Es evidente que la frecuencia de este tipo de eventos está aumentando con el cambio climático. Ya hemos superado lo que los ecologistas llaman el punto de no retorno, es decir, tendremos que convivir con temperaturas extremas y fenómenos meteorológicos en los próximos años.
En un país periférico, altamente desigual y racista como Brasil, esta realidad es aún más cruel. Mientras que los barrios de élite todavía logran tener un poco más de resiliencia y verse menos afectados, las favelas y los barrios periféricos con su mayoría de residentes negros están en el “ojo de la tormenta” y las políticas neoliberales son completamente ineficaces para contener esta situación.
Mientras que los barrios de élite todavía logran tener un poco más de resiliencia y verse menos afectados, las favelas y los barrios periféricos con su mayoría de residentes negros están en el “ojo de la tormenta” y las políticas neoliberales son completamente ineficaces para contener esta situación.
El juego de tira y afloja para ver quién tiene la mayor culpa entre alcaldías, gobiernos estatales y federal termina enmascarando que tenemos un sistema que prioriza las ganancias sobre las vidas, sin un verdadero plan de infraestructura y planificación urbana, cuidado y prevención de los daños ambientales. tragedias, así como la falta de un Estado que apoye financieramente a la población más pobre y con servicios de salud y asistencia social.
Lo que está sucediendo hoy en Río tiende, lamentablemente, a extenderse. Los tiempos que vivimos requieren de una gran unidad de la izquierda en acciones solidarias y principalmente en la elaboración y disputa por medidas concretas inmediatas y una política ecosocialista que busque superar este sistema destructivo para la humanidad.
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