Entrevista a Marta Rivera-Ferré: “La transformación necesaria para proteger la biodiversidad es la impulsada por la agroecología”

Por Erika González.

La ganadería industrial es una de las formas de producción agropecuaria que más rentabilidad ofrece en el mercado global, ya que se maximiza la obtención de carne a menor coste económico. El resto de costes que son necesarios para incrementar los beneficios se disparan. La ganadería intensiva se caracteriza por concentrar un elevado número de animales confinados en un área reducida, donde hay una ausencia de espacio vital y saludable. Para poder garantizar la producción se necesitan grandes cantidades de insumos, como agua y piensos concentrados, cuyo origen mayoritario son granos producidos en terceros países, como la soja o el maíz. El control de enfermedades en poblaciones hacinadas necesita una cantidad creciente de antibióticos, lo que está facilitando la aparición de bacterias resistentes a los mismos. En cuanto a los residuos, igualmente hay que gestionar volúmenes muy elevados de residuos que contaminan los suelos y las aguas.

No es de extrañar, entonces, que se hayan multiplicado las plataformas vecinales y campañas que rechazan las instalaciones asociadas a la producción intensiva de ganado, las macrogranjas, en prácticamente todo el territorio español, como muestra Stop Ganadería Industrial. El grado de destrucción y contaminación de los ecosistemas donde se asienta, los riesgos de salud pública que representa, la explotación laboral que viven sus trabajadores y trabajadoras, la cantidad de recursos que necesita y que proviene de la destrucción de ecosistemas de gran valor ecológico, como es el caso de la Amazonía, hacen de la ganadería industrial un ejemplo de producción alimentaria inviable ambiental y socialmente. Para conocer en detalle qué supone para la biodiversidad hablamos con Marta Rivera-Ferré, profesora de investigación en INGENIO (CSIC-UPV), doctora en Ciencias Veterinarias, Especialidad de Producción Animal y Economía Agraria por la Universidad de Córdoba. En los últimos años se ha centrado en el ámbito de la sociología de la agricultura y la alimentación, en particular en las interacciones entre agricultura, alimentación, sociedad y medioambiente. Ha profundizado en la adaptación al cambio climático y la seguridad y soberanía alimentarias, así como en la función social de la agricultura y el papel de las mujeres desde una perspectiva de estudios feministas. Ha sido una investigadora referente en el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), entre otros.

Erika González: ¿Cuáles son los impactos de la ganadería industrial en la biodiversidad global y en la de los territorios donde se asienta?
Marta Rivera-Ferré: Hay impactos en el ámbito local, es decir, los que sufrimos nosotras directamente y que tienen ver, por ejemplo, con la contaminación de las aguas y, a partir de ahí, todos los daños que pueda haber en los ecosistemas acuáticos. También en lo relativo a la agrobiodiversidad y de razas ganaderas autóctonas, que también es un efecto directo. O el impacto que puede haber en lo que se refiere a las deyecciones (excrementos) en función de cómo se gestionen. Si se hace de forma adecuada no debería tener mucho impacto y si su manejo es inadecuado puede deteriorar la biodiversidad terrestre.

Otro tema es el impacto en terceros países, fundamentalmente a través de la deforestación vinculada a la plantación y los cultivos para la producción de grano para pienso. Se llega a generar la destrucción de ecosistemas enteros de zonas como la selva amazónica para la plantación de soja, de maíz, etc., aunque no sólo afecta a la amazonia, también a otros muchos territorios.

Volviendo a lo local, aquí no ocurre una deforestación, pero sí una expansión de la agricultura industrial en forma de monocultivo para la producción de grano para pienso y, por tanto, habría que tener en cuenta también este impacto. Hay que comentar, por otro lado, todos los impactos asociados al avance de los monocultivos de la agricultura industrial, como la pérdida de polinizadores. Por lo tanto, se produce la pérdida de biodiversidad, además de en lo micro, de lo que es ese impacto más directo en los ecosistemas vinculados a la ganadería, también en la biodiversidad del paisaje.

E. G.: Es cierto que cuando se habla de biodiversidad no se suele tener presente la importancia de la biodiversidad del paisaje; y lo cierto es que la complejidad y diversidad de los ecosistemas naturales, así como los manejados para la agricultura y ganadería en el territorio, son fundamentales para regular la dispersión de especies y las funciones vitales para la conservación de esos ecosistemas. El efecto negativo en la biodiversidad es patente, pero lo cierto es que ésta es un factor importante para el desarrollo de la agricultura y la ganadería.
M. R. F.: No es que sea importante, es que es central. La biodiversidad y todo lo que son los servicios ecosistémicos asociados, o lo que se llama ahora las contribuciones de la naturaleza para las personas, ya sean de regulación, de producción primaria, etc., son fundamentales para el desarrollo de la agricultura y la ganadería. También los culturales, por supuesto. Cuando hablamos del paisaje, por ejemplo, el paisaje en mosaico es clave para la agricultura y para la ganadería, y a la vez éstas influyen de forma determinante en este paisaje, es una relación recíproca. Obviamente, los servicios de funcionamiento de los ecosistemas, como la polinización o el ciclo de nutrientes, son fundamentales para estas actividades. Poder cerrar el ciclo del nitrógeno juega un papel esencial. Especialmente en la ganadería extensiva y, de forma indirecta, en la ganadería industrial en el sentido de que, bueno, al final, si no hay agroecosistema, si no hay naturaleza, no puede haber nada.

Y en este sentido creo que es muy importante la estrecha relación que hay entre biodiversidad y cambio climático, que también afecta de forma directa a la agricultura y a la ganadería. Son actividades que, obviamente, tienen lugar al aire libre y que son uno de los sectores más afectados por el cambio climático. Estamos viendo cómo la sequía está causando daños importantes en la agricultura y en la ganadería.

E. G.: Ha habido diversas publicaciones que relacionan el incremento de la posibilidad de la aparición de pandemias con la ganadería industrial, ¿qué opinas de esta relación?
M. R. F.: Hay muchos estudios, entre otros de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés), que han recogido bastante información mostrando la estrecha relación que hay entre el incremento de las zoonosis, que pueden derivar a una pandemia o no, y la agricultura y ganadería industrial. Al final, el avance de la agricultura industrial, la expansión de los monocultivos hace que se reduzcan las zonas boscosas donde se encuentran diferentes organismos huésped o vectores de estos potenciales virus. Al reducirse su extensión aumenta la posibilidad de contacto entre el ser humano y los animales. En el caso de los animales, porque la pérdida de su ecosistema hace que se vayan acercando a las zonas donde vivimos los humanos. Y en el caso de la ganadería intensiva, por una alta concentración de animales en un espacio pequeño que da lugar a un mayor potencial de contagio entre ellos.

E. G.: La grave situación en la que se encuentra la biodiversidad se reconoce en compromisos internacionales para su protección como es la Agenda 2030. ¿Es coherente con los programas y actuaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)?
M. R. F.: La FAO tiene como objetivo fundamental trabajar por la seguridad alimentaria a nivel global, lo que ocurre que en este organismo conviven diferentes visiones, diferentes formas de ver cómo conseguir esta seguridad alimentaria. De la misma forma que hay un departamento de ecología, de agroecología, que está trabajando para promover la agrobiodiversidad y el género desde un enfoque que podemos llamar agroecológico, también nos encontramos con departamentos que trabajan en la intensificación sostenible. No es que no sea una forma de abordar el tema del hambre. Y, además, estas acciones de agricultura sostenible de la FAO encajan en un objetivo de desarrollo sostenible tan vago como es el de lucha contra el hambre. Lo que yo plantearía es que para abordar todo el problema del hambre, de la seguridad alimentaria, no solamente de la nutrición, sino también de la malnutrición asociada al incremento del sobrepeso, de la obesidad, pues, no es suficiente la intensificación sostenible, sino que tenemos que estar hablando de unos abordajes más complejos y más sistémicos, como sería, por ejemplo, el de la agroecología, que implica una transformación del sistema agroalimentario.

E. G.: En los ámbitos institucionales se está incorporando el concepto One Health (Salud Única) para abordar de forma interrelacionada y global tres ámbitos como son la salud humana, la animal y la salud ambiental. Plantean como objetivo un trabajo conjunto entre la salud pública, la medicina, la sanidad, la veterinaria y las ciencias ambientales, junto con otras disciplinas, para defender una salud única; ¿qué crees que aporta este concepto en la relación entre salud ambiental, animal y pública en la ganadería?
M. R. F.: En el concepto One Health, salud única, hay un reconocimiento de que la salud del ecosistema, la salud de las personas y la de los animales están íntimamente unidas. Este enfoque me gusta mucho, aunque hay entidades sociales, sobre todo de Asia, que no lo acaban de ver y piensan que es un concepto muy occidental. Pero creo que es un concepto que recoge parte de la visión de los pueblos indígenas que relaciona y plantea la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza, en este caso de los ecosistemas, de los animales y la ganadería. Dicho esto, creo que el concepto es bastante reciente y que la Organización Mundial de la Salud está trabajando en este sentido.

A nivel científico se está avanzando bastante junto con conceptos que van de la mano, como el de Eco Health o Planetary Health. Hay informe del IPBES, como uno en el que he colaborado, sobre la relación entre alimentación, agua, cambio climático y salud, y trabajamos desde el enfoque de la salud única. Pero desconozco si en la UE se está trabajando en este sentido.

E. G.: Como planteas, en el ámbito de investigación científica es posible que se esté avanzando en esta mirada, pero las políticas económicas de la UE no parece que estén priorizando la salud de los ecosistemas y de las personas. El acuerdo comercial que está negociando la UE con Mercosur, ¿puede agravar aún más la situación?
M. R. F.: No conozco los detalles, pero según diferentes artículos el acuerdo acabaría profundizando el comercio de la soja o posibilitaría, también, la entrada de carne de terceros países que no cumplen con los requisitos de la ganadería industrial aquí, en particular en lo referido a lo higiénico-sanitario. No creo que estos procesos tengan nada positivo ni para la ganadería aquí ni para los terceros países en los que van a ganar unos pocos actores, obviamente unas pocas empresas que controlan el grano, pero estarían perdiendo claramente las personas y las comunidades que viven en el territorio y serían expulsadas por el avance de la frontera agraria.

E. G.: ¿Cuáles son las transformaciones necesarias para que la ganadería y la agricultura fueran respetuosas con la biodiversidad?
M. R. F.: La transformación necesaria es la impulsada por la agroecología. Una transformación radical de todo el sistema agroalimentario, desde la producción hasta el consumo. Y en el caso del consumo, creo que es absolutamente necesario, porque a nivel biofísico no es posible poder alimentar a toda la población mundial con los niveles de consumo de proteína animal que tenemos ahora y que tenemos en esta parte del planeta, en particular en España.

En la producción son necesarios cambios vinculados a la práctica productiva en la que habría que recuperar los sistemas mixtos de producción, los sistemas agroforestales, la agrobiodiversidad, las asociaciones de cultivo, los policultivos, bueno, habría muchas prácticas que habría que cambiar en este sentido. Este cambio creo que tiene que ser político. Igual que la situación en la que nos encontramos ahora está absolutamente promovida desde las instituciones públicas, un cambio hacia un modelo agroecológico tiene que estar promovido y financiado mediante una política como es la PAC [Política Agraria Común], para garantizar que los pequeños productores no sean los que salgan perdiendo, como han sido los perdedores de la intensificación. Al final, en el camino se han perdido millones de explotaciones agrarias a nivel europeo, cientos de miles en el caso de España, y no podemos permitirnos ese lujo. Al contrario, en la perspectiva agroecológica estamos hablando de incrementar la cantidad de personas que se dedican a la producción en el sector primario, pero esto tiene que ir a acompañado, sí o sí. de cambios desde las políticas públicas.

Erika González forma parte del Consejo Asesor de viento sur

 

Visitas: 8

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Follow by Email