La cuestión de la vía democrática al socialismo/ Ver- La izquierda griega necesita una alternativa a Syriza

 

25 ENERO 2023

Este escrito busca destacar aspectos centrales del Estado capitalista, del poder político y del aparato de Estado, con el fin de discutir las tesis de Nicos Poulantzas sobre una “vía democrática al socialismo”..Aquí no se pretende poner en cuestiónla pertinencia de que fuerzas de izquierda busquen triunfos electorales para alcanzar posiciones relevantes en el aparato de Estado como parte de sus luchas. El espíritu que lo anima es destacar los nudos a que se enfrentan tales experiencias, en un cuadro de debilidad de debates estratégicos en la izquierda regional y mundial.

El Estado capitalista1

El Estado es primordialmente relación social. Más precisamente el Estado es una condensación de relaciones de poder político y dominio entre clases sociales,las que participan en la conformación de imaginarios de comunidad. Determinadas por las primeras, también se imbrican en el Estado otras relaciones de dominio y opresión, como las de género y las étnicas.

El orden social se reproduce día con día con tendencias y resultados que no son consecuencias del azar, sino de una dinámica organizativa y de constitución de un orden en donde la violencia sistémica (Zizek, 2009)2inherente al Estado capitalista juega un papel primordial. La violencia en la relación estatal escapa a la simple buena o mala voluntad de los individuos. Es propia de la dinámica que constituye al -y desata el- capital. En el contexto de aquella violencia estatal, la relación capital/trabajo se reproduce de manera cotidiana, reproduciendo a su vez la explotación y el dominio de clases, lo que otorga a la vida en común organización y sentidos determinados.

Que el Estado sea burgués o capitalista implica destacar que su accionar crea y recrea las condiciones para que el capital se reproduzca y perpetúe la explotación y el dominio de clases y otros agrupamientos. La imagen de clases y sectores que manipulan al Estado al igual que un cocinero maneja un sartén, la llamada versión instrumentalistas, no deja de ser una caricatura. Ello sería necesario si el Estado capitalista no expresara los intereses de quienes dominan. Esa manipulación es innecesaria justamente porque el Estado capitalista es relación condensada de dominio y poder político burgués, y no “cosas”, como un “lugar” o un “centro” de ejercicio del poder,pero “sin poder propio”3.

Con toda propiedad se debe señalar el carácter burgués del Estado en tanto las relaciones sociales y políticas que lo constituyen ofrecen las condiciones para que capitales operen y se reproduzcan, apropiándose de trabajo ajeno. Que las relaciones de poder político permitan a la burguesía explotar, ello no significa que todo capital (o todo empresario) sobrevivirá bajo cualquier condición. El capitalismo es un sistema de competencias entre capitales, y en ese proceso muchos pueden ser debilitados e incluso destruidos. Pero desde el Estado, con su impronta clasista, las puertas seguirán abiertas para que persista la producción y reproducción de capitales, antiguos y nuevos, sobre la base de explotación y dominio.

Porque la explotación capitalista se debe realizar desde el imaginario de trabajadores libres, el Estado impide que la violencia hacia el trabajo la pueden ejercer directamente los miembros de las clases dominantes, sino aquel que monopoliza su ejercicio legítimo.En esas condiciones la clase burguesa y demás agrupamientos dominantes, en tanto clases, cuentan con garantías de protección de sus prerrogativas clasistas. Ello, como hemos indicado, no constituye un seguro para que capitalesy empresarios no sean eliminados en la competencia. La garantía estatal es para la clase, no para capitales individuales.

Afirmar que en el Estado capitalista prevalecen intereses de clases (y de etnias y géneros) no implica negar que éste puede expresar posiciones e intereses de otras clases sociales, distintas a las dominantes. Pero la discusión relevante en este sentido refiere más bien a si el actual Estado puede asumir cualquier interésde las clases dominadas. Aquí se sostiene que el Estado burgués/capitalista sólo puede asumiralgunos intereses de las clasesdominadas, aquellos que no ponen en cuestión los ejes que hacen viable un orden social en donde el dominio y la explotación capitalista son posibles. Esos ejesrefieren al poder político prevaleciente en el Estado.

Desde el Estado capitalista, e implementadas por el aparato, se impulsan políticas que se presentan como favorables a todas las clases sociales o al conjunto de la sociedad, lo que alimenta el imaginario de una entidad por encima de ellas. Promueve o realiza la recolección de basura, la iluminación y la pavimentación de calles, extiende las redes de distribución de agua potable, de electricidad, de transporte público y privado, de protección policial. Propicia políticas de salud y de vacunación a toda la población, estimula la educación, la creación de parques y áreas verdes, y un sin fin de otras acciones. No cabe duda que todo esto propicia mejores condiciones de vida para el conjunto de la población. Pero ello no impide constatar que tales medidas responden también a necesidades vitales del orden capitalista imperante, que reclama mano de obra con saberes mínimos y calificación, población sana para trabajar, que además no incremente los gastos estatales en salud pública, como hospitalizaciones y tratamientos por falta de vacunas, población asalariada que cuente con condiciones de traslado rápido y masivo desde los espacios dormitorios a los espacios de trabajo, etcétera.

El impulso a políticas y programas como los arriba señalados le ofrecen al capital y a las clases dominantes ventajas que justifican los gastos públicos en ellos, ya que les resuelven nuevas necesidades. En definitiva, desde el Estado burgués existe un amplio terreno de acciones que pueden tener consecuencias favorables para las distintas clases sociales y en particular para las clases dominadas. Pero dicho terreno tiene límites definidos. De ninguna manera, mientras persistan las relaciones de poder político y dominio imperantes, se podrán poner en marcha acciones que atenten contra las bases de la explotación capitalista y el dominio burgués.

El Estado burgués, por otra parte, no está para medir la temperatura de la lucha de clases,asumido como un simple termómetro, sino para incidir de manera incisiva y frontal en dicha lucha. Su constitución ya es expresión de poderes y capacidades abiertamente desiguales que favorecen a las clases que dominan. En otras palabras, el Estado burgués no es exterior a la lucha de clases, sino expresión del triunfo burgués en dicha lucha. Por ello, “bajo el Estado de derecho burgués la clase dominante llama paz a algo que no es sino la institucionalización de su violencia”. (Pérez Soto, 2018: 28).

Lo señalado obliga a que se reconsideren reflexiones sobre el Estado por parcelas, o por pedazos y no como totalidad. Ideas como las de salvar o recuperar algunas dimensiones o partes del actual Estado, es asumirlo como maquinaria, donde sus piezas o algunas de ellas pueden ser empleadas en un nuevo engranaje estatal.

Un proceso relevante en el análisis del Estado capitalista refiere a la particularidad de la relación entre la clase dominante por excelencia, la burguesía, y el proletariado, clase con vocación y potencial para sucederle en la dirección de la vida en común4, y cuyos proyectos en ese sentido se confrontan de manera radical con los imperantes. Esa particularidad plantea condiciones que no se hacen presentes en otros Estados y refiere a que el Estado burgués/capitalista no está en condiciones de expresar ni la fuerza ni los proyectos de organización de la vida en común de las clases dominadas y en particular los del proletariado, en tanto esta clase constituye la negación/superación del proyecto de organización burguesa de la vida en común.

Por ello el Estado burgués/ capitalista sólo puede acoger y asumir demandas de la clase antagónica, el proletariado, en tanto mantengan o profundicen su condición de clase dominada. Por ejemplo, jornadas de trabajo más reducidas, organizarse en sindicatos, elevación de salarios, instalar comedores en los lugares de trabajo, contar con equipos para el trabajo, y muchas otras. En todas estas reivindicaciones la clase antagónica no está discutiendo de inmediato su condición de clase dominada; a lo más está estableciendo condiciones para la venta de su fuerza de trabajo, no poner fin a esa venta. Está buscando que su explotación sea menos lesiva, no poner fin a la explotación.

Desde esta perspectiva afirmar que el Estado “constituye la condensación de una relación de fuerzas entre las diversas clases sociales”5 (Poulantzas, 1979:316) (Subrayados míos) es una formulación que conduce a equívocos si no se precisa que el Estado burgués condensa una relación de fuerzas desequilibradas y porque no se subraya que son más significativos los intereses del proletariado que no se pueden expresar en el Estado burgués, que los que alcanzan espacio allí, en tanto clase dominada. Por las mismas razones, no deja de ser erróneo señalar que “tomar el poder de Estado significa desarrollar una lucha de masas tal que modifique la relación de fuerzas internas en los aparatos de Estado, que son el campo estratégico de las luchas políticas”. (Poulantzas, 1979: 316)6. Por el contrario, el Estado burgués es expresión del triunfo burgués en las confrontaciones clasistas y mal podría asumirse a sus aparatos como una arena de lucha política apta para que el proletariado y sus aliados puedan desplegar sus intereses y su fuerza social.

No se trata de desvalorizar la lucha de los dominados por mejoras como las antes mencionadas y muchas más. Sólo se busca discutir la idea que el Estado capitalista puede expresar y asumir intereses de las clases dominadas de cualquier tipo. Lo señalado no significa desconocer que el capital realiza movimientos que favorecen las condiciones de lucha de las clases explotadas, como organizar la producción en torno a masivos contingentes obreros bajo un mismo techo, lo que permite a estos avizorar la significación del trabajo como actividad social o la conformación de sindicatos poderosos, o demandar mano de obra con mayores niveles educativos. Pero estas derivaciones favorables surgen en un contexto que ellas favorecen al capital, como incrementar el plusvalor, lo que lo lleva a buscar sostener la explotación y el dominio en nuevas condiciones7.

En sentido estricto, entonces, el Estado burgués no puede ser considerado un campo de batallas, y menos de luchas estratégicas8. Lo estratégico podría ser articular un nuevo poder y con ello un nuevo Estado, proletario por su carácter de clase, que exprese una nueva relación de fuerzas en la sociedad. Pero en ningún caso es posible considerar el actual Estado capitalista como espacio estratégico para el desarrollo y despliegue de las luchas populares. Por las mismas razones también es equivocado sostener que el Estado es “desgarrado” por las luchas populares9, sólo que alcanzar intereses no estratégicos, como mejores salarios, prestaciones sociales o derecho a sufragar, se interprete como tal.

Es posible que las luchas por el derecho a crear sindicatos, por el derecho a huelga, por votar y muchas más, se constituyan en los prolegómenos de futuras luchas que lleven al Estado a debilitarse y a su destrucción. Lo que se discute no es esa posible asociación, sino asumir sin más que el ganar derechos a sindicalizarse o a huelga constituyan “desgarramientos” del Estado, porque estos logros también pueden ser interpretados como procesos que fortalecen al Estado capitalista. Parte sustantiva del éxito de las políticas socialdemócratas europeas, y de terceras vías, con redituables beneficios para las clases dominantes, residieron en ofrecer mejoras en las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, no en alentar la discusión en contra del trabajo asalariado. Y no parece que dichos Estados resintieran los supuestos “desgarros”.

Fuera de periodos excepcionales, pre o revolucionarios, donde mucho queda en entredicho, pero particularmente el poder político, efectivamente el Estado burgués se presenta frente a los planteamientos estratégicos de los dominados, -referidos al fin de la explotación y el dominio -como una relación sin fisuras, es decir, sin fracturas, en tanto sustantiva relación de dominio10. Lo otro es asumir el Estado burgués como una entidad factible de ser “agujereada” por las luchas populares, y que se resquebraja de manera creciente frente a las nuevas luchas que irían ampliando esos boquetes. Desde tales supuestos tiene sentido llamar a concentrar esfuerzos para profundizar y ensanchar las grietas y que se “modifique la relación de fuerzas internas en los aparatos de Estado” (1979: 316).Así como la contradicción capital/trabajo no tiene solución en el capitalismo, la contradicción entre dominantes/dominados encarnada en el Estado capitalista, pero como triunfo de los dominantes, también es irresoluble en el capitalismo. Ambas contradicciones sólo alcanzan condiciones de solución justamente cuando el trabajo derrota al capital y se destruyen las relaciones de poder político y el Estado capitalista.

La fluidez de las relaciones de poder político

En tanto condensación de relaciones de poder y dominio el Estado capitalista presenta una enorme fluidez y movilidad. El poder político puede desplegarse o concentrarse en el sistema de dominación(Estado más sociedad civil) y en las instituciones del aparato de Estado según las circunstancias que se establecen enla lucha de clases. En condiciones de agudización de las luchas de las clases dominadas, el poder político puede replegarse y concentrarse en las instituciones de dicho aparato que se vean menos amenazadas y que cuentan con condiciones y atribuciones para operar como “corta fuegos” o “apaga fuegos” en la lucha de clases. En otras palabras, el poder político no se despliega como un reparto de cuotas fijas en el aparato de Estado y sus instituciones, como tampoco en el resto de instancias de la llamada sociedad civil, como iglesias, medios de comunicación o escuelas. La fuerza del poder político es móvil, y no se asienta de manera estable en las instituciones del aparato de Estado, sino que adecúa su despliegue a las exigencias que reclama la mantención del dominio del capital, de acuerdo a las circunstancias y condiciones que presente la lucha de clases.

Esta fluidez del poder político es una razón más para comprender las razones por las cuales poner fin al mismo reclama “rupturas políticas”. Los repliegues del poder político que las luchas populares pueden propiciar no significan el ingreso a un tobogán que conduce a su debilitamiento y a la derrota inexorable. El poder político en el capitalismo presenta, por el contrario, una gran capacidad de resiliencia, y los repliegues que pueden producirse tienden a ser parte de procesos de reordenamiento de las fuerzas dominantes para operar, si se requiere, a otro nivel, en donde el despliegue de mayores grados de violencia estatal visible tiende a hacerse presente, a fin de restaurar o reestructurar las relaciones de fuerza en la sociedad.11.

Frente a ofensivas populares, las clases dominantes despliegan contraofensivas que han tomado en América Latina la forma de agresivas dictaduras militares, golpes “blandos”, “guerras híbridas” y otras, con grados variados de agudización de la violencia visible. Estas contraofensivas se han desarrollado en condiciones donde el debilitamiento de la fuerza y poder de las clases dominantes se daba por descontado, por su repliegue y/o pérdida de posiciones en el aparato de Estado, como los cargos de dirección del poder Ejecutivo y muchos más en el Poder Legislativo, así como se daba por descontado el incremento de la fuerza y cohesión de sectores y clases dominadas. Pero en situaciones de agudización de los enfrentamientos clasistas la fuerza y poder de las clases asumen nuevas dimensiones, por lo que ambos bandos pueden contar con mayores recursos. De esta forma pueden acontecer repliegues de las clases dominantes, en particular, que constituyen pasos previos necesarios para el despliegue de una gran contraofensiva, donde se pueden reactivar -entre otros recursos- las reservas de violencia material presentes en instituciones del aparato de Estado, pero también otras reservas, como ha acontecido en América Latina en las últimas décadas, como las presentes en el Poder Judicial, en medios de comunicación y otras.

La historia política latinoamericana de las últimas décadas -con gobiernos populares y progresistas y grandes movilizaciones populares- ha sido interpretada en general como de grandes triunfos de las fuerzas populares y de izquierda (los “desgarros” al Estado señalados por Poulantzas) y de derrotas de las fuerzas burguesas y de derecha, interpretadas como profundas desarticulaciones del poder y del dominio. Todo parece indicar que los resultados hasta ahora están lejos de estas formulaciones triunfalistas. Esto rebasa el juicio sobre la buena o mala gestión de los gobiernos. Hay determinaciones que establecen límites al accionar de personeros y fuerzas políticas populares, actuando como enclaves en el seno del aparato estatal burgués.

Frente a las ofensivas populares encarnadas en grandes movilizaciones y triunfos electorales tenemos en América Latina la rápida rearticulación de las fuerzas de las clases dominantes, lo que provoca que los conflictos de la lucha de clases se desarrollen en niveles de mayor polarización, pero donde estas últimas han logrado alcanzar posiciones que les permite no solo afrontar aquellas embestidas populares, sino incluso retomar la iniciativa. La lógica de “suma cero” en materia de poder político, que asume que lo que pierde una clase lo gana la otra, que ha prevalecido en los análisis triunfalistas, parece necesario abandonarla. Igualmentelas formulaciones que destacan que lo que acontece es sólo un asunto de tiempo, ya que los sectores dominantes han perdido la capacidad de ganarse a la población o de hacer frente a las nuevas situaciones. Frente a poderosas movilizaciones populares y a derrotas electorales, el capital en América Latina, en poco más de dos décadas, ha mostrado una enrome capacidad de recuperación y de versatilidad para enfrentar la situación. El tiempo no está inexorablemente de parte de los intereses populares. Hay que crear un tiempo que opere en esa dirección.

Por de pronto no es para nada claro que operando desde el interior del Estado o del aparato de Estado, se pueda fisurar el poder político dominante. Todo parece indicar que el despliegue de fuerza social “organizada”y con perspectivas de ruptura, exterior al Estadoes ineludible. Un serio dilema estratégico es cómo hacer posible esa organización y articular el quehacer desde el aparato de Estado con la fuerza gestada desde el exterior del Estado.

Sobre el poder político

Las relaciones de poder político y de dominio refieren a la capacidad de las clases sociales para organizar la vida en común. Estas relaciones se centralizan en forma superior en el Estado capitalista. De las clases sociales presentes en el capitalismo no todas cuentan con el potencial de conformar proyectos de organización de la vida en común que se sustenten en tendencias presentes ese orden social. Sólo la burguesía y el proletariado cuentan con esa condición. No la tienen los terratenientes, el campesinado ni la pequeña burguesía en cualquiera de sus fracciones, propietarias o no propietarias de medios de producción.La burguesía pone en evidencia esa capacidad en la marcha del orden social existente. Frente a la creciente monopolización en la posesión de los medios de producción y la desnudez de dichos medios para el grueso de la población, el proletariado, en su desnudez absoluta está en condiciones de levantar un proyecto de sociedad donde la propiedad de dichos medios pase a ser social, base para buscar poner fin a la explotación, lo que reclamaría expropiar a un porcentaje ínfimo de la población12.

En relación a los intereses de las clases sociales es necesario distinguir a lo menos dos modalidades: unos, los estratégicos, que refieren a objetivos referidos a la organización de la vida en común. Los segundos intereses, que denominamos tácticos, permiten a las clases alcanzar mejores condiciones de fuerzas dentro de la condición de dominantes o dominadas. El que determinada clase social logre organizar la vida en común implica la capacidad de realizar sus intereses estratégicos, limitando o bien negando los intereses esenciales de otras clases sociales. En nuestro tiempo esa capacidad se expresa en que la vida en común se despliega bajo los designios del capital, es decir, desde los intereses estratégicos o esenciales de la burguesía.

Para las clases sociales alcanzar el poder político no implica atrapar algo, sino disponer de fuerza social necesaria en torno a proyectos que les permitan encabezar y dirigir la organización de la vida en común. El poder político es por tanto relación social de fuerza social, de proyectos, de mando y dirección de la vida en común.

Hablamos de poder político, y no de poder sin más, para referirnos a las relaciones de poder entre clases sociales, lo que nos permite diferenciarlo de otras formas de poder que operan en la vida en sociedad, como las relaciones médico/paciente, padre/hijo, confesor/penitente, maestro/alumno, entre las más relevantes, las que son coloreadas por la luz de las relaciones de poder político prevalecientes13.

Las relaciones de poder político se despliegan y operan en toda la sociedad y marcan al resto de relaciones. Sin embargo se condensan y centralizan en el Estado. Esta centralización es particularmente relevante en el Estado capitalista o burgués, en tanto el capitalismo emerge y se sostiene sobre la base de poderes sobre territorios acotados como Estado-nación14.

Dicha concentración y centralización es relativizada cuando se asume que instituciones como la familia, la escuela, las iglesias y los medios de comunicación conforman aparatos ideológicos de Estado, en una propuesta que confunde y traslapa Estado y sistema de dominación. No por extender las relaciones estatales se hace más poderoso al Estado. O, en sentido contrario, no por extender esas relaciones se lo hace más vulnerable, En el primer caso, tal como en la formulación de Michel Foucault, donde todo es poder, se pierden las coordenadas y las jerarquizaciones necesarias para definir una estrategia para enfrentarlo. En el segundo caso, porque permite suponer que cualquiera modificación en las extensiones y relaciones señaladas afectan al poder político propiamente. Pero ni el aula, ni el confesionario, ni el consultorio son espacios inherentes a las relaciones de poder político tal como lo hemos definido. Justamente, porque no son espacios específicos del poder político, las luchas de las clases dominadas cuentan con mejores condiciones para incidir y dejar su huella en ellos15

Hay más ruptura que continuidad entre los modos y formas de poder entre la llamada sociedad civil y el Estado. No conforman peldaños de una sola y misma escalera. Poulantzas parece entenderlo de otra manera cuando indica que “(…) (en) el aparato represivo de Estado, que constituye el núcleo central del Estado, (es) la clase o fracción hegemónica (la que) detenta en general el poder en ese aparato” (…). “El caso es diferente en cuanto a los aparatos ideológicos de Estado, los cuales constituyen, de hecho, los aparatos más susceptibles de concentrar, de manera eficaz, el poder de las clases y fracciones no hegemónicas. (…).Poder de otras clases y fracciones que, en el caso de estos aparatos, pueden incluso no ser aliadas de la clase hegemónica, sino en lucha radical contra ésta.” (Poulantzas, 1971: 364) (Subrayados míos).

Es factible que parte sustantiva de los planteamientos de Poulantzassobre el Estado como “campo estratégico de lucha”, o de los “desgarramientos del Estado” por la lucha de las clases dominadas16, sean expresiones que remiten a la impronta de las clases y sectores populares en los llamados aparatos ideológicos de Estado, es decir, -siguiendo la distinción aquí asumida-, en la sociedad civil y no propiamente en el Estado.

La centralización del poder político en el Estado capitalista otorga al poder de la burguesía una impronta singular. Puede producirse mucha fuerza social por parte de clases y sectores dominados en momento específicos que permitirán que el Estado burgués y sus relaciones de poder y dominio condensadas entren en crisis. Pero para ello es necesario que aquella fuerza social gestada cuente con dirección y se proyecte con sentido. Si aquella fuerza se extravía y/o dispersa por carecer de norte, por más amplia que sea, no logrará más que estremecer pero no destrabar y destruir los nudos del dominio, por lo que los problemas de dirección y sentido de las luchas sociales no constituyen asuntos menores en la tarea de poner fin al poder político prevaleciente17.

2.1. La singularidad de la relación poder político en el capitalismo

El proletariado es la primera clase antagónica en la historia humana que dispone de condiciones para conformar un proyecto de organización de la vida en común, el cual dispone de condiciones para sustituir el proyecto dominante. El proyecto del proletariado es la negación del actualmente vigente y su potencialidad deviene desde la propia dinámica de la organización de la vida en sociedad establecido por el capital18. Ni esclavos ni siervos, clases antagónicas de esclavistas y señores feudales,por ejemplo, contaron con esa posibilidad.

Esta es una razón que permite entender la imposibilidad de que en el Estado burgués convivan proyectos antagónicos, o que el poder político de burgueses y proletarios pudieran compartir una misma unidad estatal, aunque fuese temporalmente19.Entre los proyectos de la burguesía y del proletariado no hay posibilidades de compatibilizar la organización de la vida en común, porque cada uno constituye la negación del otro.Una y otra clase reclaman dirigir y comandar las relaciones sociales que les otorga la capacidad de organizar la vida en común.Desde esta perspectiva, el Estado burgués sólo puede asumir demandas secundarias o tácticas de los dominados y alcanzar por ello nuevas readecuaciones. Sólo en estos límites el Estado burgués o capitalista puede expresar intereses y objetivos de las clases dominadas.

El Estado capitalista expresa el triunfo de la burguesía en la lucha de clases, por lo queforma parte de uno de los polos de la contradicción que enfrenta a burgueses y proletarios. El Estado capitalista por tanto no es una contradicción abierta, y menos a cualquier solución. Es un error concebirlo como un campo privilegiado de las contradicciones de la lucha de clases20. El Estado burgués no tiene condiciones -ni es el mejor espacio- para expresar la fuerza de los dominados. La condensación de relaciones de poder y dominio que conforman al Estado no constituye una hoja en blanco donde clases dominantes y clases dominados pueden inscribir simultáneamente “sus” intereses.

El Estado burgués puede asumir intereses de clases dominadas no antagónicas. Allí se pueden mencionar los de franjas de la pequeña burguesía asalariada y de la pequeña burguesía propietaria, como también del campesinado. Permitir el ascenso económico de profesionales o de pequeños propietarios no altera lo fundamental del orden capitalista. Tampoco que los campesinos reciban apoyos para semillas o para canalizar agua a sus tierras.

2.2.El socialismo es posterior a la revolución política

A la no consideración de la particular condición antagónica que caracteriza a las revoluciones contra el capital, se suma, por otro lado, la extrapolación de experiencias del tránsito del feudalismo al capitalismo para reflexionar sobre el paso del capitalismo al socialismo.

En la sociedad feudal fue posible que emergieran y se extendieran relaciones sociales capitalistas. La reproducción de las relaciones sociales feudales reposaban en factores ideológicos y no económico/políticos como en el capitalismo. Por ello dichas relaciones se pueden debilitar y romper, por ejemplo, por exigencias de mayores excedentes, lo que hace posible que en su seno emerjan relaciones sociales de producción distintas. Los siervos, acosado por las demandas de mayores tributos por parte de los señores feudales, pueden escapar a los burgos y proletarizarse, al busca sobrevivir a cambio de un salario. Esto no acontece en el capitalismo, en donde por más que se agudicen las relaciones de explotación, nunca darán paso a la emergencia de relaciones sociales de producción distintas y mucho menos relaciones sociales socialistas. Sólo capital/trabajo surgirán de aquella agudización.

A su vez la burguesía es una clase que comienza a gestarse en el seno de la sociedad feudal, con el incremento del capitalismo mercantil y la emergencia de una fracción ligada a la producción agraria (Meiksins Wood, 2016). Dado cierto desarrollo social y económico de la burguesía,-y delas relaciones capitalistas y de poder político- es que esta clase se planteará la disputa por el poder político, dando paso a diversas vías de revoluciones burguesas, donde destacan la inglesa, francesa y alemana. (Marini, 1981/ Marini,1993).

El proletariado debe enfrentar las tareas de la revolución sin contar con un desarrollo previo de relaciones socialistas, y siendo la clase explotada y dominada por excelencia en el orden capitalista. El socialismo y sus relaciones, por tanto, no anteceden a las revoluciones proletarias. Los llamados a construir socialismo sin haber resuelto el asunto del poder político no dejan de ser distracciones e ilusiones que dispersan fuerzas y que sólo conducen a la frustración de los sectores populares.

2.3. Nuevos obstáculos para una vía democrática al socialismo.

Otra extrapolación subyacente en las propuestas de la vía democráticas al socialismo que deviene de las revoluciones burguesas refiere al hecho que al dominio de señores feudales y nobles en el feudalismo,le seguirá en el capitalismo el dominio de la burguesía, es decir, de otra clase que domina y explota, por lo que entre la antigua clase dominante y la nueva hay un gran espacio para acuerdos políticos y económicos. Eso es lo que hace posible que las revoluciones burguesas puedan ocurrir, primero, cuando ya la burguesía detenta un poder económico y político sustantivo y, segundo, que dicho proceso pueda ser pacífico.

Hasta el surgimiento del capitalismo, las antiguas clases dominantes podían establecer negociaciones con las nuevas clases que pasarían a detentar el poder político, en tanto no constituían clases antagónicas. Extender sin más esa situación de posible convivencia entre proyectos a la situación de ruptura del capitalismo, donde lo que prevalece ahora es el antagonismo y la negación entre las clases sociales que se enfrentan, conduce a equívocos muy serios en relación al Estado y el poder político y, por ende, a las particularidades de las revoluciones contra el capital. Aquí la tendencia es a que los enfrentamientos que pretendan rupturas del capitalismo desaten violencia desde las clases que detentan el poder, siendo la violencia legítima en el Estado y el aparato la que se viabilice inmediatamente. Por ello, sólo en condiciones excepcionales, como sería un avance sustantivo de la revolución y el socialismo en el sistema mundial, y de reflujo burgués, tenderían estas revoluciones a ser menos violentas e incluso pacíficas.

2.4. La conformación de un doble poder

El hecho que las demandas de clase que se orientan a poner fin a las relaciones sociales que hacen posible la explotación del capital y su dominio no pueden expresarse en el Estado burgués, por argumentos como los antes desarrollados, ello constituye una razón fundamental para comprender por qué -en momentos de agudización de la lucha de clases- la maduración de aquellas demandas estratégicas propician el surgimiento de formas proto-estatales, en tanto embriones de un poder político distinto, por fuera del Estado burgués o capitalista. El que ello ocurra no obedece a una voluntad que busca imponer sobre la realidad social un modelo, como sostiene Poulantzas. Es la propia dinámica de los enfrentamientos la que conduce a la conformación de un doble poder, ante la imposibilidad que al interior del actual Estado burgués el proletariado y demás clases explotadas y dominadas expresen y acumulen fuerzas estratégicas, es decir, con voluntad de asumir y darle una nueva dirección a la vida en común.

En la propuesta de Poulantzas ello se presenta como innecesario, evitable e imposible. En ese tenor señala:“pienso que, actualmente, no se puede repetir la Revolución de Octubre bajo una forma u otra. (…), me parece difícil que una situación clásica de doble poder se presente en Europa, debido precisamente al desarrollo del Estado, de su poder, de su integración a la vida social, en todos los campos, etc. Desarrollo y poder que al mismo tiempo lo hacen muy fuerte de cara a una situación de doble poder y muy débil también, pues el segundo poder (…), puede ahora presentarse también en el interior del Estado de algún modo; las rupturas pueden darse también en el interior del Estado, y esta es su debilidad” (Poulantzas, 1977:7). (Subrayados míos).

Es importante destacar que el rechazo a la idea de un germen de poder político exterior al Estado burgués no es impedimento para que Poulantzas asuma la idea de un doble poder, pero ahora al interior del Estado mismo21.Su formulación del Estado “atravesado de contradicciones”, constituye una especie de “segundo poder”, presente ahora “en el interior del Estado”(1977: 7). Las posiciones enfrentadas disputan tanto desde fuera como desde el interior del Estado burgués, y éste -al agudizarse los enfrentamientos-, se fractura, incluyendo a los aparatos armados. “Es así como ocurrió en Portugal”en la primera mitad de los años setenta,señala en 1977, como ejemplo histórico de estas fracturas, las que abrirían las puertas a la vía democrática al socialismo, con un papel significativo de las clases populares en propiciar aquellas(1977:6).

Sin embargo, un año antes, deja en claro que se refiere a fracturas en el paso de la dictadura militar a una forma democrática de Estado22. Ello es lo que en general se destaca en su análisis de la crisis de las dictaduras en Grecia, Portugal y España. Allí Poulantzas refiere a la fractura del Estado por una vía distinta a la del doble poder, pero referido al paso de las dictaduras militares a una forma de Estado democrático, Así señala que “(…) la experiencia probó, o prueba, que el derrocamiento de esos regímenes (dictaduras militares JO) y su reemplazo por regímenes burgueses (…) es posible también por otras vías que el levantamiento insurreccional masivo, general y frontal de las clases populares”. (Poulantzas, 1976: 98) (subrayados míos).

Lo que aparece como una ruta de ruptura entre formas de Estado capitalista (de dictadura militar a democracia parlamentaria), Poulantzas la convierte en su último libro(1979) en la vía posible para el paso del Estado burgués al socialismo. En esta apuesta teórica y política reposan asideros fundamentales de la nueva estrategia poulantzianaque darían viabilidad a la vía democrática al socialismo. Desde esta lógica sostiene que la “modificación de la relación de fuerzas en el seno del Estado concierne al conjunto de sus aparatos y de sus dispositivos (…) no sólo al Parlamento o, (…) a los aparatos de Estado, supuestamente detentadores del papel determinante en el Estado “actual”. Y prosigue: “Este proceso se extiende igualmente, y en primerísimo lugar, a los aparatos represivos del Estado (…): el ejército y la policía fundamentalmente”. “Es evidente -señala- que la modificación interna de la relación de fuerzas en los aparatos represivos plantea problemas particulares y, por tanto, temibles (..)”. Pero nos informa que “el caso de Portugal lo ha demostrado perfectamente, estos mismos aparatos están desgarrados por las luchas de las masas populares”. (Poulantzas, 1979: 317-318).

Insistamos, su asidero histórico lo constituye el caso de Portugal, que refiere al paso de la dictadura militar a un régimen democrático. No aparecen las mediaciones téoricas ni históricas para fundamentar que dichas fracturas ocurrirán también en el paso del Estado capitalista al socialismo, donde los antagonismos centrales competen a otras clases sociales y con contradicciones y dimensiones de otra naturaleza. A partir de esas consideraciones ya hemos señalado las limitaciones a que se enfrenta la idea de disputas estratégicas al interior del Estado, lo que incluye fracturas estratégicas de los aparatos armados23.

No ha sido simple contingencia o imitación la emergencia de otro poder político y el germen de otro Estado en las experiencias revolucionarias que se propusieron romper con las relaciones capitalistas. En la revolución rusa ese germen de otro poder tomó la forma de soviets, de consejos de obreros, campesinos y soldados. En la revolución china se expresó en el Ejército de Liberación Popular (ELP), que fue restando territorios, fuerza y consentimiento al régimen de Chiang Kai-schek, comenzando en el norte de China, para llegar al sur del país, en una Larga Marcha, donde repartió tierras, canceló deudas y redujo alquileres a su paso, lo que incrementó sus fuerzas, junto con resistir la invasión japonesa. (Anderson, 2010) (Marini, 1974: 90-91). En Cuba ese poder paralelo tomó la forma de guerrillas urbanas y del Ejército Rebelde, que de manera rápida golpearon y derrotaron en un acoso ascendente a las fuerzas militares del Estado cubano. (Bambirra, 1974).24

En la lucha de clases, como en cualquier dimensión de la vida en sociedad, operan determinaciones, históricas, temporales, pero determinaciones al fin y al cabo, que definen los espacios de acción de los sujetos sociales25. Algunas determinaciones, como las señaladas, reclaman mucha mayor fundamentación teórica e histórica que la ofrecida por Poulantzas (1979), para comprender la viabilidad de una vía democrática al socialismo.

**

Los autores que desde América Latina retomanlas propuestas de la “vía democrática al socialismo” bien harían en realizar algún balance de la experiencia del gobierno de Salvador Allende, y de los nudos políticos que esa experiencia puso de manifiesto26, y no repetir el silencio de Poulantzas. El golpe militar en Chile fue en septiembre de 1973 y la muerte del teórico greco-francés en octubre de 1979. En el interín Poulantzas publicó más de un libro y artículo y en ninguno abordó el proceso chileno, salvo notas a pie de página o de referencias de unas pocas líneas. Es sorprendente porque hasta la fecha del golpe militar Chile era considerado un modelo de democracia en América Latina, por lo que cumplía con criterios considerados por Poulantzas -división de poderes, sistema de partidos, cultura electoral, etc.-, para un tránsito pacífico y democrático al socialismo.

 

Este artículo es una versión reducida del publicado por el autor en la revista Argumentos. Estudios críticos de la sociedad, 98.. Disponible en https://argumentos.xoc.uam.mx/index.php/argumentos/article/view/1333

 

1. Discrepamos de autores como Hirsch (2017) que asumen que el concepto Estado se refiere exclusivamente al capitalismo, por la separación que establece entre dominio y explotación. Aquí asumimos Estado como la entidad que condensa relaciones de dominio y poder de clases, rasgo que está presente en otras sociedades clasistas en la historia. La separación señalada es una particularidad del Estado capitalista frente a otros Estados.

2Esta violencia, señala Zizek, ya no es atribuible a los individuos concretos y a sus “malvadas” intenciones, sino que es puramente “objetiva”, sistémica, anónima. (Zizek, 2009: 23).

3“(E)l Estado es el lugar de organización estratégico de la clase dominante en su relación con las clases dominadas. Es un lugar y un centro de ejercicio de poder, pero sin poseer poder propio”. (Poulantzas, 1979 :178). (Subrayado mío).No deja de extrañar lo señalado en estas líneas, porque contradicen la propuesta del Estado como relación. Aquí Poulantzas le termina dando un carácter espacial al Estado, como “lugar” y “centro”. Y cierra la frase con algo más desconcertante aún, indicando que el Estado no posee “poder propio”. Tal vez esto le sirve de apoyo para sus propuestas de un Estado que es “desgarrado” y donde posiciones de las clases dominadas encuentran lugar, asuntosque discutimos más adelante.

4 Que se señale al proletariado no implica desconocer que existen otras clases y sectores sociales dominados y explotados en la sociedad burguesa. Sólo se busca destacar que son los intereses de esta clase los únicos antagónicos al proyecto del capital y con condiciones de implementarse.

5 El señalamiento anterior oculta que el Estado ya es una correlación de fuerzas favorable a las clases dominantes, y opta por destacarlo como termómetro social que nos dirá como se mueve la fuerza de unas y otras clases, sin ventajas previas para unas y de desventajas para otras.

6 En lo señalado no aparece una distinción clara entre Estado y aparato de Estado, lo que no es un problema menor, como veremos más adelante.

7Esto pareciera coincidir con el señalamiento de Poulantzas que indica: “Todas las disposiciones adoptadas por el Estado capitalista, incluso las impuestas por las masas populares, se insertan finalmente, a la larga, en una estrategia a favor del capital, o compatible con su reproducción ampliada”. (Poulantzas, 1979 : 225). (Subrayado mío). Pero lo señalado se contrapone con otras propuestas centrales que desarrolla este autor y que veremos de inmediato.

8Desde ahora, señala Poulantzas, “tomar el poder de Estado significa desarrollar una lucha de masas tal que modifique la relación de fuerzas internas en los aparatos del Estado, que son campo estratégico de las luchas políticas”. (Poulantzas,1979: 316). (Subrayado míos).

9“(H)oy menos que nunca (el Estado) no es una torre de marfil aislada de las masas populares. Sus luchas desgarran al Estado permanentemente (…)”. (Poulantzas, 1979 :315). (Subrayado mío).

10“(…) las contradicciones de clase atraviesan siempre, de lado a lado, el Estado porque éste, por su naturaleza de clases, reproduce en su seno mismo esas contradicciones. (…) eso significa que las contradicciones de clase se expresansiempre, y de manera específica, como contradicciones internas del Estado, el cual no es nunca, ni puede ser, un bloque monolítico sin fisuras”. (Poulantzas, 1976: 92).Estos temas los volvemos a retomar más adelante.

11Es en este contexto por donde se deben valorar, por ejemplo, las masivas y combativas movilizaciones populares que regularmente atraviesan a sociedades en nuestra región.El repliegue que pueden provocar en los sectores dominantes y en el Estado no puede ser leído desde la aritmética simple que presenta Poulantzas, como empoderamiento de unos y debilitamientos de otros. Lo mismo puede señalarse respecto a los triunfos electorales de fuerzas de izquierda o progresistas en la historia reciente de América Latina.

12 Las consideraciones de los tropiezos de experiencias que han buscado caminar en tal dirección rebasan con mucho lo posible de desarrollar aquí.

13Las relaciones patriarcales hombre/mujer constituyen la forma de relación de opresión más significativa en el capitalismo. A ella se debe agregar las relaciones étnicas. Ambas se interrelacionan y articulan con las relaciones de clases sociales en el poder político capitalista.

14Tendencia que no desaparece ni se debilita con la conformación de un sistema mundial capitalista. Para la relación entre ambos espacios, véase (Osorio, 2017).

15 La relación entre Estado y sociedad civil y sus consecuencias políticas las he tratado más ampliamente en (Osorio, 2004).

16 Es a estas clases, al parecer, a las que se refiere Poulantzas cuando señala que los aparatos ideológicos de Estado pueden incluso operar como “refugio” privilegiado de clases “en lucha radical “contra la clase hegemónica.

17En esta lógica y en relación a las grandes movilizaciones de 2011 en Grecia y de la crisis de dominación que se generó, StathisKouvalekis señala que ellas “no tuvieron éxito (…) (en) sintetizar (sus) ideas en función de un proyecto alternativo (…)”. Y agrega: “el problema decisivo fue que no contó con un marco organizativo (…) capaz de elevar la lucha popular a otro nivel”. (Kouvelakis, 2021).

18Por ejemplo, en el capitalismo se acentúa la concentración de medios de producción y el despojo de los mismos para el grueso de la población. Con ello es factible crear un nuevo orden social basado en la propiedad social, ya que es a un reducido porcentaje de la población a la que se deberá expropiar.

19Lo anterior va en dirección contraria a formulaciones que señalan: “Este largo proceso de toma del poder en una vía democrática al socialismo consiste, esencialmente, en desarrollar, reforzar, coordinar y dirigir los centros de resistencia difusos de que las masas siempre disponen en el seno de las redes estatales, creando y desarrollando otros nuevos, de tal forma que estos centros se conviertan, en el terreno estratégico que es el Estado, en los centros efectivos del poder real”. (Poulantzas,1979:316). (Subrayados mío).

20 “La vía democrática al socialismo es un largo proceso en el cual la lucha de las masas populares no apunta a la creación de un doble poder efectivo, paralelo y exterior al Estado, sino que se aplica a las contradicciones internas del Estado”.(Poulantzas, 1979 : 315)

21Ya hemos criticado la idea de que al interior del Estado burgués se puedan hacerse presente proyectos de clases del proletariado.

22Así indica que en el derrocamiento de la dictadura militar en Portugal “tampoco se trató (…) de un empalme del proceso de democratización y de un proceso de transición al socialismo y de liberación nacional”. (Poulantzas, 1976: 73). (Subrayados míos).

23Aquí no se discute la idea que es posible que miembros de las Fuerzas Armadas y del Orden o Policía, se pasen al bando popular. Pero parece una apuesta muy cara dar por sentado que escuadrones, regimientos uotros cuerpos armados pasen por completo al campo popular en tiempos de agudización de los enfrentamientos.

24Bajo esa nueva relación de fuerzas en Cuba sigue un periodo en que “el aparato de Estado fue disputado palmo a palmo y conquistado a través de medidas tales como la creación de los tribunales militares y el reemplazo de Miró Cardona por Fidel Castro al frente del gobierno”;también “a través de las milicias armadas campesinas y obreras, (…), se continuó la incorporación y organización de masas cada vez más amplias de obreros y campesinos al eje del poder revolucionario” , lo que permite que “el gobierno apoyado en las masas organizadas y armadas desplac(e) progresivamente la presencia burguesa e imperialista del aparato de Estado”.( Marini, 1974: 12).

25De manera generalizada se asume “determinación” como “determinismo”. Determinar es fijar los límites de lo posible, donde pueden suceder muchas cosas, pero no cualquier cosa. En tanto en el determinismo sólo hay una y nada más que una posibilidad. Véase (Pérez Soto, 2008 :126).

26Véase un balance de la estrategia de la Unidad Popular, más allá de la coyuntura aquí reseñada, en “Dos estrategias en el proceso chileno”, (Marini, 1976).

*Jaime Osorio es profesor/investigador en la UAM-Xochimilco, México.

Tomado de: Viento Sur

__________________________________________________________________________________

La izquierda griega necesita una alternativa a Syriza

La capitulación de Syriza ante la troika en 2015 sigue pesando sobre la izquierda radical griega. Ante las elecciones generales que se avecinan, necesita salir de su estancamiento y crear una alternativa real al régimen de austeridad permanente del país.

La izquierda griega necesita una alternativa a Syriza

Visitas: 3

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Follow by Email