Los mercados no son «libres» sino planificados para obtener ganancias. Entrevista a Grace Blakeley

El neoliberalismo nunca consistió en reducir el Estado para liberar los mercados y aumentar la libertad humana. En su nuevo libro, Vulture Capitalism, Grace Blakeley sostiene que el neoliberalismo siempre ha tratado de ejercer el poder del Estado para maximizar los beneficios de los ricos.

El siglo XXI ha demostrado ser altamente inestable. El actual colapso climático, el 11-S, la crisis financiera de 2008, la pandemia del coronavirus y el empeoramiento de la desigualdad de ingresos han contribuido a que los más jóvenes tengan la sensación de que algo va fundamentalmente mal en la sociedad y, en consecuencia, a que vean con malos ojos su estructura político-económica: el capitalismo.

A pesar del descontento generacional, el capitalismo es una fuerza económica adaptativa y regenerativa, y los intereses privados no entregarán voluntariamente los medios de producción al público. Es necesaria la organización de masas. Para ello, construir un poder colectivo contra el capitalismo requiere apelar a personas cuya angustia no suscita inmediatamente una articulación anticapitalista. Por lo tanto, es importante que los críticos del capitalismo estén armados con una perspectiva global y basada en hechos. No podemos limitarnos a apelar a la moralidad; debemos comprender realmente nuestro sistema actual para poder destruir los mitos en los que se basa para conservarse y mostrarnos mutuamente que otro mundo es posible.

Vulture Capitalism: Corporate Crimes, Backdoor Bailouts, and the Death of Freedom, un nuevo libro de la autora británica y frecuente colaboradora de Jacobin Grace Blakeley, es una polémica sofisticada y accesible contra el capitalismo. Blakeley comunica en términos claros las formas en que nuestro orden económico depende de un barniz de democracia y competencia con el fin de enmascarar su verdadero objetivo: la consolidación del poder y los recursos para las empresas, los políticos y los agentes de poder de la clase dominante. El libro explica con gran detalle cómo el capitalismo crea sus propias crisis e impide el florecimiento individual y colectivo, y cómo podría lograrse un sistema económico más igualitario.

Blakeley se reunió con Chandler Dandridge, colaborador de Jacobin, para hablar sobre el capitalismo buitre. Su conversación abordó los mitos del neoliberalismo, el valor de la representación socialista en un Estado capitalista, el papel de la planificación en un capitalismo supuestamente de libre mercado y cómo los socialistas podrían ver el concepto de libertad.

CD

Escribes que uno de los mayores mitos neoliberales es su afirmación de que quieren «reducir el Estado», cuando en realidad su objetivo es «apoderarse de él y luego encargarse de él». ¿Cómo ha servido este mito al proyecto neoliberal?

GB

No sólo al proyecto neoliberal. También sirvió al proyecto keynesiano. La política en la mayor parte del mundo rico se asentó en esta división entre un keynesianismo de izquierdas y un neoliberalismo de derechas, con estos afloramientos populistas de derechas surgiendo también por detrás. Pero esta división en el frente económico entre «¿Deberíamos tener mercados más libres o un Estado más grande?» sentó los términos del debate en política desde hace al menos un siglo.

Durante este cambio hacia el keynesianismo, entre los socialistas hubo todas estas discusiones sobre revolución o reformismo: ¿Debería la izquierda intentar trabajar junto a los liberales para impulsar reformas en el Parlamento y otros lugares dentro del Estado? ¿O deberían mantener una orientación radical revolucionaria hacia el Estado?

En el Reino Unido, el Partido Laborista independiente se alineó con los liberales, apoyados por los sindicatos, y decidieron trabajar dentro del Estado para intentar impulsar reformas que beneficiaran a los trabajadores. En muchos sentidos, eso tenía sentido en aquel momento, dada la situación del movimiento sindical y el tipo de reformas de las que hablábamos, algunas de las cuales no eran más que reformas liberales en torno al voto y los derechos humanos.

Pero como existía este compromiso entre liberales y socialistas, la corriente principal de política y pensamiento a partir de los años 40 se convirtió en un modelo socialdemócrata básicamente de «¿Cómo podemos ampliar las cosas que el Estado está haciendo por la gente?». Ahora bien, obviamente había una franja radical en la izquierda que se mantuvo y se hizo mucho más fuerte en la década de 1970, que abogaba por una democratización más profunda de la política y la economía. Pero en realidad el punto de partida era: ¿Cómo hacer que el Estado haga más cosas?

Mucha gente que normalmente habría simpatizado con la izquierda, desde una perspectiva libertaria, acabó acercándose a los neoliberales porque tenía la sensación de que el poder del Estado crecía y crecía y se volvía cada vez más represivo. Esto ocurría en un contexto, y sigue ocurriendo, en el que las interacciones de la mayoría de la gente con el Estado no son agradables. El punto de vista neoliberal consistía en decir: «Estamos a favor de la libertad, queremos impedir que el Estado te obligue a hacer cosas, queremos ampliar el ámbito del mercado, del comercio, del espíritu empresarial, de la creatividad».

Ese mensaje se presenta como realmente radical y revolucionario en los años 80, y funciona. Llega a un núcleo demográfico de votantes de clase media-baja que tiene aspiraciones y no encuentra buenas connotaciones cuando se trata del ejercicio del poder del Estado.

Lo que analizo en el libro es cómo esto siempre fue una mentira. El objetivo nunca fue reducir el Estado y ampliar la libertad humana. Se trataba de ampliar la libertad de una clase muy concreta de personas. Este libro examina el hecho de que para el neoliberalismo el objeteivo pasaba por ampliar el poder de las empresas y, en muchos sentidos, también el poder del Estado. La famosa frase de Andrew Gamble era que [Margaret] Thatcher quería crear una economía libre y un Estado fuerte. En realidad, quería crear una economía oligárquica y un Estado fuerte para imponerla. Pero esta línea de que todo se trataba de la libertad era realmente poderosa, y sigue siéndolo.

CD

En tanto socialistas, ¿cómo podemos romper esta división entre Estado y mercado?

GB 

Es difícil imaginar la posibilidad de crear instituciones grandes y poderosas dentro de una economía capitalista. Tenemos que considerar este sistema como una totalidad. Tenemos que entender que el funcionamiento de cualquier institución dentro de una sociedad capitalista va a estar influenciado y moldeado por el equilibrio del poder de clase, que en una sociedad capitalista siempre va a estar inclinado a favor del capital y de las personas que poseen y gobiernan los medios de producción.

El argumento del libro es que debemos dejar de aceptar esta división entre Estado y mercado y, de hecho, empezar a pensar en toda la política socialista en términos de cambio de poder. No en el sentido anarquista de «no mires al Estado o no mires a la empresa» sino en el de que no pienses que puedes controlar una institución y utilizarla para cambiar las cosas.

Piensa en cómo cambiar el equilibrio de poder dentro de la sociedad para cambiar el funcionamiento de las instituciones políticas y sociales, para cambiar la política o cambiar las condiciones de trabajo. En cierto modo, se trata de utilizar estrategias similares. Seguimos queriendo una política progresista. Seguimos queriendo organizarnos en las empresas. Seguimos queriendo organizarnos en las cadenas de suministro. Pero la orientación es cambiar el equilibrio de poder.

Por esa razón, incluyo todos estos ejemplos de organización comunitaria y experimentos de base en la planificación democrática. Tanto porque pueden conseguir beneficios reales dentro del sistema tal y como está, como porque la base ideológica central del neoliberalismo es esta idea del Homo economicus: el sujeto individual racional, maximizador de la utilidad, que no se organiza con otras personas para exigir aumentos salariales, que realmente no participa en política como lucha distributiva, sino que simplemente consume política como consumidor en lugar de como ciudadano.

Construir el poder colectivo desde la base es una forma de empezar a socavar ese tipo de subjetividades y facilitar la aparición de nuevas subjetividades que faciliten la construcción del poder al tiempo que permiten a la gente ver a través del sistema.

CD

Uno de los principales mitos es que en una economía capitalista no hay planificación, que el mercado dicta todas las acciones. ¿Podría explicarnos cómo se planifica, por ejemplo, en los grandes bancos y en el sector financiero?

GB

Utilizo algunas ideas de la teoría monetaria moderna y de la economía heterodoxa que muestran que los bancos son instituciones privadas capaces de crear dinero ex nihilo, como dicen los economistas, es decir, de la nada. Es extraordinario que una institución privada de una economía capitalista tenga tanto poder para determinar la asignación del crédito.

Los economistas convencionales dirían: «Bueno, los bancos prestan a aquellas empresas que les proporcionarán los mayores beneficios». Por lo tanto, si un banco concediera préstamos a una institución que obtuviera rendimientos inferiores a la media del mercado, ese banco quebraría y surgiría un nuevo banco que concediera préstamos a las empresas que obtuvieran más beneficios. El problema es que las economías no son sistemas simples que se puedan modelizar con las matemáticas básicas. Son sistemas complejos en los que muchas variables están interrelacionadas.

Las finanzas son una de esas variables: el acceso al crédito es parte de lo que determina si una empresa será rentable o no. Si un inversor dice: «Creo que esta empresa va a ser rentable», la expectativa del inversor de que la empresa va a ser rentable determina si lo es o no. De este modo se crean circuitos de retroalimentación positiva que recompensan ciertos tipos de relaciones.

Mucho de esto se reduce a las relaciones. Como inversor, perteneces a una clase determinada y esperas que le presten a gente como tú. En un mundo de poder empresarial concentrado, los inversores mantienen estrechas relaciones con los ejecutivos de las mayores empresas de la economía a las que probablemente se les vaya a prestar. Tal vez el brazo inversor de su banco esté literalmente invertido en esas empresas.

Estas relaciones acaban significando que ese poder de planificación que tienen los bancos se utiliza para reforzar el poder de las mayores corporaciones. Realmente socava la idea de que tenemos este mercado para el dinero en el que las empresas más exitosas e ingeniosas y rentables serán las que accederán al crédito porque, de lo contrario, el mercado será quien asigne los recursos. No hay mercado en el sector financiero. Es un sector que ha sido creado por los Estados y que se define por niveles extraordinarios de poder oligopolístico y profundas relaciones entre los actores de ese sector.

CD

En el capítulo sobre cómo planifican las grandes empresas, citas a [Jeff] Bezos, y a Amazon, como sucesor de [Henry] Ford. Sin embargo, escribes sobre la «irracionalidad del modelo de negocio de Amazon». ¿Qué convierte a Amazon en un monopolio tradicional y cómo se desvía de los modelos del pasado?

GB

La razón por la que planteo esta idea de que Bezos es un sucesor de Ford es que existe una idea dentro de los círculos de izquierdas de que el fordismo, aunque capitalista, es ese modo de producción distintivamente socialdemócrata que se basaba en la cooperación y la colaboración entre los trabajadores y las empresas del Estado. El argumento es que había el mismo tipo de poder de planificación que existía dentro del sector privado en esa época, y que se utilizó de maneras bastante horribles, pero también existía un contrapoder que provenía de la clase obrera y del trabajo organizado, que cambió la forma en que funcionaba el sistema y nos dio lo que algunas personas han denominado fordismo. Así que se trata del equilibrio de poder, más que de la benevolencia de los líderes corporativos durante ese tiempo o incluso de los funcionarios del Estado.

Veo a Amazon como un sucesor del fordismo porque siempre existieron estas personas poderosas, generalmente hombres, en la economía estadounidense que tuvieron un asombroso poder para planificar lo que sucede en el resto de la economía. Ford es un gran ejemplo porque, literalmente, era como: «Bueno, usted puede ganar cinco dólares diarios, pero no se le permite beber y su esposa tiene que quedarse en casa. Además, voy a construir esta fábrica de caucho en medio de la selva amazónica». Esa planificación es muy obvia y material.

En la superficie, Amazon no parece tener la misma tracción en nuestras vidas o en nuestras sociedades. Sin embargo, si nos fijamos en Bezos comprando el Washington Post y usándolo como megáfono para sus propias ideas, si nos fijamos en las profundas conexiones entre Amazon y los gobiernos federales y municipales y estatales, en las exenciones fiscales, en las inmensas cantidades que gasta en grupos de presión, en la infraestructura privada que Amazon ha construido y creado, que se ha convertido en esta parte fundacional de todas nuestras existencias, y si nos fijamos en su poder de mercado y sus relaciones con sus proveedores, todas estas cosas diferentes muestran que las decisiones que están siendo tomadas por esta corporación tienen implicaciones masivas. Y no sólo para la vida de sus trabajadores, que son tratados de manera atroz, sino también para la sociedad en su conjunto.

Amazon es tan grande que las decisiones que se toman en torno a la sustentabilidad, las prácticas fiscales, los medios de comunicación y los grupos de presión determinan el funcionamiento de nuestra sociedad. Y estas decisiones son tomadas por un grupo de hombres, ya no Bezos, sino un grupo de altos ejecutivos sin responsabilidad democrática. La idea de que eso está de alguna manera alineado con la definición del capitalismo como un sistema de libre mercado es absurda.

También es importante señalar que las formas en que Amazon planifica y las formas en que la planificación se lleva a cabo hoy en día es diferente de cómo se llevó a cabo en el pasado. La importancia de Amazon Web Services y el elemento digital del negocio, por ejemplo, es algo realmente rentable. La prominencia de la búsqueda de rentas en el espacio digital no sólo facilitó beneficios masivos por parte de los gigantes tecnológicos, sino que también dío forma al desarrollo de la propia tecnología en nuestra sociedad. Además, los enormes desequilibrios que existen en una economía relativamente menos sindicalizada hacen que este poder se ejerza sin tanto contrapoder.

Estas son grandes diferencias entre las dos épocas. Pero mi argumento es que lo que sigue siendo lo mismo es que hay personas que se sientan en los escalones superiores del mundo corporativo y deciden lo que sucede para todos los demás. En muchos sentidos suena obvio decir esom porque nos hemos acostumbrado a esa idea. Pero si le preguntáramos a cualquier defensor del liberalismo y el capitalismo si acepta que esto es cierto, nos diría: «Por supuesto que no, porque eso contraviene los principios del libre mercado».

Creo que es importante señalar que esta defensa del capitalismo como sistema de libre mercado en el que rige la competencia, donde la eficiencia es el resultado que se produce la mayoría de las veces y todos tenemos la capacidad de salir y ser emprendedores y sacar lo mejor de nosotros mismos, simplemente no se sostiene bajo el escrutinio.

CD

Me fascinó leer sobre el Plan Lucas. ¿Podría hablarnos un poco de este punto de inflexión en la historia?

GB

El Plan Lucas fue un plan asombroso ideado por los trabajadores de una fábrica aeroespacial del Reino Unido en los años setenta. Lucas Industries era un gran fabricante de armas, pero estaba perdiendo competitividad debido a la mano de obra más barata en el extranjero y a técnicas de producción más eficientes. Algunos de los trabajadores se dieron cuenta de que la empresa tenía problemas y la dirección amenazaba con despidos, así que dijeron: «Vale, tenemos que hacer algo al respecto». Escriben a todos los trabajadores de la organización y les dicen: «¿Qué podríamos hacer con esta empresa? ¿Cómo podríamos reorganizarla?» Y obtuvieron la más asombrosa cantidad de respuestas.

Aparecieron todos estos trabajadores con inmensas cantidades de experiencia diciendo: «Podríamos dejar de producir esto y empezar a producir máquinas de diálisis renal; podríamos dejar de producir estas armas y empezar a construir turbinas eólicas». Proporcionaron especificaciones detalladas sobre cómo podría cambiarse la producción. Los trabajadores aportaron ideas sobre cómo cambiar la gestión de esta nueva empresa y convertirla en una organización democrática, propiedad de los trabajadores, así como sobre el tipo de productos que se estaban fabricando. Ahora, por supuesto, esto fue aplastado. Era una amenaza mucho más radical para el capitalismo que la nacionalización. Como dijo un diputado: «Esto amenazaba el principio fundamental del capitalismo, que es que los gerentes dirigen, el jefe es el dueño y los trabajadores hacen lo que se les dice».

Pero este intento captó el espíritu de la época. Curiosamente empiezo el libro con el ejemplo de Boeing, que obviamente estuvo mucho en las noticias recientemente, pero analizo cómo el gobierno corporativo dentro de la empresa contribuyó a un encubrimiento masivo en el que personas de alto nivel en la organización sabían que estos aviones eran defectuosos y dejaron que se produjeran de todos modos.

Cuando el Plan Lucas fue derrotado, Lucas Aerospace fue desmembrada en la revolución del valor para los accionistas de la década de 1980 y partes de lo que una vez fue Lucas acabaron siendo compradas por empresas que pasaron a fabricar los insumos que entraron en los aviones Boeing 737 MAX que se estrellaron en el cielo. Esto destaca el punto de inflexión que existió cuando tuvimos este movimiento para la planificación democrática, que planteaba: «Los trabajadores pueden ser dueños de esta empresa y pueden utilizarla para construir turbinas eólicas o puede ser comprada por Raytheon o United Technologies en busca de maximizar los beneficios a expensas de todo lo demás».

Creo que eso realmente ejemplifica la división de la que deberíamos estar hablando en política, que no es Estado frente a mercado. Es democracia contra oligarquía. Y eso se extiende no sólo a la política, sino también a la economía.

CD

¿Cuál es el valor de tener representación socialista en el Estado capitalista? ¿Cómo influyen en nuestro proyecto figuras como Bernie Sanders o The squad en Estados Unidos?

GB

Sanders, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] y The Squad no operan en el vacío. Su existencia y su capacidad para seguir operando dentro del sistema se basan en un conjunto particular de restricciones institucionales que a su vez reflejan el equilibrio de poder de clase de la sociedad estadounidense.

En los últimos diez años, a medida que la extrema derecha responde a la desilusión y alienación que experimentan las personas que ven cómo aumentan la pobreza y la desigualdad, fue perfeccionando sus mensajes culturales para cortar de raíz el posible surgimiento de la solidaridad de clase a través de líneas raciales, de género y de otro tipo. Esto se vio brevemente socavado por los esfuerzos de los organizadores socialistas que empezaron a presionar realmente desde el punto de vista económico y a tratar de crear conciencia de clase. Eso ocurrió en el Reino Unido con el Partido Laborista y Jeremy Corbyn.

Obviamente, esos proyectos fueron rotundamente derrotados. Así que nos quedamos con muchos socialistas que entraron en estas instituciones durante momentos de relativa fuerza de la izquierda, pero que ahora son valores atípicos en un momento de retracción. No va a haber una forma de responder a eso que les permita permanecer en una posición de poder, tener mucha influencia y hacer cosas socialistas, porque no existen las bases para que puedan hacerlo. O bien se manifiestan y son expulsados o marginados dentro de la institución, o bien cooperan y transigen y son asimilados aún más.

La gente tendrá opiniones diferentes sobre lo que debe y no debe hacer. El camino de la asimilación tiene sus peligros porque a menudo es muy difícil volver atrás. Es muy fácil seguir ese camino y empezar a creer que no sólo haces lo necesario para sobrevivir sino que esas son las cosas que deberías hacer. El camino de la marginación también tiene peligros, porque si llega un momento en que la izquierda pueda fortalecerse de nuevo y empezamos a ver un auténtico conflicto de clases, será importante tener socialistas en esos puestos electorales.

Aunque es difícil y desafiante para esos individuos, advierto que no hay que pensar en nada en términos de individuos e individualismo. Se nos anima a centrarnos en la celebritización de la política, y eso encaja mucho con las ideas que se nos dicen sobre cómo se produce el cambio: que uno deja de viajar y de comprar cosas y hace las cosas como individuo.

Entonces proyectas esas necesidades y deseos que tienes como individuo para el cambio social en una celebridad política. No es una forma de cambiar las cosas. Esas personas tienen que rendir cuentas ante los movimientos. Es la única forma de empezar a cambiar el poder dentro de esas instituciones. Así que se trata de construir poder desde la base, lo que es más fácil de decir que de hacer.

CD

Terminas el libro abogando por «un mundo en el que todos los seres humanos tengan la oportunidad de desarrollarse plenamente». A primera vista, el concepto de «yo» y de individualismo puede parecer contradictorio con un proyecto colectivo. Es algo que nuestros oponentes no dudan en sacar a relucir, sobre todo en lo que se refiere a la libertad del individuo. ¿Qué opinas de esta contradicción?

GB

Como socialistas, debemos considerar la libertad como un concepto social. La libertad no es la sumisión a la autoridad, como podría verse en los sueños colectivistas de los planificadores estatales, pero tampoco es esta versión súper libertaria de apartar a todos los demás del camino y competir con todos para llegar a la cima. La libertad reside en una dialéctica y un equilibrio entre el respeto por el individuo, la necesidad de florecimiento individual, la expresión de la creatividad humana y lo social, las relaciones y redes de las que ese individuo forma parte.

No hay libertad cuando el individuo dice: «Yo soy el creativo y os diré a todos lo que tenéis que hacer». Tampoco hay libertad cuando una institución o un individuo aleja a la gente de su poder creativo diciendo que simplemente tiene que obedecer. La libertad está entre esas dos cosas: no nos obedecemos unos a otros sin sentido, no competimos unos contra otros sin sentido, sino que trabajamos unos con otros.

Somos seres sociales. Nuestro cerebro colectivo es mucho más poderoso que nuestro cerebro individual. Existe una tensión creativa entre el individuo que desea autorrealizarse y el individuo que desea conectar. ¿Cómo respetamos ambos impulsos? No permitiendo que la individualidad de una persona abrume la de los demás y no permitiendo que la conformidad abrume nuestro potencial creativo. Esto es básicamente: ¿Cómo aprendemos a convivir?

Sobre el entrevistador

Chandler Dandridge es un psicoterapeuta y educador estadounidense. Sus intereses clínicos giran en torno a la adicción, la ansiedad y la exploración de formas creativas de mejorar la salud mental pública.

Tomado de jacobinlat.com

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