Rusia – En la raíz de la resistencia contra la guerra

Por Sasha Talaver

El género está ganando importancia en la esfera política actual en Rusia como un asunto de seguridad nacional. No es casualidad que recientemente se decretara la prohibición total de representaciones LGBTQ+ en el arte y los medios, y que se recuperara la antigua orden estalinista de la madre heroína, que premia a mujeres que tienen diez hijos o más. Casi ninguno de los discursos recientes de Vladímir Putin ha dejado de vilipendiar las libertades de género y de proclamar la defensa de los valores tradicionales frente al peligro de la neutralidad de género que representan los conceptos de progenitor número uno y progenitor número dos.

Desde 2011, el Kremlin ha convertido la sexualidad en una cuestión de seguridad nacional, afirma Dmitry Dorogov. Esto permite adoptar medidas excepcionales para afrontar el peligro, o sea, la prohibición de toda propaganda LGBTQ+, así como una instrumentalización en caso de intervención militar. Además, como muestra Elizaveta Gaufman, basándose en un análisis de los comentarios de grupos anti-Maidan en la plataforma rusa de redes sociales, VKontakte, las identidades de género y sexuales sirven de elementos clave para la humillación de los enemigos del Kremlin e incluso para la justificación de la agresión geopolítica: Ucrania se presenta como una  “doncella en apuros”, EE UU y sus líderes aparecen feminizados y Europa viene a ser el reino de la homosexualidad, llamado Gayropa. Así, la percepción rusa y la representación de la geopolítica se apoya ampliamente en una visión mediatizada por el género y la sexualidad.

Guardián de la procreación de la nación

Esta cruzada contra los derechos LGBTQ+ y la ideología de género alía a Putin con varios movimientos conservadores de todo el mundo, que lanzan campañas antigénero como argamasa ideológica para la unificación frente a la hegemonía occidental. Irónicamente, sin embargo, esta lucha se libra en el terreno discursivo fijado por Occidente: opera con categorías como género, transgénero, o cultura de la cancelación, revelando un deseo desesperado de ser escuchados y comprendidos en el contexto cultural occidental.

Más que las alianzas internacionales, la defensa declarada de los valores tradicionales sirve para presentar al gobierno ruso como guardián principal de la procreación de la nación. La protección oficial de la maternidad es crucial para la imagen de Putin como líder patriarcal y macho alfa. Visto así, no es extraño que hace varios años muchos medios compartieran noticias falsas sobre la sugerencia de una diputada de la Duma del Estado, Elena Mizulina, de distribuir el esperma de Putin por correo a las mujeres rusas para que procrearan. Lo que hizo que esta falsa propuesta ganara credibilidad fue el posicionamiento del gobierno ruso, encarnado por Putin, como el guardián principal y por tanto la fuente de la reproducción de la población.

No obstante, el régimen ruso no hace prácticamente nada por mejorar las condiciones materiales de las familias tradicionales. Como un ilusionista, utiliza la retórica antigénero como pantalla para separar las prestaciones materiales de las simbólicas. Aparte del subsidio a la maternidad y las recientes pagas Putin para las familias pobres, las ayudas del Estado para las embarazadas y las familias son escasas. La proporción de las familias con tres o más hijos entre la población pobre (es decir, los hogares en que la renta por miembro de la familia es inferior al nivel de subsistencia definido por las autoridades rusas) ha aumentado continuamente en los últimos años, a pesar de la retórica pronatalista de las autoridades.

La guerra exacerba esta tendencia, ya que muchos hombres han sido movilizados, reclutados o han huido del país, un número importante de trabajadores y autónomos han perdido su empleo o su negocio y las facturas de los suministros básicos no dejan de crecer. Por otro lado, el presupuesto para prestaciones sociales disminuye o ya se ha agotado en determinadas regiones. Recientemente, mujeres policías se han quejado en varias regiones de que no reciben sus pagas de maternidad porque el Ministerio de Interior, como ha confirmado él mismo, no tiene dinero.

Puesto que se gasta la mayor parte del presupuesto en el ejército y la propaganda, el Kremlin intenta pacificar a los grupos defensores de la justicia reproductiva/social mediante la glorificación vacua de la maternidad y la paternidad y repartiendo medallas como la de la Gloria Paternal o la Madre Heroína, que solo reciben varias docenas de familias cada año. El gobierno presenta el esfuerzo reproductivo, el de parir y criar niñas y niños, como proeza patriótica que casi puede estar a la altura del mérito militar.

No cabe duda de que los niños nacidos devendrán soldados, y su madre no tendrá derecho a la tristeza. Como aconsejó un pope ortodoxo, las mujeres deberían parir más hijos, de manera que si algunos de ellos mueren en la guerra, no se lamentarán tanto: “si una señora cumple el mandato de ser fructífera y multiplicarse, abandonando todo intento de interrumpir artificialmente el embarazo, (…) entonces tendrá,  lógicamente, más de un hijo. Esto significa que no estará tan dolorida y horrorizada a la hora de decir adiós a su hijo, aunque sea un adiós temporal”.

Resistencia creciente de las mujeres

Así, a pesar del intento del gobierno ruso de presentarse como protector de la familia, de hecho quita más de lo que da. La maquinaria militar del Estado depende en gran medida del trabajo reproductivo, que es principalmente femenino, y a lo largo de los últimos decenios toda resistencia significativa contra el militarismo ruso ha venido justamente de este grupo. Empezando por el grupo disidente femenino que publicó un llamamiento a las madres en contra de la ocupación soviética de Afganistán, allá por 1980. Después vino la red de Comités de Madres de Soldados, formada a finales de la década de 1980, que desempeñó un papel crucial en la reforma del ejército y en la resistencia a la primera guerra de Chechenia en la década de 1990.

Hoy, la protesta independiente de madres y esposas de los soldados movilizados está creciendo, mostrando avances significativos. Poco después de que el recién creado Consejo de Madres y Esposas, que se opone a la guerra, celebrara su conferencia de prensa, Putin se reunió con las madres patrióticas para honrar su labor reproductiva y obtener su aprobación pública de la llamada operación especial. Actualmente, las principales portavoces de la organización están detenidas.

Estos días, en que la realidad en Rusia se halla tan ampliamente reflejada en categorías generizadas, el movimiento feminista puede resulta particularmente productivo. La Resistencia Feminista Antiguerra, uno de los movimientos antiguerra más importantes de Rusia, se incorpora activamente a las iniciativas de las madres en contra de la movilización. Activistas feministas participan en grupos de chat para apoyar a aquellas mujeres que manifiestan una posición en contra de la guerra; por ejemplo, les facilitan enlaces útiles y manuales sobre derechos de los soldados.

Finalmente, el grupo de iniciativa de madres integrado en la Resistencia Feminista Antiguerra ha lanzado una petición exigiendo la retirada de las tropas rusas de Ucrania y reflexiona sobre las consecuencias de la guerra para la reproducción: recortes de prestaciones sociales, pérdida de hijos y de ingresos de las familias, aumento de la violencia doméstica. La petición esboza una perspectiva crucial de cara a la desmilitarización de Rusia, exigiendo la redistribución del presupuesto militar a favor de la protección de la maternidad y de la infancia. Defiende un antiguo argumento que dice que la guerra y el militarismo son incompatibles con el derecho a la maternidad y muestra cómo la guerra menoscaba los derechos de las mujeres.

En efecto, la idea feminista de justicia reproductiva, es decir, el derecho tanto al aborto como a la maternidad, muestra su potencial en Rusia como medio para enfrentarse al régimen de Putin cuando se presenta a sí mismo como guardián de la población y para cuestionar el militarismo ruso, que anula el derecho a la maternidad y amenaza al derecho al aborto. Como sugiere Elena Zacharenko, en muchos países el apoyo popular a los valores tradicionales se basa en la hipocresía de los programas neoliberales de igualdad de género que se centran en los resultados económicos y no en la justicia social. Así, la tarea de abordar cuestiones de justicia social y reproductiva desde una perspectiva feminista, que permite una variedad de configuraciones familiares, géneros y sexualidades, deviene aguda y puede convertirse en una de las estrategias de la resistencia contra el populismo de derechas y el militarismo.

21/12/2022

IPS

Traducción: viento sur

Sasha Talaver es doctoranda (Gender Studies, Central European University, Viena) y mentora de la Universidad Invisible para Ucrania (CEU).

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