DEBATE- GILBERT ACHCAR*: Respuesta a la reseña de Charlie Hore sobre The New Cold War

30/JUN/2023

RS21, el órgano del grupo del mismo nombre (Revolutionary Socialism 21) –fruto de una crisis que afectó al Socialist Workers Party (SWP) del Reino Unidos– ha publicado una reseña, firmada por Charlie Hore, sobre mi último libro, The New Cold War: The United States, Russia and China, from Kosovo to Ukraine. [Véase la traducción de la reseña en https://vientosur.info/the-new-cold-war-de-gilbert-achcar/] Lamentablemente, la reseña se basa en una lectura más bien superficial del libro, como si el autor de aquella lo hubiera hojeado y leído muy por encima. Además, está llena de esas nimiedades que por desgracia caracteriza a buena parte de la izquierda radical.

Esto se nota muy pronto, cuando el reseñador escribe que yo digo que fui “el primero en acuñar el término [nueva guerra fría] para describir la confrontación entre la OTAN y Rusia en relación con Kosovo”. Mis ensayos de 1998 y 1999, donde describí la continuación de la actitud de guerra fría de EE UU, calificando la guerra de Kosovo, en el segundo ensayo, de punto de partida definitivo de una nueva guerra fría que opone a EE UU y sus aliados, por un lado, frente a la alianza entre Rusia y China, por otro, se reproducen en el libro. Constituyen su primera parte, efectivamente, después de un capítulo introductorio sustancioso sobre el concepto de guerra fría y su historia.

En la página 2 de esta Introducción explico que el primero que calificó de “nueva guerra fría” la nueva etapa de relaciones globales es George Kennan, el famoso arquitecto de la anterior guerra fría. Por tanto, yo no digo que fuera el “primero en acuñar el término”: lo que sí puedo decir, creo, es que fui el primero en describir los contornos de esta nueva guerra fría. De hecho, es Noam Chomsky quien afirma, en su promoción del libro, que yo fui “el primer académico que lo identificó y lo estudió”.

Pocas líneas más abajo, el reseñador escribe que “las guerras en Afganistán e Irak… sorprendentemente se mencionan muy poco en el libro (la de Irak ni siquiera aparece en el índice)”. Este es otro indicio de que Hore no ha leído el libro con atención. El mero hecho de que el índice, que él presenta como prueba, muestre que Afganistán se menciona en diversas páginas (7, 9-10, 36, 52, 99, 109, 133, 154, 157, 162, 188, 193-194, 231, 239, 258, 263, 271-273, 290-292), este hecho por sí solo debería haber bastado para advertirle de que la ausencia de Irak del índice no es más que un fallo (me quejé a la editorial de la mala calidad del índice, pero ya era demasiado tarde para cambiarlo). Con ayuda de la función Buscar en el PDF de mi libro puedo asegurarle al reseñador que Irak se menciona no menos de ¡70 veces! en mi libro.

El único capítulo que el reseñador ha leído atentamente es el capítulo 4 sobre China. Esto se debe a que Hore ha estado muchos años “escribiendo un libro sobre China”, o al menos eso dice la nota biográfica que hallé cuando busqué su nombre. Me reprocha que “comparta” el punto de vista de Walden Bello de que “todavía no está claro” si China es una potencia imperialista. Me referí, en efecto, a Bello después de describir el lanzamiento por parte de China de la Nueva Ruta de la Seda y de lo que sería el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras. En esa ocasión comenté: “En cuanto a si tales iniciativas indican que la mutación de China en una potencia imperialista más, según la definición económica del término, similar a las demás, se ha completado o no, esto todavía no está claro, como señaló Walden Bello en un librito muy matizado” (p. 263).

El reseñador responde a esto señalando el hecho de que “China no solo es la segunda economía más grande del mundo, sino también el principal país exportador y el segundo país importador, así como el segundo exportador de capitales del planeta”. Entonces se invoca a los clásicos (Lenin, etc.) para afirmar que: “Si China llegara a ser una importante potencia capitalista plenamente integrada en la economía mundial sin volverse imperialista, se plantearía la cuestión de si existe alguna relación necesaria entre capitalismo e imperialismo, una cuestión que Achcar no aborda.” Dado que al parecer no ha leído mi capítulo sobre la Rusia de Putin, seguro que Hore ha pasado por alto mis comentarios sobre el imperialismo según la definición económica que constan en él.

Asimismo dediqué varias páginas a comentar la naturaleza de la economía china, que califiqué de “capitalismo burocrático”, siguiendo en esto a mi amigo y camarada Au Loong-Yu. Es precisamente esta la razón de mi agnosticismo sobre si China puede calificarse de “una potencia imperialista más según la definición económica del término, similar a las demás”. Ello se debe a que suscribo la definición clásica del imperialismo, que dice que implica el predominio de una oligarquía financiera (Lenin). Este es el punto en que el reseñador difiere necesariamente de mi opinión, ya que él forma parte de una tradición que consideraba que la propia Unión Soviética era un régimen capitalista de Estado e imperialista. Discrepo de este punto de vista: el comportamiento de la URSS en el escenario global no venía determinado por intereses financieros, en mi opinión, sino básicamente por preocupaciones geopolíticas dictadas por la consolidación del régimen burocrático. Desde esta perspectiva, la URSS fue sin duda una potencia imperial, pero no era imperialista según la definición clásica del imperialismo como fase diferenciada del capitalismo.

Nadie me ha convencido todavía de que la lógica del comportamiento de China en el escenario internacional viene determinado por intereses financieros y ganancias capitalistas y no por las preocupaciones geopolíticas de la burocracia china, que no son la misma cosa. Hay evaluaciones contrapuestas de las relaciones de China con países de África, Asia y América Latina. Modestamente, no pretendo haberlas estudiado lo suficiente para formular un juicio definitivo sobre la pertenencia o no de China a la categoría imperialista. Esta clasificación comporta asimismo consecuencias políticas que veo con recelo y que no tomo a la ligera. De ahí mi agnosticismo.

Hore también critica mi evaluación de la expansión militar estadounidense en torno a China afirmando que “pese a que la presencia militar de EE UU en Asia Oriental está expandiéndose, sigue siendo mucho menor que en tiempos de la guerra de Corea o de Vietnam”. Esto es exactamente como decir que, pese a que la presencia militar estadounidense en el mundo está expandiéndose, sigue siendo mucho menor que en tiempos de la segunda guerra mundial; en otras palabras, es un argumento absurdo. Estados Unidos ha estado últimamente muy ocupado en ampliar su conjunto de alianzas para crear una pinza militar alrededor de China, como se describe detalladamente en el libro. “El problema en este punto”, dice el reseñador, “es que para comprender por qué EE UU tiene cierto éxito en su retorno al sudeste asiático es necesario comprender los crecientes antagonismos entre China y todos sus países vecinos, alimentados principalmente por el deseo de China de controlar áreas del mar de China Meridional que se hallan a cientos de millas de sus orillas”. Pues bien, estas afirmaciones, que no son nuevas, se describen en la primera parte del libro (pp. 62-66) y probablemente fueron pasadas por alto por el reseñador.

La última parte de la reseña critica que yo califique las relaciones globales desde el comienzo de siglo de nueva guerra fría. Hore escribe: “Esto se debe principalmente a que su definición [la de Achcar] se centra en la confrontación militar y en el retorno de lo que él denomina la ‘economía de guerra permanente’. Pero el mundo actual ha cambiado radicalmente desde la guerra fría clásica de la época de John le Carré, en la que el mundo estaba dividido esencialmente en dos bloques opuestos cuya competencia se expresaba, sobre todo, en términos militares”, mientras que hoy, “la competencia económica, política y militar entre las grandes potencias vuelve a estar entrelazada”. Por tanto, para Hore, parece “más útil ver el presente como una nueva fase del imperialismo, en la que el mundo anterior a 1914 es un punto de referencia tan útil como la guerra fría”.

En primer lugar, la “economía de guerra permanente” es un concepto elaborado por un economista marxista estadounidense en 1944, como explico en la introducción (p. 22), no una etiqueta ideada por mí, como cabría deducir de la manera en que lo presenta el reseñador. En segundo lugar, he descrito la continuación de esta economía de guerra permanente en EE UU, no su “retorno”. En tercer lugar, seguramente Hore ha vuelto a no ver que en la introducción (pp. 17-18) explico que la noción de guerra fría fue acuñada por Eduard Bernstein en referencia al mundo anterior a 1914. Por consiguiente, no hay nada que objetar a mi posicionamiento en esta cuestión.

La conclusión de Hore es que “The New Cold War ofrece un relato detallado de la vertiente militar de estos acontecimientos, al menos entre Estados Unidos y Rusia, pero su relativo olvido de la dimensión económica significa que se queda corto a la hora de proporcionar el análisis completo que necesitamos para oponernos al imperialismo hoy en día”. Esto es muy reduccionista, puesto que mi libro trata de mucho más que de la “vertiente militar”, como puede comprobar quien lo lea. Y en ninguna parte he afirmado pretenciosamente que quiera proporcionar con mi libro “el análisis completo que necesitamos para oponernos al imperialismo hoy en día”. En todo caso, espero haber contribuido a esta tarea necesariamente colectiva.

25/06/2023

Traducción: viento sur

 

*Gilbert Achcar: es un académico y escritor socialista libanés. Es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.

 

Tomado de: Viento Sur

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