La secuencia política que estamos viviendo es una lección de cosas. Los oprimidos deberían aceptar ser ejecutados mientras los gobernantes exigen más policías con licencia para matar. Sentencias “ejemplares” para unos, atenuantes para otros: urge poner fin a esta violencia institucional antisocial y racista. 

Violencia sistémica

Violencia social, racista y colonial, machista, ecocidio… En las instituciones o en la calle, el autoritarismo es un componente esencial de la gobernabilidad de los estados capitalistas. Los gobiernos están creando un arsenal legal a la medida para legalizar cada vez más el uso de la violencia. La ley de 2017, que flexibilizó las condiciones bajo las cuales las fuerzas policiales pueden usar sus armas, explica en gran medida las 13 muertes registradas en 2022 por “negativa a cumplir”.

Macron califica de “hecho inexplicable” el asesinato de Nahel. Pero éste no fue perpetrado por “manzanas podridas”. Es parte de esta gestión ultraviolenta del mantenimiento del orden, combinada con el racismo estructural. El gobierno afirma actuar en nombre del estado de derecho y el monopolio exclusivo de la violencia, y sin embargo, en Chambéry, Lyon, Lorient o incluso Angers, las milicias fascistas, profiriendo consignas racistas, han podido reemplazar a la policía con total impunidad. . Las miles de detenciones, los cientos de comparecencias inmediatas y las altas condenas que caen sobre jóvenes de barrios populares son una muestra más de este tratamiento de geometría variable.

¡Resistir por la justicia es legítimo!

La negativa a cumplir con los llamados a la “vuelta a la calma” es legítima cuando este mandato proviene de quienes, a través de sus políticas antisociales y discriminatorias, violentan diariamente a la población de los barrios populares. Su “calma” es la opresión y la violencia, que se deben soportar sin reaccionar.

La destrucción que ha tenido lugar en los últimos días no tiene absolutamente nada que comparar con la violencia del sistema. Y cuando las “condenas” vienen de quienes destruyen nuestras vidas y el planeta a través de su defensa de un capitalismo que explota a la humanidad y la naturaleza, hasta las guerras imperialistas, son repugnantemente cínicos. Porque el enfado legítimo que se expresa revela la brutalidad de la violencia ejercida sobre las poblaciones más vulnerables, el racismo, la pobreza, el relegamiento urbano, agravado por la inflación, la destrucción de los servicios públicos, la reforma del seguro de desempleo…

Nunca más !

Hay una necesidad urgente de cambiar el rumbo. Por todas las víctimas de la violencia policial, exigir la condena de los culpables, la reparación de las familias. Exigir también el fin de las detenciones y procesamientos arbitrarios y la amnistía para los condenados. Más ampliamente, es necesario imponer en el debate público una crítica radical a la policía, una institución racista plagada de extrema derecha. Y para evitar nuevos asesinatos, nuevas mutilaciones, la policía en contacto con la población debe ser desarmada inmediatamente.

Las revueltas que comenzaron en Nanterre son una parte integral del movimiento social. Con el asesinato de Nahel, todo nuestro campo social está bajo ataque. Desde la represión de los movimientos sociales y ecologistas como en Sainte-Soline, hasta la disolución de los Levantamientos de la Tierra, la lógica de la represión es la misma. Por lo tanto, la izquierda social y política debe apoyar sin reservas esta ira legítima, pero también participar en su extensión. En todas partes, debemos estimular frentes en torno a un “Nunca más” que reúna a partidos, sindicatos, asociaciones, colectivos y estimular iniciativas para apoyar a los jóvenes reprimidos, frente a los ayuntamientos, las prefecturas… Más ampliamente, debemos construir un antirracista respuesta, democrática y social, radical y unitaria, igual a los ataques,

4 de julio de 2023

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