartismo también habló en contra del «globalismo», cuando fue el propio Cartes quién firmó la Agenda 2030 propuesta por las Naciones Unidas. Yo dudo mucho que Santiago Peña, una persona que se formó en los Estados Unidos y que fue funcionario de organismos internacionales, esté convencido de muchas de las cosas con las que Cartes hace campaña. Pero, de la misma manera, Peña fue derrotado en las anteriores elecciones internas producto de haber cometido varios deslices frente a su propio electorado. En una entrevista, por ejemplo, dijo que no tenía ningún problema con la homosexualidad, por lo que fue tachado como homosexual por toda la prensa y por buena parte del electorado colorado. Ahora Peña está mucho más refinado, en línea con las narrativas derechistas hegemónicas dentro del coloradismo. Con esto quiero decir que no veo improbable que, una vez que pasen las elecciones y en un eventual triunfo de Santiago Peña, los sectores del coloradismo terminen por alinearse, adoptando la misma retórica derechista, tradicionalista, antiglobalista y antifeminista.

Ahora bien, sí creo que puede pasar algo interesante en un nuevo gobierno cartista encabezado por Peña: Cartes desarrolló su fortuna mediante un modelo de negocios que fue desde la producción de cigarrillos a gran escala hasta el sector del agronegocio, la soja, la ganadería, la producción de hidrocarburos y las cadenas de combustibles, los medios de comunicación y el sector de los servicios. Cada vez que el grupo Cartes se diversifica, entra en disputa con otros grupos económicos tradicionales y con los grandes jugadores tradicionales de la burguesía paraguaya.

Cartes tuvo una impronta modernizadora al estilo conservador durante su gobierno: apostó por una modernización del Estado, armó una plataforma de competencias para el ingreso a la función pública e intentó profesionalizar el ingreso al aparato del Estado. Parecía que un empresario transformado en político necesitaba, por un lado, que algunas cosas dentro del Estado funcionaran un poco mejor y, por el otro, limitar el peso de la estructura tradicional de un partido que le era todavía algo ajeno. Si combinamos estos dos aspectos, su enfrentamiento con los grupos económicos tradicionales producto de la expansión de sus negocios y su impronta modernizadora que colisionó con varias de las estructuras prendarias del coloradismo más tradicional, podemos explicar la derrota del cartismo en el 2018. Todo esto fue para atrás durante la presidencia de Abdo.

 

LF

Cuando Abdo ganó las elecciones internas de 2017 escribiste que tal vez esto significaba el retorno de la política tradicional de la mano de uno de los apellidos más tradicionales del stronismo a la conducción del coloradismo. ¿Qué significa hoy su derrota? ¿Es un golpe a los sectores tradicionalistas del coloradismo? ¿Un proceso de recambio de élites políticas?

IGB

En primer lugar, creo que Abdo nunca tuvo muy claro para donde quería ir como presidente. Una vez en el poder, su política principal fue el anticartismo. Eso lo debilitó muchísimo, tomando en cuenta que fue el presidente colorado que ganó con el menor margen de diferencia, algo que ya lo había dejado en una posición no muy cómoda. Por otro lado, Abdo tuvo que enfrentarse a un hecho inédito en la política paraguaya, que es la presencia de Cartes: la vigencia política del expresidente sostenida desde un grupo económico lo suficientemente poderoso como para sostener su figura luego de haber abandonado la presidencia.

Segundo, yendo a la pregunta: no tiene una respuesta fácil. Es difícil adivinar cuáles han sido los aprendizajes de Cartes luego de la presidencia o qué tipo de pactos planea construir. No tenemos hoy indicios para profetizar acerca de una segunda ola de modernización conservadora, ni siquiera sobre qué planea hacer Cartes contra sus enemigos políticos dentro del coloradismo o con sus rivales dentro de la élite económica. Sí sabemos que Cartes apuesta a un reafianzamiento de su posición internacional, esperando una reconstrucción de la derecha trumpista en los Estados Unidos y con la vuelta de la derecha al gobierno de Israel, país con el que Cartes tiene una importante cartera de negocios y con el que pretende establecer una sólida relación comercial. Más allá de eso, en términos prácticos, la estrategia es una incógnita.

Hoy en día, los esfuerzos de Cartes y del cartismo se concentran en lograr un «abrazo republicano» con el sector de Abdo, una tregua de cara a las elecciones. El discurso que emerge es que el coloradismo no puede perder las elecciones, amparados en que Efraín Alegre estuvo a noventa mil votos de ganar las elecciones de 2018, y que cualquier cosa es peor que el Partido Colorado fuera del gobierno. El cartismo se toma esto en serio porque en verdad el enfrentamiento entre Cartes y Efraín es a todo o nada: un gobierno de Efraín va a ser un gobierno donde todo el aparato estatal va a ir contra Cartes, desde el anticoloradismo hasta los sectores del coloradismo anticartistas. Si Peña triunfa, es probable que el sector cartista logre consolidar su posición de una forma excepcional para la historia reciente del Paraguay.

 

LF

Si bien parece que en Paraguay la hegemonía del Partido Colorado dentro de las derechas está consolidada, desde la elección anterior hemos visto cómo han emergido algunos intentos de desafiar al coloradismo desde la ultraderecha. En estas elecciones habrá más que probablemente dos candidaturas presidenciales que intentarán esa epopeya: una encabezada por el exarquero José Luís Chilavert y otra por el exsenador Paraguayo «Payo» Cubas. ¿Piensa que alguno de ellos podría llegar a tener éxito?

IGB

En el caso de Chilavert, todo indicia que sus aspiraciones no tienen ningún asidero real. En primer lugar, porque la gran mayoría de sus posiciones son directamente vergonzosas. Su apuesta radica en transformarse en una especie de «Milei paraguayo», y está intentando construir una agenda política ligada al libertarianismo. De hecho, fue Chilavert quién se encargó de financiar y traer a Milei al Paraguay. Si bien es real que Milei tiene algún tipo de llegada a algunos sectores de ultraderecha, no se lo asocia directamente con Chilavert, lo cual pulveriza sus posibilidades. No creo que alguien con un discurso netamente libertario pueda cuajar en la realidad actual del Paraguay.

Por otro lado, el fenómeno de Payo Cubas sí es digno de prestarle alguna atención. Como personaje, se destaca por su vocación disruptiva, aspecto por el que nadie logra entender a ciencia cierta su estrategia política. Más allá de eso, no parece tener un plan acerca de cómo lograr insertarse de forma sólida en el sistema político. Cubas fue expulsado del Senado por cometer repetidas faltas de respeto contra otros legisladores. Su expulsión no fue capitalizada de forma política, sino que fue el comienzo de otros traspiés, incluyendo un extraño conflicto interno que terminó con la denuncia del robo del dinero de un subsidio estatal. De momento, parece que la provocación es su única estrategia, y no parece haberle rendido demasiados frutos. Ahora bien, según algunas encuestas, alcanzaría un 10% de los votos, algo que sí sería una sorpresa y que lo convertiría en un actor político relevante.

La cuestión es si ese 10% tiene un asidero real o no. En Paraguay, como hemos dicho, las estructuras pesan, y Payo Cubas no tienen ninguna. Eso puede hacer que un 10% de intención de voto termine en menos de un 2% de los votos el día de la elección. En estas elecciones habrá dos disputas a las que estar atentos. Cubas toma posturas directamente antidemocráticas, creo yo, como parte de su estrategia de disrupción. Dice públicamente que quiere ser un dictador y que quiere establecer en Paraguay una dictadura como la franquista. A diferencia del caso de Chilavert, el tipo de discurso radicalmente antifeminista, excluyente y ultraconservador de Cubas puede llegar a tener algo más de éxito en cierta derecha recalcitrante.

 

LF

Déjame llevarte hacia la situación de la izquierda. En 2017, el Frente Guasú se convirtió en la tercera fuerza nacional y despertó bastantes expectativas en buena parte de la región. Hoy parece estar sumido en una crisis bastante profunda, y es probable que su base electoral se divida entre la candidatura de la Concertación Nacional y la de Euclides Acevedo. ¿Cuál es el estado actual de Frente Guasú y de lo que podemos llamar la izquierda paraguaya?

IGB

Yo creo que el Frente Guasú en la historia de la transición y quizás en toda la historia paraguaya es claramente la fuerza política más importante que logró la izquierda paraguaya alguna vez. Hoy cuenta con ocho senadores (seis propios del frente y dos que se sumaron luego de las elecciones). Si bien es verdad que, en términos generales, si sumamos todo lo que logró la izquierda en su período de división, anterior a la conformación del frente, vemos que en volumen no aumentó demasiado, sí ha logrado concentrar el voto de izquierda. Y concentrar es tan importante como sumar, o al menos así lo es en Paraguay.

Luego, es verdad que desde su conformación el Frente Guasú se encontró con una encrucijada, en la que la centralidad del liderazgo de Fernando Lugo atentó con la profundización de lo orgánico. Si bien Lugo sostuvo una retórica aperturista, en la práctica se termina consolidando un modelo en el que su poder de decisión sigue siendo fundamental. De ahí viene la debilidad del Frente, en una coyuntura marcada por la delicada situación de salud por la que está pasando Lugo, que lo quitó de la arena política y que plantea serias dudas sobre su posibilidad de volver.

Entonces, sin dudas, el Frente Guasú logró consolidarse como actor dentro de la izquierda. La cuestión central radica en si esa consolidación será suficiente en un escenario en el que ya no va a contar con el liderazgo de Lugo. A esto se debe sumar que hoy nos encontramos en un clima tremendamente adverso, en el que las narrativas de las derechas son preponderantes y en el que incluso las izquierdas caen en discursos antifeministas o que rechazan los reclamos de las diversidades sexuales y de género.

Yo me arriesgaría a decir que vamos a sufrir una merma en la representación progresista, tanto por una caída del Frente Guasú, como por otras listas más pequeñas que se reconocen como socialdemócratas, que tienen uno o dos parlamentarios, y que probablemente sufran de una caída peor que la del Frente Guasú. No es descabellado pensar que, en esta situación, el Frente Guasú puede llegar a perder la mitad de su representación parlamentaria actual.

Por otro lado, también es importante observar el balance de fuerzas dentro del Frente. Observemos, por ejemplo, el Partido Convergencia Popular Socialista o el Partido País Solario, que solo cuentan con un senador. Si pierden esa representación, ¿qué es lo que esos partidos ganan estando dentro del Frente Guasú? Una mala elección del Frente puede permitir que algunos de los partidos y movimientos que lo componen comiencen a cuestionar la utilidad de permanecer dentro de él. Esto es una cuestión muy problemática, y creo que la salida para la izquierda se encuentra en comenzar a pensar qué otro tipo de estrategias son posibles de cara a lo que vendrá luego de las elecciones de este año. Esto es: o bien apostar a consolidar al Frente Guasú como un espacio más unificado, o bien apostar a presentarlo como una plataforma algo más laxa de convergencias de diferentes fuerzas progresistas y de izquierda.

 

LF

En una de tus publicaciones proponías un recorrido de las diferentes experiencias de la izquierda paraguaya desde la década del 80 y mencionabas que el Frente Guasú logró superar el periodo de balcanización de la izquierda en Paraguay, pero que aún se encuentra lejos de conformarse como una plataforma política unificada e ideológicamente consistente. ¿Crees que se retrocedió en ese objetivo?

IGB

Sí. Hoy el Frente Guasú va a ir a las elecciones de 2023 partido en dos opciones. Una parte con la Concertación Nacional, donde el liberal Efraín Alegre será candidato a presidente, y la otra apoyando la candidatura de Euclides Acevedo. La cuestión es que una vez que se aceptó el hecho de que Lugo no iba a poder tener ningún tipo de participación en las elecciones, diferentes sectores del Frente comenzaron a disputarse el apoyo de Lugo en sus decisiones se seguir dentro de la Concertación Nacional o apostar por un camino alternativo.

Cabe decir que todos esperaban escuchar la opinión de Lugo, que debía darse luego de uno de sus viajes al exterior. En esos días, antes de hacer pública su postura de cara a las elecciones, sufrió un accidente cerebrovascular, y desde ese momento se encuentra internado en Buenos Aires. Eso generó un enorme desconcierto, y cada uno intentó hacer decir a Lugo lo que les convenía. Inclusive, las visitas a Lugo por distintos referentes son criticadas desde los demás sectores del Frente Guasú, que interpretan esos viajes a Buenos Aires como una forma de campaña desleal.

De cualquier manera, hay que ser claro: el grupo que hoy se reúne con Lugo es el que optó por salir de la Concertación Nacional. De hecho, Jorge Key, exvicepresidente de Lugo y médico personal, y otros como Sixto Pereira, que estuvo junto a Lugo desde la primera hora, salieron de la Concertación y se presentan a las elecciones junto con Euclides. ¿Cuál es la jugada política? El Frente Guasú entiende que no tuvieron demasiado espacio dentro del armado político de Efraín, que era claramente el candidato mejor posicionado para ganar la nominación presidencial una vez descartada la posibilidad de una vuelta de Fernando Luego. De forma clara, la apuesta actual del Frente no es ganar las elecciones, sino mejorar su posición política y negociar en la antesala de las elecciones, cuando la disputa electoral esté en el voto a voto y los apoyos se vuelvan políticamente más costosos.

 

LF

Quisiera hacerle una última pregunta: el sociólogo José Carlos Rodríguez escribió que la transición democrática en Paraguay consistió en una mutación de formas políticas, de dictadura a democracia, pero sin mutación de los actores políticos, ni del modelo económico ni del orden social. A 33 años de su caída, ¿cree que sigue vivo el stronismo?

IGB

Creo que el stornismo vive como reivindicación stronista. Es decir, subsiste como una narrativa de la derecha que está presente y que conforma la construcción del pasado que, para las derechas, siempre fue mejor. Ahora bien, como modelo —como proceso de modernización conservadora, como lo plantea la investigadora Lorena Soler— creo que está agotado históricamente. Y en ese sentido, tal vez sí es el cartismo el proyecto político que está intentando barajar de nuevo las cartas en el escenario político.

El stronismo, en sus más de treinta años de vigencia, transformó la fisionomía de la sociedad paraguaya y fueron los propios actores que emergieron bajo su sombra quienes promovieron su caída. Por ejemplo, todos los grandes jugadores del agronegocio fueron centrales en la caída del stronismo, porque entendían que ciertas políticas económicas les eran desfavorables. Recordemos que en ese momento la soja pagaba impuestos en Paraguay. Lo que quiero decir es que hubo un modelo de desarrollo que generó ciertos actores y sentó las bases para el modelo económico basado en el agronegocio pero que llegado un momento se convirtió en su propia negación, y en esa lógica social cayó el stronismo.

Es por eso que entiendo que el stronismo está presente, de alguna manera, tanto en el folklore de la derecha paraguaya, en el relato, como una coordenada de ubicación en un pasado histórico, pero que ya no tiene posibilidades de repetirse. Ahora bien, sí hay posibilidades de obturar el campo político, y en ese sentido creo que las derechas internacionales nos muestran que es posible desandar los caminos de la apertura democrática. La popularización de discursos antidemocráticos es un fenómeno que ocurre desde Brasil hasta Suecia. Y como sucede en otros lugares, también puede suceder en Paraguay. Y llegado el caso, poco importará si es stronista o no.

 

*IGNACIO GONZÁLEZ BOZZOLASCO: Sociólogo, doctor en ciencias sociales, investigador del CONACYT y docente de la Universidad Nacional de Asunción (Paraguay)

 

Fuente: Jacobin América Latina

 

 

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