Las hermanas Herrero tenían 3, 4 y 5 años cuando fueron secuestradas en Uruguay y trasladadas a la ESMA. Allí fueron testigos de crímenes, fotografiadas y separadas de su mamá. Terminaron exiladas en Venezuela, desde donde ahora testimoniaron ante la justicia argentina y contaron su experiencia a Página/12, justo cuando el relato dictatorial vuelve al centro del debate de la mano de Milei.

Las hermanas Herrero tenían 3, 4 y 5 años cuando un miembro de la patota de la ESMA las sentó en un sillón de “Los Jorges”, las oficinas/habitaciones de la jerarquía de la Armada en ese campo de concentración, ubicadas en el primer piso del Casino de Oficiales, y las fotografió. Era un mediodía de mediados de noviembre, calculan. Allí vieron heridos, fueron fotografiadas por genocidas y obligadas a separarse de su mamá sin saber por qué ni cuándo volverían a verla. Antes de aquel episodio hubo un secuestro en Uruguay, un traslado en avión. Y luego, el exilio en Venezuela. La historia de militancia de su familia se hila con la de persecución y supervivencia del terrorismo de Estado que ellas también protagonizan, algo que, por primera vez desde que les atravesó la vida entera pudieron contarlo la semana pasada frente a un tribunal oral. Desde Caracas, entienden su testimonio como una reparación para su historia y “un aporte al Nunca más”, en el marco de la posibilidad de que Javier Milei, el candidato que califica de “excesos” al accionar genocida de la última dictadura, gane las elecciones presidenciales del próximo domingo.
“Los niños que sufrimos el terrorismo de Estado con nuestros padres siempre fuimos tomados como consecuencias. Ahora, a nosotras, por primera vez nos toca ser tenidas en cuenta como víctimas. Ahora por fin, lo que vivimos en la ESMA tendrá responsables. Y eso es reparador”, explica María Paula Herrero en diálogo virtual con Página/12, un día después de haber declarado ante el Tribunal Oral Federal número 5 en el marco del juicio por el séptimo tramo de la megacausa ESMA. María Virginia Herrero, la menor de las tres hermanas, también participa de la entrevista. “Uno siempre tiene la sensación de que no se hace lo suficiente para que no se repita la historia”, propone, ya sin nervios pre y post testimonio. Su decisión de declarar en el juicio tuvo que ver con ese “hacer algo con la intención de construir el Nunca Más. Todavía no es momento de parar, de guardarnos estas historias de dolor para nosotros mismos”.

Una historia familiar
Las Herrero llegaron a Caracas cuando María Paula apenas pasaba los 6 años y María Virginia, los 4. Enero de 1979. Lo hicieron junto a su hermana “del medio”, María Elvira, de 5; su mamá, Rosario Eugenia Quiroga, y Lisandro Raúl Cubas, quienes se conocieron en el Casino de Oficiales de la ESMA, donde estaban cautivos. Ambos fueron torturados y sometidos a trabajo esclavo.
Las hermanas, Rosario y Lisandro testimoniaron la semana pasada, la décima audiencia del debate oral que se le sigue al exagente del Servicio de Inteligencia de la Marina e integrante del G.T. 3.3. Jorge Luis Guarrochena, y que transmitió el medio comunitario La Retaguardia. Para las hermanas Herrero fue la primera vez. Tienen su historia “charlada, contada y procesada hacia adentro” porque “desde siempre” supieron por lo que habían pasado, asegura María Virginia. Sin embargo, el momento del testimonio “puede sorprenderla a una”, reflexiona María Paula, que se quebró en la mitad de su declaración.
Durante el debate, los testimonios de las tres hermanas fueron cortos, pero contundentes en la tarea de explicar cómo vivieron las niñeces el horror de la dictadura genocida. Un día después, María Paula dirá ante este diario: “El hecho de que haya un juicio en el que quede registrado lo que nos pasó es una manera de construir memoria para todos, no solo para nosotras, una memoria que quedará para cuando ya no estemos acá. Es una manera de resarcir. No me van a devolver mi vida tranquila en Argentina, pero es un acto de justicia”.

Esa mañana en la ESMA
La primera en declarar ante el tribunal, vía teleconferencia, es María Paula. Cuando el fiscal Félix Crous le preguntó por su paso por la ESMA, cerró los ojos y respondió “paredes marrones o beige”, lo único que recuerda, junto a una puerta desde donde ella y sus hermanas vieron a “Tío Oscar”, como lo conocían a Oscar De Gregorio, gravemente herido, con quien habían convivido tiempo antes. Las hermanas Herrero llegaron al campo de concentración de la Armada después de pasar un día en un lugar que desconocen, en Montevideo. Habían sido secuestradas junto a compañeres de militancia de su mamá. En el sótano de aquel lugar, Rosario fue torturada. Ella y sus hijas fueron trasladadas a la ESMA en avión.
Allí, en el sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, María Paula recordó a De Gregorio “tratando de pararse para vernos, tenía un vendaje en el brazo, estaba muy, muy mal”. “Pregunté qué le había pasado y uno de los militares me dijo que se había cortado con un vidrio y que por eso estaba así. Imaginé que el vidrio lo había pasado de lado a lado porque si no, no estaría tan mal”, testimonió.
Después de ver a “Tío Oscar”, la patota llevó a las niñas a “Los Jorges”. Allí las fotografiaron antes de llevarlas a un colegio de monjas en donde trabajaba una prima de Rosario, la mamá de las niñas. “La orden de sacarles una foto creo que la dio Selva”, apuntó Rosario durante su testimonio. “Selva” era uno de los apodos del genocida Héctor Febrés. Luego vino un abrazo madre e hijas y el adiós.
A las niñas se las llevó de la ESMA otro genocida, Alfredo Astiz. Terminaron en San Juan, cerca de su abuela materna. A Rosario la dejaron encerrada. La liberaron en enero de 1979, vía Venezuela, junto a Cubas y a sus hijas. Durante el cautiverio atesoró aquellas dos fotos de las nenas que hace días donaron al Museo Sitio de Memoria ESMA y preserva, desde entonces, el Archivo Nacional de la Memoria.
María Virginia recuerda “poco y nada” de aquel tiempo y eso le pesa. Tenía “3 años recién cumpliditos”, dijo ante los jueces. Fue la última de la familia en sentarse frente a la computadora, en el living de la casa de su hermana mayor, María Paula, en Caracas. “Eso siempre fue una marca. Con mis hijos pensaba ‘si yo despareciera a esta edad de ellos no se van a acordar de mí’. Como mi padre, que yo no tengo recuerdos de él”, puntualizó en su declaración. De lo que sí tiene recuerdos es de la vida compartida con compañeres de militancia de su mamá y de su papá, en el exilio, de encuentros con anécdotas que aportaron risa y felicidad a relatos de muerte y terror.

La casa de Lagomar
Rosario, sus hijas y De Gregorio, viajaron a Uruguay en octubre de 1977. Habían estado antes en Brasil. Un mes después, De Gregorio fue descubierto volviendo de Buenos Aires. En el operativo, que compartieron represores uruguayos y la patota de la ESMA, lo hirieron de bala, perforándole los intestinos. Falleció semanas después, en el centro clandestino.
Rosario vio cómo lo capturaron y decidió abandonar el lugar donde vivían, con las tres nenas “a cuestas, porque no tenía dónde dejarlas”. Quedó “desenganchada” de Montoneros, la organización en la que militaban, contó en su declaración. A falta de un lugar más seguro, terminó yendo a un departamento de tres ambientes en Lagomar, un barrio costero en las afueras de Montevideo, de donde se las terminaron llevando.
Durante su testimono, María Paula ofreció una imagen de aquella huida en Uruguay: “Recuerdo el tener que irnos a las carreras, el tener que dejar los juguetes otra vez”. Era lo que más la atormentaba. Más tarde, apuntará que “desde muy chica” tuvo “la necesidad de estar callada”. “Sé que puedes morir por tus creencias en general”, aportó.
Rosario logró contactarse con otros militantes. Miguel Angel Estrella, Jaime Dri, Alejandro Barry y su esposa, Susana Mata; Rolando Pisarello y María del Huerto Milesi. A Alejandro lo asesinaron intentando capturarlo. A Rosario y a Rolando los atraparon la tarde del 15 de noviembre, en la calle. También cayeron Miguel Angel y Jaime. La madrugada del día siguiente, la patota fue a la casa de Lagomar, en donde se encontraban María del Huerto y su beba de tres meses, las tres niñas Herrero, Susana Mata y su hija, Alejandrina Barry. Durante el operativo Susana se tomó la pastilla de cianuro y murió. María del Huerto y su hija; la beba Barry y las hijas de Rosario fueron llevadas al centro clandestino en donde estaban les demás.
La coordinación de las fuerzas represivas entre países, Plan Cóndor en acción, depositó a Rosario y sus tres hijas en la ESMA un día después. Allí, Rosario vio a María del Huerto y a su beba, que también sobrevivieron. Las hermanas Herrero llaman a Del Huerto “tía Chiche”, y a María Laura, su hija, “Pupi”. Compartieron el exilio en Venezuela. “Vivimos una vida rara de niñas. No éramos ni argentinas ni venezolanas. Fue muy inestable”, declaró María Paula.

Recuerdos del pasado
María Elvira no participa del diálogo con este diario, pero sí aportó su testimonio ante la Justicia. Es la única que se llevó la casa de Lagomar fijada en su memoria y en su alma. Convivió y convive con el recuerdo fresco de aquel operativo en la costa uruguaya, y no de manera armónica. En el marco del debate, contó que tenía 10 años cuando “una casa cerca de la playa en Venezuela” en la que estaba vacacionando con la familia ensamblada la “llevó al secuestro en Uruguay”. “Una casa cerca del mar, la disposición de las camas. Fueron tres años de terrores nocturnos, me bajaron las calificaciones escolares”, aportó. Desde entonces y hasta hoy, décadas después, María Elvira toma antidepresivos.
Fue ella, también, la primera en viajar a la Argentina con el objetivo de “reconstruir” la historia familiar. Estuvo un año y regresó a Venezuela. Mediados de los ‘90, surgimiento de la Agrupación H.I.J.O.S. de por medio, la imitaron María Paula y María Virginia. Estuvieron un tiempo en San Juan reconstruyendo la historia de José Luis, el padre biológico, militante de Montoneros, estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad Católica de Cuyo, secuestrado en enero de 1976 en la pensión donde se refugiaba, clandestino. Luego fueron a Uruguay en busca de la casa de Lagomar. La encontraron, se sacaron una foto con la fachada detrás y regresaron a Buenos Aires. Años después, volvieron a Uruguay para radicar una denuncia por los crímenes que habían sufrido allí.

Advertencias del presente
En comparación con lo ocurrido durante las dictaduras de Uruguay o Chile, María Paula asegura en diálogo con este diario que “en Argentina se haya hecho un esfuerzo más grande para reconstruir y enjuiciar”, aunque recuerda que “nada” saben de lo que ocurrió con su papá biológico. “Los militares llevaban listas, toda esa información, ¿donde está? Nos gustaría saber y por lo menos tener una idea de qué pasó con la gente”. Señala como “involución” el hecho de que los represores reciban el beneficio de prisión domiciliaria: “Cuando torturaron y mataron estaban bien conscientes”. Y por último, apunta a “la situación de este Milei, un candidato al presidente negando lo que ocurrió, algo que habilita a otras personas que antes no comentaban pero ahorita sí se sienten con la posibilidad de decir que lo que vivimos no pasó, que éramos terroristas. Es doloroso que todavía suceda eso”.
Varias décadas después, cuando en Venezuela Hugo Chávez sufrió un golpe de Estado, sus miedos revivieron. “Miedo de volver a pasar por lo mismo, de tener que irse de país, de perder los amigos”. Y también la certeza de que “el terrorismo de Estado tiene una pata represiva y otra mediática que utiliza la misma fórmula en todas partes del mundo a lo largo de los años”, añade en la entrevista con Página/12.

En tiempos de dictadura cívico militar local, revistas de la Editorial Atlántida montaron una operación mediática para encubrir al régimen genocida argentino sobre el secuestro de las hermanas Herrero, con el foco puesto en Alejandrina. “A nosotras, a nuestras familias, los medios las trataron de terroristas. Sin medios que las protejan, las dictaduras no funcionan”, insiste.
Y compara aquellos tiempos con el presente en el que “en Argentina vuelve el negacionismo, vuelven las acusaciones de terroristas a los militantes, ¿cómo puede ser si no es con la venia mediática? Ahora como entonces, siempre tenemos que estar justificándonos. Siempre nos atacan, que por algo fue, que lo único que queremos es cobrar una indemnización y tener plata. Pues nuestra historia es así como la contamos: fuimos tres niñas que vivieron persecución, la ESMA, la tortura y la desaparición de nuestros padres, el exilio. Y seguimos afectadas por eso”.
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Ailín Bullentini: Docente y periodista especializada en lesa humanidad y crímenes de Estado.
Fuente: Página/12
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Lesa humanidad. Ni guerra ni excesos: Milei niega la crueldad genocida contra niñas, niños y adolescentes
Los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar-eclesiástica contra las infancias y adolescencias son una muestra más de que Javier Milei, Victoria Villarruel y otros derechistas mienten. Myriam Bregman dejó en evidencia a los negacionistas en la Cámara de Diputados. Acá muchas historias que demuestran la verdad.
Lunes 16 de octubre
En el segundo debate presidencial Javier Milei dijo que Montoneros “ponía bombas en jardines de infantes”. No sólo eso es mentira (hasta el mismísimo progenocida diario La Nación alertó sobre esa falsedad), sino que con su apología de la dictadura y su negacionismo del saldo en víctimas oculta deliberadamente que, por el contrario, fueron los propios genocidas quienes aplicaron un sistemático terror contra las infancias. Además del plan de apropiación de bebés, secuestraron y hasta torturaron y asesinaron a niñas, niños y adolescentes. En este informe se agrupan algunos de los casos más emblemáticos.
Los motivos que inspiran a Milei y los suyos a mentir es ocultar cuáles fueron los verdaderos propósitos de la última dictadura militar y quiénes estaban detrás del golpe. Sus dichos no son ingenuos. A 40 años del fin de la dictadura más atroz de las que recorrió el siglo XX -siglo marcado por los continuos golpes militares-, las conquistas logradas con la lucha y la movilización popular, que llevaron a juicio a un número muy reducido de ejecutores de los crímenes (si se los compara con la totalidad del aparato represivo que actuó en todo el país y la cantidad de centros clandestinos de detención identificados, cerca a 800), pretenden ser descalificadas por la derecha más rancia para imponer la defensa de lo actuado por las fuerzas militares en beneficio de los sectores dominantes.
Así lo recordó Myriam Bregman en el Congreso en uno de los tantos cruces contra la defensora de los militares y del genocidio, Victoria Villarruel -la diputada que visitaba a Jorge Rafael Videla cuando estaba detenido-. A días del 24 de Marzo en la Cámara de Diputados se escucharon las voces de ambas que recordaron esta fecha. Villarruel lo hizo desde una perspectiva negacionista, Bregman, en cambio, recordó que los genocidas impusieron, a sangre y fuego, un programa económico de destrucción de los salarios y el poder adquisitivo de los trabajadores.
La diputada del FIT, con larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la impunidad de los genocidas y abogada en juicios de lesa humanidad, continuó su intervención en el recinto denunciando: “Las políticas que ellos quieren llevar adelante son las políticas de Martínez de Hoz y sólo se aplican con mucha represión. Por eso hablan del ’curro de los derechos humanos’ como Macri, porque quieren aplastar a la clase trabajadora y no lo vamos a permitir, por eso lo vamos a denunciar y por eso no me van a callar”.
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En una sesión reciente, la diputada y precandidata presidencial por el FIT, volvió a desenmascarar a Milei que habla de los “excesos” que cometieron las Fuerzas Armadas durante la última dictadura: “Tal vez para él era un exceso que cada miércoles realizarán un vuelo de la muerte. Un exceso bastante organizado que cada miércoles aplicaban lo que los marinos llamaban ‘la pentonaval’ para adormecer a los detenidos y detenidas desaparecidas y tirarlos en un vuelo de la muerte. A eso él los llama excesos”, dijo Bregman y agregó que “volvió a hablar de guerra, ¿qué guerra? Ni los propios genocidas hablaban de guerra porque eso implicaba que debían cumplir con determinadas convenciones internacionales. La teoría de la guerra la empiezan a utilizar hacia el final de la dictadura”. Finalizó recordando a los 30.000 detenidos desaparecidos y subrayó que fue un genocidio.
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Los niños torturados y asesinados por los genocidios
- Floreal Avellaneda militaba en la Federación Juvenil Comunista. Estaba en segundo año del colegio. Su padre era delegado en los talleres metalúrgicos TENSA. Murió por las torturas y empalamiento en Campo de Mayo. Fue arrojado en uno de los vuelos de la muerte.
- Carlos “Sueco” Lordkipanidse, referente de la Asociación de ExDetenidos Desaparecidos y sobreviviente de la ESMA, fue víctima de la perversidad extrema del prefecto Juan Antonio Azic, el Chacal. En una sesión de tortura, este genocida entra con Rodolfo, el hijo de Carlos, de 20 días de vida colgando de los pies y se lo pone encima del pecho mientras le pasaba picana eléctrica.
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- El caso de los hermanos Ramirez de dos, cuatro y seis años. Eran las edades que tenían Mariano, María y Carlos Ramírez aquel 15 de marzo de 1977 cuando el Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires rodearon la precaria casa que habitaban junto a su madre Vicenta Orrego Meza, en el barrio San José de Almirante Brown, desatando una feroz balacera. Ese fue el último día que vieron a su madre, quien los salvó, sacándolos por una ventana.
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- Alejandrina Barry, legisladora porteña del Frente de Izquierda, nació en la cárcel de Olmos. Sus padres fueron detenidos en noviembre de 1974 durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. “Mí mamá estaba embarazada, así que pasé mis primeros días en ese lugar, presas las dos. Nos liberan a comienzos del 76 y años después tenemos que viajar a Uruguay, donde mis viejos son asesinados por fuerzas conjuntas de Argentina y Uruguay”, cuenta Alejandrina. Los militares, junto a un par de empresas mediáticas como la entonces Editorial Atlántida, sometieron a Ale a una operación de prensa para mostrarla como “abandonada” por sus padres. De hecho hay una causa penal contra militares y responsables de la editorial.
- Teresa Laborde Calvo, hija de Adriana Calvo, nació en cautiverio, su madre fue la primera testigo en declarar en el Juicio a las Juntas Militares. “Mi beba nació bien, era muy chiquita, quedó colgando del cordón, se cayó del asiento, estaba en el piso, yo les pedía por favor que me la alcancen, que me la dejen tener conmigo, no me la alcanzaban”. En su declaración, Adriana expuso cómo en la madrugada del 15 de abril parió tabicada y esposada, a su beba Teresa en el auto en que la trasladaban desde la Comisaría 5° de La Plata al Pozo de Banfield rodeada de la patota; cómo desesperada gritaba que se la dejaran poner en su pecho; como la bebita se cayó y lloraba sin parar; cómo ya el partero del Circuito Camps, Jorge Bergés, cortó el cordón umbilical y de un golpe le sacó la placenta, la tiró al piso que tuvo que baldear y trapear ella desnuda frente a las risas de la patota; cómo recién después de todo eso pudo por primera vez abrazar a su hija.
- Marcela Quiroga tenía 12 años cuando fue secuestrada junto a sus hermanos de 10 y un año y medio.
- Paula Logares, primera nieta restituida por exámen genético. Secuestrada junto a sus padres en Uruguay en el marco del Plan Cóndor. En 1978, tenía 23 meses al momento de su secuestro. Ella y su mamá fueron encapuchadas y Paula fue arrancada de sus brazos. Es la nieta de Elsa Pavón, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.
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- Ana Cristina Corral estudiaba el segundo año del Liceo de Señoritas Remedios de Escalada, en la provincia de Tucumán. En la noche previa a su secuestro planchó su uniforme con su mamá. Al día siguiente izaba la bandera. Era la abanderada. En la madrugada del 8 de junio de 1976 un grupo de militares entró a su casa, la sacó de su habitación y se la llevó. Fue la desaparecida más joven de Tucumán: 16 años.
- Magdalena Gallardo, “Malena”, fue la desaparecida más joven del Colegio Nacional de Buenos Aires. Apenas cumplió 15 años, el 8 de julio de 1976
- Bettina Tarnopolsky tenía 15 años cuando la llevaron a la ESMA. Cursaba el tercer año del Normal 11° de Barracas.
- Fernando y María Eugenia Fettollini, 3 y 5 años, fueron asesinados el 19 de noviembre de 1976, en una acción en la que sólo sobrevive un bebé de 5 meses, Manuel Goncalves, al que su madre escondió en un placard.
- Roberto y Bárbara Lasnuscou, de 5 y 4 años, muertos cuando su casa de San Isidro fue asaltada por tropas del Ejército y la Policía. En la acción, también mataron a sus padres. Matilde, de 5 meses, robada durante el operativo, continúa desaparecida.
- Victoria Couto tenía siete años cuando se despidió de su mamá, Graciela Passalacqua, en el Olimpo. Victoria y a su hermana de once meses, Florencia, fueron trasladas en un auto lleno de armas para llevarlas a la casa de sus abuelos. Las dos niñas habían pasado tres días en un campo de concentración donde cada minuto que transcurría se convertía en un tormento.
- Dafne tenía diez meses cuando una patota del Atlético llegó a la quinta de La Reja, Moreno, donde estaban sus padres, Eva Y Claudio, se los llevaron. En la quinta vivía un casero, a quien ataron a una silla. Sobre sus rodillas, dejaron a la beba. Fue este hombre quien la llevó con la familia.
- Isabel Cerruti festejó su cumpleaños en la clandestinidad. Ella y su compañero, Ernesto Berner, tenían una noticia importante para compartir con la familia: estaban esperando a su primer hijo. Ernesto fue secuestrado al día siguiente por una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y posteriormente desaparecido. Isabel dio a luz a su hijo, Norberto, el 23 de agosto de 1977.
- Adriana Lewi, hija de Ana María Sonder y de Jorge Lewi, tenía un año y medio al momento del secuestro. Por una sobreviviente, Adriana se enteró de que su mamá jugaba con ella dentro del campo de concentración y lo hacía con las manos como si fueran títeres. También le cantaba bien bajito en ese lugar donde el sonido más frecuente era el del dolor.
- Los testimonios sobre la presencia de los chicos y chicas en los centros clandestinos o en los operativos en los que sus padres fueron secuestrados datan desde el Juicio a las Juntas. Caride, un testigo, declaró haber cuidado a Victoria y a su hermana. Después de los casi 20 años de vigencia de las leyes de impunidad, la causa que forzó la reapertura de los juicios de lesa humanidad estuvo vinculada al secuestro de José Liborio Poblete, Gertrudis Hlaczik y su hijita, Claudia Victoria, que también fue llevada al Olimpo antes de ser apropiada por el matrimonio Landa.
- La causa Laguna Paiva II juzgó delitos de lesa humanidad contra niños en Santa Fe. En el debate se juzgó la persecución al último referente del PRT en Santa Fe, Catalino Páez, su esposa y su hijo Mario de 15 años, además de ocho compañeros de militancia que eran obreros del Frigorífico Nelson, ferroviarios en Laguna Paiva y uno supervisor en Acindar, en Villa Constitución. Como publicó este diario en su momento, las audiencias revelaron que la cacería se extendió a los dos hermanos de Catalino y sus parejas, y a 16 niños y niñas de las tres familias que fueron violentados y abandonados, el más chiquito de cinco años. Una cuñada de Catalino y sus cuatro hijos estuvieron cautivos más de un mes en la Guardia de Infantería Reforzada, que era una prisión del Ejército.
- Karina Manfil, que entonces tenía 4 años, fue testigo del asesinato de su hermano. “Cuando mi hermano se asomó a la ventana le dispararon con un FAL y la mitad de su cara quedó pegada en el techo”. Carlos tenía 9 años, en la misma habitación había dos nenes -Adolfo de 11 y Marcela de 9-, hijos del matrimonio Vega que se habían quedado a dormir en la casa. Sus padres dormían con el hermano, Christian de 6 meses. En total éran 9 personas. Durante la madrugada llegó el operativo, enseguida entró la patota a la pieza disparando. Uno se agachó y empezó a disparar debajo de la cama, donde estaban los juguetes en bolsas. “Cuando mi madrina fue a buscar a Christian, de 6 meses, le dijeron que había muerto. Pero antes de irse le habían pedido a una vecina que lo bañara porque estaba lleno de sangre y después lo subieron a un Falcon. Mi madrina lo recuperó a la semana en la comisaría 4° de Avellaneda. Los cuerpos de mi hermano Carlos y de mis padres -Carlos Laudelino Manfil y Angélica Zárate de Manfil- esa misma noche desaparecieron”, relató Karina.
- Leticia Baibiene es hija de Elba Leonor Ramirez Abella y Arturo Baibiene, secuestrados y desaparecidos en abril de 1977. Tenía 3 años al momento del operativo en que secuestraron a sus padres. Dio testimonio en el juicio de lesa humanidad denominado “La Cacha” el 28 de febrero de 2014. “Cuando uno sabe la verdad, por más terrible que sea, uno la tiene ahí. Y la mira, se aleja, vuelve, y hay un momento en que uno la puede procesar, digerir y hacer algo. Pero no saber qué, es la angustia más terrible y dolorosa, […] siempre la imaginación es mucho peor. Entonces me parece que saber, debería ser un derecho para todos nosotros”.Estas son algunas de las historias atroces que llevaron adelante los militares y las fuerzas de seguridad. No fueron excesos, no fue una guerra. Fue un plan sistemático para derrotar el último ascenso obrero y estudiantil. Fue para imponer un plan económico para favorecer a los grandes empresarios. Los que aún permanecen impunes, con algunas pocas excepciones, y sus empresas nunca dejaron de ser favorecidas por los gobiernos de la “democracia”. No es casualidad, los juicios sólo apuntaron contra un puñado de jefes militares y de fuerzas de seguridad.Todos los gobiernos desde 1983 hasta acá, junto al Poder Judicial, no hicieron nada para condenar los crímenes cometidos por la Triple A durante el gobierno de Juan Perón y María Martinez de Peron, tampoco por la responsabilidad directa de los empresarios en planificar el golpe y entregar la lista de los obreros que serían detenidos desaparecidos.
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El jefe de personal de Molinos Río de La Plata durante la dictadura militar, Emilio Parodi, fue detenido recientemente por orden del juez federal Ernesto Kreplak, en una causa que investiga la responsabilidad del directorio de la empresa en secuestros, torturas y desapariciones de sus trabajadores. Los testigos aseguran que el 7 de julio de 1976, personal del Ejército entró en la fábrica con una lista que tenía los nombres de algunos trabajadores y un membrete en el que se leía Molinos Río de la Plata. Ese día, los militares se llevaron a un grupo de obreros que pasaron a integrar la lista de los desaparecidos.
Otras de las pocas excepciones de civiles procesados, está el empresario salteño Marcos Levín, exdueño de la empresa de transportes La Veloz del Norte, condenado a 12 años de prisión por secuestro y tortura del trabajador Víctor Cobos. Vuelve a ser juzgado por su participación en el secuestro y tortura de 17 trabajadores. La familia Levín controla la Terminal de Ómnibus de Salta y es dueña del lujoso hotel Alejandro I, donde Javier Milei realizó un acto de campaña.
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La misma participación empresarial en el genocidio de clase también ocurrió en los ingenios La Fronterita y Ledesma en Jujuy (Carlos Pedro Blaquier, su dueño, murió impune con un juicio en sus espaldas que nunca se llegó a realizar); Acindar en Villa Constitución (Santa Fe); Dálmine Siderca en Campana (Buenos Aires); Astilleros Astarsa en la zona norte del Gran Buenos Aires; cerámicas Lozadur y Cattáneo; autopartistas Ford, Mercedes Benz, Fiat y Grandes Motores Diesel (Buenos Aires y Córdoba); Bunge&Born y Grafa en Capital Federal; Astilleros Río Santiago en Ensenada, Petroquímica Sudamericana y Swift en La Plata; Alpargatas (en Capital, Buenos Aires y Tucumán), Loma Negra (en Olavarría y Barker); el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca.
Los empresarios y sus gerentes actuaron en conjunto con las Fuerzas Armadas. Le entregaron las listas de los obreros que debían secuestrar, muchos de los cuales fueron detenidos en los lugares de trabajo. Muchas de estas empresas directamente destinaron predios para los centros clandestinos de detención.
Milei (así como sectores de Juntos por el Cambio) reivindica a la dictadura militar en un momento donde las grandes mayorías populares sufren la crisis económica y social; cuando los tres candidatos presidenciales con más chances de llegar a la Casa Rosada ya se juntaron con los representantes del FMI y acordaron pagar esa deuda fraudulenta e ilegítima que contrajo el gobierno de Macri y que convalidó el Congreso Nacional durante este gobierno con los votos de la mayoría y con la firme oposición en el recinto y en las calles del Frente de Izquierda. Como dijo Myriam Bregman, el ajuste no pasa sin represión.
*Rosa D’Alesio @rosaquiara: Militante del PTS, columnista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario; se especializa en temas de narcotráfico y Fuerzas Armadas.
**Andrea LÓPEZ: Investigadora. Profesora Regular UBA/ Dra en Ciencias Sociales UBA.
Fuente: La Izquierda Diario-
https://www.laizquierdadiario.com/Ni-guerra-ni-excesos-Milei-niega-la-crueldad-genocida-contra-ninas-ninos-y-adolescentes
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