POESÍA- Susana Ye*: “Gracias al feminismo y al antirracismo he conseguido encontrar la fuerza para escribir y publicar”/ Ver- GREEN EUROPEAN JOURNAL- Patience Nabukalu: “Explotarnos no es apoyar nuestra causa”

La periodista y escritora Susana Ye publica un poemario partiendo de la realidad de ser una mujer joven asiática racializada por la sociedad. Trata la identidad como un proceso íntimo enmarcado entre una familia china y española de clase trabajadora en un entorno de incertidumbre y aislamiento.
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La escritora Susana Ye presenta su primer libro de poemas ELVIRA MEGÍAS
30 DIC 2023
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Conversamos con la periodista y escritora *Susana Ye sobre Trashumante en arenas movedizas (El rey de Harlem, 2023), su primer poemario, que esta semana ha presentado en Alicante junto a la investigadora de literatura con perspectiva de género Nieves Ruiz Pérez.

 

¿Cómo nació la idea del poemario?
Recuerdo que en 2020 participé en una mesa redonda en que se trataba precisamente el tema de colocarse una misma como autora al mismo tiempo que se es sujeto de lo que se está analizando o sintiendo. Hasta ahora, todo lo que había mostrado al público, y en lo que me había enfocado profesionalmente, pertenecía al género periodístico, pero el germen de la poesía ya estaba. Tenía miedo y, a la vez, deseaba encontrarme como escritora. Durante la pandemia, me refugié en mi vertiente más literaria e intimista y resurgió esa yo que necesita de la palabra no como instrumento para retratar o capturar la realidad objetiva y neutra, sino como extensión de mí misma a través de ella. Y este verano, en uno de mis muchos vacíos conscientes, ha sido cuando ha implosionado todo. No podía seguir retrasándolo con mi excusa habitual: que publicaría un libro ya cuando fuera viejecita y tuviera la clave de la felicidad serena y absoluta. Así que este poemario lleva gestándose años, pero como les ocurre a muchas escritoras, al principio creemos que lo que nos pasa es algo exclusivamente individual y personal y no nos atrevemos a compartirlo.

La idea de tener el control porque soy yo misma contando mi propia historia también es un poco ficticia. El libro toma una personalidad propia, y el proceso se hace aún más colectivo

La autoexigencia y el perfeccionismo, muy habitualmente, bloquean la escritura. Y por supuesto, el momento de liberar los poemas al mundo suele ser terrorífico.
¡Exacto! Yo quería escribir algo hiperconsciente, potente, a la vez didáctico y divulgativo, que transformara, que aportara… o sea, que fuera perfecto. Yo postergaba continuamente el momento… y eso es hacerse el harakiri a una misma. Hasta que, por fin, me dije que no podía seguir refugiándome en el periodismo, en contar la historia de los demás y no la mía. Ahora ha sido cuando todas mis distintas vertientes han dejado de estar en disputa, y en un ejercicio sororo han unido fuerzas en este poemario que, por otra parte, es cierto que está cobrando vida propia. Por lo que la idea de tener el control porque soy yo misma contando mi propia historia también es un poco ficticia. El libro toma una personalidad propia, y el proceso se hace aún más colectivo.

Te reclamas a ti misma “con un mensaje feminista y antirracista sin renunciar a la colectividad para transformar un terreno árido”. Como autora mujer joven asiática descendiente, ¿cómo los movimientos feministas y antirracistas atraviesan tu poesía?
Justamente es en parte gracias al feminismo y al antirracismo que he conseguido encontrar la fuerza y la aceptación para escribir y publicar. Pero, además, yo concibo la poesía siempre conectada con su contexto y su momento. En las presentaciones del libro, dialogaré con personas de distintos ámbitos y que trabajan diferentes expresiones artísticas para que el poemario se ensanche y sea también un vehículo que abra diálogo social en varias direcciones. Creo que tiene ese potencial. Más allá de la conciencia antirracista y feminista, esta es una propuesta con un espíritu no exclusivamente literario, sino con ramificaciones en lo social. Lo concibo como un sistema abierto, no como un yo lírico hermético e indescifrable. Es lo que siempre busco, como poeta, periodista y ciudadana, así que la esencia seguirá siendo esa.

Es fácil que te descarten historias en los medios porque te han ubicado ya casi de panfletista, y porque el periodismo en formato largo no vende, es un periodismo caro, casi artesano

¿Podrías ahondar en la relación entre periodismo y poesía? ¿Piensas volver al periodismo?
Me ha costado quitarme los vicios de periodista. Han sido muchos años de periodismo social, con la perspectiva de la gente de a pie, porque siempre he creído que en esas pequeñas historias están las grandes cuestiones. Me costaba escribir sin pensar en el lector y sin ser divulgativa, sin tener en cuenta a la audiencia porque la poesía es casi lo contrario, es no esconderse, es mostrarse casi de una manera muy violenta. Mi poemario es un mapa emocional. Solemos tener miedo de nuestras propias emociones y de dónde vienen, por lo que escribirlo ha sido catártico y precioso, pero también terrorífico.

Escribir en sí no ha sido difícil, lo que ha sido difícil ha sido revisitar tantos disparadores psicológicos y encontrar fuerza en mi vulnerabilidad. La poesía es sacarse las entrañas, ponerlas sobre la mesa y después recomponerse. Tu propia palabra te causa shock. No es como cuando lees o escribes sobre otra persona, donde hay cierta distancia. En periodismo, una es observadora con el permiso y el descaro de hurgar en las existencias y en las reflexiones de otras personas. He sido freelance, asalariada, colaboradora y he abordado cuando podía temas que quería investigar de mí misma, por ejemplo, en mi documental independiente Chiñoles y bananas (2016). Pero es fácil que te descarten historias en los medios porque te han ubicado ya casi de panfletista, y porque el periodismo en formato largo no vende, es un periodismo caro, casi artesano. Ojalá se permitiera un modo de escribir más abierto y flexible, pero hoy la industria está marcada por el rendimiento empresarial, la viralidad en redes sociales, la influencia, etc.

Cuando mi generación estudiaba la carrera, recién empezaba Twitter y aún teníamos de referencia absoluta el periodismo impreso, por lo que nuestras expectativas eran muy distintas. Yo me he desarrollado como profesional básicamente porque me he autoexplotado, pluriempleado y paralizado mi vida personal. Si, además, tratas temas de antirracismo, la audiencia es muy blanca, y cuando te deconstruyes te das cuenta de que no puedes ser el tipo de periodista al que aspiras. Surgen incoherencias y dilemas personales porque te das cuenta de que las herramientas del amo no van a desmantelar el sistema. Así que no, no voy a volver a los medios, aunque por supuesto le tengo un amor incondicional y mucho cariño y respeto a la vocación y a los compañeros y compañeras, pero tenemos que ser críticos y no tener miedo a decir que hay muchas cosas que mejorar en periodismo.

En tu poemario hay bastante presencia, precisamente, del tema de la precariedad laboral, pero también de muchos otros, como el amor y el erotismo, o ser una persona asiática en España. En tus palabras, ¿cuáles son estos temas y cómo los tratas?
Un tema principal es la propia mitología familiar: cómo son esos vínculos y cómo te configuran. Por supuesto, la precariedad, como apuntas, está ahí, a veces de manera velada o más directa. Estoy inscrita en esta generación millennial definida como la mejor preparada de la historia, pero al no tener posibilidades reales de trabajo, mucha parte de ella emigró y se produjo una fuga de cerebros. Está el dolor, la decepción, la rabia contra el mercado laboral y la burbuja de optimismo ingenuo que vivimos. Por otra parte, la ciudad es muy deshumanizante y nos aísla mucho como individuos. En mi caso lo vivo así, que me he criado en Alicante, donde es mucho más fácil encontrarse, y también en Valdemoro. Me preocupa que todos los lugares aspiren a ser ciudades. ¿Qué mensaje estamos mandando, qué tipo de modelo de sociedad estamos impulsando así? Otro tema del libro son las relaciones de pareja, y de qué modo siguen operando bajo lógicas de binarismo de género, de posesión, etc. Al final, toda la obra es un autocuestionamiento pero, a la vez, una afirmación constante, porque no me queda otra, porque te estás narrando tú misma pero la memoria es fragmentaria y traicionera. Yo misma no soy la fuente más verídica, pero solo me tengo a mí.

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Susana Ye posando para El Salto ELVIRA MEGÍAS

Casi todo el poemario está escrito en español, a excepción de varios poemas finales en inglés. ¿Cómo es tu relación con el lenguaje y con los idiomas que hablas y escribes?
Me crie con el castellano. Es la lengua que siento más natural. El valenciano lo perdí porque solo lo estudié hasta los once años, en mi casa no se hablaba y la única exposición que recibía era del Babalà club. Casi un poco lo mismo me pasó con el chino, con el que ni siquiera tenía acceso por vía educativa o por canales de televisión infantil como con el valenciano… Entonces, de chino entiendo pocas cosas. Claro que mis padres intentaron reconectarme con esa parte de la cultura y así poder comunicarnos y que yo tuviera un mejor futuro, pero yo ya era adolescente y en aquel entonces no existían recursos ni material adaptado a castellanoparlantes. Además, yo tenía un conflicto interno de identidad que me generaba rechazo hacia el chino y me parecía un idioma muy difícil. Cuando acudía a mis padres con dudas, tampoco me las sabían responder aunque controlaran el idioma, como también pasa con los padres españoles que si les vienes con preguntas de álgebra o química, pues aunque lo estudiaran en su día, raramente pueden asistirte. Al final, mi entorno era blanco, se hablaba castellano y en nuestra casa se normalizó el hecho de que la comunicación era muy quebrada y básica, porque ni yo me puedo expresar en chino ni mis padres en castellano en toda su complejidad. En el caso del inglés, lo estudié en el instituto pero puse mucha voluntad por mantenerlo vivo. Quizá hay algo de proyección, como que si no podía con el chino, pues al menos tenía este otro idioma. He viajado mucho sola, me he relacionado en inglés y he trabado así grandes amistades que mantengo a día de hoy. Por otra parte, al no ser un idioma que controle completamente, en los poemas escritos en inglés me salto filtros y me detecto más violenta y abstracta. Son solo cinco poemas al final del libro, una parte breve pero cuidada a la que no todos los lectores llegarán, como la escena extra después de los créditos en una película, un premio para quien se queda hasta el final.

En el libro encontramos múltiples referencias a obras que interpelas, mencionas, agradeces, de diferentes disciplinas artísticas, contemporáneas y clásicas, infantiles y adultas. ¿Cómo se ha tejido esa red de textos que te han ayudado o llamado a escribir?
Nunca venimos de la nada y creo que es muy importante reconocer esas referencias. Con el documental de Chiñoles y bananas me ha pasado que se ha movido bastante en círculos pequeños, pero ha caído algo en el olvido. Sin embargo, sé que mucha gente ha accedido a él y muchos periodistas han apostado por este tema, pero no han mencionado que lo consultaron como recurso para sus noticias o reportajes. Yo no podría haber creado y escrito estos poemas si otras no hubieran creado y escrito. No cuesta nada poner el nombre “Elena López Riera”, una directora joven de Orihuela que ha dirigido El agua (2022), y difundir y ampliar su propuesta artística. Soy muy visual y, de hecho, me debo mucho al cine. Aunque a veces tantas referencias puedan interrumpir el flujo de la lectura o incluso distraer, creo que al final es la celebración de que la cultura es algo muy vivo, que se retroalimenta, interconecta, dialoga. La novela Momo (1973), por ejemplo, es una joya olvidada y a la sombra de La historia interminable (1979), pero la prefiero porque es menos impostada, más sencilla y humilde. El conjunto de referencias es muy ecléctico y me asumo relevo de muchas cosas con las que crear mi propio universo. El título del poemario mismo hace referencia a la novela corta Arenas movedizas (1928) de Nella Larsen, a la que llegué por azar y con la que conecté mucho. Específicamente en poesía me ha influenciado Ocean Vuong. Me encanta cómo se revisita sin ningún tipo de miedo, sin censura ni filtro. No hace falta entender todo su mundo, sino aceptarlo. A nivel artístico, valoro mucho la honestidad, y todas esas obras la tienen.

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Susana Ye fotografiada en el Matadero de Madrid ELVIRA MEGÍAS

¿Cómo es la industria editorial ahora mismo en España para una autora racializada asiática?
Propuestas como por ejemplo la colección Lenguas bífidas de La Parcería Edita están rompiendo un poco la barrera de la norma estética de lo que es literatura o cómo se tiene que hacer literatura, con propuestas que van más allá de las típicas autobiografías y de la condición del autor como racializado o de persona posicionada en antirracismo. No obstante, a las editoriales grandes les cuesta más aceptar esas propuestas. También los propios amantes de la escritura quieren escapar de este circuito cerrado y crear espacios editoriales mucho más apegados a la calle. No está pasando solo en las comunidades racializadas, sino en muchos más espacios de lucha social.

La editorial con la que publico, El rey de Harlem, es joven, tiene recursos humildes y está muy abierta a causas sociales. Por ejemplo, han publicado Cosqueretas de Tomás Conde, un autor que habla en sus relatos de la paternidad gay. Tenemos la típica imagen de hombre gay desatado pero, ¿dónde queda la parte de los cuidados y la estabilidad? Al final, todas las luchas sociales están hermanadas y ninguna disputa espacios a ninguna. Unidos siempre vamos a ser más fuertes. ¡Las divisiones que nos vengan de fuera, no de dentro! En mi caso, el solo hecho de llegar a publicar es gracias a toda la labor que desde espacios antirracistas y muy conscientes se está haciendo para descolonizar la literatura.

 

**Paloma Chen: Shanghái, ChinaPeriodista autónoma.Transnational Migrant Platform-Europe (TMP-E). Escribe y cubre temas sobre cultura, arte, inmigración, sociedad, racismo y Asia en publicaciones como El Salto, La Marea o El País. Premiada con el II Premio de Poesía Viva de 2021 recibido en la Real Academia Española.

 

Fuente: EL SALTO DIARIO

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GREEN EUROPEAN JOURNAL


Patience Nabukalu: “Explotarnos no es apoyar nuestra causa”

 

Patience Nabukalu, activista de Fridays For Future Uganda y Stop the East African Crude Oil Pipeline, es una de las fundadoras de las campañas Stop Wetland Degradation y Stop Plastic Pollution.
Patience Nabukalu
Patience Nabukalu, en el centro de la imagen, durante una manifestación en París.
Periodista del Green European Journal y cofundadora de la plataforma 1.2 Diaries
26 DIC 2023 10:39
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La responsabilidad del Norte global sobre la emergencia climática y su fracaso a la hora de abordarla siguen siendo unos asuntos candentes. Los medios de comunicación internacionales tienden a ignorar o explotar las voces activistas de África, mientras que las empresas occidentales continúan sacando provecho de los recursos locales. El primer paso hacia la justicia climática consiste en reconocer los propios privilegios, tal y como explica la activista ugandesa Patience Nabukalu.

¿Qué te condujo al activismo climático y qué significa para ti?
La justicia climática es algo que me entusiasma. Esa pasión ha hecho que me involucre en varias campañas y protestas a nivel local e internacional. También lucho por un futuro más verde, con agua potable, alimentos y energía limpia. Ese futuro no va a llegar por ciencia infusa, sino a través de la acción.

El activismo no consiste en aparecer en los medios. Una persona activista también lucha por su comunidad cuando las cámaras no están grabando. Una activista se traslada a la escena, averigua qué necesita la comunidad y hace algo al respecto.

Muchas activistas africanas soñarían con estar en tu lugar, y es que muchas no tienen acceso a una plataforma como la tuya. ¿Qué se siente al estar en el candelero y convertirse en uno de los rostros del movimiento?
Para mí es muy importante estar en el foco de atención porque no sólo tengo la oportunidad de amplificar las historias y las ideas de quienes se encuentran en primera línea, sino también las reivindicaciones del pueblo. La gente que está a pie de la crisis climática no son simples víctimas, sino que aportan soluciones. Aparte de mí, muchas otras personas realizan diversas actividades en sus comunidades, incluyendo la educación climática en las escuelas, labores de limpieza voluntarias y talleres. Esta posición de protagonismo también me concede la oportunidad de hablar con los medios de comunicación y poner el tema que queramos encima de la mesa.

La gente que está a pie de la crisis climática no son simples víctimas, sino que aportan soluciones

Pero, por otro lado, hay algo que nos hace sentir explotadas. Por ejemplo, las ONG nos invitan a Europa para participar en sus eventos, lo que supone trabajar con gente a la que sí pagan, aunque tú no recibas nada. Asimismo, algunos medios de comunicación han usado y monetizado mi imagen sin mi consentimiento. Queremos que se nos escuche y se nos dé voz en las plataformas, pero sin que nadie nos utilice. Explotarnos no es apoyar nuestra causa.

Las ONG, los medios de comunicación y las organizaciones internacionales deberían tener más consideración. Tenemos familia y amigos, enfermamos y tenemos gente a la que cuidar, al igual que cualquier otra persona que desempeña un trabajo. La única diferencia es que el activismo es más que un trabajo. Es pasión. Es el entusiasmo por un futuro diferente. Por eso arriesgamos todo, incluida nuestra vida y la de nuestros seres queridos.

Además de tener más consideración con esto, las ONG medios de comunicación y organizaciones internacionales deberían predicar con el ejemplo. No pueden dar sermones sobre la igualdad de género, la justicia social y racial o los derechos humanos cuando estas mismas instituciones no respetan estas cosas a la hora de trabajar con voces del sur global.

Hablemos de tu activismo en Uganda. ¿Podrías contarnos un poco sobre el trabajo que estás haciendo?
Imparto programas educativos sobre el clima en colegios. Hemos formado a estudiantes de más de cien colegios sobre el cambio climático, cómo responder, cómo adaptarse y cómo unirse a la lucha. Soy la fundadora e impulsora de las campañas Stop Wetland Degradation (No a la degradación de los humedales) y Stop Plastic Pollution (No a la contaminación plástica) porque yo misma soy una víctima de la degradación de los pantanos. El lago Victoria, por ejemplo, proporciona alimento a más de 40 millones de personas, pero el lago y las zonas ribereñas que lo rodean están amenazadas por la contaminación por plástico. Si no luchamos para protegerlo, muchas vidas sufrirán las consecuencias. Por esta razón desempeñamos tareas de limpieza para proteger este recurso natural.

He participado en la campaña No al oleoducto de petróleo crudo del Este de África, que lleva activa más de cuatro años. El proyecto del Oleoducto de Petróleo Crudo del Este de África (EACOP, por sus siglas en inglés) planea construir el oleoducto calentado más largo del mundo, que emitirá 34 millones de toneladas de dióxido de carbono al año y desplazará a más de 100.000 personas de sus hogares y medios de subsistencia. Esta campaña ha sido mi principal objetivo en 2023.

Además, formo parte de un proyecto de empoderamiento de la mujer en un pueblo llamado Kiboga, donde las temperaturas han aumentado hasta el punto de dificultar la agricultura y la ganadería. El proyecto aspira a educar a 50 mujeres de la zona sobre la producción hortícola para que puedan abastecerse y obtener ingresos.

¿Qué impacto dirías que ha tenido tu activismo en Uganda y a nivel internacional?
El activismo realmente funciona. Y te voy a decir por qué. Cuando empezaron a construir el Oleoducto de Petróleo Crudo del Este de África, era obvio que aquello sería una bomba climática que afectaría a muchas generaciones. Como activistas, teníamos claro que había que iniciar una campaña para impedirlo. ¿Y sabes qué? Hemos visto cómo grandes corporaciones, bancos y 23 compañías de seguros se han retirado del proyecto. El Parlamento Europeo aprobó una resolución que declaraba que las inversiones en proyectos de combustible fósil violaban los derechos humanos en Uganda y Tanzania.

Gracias a nuestro activismo hemos conseguido retrasar la construcción del EACOP. Una vez firmados los acuerdos para llevar a cabo ese tipo de proyectos, se suelen iniciar con bastante rapidez. Incluso si el EACOP acabase consiguiendo los permisos necesarios, pusimos muchos obstáculos en su camino. Este es un ejemplo del poder del activismo. Estoy segura de que ahora muchas empresas se lo pensarían dos veces antes de embarcarse en un nuevo proyecto petrolero porque tienen miedo de la reacción pública y de perder beneficios. Además, creo que los bancos se están echando atrás porque no quieren poner en riesgo su reputación.

Sé qué podemos hacerlo aún mejor, pero lo que hemos logrado hasta ahora supera todas mis expectativas sobre el poder del activismo. Me hace feliz ver todo lo que hemos logrado, aunque seguiré luchando hasta que desactivemos esta bomba climática.

¿Cuáles son algunos de los desafíos a los que te enfrentas? ¿Cómo ha respondido tu gobierno a tu activismo?
Si te soy sincera, es realmente doloroso que no tengamos el mismo lugar ni los mismos derechos que nuestros semejantes del norte global. Cuando se les dan micrófonos a los activistas del Norte global para que denuncien sus causas, no entienden que se trata de un privilegio. Tienen derecho a hablar. Tienen derecho a organizar huelgas. Tienen derecho a defender sus comunidades. Sin embargo, los activistas del Sur global no tenemos nada. La gente joven de Uganda tiene miedo de acercarse al activismo porque temen lo que les podría ocurrir a ellos y a sus familias.

Nos enfrentamos a la ignorancia de nuestras comunidades y de nuestros líderes. La clase dirigente pinta al activismo climático como oposición política, lo cual complica que podamos llevar a cabo nuestras campañas aquí, en nuestra tierra. Recibimos amenazas del Gobierno, de la clase política y de la comunidad porque la gente tiene más miedo de nuestro trabajo que de aquello contra lo que luchamos.

En muchos casos, los medios de comunicación conceden más oportunidades a los rostros blancos y se olvidan de quienes estamos en primera línea frente a la crisis climática

No podemos simplemente detener el Oleoducto del Este de África porque el Gobierno espera sacar grandes beneficios con ello. Es un proyecto egoísta y el gobierno no se va a poner de nuestra parte. Las falsas promesas del gobierno, como la de asegurar que el EACOP generará empleo y contribuirá al desarrollo de Uganda, hacen que nuestra campaña parezca una amenaza. La verdad es que el principal accionista del proyecto es Total Energies, una multinacional francesa que posee el 64% del proyecto, lo que significa que casi ningún beneficio se quedará en el país. Es un proyecto que busca asegurar la continuidad colonial. Y lo que también es verdad es que muchos países ricos en petróleo de este continente siguen sufriendo pobreza, crisis y pandemias, al mismo tiempo que atraviesan una crisis climática que es cada vez mayor.

Otro de los grandes desafíos tiene que ver con los medios de comunicación. En muchos casos, los medios le dan el protagonismo a los rostros blancos y se olvidan de los que estamos en primera línea frente a la crisis climática.

¿Te refieres a los medios internacionales o también los locales?
Desgraciadamente, en Uganda ni siquiera aparecemos en los medios. Pero internacionalmente sí.

¿Podrías contarme más sobre el panorama mediático en Uganda? ¿Por qué lo evitas?
Sinceramente, porque los medios en Uganda están controlados por el Gobierno. Si el Gobierno se niega a hablar de ciertos temas, nadie tendrá la oportunidad de hablar de ellos. He tratado de contactar con varios medios de comunicación en Uganda pero es muy difícil, así que tiré la toalla. Al igual que nuestro Gobierno, los medios representan el Oleoducto del Este de África como una oportunidad de oro; no hacen más que asegurar que favorecerá el empleo y traerá consigo un gran desarrollo. Cuando visitamos institutos y les preguntamos a los estudiantes por el EACOP, la mayoría (de ellos) repiten estas palabras.

¿Cómo sorteas estos obstáculos?
He asistido a algunas formaciones de Climate Activist Defenders (Activistas Defensores del Medio Ambiente) que enseñan a activistas a protegerse. En mi país, por ejemplo, no participo en las protestas callejeras porque no está permitido. Sé que supone una contradicción con mi labor como activista, pero no participo porque, al fin y al cabo, si te arrestan por manifestarte en frente del Parlamento, ¿quién te va a rescatar? Estamos en un país donde ni los medios pueden difundir algo así. ¿Quién se va a enterar de que te han arrestado?

Antes has mencionado la explotación en el contexto de trabajar con gente en la comunidad europea. ¿De qué manera se puede hacer más por la justicia medioambiental?
Quiero que la gente del Norte global comprenda que el cambio climático no entiende de fronteras. Nos afecta a todos. Proyectos como el EACOP, que va a incrementar las emisiones de dióxido de carbono, no afectan solamente a África Oriental, sino también a todas aquellas naciones que se consideran a sí mismas “desarrolladas”. Ya es hora de que abran los ojos y apoyen a las comunidades que están en primera línea. También tienen que entender que no tenemos los mismos derechos humanos y de libertad de expresión en nuestros propios países. Así que deberían utilizar su privilegio para pedirle cuentas a las autoridades. Lo mismo podría aplicarse a los medios de comunicación occidentales.

No todo el mundo puede apoyar económicamente a las voces del Sur global, pero sí pueden respaldarlas de muchas otras formas relevantes. Lo mínimo que pueden hacer es hablar con la gente que está en primera línea, escucharla, amplificar su voz y unirse a sus luchas. Aunque yo esté aquí hablando contigo ahora mismo, hay muchos activistas como yo en África a los que no se escucha.

Es el Norte global el que debería pagar por las pérdidas y los daños de la crisis climática.

De igual modo, han de recordar que los países del norte global tienen una gran deuda con los países del sur global. Es el norte global el que debería pagar por las pérdidas y los daños de la crisis climática.

Antes has mencionado que a veces es peligroso llevar los asuntos medioambientales del continente a las calles. ¿Cómo es que esto sí fue posible en Kenia, durante la Cumbre Climática de África que se celebró el pasado septiembre? ¿Fue una ocasión excepcional? ¿Y por qué fue importante organizar aquella marcha de protesta?Creo que esa marcha solo salió adelante porque el presidente de Kenia la autorizó. Pero había restricciones. Aun así, supuso un avance ya que no se nos permitió manifestarnos durante la COP27 en Egipto, el anterior encuentro sobre el clima en el continente. Había muchas restricciones también: no podías vestir camisetas con eslóganes, no podías reunirte en grupos de 10 personas o más y no podías coordinarte con otras personas para llevar la misma camiseta. Fue muy extraño, sobre todo porque no había ningún motivo para establecer unas reglas tan estrictas. Así que la protesta de la Cumbre Climática de África fue todo un hito. Fue la primera manifestación en el continente en la que he participado.

Organizamos nuestro propio evento previo e hicimos nuestra propia declaración tras la cumbre. Organizamos la Cumbre de los Pueblos y la Declaración Popular, así como una mesa redonda de razonamiento energético. Estas iniciativas, encabezadas por la sociedad civil, esbozaron la visión del pueblo por una acción climática y una transición verde en África. Coincidimos en que África tiene un futuro brillante en el campo de las energías renovables y este sector debería recibir el apoyo que está recibiendo el de los combustibles fósiles. Queremos que nuestros líderes presionen para que los países ricos destinen los 100.000 millones de dólares que prometieron dar a los países más vulnerables al cambio climático. Queremos más apoyo para que la población del continente desarrolle soluciones no contaminantes y otras innovaciones. Queremos que se reconozca que África ha sido y sigue siendo explotada por motivos energéticos y que el EACOP es un ejemplo claro de ello.

Nos manifestamos en las calles porque queremos que se oigan nuestras reivindicaciones. Queríamos decirles a nuestros dirigentes en la cumbre que acaben con los combustibles fósiles en África, que no gasifiquen África. Personalmente, me habría gustado que Ruto, el presidente de Kenia, hubiera rechazado frontalmente el EACOP y los combustibles fósiles. Al fin y al cabo, la cumbre tuvo lugar en Kenia, un país miembro de la comunidad de África Oriental que además se verá directamente afectado por la EACOP. No es habitual celebrar estas cumbres en África, así que realmente era una oportunidad única para que nuestros líderes sacaran las reivindicaciones del pueblo africano a la palestra. No obstante, y por desgracia, no ocurrió así.

¿Por qué dices que no ocurrió?
No ocurrió porque los dirigentes implicados en la cumbre no apostaron por nuestras soluciones. Se limitaron a endulzar la realidad para los blancos. Esto nos decepcionó enormemente. La Cumbre del Clima de África resultó ser como cualquier otra cumbre. Pagué mi asistencia de mi propio bolsillo y viajé hasta Nairobi. Y creo que malgasté mi dinero.

 

GREEN EUROPEAN JOURNAL
Esta entrevista se realizó de forma online antes de la COP28 y fue publicada originalmente en inglés en el Green European Journal, publicada ahora en castellano en El Salto de la mano de EcoPolítica.

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