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Si bien la captura de Kidal, un bastión de la rebelión tuareg, es un éxito para la junta, a su vez puede alentar una recomposición de los movimientos armados autonomistas e islamistas.
Después de más de diez años de control por parte de los movimientos rebeldes tuareg, las Fuerzas Armadas de Malí (FAMA), acompañadas por mercenarios Wagner, entraron en Kidal hace quince días.
La captura de Kidal
Las autoridades malienses desplegaron considerables recursos para capturar la ciudad del noroeste del país. Los ataques aéreos de la fuerza aérea y el uso de drones Bayraktar TB2 de fabricación turca recientemente adquiridos fueron decisivos. Si bien el gobierno de Bamako se felicita por esta victoria, se cuida de no mencionar las decenas de civiles muertos y heridos, entre ellos niños, que fueron víctimas de los bombardeos. Las FAMA han penetrado en una ciudad prácticamente desierta por la población.
En cuanto a las fuerzas rebeldes del Cadre Stratégique Permanent pour la Paix, la Sécurité et le Développement (CSP-PSD), que agrupa a un gran número de organizaciones tuareg, la mayoría de ellas han regresado a la cordillera de Adrar Tigharghar.
Fin del acuerdo de paz
Se trata sin duda de una victoria para la junta maliense. La junta, a través de su presidente Assimi Goïta, había afirmado constantemente su determinación de defender la soberanía nacional recuperando todo el territorio.
Como consecuencia directa, el acuerdo de paz de Argelia de 2015 entre los movimientos armados y las autoridades malienses ha quedado destrozado. Aunque este acuerdo nunca se aplicó realmente sobre el terreno, tenía la ventaja de ser una referencia para todos los beligerantes.
La captura de Kidal se logró a expensas de la lucha contra los yihadistas tanto del Groupe de soutien à l’islam et aux musulmans (GSIM), vinculado a Al Qaeda, como del Estado Islámico, que está empezando a echar raíces en el Región de Ménaka.
¿Una victoria pírrica?
El verdadero desafío no es conquistar un pueblo o territorio, sino permanecer allí y poder brindar seguridad, administrarlo e implementar servicios estatales. Tanto más cuanto que las fuerzas rebeldes están obligadas a librar una guerra de guerrillas que probablemente agravará las ya tensas relaciones entre las FAMA, sus auxiliares rusos y la población local.
La victoria de la junta podría verse socavada por una alianza entre el CSP-PSD y el GSIM. Aunque las agendas políticas de los dos grupos divergen, podría haber un acercamiento. Iyad Ag Ghali, líder del GSIM, fue uno de los primeros en luchar por la causa tuareg y, como tal, es muy respetado. Es más, las fronteras entre los movimientos armados siguen siendo permeables. Así que una opción que ahora se está volviendo plausible es ver ataques convergentes por parte de grupos autonomistas/separatistas e islamistas, como fue el caso al comienzo de la crisis de Malí en 2012. Un flashback de diez años que augura malos para el futuro.
Traducido por Mirador Internacional de l’Anticapitaliste .
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