40 años de democracia capitalista

Por Damián Ravenna

Porque nos reconocemos en cada niño que muere de hambre, en cada desocupado, en cada pobre y marginado; y porque todos ellos son víctimas del mismo modelo social y económico contra lo que se enfrentaron los 30.000: hoy más que nunca creemos en el sueño de nuestros hijos (…) Los pobres de hoy son los desaparecidos de ayer. Si los antiguos genocidios y exterminios no resuenan para nosotros en los del presente, no estamos haciendo memoria, sino lamiendo nuestras propias heridas (…)”  – Documento (de algunas) Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora en el 29 aniversario de su formación como movimiento 26-05-2006-

Deberíamos estar de festejo por los 40 años de democracia, pero con la democracia liberal-capitalista no se come, no se cura ni se educa como quería o decía el primer Presidente de esta democracia capitalista que ciertamente es por ello poco democrática. Se tiende a normalizar las fallas de nuestra democracia -siempre perfectible de mejoras nos dicen- pero pocas veces se expresa el fracaso del modelo social liberal-capitalista y su institucionalidad.

La democracia que supimos conseguir y que valoramos aunque criticamos, es una democracia formal en lo institucional, coercitiva en lo social y dictadura en lo económico, pues es fruto de la lucha de clases.

Es así que la relación capital-trabajo es la que nos sigue mostrando las violaciones a los derechos humanos que ejecuta el Estado y sus gobiernos. En 40 años de democracia capitalista casi la mitad de la población vive bajo los índices de pobreza y extrema pobreza, salarios de hambre y sobreexplotación de la clase trabajadora, de la cual poca trabaja registrada, mucha (de cuyo crecimiento se vanagloria el actual gobierno) trabaja mediante el monotributo para su mejor explotación en el mercado de trabajo ya que no tiene los derechos colectivos que el resto de la clase trabajadora registrada si tiene.

Es por ello de resaltarse que las clases dominantes son capitalistas y tienen por lo menos dos facciones de clase que se disputan el poder estatal y que se ven reflejadas en las dos grandes coaliciones -Frente de Todos y Juntos por el Cambio- que proponen dos formas de acumulación y valorización del capital, una desde el capitalismo permanente que es el neoliberal, y la otra con el capitalismo contingente que es el keynesiano o desarrollista.

De esta manera las clases dominantes hacen que las clases dominadas sólo jueguen el rol de colectoras en la gran disputa por la estatalidad para soportar así la violación a sus derechos humanos, ya sea por la correlación de fuerza, para no hacerle el juego a la derecha o al populismo -es decir a la otra facción de las clases dominantes- siempre a la espera del derrame de la copa neoliberal o de la distribución de la riqueza keynesiana.

Con ello un verdadero enfoque desde los derechos humanos debe contener la realidad material que significa el capitalismo como modelo civilizatorio y las consecuencias que su Estado tiene en el orden del respeto, promoción y cumplimiento de los derechos humanos.

Los derechos humanos debe quedar claro, son frente y contra el Estado, es decir el que viola o protege los derechos humanos es el Estado, gobierno y Estado si bien son asunto parcialmente separado, la estatalidad sigue siendo de clase y en nuestro caso como decía más arriba la disputa electoral es entre facciones de las clases dominantes. De esta manera podemos abordar que el Estado en el marco de la lucha de clases viola los derechos humanos de las clases dominadas, oprimidas y subalternas.

Quizá, producto de una idea-fuerza de época que fetichiza al Estado, el olvido es que el Estado es capitalista, que la democracia liberal en la que se sustenta su institucionalidad es democrática en el sentido del respeto parcial de los derechos civiles y políticos, pero jamás en el respeto concreto de los derechos humanos económicos, sociales, culturales y ambientales.

En el Estado se manifiestan las relaciones sociales que el capital propone, de ahí que las graves violaciones a los derechos humanos que sistemáticamente el Estado ejerce nos lleva a desenterrar como hipótesis ciertamente probada que el antagonismo entre el capital y el trabajo se plasma como contradicción entre el sistema civilizatorio capitalista y los derechos humanos.

Por ello como nos dicen nuestras madres, los pobres de hoy son los desaparecidos de ayer.

Memoria, Verdad y Justicia

Damián Ravenna

Presidente

Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Zona Norte de la Provincia de Buenos Aires

APDH Zona Norte

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