Forzar a la naturaleza a producir lo que no produce espontáneamente (I)

Por Alain Bihr.

n un artículo anterior1/ mostré cómo una de las modalidades fundamentales de la apropiación capitalista de la naturaleza consistía en forzarla a no producir lo que ella produce de forma espontánea. Pero también existe la modalidad contraria: forzar a la naturaleza a producir lo que no produce espontáneamente. De esta manera el capital ha producido toda una serie de materiales artificiales, como el hormigón, los plásticos, los textiles sintéticos, los semiconductores, etc. Vamos a tratar aquí de lo que engendra esta modalidad de apropiación cuando actúa no ya sobre la materia inorgánica, sino sobre la materia viva.

Los organismos genéticamente modificados (OGM)

Un organismo genéticamente modificado es una especie viva (vegetal o animal, micro o macroscópico) cuyo genoma (patrimonio genético) ha sido modificado de forma artificial, como consecuencia de una intervención humana. En este sentido amplio, los OGM no son en absoluto una invención capitalista. Por medio de la selección o la hibridación de que han sido objeto durante siglos, la casi totalidad de las especies vegetales cultivadas y de las especies animales domesticadas o criadas por los hombres son hoy día OMG, en el citado sentido amplio.

Lo propio de la época capitalista es haber dado origen a OGM recurriendo a técnicas de ingeniería genética, consistentes en intervenir directamente sobre el genoma de organismos anteriores para modificar sus componentes (el ADN, organizado o no en genes). Hay dos técnicas que se aplican actualmente (Canard, Decroly, van Heiden, 2022). Por una parte, la consistente en transformar uno o varios genes o partes de genes (por sustitución, delación o inserción) de forma que modifique algunas características de una especie (o al menos de una población dentro de una especie) en el tiempo de algunas generaciones. De esta manera, se puede incorporar al bagaje genético de una especie elementos de genes de otras especies,produciendo una transgénesis que permite superar la barrera de las especies e incluso la barrera de los reinos, a diferencia radical de las transformaciones que se hayan podido obtener antes por selección o hibridación, confinados a los límites de una misma especie y a fortiori de un mismo reino. Pero también se puede extraer simplemente un gen, transformarlo en laboratorio fuera del organismo del que se ha extraído, para conferirle nuevas propiedades y volverlo a insertarlo en la cadena cromosómica, produciendo así una cisgénesis. Por otra parte, «la biología sintética permite construir una molécula de ADN a partir de una secuencia genómica y generar a partir de esta molécula un microorganismo funcional capaz de reproducirse y transmitirse»; lo que ha permitido, por ejemplo, la reconstitución del virus de la «gripe española» o la producción de «virus aumentados» (transformación de virus no directamente transmisibles entre dos especies en virus transmisibles). En los dos casos, esto abre la vía a la producción de seres vivos artificiales, híbridos o quimeras, productos puros de la ingeniería genética, y por consiguiente franqueando aún más los límites de las mutaciones genéticas obtenidas por selección o hibridación.

Sólo en este sentido particular y restringido utilizo aquí el término OGM, un sentido que se corresponde con la idea de forzar la naturaleza a producir algo que todavía no habíaproducido o nunca habría podido producir por sí misma. A señalar sin embargo que se han podido observar y estudiar muchos ejemplos de modificaciones transgénicas naturales.

De este modo, han sido generados tres tipos de OGM. Microorganismos (virus, bacterias, levaduras, microalgas, microchampiñones) que han sido modificados genéticamente en laboratorio para hacerles producir proteínas con destino médico: insulina, hormona de crecimiento, interferón activo, etc. También plantas que han sido objeto de modificaciones genéticas, sobre todo por hibridación entre OGM y variedades existentes: las principales son el maíz, la soja, el algodón y la colza, aunque hay varias decenas más. Son menos numerosos los animales genéticamente modificados, apenas algo más de una decena, desde la mosca drosofila y el gusano de seda al cerdo, pasando por los peces de acuario, el salmón, el batracio Xenopus, el pollo, el ratón, el conejo, la cabra y la oveja (Seralini, 2010: 38, 60-62).

Fuera de los laboratorios, los OGM son todavía esencialmente PGM: plantas genéticamente modificadas, cuyo objetivo es hacerlas tolerantes a herbicidas totales (del tipo Roundup) o hacerlas secretar insecticidas, o ambas cosas a la vez, casi exclusivamente dedicadas a la alimentación animal o a la industria. Según el International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications (ISAAA), una ONG muy favorable a la difusión de los OGM, en 2019 éstos estaban cultivados en algo más de 190 millones de hectáreas (representando algo menos del 4% del conjunto de las superficies cultivadas), repartidas entre veintinueve Estados, concentrados sobre todo en el continente americano, India y China2. Un desarrollo muy modesto en suma, sobre todo a la vista de las tentadoras promesas de sus productores y promotores: las PGM deberían aumentar los rendimientos agrícolas (incluso, y sobre todo, en las regiones menos favorables para la agricultura), mejorar el valor nutritivo de las plantas cultivadas y, por consiguiente, hacer retroceder el hambre en el mundo, contribuir a proteger el medio ambiente al reducir el impacto hídrico de la agricultura, etc. Y sobre todo, con un reparto muy desigual que se explica tanto por las diferencias entre las reglamentaciones adoptadas por los Estados como por la aceptación o el rechazo de los OGM por su población. Porque los OGM plantean muchos desafíos y presentan muchos riesgos, lo que explica que se pueda dudar en desarrollarlos o incluso negarse a ello.

En primer lugar, desafíos de orden científico que cuestionan el carácter fundamentalmente analítico del paradigma de la biología molecular, que tiende a reducir una totalidad compleja a la suma de sus partes. Este reduccionismo, de inspiración cartesiana, y por tanto profundamente mecanicista, se manifiesta a un triple nivel (McAfee, 2003: 204-207; Séralini, 2010: 128-151). Por una parte, al nivel de la comprensión del genoma mismo: La biología molecular se ha basado mucho tiempo en la idea de que un gen corresponde a una proteína y a una función, y que cada gen constituiría una especie de unidad discreta de información biológica, aislable y transferible como tal sin alteración. Pero hoy día se sabe que el genoma tiene en sí mismo un funcionamiento sistémico: las funciones de los genes están correlacionadas entre sí y se determinan recíprocamente (por ejemplo, según su posición en el cromosoma), que pueden de esa manera activarse o potenciarse, que una función puede por tanto esconder otras, que una misma función puede poner en juego a varios genes, etc. Y por consiguiente, la modificación de un gen o la introducción de un gen extraño es susceptible de alterar a otros genes, modificando el genoma en su conjunto, dando lugar a resultados inesperados e imprevisibles. El mismo reduccionismo reaparece, por otra parte, a nivel ecológico. Así, no se pueden considerar por definición los efectos ecosistémicos (ligados a las interacciones entre los organismos vivos y su biotopo in vivo) en evaluaciones realizadas in vitro (en laboratorio) y los estudios sobre los efectos en campo abierto (tratándose de las PGM) sólo son un paliativo al respecto. Se sabe que el entorno puede actuar activando o por el contrario desactivando algunos genes. En fin, el mismo reduccionismo afecta a la evaluación de los riesgos toxicológicos de las PGM y de los diferentes productos químicos (por ejemplo, los herbicidas) asociados a ellas: su evaluación uno tras otro, de forma aislada, y aún más en condiciones insatisfactorias (en cuanto a su campo, su duración, la prosencia de conflictos de intereses entre investigadores y expertos delegados, la falta de publicidad de los resultados de sus trabajos y conocimientos, etc.) no permite comprender los efectos tóxicos multifactoriales a largo plazo en los diferentes sistemas fisiológicos (endocrino, inmunitario, reproductor, etc.).

Este reduccionismo es responsable además de los límites que han encontrado las manipulaciones genéticas: de sus numerosos fracasos, tales como esos melones GM que estallan antes de madurar (Testant, 2013: 31); de los logros moderados (y a menudo con menor precisión y calidad que los obtenidos por selección e hibridación); la incapacidad de predecir y garantizar todas las consecuencias (sobre los seres vivos) de las manipulaciones genéticas realizadas, mientras que la selección y la hibridación garantizan en cambio esta coherencia. En resumen:

«Desde que se ataca a caracteres complejos de los seres vivos, que están bajo la dependencia correlacionada de numerosos genes (y por tanto inaccesibles a los métodos actuales, descritos antes) los resultados son potencialmente difíciles de controlar y corren el riesgo de ser obtenidos en detrimento de otras características de la planta. Rige en ello el principio de equilibrio entre las grandes funciones de un organismo» (Séralini, 2010: 54-55).

En segundo lugar, los OGM nos enfrentan a temibles desafíos socioeconómicos. Como productos de la ingeniería genética, fueron pronto registrados como patentes por parte de los laboratorios y empresas que les habían dado origen: la patente puede tener que ver con el procedimiento de obtención, con algunos de los componentes del organismo (los genes modificados) o incluso con el organismo entero resultante de dichas modificaciones. El principio de su patentabilidad ha sido reconocido por la Corte suprema de Estados Unidos desde 1980, seguida inmediatamente después por la comision de apelación de la Oficina canadiense de patentes. En 1992, la Unión Europea legimitó también el principio de la patentabilidad de la materia viva; y el Parlamento adoptó en 1998 una directiva regulando este principio (directiva 98/44/CE), con obligación de su traslación al derecho positivo de los Estados miembros antes del 30 de julio de 2000 -varios Estados miembros (entre ellos Francia) fueron condenados en años siguientes por haber retrasado esta trasposición. A nivel internacional, la patentabilidad del ser vivo está garantizada por las reglas de la ADPIC (Acuerdo sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual que afectan al comercio), en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Pero la legitimidad de la patentabilidad de los OGM es muy discutible. Sólo se puedepatentar lo que es objeto de una invención, que además es reproducible. En este sentido, ni la materia viva en su conjunto, ni un organismo vivo, ni siquiera una parte de tal organismo (un gen, por ejemplo), en cuya producción la humanidad no ha tenido parte alguna, son patentables. Declarar lo contrario es confundir invención y descubrimiento (Lannoye y Berlan, 2001: 132-133). ¡Por esa razón, Cristóbal Colón habría podido en derecho percibir royalties sobre todos los europeos que, después de él, se precipitaron hacia las Américas, mientras que Arquímedes y sus descendientes directos habrían podido hacer valer sus derechos sobre todos los navíos que surcaban el Mediterráneo en su época!

Además, la patentabilidad de los OGM presenta graves riesgos. El más inmediato es la dependencia en que coloca a los agricultores respecto a los productores de semillas: los cinco principales productores a nivel mundial, repartiéndose más del 60% del mercado, son: Bayer (tras su absorción de Monsanto), Corteva (resultado de la fusión de Sow y DuPont), Syngenta (propiedad ya de ChemChina), BASF y Vilmorin, que están también entre los principales productores de PGM. Semejante dependencia respecto a capitales tan concentrados y centralizados sólo puede favorecer la eliminación (la expropiación) de los productores menos productivos y la concentración de la tierra, amenazando sobre todo la soberanía alimentaria de las formaciones periféricas, con el riesgo de engendrar nuevas escaseces y hambrunas. Sin duda, dominar la agricultura mundial, controlando la mayor parte de los recursos alimentarios vegetales de la humanidad (principalmente los cereales y las leguminosas) forma parte de los proyectos de estas transnacionales. Recordemos en este sentido que Monsanto intentó hacer valer sus derechos sobre jamones de cerdo alimentados con sus PGM, hasta que fuedesestimado por la Corte de justicia de la Unión Europea en 2010 (Testart, 2013: 17).

Más en general, la patentabilidad de los OGM abre la vía a la de todo el ser vivo. Porque si el simple descubrimiento de una propiedad de un ser vivo (de cualquier organismo vivo o de una parte de este organismo) confiere derecho de propiedad sobre este ser al autor de dicho descubrimiento, se abre la puerta a la biopiratería: al saqueo por parte de las transnacionales de la industria farmaceútica (que muchas veces son las mismas que producen OGM) de toda la biodiversidad (residual), o del patrimonio genético de lo que sigue vivo en la Tierra – concentrado en las regiones tropicales y ecuatoriales-, aunque sea al precio de la expropiación de las poblaciones que tradicionalmentehan recogido, preservado o incluso enriquecido dicho patrimonio. Y esta apropiación inducida podría justificarse refiriéndose a la Convención sobre la preservación de la biodiversidad concluída en la cumbre de Río (1992): aunque ésta reconoce el derecho de estas poblaciones y de sus Estados sobre ese patrominio, les obliga a la vez a garantizar su uso por los laboratorios, empresas y terceros Estados que estén en condiciones de hacer un mejor uso que ellos, sin garantizarles een absoluto un justo reparto de los beneficios que obtendrán estos últimos.

En tercer lugar, las PGM nos confrontan a una serie de desafíos y de riesgos de orden ecológico. Los ordeno de menor a peor:

  • Una incitación creciente al monocultivo, en sí mismo nefasto para la biodiversidad. Las PGM son muy apropiadas para las grandes explotaciones dedicadas al monocultivo mecanizado (maíz, soja, algodón, etc.), a las que ofrecen una ventaja competencial (al menos en un primer momento), contribuyendo a la expropiación de pequeños y medianos agricultores y a la concentración y centralización de la propiedad de la tierra.
  • Los riesgos de «contaminación genética»: la transmisión de los genes mutados (por tanto, de modificaciones genéticas) a plantas naturales de la misma especia o de especies salvajes vecinas, abriendo la vía a un proceso de diseminación incontrolada, que implica un nuevo riesgo de empobrecimiento de la biodiversidad y poniendo límites al desarrollo de la agricultura biológica. Riesgos que ya se han concretado en forma de diseminación involuntaria de PGM desde las superficies donde son cultivadas a las superficies vecinas (por efecto del viento, de la escorrentía de las aguas, de los insectos polinizadores, de los pájaros, etc.)
  • La aparición de especies resistentes entre los parásitos o las malas hierbas vecinasa las PGM cultivadas, contaminado por estas últimas. Porque al atacar específicamente a algunas especies «dañinas», los pesticidas que deben proteger a las PGM favorecen el desarrollo de otras a las que no ataca, cuya expansión estaba hasta entonces obstaculizada por la presencia de las «dañinas», y son a veces más temibles que estas últimas. Lo que requiere el recurso a los pesticidas químicos clásicos, que en principio se quería evitar.

«En Estados Unidos, algunas parcelas cultivadas no pueden ser completamente desherbadas con Roundup; se utilizan mezclas con otro pesticida poderoso y tóxico, la atrazina, y al final los cultivos de OGM, según el único estudio global e independiente realizado en todo el territorio, amplían el uso de los pesticidas respecto a los cultivos convencionales más extendidos» (Séralini, 2010: 80).

En la India, «después de algunos años, los agricultores han constatado una resistencia delgusano al gen insecticida del algodón Bt y la aparición de otros devastadores. Estas resistencias de las plagas explican que en 2018, los agricultores indios gastasen en insecticidas un 37% más de dinero por hectárea que antes de la llegada del algodón GM, revela Pesticide Atlas 2022»3.

  • De donde se deriva el hecho de que, en contra de las promesas de sus promotores, las PGM suponen un recurso creciente a los pesticidas. Es el caso sobre todo de los tolerantes a los herbicidas totales, a base de glifosato, cuyo ejemplo típico es el Roundup. Lo que resulta muy provechoso, porque los principales productores de estos PGM tolerantes (Monsanto, Novartis, DuPont) son también los principales productores de dichos herbicidas totales, matando así dos pájaros de un tiro.

En Estados Unidos, «los agricultores utilizaron en 1998 entre dos y cinco veces más herbicidas (en kilogramos por hectárea) en variedades de soja RR [Roundup Ready: tolerantes al Roundup] que en la mayor parte de los cultivos de variedades convencionales,donde los agricultores controlan las malas hierbas con técnicas clásicas. Las explotaciones que cultivan soja RR han utilizado hasta diez veces más herbicida que muchas explotaciones que recurren a un sistema integrado de control de malas hierbas» (Hansen, 2001: 90.91).

Consecuencia: una contaminación creciente de los suelos, de las aguas (de superficie y subterráneas), de la atmósfera, por estos herbicidas perjudiciales para el conjunto de los seres vivos (comenzando por los insectos y los pájaros que se alimentan de estas PGM), incluídos los humanos.

«Un experimento británico efectuado a gran escala reveló en octubre de 2003 que los cultivos transgénicos, a causa del uso generalizado de herbicidas que requieren, favorecen entre otras cosas una disminución entre el 20% y el 30% de las poblaciones de abejas, mariposas y pájaros en el mundo» (Séralini, 2010: 165-166).

  • Las técnicas de manipulación de la biología sintética citadas antes están limitadas hoy en principio a experiencias de laboratorio con fines de investigación. Pero, por una parte, no se descarta que haya habido fugas accidentales fuera de estos laboratorios, llevando a la interrupción (temporal) de algunas investigaciones. Por otra parte, algunos investigadores proponen experimentaciones en medio abierto, por ejemplo la introducción de anofeles inmunizados contra el paludismo o el desarrollo de vacunas autodiseminantes que se extenderían en los biotoposque abrigan especies portadoras de virus susceptibles de provocar zoonosis (Canard, Decroly y Van Helden, 2022).

Y en último lugar, sin tener que esperar la realización de semejantes proyectos de los Doctor Strangelove de la biología molecular, tenemos que citar los riesgos sanitarios ligados al consumo de OGM. Los científicos sin embargo están divididos sobre este tema. Unos estiman que por principio no habría ningún riesgo. Otros piensan que los estudios previos a la comercialización de los OGM con destino alimentario ofrecen en general buenas garantías aunque piden que se mantenga una vigilancia que permita detectar eventuales efectos sanitarios indeseables o incluso peligrosos. Hay otros que estiman que, en el estado actual de conocimientos, no se dispone de ninguna certidumbre en cuanto a los efectos a largo plazo de su consumo y que conviene por tanto aplicar de forma más o menos estricta un principio de precaución; tanto más cuando la casi totalidad de los OGM son PGM destinadas a absorber dosis masivas de pesticidas o a sintetizar ellas mismas pesticidas, como ya se ha visto, y que es casi seguro que se encontrarán restos en la cadena alimentaria a la que estas PGM sirven de base.

Otros finalmente defienden la tesis de que los OGM son intrínsecamente peligrosos. Séralini (2012: 79-107) informa por ejemplo de los resultados de una experiencia única en su género, llevada a cabo con el mayor secreto en el laboratorio que él dirige en el marco de la universidad de Caen, con el sorprendente apoyo financiero de dos marcas de grandessupermercados (Carrefour, Auchan). En comparación con lotes testigos de ratones alimentados con maiz convencional y bebiendo agua no contaminada por Roundup, los lotes de ratones alimentados (en tres dosis diferentes) con un maíz GM producido y comercializado por Monsalto, asociado o no con Roundup (el herbicida total tolerado por este maíz, gracias precisamente a su modificación genética), y de ratones alimentados con maíz convencional pero bebiendo agua contaminada por Roundup (también en tres grados diferentes de concentración), presentan a partir del 13º mes tasas de morbilidad (tumores mamarios, cancerosos o no, entre las hembras; afecciones hepáticas y renales entre los machos) y, por tanto, tasas de mortalidad claramente superiores: de dos a cuatro veces más de afecciones entre los machos tratados, de dos a tres más entre las hembras, que sin embargo resultan globalmente más afectadas que los machos; cinco veces más fallecimientos entre los machos tratados en el 17º mes y seis veces más entre las hembras en el 21º mes (la experimentación se realizó durante 24 meses, duración media de vida de los ratones). En el lote de animales que bebían agua contaminada, la tasa de prevalencia de tumores se elevó hasta el 90%, y al 100% entre las hembras. Resultados del estudio (que otros estudios deberán confirmar): este maíz es muy probablemente patógeno por sí mismo, al igual que lo es el Roundup. En cuanto a la asociación entre ambos…

A l’encontre

Traducción para viento sur: Javier Garitazelaia

Referencias

Bihr Alain, La novlangue néolibérale. La rhétorique du fétichisme capitaliste, 2ª edición, Lausanne & Paris, Page 2  Syllepse.

Bouvet Jean-François (2017), Bébés à la carte. Du hasard au design, París, Equateurs.

Canard Bruno, Decroly Etienne y van Helden Jacques (2022), «Les apprentis sorciers du génome», Le Monde diplomatique, febrero 2022.

Gallerand Alain (2021), Qu’est-ce que le transhumanisme?, París, Vrin.

Hansen Michaël (2001), «Santé publique, environnement &; aliments transgéniques» en Berlan Jean-Pierre et alii, La guerre au vivant. Organismes génétiquement modifiés &; autres mystifications scientifiques, Marseille y Montréal, Agone et Comeau & Nadeau.

Lannoye Paul y Berlan Jean-Pierre (2001), «La directive européenne 98/44 & la santé. “Brevetablité des inventions technologiques” ou “privilège sur les découvertes biologiques”» en Berlan Jean-Pierre et alii, La guerre au vivant. Organismes génétiquement modifiés &; autres mystifications scientifiques, Marseille u Montréal, Agone et Comeau & Nadeau.

McAfee Kathleen (2003), «Neoliberalism on the molecular scale», Geoforum, n°34.

Perucchietti Enrica (2021), L’aube du transhumanisme et le crépuscule de l’humanité. L’homme cybernétique. De l’intelligence artificielle à l’hybridation homme-machine, Cesena, Macro Editions.

Rey Olivier (2020), Leurre et malheur du transhumanisme, París, Desclée de Brouwer.

Richard Rémi (2016), «De l’athlète au cyborg : sport, handicap et technologie» en Queval Isabelle (dir.), Du souci de soi au sport augmenté, París, Presses des Mines.

Séralini Gilles-Éric (2010), Ces OGM qui changent le monde, París, Flammarion.

Tarento Pascal (2016), «Sport et post-humanité» en Queval Isabelle (dir.), Du souci de soi au sport augmenté, Paris, Presses des Mines.

Testart Jacques (2003), Le vivant manipulé, París, Sand.

Notas

1/ Cf. «Forcer la nature à produire ce qu’elle ne produit pas spontanément» https://alencontre.org/economie/forcer-la-nature-a-ne-pas-produire-ce-quelle-produit-spontanement-i.html ; https://alencontre.org/ecologie/forcer-la-nature-a-ne-pas-produire-ce-quelle-produit-spontanement-ii.html ; y https://alencontre.org/ecologie/forcer-la-nature-a-ne-pas-produire-ce-quelle-produit-spontanement-iii.html

2/ ISAAA, Brief 55: Global Status of Commercialized Biotech/GM Crops:2019, https://www.isaaa.org/resources/publications/briefs/55/default.asp y FAO, Statistical Yearbook World Food and Agriculture 2021, pg. 2.

3/ Bénédicte Manier, «En Inde, le pari incertain des OGM», Alternatives Economiques, n°431, febrero 2023, pg. 77.

Tomado de vientosur.info

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