Ernesto Herrera*, Uruguay – 1973: Una derrota estratégica

29 Agosto, 2023

Jueves 12 de julio de 1973, decenas de miles de trabajadores regresan al trabajo. En fábricas, obras, talleres, bancos, mataderos, hospitales, oficinas. La “normalidad” del trabajo comienza a restablecerse.

Ernesto Herrera*

50 años del golpe de Estado

En muchos de estos lugares, apenas los trabajadores llegan al trabajo, se encuentran con las mismas imágenes inquietantes: vallas publicitarias sindicales y carteles de solidaridad derribados. Faltan vestuarios, taquillas vacías. No hay rastros de organización o lucha reciente.

La víspera, la junta de representación de la ya prohibida CNT (Convención Nacional de Trabajadores) decidió suspender la huelga general: 22 sindicatos a favor, 2 en contra, 4 abstenciones. La resolución señaló:

“En las circunstancias actuales, su prórroga indefinida sólo conduciría a la erosión de nuestras fuerzas y a la consolidación de las del enemigo. No salimos de esta batalla derrotados ni humillados. Por el contrario, el heroísmo demostrado a lo largo de su desarrollo, particularmente por los destacamentos más fuertes de la clase obrera (…) muestra que la fuerza de los trabajadores, a pesar de las heridas recibidas, no se vio fundamentalmente mellada. [ ]

Para entonces, cientos de huelguistas y militantes ya se encontraban atrapados en cuarteles y en el Cilindro Municipal de Montevideo, el estadio de baloncesto más grande del país. Quienes lograron escapar de la caza represiva se refugiaron en la clandestinidad. Algunos vagando al aire libre, otros acogidos por amigos, familiares, centros parroquiales. Todo escondido.

A diferencia de la dirección de la CNT, los empresarios leyeron el gráfico con precisión. Hicieron los cálculos y actuaron sin demora. Reforzados por la victoria golpista, impidieron cualquier esfuerzo de reorganización sindical por parte de las bases, prohibiendo incluso las insignias en forma de roseta. La palabra “compañero” se ha vuelto sospechosa para los capataces y gerentes. Tenía que pronunciarse en un tono susurrado. Los “alborotadores” más destacados fueron despedidos casi de inmediato. Era la prueba del empleador para medir la capacidad de respuesta de los trabajadores. No habia.

Inmediatamente se ignoraron los acuerdos firmados y las categorías funcionales. Se “reprogramaron” turnos de trabajo, “vales” quincenales (anticipos de salario), vacaciones anuales. Las horas extras volvieron a pagarse “sin plus”. La ropa de trabajo tuvo un costo. Todos los logros anteriores fueron pisoteados.

No había motivo para estar confundido. Estos fueron los primeros signos de una derrota estratégica manifiesta. La Huelga General que enfrentó el golpe de Estado del 27 de junio no logró impedir la consolidación de un régimen “cívico-militar” que devastaría todas las libertades democráticas durante más de una década.

En los días y semanas que siguieron al levantamiento de la huelga, la indignación se aceleró. Comenzaron a circular innumerables “listas negras”. En ellos, las cámaras empresariales y el Ministerio del Interior “marcaron” a los activistas. Se les prohibió conseguir trabajo en cualquier rama de la economía. Miles de personas fueron despedidas en el sector privado (incluso sin compensación). Muchos otros fueron “convocados” y luego destituidos en la administración pública.

Era necesario reciclarse para sobrevivir. Y muchos no encontraron otra opción que hacerlo en trabajos ocasionales, que no requerían un expediente laboral ni un expediente policial limpio. Pasaron por varias “profesiones”. Así, improvisaron un nuevo “saber obrero” en condiciones de superexplotación. Entre 1974 y 1981 los salarios cayeron un 30%.

Se impusieron “nuevas formas de relaciones laborales”. Generado por “la caída de los salarios reales, el aumento de las horas de trabajo y su intensidad, y la mayor participación de las mujeres, con salarios promedio más bajos, en el mercado laboral. Todo esto resultó en un aumento sustancial del plusvalor absoluto y relativo extraído. Esto se complementó con una descalificación de los conocimientos de los trabajadores resultante del exilio forzoso del contingente más calificado de la fuerza laboral”. [ ]

A mediados de 1974, miles de trabajadores y sus familias se habían exiliado económicamente en Argentina, Europa, Canadá y Australia. Con el malestar en las maletas. Algunos nunca regresaron. Otros recién en 1985, cuando se produjo la “restauración democrática”.

***

El levantamiento de la huelga implicó una “vuelta al trabajo” en las condiciones impuestas por los golpistas. Esto demuestra categóricamente que la correlación de fuerzas se inclinaba contra los trabajadores y sus organizaciones.

Con el fin de la huelga, el Estado y las fracciones dominantes de las clases propietarias restablecieron el control de la “disciplina social”. Sin necesidad de ceñirse a “tradiciones cívicas”. Eso quedaría obsoleto. La “vieja clase política” desgastada, “inepta y corrupta” fue expulsada del poder. No había necesidad de trucos legalistas. El formato institucional del régimen de dominación quedó radicalmente roto. No sólo tu fachada. La fábula del Uruguay “liberal”, igualitario y tolerante, famoso por su modelo “ejemplar” de democracia partidista, dio paso a un orden contrarrevolucionario durísimo. Atroz, oscurantista.

Pionero, cabe mencionar, en inaugurar el ciclo de terrorismo de Estado en el Cono Sur durante la década de 1970 con el mismo instinto criminal.

De este lado de la sierra, “sólo dos muertos”: Ramón Peré y Walter Medina, jóvenes estudiantes baleados por la policía mientras pintaban algunas paredes durante la Huelga General. Aunque la infame lista de crímenes de lesa humanidad, con miles de presos políticos y torturados, cientos de asesinados y desaparecidos, se haría más tarde, en el marco del oscuro Plan Cóndor que operó en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay.

La maquinaria totalitaria apuntó a las organizaciones sindicales y estudiantiles, al Frente Ampla y a todas las fuerzas de izquierda, a la libertad de prensa y a la creatividad cultural. Eran los principales enemigos, objetivos estratégicos a destruir. Esto se enseñaba en los manuales de contrainsurgencia de la “Doctrina de Seguridad Nacional”, inspirados en Washington.

En este contexto de terror implacable, cualquier manifestación de resistencia devengaba una larga condena por el delito de “sedición”, dictada por una Justicia Militar que, a su vez, colocaba a jueces, fiscales y “abogados oficiales” (civiles y militares) que pretendían defender al acusado.

En 1964, el movimiento sindical había decidido convocar una huelga general en caso de golpe de Estado. La medida fue ratificada por la CNT en 1967, poco después de su fundación. Se añadiría “ocupación”, para concentrar la fuerza en los lugares de trabajo y “evitar la dispersión”. La resistencia se haría con “métodos pacíficos”.

Ninguna de las numerosas secuencias fotográficas de la época da cuenta de policías y soldados heridos o atacados durante la huelga. Una señal ineludible de que la resistencia nunca superó las indicaciones de la CNT, hegemonizada por el Partido Comunista.

Se presentaron propuestas para utilizar métodos de resistencia más militantes en nombre de la “unidad” del movimiento obrero. Iniciativas aisladas para ejercer el legítimo derecho de autodefensa no formaban parte de la orientación estratégica de la huelga. Fueron criticados en asambleas de activistas donde se debatieron las alternativas: abandonar los confines de las ocupaciones, lo que permitió focalizar la represión; llevar la disputa a las calles con protestas masivas, que insinuarían a la sociedad una percepción de algo así como una “podredumbre dual”; que la huelga buscaba derrocar la dictadura.

Pero no. Estos objetivos no figuraban en las expectativas de la CNT ni en las del Frente Ampla. Que siguieron apostando todas sus cartas a una alianza fantasiosa con los sectores “constitucionalistas” de las Fuerzas Armadas. Los cuales, por cierto, si llegaron a existir, no tenían poder de mando sobre las tropas, ni tampoco fuego. Las unidades militares más importantes respondieron con decisión a los golpistas.

En este contexto, el único arsenal de los huelguistas consistía en su propia convicción, el aliento de los vecinos del barrio, el apoyo de los estudiantes y el inevitable canto del himno nacional en el momento de los desalojos.

Por el contrario, las fotografías muestran el crueldad represiva en decenas de fábricas, la refinería, el Frigorífico Nacional y muchos otros lugares ocupados. Trabajadores golpeados, heridos, ensangrentados, sometidos a gases disparados por las tropas, esposados ​​y pateados hasta el suelo. Obligados a borrar con la lengua paredes y carteles con consignas contra el golpe de Estado.

Armas de guerra contra panfletos impresos en hectógrafos caseros. Barrios obreros invadidos, militarizados, para desmantelar la amplia solidaridad popular con los huelguistas. Una lucha tremenda, heroica, desigual, donde los trabajadores demostraron una constante voluntad de lucha y sacrificio:

“Sin rumbo ni lineamientos claros, se resistió firmemente a los desalojos y la represión, para reocupar en cuanto se fueron los militares (…) llegaron, como en Alpargatas, a ocupar y reocupar la fábrica hasta 8 veces, para terminar continuando con la ocupación en Cervecerías cuando el Ejército se instaló en la fábrica”. [ ]

Desde febrero se sabía que el golpe de Estado era “inminente”. Sin embargo, la CNT no dio un paso hacia una confrontación decisiva. Sin preparación centralizada. Sin recomendaciones defensivas mínimas. Cero “fondo de huelga”. Cada sindicato, cada comisión de base, cada huelguista tuvo que responder con lo que tenía en la mano.

Lo hicieron, disciplinados a las pocas directivas de la central sindical. 1) Ocupar y no resistir en caso de desalojo; 2) Reocupar si las condiciones lo permiten; 3) No extraños en el espacio ocupado, excepto otros trabajadores desalojados, 4) Apoyar la solidaridad del barrio, realizando actividades con vecinos, pequeños comerciantes y vendedores ambulantes.

Pero la magnitud de la huelga se estaba debilitando. Al quinto día, el transporte urbano y suburbano, dirigido por sindicalistas del Partido Comunista, desertó. A partir de ese momento las grandes superficies comerciales volvieron a tener plena actividad. Dentro del país, lo mismo. El ambiente de confrontación de los primeros días se fue diluyendo.

En sucesivos encuentros con dirigentes de la CNT (durante la propia huelga), los mandos militares ya habían rechazado las exigencias que resumían el “programa” de la huelga “para la recuperación del país”. Pleno ejercicio de los derechos sindicales y políticos; la libertad de expresión; medidas de “saneamiento económico”, como la nacionalización del sistema bancario, del comercio exterior y de la industria cárnica; recuperación del “poder adquisitivo” de salarios y pensiones; Controles de precios que subsidian productos de consumo populares.

Sin olvidar a Juan María Bordaberry (Partido Colorado), Presidente de la República, quien había pactado un “cogobierno” con las Fuerzas Armadas en febrero de 1973, estableciendo el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), verdadero órgano del poder estatal desde entonces. entonces. Tampoco sobre su dimisión y la exigencia de convocar nuevas elecciones, anticipándolas, sin esperar a 1976.

En este sentido, la dirección de la CNT mantuvo su irresponsable coherencia durante la huelga. Apostando hasta el último momento, al ilusorio “contragolpe” del ala “progresista” de las Fuerzas Armadas.

El lunes 9 de julio, “a las cinco de la tarde”, en el centro de Montevideo, unas 30.000 personas desafiaron con piedras y algunas bombas molotov improvisadas a tanques del ejército y cañones de agua de la policía. Cientos de manifestantes recibieron disparos y otros fueron arrestados, incluido el general retirado Liber Seregni, presidente del Frente Ampla. Fue el único llamamiento de la CNT a una protesta masiva en dos semanas. Demostración tardía de fuerza. Para entonces, la huelga había sangrado.

Fueron necesarias décadas para que uno de los principales dirigentes de la CNT y del Partido Comunista de aquellos años aclarara el “balance” presentado en la resolución del 11 de julio, cuando terminó la huelga. La cuenta cambió la historia:

(…) La huelga general se dio muy aislada del conjunto de la sociedad, con mucha simpatía popular, pero sin fuerzas políticas y sociales que sumaran de alguna manera. No se convirtió en un paro cívico, en un paro nacional (…). Fue un golpe de resistencia, que aguantó tanto como pudo. Sirviendo, ciertamente sirvió. Nunca dije que les ganamos. Nos derrotaron y masacraron, pero de alguna manera la huelga aisló socialmente a la dictadura”. [ ]

Aunque no hubo autocrítica sobre el cúmulo de desinformación y desorganización en que se encontraba la CNT durante la huelga, ni sobre la estrategia adoptada, el informe se acercó más a la realidad de lo ocurrido.

La otra conclusión era una verdad bien conocida. La dictadura uruguaya nació “huérfana” de una base social activa a su favor. Una diferencia, que también vale la pena señalar, en relación con los golpes de Estado en Chile (septiembre de 1973) y Argentina (marzo de 1976). Pero el costo político y económico, social y humano que pagó la clase trabajadora fue muy similar. Trágico.

***

Unos meses antes, el 9 de febrero (cuando ya estaba en marcha el golpe de Estado), las Fuerzas Armadas hicieron públicos los “Comunicados 4 y 7”. Fueron recibidos con entusiasmo por el Partido Comunista, que, por boca de su principal teórico, Rodney Arismendi, propuso un frente único “entre monos, sotanas y uniformes”. Otras fuerzas del Frente Ampla y la dirección de la CNT adoptaron la misma posición. Coincidieron con el diagnóstico: el pronunciamiento militar expresaba “objetivos programáticos comunes” y la existencia de una corriente nacionalista de pensamiento “peruano” [ ] dentro del aparato militar. Había que apoyarlo. Porque reafirmaba que el dilema fundamental seguía siendo entre “Oligarquía o Pueblo”, y las Fuerzas Armadas eran, en esa lógica, parte del pueblo y no simplemente el brazo armado de la oligarquía.

Tiempo después, los propios militares reconocerían que los comunicados sirvieron para “neutralizar” a la izquierda camino a la dictadura. Y otra cosa: que algunos de los temas económicos mencionados en los comunicados habían sido resultado de negociaciones con líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (la mayoría de ellos ya presos) en el Batallón Florida. [ ]

El 27 de junio terminó la larga “crisis nacional”. Se ha desbloqueado el bloqueo del régimen de dominación. El Parlamento, caja de resonancia de la escisión de los “partidos tradicionales”, fue disuelto. La “solución autoritaria” tenía el camino allanado.

Aunque su génesis viene desde hace mucho tiempo. Con los gobiernos colorados de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry, la represión encabezó la agenda: “medidas de seguridad inmediatas” [ ] para aplastar huelgas, militarización de funcionarios públicos, asesinatos de estudiantes, tortura de presos políticos (principalmente de la “guerrilla” de izquierda). ”), escuadrones de la muerte, prohibición de partidos de izquierda, cierre de medios de comunicación.

Con la derrota estratégica de junio-julio, el ciclo de crecientes luchas obreras y populares, que alcanzó su punto más alto en los años 1968-1972, llegó a su fin. Con ello se bloqueó el proceso de “acumulación de fuerzas” del movimiento popular. Las organizaciones de “intencionalidad revolucionaria”, destruidas.

Los debates sobre el programa de “reformas estructurales”, el papel de la huelga general, las “formas de acercarse al poder” y el “armamento de la vanguardia” no volvieron a estar presentes. Tampoco se recuperó la fuerza de las corrientes “clasistas y combativas” que, en los “años duros”, disputaron espacios de influencia a la hegemonía “reformista” en el movimiento sindical. Los métodos de “lucha política con las armas” del MLN y otros grupos inspirados en el guevarismo habían sido derrotados mucho antes del golpe de Estado.

***

En cierto modo, se ha cortado el hilo de la “memoria histórica”. Aunque las conmemoraciones rituales sigan evocando legítimamente ese “golpe glorioso”. Medio siglo después, la clase trabajadora es muy diferente, no sólo por razones generacionales.

La “conciencia de clase” dio prioridad a la “identidad nacional” en una sociedad en la que los principales agentes políticos, de todos los partidos del sistema, se reconocen como “opositores, pero no enemigos”. El Frente Ampla fue reciclado al “campo progresista” y gobernó durante 15 años. El “posible cambio” mantuvo bajo llave cualquier idea de un horizonte anticapitalista. Ahora, la “lucha de clases” puede darse, sin antagonismos radicales, en el marco de una indisoluble “convivencia democrática” que siga estrictamente el rito del “Nunca Mais”.

El martes 27 de junio de 2023, el PIT-CNT convocó a una “huelga general parcial” de entre 9 y 13 horas diarias, y una marcha desde la refinería de ANCAP (petróleo estatal) hasta la sede de la Federación del Vidrio, donde, en En 1973, la CNT decidió convocar una Huelga General en el emblemático barrio obrero de La Teja. Como homenaje a los luchadores contra el golpe de Estado. Unos cientos de manifestantes acompañaron la convocatoria.

Mientras tanto, como en todas las “huelgas generales parciales” decretadas por el aparato sindical, la mayoría de los asalariados, más del 60%, acudió a sus puestos de trabajo. Se adaptaron a la rutina horaria de cada día. Es decir, no se tomaron las cuatro horas de descanso para recordar. Los sindicatos del transporte tampoco se paralizaron, aunque esta vez se “sumaron” a la convocatoria.

En cualquier caso, la mayoría de los trabajadores siguieron de cerca la intensa cobertura mediática de las celebraciones. Muchos de ellos apasionantes. En medio, por supuesto, de inseguridad laboral, salarios “hundidos” y pobreza generalizada impuesta por formas “modernas” de explotación capitalista. Que no contemplan como productivo el tiempo perdido en memorizar formidables experiencias de luchas colectivas. Por otra parte, irrepetible.

Notas

1] “La CNT de febrero a junio de 1973”. Documentos PIT-CNT.

2] La dictadura financiera. Libro escrito por Juan Berterretche y Aldo Gili, bajo el seudónimo de Juan Robles y Jorge Vedia. Editorial LETRO, Montevideo, 1983.

3] 15 días que sacudieron a Uruguay. Ensayo escrito por Pablo Ramírez, seudónimo de Jorge Guidobono, publicado originalmente en Revista de América, abril-mayo de 1974, Buenos Aires.

4] Entrevista a Vladimir Turiansky en el libro de Alfonso Lessa, O “Pecado Original”. La izquierda y el golpe militar de febrero de 1973. Editorial Sul-Americana, Montevideo, 2012.

5] En referencia al régimen militar presidido por el general Juan Velazco Alvarado en Perú, y caracterizado como nacionalista y progresista.

6] Negociaciones realizadas cuando la estructura militar del MLN ya había sido desmantelada por la represión. Fueron suspendidos por los militares, que exigieron una rendición política “incondicional” de la guerrilla.

7] Las Medidas Inmediatas de Seguridad son facultades de emergencia previstas en la Constitución de la República, que permiten al Poder Ejecutivo suspender temporalmente determinadas garantías en casos graves e imprevistos de agresión externa o conmoción interna.

Adjunto

El colapso del transporte (1)

¿Por qué no se dispersaron los autobuses de la capital en las fábricas ocupadas? U otra alternativa propuesta por los trabajadores del taller, ¿por qué no se quitó a estas unidades alguna parte del motor que hubiera impedido su uso sin dañarlas? Estas preguntas quedaron sin respuesta en ese momento y podrían explicar por qué el transporte no jugó el papel que debería haber jugado en la huelga general.

Una de las explicaciones aceptadas 20 años después de los hechos podría ser muy sencilla, pero tuvo un impacto muy importante. Héctor Bentancurt, principal dirigente del Sindicato AMDET (el sistema de transporte urbano municipal de Montevideo, que no existe desde hace décadas) y de la Federación de Trabajadores del Transporte (FOT), se asustó y desapareció, dejando a la organización a la deriva. De ser así, indicaba que las relaciones en esa unión eran completamente verticales.

Según uno de los presentes, Bentancurt se encontraba en la reunión en la sede del Partido Comunista, la noche del 26 de junio, cuando Gerardo Cuesta (metalúrgico) anunció la inminencia del golpe de Estado y propuso que se realizara la huelga general prevista. por la CNT. Cuando terminó la breve reunión y la mayoría partió hacia la unidad, Bentancurt dudó en irse.

“¿Y ahora qué hago?”, dijo Bentancurt sentándose, con la cabeza entre las manos y llorando, según la versión de otro de los presentes en la reunión. “Ve a cumplir con tu deber”, habría respondido uno de sus colegas comunistas. Bentancurt se fue, pero no se supo dónde y fue imposible encontrarlo en los días siguientes, en el sindicato o en los lugares de trabajo donde se decidió la huelga.

Ignacio Huguet (Partido Socialista), secretario del COT (Congreso de Trabajadores Textiles) y miembro del Comando de la CNT, se encontró con Bentancurt en la calle el sábado 30 de junio, cerca de la Avenida General Flores. Según el dirigente textil, Bentancurt le dijo que buscaba a la Comandancia de la CNT para informarle de que la huelga del transporte era insostenible.

¿Un hombre desapareció y un sindicato se derrumbó? Bueno, sí, eso era posible en aquel entonces. Había muchos sindicatos que dependían de la presencia de uno, dos o tres líderes, sin estructuras intermedias y de base bien organizadas capaces de suplir la ausencia de un líder. Este verticalismo se produjo con mayor frecuencia en los sindicatos que seguían las directrices del Partido Comunista.

Sin embargo, esa no fue toda la explicación de lo ocurrido en ese sector durante la huelga general. El Comando de Greve de la CNT y el Partido Comunista de Uruguay intentó recuperar el paro del transporte y convocó a Salvador Escobar, ex dirigente sindical de la AMDET, quien había sido asignado a tareas internas del partido.

Escobar dijo que el domingo 1 de julio se le encomendó la misión de recomponer el paro en la AMDET. “Bentancurt empezó a dar orientaciones para volver al trabajo”, explicó el ex dirigente sindical. Desde un café cercano a los talleres de la AMDET, Escobar logró movilizar a los trabajadores el lunes y llegar a un acuerdo para paralizar las unidades el martes, en todas las temporadas, pero se mostró convencido de que la huelga no puede ir más lejos, si quiere que el sindicato se mantenga. juntos.

“Si los azules (las unidades de la AMDET) paran, la huelga estará asegurada”, fue la consigna que definió las condiciones de lucha en todo el sindicato. Para Escobar la respuesta del transporte se dio de manera fundamental. “La clase trabajadora no puede hacerlo sola, nos debilitaremos”, fue su postura. Pero Escobar dijo que el comando de la CNT fue consultado y aprobó el fin de la huelga en la AMDET.

“Lo que pasó en la AMDET fue una sorpresa. La responsabilidad no es sólo de Bentancurt, sería una explicación muy fácil”, dijo Mario Plasencia, secretario general de la Organización Obrera del Ómnibus (Tres O), el sindicato de CUTCSA (la principal empresa privada de transporte urbano y suburbano hasta hoy), quien respondió a la CNT. La situación en CUTCSA era compleja, pues existía el Sindicato Autónomo de Autobuses (SAO), con peso similar al de las Tres O, y había 1.600 trabajadores propietarios, debido a la organización cooperativa de la empresa.

“Nunca se planteó la apropiación de un bien privado. Detener las unidades significó un conflicto con los empresarios”, respondió Plasencia cuando se le preguntó sobre dispersar o retirar un trozo de autobuses para impedir que salieran a la calle. Los trabajadores que ocupaban las oficinas, talleres y el estacionamiento de autobuses más grande de CUTCSA fueron desalojados el sábado 30 y no pudieron volver a ocuparlos, porque los militares dejaron una guardia permanente en el lugar.

“Los patrones no actuaron como en un conflicto interno , respetaron la actitud de los trabajadores en defensa de las instituciones, pero de todos modos no iban a parar”, explicó el líder de las Tres O. Después de los decretos represivos del 4 de julio y los “plebiscitos” organizados por los militares, el sindicato autónomo volvió a funcionar. Las Tres O mantuvieron la huelga hasta el final de la huelga resuelta por la CNT, pero ésta representaba una cuarta parte de la plantilla de la empresa.

“La información que teníamos en la CNT sobre el nivel de organización en el transporte era falsa. Quizás para una protesta hubiera funcionado, pero en la huelga se derrumbó rápidamente”, explicó Luis Iguiní (líder de la Confederación de Empleados del Estado, miembro del Partido Comunista), entonces miembro del secretariado de la central. Salvador Escobar, involucrado en algún momento de este episodio, lamentó que no se abrieron instancias en el movimiento sindical para analizar lo ocurrido en el transporte durante el paro general.

Varios sindicatos propusieron al Comando de Huelga prender fuego a las unidades de transporte que salieron a las calles. Con miles de militantes decididos, la medida era perfectamente factible, pero la CNT naturalmente rechazó la propuesta. Tanto por haber avalado el regreso al trabajo en la AMDET como por no considerarlo una medida de confrontación adecuada. Las tendencias más radicales intentaron ponerlo en práctica, pero no tuvieron la capacidad para hacerlo.

En la fábrica textil La Aurora, en la asamblea para levantar el paro general, el dirigente Juan Ángel Toledo (Partido Comunista) dijo que, cuando se haga el balance de lo sucedido, los dirigentes de los transportes tendrían que recibir “una medalla de honor”. mierda”. Toledo dijo que sus excompañeros comunistas lo denunciaron por esta actitud ante la dirección del partido. En aquella época no estaba permitido criticar públicamente a un camarada, por muy equivocado que estuviera:

(1) Fragmento del libro Las historias que nos contaron. 1973: Golpe de Estado y Huelga General , de Víctor L. Bachetta. Edición de Sitios de Memoria Uruguay, 2023.

 

Publicado en Correspondencia de Prensa, 2-7-2023

 

*Ernesto Herrera: Veterano militante de la izquierda alternativa uruguaya, es editor de Correspondencia de Prensa.

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