ECUADOR, Christian Arteaga*- Desate del narcotráfico ecuatoriano: hacia una interpretación de la situación actual

Desate del narcotráfico ecuatoriano: hacia una interpretación de la situación actual

Christian Arteaga*

Lo sucedido el día martes 9 de enero de 2024, en Ecuador, en el que grupos de delincuencia organizados, bajo la égida del narcotráfico cometieron una serie de acciones que fueron desde coches bomba, secuestros a guías penitenciarios, asesinatos, motines carcelarios, tomas de rehenes transmitido en vivo en un canal de televisión de alcance nacional, fue sin duda, acontecimientos sin precedentes en la historia contemporánea del país. No obstante, aquellos actos de ningún modo son contingentes y/o azarosos, sino que son el pináculo de eventos que vienen sumando desde el vacío de poder que dejó el proceso de desarme en Colombia hasta la aplicación del neoliberalismo a secas del gobierno de Moreno, profundizado por Lasso y sostenido hasta el momento por Noboa.

Valdría la pena añadir que no podemos entender el fenómeno y ascenso del narcotráfico en el país, al margen dos cuestiones sustantivas. La primera sería un reacomodo fáctico y conceptual del término neoliberalismo. Pues, este ya no puede ser comprendido como hace 30 años. El neoliberalismo de ahora se sostiene en prácticas ultraviolentas y sanguinarias, resultante de un nuevo capitalismo de corte radical y neofeudal. Es decir, a este último no basta con entenderlo como un modo de producción, sino como mecanismo cultural que modifica la subjetividad de la población. Precisamente, es un neoliberalismo poroso, transgresor de todo tipo de ética y de frontera racional, de todo acuerdo humanista y social. Es por ello su complejidad al momento de pensarlo, tal y como lo sostiene la filósofa mexicana, Sayak Valencia, como Capitalismo Gore.

Por estos motivos, las especificidades de lo ocurrido en Ecuador, permite ir explorando ese nuevo tipo de régimen (¿anti?) societal, que expone la delincuencia organizada como su eslabón y punta de lanza. Por tal razón, narcotráfico y neoliberalismo son dos caras de la misma moneda, son la Escila y Caribdis del presente, pero con una excepcionalidad. Y es la transparencia con que los repertorios de la violencia más descarnados han sido mostrados en los últimos años. Pues, tales repertorios son resultado de la trasformación del capitalismo que toma cuerpo en todo desprecio por la vida, en especial, por la clase trabajadora, y que por default configura una nueva masa de empobrecidos. Esta emergencia de pobres va de la mano con a la consolidación de regímenes delincuenciales y territoriales pero que, condición sine qua non, dichos fenómenos, llegaron a convertirse en una ética distópica del mundo del narco a escala internacional.

La otra cara deviene en preguntarnos qué incluye el mundo del crimen organizado, especialmente al narcotráfico en los últimos sucesos. Aunque señalamos que, si miramos a los hechos ocurridos como un aceleramiento de eventos, estaríamos cayendo en un error comprensivo. Y es que el funcionamiento del narcotráfico va íntimamente ligado a unas nuevas formas de hiperconsumo de los sectores más vulnerables para con este. Precisamente, si en un momento, estas violencias estaban alejadas de los centros, hoy aparecen más cercanas que nunca y como resultado de una acumulación que estalla bajo la forma de bandas narcodelictivas.

En ese contexto, si bien el epicentro de todos estos actos fue en nuestro territorio, el tema se torna transcontinental, ya que muchas de estas bandas están ligadas a otros grupos como los carteles mexicanos (Sinaloa y Jalisco Nueva generación) y otras a mafias italianas y albanesas. Entonces, decir que es un conflicto nacional o regional, en este momento es insuficiente. El tema se expande intercontinentalmente y sus características avanzan en forma de neocolonialismo, intervencionismos y precarización arraigada. Es decir, lo que distinguimos en estas últimas horas fue la exhibición más truculenta de un neoliberalismo que desregula la dinámica del trabajo y pasa a convertir a los narcotraficantes y sus operadores en asalariados del crimen organizado. Pues, paradójicamente, este neoliberalismo les obliga a distanciarse – a este nuevo lumpenproletariado- de los sectores dominantes tradicionales, recrudeciendo el conflicto por el abandono que dejaron estos últimos.

El segundo punto es cómo el narcotráfico y sus asalariados se tornaron un paraEstado en lo político, económico, y en el ámbito del trabajo, como un dispositivo criminal. Esto último es muy palpable en Ecuador, donde el narcotráfico reinterpreta el asunto del trabajo y lo vuelca al ámbito criminal y del hiperconsumo, donde los sectores más permeables por su empobrecimiento y precariedad son el caldo de cultivo para cooptación y reclutamiento delictivo. Por ende, si reinterpreta el trabajo, también lo hace con el mercado, por ello son las geografías periurbanas pauperizadas, más que los territorios del campo -como es el caso mexicano, por ejemplo- donde mayor intervención han logrado estas bandas.

En tal estado de cosas, expresamos que una de las fisonomías que hoy por hoy adopta el narcotráfico en el Ecuador es la estética del endriago (monstruo hecho de formas humanas y órganos de varias fieras) de ahí que inclusive en términos del lenguaje, las bandas delictivas lleven por nombres alusiones a los tigres, a los lobos, a las águilas, etc. Su fuerza radica no solo en la monetización de la vida, de las mercancías y del tráfico de drogas y de armas, sino que los grupos delictivos en el país han logrado incardinarse en la colectividad de los sectores precarizados, pero también en sectores dominantes del Estado y de los empresarios (Lasso y Danilo Carrera son la prueba presunta de ello).

El Estado no posee una claridad de tratamiento y contención de este fenómeno, su actuación apunta únicamente al tema militar, olvidando que las bandas poseen en su núcleo una violencia que persigue y ejecuta a todo lo que disiente con ellas, por tanto, no dudarán enfrentar al propio estado con demostraciones armadas. El gobierno actual supone la comprensión de las bandas como parte de un espectáculo mediático, no como un asunto estructural. Empero, es un espectáculo macabro que torna a las bandas delictivas como parte de un proceso de producción de repuestos (estos repuestos son la vida de los sujetos) que se vuelven útiles o desechables en el mercado del crimen.

Finalmente, la declaratoria de guerra al narcotráfico mediante decreto por parte del gobierno de Daniel Noboa, pone de manifiesto a la violencia como única respuesta a toda conflictividad, amén de complejizar aún más las relaciones porque existen -por lo menos- dos violencias enfrentadas: la estatal y una más allá del Estado. Esto debería poner en alerta, en cambio, a los sectores populares, pues, resulta peligroso que bajo la lucha contra el narco sean criminalizadas organizaciones sociales, campesinas, de trabajadores, estudiantes, ecologistas, entre otras. Por tanto, es sustancial en estos momentos de incertidumbre y amenaza, comprender que el narcotráfico no puede ser reducido solo a una lógica ilegal, más por el contrario, es en la ilegalidad donde se inscriben estas lógicas.

 

 

*Christian Arteaga: es parte de la Red Feminista Ecosocialista, grupo simpatizante de la Cuarta Internacional. 

 

 

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