Ucrania – La guerra no terminará sin una propuesta concreta. Esta es la mía

Por Boris Kagarlitsky

En los movimientos comunistas y de izquierda internacionales, incluida la rama rusa, ha habido, durante todo el periodo de la guerra en Ucrania, tres evaluaciones contrapuestas de la situación: apoyo incondicional a Ucrania, una posición cobarde de apoyo crítico con reservas y una condena inequívoca. Sin embargo, incluso la posición antiimperialista generalmente correcta está lastrada por el pacifismo en el peor sentido de la palabra. Es decir, este posicionamiento se reduce a fin de cuentas a una única tesis: cese inmediato de las hostilidades, sin ningún plan concreto que explique de qué manera esto se conseguirá, con qué medios, con qué condiciones, con qué fronteras, etc.

Y los socialchovinistas no dejan pasar la oportunidad para aprovechar esta circunstancia como argumento favorable que justifique su posición conciliatoria: “¿Y qué proponéis? La guerra ya está en marcha, es una realidad, no es posible detenerla, simplemente hemos de ganar y todo terminará.” Es más, los comunistas internacionalistas son objeto de acusaciones absurdas e infundadas de utilizar una retórica proOTAN y proestadounidense e incluso de apoyar los crímenes de la OTAN.

¡¿Pensáis que no somos conscientes de esto?! Nosotros, cuyos camaradas mayores, y nosotros mismos, hemos condenado siempre las invasiones de Irak, Siria, Libia, Yugoslavia durante tantos años, organizado manifestaciones contra el bombardeo y la injerencia en los asuntos internos de países soberanos y reuniones de solidaridad con los pueblos de estos países. ¿Pensáis que ocultaríamos y negaríamos el papel de la alianza en la destrucción de la URSS y del bloque socialista, en los resultados catastróficos de estos procesos?

Dejemos estas acusaciones contra nosotros en la conciencia de estos moralizadores, si es que les queda alguna. Su posición es tanto más hipócrita cuanto que ellos mismos conocen muy bien la naturaleza del gobierno ruso actual, que ha iniciado las hostilidades y les ha dado continuidad. Su política viene dictada por su propio interés, que en modo alguno es idéntico con el interés de la gente, pues si así fuera, este baño de sangre nunca habría comenzado. Lo mismo sucedió con casi todos los conflictos de los últimos años en que ha participado este gobierno: Chechenia, Siria, y ahora Ucrania. Han vendido armas subrepticiamente y han pisoteado acuerdos, todo para promover los intereses de varios oligarcas. Así es como opera.

Es imposible estar en contra del gobierno y al mismo tiempo apoyar sus políticas; esto se llama esquizofrenia o desdoblamiento de la personalidad. Dejemos esto en manos de la psiquiatría.

Al mismo tiempo, los llamamientos unilaterales a suspender el suministro de armas de la OTAN a Ucrania aquí y ahora, sin condiciones exigencias previas, no importa de quién provengan, son ingenuos y proyectan una ligera sombra de hipocresía e irresponsabilidad. Después de todo, no se han formulado requerimientos similares al bando contrario.

De hecho, los autores y abanderados de esta idea, tal vez sin saberlo ellos mismos, están jugando tan solo con una de las partes en el conflicto. Dicho de otro modo, si se pone en práctica este requerimiento, la guerra no se detendrá, sino que continuará, aunque solo en términos más favorables para el ejército ruso. Quedará suspendida temporalmente en las actuales líneas de contacto hasta que los oligarcas de Putin reúnan fuerzas para una nueva campaña, aprovechando la tregua como respiro. Y para la población rusa, esto supone automáticamente la preservación del régimen político, la continuación de la represión policial, del terrorismo de Estado y la preparación por las autoridades de una nueva movilización general más amplia. Dicho de otro modo, esa tregua sería nada menos ‒o mucho más‒ que una catástrofe para la sociedad rusa que una derrota militar,.

Tratemos de imaginar un plan real que sirva de verdad para poner fin a la confrontación y no simplemente para preservar la oligarquía de Putin. Podría consistir en cuatro puntos principales:

  1. Suspensión de los combates por ambos bandos;
  2. Cese de todo suministro de armas y municiones extranjeras a Ucrania y Rusia;
  3. Retirada de las fuerzas armadas rusas del territorio de Ucrania hasta las fronteras existentes el 1 de febrero de 2014 (opción cero);
  4. Entrada temporal de Naciones Unidas y sus fuerzas de mantenimiento de la paz en los territorios abandonados por las fuerzas armadas rusas.

De hecho, hasta algún propagandista oficial comienza a sentir la necesidad de avanzar en esta dirección. Por ejemplo, Margarita Simonyan, directora del canal de televisión Rusia Hoy, ha propuesto volver a celebrar referendos (es decir, desde el punto de vista de las autoridades, llama a revisar las nuevas fronteras de la Federación Rusa). Parece que en el otoño del año pasado, las regiones de Saporoshye y Jersón, así como las repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, se incorporaron a la Constitución rusa. El Código Penal incluye un artículo especial para un caso como este: “Art. 280.1 del Código Penal de la Federación Rusa. Llamamientos públicos a actuar con el fin de violar la integridad territorial de la Federación Rusa.”

De dar crédito a la propaganda del Kremlin, una de cuyas voceras es la propia Simonyan, en esas regiones ya hubo referendos, pero ahora propone convocarlos de nuevo. Entonces, ¿admitirán que lo que ocurrió antes fue una farsa, y no una votación?

Aquí aparece una cuestión fundamental: es necesario detener el baño de sangre no solo para corregir las injusticias previas, sino para prevenir otras nuevas. No será fácil ni sencillo. Y con el fin de detener la escalada de violencia y represión en los dos bandos se precisa una política apropiada, que debemos idear hoy.

Para evitar choques y salvajadas en ambos bandos se propone crear un corredor humanitario en los territorios abandonados por las tropas rusas de cara a facilitar la salida sin impedimentos de personas refugiadas en ambas direcciones, y desplegar temporalmente fuerzas de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas procedentes de países que no hayan estado implicados directa o indirectamente en el conflicto.

La negativa a cumplir un solo punto del plan implica la continuación de la guerra con innumerables víctimas y un gran sufrimiento para la ciudadanía ucraniana y rusa, una guerra que acaba con cientos y miles de vida todos los días. Así que comprobemos, a la luz de las reacciones a este programa, qué es en realidad más importante para las elites y los gobiernos: ¿tierra y territorio, salvar la cara (de hecho, salvar poder y capital), o las vidas de la gente? ¡Llevad a los histéricos al matadero, ellos que no tienen prisa por trasladarse al frente, o enviad allí a sus hijos y parientes!

Todo ha ido demasiado lejos, el territorio ruso está siendo bombardeado (era de locos creer que esto no ocurriría: suele pasar en las guerras que ante un bombardeo constante, el otro bando responda con la misma moneda), y se oyen amenazas de apocalipsis nuclear. Es cierto que la probabilidad de que esto ocurra es muy pequeña, pero la propia retórica refleja la gravedad de la situación actual. ¡El tiempo no espera!

La gente está cansada de la guerra, quiere paz y por eso hace falta un plan para poner fin al baño de sangre y crear las condiciones de un armisticio de mutuo acuerdo, sin temor a unas consecuencias monstruosas para los pueblos de Ucrania y Rusia.

La izquierda debe ofrecer un programa de paz honesto, sin conquistas territoriales ni más políticas agresivas, y con la reparación de las destrucciones causadas, pero no recurriendo a los bolsillos de la clase trabajadora, sino a expensas de quienes iniciaron esta masacre. No se puede descartar que un plan de paz de estas características acerque la revolución en Rusia y contribuya al despertar de la conciencia de clase entre los soldados, así como su deseo de autoorganizarse y la idea de sí mismos como una fuerza independiente.

La izquierda está fundamentalmente a favor de decir finalmente lo que piensa a Su Majestad la Clase Obrera, la misma clase que a menudo los poderosos lanzan a la picadora de carne contra su voluntad y su deseo. De manera que no haya acuerdos firmados a espaldas de la gente, y a sus expensas, y debería ser la propia clase trabajadora la que detuviera la guerra. Sin embargo, de momento hemos de guiarnos, no por lo que deseamos en última instancia, sino por la realidad existente. Por consiguiente, hemos de asumir la responsabilidad de dar el primer paso e iniciar el proceso que conduzca al fin de la guerra, y dirigir a la clase trabajadora a la victoria en la lucha por el poder, de manera que la derrota de los planes demenciales y temerarios del gobierno de la Federación Rusa no se convierta en una derrota del pueblo y del país.

28/06/2023

Russian Dissent

Traducción: viento sur

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