ARGENTINA- MARIANO FÉLIZ*: La economía política en el centro de la campaña

13SEP23 

 

Por MARIANO FÉLIZ*

Luego de la sorpresa de las PASO, la campaña presidencial se lanzó. En oleada, incluso los medios de comunicación hegemónicos, parecen tener dudas -y hasta preocupación- por el monstruo que han creado en la figura de Javier Milei. Mientras el barco de Patricia Bullrich se hunde en sus contradicciones y dudas, el Ministro-Candidato Sergio Massa parece dispuesto a todo para llegar a la segunda vuelta electoral. En esta campaña, la economía está -como casi siempre- en el centro.

El triunfo de Milei en las PASO fue una sorpresa para casi todes. Un desquiciado, con una propuesta electoral basada en el discurso de la destrucción general de todos los consensos, parecía haber quedado listo para disputar con chances las elecciones presidenciales de octubre. Y sin embargo, a pocas semanas de iniciada la verdadera campaña, la ruta hacia la presidencia parece un camino de ripio para el líder de la coalición La Libertad Avanza (LLA).

La dolarización imposible

El primer choque con la realidad para la LLA ha sido su principal propuesta macroeconómica: la dolarización. La propuesta de máxima de Milei ha sido reemplazar la moneda emitida por el Estado argentino por la moneda que emite el Estado de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.). No aparece como una paradoja para el “destructor” del Banco Central de la República Argentina (BCRA) sugerir que la Reserva Federal (a la sazón el Banco Central en el país imperialista) sea su reemplazo. Tampoco le parece poco atinado impulsar una propuesta que ningún país en el mundo con el tamaño y complejidad social y productiva de la Argentina esté llevando adelante. Mucho menos le preocupa que la mentada dolarización suponga la pérdida de una enorme cantidad de instrumentos de política económica (fundamentalmente, control del tipo de cambio nominal y la posibilidad de emitir moneda) con el resultado cierto de aumentar exponencialmente la inestabilidad macroeconómica frente a un capitalismo global en crisis. Tampoco queremos exponer mucho estas contradicciones, a riesgo de ser acusados de “fracasados” o “zurdos de mierda”, en un tono exasperado, ¡muy parecido al de un niñe aprendiendo a navegar la frustración! La libertad avanza solo si pensás lo mismo que yo …

Volvamos al tema. Más allá de las contradicciones y contraindicaciones del proyecto dolarizador, Milei y su equipo enfrentan el problema de la mera factibilidad técnica de su implementación. La factibilidad política ya es casi de ciencia ficción: nadie imagina cómo esa medida podría atravesar exitosamente el parlamento argentino. En días recientes, casi dos centenas de economistas argentines firmaron un comunicado cuestionando la propuesta. El propio The Economist, prestigiosa revista conservadora con base en el Reino Unido, señaló que Milei tiene un programa inconsistente, y que -contra Massa y Bullrich- la Argentina debería renegociar para reducir sus niveles de deuda actuales (sin medias tintas, entrar en default).

Los cálculos de distintos expertos, según distintas expectativas y supuestos (en especial, el tipo de cambio -valor peso/dólar- al que se realizaría la transacción), indican que para dolarizar la Argentina se necesitan entre 40 y 120 mil millones de dólares con el fin de canjear los pesos en circulación, más los depósitos de corto plazo (a la vista) de los ahorristas. Dado que el BCRA tiene menos de 10 mil millones de dólares en su activo que en realidad respaldan los depósitos en dólares de los ahorristas (y por lo tanto no ‘deberían’ utilizarse para dolarizar), el proyecto requiere de un descomunal crédito en dólares. La Argentina ya se encuentra en una situación de sobreendeudamiento, en especial en moneda extranjera, luego del acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018 y renegociado en 2022.

En ese contexto, con la inestabilidad macroeconómica y la fragmentación política reinante, nadie, literalmente nadie, querrá prestarle al Estado argentino esa cantidad. LLA lo comprobó duramente cuando dos de sus asesores financieros (el banquero Juan Nápoli y el economista Darío Epstein) hicieron un papelón frente a un grupo de potenciales inversores en los EE.UU. y se fueron sin nada. La percepción general del gran capital financiero internacional allí presente es que el equipo de Milei está “en bolas”, sin programa realista ni condiciones políticas para llevarlo adelante. Ni los buitres más carroñeros se animan aún a apostar en el proyecto político del León, que ya parece gatito. Sinceramente, la dolarización en este contexto sería una suerte de dolarización milagrosa, una dolarización sin tener dólares.

Massa a todo o nada

Mientras LLA se enfrenta a las contradicciones e imposibilidades de sus propuestas económicas, el gobierno de Sergio Massa (si, Alberto Fernández hace rato dejó el bastón de mando, y se conforma con realizar visitas protocolares al G20 y otros ámbitos) busca apuntalar sus chances electorales. En un rapto de pragmatismo, práctica por la cuál es conocido, a tres semanas de haber decidido una devaluación del peso que desangra los ingresos populares, el Ministro-Candidato camina por la cornisa de los límites fácticos del acuerdo con el FMI y los tiempos electorales. Si bien la hoja de ruta firmada incluía no solo devaluación sino también ajuste salariales y más tarifazos, el gobierno tensa la cuerda hasta octubre buscando ampliar su base de apoyo, hacer que la oposición de Bullrich y Juntos por el Cambio (JxC) muerda el polvo, y mellar lo más posible la plataforma de sustentación de Milei. Por ahora, el Fondo la juega de voyeur, mira sin tocar ni hablar.

Luego de una serie de medidas que tuvieron sabor a poco, el Ministro-Candidato ha decidido jugar a todo o nada. El lunes 11 de septiembre anunció una medida que desde sus años de candidato anti-K venía proponiendo, y que en los días previos se venía anticipando (al mejor estilo Jorge Suspenso) pero sin detalles: la casi eliminación del impuesto a las ganancias que pagan los asalariados formales y la presentación de un proyecto de ley que confirmaría un nuevo esquema de imposición sobre los ingresos desde 2024. En lo inmediato la decisión sube a partir de octubre el mínimo no imponible a 1,77 millones de pesos mensuales (equivalente al valor de 15 salarios mínimos), reduciendo a 90 mil personas la base del impuesto sobre los salarios. Con los sueldos que se cobrarán en las semanas previas a la segunda vuelta del 19 de noviembre, alrededor de 800 mil trabajadorxs formales (en su mayoría, quienes realizan jornadas extendidas u horas extras) dejarán de tributar. Se anunció que sólo seguirían pagando el impuesto cargo jerárquicos, funcionarios públicos desde Secretarixs hacia arriba, Diputadxs y Senadorxs, jueces y juezas (el puñado que ya tributa, no los que no lo hacen por decisión de la Corte Suprema), y un puñado de otros “asalariados” de altos ingresos y funciones gerenciales en el Estado y en grandes empresas. Sin datos precisos, la medida tiene un costo anunciado de un billón de pesos, cerca de 0,6% del PBI, que se compensará con la recaudación excedente del recientemente anunciado incremento del impuesto PAIS a las importaciones. La medida se toma en un contexto tan frágil desde lo macroeconómico, que en el momento mismo del anuncio el Ministro-Candidato pidió -casi por favor- que para “cuidar la economía” los mayores ingresos se destinen al consumo de bienes durables (“si tienen que ahorrar, compren un autito”, dijo) y no a la compra de dólares.

La medida está siendo fuertemente cuestionada desde los ámbitos más diversos. JxC entró en su propia trampa. Durante el fin de semana, Bullrich retó al gobierno a dejar de amagar con el anuncio y concretarlo, incluso presentando un proyecto en el Congreso nacional, que ellxs apoyarían. Luego de que el proyecto se hizo público, con caras de asombro, todo JxC salió a rechazar la posibilidad de votar a favor del mismo. Desde LLA aún no han opinado (aunque bajar los impuestos es parte de su agenda) pero, desconcertados, anunciaron un pedido para que el gobierno nacional no presente el proyecto de presupuesto 2024 en la fecha que obliga la ley (15 de septiembre) y la postergue hasta después de las elecciones dada la “paridad de preferencias ciudadanas”. En el campo de Unión por la Patria la medida fue acompañada con entusiasmo por la mayoría de las organizaciones sindicales, pero algunos sectores la cuestionan por violentar la progresividad del impuesto. Por ejemplo, desde el Frente Patria Grande saludan la decisión pero cuestionan la falta de acciones en favor de las bases en la economía popular. En efecto, en el contexto de la ausencia de otras medidas que compensen el deterioro de los ingresos de los sectores más empobrecidos de la población y de los monotributistas y autónomos, la casi eliminación del impuesto sobre los salarios aparece como una acción desigualadora. Más aún en el contexto de una ausencia marcada de políticas que carguen el costo del ajuste sobre los sectores que siguen beneficiándose masivamente con el programa de gobierno. Es una decisión con un corte eminentemente electoral, que a la vista del impacto político que está teniendo, puede desestabilizar el tablero. Si la apuesta le sale bien, el ministro “fullero” (como lo denominó Cristina Fernández de Kirchner, en una de sus últimas intervenciones públicas, hace más de un mes) habrá ganado volumen y fortaleza para enfrentar no sólo la segunda vuelta electoral sino una nueva misión del FMI que llegaría en noviembre.

Economía concentrada: la política

Este es el contexto en el que hoy se desarrolla la política nacional. La elección concentra las energías de miles, mientras se abre un futuro político desconocido.

La izquierda con participación electoral está abocada a conseguir la mayor cantidad posible de representantes en las instituciones de nuestra democracia en crisis, intentando para ello raspar la base electoral del Frente Patria Grande, que casi la triplicó en votos desde dentro de la interna de UP. Lo preocupante es que el FITU parece estar tan fracturado como el resto de las fuerzas políticas. Sólo la fuerza ganadora en la interna (PTS) luce poniendo energías reales en una elección en la que Myriam Bregman rema en dulce de leche para conquistar un electorado que históricamente ha sido reactivo al discurso tradicional del trotskismo. Lo hace enfrentando casi en soledad las vetas más reaccionarias del discurso y la acción de LLA: ha sido ella quien más ha batallado contra la actitud militarista y negacionista de la candidata a vicepresidenta de LLA, Victoria Villarruel. Mientras tanto, el excandidato presidencial Juan Grabois continua en su intento infructuoso de sostener una posición crítica frente a las políticas oficiales del gobierno de Sergio Massa y apoyar la candidatura presidencial de Sergio Massa. Si, la paradoja nos hace estallar el cerebro.

Argentina parece encaminarse a un futuro liderado por Massa, el mejor amigo del gobierno norteamericano (en las palabras de varios renombrados militantes kirchneristas), o a un gobierno conducido por Milei, un personaje mesiánico que dice haber consultado sus decisiones con su perro muerto (a través de una médium), y cree que (citando el antiguo testamento cristiano) “la victoria no depende del número de los soldados, sino de la fuerza que Dios da”.

En estas semanas, muchos han citado la famosa idea gramsciana de los monstruos que emergen cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. La pregunta no es sólo si Milei (¿o Massa?) es uno de esos monstruos que paren una nueva era. La pregunta es cuál es el futuro que como Pueblo estamos contribuyendo a dar a luz.

La crisis argentina es terminal. Los desequilibrios macroeconómicos son de tal magnitud que solo es cuestión de tiempo para que estallen. La salida que se vislumbra se apoya en Vaca Muerta y el saqueo del litio, en una nueva reforma previsional, y en la consolidación de un régimen de super-explotación de la fuerza de trabajo, con salarios de pobreza y jornadas de creciente intensidad.

Sólo la resistencia colectiva que hay que construir desde hoy mismo, podrá realmente alumbrar otro destino. Estamos frente a un momento Thatcher (como sugirió Claudio Katz) de ataque virulento a la organización popular, o un momento Menem, de integración y neutralización. Necesitamos con urgencia ampliar las bases de la resistencia colectiva, recuperar la memoria histórica, pero desaprender las trabas discursivas y organizativas que impiden proyectar los sueños colectivos.

 

*Mariano Féliz: La Plata, Provincia de Buenos Aires, ArgentinaInvestigadorCONICETLicenciado en 1998, Doctor en Economia y Ciencias Sociales desde 2008. Profesor Universitario Ordinario desde 2012, con más de 20 años de experiencia.

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Tomado de: Tramas- PERIODISMO EN MOVIMIENTO

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