Olmedo Beluche* – Ernesto Che Guevara

Hace cincuenta años caía abatido, en una escuela de un pueblito lejano en los campos de
Bolivia, Ernesto “Che Guevara, revolucionario argentino, cubano, boliviano, congolés,
latinoamericano, vocero de los pueblos oprimidos del mundo, que todos estos gentilicios se
hicieron carne en el internacionalista más consecuente que haya nacido.

No había cumplido yo los diez años, pero ya sabía de su existencia. Por supuesto, no
comprendía a cabalidad lo que estaba en juego, pero ese sentido de solidaridad y de justicia,
que es natural en los niños de esa edad, antes que lo destruya la socialización y la moral
individualista del capitalismo, me movía a la admiración por el Che. Tal vez por eso, recuerdo
que, ante la pregunta trillada (“¿Qué quieres ser cuando seas grande?”) de una tía, un poquito
pesada y bastante gringuera, orondo le respondí: “quiero ser guerrillero”. Hasta hoy no olvido
su cara de desagrado.

Estoy casi seguro que la noticia de su muerte me la dio mi padre, cuya confirmación debió
escucharla por Radio Habana Cuba, la que ponía a diario en un tono bajito, como cientos de
miles de latinoamericanos por aquella época.

Cincuenta años después, sus palabras retumban en mi mente:
“En cualquier lugar que nos
sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya

llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y

otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo
de ametralladoras y
nuevos gritos de guerra y de victoria.”

Che, tu grito de guerra llegó, no a uno, sino a millones de oídos receptivos. Y aunque la lucha
no siempre discurrió por los caminos que previste, y adquirió nuevas formas, tu ejemplo
cunde, inspira y vive en todos aquellos que día a día luchan por un mundo mejor, sin
explotación, ni opresión, ni miseria capitalista. Un mundo donde todos los seres humanos
seamos realmente hermanos.

En este aniversario de tu muerte, conociendo tu verticalidad moral, estoy seguro que
repudiarías un panegírico pomposo y vacío, reducido a formales alabanzas. Creo que
preferirías que usemos la fecha para algo más productivo y útil, que pueda transformarse en
“armas” políticas y armas reales para continuar la lucha en la que no cejaste hasta ese aciago
día de octubre.

Hagámoslo: ¿Qué de la vida y el pensamiento del Che Guevara es útil a los jóvenes de
edad y corazón que luchan a inicios del siglo XXI por “otro mundo posible”?

Algunos dirán, los más negativos, que la América Latina y el mundo de hoy tienen poco en
común con los tiempos que le tocó vivir al Che. Que desapareció la URSS y el “campo
socialista”; que el Vietnam que tanto admiró ahora vuelve al capitalismo y es amigo de
Estados Unidos; que la Cuba socialista y revolucionaria, a la que dedicó lo mejor de su vida,

apenas se sostiene en su ostracismo; que la guerra de guerrillas fracasó allí donde se
implementó.

Y todo esto es en parte cierto, pero también es en esencia falso. Porque habiendo cambiado
las formas en que la lucha de clases se presenta en el mundo, el meollo del problema sigue
siendo la misma que señaló el Che:

“En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del

capitalismo, y que hay que bati
rlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de
esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los

explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperiali
smo:
nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos

y a donde exportan nuevos capitales
instrumentos de dominación, armas y toda clase de artículos,
sumiéndonos en una dependencia absoluta.

El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los
pueblos; liberación que se producirá; a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que
tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una Revolución Socialista.

Al enfocar la destrucción del imperialismo
, hay que identificar a su cabeza, la que no es otra que
los Estados Unidos de Norteamérica.

Todo lo descrito en estos párrafos del Mensaje a la Tricontinental (abril-mayo de 1967)
no sólo sigue siendo plenamente vigente, sino que la globalización neoliberal lo ha
potenciado al máximo. El saqueo del mundo y la naturaleza por parte del imperialismo llegan
al paroxismo; la polarización de la riqueza de un lado minoritario y de la miseria en un grado
creciente de la humanidad; la guerra como método de rapiña (ahora no es Vietnam, pero están
Irak o Afganistán); la amenaza de una guerra nuclear contra Irán; los sufrimientos indecibles
y el valor estoico de los palestinos; la imposición de los mismos planes económicos
neoliberales, fotocopiados desde Washington en todos lados; el gobierno norteamericano
como cabeza del imperialismo global.

El mundo de hoy, cada vez más sumido en una misma opresión, requieren una actitud de
lucha internacionalista y solidaria como la que practicó el Che, quien así no lo vea y crea que
puede salvarse solo, que se ilusione pensando que su nación puede evadirse sola, está perdido,
porque no ha entendido nada.

“Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las
causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis
de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común los ejercita (…) Todos los días
hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos
concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización…” (El socialismo y el hombre
en Cuba).

Hoy, como ayer, el problema central para la supervivencia del género humano, es el
imperialismo. ¿Cómo enfrentarlo? El Che proponía repetir por doquier el ejemplo del heroico
pueblo vietnamita. “Crear dos, tres, muchos Vietnam, es la consigna”. Hoy podríamos

decir, crear dos tres Iraqs, o, por qué no, Venezuelas o Bolivias, ya que las formas de las
luchas son variadas y cada pueblo la hace a su manera y en las condiciones que le toca:

“¡C
ómo podríamos mirar el futuro luminoso y cercano, si dos, tres, muchos VietNam
florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus
tragedias inmensas, con
su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que

entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos

del mundo!”

Todo lo que pueda haber de retroceso en la lucha por la liberación de los pueblos respecto a
los años sesenta también fue atisbado por el Che. Es conocida su profunda repulsa y
desconfianza por los burócratas del Kremlin, quienes, en nombre del socialismo,
usufructuaban privilegios y negociaban con el imperialismo las luchas de liberación de los
pueblos, como quien intercambia figuritas. Ahora esos mismos burócratas ya no hablan de
socialismo (¡mejor!) y son prósperos capitalistas que se han robado (privatizado) las
industrias de sus pueblos. Por algo en su mochila en Bolivia encontraron un libro de Trotsky.

En el Mensaje a la Tricontinental denunció directamente la política de la URSS y China de
dejar solo al pueblo de Vietnam:

“El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y
repartidos por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que
en el momento de definición vacilaron en hacer de Viet-Nam parte inviolable del territorio
socialista, corriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también
obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que
mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los
representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.

Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el Viet-Nam, haciendo
equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna?

Y, ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo! Y qué lección
para el mundo entraña esa lucha.”

En Argelia en 1965, criticó directamente la política comercial de la URSS:

“El desarrollo de los países que han tomado el camino de la libertad debe ser apoyado por
los países socialistas; esta es mi profunda convicción.

¿Cómo puede ser considerado de beneficio mutuo vender a los precios del mercado mundial
las materias primas que ha costado sudor y sufrimiento a las masas de los países atrasados
y comprar a los precios del mercado mundial las máquinas producidas por las grandes
plantas automatizadas de hoy en día?

Es obligación de los países socialistas terminar esta tácita complicidad con los países
explotadores del Oeste”.

Respecto al carácter y la dinámica de los procesos de liberación de los países oprimidos, el
Che respondió a los reformistas de ayer y hoy, a los “comunistas” estalinistas que sostenía la
“teoría de la revolución por etapas”, según la cual nuestros pueblos repetirán el camino de
Estados Unidos y Europa de un “desarrollo” capitalista dirigido por una “burguesía
progresista”, el Che señaló muy claramente, en un párrafo muy semejante lo dicho por
Trostky:

“Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al

imperialismo
si alguna vez la tuvieron y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios
que hacer:
o revolución socialista o caricatura de revolución.”
La misma convocatoria por parte del Che, y de la dirigencia cubana, encabezada por Fidel,
a la conformación de la Tricontinental y posteriormente, la Organización
Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), fue el intento, lastimosamente no repetido ni
continuado, de conformar una Internacional revolucionaria, en momentos en que los
burócratas de Moscú habían disuelto la III Internacional, fundada por Lenin y Trotsky. Hoy
habría que retomar esa idea.

El Che siempre tuvo una clara convicción “bolivariana” de la liberación de nuestro
continente, es su faceta más conocida, porque no sólo la teorizó, sino que la llevó a la práctica,
hasta las últimas consecuencias:

“Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo será? Hemos
sostenido desde hace tiempo que, dadas sus características similares, la lucha en América
adquirirá, en su momento, dimensiones continentales. Será escenario de muchas grandes
batallas dadas por la humanidad para su liberación.”

¿Podemos criticar al Che? ¿Hay algo en lo que estaríamos en desacuerdo con él? La
hipocresía y la adulación seguramente son características que él repudiaba, así que mejor
discutamos de frente las diferencias, como al le habría gustado, como deben hacer los
revolucionarios.

A nuestro modesto juicio, la parte más débil de los aportes del Che fue su teoría del foco
guerrillero. No porque haya que descartar para nada la realidad de que las revoluciones son
sangrientas, ni que creamos la ficción de que el fantasma de la guerra civil esté descartado
de nuestro futuro, ni creamos aquellos cuentos de que el “mundo cambió” y la historia se
estancó en la democracia liberal (burguesa).

La violencia es partera de la historia, y los acontecimientos en Venezuela y Bolivia indican
que ella sigue allí, acechando, pese a los triunfos electorales de los sectores progresistas.

El problema es otro. De los escritos del Che se aprecia un claro unilateralismo en cuanto
a los métodos de la lucha revolucionaria, la guerra de guerrillas. Hay también una
exaltación un poco exagerada del campesinado latinoamericano y sus posibilidades
revolucionarias. Esto en un momento en que, a partir de mediados del siglo XX,
Latinoamérica dejaba su pasado rural y latifundista, por una industrialización sustitutiva, con

crecimiento urbano cada vez mayor, y un peso creciente de la clase obrera compuesta por
millones de personas, con sus propios métodos de lucha y organización.

Tal vez por esto los procesos revolucionarios en curso en el continente, y sus vanguardias
más representativas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) discurren por un camino un tanto distinto
a lo preconizado por el Che.

La guerra de guerrillas tuvo cierto éxito allí donde se combinó con insurrecciones
urbanas, como en la misma Cuba, Nicaragua, El Salvador. El caso de las FARC de Colombia
es diferente y merece un estudio particular, pero indudablemente constituye una excepción
en el continente.

Finalmente, sin haberlo dicho todo, ni pretender haber abarcado una reflexión sobre la que
hay tanto que decir y tantos tienen algo que decir, culmino señalando que el Che Guevara,
desde mi perspectiva, es la encarnación del revolucionario al que todos debemos procurar
imitar porque encarnó la moral nueva de la que debe nutrirse quien aspire a luchar por un
mundo mejor. Por eso lo respetan a sus más acérrimos enemigos.

Para retratarlo como era, qué mejor que su carta de despedida a sus hijos, que también lo
somos quienes procuramos (así sea un poquito) seguir su ejemplo (creo no haber leído nada
más conmovedor en mi vida):

“A mis hijos

Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:

Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre Uds.

Casi no se acordarán de mé y los más chiquitos no recordarán nada.

Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus
convicciones.

Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica
que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que
cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo
más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.
Es la cualidad más linda de un revolucionario.

Hasta siempre, hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo,

Papá”.

Bibliografía:
1.
Gallardo, Helio. Vigencia y mito de Ernesto Ché Guevara. Colección Luciérnaga.
Editorial Universidad de Costa Rica, 1997.

2.
Guevara, Ernesto Che. Mensaje a la Tricontinental. Ediciones Ruedo Ibérico.
3.
Moreno, Nahuel. Che Guevara. Héroe y mártir de la revolución. Colección
Personajes del Socialismo. Ediciones UNIOS
*Olmedo Beluche, docente universitario, panameño

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