Nicaragua. Corrupción, enriquecimiento ilícito y represión, los fuertes rasgos de la dictadura de la deuda

Por Óscar René Vargas

[Escrito en homenaje a las 222 personas prohibidas el 9 de enero de 2023 y despojadas de su nacionalidad.]

En Nicaragua no pasa un día sin que miembros de los principales círculos influyentes y/o miembros de los círculos internos del poder abusen de sus prerrogativas para promover la impunidad, sabotear el desarrollo económico, favorecer los intereses de la dictadura, practicar el tráfico de influencias, aprovecharse de sus influencia para frustrar la voluntad del pueblo, reforzar la violencia de género, reprimir a la población, confiscar bienes, perseguir a las personas simplemente porque piensan diferente, intentar exterminar movimientos sociales, liberar a delincuentes violentos, en definitiva todas las formas de dañar a la población nicaragüense. Al comienzo de la alianza del régimen con el gran capital, se desarrolló una serie de privilegios para “los de arriba” y una red de complicidad y compromiso.

Entre 2007 y 2024, las fortunas de los 210 multimillonarios de Nicaragua aumentaron. El gran capital ha priorizado los intereses de sus empresas sobre las prioridades socioeconómicas de la nación. Priorizó las ganancias corporativas sobre las necesidades básicas de la población. El gran capital está más interesado en sus privilegios (por ejemplo, exenciones fiscales) que en la democracia. Al mismo tiempo, el desempleo, los bajos salarios, las crecientes desigualdades y el alto costo de la vida han resultado en una pérdida de confianza entre la población en la capacidad del régimen para construir el futuro del país. En este contexto, el régimen perdió su base social y su capacidad de engañar/controlar a la población. El régimen está desesperado por detener el proceso de implosión, es decir, un proceso de autodestrucción debido a sus propios errores y desatinos.

En los últimos años, el régimen Ortega-Murillo ha reformado y destruido la Constitución para convertirla en un instrumento en beneficio de la dictadura y permitir el control de todos los poderes del Estado, en particular el sistema judicial, la fiscalía, la policía, el ejército y los paramilitares. . Los nicaragüenses han perdido sus derechos constitucionales y el país vive “de facto” bajo un estado de excepción. La población vive con una pistola en la cabeza empuñada por quienes están en el poder para reprimir y desmantelar cualquier movimiento de protesta, por pequeño que sea.

Tal vez sea innecesario, aunque necesario, recordar que la alianza entre dictadura, dinero y gran capital ha construido, desde 2007 hasta hoy, un orden de dominación político-económica excluyente. El régimen Ortega-Murillo ejerció el poder de manera antidemocrática, dictatorial y represiva. Entre sus armas de dominación favoritas se encuentran la corrupción, el chantaje, la mentira, la prisión, la represión y el exilio impuesto. Cada vez que el régimen se siente frágil, toma medidas más desesperadas para tratar de consolidar y mantener su hegemonía.

Para la dictadura, cualquier estrategia es válida si logra el objetivo de mantener el control sobre los procesos de toma de decisiones. Compra sin restricciones la voluntad de los militares, jueces, policías, sacerdotes, agentes del poder financiero y económico. Asimismo, se impone en universidades, ayuntamientos y coopta/controla a todo aquel que sirve a sus intereses. Por tanto, favorece los poderes ilegales, que son poderes de tipo mafioso.

También controla todas las instituciones, reforzando su carácter patriarcal, y asegura sus alianzas con las grandes finanzas y el mundo empresarial. Los miembros del círculo interno del poder han creado una red de negocios camuflados bajo sociedades anónimas. Nada les es ajeno cuando se trata de aumentar su poder político y/o económico, promoviendo una mayor concentración de la riqueza, sin preocuparse por la situación económica de “los de abajo”. Y cuando se sienten amenazados, patean el tablero político. Sus intereses primero. La política agresiva de la dictadura no es en absoluto una estrategia beneficiosa para el país.

No olvidemos que la dictadura apareció como una forma política para equilibrar y limitar el poder de la vieja oligarquía, la burguesía tradicional y el capital financiero. Estos últimos lucharon por cuotas de influencia económica contra estas nuevas castas privilegiadas que surgieron bajo la protección de la dictadura. Las plutocracias se protegen entre sí, evitando enfrentamientos en busca de impunidad. Usan el poder para ocultar la evasión fiscal y de capital.

El régimen contó con la complicidad y el sometimiento –no gratuito por supuesto– de los poderes de turno, que permitieron y aprobaron que todo estuviera en sintonía con el objetivo de que todo estuviera al servicio de la dictadura y sus compinches. Esto resultó en el control directo de todos los recursos naturales y propiedades del país, como resultado de las leyes predatorias que se aprobaron y que permitieron el robo institucionalizado. Ninguna de estas leyes benefició a los nicaragüenses, pero todas alentaron el enriquecimiento ilícito y la corrupción de todos los cómplices. En un océano de sobornos e intercambios de favores, la mafia gobernante, con sus respectivas bandas, se benefició de todo tipo de apoyo, apoyo y complicidad.

El sistema judicial, en manos de la dictadura, comete actos incalificables al colaborar en la represión contra la población. La justicia está en sus manos, más allá de que los jueces sean corruptos. Al mismo tiempo, la dictadura reprimió a los medios y periodistas independientes. En otras palabras, controla todos los medios existentes. Persigue las pocas voces críticas que aún están presentes en el país. La afirmación de que estamos avanzando hacia el “socialismo” es absurda. Bajo el régimen Ortega-Murillo, toda la vida pública en Nicaragua se transformó en un país propiedad de unos pocos y en el que el pueblo no existe.

Desde 2007, el sistema judicial se ha convertido en un poder al servicio de una minoría. Por ejemplo, para mantener la influencia del gran capital en el sistema judicial, se ha “pagado” a los funcionarios judiciales. Las conexiones se hicieron sobre la base de compras por fidelidad, compras de conciencia. El poder judicial está podrido. La podredumbre consistió también en permitir el nepotismo, asociado a la corrupción.

La economía se centra en los bancos, las grandes empresas, las corporaciones de “nueva clase” de Ortega respaldadas por líderes sindicales blancos, mafias madereras y auríferas, corporaciones extractivistas, sin olvidar el comercio internacional, el tráfico de inmigrantes que se dirigen hacia el Norte, etc. Todos se reúnen y luchan por mantenerse en la cima de la economía. La brecha de desigualdad se amplía cada día. Menos ricos, pero con más dinero, y cada día más pobres con menos dinero.

La política económica de la dictadura favoreció la precariedad, el desempleo, el parasitismo financiero y obligó a los sindicatos a cerrar. El documento del FMI elogia al régimen por sus políticas económicas. Sin embargo, Transparencia Internacional destaca que la corrupción de las élites gobernantes ha aumentado a costa del empobrecimiento de innumerables personas. La pobreza multidimensional obstaculiza el significado de indicadores relativos a educación, salud, nivel de vida y empleo, cuando deben establecerse sobre la base de datos oficiales.

No olvidemos la alianza que existe entre los líderes de la dictadura y las diversas redes de poder con: crimen organizado, narcotráfico, trata de personas, mafias migratorias, trata de mujeres, lavado de dinero turbio. Todo esto es parte de la forma en que las diferentes redes de poder lograron incrementar su acumulación de bienes y recursos financieros, cuyo enriquecimiento encuentra ahí su explicación. Al mismo tiempo, intentan ocultar los nombres de los nuevos propietarios de las tierras y activos confiscados/robados a sus legítimos propietarios, con el objetivo de proteger los nombres de quienes se apropiaron ilícitamente de los activos y riquezas obtenidos ilícitamente.

Estas acciones ilegales resultan en una desestabilización duradera del estado de derecho, otorgando autorización real a miembros de diferentes círculos de poder y manteniendo una clase capitalista parasitaria. Corrupción y política van muchas veces de la mano, pero siempre acompañadas de un misterio que busca darles una legitimidad difusa y confusa. Lo que es seguro es que el crimen organizado ha afirmado su presencia en vastos espacios y estratos de la vida pública y ha influido en los asuntos y el poder públicos.

En otras palabras, el poder de la dictadura Ortega-Murillo se manifiesta de múltiples maneras. No sólo se expresa en la imaginación dictatorial. Los mecanismos de control social también se están expandiendo a través del “capitalismo de compinches” que está progresando. Además, para los sectores del gran capital, de las finanzas y de los negocios, la lógica/razón de la democracia está perdiendo adeptos en beneficio de una “nueva clase” con un enriquecimiento “inexplicable” y deseosa de garantizar su propia seguridad, en términos individuales, y las ventajas que le proporciona su alianza secreta con la dictadura. El apoyo silencioso pero efectivo a la militarización del régimen, a las políticas policiales y represivas constituye un punto de inflexión en el trabajo de los poderes financieros y comerciales.

El discurso del régimen, sin embargo, está ganando adeptos. Así, la dictadura se legitima con el apoyo y/o silencio de la plutocracia y se reactiva la vieja máxima somozista: “orden y progreso”, sustentada en una estrategia represiva apoyada en la policía, los paramilitares y los poderes judicial y legislativo. Así, el discurso de odio dirigido a la oposición real intenta echar raíces en su base social y anidar allí la estrategia de sucesión de la plutocracia dictatorial.

La crisis sociopolítica, la tendencia a la concentración de la riqueza, el empobrecimiento de la llamada clase media y “de abajo”, la corrupción generalizada y la continuación de la represión indiscriminada anuncian situaciones más críticas para la población nicaragüense, cuya supervivencia Es y será cada día más difícil. Creo que estas preguntas deberían ser las que te mantengan despierto por la noche y consuman el tiempo y el trabajo de los líderes y sus asesores.

Sin embargo, nada es menos cierto. Los círculos influyentes siguen estancados en la visión de “república bananera” del líder narcisista, una visión que no resuelve nada sustancial. Pero es un triunfo cíclico para el régimen. Pero Ortega nos está llevando precipitadamente hacia el colapso del país mientras los cuadros de mando de las distintas corrientes de la oposición se vuelcan hacia las elecciones, ignorando la destrucción y masacre de los derechos humanos. Debemos desarrollar una dinámica política más allá de la cuestión electoral.

La mayoría del “staff” de las diferentes corrientes opositoras no ve y no cree que sea posible una implosión del régimen. Apuestan por promover una “salida suave”. La dictadura ha conseguido inculcar la idea de que la salida es electoral, por lo que es una visión negacionista de la acción cotidiana de las termitas la que prevalece en estos “estados mayores”. (Recibido el 9 de febrero de 2024; traducción editorial A l’Encontre )

Oscar René Vargas Escobar , sociólogo y economista, detenido y encarcelado, deportado de Nicaragua el 9 de febrero de 2023 a Estados Unidos con otros 221 presos políticos.

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