La república en el programa del Partido Revolucionario Cubano: La República concebida por José Martí/ Ver- 90 años del primer partido trotskista cubano

La república en el programa del Partido Revolucionario Cubano

 

La República concebida por José Martí

 

 

 

20 septiembre 2023

 

Para que las ideas democráticas de José Martí se transformaran en realidades, Cuba debía ser independiente. El primer paso en esta dirección fue la creación del Partido Revolucionario Cubano, que orientaría su labor de acuerdo con el programa republicano delineado desde tiempo atrás, uno de cuyos principios aparece en el discurso conocido como «Con todos, y para el bien de todos» [1], palabras que sintetizaban propósitos esenciales.

Con todos los integrantes de la nación debía alcanzarse la libertad de la patria. Solo quedarían excluidos quienes se opusieran a la independencia o se apartaran por intereses espurios. El bien de todos es un objetivo programático que no alude solo al bienestar material, sino también a la plena realización espiritual del individuo y la colectividad [2].

El Partido fue estructurado como organización política, con una rama militar indispensable para fomentar la contienda. Se fundó «para poner la república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere naturalmente, por poder incontrastable, después de la guerra». (OC, t. 1, p. 388)

Esta doble función se establece en las «Bases»En sus ocho artículos se hace el llamado al enfrentamiento bélico en siete ocasiones, y se precisa que la finalidad de la contienda era asegurar «en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la Isla» y desarrollar «un pueblo nuevo y de sincera democracia». (OC, t. 1, p. 279-280)

Para evitar el peligro de posibles desviaciones se introdujeron prácticas hasta entonces desconocidas: la elección de todos los funcionarios, el deber de la Delegación de rendir cuentas de su labor anualmente y del empleo de los fondos recaudados, el derecho a deponer a los dirigentes, de incluir reformas a las «Bases» y los «Estatutos»(OC, t. 1, p. 282 y 283) así como procedimientos para fiscalizar la actuación de los funcionarios y someter al ejecutivo a «la revisión continua de sus actos» [3].

La práctica cotidiana de estos procedimientos iría formando a los futuros ciudadanos. Sería una escuela de democracia participativa y de ejercicio de los derechos y deberes fundamentales. El Delegado incitaba a las organizaciones de base para que no se presentara el «deseo vago de la independencia», (OC, t. 2, p. 93) sino que pedía congregar a los afiliados «para pensar en estas cosas, para cultivar este ideal». (Epistolario, t. III, p. 495)

Foto: Wendy Pérez Breijo

Mediante el diálogo y el debate se formarían nuevos valores y se revertirían determinadas ideas prevalecientes en la sociedad, como la discriminación y la represión a la libertad de pensamiento.

El antirracismo era un factor político imprescindible para la unidad nacional en un pueblo formado por variadas mezclas de seres humanos, con una infinita gama de matices en el color de la piel. Martí sentenció: «Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de razas». (OC, t. 6, p. 22)

Uno de los más deleznables procederes que debía enfrentarse era la represión colonialista contra las manifestaciones de diferencias con la política oficial. Por el contrario, Martí insistía en respetar las opiniones disímiles: «El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos […] es en mí fanatismo». (OC, t. 3, p. 166)

La actitud crítica y la proposición de correctivos a las desviaciones, errores y peligros contribuirían al mejoramiento humano, a la potenciación de lo mejor del ciudadano, a lograr «el pleno goce individual de los derechos legítimos del hombre». (OC, t. 3, p. 139)

Error gravísimo sería la imitación de modelos foráneos. El objetivo era la independencia absoluta, tanto del dominio español como de cualquier otra potencia. Para lograrlo se reunirían los elementos necesarios «sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno», ni atraerse cualquier enemistad, a fin de cumplir los deberes difíciles «que su situación geográfica le señala». (OC, t. 1, p. 279-280)

Ante la creencia, generalizada entonces, de que Estados Unidos era un país libre de los males y defectos propios de cualquier otra sociedad, Martí consideró un deber demostrar que las ansias imperiales y las tendencias antidemocráticas del país norteño eran deficiencias de su sistema de gobierno, sustentado en el poder de la riqueza: «La tiranía acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial tiene un tirano industrial». (OC, 10, 84-85)

Se perdían, aceleradamente, las virtudes democráticas. Las corporaciones «sacan triunfantes en las contiendas del sufragio a los que hacen las leyes para su provecho, y las aplican en beneficio de los que los encumbran o pagan» [4]. En el país norteño no existía la democracia concebida por el Apóstol, quien tampoco la encontró en la República Española de 1873, ni en Guatemala y Venezuela, países donde residió.

Las soluciones cubanas no se hallaban en las democracias establecidas de acuerdo con los modelos liberales conocidos, como tampoco en los de otros ordenamientos republicanos concebidos en teoría. No deben atribuírsele a Martí concepciones ideológicas que le son ajenas [5]. La República de Cuba debía ser absolutamente independiente, libre, democrática y justa.

REFERENCIAS

[1] José Martí: Obras Completas, La Habana, 1963-1973, t. 4, p. 279. (En adelante, esta obra será citada con las siglas OC.)

[2] Ver Medardo Vitier: “Doctrina social. III”, en Valoraciones, Universidad Central de Las Villas, 1960, t. I.

[3] José Martí: Epistolario, La Habana, 1993, tomo III, p. 103. (En lo sucesivo será citado como Epistolario.)

[4] José Martí: Otras crónicas de Nueva York, La Habana, 1983, p.21.

[5] Este asunto será abordado en el siguiente tema: José Martí y las ideas socialistas.

 

Doctor de Ciencias Históricas e Investigador. Premio Nacional de Historia 2009. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2020.

 

 

Fuente:    La Joven Cuba

 

 

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90 años del primer partido trotskista cubano

 

septiembre 14, 2023

 Frank García Hernández*

 

El 14 de septiembre de 1933 se fundaba en Cuba el Partido Bolchevique Leninista: el primer partido trotskista cubano. El PBL era la continuación y madurez política de la Oposición Comunista, fundada dentro del Partido Comunista en agosto de 1932. La fuerza del trotskismo cubano en septiembre de 1933 era tal que no tenía ningún sentido seguir presentándose como una fracción dentro del PCC. Además, todos los trotskistas habían sido expulsados del PCC en cuanto se hizo pública la existencia de dicha tendencia.

La tendencia trotskista nacida dentro del PCC no era tan pequeña como lo ha intentado presentar la historiografía oficialista cubana. Desde su constitución, la tendencia trotskista cubana llevó consigo a la muy importante Federación Obrera de La Habana, la sección universitaria del PCC -el Ala Izquierda Estudiantil-, y el Socorro Rojo Internacional.

Cuando el recién fundado trotskismo cubano creció -aún siendo Oposición Comunista- fue durante la más dura prueba de fuego revolucionario que vivieron en su época: la caída del dictador Gerardo Machado. El 28 de julio de 1933 los choferes de ómnibus de La Habana habían iniciado un paro reivindicativo, que rápido devino en huelga general a lo largo del país. Cuando la huelga se encontraba en un punto decisivo, los estalinistas, quienes controlaban la principal central sindical del momento, pactaron con el ya débil dictador Machado: le propusieron detener la huelga a cambio de demandas, entre ellas, la legalización del PC. En oposición a la traición estalinista, fueron los trotskistas cubanos quienes continuaron la huelga. Mientras que la respuesta de los estalinistas fue tirotear los locales trotskistas, la clase trabajadora respondió continuando la huelga, entonces ya rescatada por la Oposición Comunista.

Machado caería el 12 de agosto de 1933 y para ese momento la Oposición Comunista se había consolidado como una de las principales fuerzas revolucionarias del país. Fue por ello que un mes y dos días después de la caída del dictador se procedió a que la Oposición Comunista se transformara en el Partido Bolchevique Leninista: ser oposición dentro del PCC ya no reflejaba la magnitud del trotskismo organizado cubano.

Dos silenciadas importantes figuras de la historia cubana fueron quienes articularon la organización del trotskismo en Cuba: el sindicalista Sandalio Junco y el intelectual Juan Ramón Breá, quien devendría en el primer poeta cubano surrealista, trotskista y cercano al psicoanálisis. Paradójicamente, Junco y Breá son cada vez más conocidos en el extranjero y ocultados en Cuba -incluso difamados- por el estalinismo y sus continuadores.

Por diferentes motivos -entre ellos la política entrista de Sandalio Junco quien abandonó al PBL a menos de un año de su fundación-, el trotskismo cubano jamás volvió a tener la fuerza de aquel agosto del 33 y en 1935 caería en una crisis irreversible. A partir de ese momento el trotskismo cubano continuó debilitándose, al punto de que ya para inicios de los años cincuenta no aparece ninguna publicación del entonces Partido Obrero Revolucionario -nombre que adoptaría el PBL en 1940-.

Fue tras el triunfo de la revolución cuando en Cuba el trotskismo organizado volvió a renacer. Sin lograr la fuerza de 1933, el trotskismo cubano, reconstituido en 1960 bajo el nombre de Partido Obrero Revolucionario (trotskista) -POR(t)- reflotó con fuerzas las ideas de Trotski dentro de la Revolución. Los veteranos militantes del trotskismo cubano y sus continuadores lograron que durante 17 años -desde 1960 a 1973- existiera el POR(t). Fueron casi dos décadas donde un puñado de militantes comunistas lucharon en Cuba para que la revolución se transformara en una verdadera democracia obrera y no en un intento burocratizado de construir el socialismo -como terminó sucediendo, para ahora caer en la restauración capitalista-.

Si bien en 1965 el POR (t) sufrió un golpe represivo tan fuerte que lo lanzó a la clandestinidad, debilitándolo profundamente, una pequeña célula -encabezada por Idalberto Ferrera y Juan León Ferrera- continuó organizándose. Para 1973 la presencia del trotskismo cubano organizado había crecido al punto de que la burocracia dirigente lo consideró un peligro, lanzando sobre los miembros del POR (t) su última destructora ofensiva: la dirección del POR (t) en su totalidad fue a prisión durante años y nunca más pudieron volver a reconstituir el partido.

Salvo Comunistas Cuba, este 14 de septiembre ningún medio de prensa cubano homenajeará al Partido Bolchevique Leninista por el 90 aniversario de su fundación. Los estalinistas que poco después del triunfo de la Revolución cubana controlaron la historiografía oficial, se encargaron de borrar la presencia del trotskismo en Cuba. Ni Junco, ni Breá, ni la Oposición Comunista, ni el PBL, mucho menos el POR (t), existen en los libros de texto con que niños y jóvenes estudian en Cuba la historia nacional.

Por su parte, la prensa oficial nunca menciona al trotskismo cubano. Ni siquiera ya para difamarlos, como a veces sí sucede en algún pie de página o breve capítulo de ciertos libros que distorsionan la historia de la clase trabajadora cubana. Sin embargo, algunos historiadores cubanos de izquierda han logrado que Juan Ramón Breá y Sandalio Junco sean mencionados honrosamente en algunos espacios académicos, llegando a publicarse espaciados, pero sustanciosos artículos sobre el trotskismo en Cuba.

Incluso, si bien el ya fallecido historiador cubano Rafael Soler distorsionó la historia del trotskismo cubano, afirmando en sus artículos que el PBL desapareció en 1935, debemos agradecerle que haya realizado una profunda tesis doctoral sobre las dos primeras organizaciones trotskistas en Cuba: la Oposición Comunista y el Partido Bolchevique Leninista. Los artículos de Soler, si bien cargados de un enfoque burocrático, fueron los primeros en reconocer dentro de Cuba al trotskismo cubano como una fuerza revolucionaria y antimperialista.

A pesar del silencio censor, los burócratas no han podido evitar la entrada de Trotski en la juventud cubana. Aunque de manera reducida, La Revolución Traicionada es un texto ávidamente leído entre no pocos jóvenes marxistas cubanos. Ellos ven en Trotski a una de las principales herramientas para comprender la degeneración política de la burocracia dirigente, el proceso de restauración capitalista que atraviesa Cuba, la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país y cuál debe ser el camino a seguir: la verdadera Revolución socialista.

Queda en los continuadores del PBL y Breá, del POR (t) e Idalberto Ferrera divulgar la historia del trotskismo cubano; pero sobre todo, queda el deber de divulgar a Trotski en Cuba. Con esto último, la obra de los viejos trotskistas cubanos se habrá convertido en una barricada revolucionaria.

Imagen: Portada de la edición cubana de La Revolución Traicionada, prologada por Roberto Acosta, diseño de Juan León Ferrera y publicada por el POR(t) en 1964.

 

https://x.com/profdavidharvey/status/1702295001495916597?s=20

 

*Frank García Hernández. @frankgH28: Sociólogo, historiador, periodista y bibliotecario. Nacido en Cuba, pero sin fronteras. Comunista. Translate bio. Joined …

 

 

Fuente:   COMUNISTAS CUBA.org           Comunistas

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