ARGENTINA- DANIEL CAMPIONE*: Siempre hay pretextos para no votar a la izquierda

25AGO23 

 

Por DANIEL CAMPIONE*

En octubre ciudadanas y ciudadanos argentinos votaremos en comicios presidenciales. La opción estará dada entre el firme sostenimiento de las convicciones y del espíritu de resistencia con rumbo a una sociedad distinta, o el temeroso retroceso frente a oscuras amenazas.

Quien esto escribe, en los muy lejanos días de su infancia y adolescencia, tenía un grupo musical favorito; los estadounidenses de California que respondían al nombre de Credence Clearwater Revival. Seguidor del conjunto durante un buen tiempo, sentía particular inclinación por un tema musical que no estaba entre los más famosos de la banda, y le parecía de una singular belleza. Se titulaba, en la traducción al castellano, Algún día nunca llega.

Por motivos nada arbitrarios, el nombre de esa canción nos conduce a la evocación de una realidad recurrente en estas pampas, con distintas variedades e intensidades.

Aquel viejo vinilo de Credence.

¡Quiera el pueblo votar¡ (a los candidatos de la burguesía)

En dos meses, Argentina votará su presidente para el período 2023-2027.  Y ya nos hallamos frente a un sonsonete siempre renovado, sobre todo después del imprevisto resultado de las elecciones primarias,

“Hay que evitar que la derecha llegue al poder”, se ha dicho acerca de unos comicios transcurridos mientras alguna expresión que se pretende “popular” ocupaba el gobierno.

“Hay que sacar a la derecha del gobierno”, fue el mantra en el caso de que una fuerza conservadora situada en la cúspide del aparato del Estado intentaba revalidar su legitimidad en esa posición de poder.

Estas circunstancias serían el pretexto para emitir el voto en dirección a opciones que se hallan cómodas en el sistema político de la burguesía, pero aun así mantienen cierto tinte “nacional y popular”, en sus propuestas. Habría que sufragar, se nos dice, por candidatos y fuerzas políticas con reales posibilidades de triunfo, que así puedan obturar el camino hacia el poder del “verdadero enemigo”.

Con ese objetivo, habrá que dar de lado en la consideración del voto que el postulante escogido lleve adelante políticas de criminalización de la protesta social, e impulse la entrega de los bienes comunes, el enfoque extractivista de la gestión productiva, la persistencia en un modelo de integración en el mercado mundial que primariza la economía, el enfoque tecnocrático que vacía de contenido a la educación pública, el “manodurismo” en materia de la llamada “seguridad”.

Incluso habrá que disimular su ubicación frente a  la verdadera madre de todas las batallas, la política de pago puntual de la “deuda-estafa” y el sometimiento, con algún corcoveo irrelevante, a los  condicionamientos de los organismos internacionales, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la cabeza.

Así, una elección tras otra, se nos alecciona a quienes nos identificamos con la izquierda para que dejemos nuestras preferencias para mejor oportunidad. Siempre hay algún ogro aún peor a detener, un “mal absoluto” a conjurar, inclinándose hacia la versión en apariencia menos destructiva de las propuestas del gran capital.

Resulta que en la política argentina parecería que hay un día que nunca llega. Y es el de votar a la izquierda, sin timideces ni tapujos, y a lista completa.

Domesticar a la izquierda. Dos métodos.

Puede aducirse con buenos motivos que el capital local y trasnacional que actúa en nuestra sociedad no tiene un verdadero “proyecto de país”. Lo que no quita que, en algunas materias, tenga las cosas bastante claras. Y entre estas últimas se cuentan los dos destinos alternativos prefijados para la izquierda por los dueños del poder: a) Su subsunción detrás de proyectos ajenos, como socio (bien menor) de los emprendimientos de grandes partidos o coaliciones. Y a la espera de la realización de la audaz conjetura de que tarde o temprano ocurrirá algún “giro a la izquierda” que la saque de su rol subordinado y poco trascendente.

O bien b) La conformación de una pequeña fuerza, absorbida por el empeño electoral en detrimento de su inserción en el movimiento social real. Y susceptible de conformarse con una pequeña bancada parlamentaria. Todo lo reducida que sea necesario para impedirle una incidencia efectiva en el Congreso.

Mantenerla en el aislamiento sectario es un buen camino para circunscribir a quienes se atreven a ser críticos del capitalismo a un rol de comparsas, de actores muy minoritarios de un juego que los excede.

Peor aún es la sempiterna postergación del momento de pronunciarse a cara descubierta, de colocar a la postura frente a las urnas en correlato con el esfuerzo realizado en las luchas sociales y en la conformación de espacios que puedan mantenerse siquiera parcialmente ajenos al omnímodo poder de las patronales.

Se puede albergar variadas y duras críticas hacia la izquierda realmente existente. No la de que no denuncie los peores atropellos del gran capital o deje de tomar parte en las luchas que a menudo estremecen a la sociedad argentina.

Puede ser que tengas razón… pero no  ahora que se viene la ultraderecha.

La primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023 lleva al paroxismo la lógica que conduce a arrear las banderas propias para inclinarse ante el “mal menor”, que nos evitaría una catástrofe.

Ocurre que en aras de hacer girar aún más a la derecha la agenda de discusión pública, los poderes fácticos, y en particular su correlato comunicacional, engendraron una criatura inesperada: Un postulante presidencial de opiniones brutales, sostenedor del programa de máxima del gran capital hasta el límite de la sobreactuación e incluso del delirio.

Y  el mismo ha consumado la hazaña, navegando sobre el casi universal descontento y el descreimiento más profundo, de construir una opción electoral con firmes posibilidades de alzarse con la presidencia de la nación. Una buena parte de la ciudadanía apuesta a Javier Milei como vehículo para operar un cambio drástico, barrer con la “casta política” y parar la lacerante inflación con recetas mágicas, con la dolarización a su frente.

Milei ha ido más allá del propósito original de su elevación a la consideración pública, y ha dejado a sus promotores iniciales en el incómodo lugar de desconcertados aprendices de brujo. Ya no faltan siquiera artículos en el diario de los Mitre que lo exorcizan en nombre del “republicanismo” y del repudio al populismo.

¿Qué hacer frente a ello? Los profetas de la eterna defensiva, de la búsqueda de retiradas ordenadas que siempre desembocan en el desbande, ya han hallado la receta “infalible”  para detener a la monstruosa amenaza.

Es cierto, reconocen, que no hay ningún candidato que se aproxime, siquiera en parte y de lejos, a una alternativa popular.

Es verdad, conceden, que los tres aspirantes con posibilidades de triunfo profesan, con distintos énfasis, el culto a la propiedad privada, al “buen clima de negocios”, a la inversión extranjera con todo tipo de facilidades, al pago puntual de la deuda y al “meter bala” como solución  preferente para combatir al delito.

Incluso nos darán la razón si aducimos que todos los miembros de la tríada de postulantes tienen estrechos lazos con el gran capital local y extranjero. Y que cualquier observador medianamente informado acerca de la vida económica del país podría redactar una lista de grandes empresarios alineados con cada uno de ellos.

Pero, en el fondo ¡Nada de eso debe importar! ¿Acaso no tenemos uno de esos tres candidatos que, si bien alineado a la derecha sería un tanto exagerado tildar de “extrema derecha”?

Se acabó la discusión, izquierdistas de todo pelaje, nos dirán. El deber los llama, evitemos un gobierno de “ultraderecha”. Está abierto así el camino para que, en lugar de una gestión abiertamente reaccionaria pero con sustento social e institucional muy endeble, alumbre otra con fuerte representación parlamentaria, mayoritario apoyo sindical, respaldo de los gobernadores de la mayoría de las provincias. Y sostenida por una maquinaria partidaria avezada en el vertical alineamiento con quienquiera que detente el poder político en nombre del peronismo y al servicio de cualquier política, por más antinacional y antipopular que sea.

¿Habrá alguien que pueda dudar de que la segunda posibilidad es menos peligrosa que la primera? Nadie en su sano juicio, por supuesto, se nos dirá. ¿Acaso no quedó demostrado en ocasión de que la victoria de Carlos Menem impidió que el rival neoliberal, Eduardo Angeloz, llevara adelante una brutal política de ajuste? Bueno…no exactamente, claro. Pero era otro mundo, otro país, otra época…, ahora será distinto. Además….la correlación de fuerzas desfavorable…

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Que los cultores de que “Algún día nunca llega” se hagan cargo de que votarán a favor de quien lleva adelante el deterioro creciente de salarios y prestaciones previsionales, recorta gastos indispensables para a cambio subsidiar a los grandes capitalistas, devalúa la moneda de modo de golpear aún más el ingreso y nivel de vida popular. Y  tiene en el mayor banquero del país (Jorge Brito) a un amigo dilecto, y en los Estados Unidos su faro internacional irrenunciable. Y un largo etcétera de razones que deberían bastar para no votarlo jamás.

Son ellos quienes tendrán que hacer malabares para justificar el tortuoso sentido de su sufragio y para no reconocer su participación, sin duda involuntaria, para que el destino de muchos millones de argentinos se halle abocado a un futuro aún peor.

Esperamos que el tono irónico que se nos ha deslizado en este escrito no obste para que el avisado lector perciba que nuestro voto en los comicios de octubre no favorecerá a Sergio Tomás Massa, con o sin corte de boleta. Y que permita un llamado a la reflexión de quienes se hallan dispuestos a posponer una vez más un pronunciamiento claro y unívoco.

Daniel Campione en Facebook.

@DanielCampione5 en Twitter.

*Daniel Campione: Profesor de Teoría del Estado y de Evolución del Estado Argentino en la UBA, del comité editorial de la revista “Periferias” y de la conducción de la Asociación Antonio Gramsci. Publicó “Argentina. La escritura de su historia”, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2002 y “Prolegómenos del Peronismo”, Buenos Aires, Fisyp, 2003 y, en colaboración con Julio C. Gambina “Los años de Menem. Cirugía mayor”, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2003. Tiene en preparación un estudio y compilación de documentos sobre los primeros años del P.C. argentino.

 

Fuente: Tramas- PERIODISMO EN MOVIMIENTO

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