Por Daniel Salazar / Jorge Batiz
D
esde su arribo a la Presidencia de la República,
entendimos que el nuevo gobierno no rompería
con el sistema neoliberal heredado; que sus
megaproyectos económicos, el pago de la deuda
pública, su política de austeridad, el pago
puntual del Fobaproa, el Tratado Económico entre
EE.UU., Canadá y México, etc., eran (y siguen siendo)
muestras evidentes de la continuidad económica oculta
tras la perorata “anti neoliberal” del Presidente. De esta
manera, para la iniciativa privada nacional y extranjera,
la política económica neoliberal del actual régimen
continuará siéndole favorable.
Durante el sexenio en curso, hemos podido darnos
cuenta además, que pese haber prometido proteger el medio ambiente y “no derribar un solo árbol”, la destrucción ecológica continúa en una gran parte del territorio nacional, predominando el enfoque extractivista-productivo que ve a la naturaleza solo como fuente de materia prima.
El Tren Maya, el Corredor Interoceánico, la Relocalización de la cadena de suministros, la producción de derivados del Petróleo, etc., son claros ejemplos de la prioridad del mercado y de cómo la devastación ecológica en México contribuye al cambio climático que encamina a la humanidad al límite de su propia existencia.
Unidos, el gobierno actual y la iniciativa privada (esta última “repartida” en dos grandes bloques que disputan desde ahora el presupuesto federal que derivará de la elección de 2024), impulsan sin sobresaltos y sin diferencias de fondo, el desarrollo económico y la producción ininterrumpida de mercancías. Convergen, igualmente, con la idea de la militarización del país, a sabiendas de ser éste uno de los fundamentos estratégicos del gobierno de López Obrador.
Como se sabe, hoy las fuerzas militares y navales que administran los puertos, aeropuertos, el espacio aeronáutico, el tren maya, el Proyecto Istmo de Tehuantepec, las aduanas, la nueva aerolínea Mexicana de Aviación, etc., se han convertido de facto en otro y más notable poder. Ahora
virtualmente contarán con voz y voto durante todo el acontecer electoral. Estamos entonces -y esto tiene que verse con suma preocupación- en presencia de un poder, económico-político, y ya no solamente frente a una fuerza represiva del Estado mexicano.
Por su parte, las organizaciones políticas en México que aún se reclaman de izquierda, parecen “haber olvidado” el inquietante aspecto de la militarización debido a que, según su criterio, “no es el tema a tratar por ahora”. Se apoyan en aquel viejo y manoseado argumento que diferencia “el enemigo principal del enemigo secundario”, o en eso de que “no hay una correlación de fuerzas favorable” (ni el interés por construirla), dejando el análisis del empoderamiento de las fuerzas militares “para otro momento”.
Hace ya tiempo que, previendo el acontecer del 2024, el Gobierno de México se mantiene difundiendo la idea de la existencia de “Dos Bloques Electorales”: El de Morena y sus aliados -por un lado- y por otro el de Frente Amplio por México. A la “izquierda nacional”, López Obrador la calificará siempre de conservadora en tanto esta mantenga “la crítica a su Proyecto de Nación”. A los movimientos independientes y democráticos de las y los trabajadores, el gobierno los divide, los coopta, o los ubica igualmente dentro del bloque conservador. De esta manera, para Obrador y para quienes siguen su doctrina, continuará imperando el criterio de los Dos Bloques (el de Él y el de Los Conservadores), con lo que ese enfoque binario mantendrá su vigencia por algún tiempo hegemonizando la narrativa cotidiana dirigida -ya no solo al electorado en general- sino a las mismas bases de los partidos de oposición, a las organizaciones independientes y a todo aquello que
se reclame de la izquierda en México. Fue así como algunas organizaciones fueron abandonando a lo largo del sexenio, el principio de la independencia organizativa, política e ideológica, sostenido en la lucha social durante años.
En resumen: Dos expresiones de la burguesía —incluido el nuevo y poderoso grupo empresarial empollado al amparo del sexenio obradorista— se disputan el resultado electoral 2024. Pretenden aparecer ante la sociedad mexicana como enemigos políticos cuando en el fondo se mantienen unidos debido a “la fraternidad que solo puede ofrecerles el gran capital”. Estos grandes y poderosos grupos empresariales, en el momento en que viesen amenazados sus intereses históricos, dejarán atrás la efímera y disimulada rivalidad y no dudarán en reprimir cualquier elemento que amenace sus intereses de clase.
Frente a semejante escenario, solo queda la opción de construir un instrumento nacional-regional, unitario. Un Polo Alternativo en el que estén y se vean representados los sectores más oprimidos de la sociedad. En fin, un referente político que sostenga posiciones firmes y claras frente a la confusión electoral imperante y sobre el futuro inmediato de nuestro país. Es ésta una necesidad urgente muy ajena a la visión del Gobierno y de los Bloques Empresariales.
Necesario y apremiante, será construir un organismo de lucha y unidad configurado con organizaciones de la izquierda radical; por feministas y ecosocialistas; con los padres y las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, con las inflexibles buscadoras de desaparecidos; con los campesinos y pueblos originarios… En una palabra, con las y los trabajadores que hoy están en lucha tras la búsqueda de su propio destino.
Tomado de Bandera Socialista, boletín del Partido Revolucionario de los Trabajadores de México.
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