Venezuela: ¿A quién beneficia la liberación de los sobrinos Flores?

 

Por Elías Chacón Neri

La reciente liberación de dos ciudadanos venezolanos que cumplían condena en los EEUU luego de ser acusados de narcotráfico, a cambio de 7 norteamericanos detenidos en Venezuela, es un hecho sin precedentes en la historia de nuestro país, y ha tenido un impacto importante sobre la opinión pública, sobre todo en el contexto del cada vez mayor descrédito del gobierno ante la izquierda venezolana.

Efraín Campos Flores y Franqui Francisco Flores son los nombres de los dos ciudadanos venezolanos liberados, y, como ha sido ampliamente divulgado por la prensa nacional e internacional, ambos son sobrinos de la primera dama, Cilia Flores.

Hacia finales de 2017, Campos y Flores fueron sentenciados a 18 años de prisión por una corte del Estado de Nueva York, acusados de haber intentado introducir y traficar 800 kilogramos de cocaína en los EEUU.

Habían sido detenidos por funcionarios de la DEA a principios de noviembre de 2015 en Puerto Príncipe, capital de Haití, mientras se encontraban reunidos en un restaurante cercano al aeropuerto internacional Toussaint Louverture. El local fue allanado por funcionarios de la policía haitiana y de la DEA. De acuerdo a la evidencia presentada por la Fiscalía ante la corte, la DEA había infiltrado agentes encubiertos e informantes en la operación para capturar a Campos y Flores.

¿Una victoria para quién?

La liberación de Campos y Flores ha sido anunciada con espíritu de fiesta y victoria por parte de los medios oficiales, en los que se les ha señalado su detención como injusta e ilegal. Para el canal del Estado, Venezolana de Televisión, que alguna vez llegó a ser una tribuna para la participación democrática de las masas trabajadoras en la vida política del país, pero que hoy no es más que un centro de operación para el periodismo palangrista al servicio de la facción neoburguesa gobernante, el intercambio de los prisioneros norteamericanos por los sobrinos de la primera dama fue una «victoria de la diplomacia bolivariana de paz» y «solidaridad entre los pueblos», digna de celebrar y ensalzar.

Sin necesidad de emitir opinión sobre la inocencia o culpabilidad de Campos y Flores, cabe preguntarse, ¿cuál es su relación con la República o la Revolución Bolivariana para que en efecto su liberación constituya una victoria para el país? Aunque Campos trabajó por aproximadamente tres años en el Parlamento Latinoamericano, ¿ejerció alguna labor o servicio destacado en beneficio del pueblo trabajador, por el que su liberación pudiese considerarse como importante y necesaria para nuestro país? No hay evidencia al respecto que pueda sostener una respuesta afirmativa a esa pregunta.

Más bien, la liberación de Campos y Flores pone en evidencia el carácter cuasi feudal y patrimonialista de la camarilla gobernante. En el marco de negociaciones con el imperialismo, el  gobierno pudo exigir una mayor flexibilización de las sanciones económicas contra el país, que golpean de manera inclemente el sistema público de salud, las empresas estatales de servicios y la red pública de producción y distribución de alimentos, recayendo sus efectos principalmente sobre los hombros de los trabajadores. Pero en cambio, prefieren solicitar la liberación de dos de sus familiares. ¿A quién beneficia pues la liberación de Campos y Flores? ¿Para quién es esa victoria? Porque para la clase trabajadora no es victoria alguna. ¿Será que acaso la retórica del bloqueo imperialista ya pasó de moda? Parece como si el gobierno olvidase que el bloqueo imperialista sigue siendo una realidad patente, aunque se hayan aprobado ciertas flexibilizaciones –como el bloqueo golpea a los trabajadores y pobres, y no a los altos funcionarios estatales, es fácil olvidar que sigue en pie-.

El ejemplo de las negociaciones entre Cuba y EEUU después de la invasión a Playa Girón

En abril de 1961, tras el estruendoso fracaso del imperialismo yanqui en la invasión de Playa Girón, se entablaron negociaciones entre la República de Cuba y los yanquis. Más del 90% de las fuerzas invasoras habían sido detenidas por las fuerzas armadas revolucionarias, específicamente unos 1113 prisioneros, de un total de 1500 efectivos militares que participaron en la infame invasión a la isla. Los prisioneros fueron juzgados en tribunales revolucionarios y se exigió al gobierno norteamericano una indemnización por los daños humanos y materiales sufridos por la República de Cuba. Aunque la indemnización nunca fue pagada en su totalidad, finalmente se produjo un intercambio entre Cuba y los EEUU, hacia diciembre de 1962. A cambio de los prisioneros se recibieron medicinas y compotas para bebés por un valor equivalente a 53 millones de dólares.

Este sí es un digno ejemplo de un intercambio entre una revolución y el imperialismo, en el que no se benefició a la camarilla gobernante sino a todo el pueblo trabajador en su conjunto. Y es más notable aún, cuando se considera el contexto histórico de aquella negociación: se había producido una incursión militar imperialista contra Cuba –aunque derrotada- y la ley de embargo económico contra la isla había sido ya sancionada por el Congreso norteamericano en septiembre de 1961. No obstante, las negociaciones e intercambio final tuvieron como objetivo, al menos para el bando revolucionario, el beneficio de toda su sociedad y no de unas pocas familias privilegiadas. Cuánto tenemos que aprender aún hoy de la Revolución Cubana, sobre todo en el marco de las acciones de quienes se muestran como dirigentes revolucionarios en nuestro país.

Tomado de luchadeclases.org.ve

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