Una historia común de lucha anticolonialista y antiimperialista El pueblo guyanés actual se conformó por rutas disimiles a las nuestras pero con rasgos y necesidades históricas comunes. Es una amalgama de la cultura indígena originaria y masivas migraciones provenientes de la región índica, y de los indígenas africanos que fueron secuestrados en sus territorios y esclavizados en este continente. Como nosotros, ha mostrado en distintas épocas su estirpe indómita y su anhelo de independencia y liberación.
En 1763, el africano Cuffy dirigió una rebelión en Berbice reprimida ferozmente. Un hecho histórico paralelo a las rebeliones de Andresote en Yaracuy en 1732 y de José Leonardo Chirinos en la Sierra de Coro en 1795.
En 1905, hubo una rebelión obrera en las ciudades, que 12 años más tarde daría origen a la Unión de Trabajadores de la Guayana Inglesa; aun antes de que los alfareros, telegrafistas y petroleros venezolanos lograran consolidar sus organizaciones sindicales, en medio de la dictadura gomecista. Ese sería el comienzo de un movimiento anticolonialista que unifico a todas las etnias mayoritarias y que después de tres décadas de luchas logro la independencia de Guyana del gobierno directo del imperio británico en 1966.
Con ese impulso, Guyana avanzó por dos décadas más en reivindicaciones sociales, mediante la nacionalización de las minas de bauxita, la industria azucarera y la maderera; con la ampliación del acceso a la educación, derechos a la sindicalización, etc.
En los años 90 la oleada neoliberal mundial los arropó y muchos dirigentes que tres décadas antes tenían progresivos criterios nacionalistas, se entregaron en brazos del imperialismo a través de sus instituciones, como el FMI y el Banco Mundial. Como ocurrió en muchos países, las cifras macroeconómicas mejoraron… y la miseria creció. También es este período se muestra un paralelismo. Venezuela inauguró la primera de una oleada de levantamientos populares espontáneos contra los planes neoliberales: el Caracazo de 1989.
Hoy el Estado burgués guyanés es servil instrumento para la apropiación de los recursos naturales y la explotación de mano de obra con la que las empresas imperialistas aspiran aumentar sus ganancias y mantener su predominio económico en el mundo. Lo es al ser cómplice del intento de utilización de la nación y el pueblo guyaneses como punta de lanza contra la Revolución Bolivariana, a través del tema Esequibo. Pero lo es más aun, al aplicar a su propio pueblo los planes económicos del FMI y permitir otorgar concesiones de vergonzosa sumisión ante las transnacionales aun en las áreas que legítimamente corresponden a Guayana.
Tales concesiones petroleras en territorio guyanés -contra las cuales no podemos ejercer como nación venezolana ningún reclamo-; nos obligan a responder moralmente como revolucionarios, pues avasallan las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores guyaneses, deterioran sensiblemente sus ambientes naturales y, para colmo, no han significado ninguna mejoría sensible a las condiciones de vida de esa población que después de tres décadas sigue siendo una de las pobres y sufridas de todo el planeta.
La soberanía y las soberanías
El tema del Esequibo es sin duda, para los venezolanos un tema de soberanía nacional. Por tanto, respaldamos las acciones que el gobierno de Maduro ha tomado desde el punto de vista jurídico y diplomático, en defensa de esta soberanía; y compartimos el espíritu movilizador que –entendemos- existe tras la convocatoria a este Referendum del 3 de diciembre, a pesar de que su contenido específico aún no se ha aclarado. Sin embargo, la soberanía no se refiere simplemente a una bandera ondeando sobre un territorio, sino al control y decisión sobre el uso y conservación de los recursos y de los bienes que se obtienen de ellos mediante el trabajo humano, y además sobre el manejo de los desechos, residuos y perjuicios que tal utilización pudiere acarrear.