Mario Hesselbarth*: El fracaso del gobierno obrero de Turingia en 1923/ Ver- Gerardo Pino Oroz*: A 100 años del fallido “Octubre Alemán”

 

Mario Hesselbarth* 

 

14/10/2023

 

 

 

Coincidiendo con el centenario de aquellas luchas, el texto a continuación es una aportación a los debates y la experiencia de la puesta en práctica de la política de frente único, de los acontecimientos de noviembre de 1923 y la ruptura del desarrollo democrático en Turingia en el invierno de 1923/24, es decir, del último año en que tuvieron lugar las últimas oportunidades revolucionarias para la República de Weimar donde, con palabras de Toni Domènech: “Se mire como se mire, si alguna vez ha habido en Europa occidental una situación objetiva, clara, patente y fehacientemente prerrevolucionaria en el sentido cuarentayochesco de la palabra, esa se daba en la Alemania de mediados de 1923”. SP

La rápida desaparición de los gobiernos obreros formados en Sajonia y Turingia a mediados de octubre de 1923 forma parte, sin duda, de uno de los momentos dramáticos del año crítico que fue 1923. Como consecuencia de la resistencia pasiva declarada por el gobierno alemán contra la ocupación del Ruhr por tropas francesas y belgas a principios de 1923, provocada a su vez por el incumplimiento por parte de Alemania de las obligaciones derivadas de las reparaciones de guerra, la joven República de Weimar cayó de nuevo en una crisis existencial. La hiperinflación y la miseria masiva asociada a ella, así como la gran concurrencia de grupos de extrema derecha/fascistas y su rearme secreto por parte del Reichswehr, ponían cada vez más en peligro la existencia de la democracia. Eliminarla era el objetivo tanto de los círculos de la industria pesada en torno a Hugo Stinnes – quien sacaba provecho de la inflación-, del general al mando del Reichswehr Hans v. Seeckt y del triunvirato de Múnich Gustav von Kahr, Hans von Seißer y Otto von Lossow, como también de Adolf Hitler, a la cabeza de las unidades paramilitares de extrema derecha völkisch. En última instancia, la democracia de Weimar no se salvó por la fuerza de sus defensores republicanos, sino como resultado de la desunión de sus oponentes de derecha y extrema derecha como se hizo patente en el fallido intento de golpe de Estado de Adolf Hitler en Múnich los días 8 y 9 de noviembre de 1923.

En el verano de 1923, la dirección de la Internacional Comunista (IC) había querido ver en la crisis de la República de Weimar y su supuesto efecto revolucionario sobre las masas – como en la jornada antifascista del 29 de julio de 1923 y durante la “huelga de Cuno”[1] a mediados de agosto de 1923 -, una oportunidad para dar un nuevo impulso a la revolución proletaria mundial, la cual se había quedado estancada en 1918/19. Los gobiernos obreros formados en Sajonia y Turingia desempeñaron un papel clave en el “Octubre alemán” planeado por la Internacional, lo que significaba un alejamiento de la política de frente único adoptada dos años antes y, por tanto, un retorno a la estrategia ofensiva que había fracasado en Alemania en 1921. Es este aspecto el que ha configurado y, como es patente, sigue configurando su presentación posterior,[2] según la cual los acontecimientos de Sajonia siempre reciben más atención que los de Turingia debido a las medidas excepcionales de intervención militar impuestas por el Reich (Reichsexekution) el 29 de octubre y sus consecuencias para la evolución posterior de Alemania.

Sin embargo, si se amplía la mirada más allá del año de crisis de 1923 y se considera todo el período comprendido entre 1920 y 1923 y más allá, el gobierno obrero de Turingia, así como lo sucedido antes y después, muestran, en primer lugar, las oportunidades y posibilidades de la política comunista de frente único y de la política reformista republicana de izquierdas, con las que la socialdemocracia de Turingia practicó una alternativa real a la política de coalición del SPD a escala del Reich. En segundo lugar, se hacen visibles los límites de estos dos planteamientos políticos, que en el caso de la política de frente único se veían arrastrados por sus contradicciones internas y, en lo que respecta a la política reformista republicana de izquierdas, por sus limitaciones regionales y la falta de apoyo por parte de la dirección de su propio partido a nivel del Reich. En tercer lugar, y por último, se hacen evidentes las dramáticas consecuencias de la interrupción de la política de reformas iniciada en 1920 para la democracia de Weimar y su desarrollo en la propia Turingia.

Sin embargo, esta interrupción no fue consecuencia del fracaso del gobierno obrero, sino del golpe de Estado indirecto del Reichswehr en apoyo de la alianza de ciudadanos y campesinos antisocialista de Turingia.[3] Entre 1920 y 1923, esta alianza había arremetido sin éxito contra la política de reformas republicana de izquierdas de la socialdemocracia turingia, apoyada por el KPD. Como resultado, el estado de Turingia, constituido en 1920, se había desarrollado en un inicio como un “núcleo reformador regional de la joven República de Weimar, un portador de esperanza para los grupos reformistas pero también como un espectro terrorífico para sus oponentes.”[4] Por lo tanto, el gobierno obrero de Turingia formado el 16 de octubre de 1923 representó también el punto culminante y la conclusión de un debate que duró más de tres años sobre el desarrollo del Estado (Land) fundado en 1920. Sin embargo, al mismo tiempo fracasó debido a reticencias y contradicciones que ambos partidos obreros respectivamente tenían asociadas con su educación.

El gobierno minoritario del DDP-MSPD (Deutsche Demokratische Partei – Merheitssozialdemokratische Partei Deutschlands, [liberales de izquierdas y socialistas mayoritarios respectivamente]), formado tras las elecciones al primer parlamento de Turingia del 20 de junio de 1920, fracasó al poco tiempo debido a sus contradicciones internas. Con la elección anticipada de un nuevo parlamento estatal, necesaria a raíz del resultado electoral del 11 de septiembre de 1921, se dio la oportunidad de formar un gobierno socialista. Aunque el KPD, de acuerdo con su autopercepción revolucionaria, descartó participar en un gobierno de este tipo, su apoyo a los dos partidos socialdemócratas en el parlamento estatal de Turingia permitió la formación del gobierno minoritario MSPD-USPD bajo August Frölich. Esta manera de proceder fue uno de los primeros resultados visibles de la política de frente único que en el tercer Congreso mundial de la IC y en el congreso del KPD celebrado en Jena en el verano de 1921, fueron llevados a cabo por sus partidarias y partidarios, más o menos convencidos, frente a una considerable oposición interna en el KPD.

Definida positivamente, la política comunista de frente único significaba la oferta de una lucha común de todos los trabajadores, independientemente de su orientación política partidista o de su afiliación o no afiliación organizativa, por la defensa de los intereses vitales elementales de la población trabajadora. Esta oferta se derivaba del hecho por el que la situación revolucionaria mundial de 1917/18 había llegado a su fin y los nuevos intentos de derrocar con armas al gobierno, – a retener: acción de marzo de 1921 en el centro de Alemania -, habían fracasado. Aunque el movimiento obrero alemán e internacional se había dividido en un ala revolucionaria y otra reformista como resultado del desarrollo de los acontecimientos desde el estallido de la Primera Guerra Mundial, existían, no obstante, intereses de clase comunes de la población trabajadora en los Estados capitalistas. Al mismo tiempo, el movimiento comunista constataría desde el principio que las masas trabajadoras estaban del lado del reformismo socialdemócrata.[5]

Sin embargo, la táctica comunista de frente único no pretendía aceptar este hecho como dado y, partiendo de él, había que intentar un nuevo enfoque político, una realpolitik revolucionaria que podría tener consecuencias de gran alcance para la imagen comunista. Más bien, la política de frente único pretendía radicalizar a las masas como resultado de las luchas comunes y restaurar la unidad del movimiento obrero sobre una base comunista, con el fin de crear las condiciones previas para un renovado intento de revolución. Para decirlo afiladamente: Los destinatarios socialdemócratas aceptarían la invitación a la política comunista de frente único para descargarse de responsabilidades.

Pero la puesta en práctica de la política de frente único mostró que el KPD, al renunciar a una política revolucionaria inmediata, se tenía que comprometer con las realidades de la República de Weimar y aceptar la democracia parlamentaria, al menos formalmente, en lugar de poder derrocarla. Para la realización de las reivindicaciones sociales inmediatas era necesaria la cooperación y la colaboración con aquellas organizaciones socialdemócratas y sindicales que, de hecho, estaban destinadas a ser eliminadas o, mejor dicho, modificadas a fondo en aras de la unidad revolucionaria en la lucha de clases. En el otoño de 1921, el KPD de Turingia tuvo que luchar duramente con la perspectiva de que “un pseudorradicalismo cómodo y complaciente” sería una renuncia a la lucha por la influencia en el Estado capitalista y sus instituciones “,[6] como decía el informe de los diputados comunistas del parlamento del Estado de Turingia de la primera legislatura. La línea acordada entre la dirección del distrito y la dirección central del partido sobre la tolerancia de un gobierno socialista fue rechazada inicialmente por el comité del distrito el 25 de septiembre de 1921. Fue necesario un amplio debate dentro del partido para comprometer al KPD de Turingia con el apoyo parlamentario al gobierno minoritario socialdemócrata.

Según el punto de vista, la práctica del frente único y, sobre todo, los debates sobre el gobierno obrero mostraron, por un lado, las posibilidades potenciales de una realpolitik revolucionaria y, por otro, los peligros oportunistas de la política de frente único. Según Walter Ulbricht, secretario político de la dirección de distrito del KPD de Turingia, una concepción errónea del frente único llevaría en ocasiones a los funcionarios comunistas a hacer concesiones políticas a los dirigentes sindicales y socialdemócratas en interés de la unidad, en lugar de defender un frente único auténticamente combativo. El partido tuvo que oponerse a ello “con toda severidad”.[7]

En este sentido, la definición de gobierno obrero adoptada por el congreso del KPD de Leipzig, a principios de 1923, como un medio para “hacer política obrera” en el marco, y por el momento, con los medios de la democracia burguesa, apoyándose en los órganos proletarios y en los movimientos de masas proletarios,[8] fue, por un lado, una confirmación de la política de frente único, pero, por otro, una concesión a la lucha contra el peligro oportunista que éste conlleva. Se veía como el principal peligro para el KPD no solo por los vehementes críticos del ala ultraizquierdista del partido en torno a Ruth Fischer, sino también por una gran parte de los partidarios y partidarias de la política de frente único, a la que también había pertenecido inicialmente Ulbricht.

Con el trasfondo de la intensificación tanto de la discusión interna del partido sobre la política de frente único como del desarrollo político interno, el KPD de Turingia había pasado en la primavera de 1923 de su política de tolerancia al gobierno de Frölich a trabajar por su sustitución hacia lo que, desde su perspectiva, había de ser un auténtico gobierno obrero. Un objetivo intermedio era la formación de un gobierno socialdemócrata de izquierdas según el modelo de Sajonia.[9] Sin embargo, se encontró con una enorme oposición de las masas socialdemócratas e incluso no pudo movilizar para este objetivo a su propia base durante mucho tiempo. El intento de organizar un congreso turingio de comités de empresa como contrapeso al parlamento estatal de Turingia fracasó a principios de septiembre de 1923.

Aunque el 11 de septiembre de 1923 el KPD, junto con la oposición de derechas, pronunció un voto de censura contra el gobierno socialdemócrata minoritario en el parlamento estatal y lo forzó a dimitir, volvió a proponer negociaciones a la socialdemocracia turingia para formar un gobierno obrero. Sin embargo, éstas amenazaron con fracasar a finales de septiembre de 1923 debido a las exigencias comunistas de convocar un congreso de comités de empresa, el cual tenía que determinar el programa del gobierno obrero, la autoprotección proletaria conjunta contra la creciente amenaza fascista y la ampliación de poderes para los comités de control para combatir la penuria social y la usura.

El llamamiento del presidente de la IC, Grigori Zinóviev, al KPD a principios de octubre de 1923 para entrar en los gobiernos estatales de Sajonia y Turingia con el fin de impulsar el armamento del proletariado, y la consiguiente declaración de aceptación (Bereitschaftserklärung) por parte de la dirección central del KPD, llevaron finalmente al KPD de Turingia a abandonar su curso de confrontación con el gobierno de Frölich. Entonces hizo todo lo posible para lograr un gobierno conjunto con éste, que, sin embargo, no se orientaría hacia el concepto del congreso del partido de Leipzig, sino que serviría a la preparación de un levantamiento armado.

Contrariamente a lo que retrospectivamente suele presentarse, la socialdemocracia de Turingia en su conjunto no tenía una orientación de izquierdas, aunque la izquierda del SPD contaba con un fuerte apoyo, sobre todo en Turingia Oriental. Esta izquierda del SPD, constituida el 29 de julio de 1923 en Weimar, y en cuya instauración había desempeñado un papel decisivo Paul Levi, también había suscitado comentarios críticos en la organización de distrito de Turingia, a pesar de la gran proximidad en cuanto al contenido, con el trasfondo de las experiencias vividas con la escisión del partido. August Frölich tampoco pertenecía a la izquierda del SPD en el periodo 1921-23, aunque la valoración comunista, que lo consideraba el “portavoz del ala derecha de la socialdemocracia de Turingia “,[10] no es correcta en este sentido. La política de Frölich era pragmática, pero no carente de principios, sino socialdemócrata. Aunque afirmaba que su política se dirigía principalmente a los sectores de la población social y económicamente desfavorecidos sobre todo, su gobierno no podía seguir una política puramente obrera.[11]

Sin embargo, hay dos puntos decisivos que hacían de la política reformista republicana de izquierdas de la socialdemocracia turingia una alternativa práctica a la política de coalición socialdemócrata a escala del Reich y en Prusia. Su aspiración republicana de configurar y llevar a cabo la política, por un lado, unido a su disposición, por otro, a cooperar con el KPD, que Frölich defendió incluso tras el fracaso del gobierno obrero. “Esta alianza de los socialdemócratas con los comunistas había sido un intento que se tenía que hacer alguna vez”.[12]

La aspiración de configurar y llevar a cabo republicanamente el Land se reflejó en un programa de reformas a nivel estatal realizado sobre una base republicana y, en la medida de lo posible dentro del marco de la legislación estatal, desde un punto de vista social. El programa se reconocía por una protección de la república consecuente y una reorganización territorial completa de las estructuras municipales con una democratización simultánea de las normativas municipales y de distrito. Excelente fue la reforma escolar de Max Greil.[13] Se movía en el marco de los artículos escolares de la Constitución de Weimar, pero “a diferencia de la mayoría de los demás Länder, aprovechó plenamente el margen de maniobra asociado a ellos”. A los defensores de la reforma educativa les pareció ejemplar y rompedora, a sus oponentes la obra del diablo, ante la que toda la Alemania burguesa se había santiguado.[14]

En cambio, la política de tolerancia del grupo parlamentario socialdemócrata en el Reichstag hacia al gobierno de Cuno en 1922/23 provocó críticas masivas en la socialdemocracia de Turingia, al igual que la manera con la que la dirección del partido y los ministros de la Gran Coalición en Berlín, bajo el mandato de Gustav Stresemann,[15] no defendían los intereses proletarios, – a tener en cuenta: la jornada de ocho horas. En el otoño de 1923, no fue la Gran Coalición como tal, sino su práctica política en detrimento de la clase trabajadora lo que provocó las críticas tanto de August Frölich como de Otto Jenssen, un miembro de la izquierda del partido en Gera. Este último criticó, no que las masas habían sido movilizadas para defender la República, sino que se hubiera recurrido al estado de sitio. También le parecía incomprensible que la política socialdemócrata de Turingia y Sajonia, que surgía de la base de la república, no recibiera apoyo, sino que se la pusiera en dificultades.[16]

En general, las condiciones políticas en el marco del Reich, especialmente el mayor deterioro de las situaciones existenciales, sociales y económicas, eran una carga para el programa de reformas de la socialdemocracia de Turingia. En las elecciones municipales de septiembre de 1922 tendría que aceptar una dura derrota. Amplios sectores de su electorado anterior se habían mantenido alejados de las urnas y empezaron a girar hacia el KPD, aunque todavía no le votaban. Otra causa de esta evolución fue el hecho de que la socialdemocracia turingia también renunció en gran medida a emprender acciones extraparlamentarias para evitar el empeoramiento de la situación social de la población trabajadora. En contraste, amplios sectores de las bases sindicales habían exigido este tipo de acciones, por ejemplo en las “Diez peticiones al Gobierno del Reich y al Reichstag para la reorganización de la política fiscal “,[17] en la cuestión del papel de los comités de empresa o también en la huelga de Cuno, con lo que habían sido receptivos parcialmente a las ofertas comunistas de un frente único.

Además de la convicción de que la posición antimonárquica y la lucha por la emancipación de la clase obrera vinculaban a ambos partidos obreros entre sí por encima de todas las diferencias fundamentales, la disposición de la socialdemocracia turingia a cooperar con el KPD era también expresión de unos intereses propios bien entendidos. A medio plazo, se trataba de la integración del KPD en el sistema parlamentario para fortalecer el campo republicano y el movimiento obrero socialista. Para ello, había que convencer al KPD de que abandonara sus tácticas de putsch bolchevique. “En Turingia debemos efectuar con ellos un trabajo educativo, si les preparamos para compartir la responsabilidad, estaremos prestando un trabajo para toda Alemania”, declaró el diputado del parlamento estatal del SPD de Jena Paul Kieß, vehemente defensor de la cooperación con el KPD.

En consecuencia, con la formación del gobierno obrero, la socialdemocracia de Turingia había partido de la base que éste podría significar un “punto de inflexión en la historia del parlamentarismo alemán en los Länder”.[18] Para el posterior desarrollo político de Turingia, esperaba que el gobierno obrero conservara el Estado como baluarte republicano contra la movilización nacionalista. Al mismo tiempo, no estaba ciega ante las tendencias insurreccionales reconocibles que habían caracterizado la política del KPD desde el verano de 1923. Aunque inexacto en los detalles, August Frölich había interpretado la huelga de Cuno de mediados de agosto de 1923 como el preludio de un intento revolucionario comunista, “por el que, como en 1921 con el levantamiento en el centro de Alemania, la consigna para atacar parecía venir de Moscú”.[19]

Con lo cual, la socialdemocracia turingia persiguió una doble estrategia. Por un lado, quería evitar las consecuencias imprevisibles para la democracia parlamentaria derivadas del estado de excepción impuesto por el presidente del Reich Friedrich Ebert el 27 de septiembre de 1923 y la consiguiente intervención del comandante militar en la política estatal.  August Frölich criticó las medidas adoptadas por el Reichswehr contra el KPD en distintos lugares. Por otra parte, frustró todos los esfuerzos de su socio comunista de coalición por intensificar los conflictos con el Reichswehr y el gobierno del Reich a fin de poder movilizar a las masas para una huelga general.

Retrospectivamente, los socialdemócratas de Turingia y especialmente August Frölich fueron acusados, no solo por el KPD, de haber traído al Reichswehr al Land y de que Frölich había pedido material contra el KPD en Berlín para poder poner fin a la cooperación con el gobierno. El hecho es que el gobierno estatal socialdemócrata había exigido que se procediera militarmente contra la amenaza bávara a la república. Aunque difícilmente habría podido detener una marcha fascista sobre Berlín con sus propias fuerzas regulares, rechazó terminantemente – para no proporcionar pretextos al Reichwehr – las demandas del KPD de utilizar la autodefensa proletaria para repeler las unidades paramilitares bávaras de extrema derecha que marchaban sobre la frontera sur de Turingia. Sin embargo, el propio gobierno socialdemócrata se había mantenido al margen de las actividades del Reichswehr hasta su invasión en Turingia.

También es un hecho que August Frölich no necesitaba ningún material contra el KPD. Después de que los ministros comunistas actuaran en solitario el 2 de noviembre de 1923, tuvo claro que pondría fin a su colaboración con ellos, pues ya no veía ningún terreno común. Los comunistas habían publicado una declaración contra el Gobierno del Reich y las medidas extraordinarias impuestas por éste en Sajonia sin consultar a sus colegas socialdemócratas. El 7 de noviembre Frölich publicó un artículo en el que, tras las experiencias en los gobiernos obreros de Sajonia y Turingia y desde su punto de vista, contestaba negativamente a la pregunta de si los comunistas eran capaces de formar una coalición. En el Reichstag declaró retrospectivamente: “Teníamos la honesta voluntad de colaborar con los comunistas. Éstos habían declarado que se apoyaban en la Constitución republicana. Cuando vi que las cosas no iban por ese camino, que el gobierno iba a ser desacreditado, declaré por mi propia voluntad que no seguiría adelante con tal cosa, pero sin que yo tuviera que recurrir al Reichswehr.[20]

De hecho, el Reichswehr realizó la ocupación a principios de noviembre de 1923 para reorganizar a fondo la situación en la propia Turingia.[21] Desde el punto de vista del mando del Reichswehr, el gobierno de Frölich, con su política de reformas, había demostrado ser más peligroso en algunos aspectos que el gabinete de Erich Zeiger en Sajonia. Su deseo por establecer el orden militarmente coincidía con los esfuerzos de la alianza de ciudadanos y campesinos antisocialista de Turingia, que desde la formación del gobierno estatal socialdemócrata en 1921 había intentado en vano llamamientos al Reichswehr para que se enfrentara a su política.

Aunque las acciones del Reichwehr se dirigieron aparentemente contra las milicias proletarias comunistas, y los planes insurreccionales que descubrió posteriormente sirvieron para legitimar sus acciones, los comunistas siguieron siendo minoría entre las víctimas de su violencia. En su mayoría, los socialdemócratas y los ciudadanos y ciudadanas sin partido fueron el blanco de las represiones porque, o bien habían estado demasiado comprometidos con la república en opinión de sus oponentes burgueses/agrarios o bien sus aspiraciones -como en el caso del director de la Bauhaus de Weimar, Walter Gropius – no encajaban en la cosmovisión germano-nacional o simplemente fueron denunciados por sus conciudadanos y conciudadanas.

Principalmente, las acciones de los militares se dirigieron contra los ministros socialdemócratas que permanecieron en el cargo después de que el KPD abandonara el gobierno estatal el 12 de noviembre de 1923. Según los deseos de la oposición de derechas, en su lugar debían ser sustituidos por un comisario del Reich, pero en el contexto de la relativa estabilización de las circunstancias políticas internas en el invierno de 1923/24, esto difícilmente podía llevarse a cabo. Por lo tanto, las acciones de los militares estaban encaminadas a una nueva elección del parlamento estatal bajo el estado de excepción militar, mientras que el comandante militar ya estaba revocando gradualmente por decreto las reformas iniciadas por el gobierno estatal socialdemócrata. Finalmente, el gobierno de Frölich tuvo que dimitir a principios de diciembre de 1923 porque su composición ya no se correspondía a la Constitución del estado. El intento de celebrar elecciones parciales en el parlamento estatal había fracasado porque el grupo parlamentario estatal del KPD, a pesar de las opiniones contrarias, acató la orden correspondiente de la dirección central, que se anticipó así a los experimentos y tribulaciones de la era de Ruth Fischer.

Al menos indirectamente, el comandante militar apoyó la formación de una lista de unidad antisocialista que incluyera al DDP, que por su parte habría aceptado la posible participación de grupos völkisch y nacionalsocialistas. Sin embargo, no llegó a materializarse. Mientras el Reichswehr intentaba bloquear las medidas de ayuda del Socorro Rojo Internacional para abastecer a los sectores especialmente necesitados de la población, se presentaba cada vez más como una asistencia en la necesidad social. Con sus desfiles públicos en el Día de la Fundación del Reich, el 18 de enero de 1924, también contribuyó a la movilización nacionalista del electorado burgués-agrario.

Como resultado de las elecciones estatales del 10 de febrero de 1924, la Alianza del Orden de Turingia (Ordnungsbund) se convirtió en la fuerza política más fuerte, pero solo pudo formar gobierno con el apoyo de los diputados völkisch-nacional-socialistas que habían entrado por primera vez en un parlamento estatal alemán. Bajo su égida, Turingia se convirtió en un hervidero de la reacción y en un temprano bastión del NSDAP, que accedió aquí a un gobierno estatal por primera vez en 1930 con el golpista de Munich Wilhelm Frick.

 

Notas:


[1] Oleada de huelgas en agosto de 1923 contra el gobierno del canciller del Reich Wilhelm Cuno, formado por el DDP, el Zentrum, el DVP y el BVP.  Cuno no pertenecía a ningún partido.

[2] Ullrich, Volker: Deutschland 1923. Das Jahr am Abgrund. Munich 2022. pp. 139-170.

[3] Rudolph, Karsten: Die Thüringer Arbeiterbewegung vom Kaiserreich bis zum Ende der Weimarer Republik. Erfurt 2018. p. 100.

[4] John, Jürgen (ed.): Quellen zur Geschichte Thüringens 1918-1945. Erfurt 1995. introducción. S. 29. (cf. pp. 17-53.)

[5] Bergmann, Theodor: Einheitsfront, en: Haug, Wolfgang Fritz (ed.): Historisch-Kritisches Worterbuch des Marxismus. Vol. 3, Hamburgo 1997, pp. 194-199.

[6] Gothaer Volksblatt, 27.08.1921.

[7] Ulbricht, Walter. Zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung. De discursos y ensayos. Vol. 1: 1918-1933. Berlín 1953. p. 71.

[8] Dokumente und Materialien zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung. Vol. VII/2. (enero de 1922-diciembre de 1923.) Berlín 1966. p. 251/252 (pp. 246-255. Doc. 312).

[9] Como resultado de prolongadas negociaciones, el 21 de marzo de 1923 se formó un gobierno estatal compuesto exclusivamente por miembros del ala izquierda del Partido Socialdemócrata sobre la base de un acuerdo de tolerancia negociado previamente con el KPD. Rudolph, Karsten: Die sächsische Sozialdemokratie vom Kaiserreich zur Republik 1871-1923 Weimar Colonia Viena 1995. pp.336-343.

[10] Neue Zeitung, 16.04.1923.

[11] Actas taquigráficas de las sesiones del Segundo Parlamento de Turingia. Weimar o.J. p. 3991

[12] Landesarchiv Thüringen-Hauptstaatsarchiv Weimar Staatsministerium Präsidialabteilung Nr. 87. BL 212.

[13] Max Greil fue profesor y reformador escolar de izquierdas, ministro de Educación de Turingia. Véase Mitzenheim, Paul: Entschieden für eine neue Schule. Max Greil (1877-1939.) en Hesselbarth, Mario, Schulz, Eberhart, Weißbecker, Manfred (eds.): Gelebte Ideen. Socialistas en Turingia. Biographische Skizzen Jena 2006. pp. 187-196.

[14] John, Jürgen. Land im Aufbruch Thüringer Demokratie- und Gestaltungspotenziale nach 1918 en: Ulbricht, Justus H. (ed.): Weimar 1919. Chancen einer Republik. Colonia Weimar Viena 2009. p.39/40. (pp. 17-46)

[15] Formado por ministros del SPD, Zentrum, DVP y DDP desde el 13 de agosto de 1923.

[16] Reußische Volkszeitung, 30.10.1923.

[17] Eran una respuesta a las exigencias de Hugo Stinnes, por las que pretendía que el gobierno del Reich solo apoyara el cumplimiento de los pagos de las reparaciones (plan de pagos de Londres) si privatizaba los ferrocarriles y otras empresas del Reich. Sin embargo, los dirigentes sindicales se abstuvieron de movilizar a sus bases en favor de sus exigencias.

[18] Informes taquigráficos de las sesiones del Segundo Parlamento de Turingia. S. 5685.

[19] Das Volk, 11.09.1923.

[20] Actas del Reichstag alemán. 1er Periodo Electoral 1920 Informes Taquigráficos Berlín 1924. p. 12273.

[21] Hurten, Heinz. Das Krisenjahr 1923 Militär- und Innenpolitik 1922-1924. Düsseldorf 1980. p.340 Doc. 207.

 

 

Fuente: https://www.rosalux.de/news/id/51011/das-scheitern-der-thueringer-arbeiterregierung

Traducción: Jaume Raventós

 

*Mario Hesselbarth: es historiador y colaborador de la Fundación Rosa-Luxemburg-Stiftung de Turingia.

 

Tomado de Sin Permiso-  Sin Permiso: República y socialismo, también para el siglo XXI

 

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PRIMERA PARTE

A 100 años del fallido “Octubre Alemán”

 

Las responsabilidades del KPD, la Internacional y el estalinismo en el fracaso de 1923

 

Después de Octubre parecía que los acontecimientos se desarrollarían en Europa por sí solos y con tal rapidez que no nos dejarían el tiempo de asimilar teóricamente las lecciones de entonces. (Trotsky, Lecciones de Octubre, Pág. 15). Esta línea fue escrita por Trotsky poco más de seis años después de la toma del Palacio de Invierno. Si bien no sobraba tiempo para poder examinar científicamente las lecciones de octubre ruso, es igualmente cierto que no pudieron balancearse otras experiencias victoriosas más allá de la soviética. En 1924, Trotsky no sólo salda –en el balance histórico planteado en “Lecciones de Octubre”- cuentas pendientes con la “troika”, o al menos con aquellos bolcheviques “vacilantes” en octubre de 1917, sino que busca en su folleto reivindicar al partido como factor de dirección decisivo de cualquier revolución obrera triunfante. Alemania de 1923 vino a demostrar que sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, ésta se torna imposible. (Ídem, Pág. 15) 

Tanto Lenin como Trotsky, daban a la revolución alemana un lugar determinante para el futuro de la experiencia soviética y la revolución mundial. Nada podía definir más a la dictadura proletaria, y la lucha contra las desviaciones de todo tipo que empezaban a aflorar en Rusia, que la toma del poder del poderoso proletariado alemán. Los comunistas europeos y rusos, anoticiados sobre los preparativos revolucionarios alemanes, comprenden que los sucesos que se aproximan tendrán una significación histórica mundial. Pasado algún tiempo, cada uno verá que este otoño del año 1923 marca un viraje, no sólo para la historia de Alemania, sino para la de la humanidad toda. (Broué, Revolución en Alemania, Pág. 225). Cientos de miles de obreros habían sido educados en las secciones comunistas europeas bajo esta decisiva premisa histórica. Esto explica cómo se vivió en Petrogrado la crisis revolucionaria. La ciudad está cubierta de afiches que invitan a la juventud rusa a aprender alemán para servir a la revolución que viene. En fábricas, escuelas, universidades, cotidianamente se realizan reuniones apasionadas sobre la ayuda necesaria para los obreros alemanes. (…) En las asambleas generales en las fábricas se votan resoluciones que anuncian que los obreros rusos están dispuestos a renunciar a aumentos e incluso a aceptar reducciones de salarios para acudir en ayuda a la revolución alemana. (…) Se han creado dos fondos especiales: reservas de oro y reserva de cereales. (Broué, Revolución en Alemania, Pág. 205)

En la primera parte de este trabajo, intentaremos resumir la etapa que va de la revolución de noviembre de 1918 a los preparativos de 1923. Este interludio resulta decisivo para comprender cómo cada una de las orientaciones y políticas adoptadas por los comunistas alemanes, en general pendulares, condicionaron los eventos del Octubre Alemán. A su vez, se tendrá en cuenta la decisiva influencia de la Internacional Comunista (IC) a lo largo de este período, proyecto de partido internacional que se desarrolló al calor de la revolución europea, siendo decisiva la experiencia de Alemania, y terminó siendo abortado en el fallido Octubre alemán.

En la segunda parte, analizaremos qué fue el fiasco alemán de octubre de 1923 y las consecuencias de todo tipo que esta experiencia trajo. El Octubre Alemán fue una demostración clásica de la manera en que puede desaprovecharse una situación revolucionaria excepcional y de importancia histórica mundial. (Trotsky, Pág. 14) ¿Qué responsabilidades tuvo el KPD? ¿Cómo actuó Brandler y la ultraizquierda? ¿Cómo intervino el Komintern (IC)? ¿Era posible la victoria? ¿Qué consecuencias trajo la derrota?

Después de noviembre de 1918 y el nacimiento del KPD

La débil República de Weimar fue la salida que tuvo la burguesía a la crisis de poder que se abrió tras la derrota en la guerra frente al bando aliado y la insurrección obrera de noviembre de 1918. El movimiento revolucionario que, por medio de levantamientos de marineros y soldados así como de huelgas generales obreras, pusieron en pie organismos de doble poder: consejos y milicias, fue desbaratado a partir de la intervención de la burguesía alemana en abierta colaboración con el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y los sectores conservadores militaristas, unidos todos ellos por el temor al fantasma que volvía a recorrer Europa. La revolución alemana fue una insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 (que) no hizo sino transmitir el poder a manos de la burguesía.” (Trotsky, Pág. 15).

Tras la navidad de 1918, la socialdemocracia no dudó en apelar a la represión de los sectores revolucionarios como defensa última de la democracia burguesa. El asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht resultó icónico para todo el movimiento revolucionario, sin embargo su nueva y aún más evidente traición a la clase obrera no liquidó las posiciones del SPD, la “mayoría”, en el movimiento obrero. No sólo en los sindicatos sino también en los consejos, los socialdemócratas tuvieron una ubicación de mando que les permitió seguir maniobrando a buena parte de los obreros, conteniendo en los momentos de mayor algidez revolucionaria para intentar luego liquidar los propios órganos obreros en momentos de menor turbulencia. Las debilidades de los espartaquistas (socialdemócratas revolucionarios, organizados por Rosa Luxemburgo en la Liga Espartaco) y los izquierdistas radicales de Berlín, Bremen y Hamburgo (organizado durante algunos meses bajo el nombre de Comunismo Internacionalista de Alemania, IKD) explican en parte la desfavorable resolución del proceso revolucionario, sin haber podido conquistar un lugar de dirección o mayoritario en las organizaciones obreras ni antes, ni durante ni después de noviembre.

La lucha abierta entre la revolución y la contrarrevolución alemana desde fines de 1918 no hizo más que confirmar uno de los problemas que Lenin y los bolcheviques habían señalado tempranamente a Luxemburg: la necesidad de tener una organización revolucionaria separada de los socialpatriotas y centristas. Claro está, si bien no debe ser ignorado el peso propio que aún tenía el aparato del SPD en el movimiento obrero, no existía en Alemania una organización política que supiese establecer un marco propio, con una estrategia y tácticas claramente delimitadas que permitieran a los revolucionarios abrirse paso en medio de la confusión reinante. El espartaquismo no pudo ser la dirección del proceso revolucionario de noviembre de 1918, reduciéndose a ser una minoría incluso dentro de los propios consejos revolucionarios de obreros y soldados, y adoptando una política putschista en enero de 1919, en un llamado a la toma del poder desoído por las masas obreras que terminó en la sangrienta represión de las tropas de Noske.

El triunfo de la burguesía no significó el aplastamiento de la clase, ni mucho menos. La revolución proletaria era una posibilidad latente, siendo las jornadas de 1918/1919 la confirmación de la marea insurreccional pronosticada por los bolcheviques como inevitable consecuencia de la guerra. Tanto el primero como el segundo congreso de la flamante Internacional Comunista, alentados también por los sucesos húngaros en 1919 y la creación de los consejos de fábrica en Italia en 1920, definieron esta etapa abierta tras el octubre ruso como revolucionaria, de ofensiva para la clase obrera europea. Sin embargo, poco iban a poder hacer los revolucionarios alemanes si no tenían su propio partido y mucho menos si no abandonaban ciertos vicios del pasado.

La participación de los espartaquistas en el Partido Socialdemócrata Independiente Alemán (USPD, ruptura centrista del Partido Socialdemocrata, SPD) era justificaba por ellos a partir del elevado número de obreros que había en sus filas. Conscientes del carácter centrista e incluso oportunista que tenía el ala derechista del USPD, con Hasse y Dittmann a la cabeza, la Liga Espartaco igualmente hacía sopesar el contenido de masas del socialismo alemán. Resignarse a ello equivalía a caer en el aislamiento. Mucho tiempo tardó, siendo el tiempo siempre un factor decisivo, el espartaquismo para comprender que el aislamiento para los revolucionarios no proviene de ser o no parte de una organización de masas, sino que provenía centralmente de una política equivocada, la cual oscilaba entre un espontaneísmo exacerbado que condicionaba cualquier preparación política y un rechazo, casi por principio, a la intervención en los sindicatos dominados por las burocracias. El conservadurismo organizativo lejos de ser un factor que allane el camino de los espartaquistas, terminaba siendo un pesado condicionante que tenían los revolucionarios, mucho más en momentos insurreccionales como los que se estaban viviendo.

La ruptura espartaquista con el USPD surge a partir del momento en que Hasse se pronuncia en línea con el SPD por la convocatoria a una Asamblea Constituyente, (con la que trataba de bloquear el desarrollo del masivo, pero naciente movimiento de los Consejos Obreros). Por otro lado, los radicales agrupados en el IKD a su vez tienen recelos con el espartaquismo, al haber sido integrante del partido independiente. En cualquier caso, días antes de que termine el año 1918 nace el Partido Comunista Alemán (KPD), pero no de la mejor manera. Al clima radicalizado de estas jornadas se suma una tendencia firmemente ultraizquierdista que se impone en la orientación política del nuevo partido: el rechazo a participar en las elecciones por la Asamblea Constituyente (y en general) y la negación principista a la intervención de los revolucionarios en los sindicatos se completa con un “luchista” planteo de poder callejero. Al mismo tiempo, los aspectos organizativos no son considerados, siendo la necesidad de un partido centralizado poco menos que una mala palabra. El KPD ha nacido, pero más como un sentimiento de adhesión al comunismo ruso que como una herramienta revolucionaria de la vanguardia. Las indicaciones y la autoridad espartaquista no prevalecen frente a los elementos ultraizquierdistas, que abundan como reacción a la experiencia y la nueva tanda de traiciones socialdemócratas.

El intento de corrección de las desviaciones alemanas, la unificación y la Internacional Comunista

Tras el ascenso represivo de Noske se consolida el gobierno de coalición entre los partidos burgueses y el SPD, mientras que el USPD se retira tras una corta colaboración. El flamante KPD había sufrido un fuerte golpe por el asesinato de sus dos más importantes dirigentes y el encarcelamiento de otros tantos, entre ellos Leo Jogiches quien además será asesinado en marzo de 1919. La desmoralización reina dentro de sus filas.

Paul Levi es quien queda al mando del partido, hombre cercano a Lenin en el exilio de la década anterior que trabajará de forma conjunta con Karl Radek, enviado desde Moscú. Ambos advierten que la acción, descoordinada e indisciplinada, de enero de 1919 debe ser considerada como un acto putschista, inadmisible en un partido comunista que se plantea la insurrección de las masas obreras como único medio disponible para tomar el poder. El partido debe reorientar su intervención si no quiere liquidarse en el aislamiento. El nacimiento del KPD trajo bajo su manga una serie de orientaciones ultraizquierdistas, empezando por el boicot a elecciones del ‘19 que tuvieron finalmente el 83% de participación, el rechazo a los sindicatos y un desprecio a los dirigentes socialdemócratas que muchas veces se trasladaba mecánicamente a sus bases, explicándose así la falta de apoyo a los planteos, y mucho más a las acciones, de los comunistas.

La nueva dirección comunista que también incluye a Clara Zetkin y a Heinrich Brandler, acuerda en que la ruptura con la USPD fue una política correcta, sin embargo muchos cuadros revolucionarios, su vanguardia obrera, ha quedado dentro del partido centrista. Con ellos se comparte no sólo el rechazo al oportunismo del SPD y de los dirigentes centristas, y algo más, de la derecha del USPD, sino también la oposición a los sectores ultraizquierdistas que, paradójicamente, son mayoría en el KPD.

Del mismo modo, Levi (que quedo al frente de la dirección del KPD, luego de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht) y el Ejecutivo de la Internacional Comunista criticaron la falta de reacción del KPD en las jornadas golpistas de marzo de 1920. Tomándolos por sorpresa, la derecha militar impulsó un putsch encabezado por Kapp, intento golpista que buscaba restaurar dictatorialmente el orden previo a la revolución de noviembre. Esta intentona golpista es derrotada por la movilización obrera impulsada por los sindicatos y los consejos obreros en distintos puntos del Reich. La huelga general reunió 22 millones de trabajadores, con enfrentamientos armados de milicias obreras en la cuenca del Ruhr. El KPD intervino tarde y con menos decisión que la propia clase obrera, para luego sí luchar codo a codo con el resto de los partidos obreros. Esta experiencia puso por primera vez la discusión del “gobierno obrero”, la misma proviene paradójicamente de un cuadro más bien conservador de sindicalismo socialdemócrata: Carl Legien.

Tras las jornadas golpistas de marzo de 1919, un sector del KPD rompe y forma el Partido Comunista de Izquierda Alemán (KAPD). Desde hace tiempo Levi quiere sacarse de encima a los ultraizquierdistas que desvían el curso del comunismo. En el II Congreso del partido en Heidelberg, Levi supo, al menos formalmente, reorientar táctica y estratégicamente al partido, separándolo del infantilismo izquierdista de su nacimiento. La lucha en Alemania lejos de decaer, confirma la orientación ofensiva de la clase obrera definida al nacer la Internacional Comunista. Lenin se enfoca en los problemas del ultraizquierdismo, al que define en un folleto como una “enfermedad infantil del comunismo”. Las posiciones antiparlamentarias, antisindicalistas y putchistas europeas (Italia, Austria, Holanda, etc.) y la aún más relevante intervención alemana preocupan al dirigente bolchevique, que busca en el II Congreso de la IC discutir con los ultraizquierdistas al mismo tiempo que se eviten las escisiones partidarias en momentos de ascenso. Su palabra tiene un enorme poder para la militancia comunista europea, pero muchas veces ni siquiera es suficiente para la impaciencia de los ultraizquierdistas.

Como resolución del congreso internacional se dictan 21 condiciones para el ingreso a la IC de los partidos o grupos europeos. Éstas son dirigidas al USPD con el objeto de que sus cuadros revolucionarios rompan con sus dirigentes y se unan abiertamente al comunismo local e internacional. En octubre de 1920, con la presencia de Zinoviev como presidente de la IC, se realiza el congreso extraordinario del USPD en Halle que finalmente votó de forma dividida, poco más del 60% de sus delegados, a favor del ingreso a la Internacional Comunista. Se abre el camino de la unificación con el KPD, el cual se concreta en diciembre, sumando el USPD la mitad de sus miembros (unos 400.000) al naciente Partido Comunista Alemán Unificado (VKPD), regresando parte de la mitad restante al viejo y oportunista SPD.

La “acción de marzo” y el fin de la ofensiva

El fortalecimiento del comunismo alemán, ahora sí como un partido indiscutiblemente de masas, con posiciones de dirección en Sajonia, Turingia, pero también en Berlín, Hamburgo, la cuenca del Ruhr, y con presencia en todo el país, parece estar en absoluta sintonía con una ofensiva de la clase obrera internacional. La caracterización de ascenso obrero descripta en el II Congreso de la IC se conforma por elementos concretos, como lo son el avance del Ejército Rojo en Polonia y la ocupación de las fábricas en el norte italiano, entre el verano y el otoño de 1920. Levi no acuerda con la caracterización de ofensiva obrera, lo que sumado a la negativa a que el KAPD sea adherente a la IC, lo llevarán a enfrentarse con Radek como enviado del Kominterm y con gran parte del Ejecutivo. Desde un primer momento, Levi acusa al Ejecutivo de querer dirigir desde Moscú el destino del KPD y no ser lo suficientemente severo con la ultraizquierda.

El conflicto crecerá en enero de 1921, cuando Levi impulsa desde la Central del KPD una “carta abierta” que busca unificar –a través del desarrollo de una política de frente único- a la clase obrera en función de la lucha por sus condiciones de vida, organizar la autodefensa, solidaridad con la Rusia Soviética y la derrota de la derecha golpista. Radek acompañará esta iniciativa, mientras que los izquierdistas iniciarán una campaña contra el “oportunismo de Levi”, acusándolo de crear ilusiones en la dirección socialdemócrata. El Buró de la Internacional Comunista, impulsado por Zinoviev y Bujarin, rechazará abiertamente esta iniciativa de frente único, mediados por su creciente desconfianza en Levi. La discusión por la ruptura del partido italiano profundiza el distanciamiento y desencadena una nueva lucha. Levi había condenado junto con Clara Zetkin la resolución de la IC de expulsar al grupo de Serrati, acusado de centrismo, al considerar inconveniente la ruptura en ese momento. Las acusaciones y las disputas llegarán al propio Comité Central alemán, en el que Levi se ve cercado por sus camaradas y decide renunciar a la dirección del partido. Heinrich Brandler asume el puesto de dirección local, y Zinoviev envía a Alemania a Bela Kun, resistido por Lenin por su oportunismo en la República de los Consejos de Hungría.

Bela Kun es la manifestación mecánica de la teoría de la “ofensiva revolucionaria”: plantea la acción de los comunistas como medio para modificar la relación de fuerzas existentes en un clima de ascenso revolucionario en Europa. Es un ultraizquierdista y, al ser desplazado Levi, su más franca oposición, tanto la izquierda como sus promotores moscovitas de la IC tendrán allanado el camino para ejecutar sin obstáculos la famosa y decisiva “acción de marzo”. Vayamos a este episodio, decisivo para el movimiento obrero alemán y para el KPD.

Bajo la iniciativa del funcionario socialdemócrata Horsing, el gobierno anuncia que la policía va a intervenir militarmente la zona industrial de Sajonia con el objetivo de desarmar a los obreros, que aún conservan los fusiles desde el golpe de Kapp. Es la oportunidad que el KPD estaba esperando. Brandler impulsa, inspirado por Bela Kun, un ultimatista llamamiento a la huelga y al enfrentamiento armado de los obreros, acusando de “amarillos” a quienes no se plieguen. Son el KPD y el KAPD las organizaciones que inician el levantamiento el 21 de marzo, sin ninguna adhesión por fuera de la zona central de Alemania y con pobres resultados dentro de la propia Sajonia. La huelga es forzada bajo un substituimos sostenido por la militancia, y sin ningún tipo de respuesta de las masas en la propia Berlín.

El fracaso fue total, los comunistas no sólo no pudieron llevar al proletariado a la acción, sino que muchos de sus propios militantes tampoco actuaron. Hubo despidos, encarcelamientos y el partido perdió su vínculo con las masas obreras. El CC del KPD, en línea con el planteo del Ejecutivo de la IC, echan culpas a los socialdemócratas mayoritarios y la propia clase por su pasividad. La acción de marzo es celebrada por la Komintern y se critica a los dirigentes oportunistas que vacilaron en aquel momento. Levi publicó “Nuestro camino. Contra el Putchismo”, donde acusa a la dirección de haber llevado adelante una política suicida, arrastrada por la intromisión de la IC y su lugarteniente Bela Kun. La dirección partidaria se define por la expulsión de Levi, al considerar que su crítica no sólo no estuvo sometida a discusión interna sino que resulta un puñal por la espalda, como señala la prensa comunista Die Rote FahneLa posición de Paul Levi no constituye una crítica sobre la base del partido y del combate, sino un apoyo abierto a sus enemigos (Broué, Pág. 494).

Clara Zetkin se muestra solidaria con Levi, quien acude a Lenin. Mal informado y a destiempo, el dirigente bolchevique le recomienda que no renuncie del CC y que no haga públicas sus diferencias, justamente todo lo que ya había hecho su excompañero de exilio. La acusación de Levi será abiertamente contra Zinoviev, quien sacó en nombre del Ejecutivo el siguiente texto: La Internacional Comunista les dice: ‘han actuado bien’. La clase obrera no ha podido vencer en un sólo asalto. Han escrito una nueva página en la historia de la clase obrera alemana. Prepárense para nuevos combates. (Broué, Pág. 493) Finalmente Levi termina siendo expulsado, arribando meses más tarde a las filas del SPD y siendo considerado un “traidor” por el Ejecutivo de la IC, con la firma no sólo de Zinoviev y Bujarin, sino también de Trotsky y el propio Lenin, quien le recomienda aguardar un tiempo para reintegrarse.

El acuerdo unánime a la expulsión de Levi no resuelve las diferencias internas sobre la acción de marzo. Un fuerte debate atraviesa el VKPD, la IC y el propio partido ruso. Thalheimer junto con los izquierdistas alemanes y Bela Kun justifican la acción, ubicando la responsabilidad de la derrota en el SPD, mientras que Brandler en prisión se distancia de este balance. En Rusia, Lenin explica que la expulsión de Levi es correcta por su indisciplina, lo que no equivale a apoyar el balance que se hizo de la acción. La defensa de Bela Kun y los izquierdistas de la acción encoleriza aún más a Lenin. No sólo la acción fue un error por caer en la provocación del gobierno alemán, sino que impulsar esta acción en nombre de la “teoría de la ofensiva” de Bela Kun implicaba apartarse del lineamiento y orientación revolucionaria definida por el congreso de la IC, el cual no planteaba la creación artificial de un escenario insurreccional. El KAPD, aún más infectado de izquierdismo, critica al KPD por su tibieza. Lenin se arrepiente de incentivar su adhesión a la IC. Zetkin define la acción como putchista. Zinoviev debe revisar los elogios al KPD y su apoyo incondicional al izquierdismo.

En cualquier caso, el fracaso de marzo implica revisar algo más que la intervención ultraizquierdista del KPD. De cara al III Congreso, la IC debe balancear una serie de derrotas sufridas por la clase obrera. La incursión polaca fracasó, lo mismo que el movimiento de consejos en Italia, y siendo la acción de marzo un golpe duro no sólo para los comunistas alemanes sino de todo el continente. Trotsky sentencia: En marzo de 1921 se produjo una situación que impulsó a la Internacional Comunista a decir que la relación entre los partidos y las clases, entre los partidos comunistas y las clases trabajadoras, en todos los países de Europa, no estaban todavía maduras para una ofensiva inmediata, para una batalla inminente por la conquista del poder. Es necesario proceder a una educación esmerada de las filas comunistas en un sentido doble: en primer lugar, en el sentido de fusionarlas y templarlas; y en el segundo para conquisten la confianza de la mayoría de la clase trabajadora. Tal fue el lema propuesto en un momento en que los acontecimientos de marzo en Alemania aún estaban frescos.” (Trotsky, “Informe sobre el IV Congreso Mundial”, Pág. 627).

La caracterización cambió y con ella las tareas de los partidos comunistas, estos ahora deben ganarse a las masas para poder impulsar la lucha por el poder con la llegada de las próximas crisis. En la misma sintonía, Lenin aprueba el norte de la Internacional Comunista, siendo este el último congreso en que participó.

El frente único obrero, el KPD a la “defensiva”

La derrota de 1921 trajo consigo una serie de replanteos en el KPD. Ya no sólo debía ajustarse su política en función de los errores del pasado, sino que el partido debía tener la suficiente capacidad para adaptarse a la nueva orientación de la Internacional. El KAPD ultraizquierdista es expulsado de la IC, mientras que dentro del KPD se forma una oposición de derecha. Tras la expulsión de Levi, que antes de ingresar a las filas del SPD conforma el Colectivo Comunista de Trabajo (KGD), se gesta un agrupamiento interno que sostiene la necesidad de que el KPD guarde una mayor distancia con el Ejecutivo de la IC. Friesland y un puñado de adherentes constituyen esta oposición de derecha que finalmente será expulsada. En el lado izquierdo se consolida el lugar dirigente de Ruth Fischer, Arkadi Maslow y Ernst Thälmann, quienes renegando de cualquier lección, no aprueban la condena de la acción de marzo.

Es exagerado e incorrecto decir que tras el desastre de 1921, que valió la pérdida de cientos de miles de militantes, el KPD sea un nuevo partido. Sin embargo, es justo plantear que tras la experiencia de marzo muchos de los dirigentes que tuvieron puestos de conducción en los años previos, ahora estarán fuertemente condicionados por el temor a nuevos y fatales errores. Pierre Broué sostiene que los dirigentes del KPD tendrán una actitud prudente en forma sistemática, serán precavidos contra la tentación putchista e inclusive contra el simple reflejo izquierdista. (…) pierden confianza en su capacidad de pensar por sí mismos y a menudo renuncian a defender su propio punto de vista para adherir al de los bolcheviques, quienes, al menos, han sabido triunfar. (Broué, Pág. 34)

El peso del Ejecutivo de la IC será mayor de ahora en más, Ernst Meyer será el principal dirigente hasta la liberación de Brandler, bajo el acompañamiento de Karl Radek. Serán tiempos de Frente Único Obrero como política central: los comunistas deben impulsar la organización y movilización de las masas no comunistas. Una continuidad con la criticada “Carta Abierta” de un par de años atrás, pero con el aval e impulso absoluto de la IC. Esta línea política tuvo su correlato internacional con las fallidas conferencias que unieron a la II Internacional y a los centristas, junto con la III Internacional Comunista. Mientras que a nivel local el ensayo frentista tendrá resultados disímiles en algunas luchas económicas y otros episodios defensivos frente al ascenso de la derecha nacionalista, teniendo en cualquier caso como resultado el mejoramiento de las posiciones comunistas de cara al conjunto de la clase obrera.

La consigna que coronará la política de frente único de los partidos obreros y los sindicatos es la de “Gobierno obrero”, entendida como un planteo de transición de cara a la dictadura del proletariado que tendría por objetivo separar a los partidos obreros de la burguesía y al mismo tiempo separar a las bases obreras de los dirigentes socialdemócratas que tarde o temprano iban a ensayar una nueva traición. Como dirigente del partido, Brandler será su mayor intérprete, y abrirá la discusión sobre la participación de los comunistas en los gobiernos socialdemócratas, apoyado por Radek, como forma de motorizar a las masas de cara a la toma del poder de los consejos obreros. Sin embargo, las propuestas hechas por el SPD en Turingia y Sajonia en dos estados con mayoría de partidos obreros y siendo los socialdemócratas una variante de izquierda, serán en un primer momento rechazadas por el KPD.

La política de la dirección alemana será revalidada por el IV Congreso de la Internacional Comunista, apoyando no sólo el frente único obrero sino la política del gobierno obrero que puede constituirse bajo ciertas condiciones. Tanto Bujarin como Zinoviev desestiman que “gobierno obrero” sea otra cosa que la “dictadura del proletariado”. El VIII Congreso del KPD en febrero de 1923 en Leipzig tuvo una fuerte reacción por parte de la izquierda, que rechazó la consigna de “gobierno obrero” y presentó un contrainforme al realizado por Brandler y Meyer. Ruth Fischer acusa a la dirección de “pasivos, revisionistas y oportunistas”, mientras que Maslow señala que su política de gobierno obrero no es más que una expresión de “parlamentarismo”. El oficialismo triunfa en sus planteos, pero la izquierda consigue el apoyo de más de un tercio del congreso. Brandler tendrá el explícito apoyo del Ejecutivo de la IC. Sin embargo, esta crisis se profundizará antes, durante y después del Octubre Alemán.

(Continuará en la 2da. Parte que será publicada el sábado 21 de octubre, en un adelanto de la edición digital de En Defensa del Marxismo)

 

*Gerardo Pino Oroz: delegado de la Junta Interna de los Trabajadores de ATE del Hospital Garrahan.

 

 

Fuente: Revista EDM-

 

 

 

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