VENEZUELA- LEANDER PÉREZ *: El colapso del puntofijismo (1ra Parte)

Las razones de la debacle del puntofijismo son múltiples, sin embargo, hay tres hechos históricos que ponen punto y final a dicho periodo: las elecciones presidenciales de 1998, la convocatoria y elección de una Asamblea Constituyente en 1999, y las “megaelecciones” del año 2000. Este apartado, trata de las estrategias aplicadas por las élites políticas de entonces, para intentar contener la avanzada del movimiento bolivariano.

Elecciones de 1998

Las elecciones de 1998 serían un punto de inflexión en la política venezolana, no tanto por haberse roto con la tradición bipartidista (algo que ya había sucedido con la elección de Rafael Caldera), sino porque en dicha elección se logró derrotar, por vía electoral, a las élites que gobernaron Venezuela desde 1960.

Quienes hasta entonces se habían intercambiado en el poder, demostraron que su desconexión con las masas se había tornado insalvable. Frente al reto que se les presentaba, sobreestimaron su control institucional y subestimaron a Chávez, manteniendo hasta el final su esperanza en la estrategia “malmenorista” y esperando que el “voto castigo”, paradójicamente, “premiase” a uno de los candidatos del sistema. De esta manera, para enfrentarse a Chávez cada partido escogió su propio candidato, Acción Democrática eligió a quien era entonces su secretario general Luis Alfaro Ucero; Copei postuló a la ex-miss universo, Irene Sáez; y el partido Proyecto Carabobo, se transformaba en Proyecto Venezuela para promover a su principal dirigente, Enrique Salas Römer.

Evaluando las propuestas políticas de cada uno, no es de extrañar que Chávez fuese identificado como el único candidato realmente antisistema. El primero de la lista, Alfaro Ucero, ciertamente provenía de las corrientes más tradicionales de AD, aquellas que defendían la intervención del Estado en la economía y las políticas de sustitución de importaciones, sin embargo, para 1996, Ucero y su partido terminarían respaldando la Agenda Venezuela de Caldera, de corte neoliberal (Ellner, 2014:140). Por su parte, Irene Sáez, que al principio se había presentado como una candidata antisistema y eficiente (por su gestión al frente de la acaudalada alcaldía de Chacao), en 1997 optó por vincularse con Copei, asociándose de esta manera con la defensa del establishment (Ibídem. p. 139).

Quienes se mantendrán hasta el final impugnando el sistema de partidos serían los outsiders Chávez y Salas Römer, diferenciándose principalmente por sus propuestas económicas. El primero presentándose como una tercera vía antineoliberal y el segundo identificándose con las políticas neoliberales y “modernizadoras” de sus predecesores. Al final, ante el creciente apoyo popular a Chávez, AD optaría por apoyar la candidatura de Salas Römer, lo que terminaría polarizando la elección entre los defensores del sistema, Salas Römer y Sáenz, y quien lo impugnaba, Hugo Chávez.

Ellner, da cuenta de este hecho cuando señala que,

Mientras que ser “antisistema” representaba una ventaja en la campaña de 1998, a la larga el compromiso verdadero con el cambio fue definido por la oposición a las políticas económicas neoliberales y no a la retórica antipartidista. En este sentido, después de las elecciones de 1998, el pro-neoliberal Salas Römer ya no era percibido como una alternativa real a AD y Copei, al mismo tiempo que su partido Proyecto Venezuela perdía atractivo popular (Ibíd. p. XX).

Aunque se puede considerar que los partidos del sistema subestimaron a Chávez al no presentar una candidatura única desde el comienzo, no se puede negar que éstos, cuando lo consideraron peligroso, sí intentaron poner obstáculos. Uno de ellos fue la reforma en mayo de 1998 (cuando faltaban solo 6 meses para la elección), de la legislación electoral, que separaba las elecciones de gobernadores, senadores, diputados del congreso y las asambleas legislativas de los estados, de las elecciones presidenciales.

Según Rey:

La reforma estaba claramente dirigida contra la candidatura de Hugo Chávez y con ella se pretendía conseguir varias cosas. En primer lugar, mediante la separación de las elecciones para el Congreso de las de Presidente, se pretendía conseguir algo parecido a una elección presidencial con dos vueltas: en la primera vuelta, que era la elección del Congreso, se podría ver cuál era la fuerza real de los partidarios de Chávez, y si se comprobaba que existía el peligro de que él pudiera ganar, entonces se podría concertar una alianza de los grandes partidos que se le oponían para renunciar a sus respectivos candidatos de manera que todos apoyarían a uno solo frente al Comandante. Efectivamente, así se hizo, pero la candidatura unida de los partidos tradicionales no sirvió para impedir el triunfo de Chávez (Rey, 2009:243) (negritas propias).

Si bien los dotes de orador de Chávez, su discurso bolivariano y el haber asumido ante el país la responsabilidad de una intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez, artífice del paquete neoliberal y de la represión de las masas durante el “Caracazo”, tienen mucho que ver con su creciente popularidad, también es cierto que los errores de las élites hicieron que el triunfo de Chávez fuese luego indetenible. Las palabras del profesor Miguel Ángel Martínez Meucci, dan cuenta del enorme fracaso de la estrategia de las élites:

Frente al reto que Chávez le lanzaba al sistema, empleando sus propias reglas, la clase política de aquel momento demostró carecer de ideas, organización y reflejos políticos. Ni la candidatura de Irene Sáez, ex-Miss Universo y exalcaldesa del municipio caraqueño de Chacao, ni la de Luis Alfaro Ucero, un octogenario que no terminó la educación primaria, entusiasmaron al electorado. Las vacilaciones de AD se mantuvieron hasta el último momento, en parte como consecuencia de los buenos resultados obtenidos en las elecciones legislativas de octubre de 1998, cuando los adecos lograron consolidarse como la principal fuerza parlamentaria del país con un 24,19%, seguidos por un outsider como el MVR, con un 19,83%. Así, la decisión final de apoyar a Enrique Salas Römer, quién se convirtió en la única opción viable frente a Chávez, llegó demasiado tarde (Martínez Meucci, 2012:38-39) (negritas propias).

En una entrevista años después, Salas Römer le echaría la culpa a Alfaro Ucero de su derrota. Según Salas Römer, el líder de AD manejaba la tesis del “lobo feroz” la cual,

Consistía en usar la televisión para inflar al candidato Chávez, que en ese momento acumulaba un índice de rechazo que rozaba el 50%, y aprovechar ese temor para proyectar al jefe del partido mayoritario como la respuesta ante la amenaza. (…) Alfaro Ucero lanzó una campaña mediática para crear una polarización falsa entre su opción y la de Chávez, escenario que favoreció a éste último y significó un duro golpe para mis aspiraciones (Peñaloza, 2006:39-40).

La Constituyente

Aunque la estrategia para evitar el triunfo de Chávez fracasó, la victoria en las elecciones parlamentarias de los partidos del sistema sí resultó en un acierto táctico, ya que representaba un obstáculo casi insalvable para que el presidente pudiese llevar a cabo un proyecto de trasformación radical. Juan Carlos Rey, nos da cuenta de la gravedad de la situación en la que se encontraban los partidarios de Chávez en el parlamento:

En la Cámara de Diputados, sobre un total de 207 integrantes, la mayoría era de 104. Como quiera que el MVR habría obtenido 46 diputados, necesitaba 58 adicionales para obtenerla. Pero AD (con 62 diputados), COPEI (con 28 diputados) y el PRVZL (con 20 diputados) sumaban 110 votos, mayoría más que suficiente. De modo que, (…) aunque Chávez lograra el respaldo de todos los partidos restantes (que en conjunto sumaban 97 votos), no obtendría la mayoría. (Óp. Cit. p. 245)[1].

En este contexto, la constituyente, que había sido una de las principales banderas de Chávez durante su campaña, se convertiría en una prioridad de su gobierno. Mientras que los partidos de la oligarquía, ahora en la oposición, tratarían de bloquearla por todos los medios a su alcance.

El primer gran debate sobre la propuesta presidencial sería respecto quién estaba facultado para iniciar el proceso constituyente. Chávez y sus partidarios, se basaban en al artículo 4 de la Constitución vigente, que reconocía la soberanía del pueblo, y en el artículo 181 de la Ley Orgánica del Sufragio y la Participación Política (LOSPP), que facultaba al presidente para organizar un referéndum con el fin de consultar al pueblo sobre cuestiones políticas. El argumento central construido sobre la base de estos dos artículos, era que el presidente podía consultar al soberano sobre los asuntos que no estuviesen normados en la constitución, y éste, en uso de dicha facultad, podía realizar la convocatoria.

La oposición por su parte, insistía en que antes de siquiera realizar un referéndum consultivo, el congreso debía reformar la constitución para crear la figura de la constituyente y normar su funcionamiento, luego de lo cual el soberano podía pronunciarse sobre la convocatoria, de lo contrario, se estaría dando un “golpe de estado civil” (Maingon et al., 2000:26). En realidad, lo que la oposición buscaba era arrebatarle la iniciativa constituyente a Chávez y enviarla a un congreso en el que ellos tenían la mayoría. Esta primera disputa, se saldaría con una sentencia de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) del 19 de enero de 1999, que le daría la razón a los partidarios de Chávez y el poder de decidir al pueblo.

Con la vía libre, el 2 de febrero Chávez anunciaría el Decreto 3 por el que convocaba el referéndum consultivo, iniciando así el segundo round de debates con la oposición. El decreto, que contaba con 4 artículos, recibió una avalancha de impugnaciones por parte de los partidos tradiciones y miembros de asociaciones civiles. Maingon (2000:29), señala que sólo “entre el 8 y 17 de febrero fueron introducidos ante la CSJ 14 recursos de anulación, aproximadamente, del Decreto 3 o de algunos de sus artículos” los cuales fueron declarados inadmisibles.

Sería el recurso introducido por el abogado Gerardo Blyde Pérez, miembro de la asociación civil Primero Justica, el único que lograra acumular los requisitos para ser admitido por la Corte Suprema de Justicia. El mismo, centraba su argumentación en la segunda pregunta[2] del decreto, considerando entre otras cosas, que la misma convertía el referéndum en un plebiscito, al solicitarle al pueblo que decida sobre un asunto que desconoce, como son las bases de la elección de los constituyentes, dejando en manos del presidente la facultad para redactarlas posteriormente.

Chávez, presentaría su propuesta de bases comiciales el 12 de marzo, y el 18 la Corte Suprema de Justicia se pronunciaría a favor del recurso de nulidad introducido por Blyde, anulando la segunda pregunta del Decreto 3 y ordenando al CNE que la modificase. La redacción de la segunda pregunta quedaría como sigue:

¿Está usted de acuerdo con las bases propuestas por el Ejecutivo Nacional para la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, examinadas y modificadas parcialmente por el Consejo Nacional Electoral en sesión de fecha marzo 24, 1.999, y publicadas en su texto íntegro, en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela Nº 36.669 de fecha marzo 25, 1.999?

Mientras, las bases comiciales sufrirían pocos cambios. De esta manera, aunque Chávez sobrellevó una derrota táctica producto de la declaratoria “con lugar” del recurso introducido por Blyde, terminaría obteniendo una victoria estratégica. El error de la oposición en este caso, tal como señala Maingon, fue haberle dado “más peso a la redacción y significado de la pregunta 2 del Decreto 3 que al contenido de las bases”(Óp. Cit. p. 32). Un strike para la oposición.

Durante la campaña para la elección del constituyente, los partidos de oposición a Chávez tampoco siguieron una estrategia acertada. Maingon (Óp. Cit. p. 42), señala que:

Las únicas agrupaciones políticas que desplegaron una campaña electoral organizada y coherente fueron las del PP [Polo Patriótico]. Idearon lo que se llamó “Kino Chávez” y las “Llaves de Chávez”, así como vallas publicitarias con frases que constantemente decía HCF como “ojo pelao” y “el que tenga ojos que vea”, con el fin de no permitir la dispersión del voto.

Así, mientras Chávez avanzaba, los partidos de oposición, que habían tenido el poder durante 40 años, se retiraban en desbandada de la escena política, dejando encargada la defensa en “asociaciones civiles” y ONG. Tal era la desorientación, que la mayoría de los candidatos opositores se presentaron como independientes para que la población no los vinculase con los partidos tradicionales. Entre ellos resalta el caso de Henry Ramos Allup, “secretario nacional de AD, quien se postuló como candidato independiente por una de las entidades federales” (Maingon et al., 2000:43).

Los resultados electorales demuestran el acierto de la estrategia chavista en contraste con la desplegada por la oposición. De los 128 puestos a escoger entre la circunscripción nacional y regional (excluyendo 3 puestos asignados a la representación indígena), 121 fueron otorgados a candidatos de Polo Patriótico (el 94,6%), mientras que la oposición solo obtuvo 7 puestos.

 

Las “Megaelecciones”

Tras el triunfo de los partidarios de Chávez en las elecciones, le seguiría la redacción de una nueva Constitución y su aprobación en el referéndum del 15 de diciembre de 1999. La nueva Carta Magna, sería la primera aprobada directamente por el pueblo en una elección, e introduciría cambios significativos en la organización institucional del país. Sin embargo, lo más significativo de dicha coyuntura, era que obligaba a la relegitimación de todos los poderes públicos, algo en lo que Chávez y el resto de los alzados el 4 de febrero de 1992, habían venido insistiendo desde la cárcel[3].

Las “megaelecciones”, como se le denominó popularmente a aquella contienda electoral, se efectuaron en julio del año 2000, siendo el principal contendor contra Chávez por la presidencia, su antiguo compañero de armas del 4F, Francisco Arias Cárdenas. Martínez Meucci, señala que el hecho de que la oposición apoyase a otro de los líderes del golpe del ‘92 “demuestra hasta qué punto la población venezolana descartaba a los partidos tradicionales como una opción política viable” (Óp. Cit. p. 41). Pero, además, evidenciaba una total carencia de liderazgos, lo que ya se había confirmado con las reelecciones de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, y la resistencia de las cúpulas de los partidos a permitir que éstos emergieran.

En esta campaña por la presidencia, se dejará ver por primera vez algo que se volvería recurrente en los debates de la oposición: el señalamiento de “colaboracionista” a todo candidato que no provenga de los sectores extremistas de la oposición. Según el propio Arias Cárdenas:

En los análisis pos-electorales hallamos que no logramos penetrar los sectores A, B y C de la población. Donde hubo una abstención muy grande porque la gente nos identificaba como caimanes del mismo pozo. Igualmente, algunos dejaron de participar porque la prédica era que supuestamente había un acuerdo secreto entre Chávez y Arias Cárdenas (Peñaloza, Óp. Cit. p. 52)

Este tipo de doble estrategia: lanzar a un candidato y al mismo tiempo difundir rumores sobre éste, buscaba en realidad generar una excusa para la derrota cuanto esta se tenía asegurada. Los motivos del fracaso no se debían entonces buscar a lo interno de las fuerzas opositoras, sino a lo externo, en el candidato “traidor” que se convierte en chivo expiatorio y luego es desechado. Esto, permite además a un sector de la oposición seguir pidiendo apoyo financiero y político extranjero, en vez de centrar su trabajo en captar el apoyo de la población. Como veremos en artículos posteriores, el no asumir los fracasos de sus propias políticas y señalar a otros opositores de colaboracionismo para posteriormente “quemarlos” ante la opinión pública será un comportamiento habitual de los sectores más radicales de la oposición al chavismo.

Como se podía esperar, el triunfo de Chávez en las “megaelecciones” fue contundente: Además de ser reelecto, logró una mayoría sólida tanto en la Asamblea Nacional como en los estados del país. La situación del chavismo para llevar adelante su programa de transformaciones era inmejorable.

 

Síntesis del Fracaso Opositor:

  • Subestimar al adversario: Los partidos gobernantes subestimaron a Chávez producto de su desconexión con el pueblo.
  • Polarizar para usar la estrategia del “mal menor”: AD intentó polarizar la elección contra Chávez, buscando presentarse como el “mal menor” frente al “golpismo” y agrupar los votos de los demás partidos.
  • Sobreestimar el control institucional por sobre el debate político, centrando el debate en los tribunales y no en las calles.
  • Presentarse como independientes: Durante la elección constituyente, los dirigentes de los principales partidos decidieron presentarse como independientes, atomizando su participación frente a un adversario que se presentaba en bloque y defendiendo un programa político.
  • Atacar a otros opositores y promover la abstención: Durante las megaelecciones, sectores radicales de la oposición a Chávez difundieron rumores sobre el propio candidato opositor, lo que promovería una gran abstención en la propia base opositora.

Notas:

[1] La situación en el senado era la misma, AD, COPEI y PRVZL en conjunto sumaban una mayoría holgada para detener las iniciativas de los partidarios de Chávez.

[2] La segunda pregunta para el referéndum, planteada en el artículo 3 del Decreto en cuestión era la siguiente: ¿Autoriza usted al presidente de la República para que mediante un Acto de Gobierno fije, oída la opinión de los sectores políticos, sociales y económicos, las bases del proceso comicial en el cual se elegirán los integrantes de la ANC?, que como bien señalaba Blyde, otorgaba al presidente un enorme poder sobre la iniciativa constituyente.

[3] En una carta denominada “Nos alzamos por la Constitución”, los dirigentes del MBR-200 señalaban la necesidad de convocar a un gran referéndum “para revocar el mandato al Presidente de la República, a los Parlamentarios que componen el Congreso Nacional y a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, Consejo de la Judicatura, la renovación general del Poder Judicial, así como la renuncia del Consejo Supremo Electoral, devolviendo de esta manera la soberanía a su propio elemento: AL PUEBLO VENEZOLANO. Este referéndum nacional automáticamente debe considerar la Convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente en la cual se defina a través de una nueva Carta Magna el modelo de sociedad hacia el cual deba enrumbarse la Nación Venezolana y en la cual no puedan participar ninguno de los responsables de la destrucción de la República”. Citado en (Maingon et al., 2000:24)

 

*LEANDER PÉREZ: Militante del @PPTOficialVe | Diplomas en Liderazgo Político #UNIMET y Gobierno, Gerencia Política y Gestión Pública #UCAB | #AlternativaPopularRevolucionaria

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